Beso pendiente
Episodio 5: Lo que es inevitable.
El equipo de Ranma ganó el partido, por supuesto tuvieron problemas para vencer al lado de Kodachi antes de pasar a la final pero con un reñido marcador de veinticuatro contra veinticinco se llevaron la victoria.
Akane estaba completamente exhausta, se sostenía de sus rodillas dobladas intentando recuperar el aliento, el sudor hacia que los mechones de su flequillo se adhirieran a su frente, las gotas de agua se resbalaban por sus sienes y jadeaba apretando los ojos. La vista fue causante de varios pensamientos lascivos entre la multitud masculina haciendo que Ranma quisiera arrancarles la cabeza.
Siempre había sido celoso. Era algo inherente a pesar de querer controlarlo en el pasado. Sin embargo Akane era todo lo que él poseyó alguna vez, dejándolo con esa sensación de pertenencia perpetua.
Maldita sea, se estaba descontrolado.
Apretó el balón en sus manos, estaba enfrentándose al otro equipo finalista cuando los suspiros y los ojos lujuriosos lo sacaron de su concentración. Le correspondía hacer el saque por lo que sintió la impetuosa necesidad de golpear el balón con una fuerza descomunal. Se preparó con una postura firme y azotó el balón con su gran mano enviándolo al territorio contrario.
El zumbido alrededor de la esfera fue testimonio de su fuerza, además de la cara de Gosunkugi siendo golpeada hasta tirarlo de espaldas en la arena. El balón cayó a un lado dejando ver la marca roja por todo su rostro, inconsciente —¡Ranma!— exclamó Shampoo sorprendida por su crueldad, ella había visto sus intenciones desde el principio, entendiendo que el castigo era por mirar a Akane tan descaradamente, pero no creyó que le daría tan fuerte como para tenderlo en el suelo.
Un círculo rodeó al escuálido hombre decidiendo llevarlo hasta su hospedaje para la revisión del médico, los presentes miraron a Ranma con sospecha sintiendo que lo había hecho a propósito. Sin embargo él simplemente alzó los hombros —Ya había iniciado el partido, si estaba distraído y no pudo esquivar el balón no fue mi culpa.
En eso él tenía razón, Gosunkugi no era malo en el voleibol, sin embargo había estado fantaseando incluso cuando el silbato sonó. La explicación de Ranma detuvo todos los pensamientos del resto. Una vez se confirmó que el fotógrafo no corría peligro el ambiente tenso se relajó de nuevo permitiéndoles a todos reír, sería una buena anécdota. Se integró otro reemplazo para terminar el torneo antes del receso para comer, ya eran pasadas la tres por lo que algunos tenían el estómago gruñendo.
Akane parecía tranquila en el exterior, pero por dentro sentía una oleada de cosquilleos por todo el cuerpo. Una vez, en un partido de baloncesto, Ranma había hecho exactamente lo mismo con un estudiante que de pronto apareció a su lado para conversar. Estaban en la segunda grada de la cancha y eso pareció propicio para que el chico le diera un golpe. Sonrió. Después de varios años, cuando estaban desayunando un domingo, descubrió que sus celos lo habían empujado a realizar tal acción, porque no quería que ningún otro muchacho mostrará interés.
Cuando se convirtieron en novios él le mostro plena confianza, sin interferir más allá de algunas veces cuando le coquetearon -acosaron- abiertamente. Por eso no pudo creerle cuando le confesó la verdad del asunto. Sumado el hecho de que nunca mencionó ni demostró nada, fue como si su corazón se cubriera de miel tras saber que le había gustado por tanto tiempo. Igual que a ella.
La añoranza se vislumbró a través de sus ojos. Extrañando todos esos días en los que platicaban hasta quedarse dormidos, cuando lo veía entrenar desde el rincón de un Dojo. Cuando la cargaba en su espalda porque ella estaba demasiado cansada para caminar o cuando ella le cuidaba la fiebre al pie de la cama. Todos esos recuerdos cotidianos eran su mayor tesoro además de su hijo. Si tuviera la oportunidad de cambiar algo, sería el hecho de solicitar empleo en Wonderful.
Esa inofensiva intención de apoyarlo se había transformado en el detonante de todas sus desventuras posteriores.
