Rojo Deseo

-¡Maldita marimacho! – gritó a los cuatro vientos un joven con una trenza azabache despeinada, después de desincrustar su cabeza de la piedra más grande del patio de los Tendō. Sorprendentemente, la piedra no se había roto - ¿es que no puedes escucharme antes de tomar decisiones precipitadas?

-¿Qué más quieres explicar? ¿Por qué piensas que soy gorda, fea y una horrorosa artista marcial? – preguntó iracunda mientras le lanzaba otra piedra a la cabeza.

-Eso no es del todo así – se excusó esquivando el objeto por los pelos – pero no podía decir otra cosa ¡Sabes cómo se ponen aquellas locas si les llevas la contraria! Quería pasar una tarde tranquila y punto.

-¿El gran Saotome Ranma evadiendo una gran batalla? – el joven movió una ceja en un tic nervioso – casi pareces tu padre.

-Retira lo dicho, Tendo – amenazó con el dedo.

-¿O qué? ¿Conmigo sí tienes las agallas de amenazarme, pero a ellas no? – espetó ella iracunda. Él retrocedió y bajó la mirada – disfruta de tu harem Saotome – concluyó entristecida antes de salir por la puerta, dejando al joven allí sin saber bien cómo actuar.

La imagen desapareció en la pequeña fuente cristalina, cuando unas manos blanquecinas como la leche pasaron por encima de ésta dejando un rastro de halo de luz resplandeciente. Un zorro de tres colas se subió en la misma y bebió un poco de ella, siendo acariciado por la mano translucida de la señora de la fertilidad.

Inari observó a las dos almas que allí estaban con ella. Con motivo del Obōn la diosa siempre elegía a dos almas que habían dejado el mundo terrenal para ayudar, si podía, a los familiares de éstos. Pero los que les había tocado ese año, eran, más que una odisea, era una empresa casi imposible.

Menos para ella, no por menos era una de las diosas más nombrada del panteón.

-Creía que mi hija Kagome estaba mal… pero esto es imposible – comentó el alma masculina. Los antiguos ojos cafés se dibujaban tenuemente en la imagen fantasmal que presentaba, buena presencia, cabello corto y castaño, alto y afable. Su nombre, Higurashi Shigeru o al menos, así le llaman sus familiares.

La mujer a su lado suspiró. Tenía el cabello de un negro azulado unos ojos avellana y una sonrisa amable. Tendo Aoi observaba ahora el agua clara con clara decepción en su mirada, sin saber realmente qué decir.

-No desfallezcas, os he dado mi palabra y así se hará – sonrió Inari con aquella sonrisa picaresca como la de un kitsune ideando algo.

-¿Seguro que podrás hacer algo con ellos cuatro? – preguntó la señora Tendo.

-Dejádmelo a mí, Inari siempre tiene una solución.

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Saotome Nodoka salió al escuchar los gritos de la pareja con su móvil en la mano. No es que fuera muy dada a la nueva tecnología, pero debía reconocer que al menos podía hablar con sus familiares de una forma mucho más sencilla que antes. Al otro lado del aparato, escuchaba a su hermana, Sonomi, preguntándole si aún seguía ahí. Suspiró, al ver el desastre en el patio provocado por los jóvenes de la casa y contó hasta diez, mientras se colocaba el auricular en la oreja.

-¿Todo bien? – preguntó su hermana mayor – he escuchado ruidos.

-Mi hijo y su prometida – comentó abatida – parecía que las cosas se habían calmado, pero creo que van de mal en peor.

-Kagome está igual, lleva unos meses que no levanta cabeza.

-Debe ser el postparto. Nada que no se arregle.

-Hace seis meses que nació Mōn – protestó la otra – y no es porque Inuyasha no esté por ella, pero se ha cerrado en sí misma.

-A lo mejor tendrías que decirle a tu yerno que le explique a Ranma cómo comportarse con una mujer. Mi hijo es un zopenco.

-¿No era muy masculino? – notó el tono irónico de su hermana y suspiró, odiaba cuando le recordaban ese tipo de cosas.

-Sé que era una estupidez, pero han pasado ya ocho años. Todos hemos madurado.

