Capítulo 04

Los días que siguieron se repetía la misma rutina, Levi se ausentaba un tiempo mientras Hange se dedicaba a flojear en la habitación, Niccolo le mandaba comida y de vez en cuando un paquete de la señorita Petra llegaba con ropa nueva, cuándo él regresaba ella lo atosigaba hasta el cansancio con preguntas y millones de anécdotas. El pelinegro se preguntaba cómo podía un ser humano hablar y hablar sin parar durante horas. En éstos últimos días, ella había encontrado un canal que transmitía programas de corte policíaco, por lo que siempre que volvía se enteraba de los nuevos casos que había visto.

-No te da miedo el pensar que algún día tu caso esté ahí. -Un día le preguntó mientras ambos cenaban.

-¿Cómo? -Respondió mientras le daba un mordisco a su hamburguesa.

-Sí, el caso de la agente que desapareció mientras investigaba la también desaparición de una compañera.

-¿Creés que eso sea posible? -Un brillo inquietante apareció en sus ojos. -¡Te imaginas, mi vida relatada en ese programa!

-Eres una completa anormal. -A la castaña no pareció importarle su comentario mordaz, ya que continuó fantaseando mientras emitía una sonrisita. -Creo haber encontrado una pista sobre tu amiga.

La joven detuvo sus pensamientos al oir lo que le decía.

-¿De Nanaba?

-Sí, hablé con un tipo con el que estuvo horas antes de que se esfumará.

Días atrás, le había contado toda la situación que la llevó a asistir esa noche al bar. Levi fingió no sorprenderse con la deducción que ella había hecho de aquel correo que recibió y negó haber conocido a la mujer rubia. Desde entonces le había prometido el investigar entre sus conocidos y contactos alguna información sobre su paradero.

-¿Y qué te dijo?

-Nada relevante, sólo que se notaba muy nerviosa. Y que insistía en apresurar el trabajo que estaban haciendo.

-¿Creés que sabía que algo estaba a punto de suceder?

-Es probable.

Ambos guardaron silencio, perdidos en sus propias cavilaciones, mientras terminaban su cena.

El tiempo continuó transcurriendo. Hange se había dado cuenta de que el buen Niccolo no sólo la proveería de comida, si no de todo lo que ella quisiera. De modo que ahora también se entretenía haciendo diversas manualidades, las cuales iba colocando en diferentes lugares del cuarto. Levi no decía nada al respecto pero la castaña estaba aprendiendo a leer sus gestos, por lo que sabía que no le disgustaba. Los días se fueron convirtiendo en semanas, y las semanas en meses.

Una noche mientras estaba sola, se había ido a la cama temprano tras ver una película. Ya era pasada la media noche, cuando la despertó el sonido distantes de pasos acercándose en el pasillo. Eran los pasos de Levi, de eso no me quedaba ninguna duda, sin embargo sonaban un poco diferente de lo usual. Posteriormente la puerta se abrió y la silueta tambaleante de el pelinegro entró. Hange encendió la luz, se levantó rápidamente y corrió a sostenerlo, al momento él se desvanecía en sus brazos. Con cuidado lo llevó a la cama y fue entonces cuándo vio la herida que tenía en el costado, una bala le había alcanzado.

Después de una rápida revisión se dió cuenta de que la munición aún se encontraba alojada dentro de su cuerpo, por lo que había que sacarla de inmediato. Tras descartar el llevarlo a un hospital, los médicos reportarían el incidente a la policía y eso traería más problemas, decidió hacerse cargo ella misma. Rápidamente tomó la pequeña navaja que usaba para sus artesanías, la colocó en el hervidor de agua para intentar esterilizarla y procedió a extraer la bala. Por precaución colocó varias toallas debajo de su cuerpo para evitar que la cama se manchara con sangre, sabía que él padecía de misofobia.

Con sumo cuidado le descubrió el torso y tras limpiar la herida, comenzó a ampliar los bordes de la misma con la navaja. Un quejido la hizo fruncir el ceño mientras continuaba.

-Lo siento Levi, debo sacarte la bala. Sé que te duele, pero por favor resiste.

Cuándo consideró que la laceración tenía la abertura adecuada, introdujo la cuchilla y trató de jalar con ella el proyectil. Más quejidos fueron la respuesta a sus acciones. Después de un par de minutos intentando, logró extraerla. El rostro del joven estaba completamente pálido y perlado de diminutas gotas de sudor. Hange sabía que aunque lo más complicado había pasado, ahora venía la parte más crítica. Sin dudarlo un segundo, tomó el bolso que aún seguía en la mesita de noche y salió de la habitación.

Momentos más tarde, Levi volvió en sí y miró fijamente a su alrededor notando la ausencia de una figura femenina.

-Hange. -Su voz sonaba extremadamente agotada. Había perdido mucha sangre y ahora su cuerpo lo estaba pagando con una debilidad terrible.

Llamó un par de veces más sin obtener respuesta alguna, entonces notó que faltaba algo sobre el buró y cayó en cuenta de la cruel realidad, ella se había marchado. La inconsciencia lo volvió a arrastrar a sus dominios antes de poder analizar lo sucedido.