Frenó la línea de pensamientos. No. No podía cambiar el pasado de cualquier manera. Estaba aquí para poner el punto final a este asunto.
Como era de esperarse, el equipo de Ranma ganó el torneo también, los vítores los saludaron cuando la multitud los rodeó, ella no se levantó de su sitio ni siquiera. En otras circunstancias habría sido la más cercana a él, la primera en abrazarlo, ahora tenía que conformarse con ver de lejos y no sabía si era por la continua recepción sensorial que había recibido de él durante la tarde de ayer o era su cuerpo extrañando todos esos besos rampantes del pasado. El punto era que sentía todo su ser hormiguear, adolecer por tocarlo.
Se mordió el labio.
Se les permitió a todos tomar un descanso mientras los meseros disponían el bufete dentro del restaurante. Ranma decidió darse una ducha en las regaderas adyacentes al hostal, al volver para comer, se dedicó a conversar con algunos compañeros sobre el último partido de béisbol de la liga japonesa, en un acalorado intercambio de argumentos defendiendo cual era el mejor bateador o el más rápido en pisar base. Akane lo observó en la lejanía. Viéndolo tan animado no se atrevió a acercarse, tal vez podría posponer las cosas hasta mañana, sobre todo porque la revelación del pasado cambiaría todo.
Ella deseaba con todo el corazón una reacción positiva. Quizá también molestia, pero esperaba que fuera lo suficientemente grata como para que él deseara conocer al niño sin prejuicios. Al final era hijo de ambos y no podía ocultarle la verdad toda la vida. A ninguno.
Dejándolo estar, se marchó a la habitación donde olvidó sus pertenencias, ingresó olfateando a profundidad el aroma de Ranma, distinguiendo a la perfección su fragancia. Tal como la recordaba.
Su maleta estaba estacionada en una esquina, sin embargo no fue directamente a ella. Observó su entorno viendo las manías del joven casi intactas, su habito de tirar las almohadas al suelo, dejar la ropa en la cama y sus pantuflas al revés. Se acercó al lecho revuelto, levantando una de sus camisas, sin poder evitarlo se la llevó a la nariz aspirando hondo. Sintiendo una descarga de nostalgia abrazarla.
Aunque el tiempo había pasado, aunque hace años no se veían ni mucho menos se abrazaban, todavía se sentía segura al olerlo. Todavía podía afrontar mil tormentas sintiéndolo cerca. Si pudiera acariciar una fantasía con la yema de sus dedos, sería volver al refugio que siempre fueron sus brazos, a ese nido acogedor donde infinitas veces dormitó o se apoyó para alcanzar su boca con besos tiernos y suaves.
Cuando Ranma volvió a la habitación, ya era más de media noche, afortunadamente Akane no volvió a aparecer en ninguna actividad después del torneo de voleibol haciéndolo pensar que probablemente renunció a su intento de acercamiento. Sin embargo, cuando encendió las luces sintió un nudo en su laringe ¿Cuántas ganas de llorar tendría que reprimir durante el fin de semana? Jamás pensó que una cama ordenada o sus camisas dobladas lo harían un bebé llorón.
Pero sabía de sobra que el personal del hotel no iba a entrar al azar. También fue consciente de quien poseía la otra llave sin mencionar la inconfundible manera en la que Akane tendía la cama o doblaba la ropa. Sus camisas estaban pulcramente organizadas sobre el edredón liso, las almohadas volvieron a su lugar y sus pantuflas alineadas bajo la base de la cama.
Buscó con la mirada la maleta olvidada encontrando un hueco en su lugar. De nuevo la sensación de abandono intentó inundar su corazón haciéndolo sujetar su ropa con fuerza, dispuesto a arrojarla lejos. Más, al final se abrazó a esta. Teniendo el deseo de ir a buscarla para suplicarle que no hiciera esto.
Porque lo confundía, porque la parte blanda de su corazón quería correr a ella, abrazarla, pedirle olvidar todo el pasado. Empezar de nuevo. Pero qué bien harían los ruegos, al final se necesitaba un coraje descomunal para confesarse por segunda vez luego de ser herido y él no lo poseía.
Ambos permanecieron despiertos hasta la madrugada, observando sus respectivos techos, girando en torno a sus pensamientos. Apenas habían estado en contacto por dos días, sin embargo los recuerdos despertaron imparables. Sueños, esperanzas, dolor. Amor, crudo y real, de que te hacía sollozar o reír a partes iguales.