-¡Estúpida marimacho! – se escuchó de fondo a su hijo

-No todos – contestó Sonomi.

-¿Para qué me llamabas, querida? – intentó cambiar de tema y desaparecer del jardín para no enfadarse más de lo que estaba.

-He oído que han abierto una pequeña tiendita en las afueras de Nerima y me gustaría que me acompañaras – Nodoka alzó una ceja - ¿sigues ahí?

-¿Por qué venir a Nerima si puedes encontrarlo todo por Amazon? – Sonomi sonrió - ¿Qué tramas?

-Ven conmigo y lo averiguarás.

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No estaba muy segura de ello… pero ya estaba hecho.

Había llegado con Sonomi a una de las callejuelas de Nerima, las cuales quedaban entre en Neko-Haten y el restaurante de Ukyō, por lo que rezaba a todos los dioses que no la descubrieran allí. Cuando llegaron al lugar indicado en Google Maps, las mujeres se decepcionaron al no ver nada, por lo que intentaron buscar, de alguna manera, la tienda en sí.

Casi las mata del susto una puerta que se abrió de repente. Ante ellas apareció una mujer mayor, con unos largos ojos ovalados y una sonrisa melosa. Se acercó a ambas alegando que las estaba esperando y las hizo pasar a la tienda.

No sabía cómo se había dejado convencer.

Les habló de que la noche del catorce de agosto era luna llena y les aconsejó comprar aquellas prendas de vestir para resolver sus problemas familiares. Sonomi compró ambos trajes de baño sin pensarlo mucho, mientras que ella, era más reticente. Había comprobado en sus propias carnes como los hechizos podían ser perjudiciales para los que eran embrujados, fuera una poción, un objeto y unas palabras escrita en un texto antiguo. La mujer se le acercó y le dejó dos prendas de rojo rubí, un traje de baño de mujer y uno de hombre.

Procurad que ambos estén solos cuando lo lleven puesto. Inari estará ajetreada ese día había dicho por última vez la mujer para luego desaparecer ella y toda la tienda. El catorce de agosto era el día siguiente, por lo que ambas mujeres se despidieron y cada una fue a arreglar el estropicio que tenía en casa.

No sabía si Sonomi lo había conseguido, pero ella estaba delante de la puerta de su futura nuera, con una bolsa en la mano y debatiéndose en picar o no aquella puerta. Después de una noche en la que no había dormido nada y llena de culpabilidad a sus espaldas, Nodoka se había levantado aquel catorce de febrero con una mirada temeraria. Había organizado a la familia para que dejara solos a la joven pareja en un hotel perteneciente a una pequeña cadena se ambientaba sus apartamentos en habitaciones típicas del Edo. No había conseguido el más hermoso en la ciudad de Koto, pero había un apartamento cercano construido encima de unas termales naturales hermosas. Le pareció estupendo, pues, el problema del agua fría quedaba resuelto.

El otro problema había sido la familia Tendo y Saotome. Los patriarcas, por los primeros que empezó, habían sido fáciles de convencer invitándolos a participar en las diferentes fiestas locales con motivo del Obōn. Kasumi no hizo falta convencerla de nada, simplemente sonrió cuando le explicó que necesitaba que aquellos dos estuvieran solos y se propuso ayudar en lo que pudiera.

Gracias a los dioses, Kasumi pudo controlar a Nabiki. Era la primera vez que veía a la mayor tan seria, y como desmontaba a la joven calculadora con argumentos sólidos y contundentes. Al final y viendo que su hermana pequeña no cedía, Kasumi la amenazó con contarle a Tendo que había tenido reiteradas relaciones con Kuno Tatewaki después de que ambos fueran a la misma universidad y se quedaran en el campus. Nabiki aceptó herida y claudicó para que su hermana mayor no la obligara a tener un disgusto con su padre.

Para Nodoka, sin embargo, aquello era demasiada información.

-Tia Nodoka – la puerta se abrió dejando salir a Akane con una sonrisa triste. Desde el día anterior, la joven no había salido de la habitación más que para comer cuatro migajas - ¿necesitabas algo?

