Hola!

Traigo otro shot de parte de esta pequeña serie.

Ya tenía varias semanas con esta idea en la cabeza y ahora salió.


Angust: Día 4 "Llanto Emergente"

"Larga vida al Rey"


A los 35 años de estar juntos, murió Micah, bastante mayor y dueño de sí mismo... La mayoría del tiempo. Y Bow ya tenía 56 años.

Cada año, cada día, Glimmer atesoraría los momentos al lado de su padre. Y ahora que no era la primera vez que se enfrentaba al adiós eterno, quisiera decir que fue más sencillo. Pero no fue así. Todavía les quedaban George y Lance. Su familia era cálida y amplia. Estaban todos sus amigos, y quizás lo más importante, su esposo.

Glimmer pensaba a veces en el portal y como Angella se había desvanecido para que todos pudieran tener una oportunidad. Se le oprimía el corazón con el dolor del recuerdo, y ahora también con agradecimiento. Más recientemente, con temor. No le había dicho a nadie sus inquietudes, porque no podía expresarlas y en realidad tampoco había nadie que las entendiera.

Recordar a Angella ya no era propiamente doloroso, en cambio era turbador por una razón. Glimmer era mitad inmortal. Antes esa palabra no tenía significado; era sinónimo de grandeza y magnificencia, de todo lo portentoso asociado a su madre, no una cualidad abstracta y transferible. Al pasar los años, el tiempo obligó a Glimmer a internalizar que era hija de una inmortal. Y la gente a su alrededor, no.

Cuando Angella sonreía semejaba una belleza juvenil. Cuando presidía era una mujer madura y severa. Cuando fruncía el ceño, preocupada, podía tener cualquier edad.

La reina se miraba al espejo al pasar los años y se miraba igual que hace diez, quince o veinte. En algún punto se congeló. En sus veintimuchos, treinta y pocos. No fue tan preocupante al principio y más al darse cuenta que Adora, a sus 60, todavía se veía en sus cuarenta. Su cabello había clareado pero no encanecido y su rostro maduro, no tenía ninguna marca, solo al sonreír se le veían las líneas. Catra también era una rareza, congelándose también en sus cuarenta.

Bow en cambio, gallardo y apuesto como siempre, avanzaba por el tiempo con dignidad y soltura. Tenía una figura todavía envidiable a cualquier edad. Todos los días le recordaba a Glimmer que la vida es hermosa e injusta, demasiado corta. El rostro moreno estaba cubierto de las líneas de su sonrisa fácil y dispuesta, sus rizos castaños ahora eran plateados, su bigote perdía la lucha contra el blanco, pero seguía siendo fiel contendiente de Seahawk.

La séptima y octava década de sus vidas llegaron y se fueron, llevándose con ellas a Lance y George, con pocos meses de separación, porque no podían estar lejos uno del otro. En la despedida, estuvieron rodeados de sus hijos, una pequeña porción de todos los nietos y bisnietos de la amorosa pareja. Esos hijos también eran mayores ahora.

Glimmer desearía tener la oportunidad de preguntarle a Angella cómo manejó la soledad, la impotencia. Los años vacíos que se avecinaban.

La novena década se acercaba a pasos agigantados para Glimmer, pero solo era su paso inexorable, ni lento ni rápido: desdibujados entre los viajes, las risas, los nietos propios, las despedidas inevitables de amigos entrañables. Ni Adora ni Catra asemejaban la edad que tenían y Glimmer a veces las envidiaba. No, el único que envejecía era su amado esposo, el agradable sujeto común.

—¿Qué pasa, Chispitas?— Glimmer no sonrió ni un poco ante el viejo sobrenombre. Eso inquietó todavía más a Catra.

Escuchó sorber a la reina y buscó mientras se acercaba rastros de lágrimas, pero los ojos violetas estaban secos.

—Solo estoy estresada. La Asamblea General es la semana que entra y todavía hay mucho que preparar.

