Beso pendiente
Episodio 4: Recuerdos.
—¡¿Por qué no me dijiste?!— Una histérica mujer de cabellos azulados miraba a su hermana mayor con alarma en sus orbes almendra.
—Me dijiste que querías compartir la habitación con él.
—Pero con camas separadas ¡Separadas!— volvió a enfatizar. Abriendo los brazos hizo más notorias sus intenciones —Ahora ni siquiera puedo mirarlo a la cara— se quejó cubriendo su rostro con ambas manos.
Nabiki no le tomó verdadera importancia al asunto ¿Qué le daba miedo? Sacudió la cabeza antes de entonar —Pues ya pagaste para que los dejara en la misma habitación, si no quieres ir ahí, tampoco voy a devolverte el dinero— advirtió levantando su índice, como si le recordara las cláusulas en letra pequeña de un contrato —Puedes dormir en el sofá de por allí— dicho lo último, la castaña arrojó una almohada y edredón hacia ella, luego se giró sobre su cama cubriéndose hasta los hombros dispuesta a dormir.
Akane puso las manos en jarra sin poder creer lo que veía. Genial. Ahora todas sus posibilidades se secaban y lo que era peor ¡Había dejado sus cosas donde Ranma! Simplemente fabuloso.
Deprimida de su propia estupidez, se revolvió el cabello decidiendo dormir. De cualquier manera -aunque lo desease en el fondo- era demasiado cobarde para volver hasta allá. No quería saber hasta donde hubiera llegado.
Al día siguiente se programó un mini torneo de voleibol, había un total de cincuenta personas divididas en grupos de cinco, con diez equipos mixtos se hicieron sorteos para definir el orden de juego, los asistentes estaban animados mientras calentaban para los encuentros ya reunidos en la arena. Una red se colocó al igual que las marcas blancas para delimitar la cancha.
Ranma quedó en el equipo número nueve dejándole un margen amplio de tiempo que le permitiría disfrutar los primeros partidos. No tenía prisa por ejercitarse, su costumbre de practicar deportes era bastante beneficiosa para estos casos. Con una soda en la mano se sentó bajo las sombrillas dispuestas a la audiencia.
Shampoo igual que antes tenía el micrófono anunciando los primeros equipos —Equipo uno contra equipo dos. Por favor vayan a la cancha.
Los espectadores comenzaron a animar el ambiente con sus porras, de un lado estaban los modelos Kodachi, Akane, Kiema, Herb y un fotógrafo de nombre Lime. Mientras sus contrincantes eran Natsume, Mariko, Azusa, Mikado y Picolet, todos modelos.
El primer equipo en sacar era el team de Natsume, una vez sonó el silbato, lanzaron la pelota al aire con un mate limpio. Del lado de Kodachi ya habían tomado posiciones preparados para su contraataque. El partido daría fin cuando algún grupo llegara a los veinticinco puntos.
Todos los jugadores se enfrascaron en el intercambio de golpes con la pelota, permitiéndoles al resto gritar tanto como quisieran. Ranma observó a Akane vestida con unos shorts ajustados y una camiseta tan larga como para cubrirlos. No llevaba traje de baño como el resto, haciéndola especialmente notoria. Por supuesto lo último que le importaba era lo que llevaba puesto. Cuando la vió correteando por la arena, haciendo sus mejores movimientos para evitar que la bola pisara su terreno, de nuevo los recuerdos le llenaron la cabeza.
Cuando tenía dieciséis, había llegado de China para vivir en un barrio de Tokio llamado Nerima, donde asistió a la preparatoria Furinkan. Ahí la vio por primera vez.
En primera instancia fueron tan incompatibles como agua y aceite. Peleándose como perros con gatos a cada oportunidad, mandandose al demonio e incluso ella llegó a golpearlo algunas veces cuando se pasaba de cretino.
Sonrió involuntariamente.
La primera vez que la encontró linda fue durante un partido de béisbol de la preparatoria. Recordaba todo de aquel día, su sonrisa mientras bromeaba con sus inseparables amigas, el uniforme de gimnasia, su potente Home Run y su felicidad tras ganar el partido. Si cerraba los ojos, podía verla aún nítidamente. Por aquel entonces tenía el pelo tan largo como ahora, con un moño amarillo sujetándolo por debajo de los hombros.
