Un nuevo one-shot y con temática especial.
Esta vez la historia, como se menciona en el summary, es una dedicatoria al maestro Tohru Furuya, voz del legendario Seiya de Pegaso, así que vamos a recordar una de las escenas más épicas de la franquicia, en mi opinión, fue la mejor película de la serie, la de los Jóvenes Escarlata o la película de Abel como le dicen varios.
Sin más, comencemos…
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Los Caballeros de Bronce habían sido derrotados por los Caballeros de la Corona, sus cuerpos sin casi energía estaban alrededor del templo del falso dios del Sol el cual era Phebo Abel, este había derrotado por así decirlo a Athena y la había mandado al sueño eterno.
- Señor Abel, los he derrotado a todos – decía el Caballero de la Corona el cual era Atlas de Carina – espero me perdone por manchar su templo de sangre.
- Athena ya no reencarnará nunca más, ahora con mi cosmos me encargaré de hacer pedazos este planeta y acabar con la humanidad – el cosmos del dios comenzó a hacer añicos el planeta de poco en poco.
Muchos países fueron destruyéndose parcialmente, grandes estructuras milenarias y monumentos históricos haciéndose añicos ante los ojos de todos, aparte de los desastres naturales que estaban sucediendo frente a todos, sin explicación alguna, maremotos, terremotos, erupciones volcánicas, cosas de todo tipo.
Los Caballeros de Bronce estaba sin fuerzas, sin poderes para seguir peleando, sin embargo, como siempre, el Caballero de Pegaso era el único que no se daba por vencido sin importa las condiciones.
¿Cómo se daría por vencido sabiendo que su diosa estaba a nada de morir?
¿Dejaría su planeta a su suerte como si nada?
¿Su cosmos ya no le daba para más?
¿Hasta aquí llegaría Seiya de Pegaso?
No… él no podría darse por vencido, era el Asesino de Dioses y por algo el Caballero más fiel a Athena, sobrepasando a lo mencionado por Shura de Capricornio como el más fiel.
Kido Saori… su amada diosa estaba a nada de caer en el abismo de los Infiernos gobernado por el malvado y soberbio rey Hades.
- Saori… Saori… - el cosmos de la diosa de la guerra estaba alejándose cada vez más y más, sus amigos tirados en el suelo mientras que la vida de la peli lila se iba.
- Seiya.
- No puedo rendirme aquí – susurró el chico el cual intentaba levantarse mientras que su cuerpo le gritaba que parara ya que este estaba con huesos rotos y demás cosas, pero su cosmos le hacía ponerse de pie, este era de color dorado – no si no salvamos a Athena.
- Seiya.
- S-Seiya.
- Tenemos que proteger a Athena… ese es nuestro único deber – susurraba el castaño – Saga, murió para hacerme ver eso. Solo elevando tu cosmos al máximo y llegando hasta el Séptimo Sentido podrás superar todos los obstáculos que se te ponen, esa la única forma de hacerlo. Aunque mi cuerpo esté hecho trizas, mi cosmos jamás me abandonará.
Y de ahí es donde viene la frase más memorable, aquella que nos enseña a no darnos por vencido a pesar de las dificultades.
- ¡ELEVATE AL MÁXIMO COSMOS! – el cosmos dorado despertó tomando la forma de un centauro dorado, no solo eso, Shiryu y Hyoga se vieron envueltos despertando a la vez sus cosmos dorados.
- Por mi maestro Camus.
- ¡Por mi maestro!
- Gracias a todos los que nos ayudan a combatir, el alma de Aioros que me ha escogido para proteger a Athena… ¡lo haré! – tres brillos dorados adornaron el cielo; las constelaciones de Acuario, Libra y Sagitario brillaron como nunca antes.
Con sus cosmos elevados al máximo vencieron sin nada de problemas a Atlas, sin embargo, enfrentar a un dios nunca es fácil y menos a alguien como Abel quien se decía que tenía un poder equivalente a Apolo o a su padre Zeus.
Hyoga de Acuario y Shiryu de Libra, esto por las armaduras que llevaban, fueron derrotados por el cosmos de Abel, quedando solo Seiya con la armadura de Sagitario.
Su cosmos no se apagaba a pesar de que las cosas parecían inútiles, su oponente era un dios, aun así, no perdió tiempo y siguió atacando hasta el punto en que ya su cuerpo estaba sin energías, pero este no perdió más tiempo y elevó su cosmos aún más… es más, el cosmos de Seiya alcanzó a su amada diosa y la trajo de vuelta a la vida.
- Tengo que… derrotarlo y salvar al mundo – de nuevo, como todo un titán, Seiya se puso de pie elevando su arco y flecha apuntando hacia Abel.
- Insolente, ¿Cómo te pones a pensar que podrás darme con esa ridícula flecha? Escúchame, soy un dios y nadie me puede poner un dedo encima.
A pesar de las advertencias y calumnias del falso dios del sol, Seiya no dejaba que eso lo desmotivara y, aun así, levantó su flecha hacia el dios, con todos sus amigos apoyándole, este concentró todo su cosmos.
- Es una tontería que un humano me esté haciendo, ¿Cómo es posible que tenga dudas ante alguien que me va a flechar? – decía el dios, Seiya seguía en lo suyo mientras que Abel se envolvía con su cosmos divino. El castaño no perdió más el tiempo.
- ¡Muere! – la flecha fue disparada y dio justo en el corazón de Abel destruyendo su barrera y con ello su orgullo… Seiya como el Caballero que es, aguantó con todo, pero finalmente su cuerpo no le dio para más y cayó al suelo.
- Soy Phebo Abel… ¡soy un dios! – las ruinas de su templo terminaron con la deidad de una vez por todas y con eso, finalmente vencieron al último de los dioses antes de que la Guerra contra Hades diera rienda suelta. Saori tomó a su Caballero entre sus brazos, este sonrió porque todo había pasado.
- Seguiremos peleando para defender este mundo… jamás me alejaré de su lado – la diosa miró al castaño – y sin importar si los dioses se ponen en contra nuestra.
Siempre lo harían… en especial el Caballero de Pegaso, Seiya.
¡Elevar el cosmos hasta el infinito!
