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Disco.
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Por: Xeina Phi.
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Serena tiene los ojos bien abiertos, trata de dilucidar si Seiya le está tomando el pelo, pero él la contempla con esos zafiros que la deslumbran, y por un momento siente que le tiemblan las piernas al verse expuesta ante la sinceridad de su mirada. Observa de reojo a su grupo de amigas, que están ahí pegadas como muéganos junto al portón de entrada. Fingen estar viendo con suma atención la libreta de tareas de Amy. Sí como no. Si son unas cotillas que circundan el área para captar cualquier cosa.
—¿Y a qué hora sería eso? —pregunta con fingida curiosidad, aunque en la punta de la lengua ya tenga el sí.
—A eso de las nueve de la noche.
Pánico, euforia, angustia, curiosidad, culpa, miedo, alegría. Seiya es capaz de leer todo eso en la mirada de Serena.
—¿Y no crees que es muy temprano? —replica con ironía y llama la atención del grupito que está rotando alrededor de ellos, que no más de saberse descubiertas vuelven a enterrar la cabeza en las notas de Amy como avestruces.
—Si por mí fuera iríamos antes, pero número uno: no quiero que desaires a tus amigas, que claramente siguen esperándote —enlista Seiya desviando su rostro a la posición de las chicas, siendo ignorante de que están más promovidas por captar en su totalidad la conversación que mantiene con Serena, que la fiesta sorpresa en sí misma—, y número dos: el evento comenzará a esa hora.
—Pues déjame decirte por adelantado que mis padres no me darán permiso —refunfuña cruzada de brazos y con los mofletes inflados como globos.
—Bueno, podría ir a hablar…
—¡No te preocupes, Serena! —Salta Mina de la nada—. Puedes decirle a tus padres que te quedarás a dormir conmigo.
—Pero, Mina... —Trata de objetar cuando Seiya ya se está marchando.
—Nos vemos, Bomboncito —dice con un deje de diversión alzando la mano en señal de despedida—. Y gracias, Mina —agrega guiñando un ojo que deja a su compinche derretida en la acera.
La fiesta sorpresa transcurre entre serpentinas de colores y un feroz interrogatorio. Serena como buena cabezotas que es, no abre la boca más que para embadurnarse las mejillas con el betún del delicioso pastel de Lita.
—Bueno, muchachas. Serena no nos dirá nada, y hace bien. Mejor disfrutemos del resto de la comida —dice Amy conciliadora, aunque se muerde la lengua.
Rei y Mina la fulminan con la mirada, sus ojos brillan ávidos por la valiosa información que les es negada. No obstante, bajan los hombros resignadas.
—Supongo que pudiste haberte negado —suelta Rei mordaz.
—O será que solo estás celosa —le pincha Serena perfilando su rostro.
—Tú tienes a Darién —escupe las palabras con un regusto a veneno que le amarga el paladar. Rei sabe que ha metido la pata hasta el fondo cuando se encuentra con el rostro abatido de Serena—. Yo, no. Lo que quería decir es…
—Descuida, Rei —dice alicaída levantándose, limpiando sus mejillas con la manga de su suéter—. Tienes razón. —Sonríe e intenta reprimir las ganas de llorar. Sonríe pensando en que su novio no se ha comunicado con ella porque está ocupado, y sonríe para negarse a sí misma que moría por salir con Seiya—. Muchas gracias, chicas. Todo estuvo muy rico, la pasé muy bien.
Mina observa su silueta alejarse con un nudo en el pecho, ideando la forma de ayudar a su amiga.
La casa de Serena está desierta cuando llega. Sobre la encimera encuentra una nota de felicitaciones y en el horno un delicioso pastel de chocolate. Al parecer sus padres habían salido al teatro sin ella para variar. Le extraña que Luna no salga a su encuentro. La explicación viene cuando suena el teléfono.
—Ahm, ¿Serena? —La voz de Mina suena tímida del otro lado del auricular.
—Estoy bien —le aclara mientras juega con la nota entre sus dedos.
—Le he dicho a tus padres que pasarás la noche en mi casa.
—Pero, Mina…
—Pero nada, señorita necia. Sé que quieres ver a Seiya. Así que anda, quita esa cara triste y mejor busca que ponerte. —Serena casi puede percibir la sonrisa de su amiga del otro lado de la línea—. Y no te preocupes por Luna. La gran Mina ha pensado en todo, pero date prisa que no falta mucho para la hora de la cita.