Durante ese tiempo también conoció su faceta tierna y protectora que jamás pensó ver. Él había recibido un pelotazo en la cara dejándole una gran marca roja. Fue Akane quien lo auxilió con su botella de agua fría para reducir la inflamación mientras lo acompañaba hasta la enfermería.
No podía decir que él ya le gustaba entonces, pero sin duda para Ranma fue el detonante de su profundo interés. Al paso del tiempo se convirtieron en amigos a pesar de seguir discutiendo por tonterías. Bromeaban, almorzaban juntos e incluso la acompañaba a casa siempre que podía, también conocido a su familia; sobre todo a Nabiki, quien asistía a la misma preparatoria e incluso vendía fotos suyas -tomadas de manera clandestina- a las chicas de otros cursos. Desde siempre había sido un joven atractivo, al menos eso debería ser una razón para que la gente comprara sus fotos a un precio ridículamente caro.
Sin embargo, cuando llegó la graduación no pudo mencionarle ninguno de sus sentimientos antes de que perdieran todo contacto debido a su timidez. Ella se había ido al centro de Tokio para estudiar dejándolo sin una sola pista de su paradero.
Hasta que por casualidad la vió trabajando en un café. Era como si el destino le hubiera dado una nueva oportunidad de confesarse. Entró sin la menor vacilación para saludarla, viendo su cabello ahora corto, seguía tendiendo esa sonrisa cegadora como el sol, también seguía siendo enérgica y alegre.
Cuando comenzaron a salir todavía tenían dieciocho, él se había declarado una tarde mientras paseaban por la calle cubierta de cerezos florecientes. Aunque formalizaron una relación su convivencia no cambió demasiado, descubrió que le gustaba la fotografía y a menudo la ayudaba con sus trabajos escolares. Ranma ingresó a una Academia de Artes marciales como nuevo interés. Su meta era establecer su propia escuela de combates en la posteridad.
Después de los entrenamientos, ella siempre lo iba a buscar, trayendo una mochila llena de suministros médicos; vendas, desinfectante, banditas adhesivas y bálsamo analgésico, cuidaba todas sus lastimaduras por más pequeñas que fueran. Fue una época fantástica, la más felíz. Aunque peleaban, nada era demasiado serio reconciliándose casi al instante.
Cuando Ranma cumplió diecinueve su regalo había sido lo más preciado que pudiera recordar; Akane le dio su primera vez; y viceversa. Incluso hoy no podía explicar lo que sintió ese día, era como una montaña rusa de emociones circulando a través de sus venas, el recuerdo mismo todavía le cosquillaba el estómago. Porque había sido incómodo, doloroso y torpe pero real al mismo tiempo. Con ella había descubierto cosas que probablemente nadie le podría haber enseñado.
Además, fue el día en que decidieron vivir juntos.
Con un mundo maravilloso por delante, se establecieron en un departamento económico, ambos trabajaban, acudían a la facultad y se esforzaban todos los días para salir adelante. Él preparaba la cena mientras ella lo admiraba a un costado, siempre elogiando sus platillos aunque fueran una mera sopa instantánea. Hubo largas noches en las que él la acompañó para hacer su tarea, observando cada rasgo suyo, encontrándola hermosa a pesar de las ojeras bajo sus ojos.
Gracias a sus sacrificios pudieron regalarse momentos invaluables, con escapadas a lugares lindos de vez en cuando o comidas en restaurantes famosos. Su vida parecía establecerse de a poco, ahondando en cada paso.
Pero no todo pudo ser perfecto.
Cuando tenían veinte, los padres de Ranma atravesaron una crisis económica grave, tuvieron que hipotecar su casa y eran amenazados con botarlos a la calle casi todos los días. Cuando le contó a ella, le dijo que ambos ayudarían a sus padres para salir a flote, le dijo que podía enviarles todo su salario a ellos mientras Akane se encargaba de los gastos del hogar. Ranma agradeció desde el fondo de su corazón toda esa empatía, prometiendo recompensarla cuando todo fuera a mejor. Sin embargo, la deuda estaba estacada, todos los pagos eran para los intereses así que abandonó la facultad para trabajar en tres turnos diferentes.
Entonces, fue cuando ella se enteró de una vacante a medio tiempo en la agencia de modelos Wonderful, pero ella no postuló como una modelo, sino como fotógrafa. Acudió a la entrevista y volvió con una gran sonrisa por su contratación inmediata. Hasta esa fecha, todo parecía bien entre ellos.