Restaurar la magia en el universo era una misión loable y titánica, descubrieron después de unos años. Viajar por la galaxia consumía mucho tiempo, incluso con los motores relativistas que Entrapta había desarrollado junto a Hordak y otros clones. El universo era vasto e igual sus culturas. Era un trabajo duro, que el escuadrón de mejores amigos tomó como meta de vida. Se formó la Coalición Interplanetaria de Culturas Unidas, presidida por Etheria y manejada por todo un conjunto de seres diversos. Glimmer seguía siendo la reina de Luna Brillante, pero en función de virrey, Elliot, su primogénito, era quien gobernaba Luna Brillante. Quien a sus casi 60 años, se veía realmente joven. Era un cierto alivio para Glimmer, darse cuenta que la sangre inmortal se iba diluyendo con cada generación. Quizás no al paso que a ella le gustaría y entendía que era una herencia poderosa que a lo mejor nunca desaparecería del todo, pero una vida larga, en vez de la promesa de nunca morir, le sonaba mejor en un mundo donde ya no abundaban los inmortales.

—¿Glimmer? ¿Segura que es solo eso?— Catra se le acercó desde atrás, buscando la mirada de la reina, que se mantenía, obcecada, en el horizonte desde el salón del trono.

—Sí, solo trabajo...— Pero ella no volvía la mirada.

—Puedes hablar conmigo, con Adora, con Bow... Él está realmente preocupado— Y aunque las palabras de Catra eran amables y cálidas, Glimmer la volteó a mirar con ardiente intensidad en sus ojos y CAtra agachó las orejas, sorprendida por la reacción.

—¿Crees que no sé que mi esposo está preocupado?— Le espetó fuertemente. Y sus ojos ya no contuvieron las lágrimas. —¡Preocupado por mí! Cuando es él el que está muriendo— Catra no se esperaba esto, era una idea que alguna vez había discutido con Adora, pero nunca se habían metido en esto con la otra pareja, porque era muy personal. Encogió las orejas todo lo que pudo y Glimmer recibió flashes de otro tiempo cuando era común que Catra se mostrara tan herida por simples frases. Le quemaba que la gata se viera tan igual —Cada día que pasa, él está muriendo un poco más— Sollozó Glimmer. Con un movimiento de la cola furioso, Catra despidió a los guardias que custodiaban el Salón del Trono.

—Sabemos que el esta bien, Glimmer, no tienes que preocuparte por él. Todo estará bien—

—No puedes asegurarlo— Pero la reina se dejó envolver en los brazos de su amiga.

—Claro que podemos, Glim. Todo estará bien mientras estemos juntos— Y Catra se arrepintió de sus palabras tan pronto como las dijo, provocando más dolor en su amiga, y sintiendo sus ojos ardiendo y su pecho doliendo también. Era consciente del envejecimiento de su mejor amigo. Glimmer no era la única que veía el tiempo pasar por sobre sus amigos, sus seres queridos.

Scorpia y Perfuma se habían marchado hacía unos años, y aunque sus hijas eran su viva imagen, no eran con quienes Catra había gozado y padecido. Pero todavía tenía a Adora y Entrapta, fuera de los reyes.

—¿No has hablado con él? Entrapta tiene ese invento... Lazar— El llanto de la reina era un desgarrador sentimiento silencioso.

—Sí... No quiere hacerlo. Dice que entiende los principios, pero que no someterá a su cuerpo a ese proceso. Ya sabes cómo es cuando está convencido de algo— Vaya que Catra lo sabía muy bien. —Lo siento, Catra. No quería... desquitarme contigo. Solamente necesitaba un momento— Y en sus ojos cansados, la magicat podía ver el peso de los años, pero no así su paso. Glimmer se veía casi exactamente igual que cuando la rescató de ese tirano loco hace tantas décadas.

Gracias a lo que recuperaron de la nave nodriza de Hordiano y los recuerdos fugaces y revueltos que tenía Catra, sabía que los clones envejecían muy lentamente, sostenidos no solamente por su genética superior, si no por el líquido nutricional con el que se alimentaban, el cuál Hordak y Entrapta habían logrado reproducir con los años y aplicarlo en un proceso en otros cuerpos y ya no solo en los clones. Entrapa se sometía cada tantos años al proceso, porque la vida la maravillaba y estaba dispuesta a seguir estudiando los misterios del alma, el universo y la magia. El cuerpo de Hordak no había vuelto a decaer gracias a ello también. Y cualquiera que quisiera, podía acceder a él.

Sin embargo, estaban rodeados de almas sabias y en paz, satisfechas con su tiempo concedido.

Lazar se ocupaba más como instrumento paliativo que como sucedáneo de vida eterna. Aquellos muy enfermos son los que buscaban alivio a sus padecimientos y así poder pasar su tiempo restante sin dolor.