Con una gran sonrisa en el rostro y sintiéndose más animada, Serena corre a su alcoba. Aunque la euforia del momento le dura muy poco, pues después de hurgar en su clóset no logra encontrar nada que satisfaga sus gustos. La mayoría de sus prendas son demasiado aniñadas, y ella ya no es una niña. Quiere ser audaz, sentirse atractiva, y por qué no, impresionar a Seiya, impresionarse a sí misma.
Encuentra un par de conjuntos al fondo, se prueba uno frente al espejo y lo arroja a la cama con disgusto, lo mismo pasa con las demás prendas. Casi derrotada, saca el último de sus vestidos, uno que no veía desde la secundaria. Serena larga un suspiro, ese no le va a quedar, y aunque lo hiciera, no se lo pondría ni aunque su vida dependa de ello. Lo acomoda con cuidado en el fondo de su armario, cuando escucha un golpe seco en el suelo. Un destello rosado parece brillar entre un par de blusas; es su vieja pluma de transformación.
Que bellos recuerdos, Luna se la había regalado para poder disfrazarse de cualquier persona. Fue una herramienta muy útil mientras desenvolvía sus primeras misiones como Sailor Moon.
—¡Lo tengo! —exclama mientras toma la pluma entre sus dedos y pronuncia—: ¡Poder lunar, vísteme como una mujer!
Su propia imagen la deja sin palabras; sus piernas torneadas enfundadas por las medias negras con liguero, su minifalda que resalta sus caderas, el top blanco que hace lucir su cintura estrecha, y la torera roja. Aún estupefacta, pasea su mirada a través de su figura. Se ve despampanante. Da un par de brinquitos y el repiqueteo de sus tacones la emociona. No es la magia de la pluma, ella en verdad posee ese cuerpo, el cuerpo de una mujer.
Serena se acomoda sus cabellos, le agrada el contraste de los mechones rojos en su melena verde.
—Me pregunto si Seiya podrá reconocerme —se pregunta con una risita juguetona.
Seiya llega puntual. Trata de acomodarse la cazadora de cuero negra, cuando la ve salir. Se queda sin aliento, y por primera vez siente las orejas calientes al estar frente a ella. Quiere decir cualquier cosa, lo que sea, pero sus ojos no coordinan con su cerebro que trata de discurrir entre articular una palabra o seguirla viendo en detalle de pies a cabeza.
Serena se ruboriza ante su mirada.
—¡Wow, Bombón! ¡Te ves increíble! —exclama, tratando de mantener la entereza y no saltarle encima, justo como lo haría un león con su inofensiva presa.
—Tú también te ves guapo —corresponde. Y solo dios sabe que es cierto, los vaqueros ceñidos a sus fuertes piernas, la cazadora que realza su ancha espalda, y sus botas, lo hacen ver como todo un rock star.
Quizás es el calor del momento, la adrenalina por salir prácticamente a escondidas, o que esa sea en toda regla su segunda cita. Lo que provoca en Seiya una revolución hormonal que no puede controlar, enfrentándolo a nuevas emociones, a sentimientos nocivos y voraces. Nunca ha sentido tanta urgencia y necesidad de estar junto a una persona, ni siquiera en su natal Kinmoku. Así que toma a Serena de la mano y la conduce a su auto.
Durante el trayecto bromean y se lanzan miradas cómplices. Seiya solo suelta a Serena cuando se ve forzado a virar en alguna intersección. «Benditos autos automáticos», piensa cuando vuelve a entrelazar sus dedos con los de ella.
—¿Así que esta fue tu genial idea para mi cumpleaños? —Serena lo mira con suspicacia mientras el cadenero les permite el acceso.
Las luces de colores encandilan a Serena, de alguna forma el club le resulta más seductor que la última vez.
—Me di cuenta de que eres una excelente bailarina, Bombón. Así que quise traerte a esta competencia de baile —explica sobreponiéndose a la música que los envuelve.
Hay algo que hace corto circuito en la cabeza de Serena, la palabra "competencia" no es parte de su léxico.
—¡Seiya, eso no es una buena idea! —grita aterrorizada. Y es entonces que todas sus inseguridades la asolan, llenándole la cabeza de dudas.
—Bombón, confía en ti. —Seiya la toma por los hombros, mirándola con ese brillo vehemente que a Serena le cuesta leer—. Además estamos aquí para divertirnos.