-La verdad es que sí, querida – entró en la habitación llevándose a la joven con ella y cerró la puerta – pero es algo de lo que requeriría tu discreción – Akane asintió decidida y preocupada – Necesito que vayas a unas aguas termales y te pongas este conjunto – Akane alzó una ceja – he visto lo mal que has estado y necesitas tomarte un tiempo para ti.

-¿Qué dice, tía? – la joven cogió la bolsa mirando lo que contenía – ¿Pero qué…?

-Mi hijo es imbécil y no sabe lo que se está perdiendo tratándote de esa manera – aquella frase le salió del alma, realmente, su hijo era un idiota – necesito que hagas esto por mí, quiero que realmente te veas como la mujer hermosa que eres.

-No tiene por qué hacerlo…

-Tengo porque en parte mi hijo es así por mi causa, yo no estuve con él cuando le habría hecho falta y ahora tiene una empatía femenina de un zapato – le dio además la tarjeta del hotel – hay una habitación reservada para ti, es una suite grande con cama de matrimonio – Akane abrió ojos – para llevarte a quien quieras o ir sola, incluso. Solo te pido que, en las termas interiores del hotel, utilices este traje de baño y me digas que tal te sienta. Puede que me compre yo uno más adelante – le guiñó el ojo y salió de la estancia – uno menos – dijo para sí.

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Ranma daba vueltas por la habitación como si fuera un león enjaulado. Estar enfadado era poco comparado con el sentimiento iracundo que irradiaba de su interior. Había preparado aquella velada con sumo cuidado, sabiendo que Nabiki tendría ocupado a Kuno, y lo mucho que eso le había costado, además de que tanto sus prometidas como Ryouga los buscaban en la dirección completamente opuesta a la que ellos habían quedado. Había enviado panfletos, pistas falsas, hechizos inventados y todo un arsenal de objetos inútiles con la finalidad de conseguir que aquellos locos los dejaran una tarde libre.

Un mes de organización pulcra para poder ir al cine.

Era ilógico. Ellos ya salían como una pareja cualquiera, o al menos, se comportaban como una pareja normal cuando ni sus familiares ni pretendientes miraban. Una odisea que no acababa con la incipiente necesidad de llevar a cabo promesas estúpidas y cumplimientos del deber ilógicos que les habían dado a Akane y a el mismo, migrañas desde los dieciséis años. Pero habían conseguido encontrar un equilibrio entre toda aquella locura, un frágil momento de paz que parecía ser un sueño para ambos.

Hasta que, como siempre, lo frágil acaba rompiéndose.

No había contemplado la posibilidad de que Mouse los encontrara en la cola del cine. Tampoco habría pensado que el muy estúpido avisaría a su adorable Shampoo para así demostrarle que el único que la respetaba era el pato chino. Obviamente, todos entraron en medio de la película, destrozando una de las mejores escenas de Thor y sus cabras. La sala del cine salió por los aires y por suerte, nadie salió herido, pero tuvieron que huir para que no les hicieran pagar los desperfectos del lugar. Adiós a volver a ver Thor Love and Thunder.

Pero la situación no acabó ahí. Todo había denigrado de tal manera que ambos prometidos estaban echando chispas volviendo a los viejos y malos hábitos de perderse el respeto mutuamente. Intentó apartar las palabras que Akane le había dirigido, duras e hirientes, que no dejaban de ser verdad. Era un maldito cobarde por no dar un golpe en la mesa.

Pero ya estaba harto.

La puerta de la habitación se abrió de golpe y alguien le lanzó algo a la cara. En su humor huraño casi salta sobre la persona que había osado a molestarlo, pero una katana reluciente apuntaba a su cuello, a milímetros de la nuez de Adán. Tragó profundamente al ver a su madre, majestuosa como siempre, pero con los ojos zafiro irradiando fuego azul. Sabía por experiencia, aunque fuera poca, que no había que hacer enfadar a esa mujer mucho.

-Eso es un regalo que te hago – Ranma se retiró unos pasos y observó la bolsa – dentro tienes la dirección de un hotel donde tu prometida se encontrará disfrutando de unos momentos de descanso. La habitación está a nombre de ella – advirtió – si quieres dormir con ella, tendrás que ganártelo.