Por la mañana, el personal de Wonderful fue reunido una vez más para la actividad determinada del día.
—¡Hoy tendremos una búsqueda del tesoro!— Anunció Shampoo al frente de todos, a su lado había un pizarrón cubierto por un mapa. Tenía varias marcas y rutas dibujados en distintos colores —La actividad se hará en parejas. Así que les daremos un número al azar y buscarán a la persona que tenga el mismo número. Por favor todos hagan una línea y pasen.
Cada persona se paró delante de la chica obteniendo un papel doblado, con entusiasmo, los asistentes tomaron su respectivo número comenzando a desdoblarlo. Muchos se emocionaron por las combinaciones, ya fuera porque les tocó algún amigo o interés, la mayoría estuvo de acuerdo con la suerte.
—Ranma, parece que nos tocó el nueve— dijo Akane acercándose al aludido.
Por supuesto, para Ranma no fue el caso. Miró el nueve escrito en la hoja apelando para convertirlo en un seis. Sin embargo sus compañeros parecieron sorprendidos de su fortuna —Vaya Saotome, si que eres el favorito de los dioses. Mira que tocarte con Akane— codeó Hiroshi. Daisuke meneó la cabeza deseando poder convertirse en él.
El de ojos azules estaba harto. Esto no era fortuna. Era Shampoo entrometiéndose en asuntos ajenos otra vez —Si quieres podemos cambiar de papel— le ofreció al de cabello rojizo sin mucho interés.
—¡Oh! ¿De verdad?— cuestionó con los ojos brillantes de esperanza.
Nabiki observó la situación antes de pedirle el micrófono a Shampoo, entonando —Los números no pueden cambiarse. Si cambia uno querrán cambiarlos todos. Ese será el orden ¿De acuerdo?— El azabache quedó perplejo. Podía soportar a Shampoo metiendo su cuchara en esto, pero incluso la accionista mayoritaria se había unido a esta confabulación. Aunque tenía lógica, después de todo era la hermana mayor de Akane.
Shampoo apenas podía disimular la carcajada a punto de estallar en su boca. Se aclaró la garganta varias veces antes de continuar con las instrucciones —Las parejas se dividirán en dos grupos, ambos grupos iran al bosque con un mapa, cada pareja intentará encontrar la bandera verde antes que todos los demás competidores siguiendo las pistas en su mapa. Advierto que no todos los caminos son los mismos, pero la dificultad será equitativa— informó cuando algunos ayudantes repartían hojas de papel y cintas a la multitud. A estas alturas, Ranma ya estaba a lado de Akane. Con un aura hostil a su alrededor —Para hacer esta competencia más interesante, tendrán que atar la cinta a una de sus muñecas junto con la de su compañero todo el tiempo. La coordinación y la comunicación serán fundamentales— dijo descaradamente, la indirecta hizo que el de la trenza rechinara los dientes.
Akane también estaba sorprendida, aunque había conspirado para emparejarse con Ranma y finalmente revelarle todo, no tenía el mínimo indicio con aquello de atarse la muñeca. Sintiéndose repentinamente tímida envió miradas de interrogatorio a Nabiki quien la ignoró con un claro mensaje:
"Es tu problema ahora"
Parpadeó varias veces tratando de controlarse. Miró el listón entre sus manos echándole una mirada furtiva a su compañero. Como era de esperarse, tenía una cara tan sombría como para hacer llover en cualquier momento.
La de cabello morado continuó las explicaciones, divirtiéndose a lo grande con la "desgracia" de su amigo —Las parejas con números del uno al doce irán primero. Por favor colóquense en la línea de salida y aten su mano a la de su compañero. Recuerden que no pueden adoptar otro camino al que va marcado en su mapa, sigan las marcas del color de su listón y el primero en volver con la bandera gana, cuando alguien traiga el objeto se lanzará un explosivo al aire para avisarles que se terminó el juego. Tienen hasta el medio día para buscar ¡Suerte!— finalizó dando la señal con su inseparable silbato.
