Hola amigos, soy Yuzu Araki.

El día de hoy les traigo un nuevo aporte para Love Live y esta vez será una vez más para mi pareja menos tenida en cuenta favorita, las hermanitas Yazawa y el Nicomaki milf.

Si las madres de la pareja más popular de la primera generación Love Live (No sé si de toda la franquicia) pueden ser pareja al igual que sus hijas, ¿Acaso no podrían las hermanitas Yazawa tener su vínculo propio? Eso le daría un toque norteño a la cosa lo mismo con las hermanas menores de Honoka y Eli, las hermanas Kurosawa y Kazuno en Sunshine, las Konoe en Nijigasaki y las imouto de Kanon y Sumire en Superstar.

Así que, ¡Viva el amor norteño yuri! ¡Puro arriba el yuri, cabrones!

Bueno, ya explicado esto, comencemos con este tierno one shot.

Espero que les guste.

Yuzu y fuera.

PD: Planeaba añadir un lemmon pero eso sería demasiado aparte de que sería apresurarme antes de desatar mi imaginación para el famoso mes sin la Manuela... Pero luego de pensarlo nuevamente creo que cambié de idea al final de cuentas.

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En un tipica cocina de una modesta casa japonesa de estrato bajo, dos mujeres se pararon junto a un mesón mientras una ligera brisa pasaba junto a ellas, haciendo que sus cabellos se balancearan con gracia, eso debido a que era verano y hacía algo de buen viento junto a una buena calor.

Una mujer de cabello negro recogido y de ojos rojos tenía su puño en el pecho, con una mirada seria y desesperada en su rostro mientras que otra mujer de cabello rojo cereza pálido le devolvía la mirada. Ambas mujeres adultas estuvieron paradas allí durante unos 15 minutos, sin mover un músculo con algunos sonrojos en sus rostros.

Mientras tanto a la distancia dos niñas de ojos rojos, una pelinegra de pelo recogido y una castañita de coleta de lado estaban viendo expectantes lo que haría su mamá y su amante, en ese caso, la mujer pelirroja pues les ganó curiosidad la relación que tenían las dos mujeres.

-A-así que um...- Akane Nishikino dijo mientras no dejaba de mirar algo extrañada a la otra mujer- T-tú sabes...

-¡Akane!- dice Sakura Yazawa, interrumpiendo a la doctora- Yo... um... sé que hemos estado juntas desde la que nuestras hijas se conocieron en la secundaria... Pero. . . nunca pude decírtelo.

-¿Dime que Sakura?- preguntó la pelirroja mayor.

-Que yo...- La madre de cuatro hijos apretó el puño en el pecho mientras miraba al suelo.

"¡Tú puedes hacer esto, Sakura! ¡Esta es tu oportunidad!

-Yo... Yo... Akane...

-¿Sakura?

-¡Quiero tener sexo contigo!

Las dos niñas quedaron sin palabras mientras escucharon decir a su madre aquellas palabras, de hecho, no era la primera que escuchaban o presenciaban eso de las "Cosas de adultos" ya que antes era entre su hermana mayor y su pareja pero ahora era entre su madre y su amante, que pareciera curioso, era la madre de la novia de la mayor de los cuatro.

-¿Qué dijiste?

-Lo que escuchaste, quiero tener sexo contigo

La mujer de cabello rojizo jadeó sorprendida.

-¿T-tú... quieres hacerlo... Conmigo... Juntas?

-S-si... Quiero hacerlo contigo...- Ambas mujeres se desviaban la mirada pues le era incómodo tratar a pesar de que estaban solas en la cocina (Ignorando que las dos pequeñas miraban de reojo aquello).

-¡Sí! ¡Por supuesto!- dijo la pelirroja- Eh... Desde que nos reunimos desde ese concierto el año pasado y ahora que he pasado tiempo de caridad contigo con lo de las vacaciones luego del año escolar, mis sentimientos por ti han regresado. Y... ¡No sabía cómo expresártelos! Fue simplemente... sorprendente verte después de tanto tiempo y bueno... Supongo que no estaría mal dar el siguiente paso

-Akane...- La madre Yazawa podía decir que esta mujer la amaba mucho, incluso cuando vio algunas pequeñas lágrimas caer de su rostro, obviamente de estilo cómico

-S-siento que si te lo digo, nunca pensarás en mí como una amiga solo porque soy lesbiana- dijo la Nishikino mayor mientras trataba de contener las lágrimas de bichito

-O-oye tampoco no es para que llores, Akane.