Serena lucha para que su cabeza no se divida en dos. Quiere quedarse y divertirse nada más como le dijo Seiya, y al mismo tiempo quiere ganar, siente que puede hacerlo. Sonríe y desvía su mirada a la pista de baile donde ve a una pareja que es el centro de atención de todos. Sus mejillas se tiñen de rojo inevitablemente, pues son dos jóvenes muy bien parecidos y tan diferentes entre ellos que resulta casi hipnótico verlos. Mientras que uno podría deslumbrar a cualquiera con su sonrisa, el otro pareciera odiar al mundo en general con su aura déspota y despectiva.
—Ah, veo que también caíste en sus redes —le rezonga Seiya al oído—. Ellos son la pareja invicta.
—Ya veo. Son muy buenos —reconoce. Los observa un poco más, y sus ojos tropiezan con un par de rocas pétreas que parecen perforarle el alma. Siente como se le enfría la sangre—. Aunque el moreno da miedo. Sus ojos son muy fríos. —Retrocede un par de pasos en un acto reflejo. Entorna los ojos y posa su mirada en el chico de cabellos alborotados y ojos azul cobalto. Es casi cómico como es que su expresión muta a una totalmente embelesada—. El rubio en cambio se ve muy cálido, amigable. Eso sí, los dos son muy apuestos.
—¿De que hablas, Bombón? —farfulla Seiya indignado—. ¡¿Qué va a tener de guapo el cara de huele pedos ese?! Te lo juro, me da la impresión de que cuando se enoja le sale sangre de los ojos. Me compadezco de su novio en verdad, es un buen tipo.
Serena ríe divertida. Y es entonces cuando logra apreciar en los zafiros de Seiya algo parecido a los celos, aunque descarta la idea tan rápido como llega para ocuparse de algo que reclama su atención de inmediato. Se gira para quedar frente a él y pregunta con recelo:
—¿Y qué canción vamos a bailar?
—Ya lo verás, Bombón. —Su semblante es confiado, casi arrogante—. Tú solo déjate llevar cuando llegue el momento.
Serena entorna los ojos.
—No me digas. Seguramente es una canción de tu grupo.
—Eso sería demasiado injusto, ¿no lo crees? —replica socarrón.
La música que ambienta el sitio se detiene y el concurso da inicio con el anuncio del DJ. Serena siente que tiembla como gelatina. Las parejas hacen gala de sus mejores pasos y coreografías claramente ensayadas. Seiya la abraza por el hombro para infundirle confianza, no dice nada, pero es suficiente para apaciguarla.
—La siguiente pareja: ¡Seiya Kou y Serena Tsukino! —anuncia una voz estridente, y por un momento el barullo del lugar se detiene ante la presencia del integrante del grupo Three Lights.
Serena trata de normalizar su respiración. Cada paso que la acerca a la pista de baile va desencadenando su corazón que quiere salir a galope. Siente la adrenalina trepando por sus piernas poco a poco hasta sentirla en la garganta, y sin darse cuenta entrelaza sus dedos con los de Seiya. Cierra los ojos, quiere salir corriendo, quiere gritar, pero se aferra a Seiya como si fuera una especie de ancla que la mantiene con los pies sobre la tierra.
—Diviértete, Bombón —le dice íntimo, muy cerquita, para que solo ella pueda escucharlo—. Ahora, vamos a quitarle a Uchiha su racha de victorias.
Serena abre los ojos lentamente y le observa sin parpadear, él le dedica esa mirada que no le transmite duda alguna, que la impulsa, que hace que su corazón lata con más fuerza.
Asiente.
Seiya le sonríe en respuesta y hace una seña al DJ, que no tarda en reproducir: Disco de Surf Curse.
Los acordes de la guitarra llenan el silencio en una cadenciosa melodía. Le resulta extraño al principio, la sensación es casi surreal, como si no estuviera en control de su propio cuerpo. Es como la electricidad recorriendo sus venas, las manos de su pareja la conducen, se pierde en lo resplandeciente de sus zafiros. Aún no se lo explica, pero siente que Seiya le dedica cada verso y estrofa.
Seiya siente las puntas de sus dedos arder cuando toca la piel desnuda de la cintura de Serena. Se pierde en sus ojos, aquellos que le colman el alma de una paz inexplicable, de una calidez que abraza sus entrañas. Dan vueltas, sus manos y brazos tejen movimientos intrínsecos en un misterioso lenguaje de amor del que no parecen ser consientes. Las luces giran alrededor de ellos, con algo parecido a la magia, y de repente están solos, en ese pedacito de mundo que pueden reclamar como propio mientras los últimos acordes se extinguen.