El silbato de Shampoo resonó disolviendo los recuerdos.
El equipo de Kodachi había ganado el partido.
Entre celebraciones los cinco sonrieron saludando a los demás, dirigiéndose a las sombrillas para tomar un descanso. Akane se sentó considerablemente lejos, secando su sudor con una toalla.
Ranma apretó los puños. Aún, a día de hoy no podía mezclar esa apariencia dulce e inocente con sus actos despreciables. Ni siquiera cuando se marchó pudo concebirla como alguien malvada.
Se levantó de la arena excusándose para huir un rato. Con el corazón latiéndole a toda velocidad sintió el nudo en su garganta formarse, dificultando su respiración. Hace años había dejado de pensar en todos esos días gloriosos, en todo ese amor fluyendo como un río. Porque dolían incluso más que su cruel ruptura.
Se apoyó con las palmas sobre el lavabo múltiple del baño, buscando una forma más eficiente de recuperar su aliento. Apretando los ojos para no derramar lágrimas.
Todavía la amaba ¿De acuerdo? Y dolía el simple hecho de verla. Le lastimaba el corazón.
Cuando Akane asistió a su primer día de trabajo en Wonderful, Ranma no se encontraba en Tokio, había viajado hasta Hyogo, donde vivían sus padres para negociar con la hipoteca de la casa y cambiar la deuda a su nombre. No había sido una decisión al azar, lo hablar consultado con la chica coincidiendo en que era mejor asumir la responsabilidad para que su padre pudiera dejar de generar historial en el buró de crédito y pudiera obtener nuevamente un préstamo.
Lo que nunca entendió, fue exactamente lo ocurrido en esa semana de ausencia. Los papeleos fueron más rápidos de lo que esperó permitiéndole volver un día antes. Sólo para verla con una maleta saliendo del departamento. Recordaba su cara conmocionada, el temblor de sus piernas y labios pronunciando su nombre como si no quisiera verlo.
Le había preguntado si salía por trabajo, al ser fotógrafa a veces necesitaba viajar para conseguir tomas de sitios específicos, más no recibió respuesta de ella. En cambio un coche del año aparcó trayendo consigo a Tatewaki. Con desconcierto lo saludó, no era grandes amigos pero tampoco eran hostiles entre sí. Sabía que los Kuno eran cercanos a los Tendo e incluso durante sus días de preparatoria circulaba el rumor de que existía un compromiso matrimonial entre ambas familias. Tal vez estaba de paso y pensó en saludar.
Sin embargo, Tatewaki no venía con intenciones amistosas. El venía a robarse a su novia.
Ante sus ojos atónitos tomó la mano de Akane, su maleta y sin mediar palabras la condujo al auto, donde guardó sus pertenencias en la cajuela. Entonces el shock se apoderó de él. No entendía nada mientras ellos lo ignoraban deliberadamente. Pudo sentir los sentimientos sofocados de ella, pudo sentir su culpa y su tristeza. Por eso la detuvo antes de ingresar al vehículo, tomando sus hombros con delicadeza —¿Qué ocurre?— le preguntó. Sin embargo ella todavía no respondía —Akane ¿Qué está pasando? Dime ¿Por qué te vas con Kuno?
El otro hombre cerró la cajuela con un golpe furioso, entonces lo apartó empujándolo del camino —Quita tus manos de mi esposa— fue su oración. El abismo bajo sus pies apareció de repente ¿Esposa?
—Estás loco Tatewaki. Akane es mi novia— se enfureció él. Un miedo sin forma comenzaba a crecer dentro de su estómago pero intentó ignorarlo lo mejor que pudo —Akane, dile que eres mi novia. No la esposa de alguien más— pidió observándola, sin embargo de nuevo permaneció callada, agachando el rostro con pesar —Akane…
—No creo que no lo supieras. Todos en Furinkan lo sabían. La familia de los Tendo y la mía tienen un compromiso matrimonial. Akane era mi prometida desde la preparatoria y finalmente se ha hecho efectivo nuestro acuerdo.