-¿Quién querría dormir con una marimacho…? – la katana volvió a rozarle la nuez.

-No me tomes por estúpida, hijo. Este no será vuestro primer encuentro, ni vuestra primera escapada junta – él se sonrojó violentamente – será una última oportunidad que te brindo, pero si me defraudas, romperé el compromiso y yo misma te alejaré de esa chiquilla.

-No puedes…

-Tíentamente – amenazó. Sin más, su madre salió de la habitación de la misma manera que había entrado, dejando a un Ranma aún más extrañado.

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Por primera vez en mucho tiempo, se sintió feliz y tranquila. Aunque al principio de la procesión del Fukagawa Matsuri se había sentido observada, había podido contactar con la felicidad de la ciudad y unirse, cuando las aguas purificadoras la mojaron completamente. Sin quierer pensó en Ranma y que aquella agua tibia no lo habría hecho cambiar de género.

Se reprimió mentalmente por pensar en ello, quería apartar a su prometido de su mente.

Y es que, había llegado a la conclusión de que aquello no llegaba a ningún sitio. No era algo normal que, como pareja, ambos debieran vivir en las sombras su idílico amor porque su alrededor, familiares incluidos, se habían propuesto hacerles la vida imposible, tanto para separarlos como para juntarlos. Ella, quien ya había acabado la carrera de Educación Física y que se estaba sacando un master de dirección de empresas ya no estaba para esas tonterías. Estaba fraguando un futuro para poder dedicarse a las artes marciales y volver a arrancar el Dojo familiar y era por ello que quería desvincularse de los problemas amorosos.

¿Cómo podría ser profesora en el dojo si cada dos por tres algún loco lo destrozaba? ¿Qué imagen daría ella como artista marcial si cada dos por tres un iluminado la secuestraba? Por muy semidios o demonio que fuera, su imagen quedaría tirada por los suelos.

Y solo había una manera de acabar con todo ello, separándose de Ranma.

Se le aguaban los ojos y se le estrujaba el pecho con una sensación de ahogo nada más pensarlo. Realmente, estaba enamorada de aquel idiota cambia género, tanto, que se había imaginado una vida con él, en la que estuvieran juntos y puede que con algún hijo. Pero después de pasar casi cuatro años de relación escondiéndose de todo el mundo, Akane ya había tenido suficiente.

No podía vivir con alguien que no luchara por lo que quería, si es que realmente la quería.

Así que la joven Tendo se había propuesto cenar en una de las tiendecitas que se habían abierto con motivo del festival. Comió con delicia los takoyaki que allí servían y bebió con gusto el pequeño vaso de sake que ofrecían con la comida. Satisfecha, decidió volver al hotel para cambiarse y disfrutar de aquellas aguas termales que su tía le había comentado. Se sorprendió al llegar al lugar y solo encontrar una mujer menuda que le ofrecía la llave de su habitación a la vez que le informaba que el hotel cerraba su puerta principal. El lugar parecía estar vació porque todo el mundo había aprovechado las fechas para reunirse con los familiares y celebrar banquetes y fiesta para que los espíritus estén contentos.

Entró en su habiación fascinándose por cada detalle de la misma. Con el suelo del ruiseñor, la estancia parecía sacada de alguna película de Kurosawa, con todos los detalles que podía recordar en los libros de historia y más que le parecía fascinantes. El tatami en el centro estaba decorado con flores de sakura dándole una sensación de cuento de hadas.

Aquella suite estaba fielmente decorada para que una pareja pudiera pasar aquí una noche mágica, por lo que, fuera de su entusiasmo por la estancia, Akane se entristeció. Éste habría sido un buen lugar para una cita.

Golpeandose la cara con las manos ahuecadas, la joven se obligó nuevamente a salir de su melancolía y dirigirse a su pequeña maleta para cambiarse de ropa. Podía no hacer caso a su tía Nodoka, pero lo cierto era que tenía curiosidad por saber cómo le quedaría aquella prenda.

Cuando se la probó, el color rojo rubí le resaltó en la nívea piel como si fuera un lienzo al que acababan de dar vida. Se ajustaba a sus curvas tonificadas por el ejercicio y resaltaba sus pechos y sus glúteos. Ella misma se sorprendió de lo bien que le quedaba y hasta se sonrió al verse tan orgullosa, parecía que aquel conjunto había sido hecho para ella.