—Quizá las tres podamos hablar con él— Catra envolvió también con su cola a Glimmer, tratando consolarla con todos sus medios— Nosotros tampoco queremos que nada le pase.

La reina se dejó convencer y siguieron hablando un poco. Después de la Asamblea General Intergaláctica, el Escuadrón de Mejores Amigos tendrían una intervención.

—Así que por eso Glimmer había estado triste— Las esposas estaban acostadas y abrazadas, Adora jugando y acariciando distraídamente el pelo de la mejilla de Catra, donde tenía sus glándulas, y era relajante —No creo que Bow haya cambiado de opinión— Dijo la princesa del poder.

—Debemos intentarlo, por Glimmer. Se veía realmente afectada— El ronroneo de Catra llenaba la habitación.

—Ni siquiera puedo imaginarme estar en su lugar— Y Adora la acercó más a su cuerpo. —Después de tanto tiempo, no quiero perderte.

—Y nunca lo harás, Adora. Siempre estaré contigo.

Sus hijos ya habían crecido y ahora tenían sus propias vida y familias, y Adora y Catra los visitaban de vez en cuando. Estaban en su habitación de Luna Brillante, a donde habían regresado a vivir después de muchos años de vivir en su cabaña en los Bosques cercanos. Y durante casi quince años prácticamente habían vivido en Darla, viajando de planeta en planeta, consiguiendo información para Entrapta y tratando de rastrear los restos del imperio de los Primeros. Pero en serio se habían llevado sus secretos a la tumba.

La Asamblea fue rutinaria: algunos problemas con las colonias más lejanas de Etheria, cambios de gobierno y distribución de recursos. Nada a lo que ellos no estuvieran habituados. Pero a pesar de su excelente condición para su edad, a sus 89 años, Bow ya se cansaba más.

Regresaron sin problemas a Luna Brillante en Darla, con una Entrapta que no se veía mayor de sus cincuenta años. Seguía estando en gran forma, gracias a cargar su propio peso todo el tiempo en sus coletas, y aunque su animo se había moderado, no así su amor por los descubrimientos. Viajaban los siete en quietud: Entrapta, Hordak, Adora, Catra, Melog, Glimmer y Bow. Ya no había más extrañeza en su trato y de hecho, era una de las más comunes partidas de viaje que Darla solía alojar. Darla o Etheria, cualquiera de las dos era su hogar. Hordak, todavía mucho más alerta de ciertos comportamientos que su compañera, los llevó a estudiar un viejo grimorio que rescataron de Krytis en un viaje posterior.

Bow, que estaba tranquilamente monitoreando la ruta, se vio ligeramente sorprendido por sus tres amigas, que seguían asombrándolo con su juventud y belleza, pero no en sus emboscadas. Quizás ya no era tan perspicaz, sin embargo, no podías ignorar la experiencia.

—Todavía recuerdo lo nervioso que estabas esa vez, tratando de no chocar contra los asteroides— De eso ya setenta años. Y de vez en cuando, todavía era motivos de comentarios. La voz de Adora era juguetona, pero no engañaba a Bow.

—Y creo recordar que cierta persona solo quería evitar que atraparan a su gatita— Contraatacó con humor.

—¡Oye! ¡Escuché eso, Bow! ¿A quién le dices gatita?— Catra se colgó del hombro de Adora, quien traía una bandeja llena de panes calientes, una de las especialidades espaciales de Glimmer.

—A cierta gatita escaldada que no quería salir de su habitación— Catra le siseó, la edad solo había vuelto arrogante a este igualado.

—¡Tranquilos! Traigo lo justo para seguir recordando— Llegó Glimmer con otra bandeja, y aunque habían agregado otras amenidades al puente, decidieron sentarse al suelo, justo como hace tantos años.

A pesar de su intercambio, Catra, que era la que tenía las manos libres, ayudó a Bow a sentarse junto a ellas, ya que aunque fuerte, su cadera y rodillas ya no eran tan agiles.

—Me sigue asombrando cada vez que cocinas. Esto está delicioso, Glimmer— Bow rio con su voz grave y rasposa por la edad.

