Orgullo y prejuicio no me pertenece.

Esta historia, es algo que simplemente se me paso por la cabeza; y quise plasmarla por escrito.

Primer one-shot que hago del libro.


Mi nombre de soltera era Lydia Bennet.

La época en la que nací, es muy injusta y desigual entre hombres y mujeres. Ellos tienen libertades que nosotras no, su educación también es diferente. Se espera de nuestro género que seamos esposas florero, algo meramente decorativo.

Desde que nacemos, prácticamente nos adiestran para encontrar marido. Como a los perros para cazar o cobrar la presa. Preferentemente ha de ser un buen partido, pero con el tiempo con tal de que no nos quedemos para vestir santos, cualquiera vale. Por desgracia.

La muerte casi parece una mejor opción a ser una vieja solterona, ojala algún día esta situación cambie.

La expresión "más sabe el diablo por viejo, que por diablo" es una verdad absoluta. Los años te dan madurez, perspectiva; y sobre todo tomar conciencia de los errores que cometiste siendo joven. Lamentablemente no hay forma de rectificarlos.

Fui la primera de mis hermanas en casarme, a pesar de ser la más joven. Les gane en eso y en altura. Sin embargo, también las opaque en tener el peor matrimonio. Era una joven de dieciséis años recién cumplidos, casi una niña y elegí mal. Era tan superficial, impulsiva, vanidosa e impertinente. Mis defectos superaban mis virtudes. Tenía la necesidad casi enfermiza de llamar la atención.

Pase entonces a ser Lydia Wickham.

Como tantas otras jovencitas, estaba enamorada de la idea del amor. Solo ansiaba querer y ser correspondida. Deseaba un caballero guapo, alto, agradable, con gustos tan frívolos como los míos y por su puesto militar. Siempre sentí debilidad por los soldados y más si eran apuestos. Un gusto que compartía con mi hermana Kitty y mi progenitora. Los uniformes tienen algo especial.

No puedo evitar sentir cierto rencor hacia mis padres, mama actuó más como casamentera. Su comportamiento a pesar de su edad, era una réplica del mío. Nunca me pusieron límites. Era una niñata mal criada y consentida. Papa vivía por y para sus libros. Las pocas veces que interactuaba conmigo era para reírse a mi costa.

Estoy segura de que mi fuga no le hizo ninguna gracia, probablemente lamento haber permitido que mi madre me diera tanta libertad. Su matrimonio, al igual que el mío con George, fue un error y desdichado. Ahora puedo verlo. Envidiaba a mis hermanas, se notaba el amor en sus matrimonios. En el mío este, brillaba por su ausencia.

Por supuesto, antes muerta que admitir todo esto. Si pudiera volver atrás en el tiempo, no habría cometido la imprudencia de escaparme con un hombre, que aunque me duela reconocerlo nunca me quiso.

Cuando conocí a Wickham me pareció un hombre agraciado, pero la apariencia externa no vale de nada si como persona, no vales ni una libra. Además al igual que las flores con el tiempo, la belleza se marchita. Si la idea de estar con un vejestorio es mala, ya no digamos por mero compromiso.

Seguramente los maridos de mis hermanas, se conservan mejor de lo que George luciría, de no ser porque ya no se encuentra entre nosotros. Ellos no tienen vicios y eso marcaría la diferencia.

Hace unos años, alguien me dijo: "quien bien te quiere te hará llorar; y quien mal reír y cantar". No podría estar más de acuerdo. Algunos miembros de mi familia, siempre me regañaban y eso no me gustaba, pero lo hacían por mí bien y son los que más me han querido. No supe valorarlo y lo siento profundamente.

De mi unión con Wickham, tuve una hija a quien bautice como Prudence. Lo sé es irónico. Esperaba al ponerle dicho nombre, atraer dicha cualidad tan ausente en mí de joven. Llámenlo ilusión si quieren, pero ese fue mi pensamiento cuando escogí su nombre.

Nuestro estilo de vida no era adecuado para ella, así que me fui a vivir con mis padres, al poco de saber mi estado. Procuro educarla mejor de cómo lo hicieron conmigo. Nuestra sociedad puede considerar una desgracia que una mujer sea una solterona, pero para mí es preferible a un mal matrimonio.

Como madre quiero lo mejor para ella. Intento que tenga todo el contacto posible con sus tías, especialmente con Lizzie. Mi progenitora, no es una influencia femenina de la cual seguir ejemplo. Al parecer en el momento que supo de mi matrimonio, le dio igual todo lo demás.

Cualquiera esperaría una mayor dedicación, con respecto a la educación de Mary y Kitty. Para nada. El que sí cambio y mucho fue mi papa. Debo admitirlo, es mejor abuelo que padre. Kitty se caso con un clérigo que vive cerca de Pemberly. Debido a esto, tres de mis hermanas viven muy cerca entre ellas. Mary contrajo nupcias con un empleado del tío Philips. Todos dábamos por hecho que se quedaría sola, atendiendo a nuestros padres en el ocaso de sus vidas.