Se puso un albornoz blanco que había en la habitación y, guardado la llave en el bolsillo, salió hacia la zona de aguas termales. Recorría los pasillos con parsimonia, disfrutando de los crujidos del sueño de ruiseñor como si realmente fueran pájaros piando a su alrededor. Empezó a sentir el olor de las aguas termales, tan característico como agradable y se desató el albornoz para poder entrar en ellas. Ya con la prenda en la mano, abrió la puerta corredera para dirigirse hacia los grifos y aclimatar así su cuerpo a la temperatura del lugar, pero lo que vio allí la dejó pasmada.

Ranma estaba allí, vestido con un bañador masculino del mismo color que su traje. Sin querer ni poder evitarlo, bajó su mirada por las gotas de agua que recorrían su pectoral, sus abdominales bien formadas y se perdían por dentro del bañador. Tragó violentamente cuando él alzó la vista y la observó, deleitándose también con ella. Vio como la mirada de Saotome se oscurecía ligeramente, dejándole claro que ahora mismo, solo la lujuria movía a su prometido. Lo vio acercarse a ella y lentamente, acariciarle el rostro.

-Valiente cobardica – le soltó de sopetón – obligar a tu madre a montar todo esto para poder vernos.

-Mi madre hace mejores planes que yo, parece ser – Akane lo miró sorprendida – me dijo que estarías aquí, pero has tardado mucho.

-He podido reconectar conmigo misma, pensar y por fin, tomar decisiones que deben ser buenas para mí – se apartó lo suficiente como para que dejara de tocarla – no podemos seguir así, Ranma.

-Así ¿Cómo?

-Escondiéndonos de todo el mundo – cerró los ojos, controlando las ganas de llorar. Si debía empezar una nueva vida tenía que ser valiente – yo quiero tener una vida que activa pero feliz. No quiero esconderme cuando me apetezca salir con mi pareja o cuando me case, si es que sucede. Nuestro alrededor es un circo viviente que no se cansa nunca de la misma función, pero yo sí. Quiero y necesito una estabilidad que no puedes darme.

-¿No?

-Por mucho que háble con nuestros padres y los convenza e incluso si Nabiki acaba claudicando… ¿Qué pasará con las amazonas? ¿Y con la cocinera y la loca heredera? ¿Y si aparece otra? – Ranma fue a hablar, pero ella lo silenció con el dedo – o vuelves a ir a china para curar una maldición que no me importa en absoluto. Sea como fuere, yo siempre debo esperarte, yo siempre debo sufrir los desplantes y los insultos. Pues ya está, me bajo de ese carro.

-¿Y cómo piensas hacerlo? ¿Huyendo? – Akane alzó una ceja amenazante – no sabía que tú también eras una cobarde.

-No te equivoques Saotome, esto es lo más duro que he tenido que hacer en mi vida.

-Mentira, prefieres acabar con lo nuestro antes que enfrentarte a ello, eres más cobarde de lo que pensaba – ella sacó un mazo de quién sabe dónde e intentó agredirle, pero Ranma lo esquivó – sino fuera verdad no te enfadarías.

-¡Estúpido egocéntrico! – volvió a atacarlo – ¡no es porque huya de nuestra relación, es que nuestra relación me está haciendo daño! – Ranma paró el mazo sin dificultad, mirándola de una forma indescriptible, asustándola por un momento - ¿qué?

-¿No hay nada que pueda hacer para cambiarlo? – Akane dejó de hacer fuerza y se apartó – ¿Nada?

-¿De qué serviría? – suspiró entristecida – ellas seguirían detrás de ti, mi familia nos fastidiaría cada dos por tres… siempre estaremos en la misma rutina.

-Yo también me he tomado mi tiempo para pensar – se acercó a uno de los casilleros donde había dejado su ropa y sacó un papel – es una oferta para alquilar un apartamento cerca de la universidad – Akane lo miró extrañada – como tu bien has dicho, nuestro problema son los demás que no nos dejan vivir, por lo que he pensado que esto sería acertado. Desaparecer por un tiempo, vivir tranquilos y en soledad.