La reina, que seguía muy sensible, no pudo encajar el comentario y derramó sus lágrimas sin recato. Catra movió su cola incomoda, hasta que la apretó en un muslo de la reina. Bow se veía arrepentido, solo quería hacer un comentario jocoso. Estaba consciente que algunas veces, las posibilidades, podían de más contra Glimmer.

—Lo siento, amor. No quería... Por favor, no llores— Levantó su mirada preocupada hacia Adora y Catra.

—Bow, sabemos lo que piensas de Lazar, pero si existe la opción...— Empezó Catra y la mirada del hombre se endureció aunque no perdió su calidez. Abrazó a Glimmer.

—No estoy enfermo, chicas. Lo siento de verdad, pero esto es solo natural. Se que no lo notan igual que yo, pero ustedes también han envejecido. Y está bien, es lo correcto. No podría estar más feliz y agradecido de la vida que he tenido— Bow era contundente en su decisión.

—Sé que es tu vida, Bow. Solo piénsalo un poco— Intentó abogar Adora.

Y el llanto de Glimmer se incrementó.

—Eres tan egoísta. Todo lo hemos hablado. Siempre hemos negociado y hablas de los limites... ¡Y ahora solo quieres dejarme sola!— El semblante de Bow estaba lastimado y Adora y Catra ya no sabían si debían decir algo más. La reina salió del puente y Bow no pudo levantarse lo suficientemente rápido.

—¿De verdad creen que este siendo egoísta?— Preguntó a las esposas.

—Creo que es tu decisión y que Glimmer la respetara hasta el final— Le respondió con el corazón en la mano Catra, y el viejo rey volteó a ver a su otra amiga. Sus ojos amables y cansados pedían por toda su sinceridad.

—Para mí, desde el principio han sido los dos, Bow. Y recuerdo lo preocupado que estabas por Glimmer cuando no la podíamos recuperar de Hordiano. Siento que deberías pensar un poco más en la posición de Glimmer— Y él lo hizo, recordó esas duras semanas sin saber si recuperaría a su mejor amiga.

—¿Ustedes que harían?— Las dos le regalaron una sonrisa triste y consciente.

—Ya lo sabes, tomaría cualquier opción para estar un poco más con Catra— Y Adora la envolvió con un brazo sobre los hombros.

—Yo he estado en los dos extremos. Cualquier cosa para estar un momento más con ella, y apoyarla hasta el final si es su decisión... Su libre decisión. Aunque me mate— Catra tomó a su esposa del mentón y compartieron un beso rápido.

—Gracias a las dos— Dijo con una sonrisa pensativa Bow. No importaba el tiempo, todavía podía aprender mucho. Y cambiar de opinión.

—Bow— Lo llamó Adora mientras lo ayudaban a ponerse de pie y llevar las bandejas a una mesa —Si no quieres intentar con Lazar... Podríamos intentar con la espada. Es decir, es cierto que no estás enfermo, pero quizá...

—Lo pensaré, Adora. Gracias otra vez. Voy a buscar a Glimmer. Ya debe de estar más tranquila.

El octogenario fue hasta la que era su habitación habitual en Darla y se encontró a su esposa en la cama, encogida viendo hacia la pared.

—Glim— Llamó con cuidado y cuando ella no respondió, se sentó al borde de la cama y le acarició lentamente la cadera, maravillándose todavía de su figura.

—No digas nada. Ya sé que estoy siendo la reina del drama, pero si tú puedes escoger eso yo puedo ser la reina del drama tanto como quiera— Le dijo necia, con la voz dura. Bow supo que estaba dolida, molesta, frustrada y muy triste. Pero como dijo Catra, respetaría y apoyaría su decisión.

Claro que algunas veces había pensado en su inevitable muerte, y lo que significaría para su compañera de vida. Su mejor amiga. Y pensó, ingenuamente, que Glimmer lo había aceptado con la misma templanza con la que Bow veía su propio fin. Ahora se daba cuenta que solamente había ocultado muy bien de él sus preocupaciones. Sabía muy bien que Glimmer no estaría un día sola mientras sus amigas tuvieran vida. El problema es que también sabían que quinientos años para la pelirosa no eran nada, y aunque sus amigas todavía se veían muy bien, tal vez tantos siglos ya serían demasiado para ellas. Seguramente la reina en algún momento, como ya les había tocado algunas veces, tendría que enfrentarse a la muerte, al adiós, pero de su circulo más íntimo.