Luego le tiró un papel en la cara. Nada menos que su certificado de matrimonio. Ranma buscó su mirada, tomó su mano llevándola hasta su lado, suplicándole una explicación. No obstante permaneció muda ¡Como una maldita muñeca sin voluntad! Él también bajó los ojos encontrándose con su anular izquierdo, adornado por una sortija dorada —¿Por qué Akane? Nunca me lo dijiste antes. Es mentira ¿Cierto? Tú me amas ¿Por qué te casarías con Tatewaki? ¿Te está obligando?
En ese momento su mundo se estaba volteando de cabeza, la abrazó y le gritó que jamás la dejaría ir, incluso si moría. Que en esta vida no podía pertenecerle a otro que no fuera él. Sin embargo ella eligió ese instante para hablar, con voz carente de afecto —Suéltame Ranma. No quiero quedarme aquí para siempre— susurró empujando sus manos contra sus costillas. Ranma se volvió loco, se aferró más a ella intentando arrastrarla dentro del edificio. Incluso algunos transeúntes se habían detenido a ver el espectáculo.
Tatewaki había intervenido con molestia, lo apartó de Akane y la subió al auto poniéndole seguro, luego se giró en su dirección escupiendo palabra por palabra —Déjala en paz Saotome. Despierta ¿Quién querría estar a lado de un don nadie como tú?— se subió al vehículo llevándose a la joven. Aunque intentó abrir las puertas le fue imposible, la velocidad del transporte lo rebasó dejándolo tirado en el suelo. De rodillas en el asfalto sintió como si una parte de él estuviera soñando, en una agónica pesadilla.
Un don nadie.
¿Por eso se iba? ¿Porque era un chico pobre trabajando tres turnos para saldar la deuda de su familia? ¿Por qué vivían en un departamento económico del tamaño de una ratonera? ¿Por qué no podía darle una vida de lujos?
No podía creerlo. Ellos habían cruzado tormentas antes ¡Algo la había obligado!
Él corrió dentro de la casa para buscar el número del señor Soun Tendo, su padre. Era el único que podía presionarla para hacer algo así. No obstante todas sus pertenencias habían sido vaciadas, no quedaba rastro alguno de Akane. Un trozo de papel sobre el comedor rezaba cruel " Me voy, no vengas a buscarme"
Entonces, como el peso de una montaña, se dio cuanta de que lo había planeado todo, que había planeado irse sin que la descubrieran. Dejando una estúpida nota como despedida. No sabía qué pensar. Todavía no podía asimilar la realidad. Por un lado se obstinaba a creerla inocente, mientras que otro razonaba.
Si ellos estaban comprometidos desde la preparatoria ¿Por qué aceptó sus sentimientos? ¿Por qué lo dejó enamorarse como imbécil si al final se iba a casar con otro? O si ella lo amaba ¿Por qué no rompió el compromiso? ¿Por qué decidió casarse sin más? Fuera cual fuera el escenario, la pregunta más importante fue ¿Por qué nunca le dijo nada?
Al día siguiente fue hasta Wonderful para preguntar por ella. Aunque probablemente no la encontraría, planeaba descubrir lo que ocurrió en esos días de ausencia, no quería quedarse en la oscuridad de los hechos. Ahí se encontró a Nabiki, su hermana mayor. Le contó lo sucedido recibiendo una declaración impactante —Ella no fue obligada a casarse— luego le ofreció trabajo, la agencia había cambiado de una empresa exclusivamente femenina a un sello mixto.
El rechazó la oferta yéndose a casa, completamente derrotado. No obstante los problemas no terminaron ahí, por sus continuas distracciones fue despedido de todos sus empleos, finalmente su mundo se derrumbó. No tenía idea de qué hacer. Había adquirido una deuda enorme, su novia lo había abandonado y todo parecía nublarse sobre él. Acorralado como un gato sobre un techo de hojalata se vió en la necesidad de aceptar la oferta de Nabiki. Así comenzó su carrera de modelaje.
También se enteró de que Kuno había comprado la mayoría de las acciones, se había mudado a Suiza para dirigir una nueva sede y Akane fue nombrada la nueva Wonder woman, provocándole deseos de renunciar. No quería trabajar para ellos. Aunque su realidad rápidamente lo detuvo, además había firmado un contrato por cinco años, si lo incumplía las repercusiones eran demasiado horribles para contemplarlas. Acorralado a tal punto, el odio rebosó en su corazón. Akane Tendo era su enemiga jurada.