-¿Y el dojo? ¿Y el dinero?

-Tú tienes una beca que te permitirá pagar estudios y estancia y yo puedo trabajar en cualquier lado. Iríamos apretados de tiempo, pero el que tengamos libre será para nosotros.

-¿Y los demás?

-Pasito a paso, Akane – dejó el documento en el bolsillo nuevamente y se acercó a ella – si tengo que pelearme con toda una horda de amazonas asesinas para poder estar contigo, así sea. No estoy dispuesto a perderte, no sin luchar al menos – ella lo miró indecisa, pero él se acercó y le tomó las manos – déjame que te convenza.

Aquello era una invitación a una noche mágica con él, algo que había intentado eliminar de su mente en cuanto lo vio allí y se perdió en sus pectorales. Suspiró y lo miró decidida, si él estaba dispuesto a luchar ella no se quedaría atrás, pues no era ninguna cobarde.

Y con esa determinación se lanzó hacia él, que la alzó en brazos sorprendido, y lo besó con primicia, con una urgencia contenida que avivó su lívido. Con un gruñido de satisfacción, su prometido la apretó contra él y siguió el ritmo de sus labios, igual de hambriento que ella. Se movió, con ella enganchada a su cadera, hacia una de las paredes de la estancia, recargándola contra ésta con relativa fiereza. Akane sintió el miembro de su prometido punzante contra ella, excitándola más si cabía.

-Abre el grifo – consiguió decir ella entre gemidos. Ranma ni siquiera pensó, abrió el grifo de aquella ducha de donde empezó a salir agua templada.

Ambos se mojaron entre besos y caricias. Las manos de él, inquietas, recorrían cada recoveco de su cuerpo, dejando un camino de besos allí por donde pasaba. Akane, sin evitarlo, dejó que sus propias caderas se movieran solas golpeando de forma muy consciente con el miembro erecto de su prometido. Ese la agarró de los glúteos y movió las caderas, acorde con las de ella, creando una fricción en el centro de ella enloqueciéndola.

Akane se deshizo de la parte superior dejando sus pechos al aire, libres, moviéndose alocados por las embestidas de su prometido. Éste se perdió ente ambos, devorándolos con urgencia y arrancándole los gemidos ahogados a ella. Ella se agarró en su cabello, estirándolo y apretándolo hacia ella, sintiéndose más excitada si cabía.

De improvisto, Ranma cerró el grifo y, aun con ella enganchada con sus piernas, caminó hacia la terma más cercana y, poco a poco se introdujo en ella para quedarse sentado. Ella se movió para sentarse a horcajadas sobre él, pero él lo aprovechó para apartarle la parte inferior del bañador e introducir sus dedos.

Akane aulló extasiada cuando sintió los dedos de él hacer maravillas en su interior. Los espasmos eléctricos eran intensos y solo generaban más placer a medida que ella movía las caderas. Ranma, con la otra mano, apretó su glúteo, masajeándolo, estirándolo, notando como ella se excitaba más, se desbocaba más. Akane notó que estaba llegando al final del abismo, por lo que decidió serenarse, apartar la mano de su interior y con una rapidez digna de un ninja, bajarle el bañador a él para descubrir su erecto amigo.

-¿Qué haces? – Ranma no tuvo tiempo a decir o quejarse de nada más, simplemente lanzó un gemido gutural que se escuchó por toda la estancia cuando ella se sentó encima de él, absolviéndolo por completo.

Las sensaciones eran increíbles, no era la primera vez que Akane tenía intimidad con él, pero aquello parecía mágico. El agua mecía sus movimientos, acompasándolos, estimulando cada poro de su ser y el reflejo de la luna llena que entraba por los ventanales, le daban una sensación mágica, electrizante. Ranma respiraba igual de irregular que ella, intentando seguir el ritmo desenfrenado de sus caderas, que lo cabalgaban más certeramente, más profundamente. Akane empezó a sentir el vacío nuevamente, la sensación de caerse por un barranco de miles de metros de altura para luego explotar en un millar de sensaciones indescriptibles, dejándola lacia y extasiada. Aun así, envistió con ahínco hasta que sintió como Ranma la agarraba, apretándolo hacia él y lanzaba un gemido placentero.