Media hora después la puerta de la habitación se volvió a abrir y entró la joven castaña. En sus manos llevaba una bolsa de la que sacó diferentes cajas de medicamentos y demás artículos médicos. Tras desinfectar debidamente la herida, le colocó unos puntos de sutura, la cubrió con una gasa y posteriormente la vendó. Jaló el perchero que estaba en la puerta y desplazando la mesita, le hizo un espacio junto a la cama, ahí colgó una bolsa de suero y tomando la mano de Levi le pinchó el dorso conectando la aguja. Después preparó una jeringa con diferentes fármacos y la administró en el tubo del líquido. Ignoraba desde qué hora había recibido el disparo, por lo que la lesión podría haber comenzado a infectarse. Limpió todo y se llevó las toallas sucias al baño, ahí las dejó remojando en agua oxigenada.

Acercó una silla a la orilla de la cama y se sentó mirando al hombre que yacía inconsciente. Viendolo de está manera, lucía tan débil e indefenso. Su piel, de por sí macilienta, ahora tenía una palidez casi cadavérica que acentuaba en gran manera las ojeras bajo sus ojos, era cómo ver a un niño desvalído. Recordó aquella foto que había encontrado, el pequeño niño que había perdido a sus padres en un terrible accidente y era cómo si en esos momentos lo tuviera en frente suyo. Con suma delicadeza, acarició su frente y sus mejillas, las cuales estaban frías debido a la pérdida de sangre.

-Tienes que recuperarte pronto Levi. Eres fuerte, lo sé. No te puedes dejar vencer ahora.

Horas más tarde, Hange se levantó preocupada al ver al joven removerse inquieto en la cama, puso su mano sobre su frente y ahora ardía de lo caliente que estaba, la tan temida fiebre había llegado. Corrió al baño por los paños húmedos que preparó antes y puso uno en el rostro de Levi con la esperanza de ayudar a bajar su temperatura corporal.

-Mamá… papá… -Comenzó delirar. -No me dejen.

La castaña sintió su corazón apretujarse al oír lo que decía. Siempre lo había visto cómo alguien demasiado fuerte e independiente, y ahora comprendía que esa apariencia era la fachada bajo la cual ocultaba a ese pequeño aterrado ante la ausencia de sus padres. En ese momento deseo con todas sus fuerzas poder protegerlo.

-...ge… -Los susurros que emitía eran apenas audibles, por lo que ella se inclinó un poco, esperando entender lo que decía. -Hange… no me dejes… no te vayas.

-Levi, aquí estoy. No te voy a dejar, voy a cuidarte y a protegerte.

El resto de la noche se mantuvo atenta, cambiando los lienzos cada tanto tiempo, y vigilando que la fiebre no incrementará más. A ratos volvía a hablar, mencionándola a ella, a sus padres y a otras personas que ella no conocía, pero sus palabras no tenían mucha coherencia debido a que eran causadas por la alucinación que la fiebre le provocaba. Cerca del amanecer dejó de mostrarse agitado y parecía dormir tranquilamente, solo su respiración superflua e irregular indicaba el delicado estado en el que se encontraba.

La fiebre cedía y volvía a intervalos desiguales de tiempo, por lo que tuvo que administrarle otra dosis de medicamentos. El área de la herida lucía completamente enrojecida y estaba bastante caliente al tacto. Era bastante obvio que desde que recibió la lesión y hasta que llegó a la habitación había pasado más de la "hora de oro" por lo que todo podía complicarse de un momento a otro. Su mayor temor era que la bala hubiese perforado algún órgano o intestino, ya que de ser así él necesitaría una operación urgente y era algo que ella no podía hacer, al menos no sin el instrumental y equipo adecuado. A ratos se arrepentía de no haberlo llevado a un hospital, y a ratos se convencía nuevamente de que había tomado la decisión correcta.

La noche llegó y pasó sin ninguna novedad, a la mañana siguiente cuándo comprobaba la sutura vió un ligero líquido semitransparente emanar de la herida, la infección se estaba haciendo más fuerte. Incrementó la dosis de antibióticos para poder combatirla, rogando que aún no se hubiera expandido internamente.

Durante los lapsos en los que la temperatura bajaba, Hange aprovechaba para darle un baño de esponja. Su piel pálida quedaba pegajosa debido al sudor que producía la fiebre y ella sabía que eso le incomodaría en sobre manera. Fue ahí cuándo se dió cuenta de las diversas cicatrices que cubrían mayormente su espalda, todas lucían muy antiguas de modo que creía se las había hecho cuándo aún era muy joven. Con el paso del tiempo notó también otra cosa que la alarmó, era algo muy sutil y prácticamente indetectable a simple vista pero sus costillas parecían pronunciarse más que antes, lo que significaba que su organismo empezaba a consumir su masa muscular a falta de otra fuente de energía y que el suero no parecía estar ayudando en mucho. Si esto continuaba asi, iba a ser absolutamente necesario el colocarle una sonda para administrarle alimentos.