—Tienes razón— Glimmer solo se apretó más, lejos de Bow —En todo.

—No tienes que ser condescendiente— Le respondió obstinada. El arquero sabía que estaba muy lastimada, pero Glimmer lo escucharía.

—No lo soy, amor. Yo creía otras cosas, pensé sin preguntarte en realidad cómo te sentías, en el fondo. Se que eres feliz pero no es todo lo que habita en tu corazón. No importa lo que pase, lo haremos juntos. Y lo haré, lo intentaré.

Glimmer no podía creer lo que estaba escuchando.

—¿Qué?

—Adora y Catra... Tienen más experiencia con esto. Y les pregunté. Y creo que tienen un punto. Tú también— La esperanza ardiente de Glimmer se templó un poco por el tono cauto. Y ya no podía regresar a su lugar acostada en posición fetal, era presa de la mirada cálida de su esposo. —Esta decisión es mía, sí, pero te afecta tanto como a mí. No quiero intentar con Lazar. No es nada contra Entrapta... solo no me gusta ese líquido verde— Dijo al final en voz baja.

—¿Entonces, cómo?

—Adora. Lo intentaremos con la espada. Glimmer, no sabemos lo que pasara porque Adora nunca lo ha hecho de ese modo. Pero lo intentaré y que sea lo que tenga que ser. ¿Podemos acordar en eso?— La voz de Bow era pequeña, firme de algún modo, reteniéndose solo lo necesario para que Glimmer supiera que este era su propio limite, aunque daría más si ella lo requería.

Ella lo abrazó con fuerza, lo sostuvo como un naufrago a la orilla.

Lo intentarían y eso haría todo por callar su corazón necio. Bow lo intentaría.

El viaje en Darla de regreso fue tranquilo y cuando la pareja real anunció su decisión, Entrapta estuvo más que contenta de ofrecerse a medir todos los datos que pudieran resultar de este intento.

Una vez de vuelta en Luna Brillante, preparados en las cámaras reales, Bow aguardaba recostado en su cama.

Adora, transformada en la diosa de dos metros y medio, estiró la mano, llamando a la espada y la magia. Glimmer esperaba unos pasos atrás, sostenido por Catra, tanto para retenerla como para apoyarla, pero para Catra no había duda posible. Si She-ra la había traído de la muerte, un simple envejecimiento no iba a ser ningún reto.

Bow miró a la diosa a los ojos y asintió secamente. Adora también asintió, se sentó al lado de Bow y con la espada en una mano, puso la otra sobre el pecho de su amigo. Los dos brillaron con mayor intensidad a cada segundo, hasta que fue demasiado. De la luz surgieron los dos. Y el grito de emoción de Glimmer casi deja sorda a Catra. Por lo menos, Entrapta estaba en la otra habitación con su instrumental para monitorearlos aunque también escuchar su entusiasmo y rápidos murmullos sobre implementar mejoras en Lazar con los descubrimientos que acababa de hacer.

Bow reía admirado. Se sentía tan bien.

La cara de superioridad de Catra apenas rivalizaba con la gran sonrisa de Glimmer. Adora se veía un poco apenada, no sabía si ella era directamente la causa, si exageró un poco en las ganas de rejuvenecer a su amigo, pero Bow se veía apenas pasados sus veinte, visiblemente más joven incluso que Glimmer.

Las lágrimas catárticas y liberadoras de Glimmer eran repentinas y totalmente comprensibles. Se comía en besos dulces y ligeros a su esposo mientras no dejaba de agradecerle a Adora.


N.A.

Siempre es interesante pensar cómo lidian los inmortales con sus compañeros mortales.

Al principio me iba a decantar por usar la tecnología, pero al final, el show nos habla de que la magia es amor. Y solo el amor sincero iba hacer cambiar de opinión a Bow. Ese chico que es tan maduro, consciente y respetuoso de otros y de sí mismo, que no iba a permitir que el primer beso que compartiera con Glimmer fuera en medio de la desesperación, coaccionada por la desesperanza en medio de la batalla, en una explosión de sentimentalismo, que aunque sincero, sería abrupto. Bow solo compartiría su primer beso con Glimmer en medio del más consciente consentimiento posible. Aunque fuera probable que fueran a morir.

Entonces no creo que la muerte inevitable, sea un obstáculo para que Bow mantenga sus principios.

Espero que les gustara. uwu