Ambos sentían los estragos de ambos orgasmos en su piel, estaban sudorosos, cansados pero felices. Se besaron con más calma, disfrutando de las sensaciones mágicas que aún perduraban.

-¿Eso es un sí? ¿Vivirás conmigo? – cuestionó él feliz.

-No me lo has preguntado aún – ella sonrió sacándole la lengua, pícara. Ranma por su parte, le pellizcó el glúteo derecho haciéndola saltar - ¡Vale, vale! Era una broma – le besó una vez más a la vez que él sonreía – sí, aunque sea una locura, viviré contigo.

-Estar conmigo es una locura – corroboró él – pero es lo que más te gusta de mí.

No pudo negarse, ella misma sabía que una de las cosas que más le atraían de él, era la aventura que significaba vivir con él. Una vida tranquila y estable no tenía por qué ser monótona.

-Mamá me dijo que tenías una habitación reservada – dijo él una vez que ella se levantó de su regazo – podríamos disfrutar un poco de las termas y luego ir a descansar.

-Podemos aprovechar hasta mañana por la tarde – estuvo de acuerdo ella – hasta que no nos reunamos con los demás para el Obōn – Ranma sonrió pícaro y le besó lánguidamente el cuello.

Aquella noche prometía.

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Llegaban muy tarde.

Habían quedado con Nodoka a orillas del rio Tama para poder celebrar el Obōn con la familia, pero llevaban dos horas de retraso. La culpa estaba clara.

¿Cómo podía sobrevivir a una Akane recién levantada y con una camisa suya como pijama? Obviamente aquella mujer había sido diseñada para excitarlo con solo respirar.

Llegaron a la colina y a lo lejos, vio a su prima que les alzaba la mano. Al lado de ésta se encontraba su marido, un hombre taciturno de cabellos plateados y ojos dorados. Pero, aunque parecía sacado de una peli de yakuzas, lo había visto comportarse con Kagome de la mejor manera posible, haciéndola feliz.

A parte, la niña era una ricura.

-¡Eres un tardón! – le reprendió Kagome cuando se acercaron – parece que vienes de la guerra.

-Podría decirse que sí – Akane le golpeó el brazo - ¡Auch! Marimacho.

-Buenas a los dos – su prometida los saludó obviando la pulla – ¿puedo coger a la peque? – Inuyasha se la pasó sin decir nada. Akane le sonrió y le hizo unas carantoñas que provocaron una carcajada en la pequeña – está para comérsela.

-Kagome ¿Sabes algo tú de una vendedora al que haya ido tu madre? – preguntó Inuyasha.

-¿Qué?

-Algo ha comentado de una vendedora y de Inari, la diosa de la abundancia – Ranma achinó los ojos, aquello sonaba raro – ¿no te suena?

-No, que yo sepa mi madre solo me compró aquel conjunto de baño rojo, causalidad que fuera del mismo color que el tuyo.

-¿Traje de baño? – Akane y Ranma preguntaron a la vez, sonrojándose – ¿A vosotros también?

Aquella noche, Inari volvió una vez más al mundo de los vivos junto a sus inseparables tres zorros, danzando y bailando junto a las almas que, alegres veían a sus familiares felices. Observó a Higurashi y a Tendo brindar con un líquido etéreo la buena fortuna de sus familiares.

Inari sonrió tranquila, a ella nadie se le resistía.

Fin.


¡Ahora sí que sí!

Mi último granito de arena a la temática del verano de la página de Facebook Mundo_Fanfic_Inuyasha_y_Ranma. Para aquellos que os encontréis esta de nuevas, deciros que, si queréis en el apartado de Inuyasha encontraréis un Two-shot (porque uno era muy largo xD) que precede a éste, llamado Rojo Pasión. También podéis buscarlo por mi perfil.

Muchas gracias a todos por haberle dado, una vez más, una oportunidad a una locura más de las mías. Espero que nos veamos más por aquí y sin nada más que añadir…

¡Nos vemos en los bares!