El hijo de mi marido, Edward al igual que mis sobrinos, son buenos con mi Prudence y la quieren. Estoy segura de que no la dejaran en la estacada, sino encuentra un buen marido. Lo hable el otro día con el Sr. Darcy, aproveche también para agradecerle todo lo que hizo por mí; y pedirle perdón por mi conducta en aquella época. Sé que es un hombre de palabra y me guardara el secreto.

He de reconocerlo, se mostro muy amable y comprensivo, casi paternal. El aprovecho para confesarme que lo hizo por mi hermana; y porque se sentía responsable, ya que Wickham intento huir con Georgiana, su hermana. Me gustaría decir que me sorprendió, pero estaría mintiendo descaradamente.

Por más que la gente crea que soy una estúpida, no es así. Sé muy bien con quien me case. Que solo me acepto por el dinero. El escándalo que ocasiono nuestra fuga. Que somos unas personas carentes de moral y lo peor como individuos. Cuanto odian mi actitud, es mi única defensa contra las habladurías, fingir que me da igual. Ya llorare luego en privado. Sí, he tardado en darme cuenta de todo ello, pero como suele decirse "mejor tarde, que nunca".

George cayó durante la guerra. Nunca pensé en volverme a casar, pero "la vida da muchas vueltas". Tras el luto volví a Brighton. Mama me convenció de que necesitaba distraerme un poco. Al principio lo pase mal, nunca me había separado de mi niña tanto tiempo. Ahora me alegro de haberlo hecho porque conocí a un joven médico, al igual que yo había enviudado y tenía un hijo pequeño.

Con el pasar de los días, nos hicimos buenos amigos y hoy es mi marido. Vivimos bien, gracias a su buena administración. Mi pequeña le adora. Su labor tanto profesional como paterna, me fascina. Riñe cuando es necesario, pero eso no le impide mimar a los niños.

A diferencia de Wickham, parece disfrutar de mi compañía, en lugar de querer huir. Es atento y considerado conmigo. Sus diferencias con George van desde el trato normal cotidiano, hasta en la cama.

Jamás olvidare nuestra noche de bodas. Estaba de los nervios, había llovido mucho desde la última vez que mantuve relaciones íntimas. Cuando entro en la habitación, pensé que me desmayaría por la histeria. Entonces lo vi allí plantado con un uniforme militar.

En ese momento, ni se me paso por la cabeza el preguntarme de donde lo había sacado. Todo en lo que podía pensar, era en lo apuesto que se veía enfundado en esas ropas. Mis inseguridades se esfumaron; y me acerque a él ansiosa por consumar nuestro matrimonio.

No le deje desvestirse, pero si le permití desprenderme de mi camisón. Me hizo el amor con ternura y cariño, no como si fuera un animal en celo. La experiencia fue tan maravillosa que quise repetir esa misma noche, sorprendiéndole con mi lujuria. Su desconcierto era plenamente justificado, a fin de cuentas yo no era una jovencita recién desflorada, que acaba de descubrir los placeres de la carne.

En ocasiones especiales, le pido que rescate del armario esos ropajes. Hay gustos que nunca cambian. Ojala Prudence tenga buen gusto con los chicos al crecer.

Jane me comento el otro día, hablando de las presentaciones sociales; la idea de que su hija Rose y a la mía, hagan las suyas simultáneamente. En un primer momento me afecto mucho, quizás estoy más sensible debido a mi embarazo. Aun falta mucho para ese momento y sinceramente si dependiese de mí, no llegaría nunca.

Tras pensarlo largo y tendido, debo decir que tengo mis dudas. Una experiencia nueva siempre da menos miedo cuando no estás sola. Sinceramente si no fuera porque la diferencia de edad entre Beth y Prudence; tal vez juegue en contra de mi pequeña para encontrar marido, lo retrasaría hasta entonces.

No voy a mentir, odio la sola idea de separarme de mi bebe. "Es ley de vida" lo sé, pero no sirve de consuelo.

Estas son mis reflexiones, ahora que soy una mujer de mediana edad. Mi nombre actual y espero también que sea el definitivo, es Lydia Smith.


Siempre extrañe en la novela, alguna alusión al arrepentimiento de Lydia por sus malas decisiones, o a la falta de estas dada su impulsividad.

Es uno de los personajes que peor me cae del libro. Aun así quise darle un final feliz. Después de un mal matrimonio, lo normal es que actuara con más cabeza, prudencia y buscando un amor correspondido.

Lo de la ropa, en algún momento tuvieron que surgir los fetiches sexuales, ¿no?