Y que aún la amara, no significó permitirle caminar sobre él por segunda vez. Ella podía pisar a todos los demás idiotas de esta playa, pero no a Ranma Saotome.
—Ranma, nuestro partido ya casi empieza— anunció Ryoga, otro compañero. Lo habían venido a buscar después de desaparecer un buen rato. Se miró en el gran espejo con determinación en sus ojos. Akane había venido a desenterrar el pasado, pero él no iba a perder esta vez.
No era el juguete de nadie. No podían abandonarlo y después reclamarlo como una propiedad.
Cuando volvió a la cancha, los equipos correspondientes ya estaban listos, esperándolo. Su grupo se conformó por Ryoga, Ukyo, Anna, Nabiki y él, con Daisuke, Hiroshi, Kurumi, Yuka y Sayuri como contrincantes. Shampoo volvió a soplar el silbato iniciando la partida.
Akane estaba bajo una sombrilla sosteniendo una botella de agua. Viendo de forma permanente el progreso del balón, hasta que estuvo en las manos de Ranma. Luego de eso se olvido de la pelota concentrando toda su atención a él. Se sentía en un deja vu, cuando Ranma jugaba baloncesto en la preparatoria y ella lo animaba desde las gradas. Sólo que esta vez no pudo gritar su nombre porque había mucho que explicar antes.
Sin embargo, sus demás compañeras se emocionaban cada vez que el azabache hacía un saque o bloqueaba la pelota, provocándole una oleada de celos -a pesar de no tener derecho- tan grande que su botella recibió los estragos. Apretó la tapa hasta el punto de barrer la tapa rosca volviendo inútil el sello.
—Relájate— le dijo Shampoo sentada a su lado. Ambas habían convivido con anterioridad. No podrían considerarse amigas íntimas, de hecho Shampoo la había detestado en primera instancia después de saber el pasado entre Ranma y ella, tachándola de trepadora. Lo cual cambió radicalmente cuando Akane reveló su parte de la historia, dándole otro significado a sus acciones de hace siete años —Ninguna de ellas tiene lo que tienen ustedes— la animó poniéndole una mano en el hombro.
Akane sonrió con amargura —Nuestro hijo no es una especie de soga para amarrarlo conmigo. Sólo quiero que sepa que existe, eso es todo— susurró. Aunque estaban sentadas lejos de la multitud, todavía no podía pronunciarlo en alto.
Ese era su principal motivo para venir aquí, a pesar de tener un miedo exacerbado por el agua, decidió arriesgarse y poner su fobia al fondo de su cabeza para confesarle a Ranma que ellos tenían un hijo. El niño ahora tenía seis y medio, había preguntado por su padre por primera vez no hace mucho, dándole el coraje suficiente para buscarlo, revelarle finalmente la verdad.
La de cabello púrpura la observó con cierta compasión —Mañana en la búsqueda del tesoro me aseguraré de emparejarlo contigo, así le explicas con calma— prometió, regresó la vista al frente hablando otra vez —Ganaron— musitó Shampoo observando los avances en la cancha. El equipo de Ranma había ganado.
Akane sonrió otra vez para disimular su tristeza.
Con la ronda de partidos finalizados, se hizo un nuevo sorteo para definir los encuentros de los ganadores. Cuando Shampoo sacó dos esferas de la urna con el nueve y uno correspondiente, fue como enfrentar fuego y agua. Todos miraron a las figuras sobresalientes de ambos grupos, era como ver a Ranma contra Akane. El de ojos azules sonrió alzando una ceja de forma arrogante, provocándola sin ser consciente de lo que hacía.
Akane apretó los labios. Sabía que el lado competitivo de Ranma estaba despertando. Pero no competía en voleibol precisamente, él quería demostrar otro punto y fue el hecho de despreciarla, de aplastarla como una insignificante mosca en su vida.
Bien, llegado a este punto ella tampoco pudo quedarse quieta. Su habilidad para desatar a la Akane imprudente no tenía paralelo. Encendió la hoguera en su propio pecho decidiendo entrar al juego que él pretendía ganar asustándola.
Se pararon en la cancha, ambos como defensa, apenas separados por la red. Sus ojos chocaron centellando chispas en un encuentro de voluntades. Entonces el balón salió al campo poniéndolos alerta.
Continuará…
