Para: IreneGarza.
One Shot inspirado en un fan art de Irene Garza a quien hemos decidido hacer un tributo por su increíble trabajo como escritora, traductora y creadora de fan arts. Pueden encontrarla en:
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AO3:IreneGarza
TODOS LOS PERSONAJES PERTENECEN A JK ROWLING
EL YING Y EL YANG
(Asuka_IRA en AO3)
No sabía cómo habían llegado hasta este punto, pero sin duda era algo muy curioso y contradictorio. No sabía decir si se parecían o eran totalmente diferentes; lo que sí podía decir es que se complementaban, había un equilibrio tan natural entre ellos, difícil de comprender hasta que se les veía juntos, ¿quién lo diría?
Todo había comenzado con un tropiezo en plena calle por ir apresurados y ensimismados. Habían pasado años desde la última vez que se vieron y tenían la sorpresa del momento presente en sus rostros.
Se habían disculpado uno con el otro para seguir cada uno por su lado ese día, pero pronto otro incidente había ocurrido: volvieron a chocar al querer entrar a una heladería. Ella había estado a punto de caer de espaldas y él la sostuvo firmemente tomándola de ambos brazos con sus grandes manos. De nuevo la sorpresa se hizo presente para dar paso a una gran carcajada por parte de ella y después de unos momentos de confusión en el rostro de él, una leve y suave sonrisa se extendió por su rostro; la tensión que pudo existir se disolvió y el último helado de chocolate con cerezas lo cambió todo.
Desde entonces, en sus más íntimos y pacíficos momentos, el helado de chocolate con cerezas era un requisito, siempre para compartir. Podía haber sido el día más terrible y desastroso para alguno de los dos, pero al final los problemas parecían desaparecer entre sus brazos en el piso del salón con una copa de helado y mirándose a los ojos en el más cómodo de los silencios, simplemente disfrutado el momento lejos del mundo, de la realidad y lo que venía con ella. Solo existían los dos en esos momentos, nada podía tocarlos.
Hoy sería la primera víspera de Navidad sin él y no estaba acostumbrada a estar sola en esas fechas. Era extraño, pero no podía recordar cómo se sentían las noches antes de él. No era dependencia, era solo que lo extrañaba cuando no estaba mucho tiempo en casa. Cuando se encontraron había sido como si algo en su ser por fin tuviera sentido, como si algo hubiese hecho click y simplemente no podía volver a lo que era antes. Donde ella era alegre, él era taciturno; cuando él se sentía abrumado, ella le daba paz. En las discusiones que tenían, siempre la dejaba expresarse mientras él la observaba silencioso, para al final exponer con calma sus puntos y terminar reconciliándose entre besos y helado.
Lo extrañaba ya y mucho; no estaba de ánimo para celebrar con multitudes, así que rechazó las invitaciones de sus amigos para que no pasara las fiestas sola.
Decidió que no se iba a dañar la noche por su ausencia y adornó su casa, arregló la mesa, cocinó algo especial para ese día y el siguiente. No se cambió de ropa por algo elegante; en cambio, solo se quedó en unas largas medias gruesas y un suéter ámplio rojo con su inicial al frente, regalo de la señora Weasley (él también había recibido uno), acomodó una frazada y unos cojines sobre la suave alfombra, se sirvió una copa de sidra fría y un plato con algo del banquete en él. Lo único que faltaba era el helado, pero no… eso no podría comerlo ya sin él.
Después de cenar y leer su libro favorito, se tendió bocarriba para ver el cielo nocturno a través del techo de cristal del salón del departamento; inmersa en sus pensamientos se quedó profundamente dormida, deseando que estuviese él también ahí.
Había sido una semana terrible y agotadora. Trabajar durante las fiestas era lo peor, pero no había podido hacer nada y le hacía sentir bien estar ocupado, porque de otra manera no dejaría de pensar en ella y esa no era una opción.
Había acelerado lo más que pudo sus asuntos en el exterior y así poder regresar a casa. Odiaba pasar solo las fiestas, pero odiaba más pasarlas solo y lejos.
Se apresuró a entrar al establecimiento y recoger su orden. Era tarde y en estas fechas era raro que hubiese servicio para comensales espontáneos u órdenes repentinas. Pagó y se dirigió a su casa que quedaba en la esquina contraria de esa cuadra; abrió la puerta dejando sus cosas en el perchero con su abrigo y antes de comer, necesitaba quitarse ese traje. Unos boxers y un suave pero abrigador suéter eran suficiente para estar cómodo esta noche; se dirigió a la cocina, sacó una copa, sirvió sidra en ella, y un poco de helado de chocolate con cerezas en un tazón, algo que siempre lo hacía sentirla cerca, y fue al salón para sentarse frente a la chimenea, junto a ella, con ella.
Se recostó del lado contrario a ella, solo sus rostros cercanos. Ella lo sintió acomodarse y abrió los ojos.
—Feliz Navidad —susurró él mientras la observaba intensamente a los ojos—. Traje helado —sonrió dándole un beso en la punta de la nariz.
Ella sonrió.
Abrió los ojos y ahí estaba él, su rostro frente al suyo, viéndola intensamente, enfundado en el regalo de la señora Weasley, sus ojos grises sobre los suyos y su brazo extendido jugando con sus rizos.
¡Había podido llegar de sorpresa!, su corazón se hinchó y sintió como si un peso se levantara de su pecho, como si pudiera respirar libremente de nuevo. No habían podido evitar separarse durante las fiestas por cuestiones inaplazables de su trabajo y eso la había entristecido bastante, pero él lo había logrado, había hecho todo por llegar con ella.
Sus vidas volvían a estar en equilibrio.