Todos los participantes se apresuraron a correr dentro del bosque. Siguiendo sus respectivos mapas. Aunque cada uno hizo su mejor esfuerzo para ser rápidos, ninguno pudo igualarse a Ranma, quien tomó a Akane en sus brazos con suma facilidad saliendo disparado como un rayo. Bien, ya que querían dejarlos juntos, se iba a encargar de volver con esa bandera en el menor tiempo posible.
Akane no tuvo tiempo para reaccionar cuando la cargaron, lo único que atinó a hacer fue sostenerse del cuello masculino con su mano libre. Sintió las ráfagas de viento revoloteando su cabello, haciéndola recordar cuando alguna vez Ranma la llevó por los techos de Nerima en su espalda.
Levantó los ojos hacia su rostro, encontrándose con la visión directa de su manzana de Adán, aquélla parte de su cuello siempre le resultó fascinante, con esos movimientos minuciosos cuando hablaba o bebía algo. Perdida en un trance olvidó por completo su alrededor, sus intenciones o sus palabras, acunándose contra su cuello. Sentía como si en ese momento huyeran juntos sin mirar atrás. Solo que su instinto la despertó para buscar a ese pequeño compañero que no se separaba de ella desde hace años.
Ranma respingó cuando sintió el rostro femenino contra él, la respiración de Akane era tibia, una delicada caricia de aire contra sus sensibles nervios. La apretó más queriendo llevársela, desparecer y finalmente liberar todas las restricciones que guardó pacientemente durante los últimos seis años. No era un hombre que necesitara estar con una mujer para sentirse pleno, ni se acostaba con ellas por diversión. La única excepción se produjo cuando Kodachi y él se enredaron gracias al alcohol -y su despecho- sin embargo desde entonces, no tuvo ninguna aventura o relación que lo llevará hasta ese punto.
Pero Akane era una historia diferente, su sola presencia quebrantaba todas esas restricciones, las convertía en cadenas aprisionándolo, haciéndolo desear liberarse, sentir, darlo todo por una caricia de sus manos delicadas.
Aumentó la velocidad. No iba a ceder.
A estas alturas, Akane ya se había recuperado un poco del trance, observó a su alrededor dándose cuenta de que Ranma no seguía ninguna marca, en realidad los puntos color violeta habían desaparecido de su radar, poniéndola alerta —Ranma— llamó, más no obtuvo respuesta —Espera, Ranma— intentó dejando de estar quieta. Trató de poner los pies en el suelo comenzando a removerse —¡Oye, Ranma, te has salido del camino!— gritó al final.
Debido a sus constantes esfuerzos el azabache finalmente se detuvo dejándola en el suelo, luego se giró haciendo amago de llevarse las manos a la cabeza arrastrado a Akane en el proceso. Cierto, el listón los mantenía unidos —Carajo— masculló bajando ese brazo mientras le daba la espalda para pensar. Como si hubiera despertado repentinamente de un sueño. Miró a la mujer por el rabillo del ojo encontrándola masajeando su muñeca. La preocupación brilló de inmediato en sus orbes, sosteniendo con delicadeza la zona afectada —¿Te duele? Lo siento— habló buscando sus ojos. Un error sumamente grave.
El azul chocó contra el almendra, sin saber quién se sumergió primero en la mirada del otro. Pero Ranma no se quedó ahí, delineó una ruta desde el rostro hasta su cuerpo, viéndola con una gran camiseta que le cubría todo. Además del primer día en que usó vestido, no parecía tener interés por la playa, mientras el resto se esforzaba por usar trajes de baño lindos, para Akane parecía estar en su casa, con ropa de descanso. Se fijó en la esbelta curva de su cuello ahora descubierto por una coleta alta, sin saber que sus pupilas se dilataban cuanto más veía.
Su cuerpo reaccionó solo cuando comenzó a acercarse, ella no estaba segura de cómo actuar, lo único que notó fue la boca entreabierta de Ranma, expulsando aire caliente por la comisura apenas abierta, las palabras que le dijo antes hicieron mella tan pronto como las recordó.
"Tu pezón debe seguir teniendo el tamaño perfecto para mi boca"
Y pudo imaginárselo todo. Entre el recuerdo o la fantasía, pudo ver con claridad cuando él se lamió suavemente, humedeciendo sus labios ligeramente rosados, eran incomparablemente suaves, eso parecía no haber cambiado.