Los días siguieron pasando y poco a poco una leve mejoría se hizo evidente, la fiebre había cedido por completo y la herida ya no supuraba. Esa tarde, después del acostumbrado baño de esponja, Levi recobró el conocimiento, al principio se notaba demasiado aturdido y desorientado pero tras unos minutos fue capaz de ordenar su mente.

-¿Cómo te sientes?

-Un poco débil. -Su voz aún sonaba decaída.

-Es normal, perdiste mucha sangre y estuviste varios días con fiebre.

-¿Qué… me pasó?

-¿No lo recuerdas? Ignoro los detalles, pero una noche llegaste malherido y sangrando a causa de un balazo en el vientre.

-¿Quién me atendió…?

-Yo. No consideré oportuno el llevarte al hospital así que no tenía otra opción. Si nos hubiésemos demorado más tiempo en atender esa herida es probable que ahora no estuvieras aquí para contarlo.

-Gracias… -La joven se dió cuenta del gesto de extenuación que hizo por lo que se apresuró a interrumpirlo.

-Será mejor que descanses, ya después podremos hablar con más calma. -Instantes después volvió a sumergirse en el mundo de la inconsciencia.

La rutina se repitió en los días posteriores, Levi despertaba a ratos, preguntaba un par de cosas y volvía a dormirse, pero poco a poco el tiempo en que permanecía consciente fue incrementando, hasta que fue capaz de mantenerse un par de horas despierto. Progresivamente también se fue incorporando de la cama y dando pequeños paseos por la habitación.

Una tarde en particular, mientras Hange le limpiaba la herida y verificaba la sutura, los ojos azules repararon en la pila de cosas que atestaban el tocador, todas ellas eran material médico y medicinas.

-Oi Cuatro Ojos, ¿de dónde sacaste a tantas cosas? -Le preguntó mientras señalaba los objetos.

-De la farmacia. -Respondió sin darle importancia a sus palabras. -Luce mucho mejor, al menos de forma superficial ya ha empezado a cicatrizar.

-¿De la farmacia? Supongo que se las pediste a Niccolo.

-No, la gran mayoría son medicamentos que sólo se venden con receta médica, o presentando una cédula. -Colocó con cuidado una gasa limpia y luego la aseguró con cinta adhesiva.

-¿Estás diciendo que tú misma fuiste a la farmacia a comprar eso?

-No, primero fui a mi departamento a buscar mi identificación y mi cédula, y ya después fui a la farmacia.

-Maldita sea Hange. Te dije claramente que no podías salir de la habitación, y qué es lo primero que haces, sales de noche, vas a tu casa y no conforme con eso te presentas en un establecimiento público con tu documentación oficial.

-¿Y qué querías que hiciera? ¿Que esperará a ver qué te mataba primero, si la hemorragia o la infección?

-Pudiste llamar a emergencias.

-Oh claro, para que la policía viniera a investigar y cuándo supieran quién eres te metieran a la cárcel. Por si no lo has notado, te salve el trasero y evite que te refundieran en prisión, de nada.

-¿Y quién te asegura que a éstas alturas no sólo tu agencia si no qué la gente de Kenny saben que estás viva?

-Nadie, es algo que no tengo forma de saberlo. Pero es un riesgo que acepté tomar ¿sabes por qué? Porque no quería que murieras.

-Tsk…

-Eres un maldito malagradecido, y yo una imbécil porque volvería a hacerlo nuevamente sin dudarlo siquiera. -Las lágrimas comenzaron a correr por sus mejillas.

-Sí, lo sé, eres médico. Y cómo tal estás acostumbrada a anteponer el bienestar de otros por encima del tuyo y toda esa basura.

-Lamento que mis principios y mi ética te parezcan basura, pero eso no fue lo único que me impulsó a hacer lo que hice. -Se acercó a él y sujetó su rostro con las manos. -Lo hice por tí, porque no soporto la simple idea de que algo te sucediera, llámalo agradecimiento o cariño pero me importas mucho más de lo que me gustaría.

Ambos permanecieron en silencio, sopesando las palabras que acababan de ser dichas. Hange le sostuvo fijamente la mirada mientras sentía su rostro arder por la vergüenza. El pelinegro se miró atentamente cada uno de los rasgos de la joven, sus grandes ojos llorosos, sus mejillas sonrojadas y sus temblorosos labios entreabiertos. Levantó una mano y con ella la sujetó por la nuca mientras acercaba su rostro lentamente sin ninguna resistencia. Primero sus labios se rozaron levemente y tras una serie de suaves toques, se apoderó completamente de su boca.

Continuaron besándose con cada vez más ansiedad. Sujetándola por la espalda la atrajó hacía él provocándole un quejido de dolor, la castaña rápidamente se incorporó.

-Lo siento.

-No pasa nada, estoy bien. Ven aquí.

-Pero tu herida…

-Qué estoy bien ¿Quieres que te lo demuestre?

Una sonrisa se asomo en los labios de Hange al tiempo que volvía a sumergirse en los brazos de Levi. Ambos se perdieron en las caricias y besos del otro olvidándose por completo de todo lo que sucedía a su alrededor, en ese fantástico momento sólo eran ellos dos.