Un aplauso ensordecedor los regresa a la realidad. Sonrojados, aunque portando la mejor de sus sonrisas, dejan la pista de baile para dar paso a las siguientes parejas.
Serena estruja la mano de Seiya con fuerza cuando el dueño del club nocturno se pone en el centro con un trofeo dorado entre sus manos. Seiya quiere protestar ante el dolor al ver como sus dedos se ponen púrpuras, pero él también está igual o más nervioso que ella, y primero muerto antes que admitir que Seiya Kou está inquieto por algo.
El hombre de mediana edad y de origen sudafricano se aclara la garganta.
—Bueno, ha sido una noche llena de sorpresas —enuncia con una sonrisa—. Quiero agradecer primero que nada a todas las parejas que rasparon las suelas en la pista. Ha sido particularmente difícil escoger a los ganadores, pero hemos deliberado y decidido que la pareja ganadora es…
La madrugada se siente fresca. Las hebras verdes con toques rojizos ondean con el viento, enmarcando el rostro de Serena, que tiene bien sujeto el trofeo entre sus brazos. Seiya sonríe cuando le pasa un par de mechones atrás de la oreja. La luz de la luna brilla con más intensidad que nunca sobre el rostro de su Bombón.
Están afuera de la casa de Mina.
—Feliz cumpleaños, Bombón —dice mientras la envuelve entre sus brazos.
Serena suelta el trofeo para corresponder con el mismo brío. El olor de la colonia de Seiya y la calidez de su piel, le provoca mil sensaciones difíciles de describir. Solo sabe que siente los aleteos de las mariposas con una intensidad casi abrumadora.
—Hay un último regalo que me gustaría hacerte, Bombón. —Se separa de ella solo un poquito, y sin que pueda evitarlo su mirada se desliza por sus labios carmín. Serena sostiene el aliento—. Pero solo puedo dártelo si tú lo aceptas.
Serena sabe a qué se refiere. Lo ve reflejado en el brillo febril de sus pupilas. Lo siente en los vellos de la nuca que se le erizan al calor de sus yemas. Y entonces, ladea el rostro ofreciendo sus labios.
Se besan con la mirada antes de que sus bocas se encuentren en un sutil roce, tímido y sosegado. Serena abraza a Seiya por el cuello, profundizando el contacto. Sus alientos chocan. La curiosidad no remite, se dan un beso más y otro más, hasta que sus respiraciones se agitan. Hasta que deciden parar antes de que sus cuerpos tomen la iniciativa y la razón sucumba.
El trofeo regresa a las manos de Serena.
—Sin ti esto hubiera sido imposible, Bombón. Quiero que lo conserves. —Señala el trofeo. Su voz aún está enronquecida.
—¿Pero de qué hablas? —replica escandalizada—. Tú hiciste todo, yo solo me dejé llevar.
Seiya niega con la mirada afable.
—Ya te lo había dicho. Eres una excelente bailarina. —Le toma su única mano libre—. Nunca dejes que nadie te diga que no puedes. Nunca dejes que tu estrella se apague.
Serena vuelve a sonrojarse.
Seiya gira sobre sus talones.
—Seiya —le llama—. Gracias, este ha sido el mejor cumpleaños de todos.
—Lo sé —dice resuelto avanzando a su auto.
El vehículo se pierde al doblar en la esquina y la magia de la pluma se desvanece en medio de un destello multicolor. Serena sostiene con fuerza el trofeo antes de saltar al balcón y adentrarse en la habitación de Mina.
Fin.
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Notas.
Este shot lo escribí para el cumpleaños de Serena, pero me enfermé por esas fechas y me fue imposible terminarlo. Después pensé en publicarlo para el cumpleaños de Seiya, pero no me había gustado del todo como quedó y decidí cambiarle algunas cosas.
Como habrán notado, la pareja invicta son nada menos y nada más que Naruto y Sasuke. Se me ha hecho una especie de malsana costumbre incluir algún personaje de Naruto en mis fics de SM. No sé si esto vaya a ser algo recurrente, pero me gusta hacerlo mucho.
Gracias por leer y cualquier review con su opinión es bienvenido.