Si había algo de lo que Akane pecaba en esta vida, sin duda podría ser de impaciente. Hubo muchas ocasiones que su impulsividad le llevó malas pasadas, pero esta prometía algo completamente distinto. Cuando era joven se había sentido como una degenerada por desear algo sistemático y normal. Ahora simplemente parecía no querer esperar o pensar demasiado. Al final su cuerpo siempre le cedía antes que cualquier pensamiento. No procesar sus acciones la empujó a ponerse de puntitas sobre las sandalias, alcanzando con un suave rose aquella boca suplicando ser tocada.
Ranma ni se quejó ni se movió, el toque fue como un rayo impactando el suelo a pesar de su suavidad, electrizante. Aspiró un aliento frío antes de perder todo autocontrol, Akane ya había bajado después de ese tímido beso haciéndolo insatisfecho. No, ella no podía alejarse así.
Echó hacia atrás su mano atada haciendo que ella cerrara distancia por la fuerza, chocó contra sus pectorales escuchando el retumbar poderoso de su corazón, los latidos eran fuertes y constantes. Luego descendió la cabeza para darle un beso profundo que a diferencia de su delicada caricia le despertó cada terminal nerviosa a ella. Sus labios permanecieron pegados con rudeza pero no les importó, sus respiraciones se volvieron irregulares, como si estuvieran corriendo un maratón.
Entonces dieron algunos pasos, él hacia adelante y ella en retroceso, chocando con lo que pareció ser una vieja pared, ahí la fricción de sus labios se volvió ansiosa, Akane abrió camino para rozar su abertura con la lengua, provocándolo. Ranma cedió de inmediato encontrándola con la propia, el beso finalmente se desglosó a este punto, donde probaron el sabor inolvidable del otro.
Los sonidos de sus lenguas chascando, sensibilizaron el resto de su cuerpo cuando él abandonó su boca dejando el rastro de su esencia mientras descendía con delicadas secciones a través de su cuello, la joven se deshizo del nudo en su mano para sujetarlo por la cabeza, invitándolo a morder más fuerte. A él le gustó su avance eligiendo nivelar su altura. Tomándola de los muslos la levantó contra la pared haciéndole abrir camino entre sus piernas.
Akane sin demora correspondió la acción envolviendo con fuerza su cadera, comenzando a sentir la adrenalina recorrer sus venas. Estaban en medio de un bosque tropical, con sus compañeros a algunos metros de distancia mientras el magreo subía de tono.
Ranma no se sintió a gusto con sólo rozar sus muslos desnudos, abrió y dobló un poco sus propias rodillas para equilibrar el peso de ella en su pelvis, haciéndola consciente de su erección despertando, del calor abrasador emanado de su entrepierna. Con suficiente seguridad de que no caería de su posición escaló con los dedos por debajo de su camiseta, pasando por el borde de sus shorts negros, delineando su abdomen ligeramente húmedo y finalmente llegando a sus redondeados pechos, sintiendo con su pulgar aquellas endurecidas cúspides, demostrándole que él no era el único ardiendo.
Los masajeó con suavidad por encima del sujetador, en círculos lentos provocando un espasmo involuntario en ella, Akane hizo amago por cerrar las piernas y apretó su cuerpo aún más —Ra…— otro respingo la hizo subir le cabeza, sus ojos se estaban nublando por lo placentera que resultaba toda la acción. Se sujetó a los hombros masculinos enterrando sus uñas perfectamente pintadas de rosa en ellos. Temblando igual que una hoja.
Él se separó lo suficiente para verle la cara, sonrojada y sudorosa, se lamió los labios antes de atacar con vehemencia los de ella en un nuevo beso. La chica entonces deslizó sus palmas a través de sus anchos hombros hasta sus pectorales, a tientas buscó los botones de la camisa comenzando a abrirlos, acarició con cuidado la piel masculina encontrando calor, vitalidad. El deseo estaba ganando la batalla sin ningún esfuerzo cuando se separó de su boca para recorrer su húmeda lengua a lo largo de su clavícula, probando el sabor salado del sudor. Ranma gruñó apretado sus senos con ligera fuerza a modo de respuesta, sin hacerle daño.
No pudo resistirse a empujarla más contra la estructura a su espalda, insinuando las obvias repercusiones contra su intimidad a través de la ropa.
Continuará…