-Lo sé, pero...

La pobre pelirroja no dudó en dejarse destrozar por el llanto- cómico obviamente- mientras hacía la mirada tierna y llorosa de un pobre animalito sufriendo mientras orejas y colitas rayadas se movían sin cesar mientras que la pelinegra mayor sin dudarlo le daba un abrazo reconfortante haciendo que las partes animales de la doctora se calmaran simbolizando que la mujer ya se estaba renconfortando.

Las dos pequeñas mientras tanto no sabían como sentirse al respecto pero eso no quería decir de que alguna manera les gustaba ese pequeño suceso cómico de parte de su "Otra mamá"

-Por cierto, ¿Por qué tan de repente eso?- Preguntó Akane mientras que Sakura se rascaba la cabeza

-Bueno... Es que... Como bien sabes, tengo varias amistades del trabajo...

-¿Te refieres a esa mujer Junko y una tal Akaza?

-Sí, ellas- Asintió.- Verás, ellas me dijeron que yo era algo vieja pues aunque tuve a Nico y los demás, yo no tendría las chispas que tuve cuando estaba en secundaria ni siquiera estando con otra mujer y bueno... Quiero demostrarles todo lo contrario. No puedo permitir que ese par de idiotas se burle de mí solo porque el hecho de que me pase de los cuarenta ya sea una completa inútil.

La Nishikino adulta puso una expresión seria y agarró los hombros de la Yazawa madre, lo que sorprendió a la pelinegra. Ambas se miraron fijamente durante unos 30 segundos antes de que la pelirroja se inclinara y le diera un beso rápido. Los ojos rojos de Sakura se abrieron un poco antes de relajarse y devolver el beso. Tan apasionado y conmovedor. Sakura se apartó para recuperar el aliento y siguió mirando a su ahora amante con una expresión seria.

-Yazawa Sakura- dijo la doctora- Nadie debería criticarte por tu edad o por como eres en la intimidad. Si quieres demostrarle a tus amigas que no eres una vieja buena para nada, adelante, puedes demostrármelo haciéndome tu mujer, por mí está bien.

-Akane...

La mujer de cabello rojizo acarició la mejilla ajena y sonrió.

-Yo te amo, Sakura. Deja de preocuparte por esas cosas... Pero...- Sacó su célular de su chaleco azul- Tengo algo en mente

-Espera... ¿No estarás pensando...?

-No sé cual de nuestra hijas hace eso pero... Si tus amigas no están conformes, ¿No crees que debería darte lo... cómo le dicen los jóvenes de ahora?

-¿Nudes?

-Bueno, iba a decir fotos eróticas o un vídeo grabándome sola o ambas haciendo pero sí... Supongo que para demostrarles que no eres una vieja debes tener pruebas, ¿No?

-Bueno, no me esperaba esto pero... Si es una manera de callarle la boca a Junko y su tonta hija, está bien- La pelinegra sonrió con total seguridad, inesperado pero... De alguna manera tenía muy buenas cartas para la victoria- ¡Eres una genio, Akane! ¡Te amo!

-Yo te amo aun más, Sakura-senpai- Las dos se inclinaron y juntaron los labios nuevamente. Esta vez, la pelirroja mayor envolvió sus brazos alrededor del cuello de la otra mujer y disfrutó de su hermosa escena de besos.

Las dos pequeñas Yazawa luego de mirarse entre sí fueron con sigilo como si fueran dos gatos hasta el segundo piso de la humilde casa, se fueron a su cuarto, abriendo y cerrando en el proceso la puerta corrediza de su pequeño aposento.

Ahora las dos pequeñas estaban en lo que era un pequeño cuarto de tatami vacío salvo unos afiches de su hermana mayor como del grupo idol en que ésta militó.

-¡No puedo creer lo que está pasando!- exclamó Cocoa mientras miraba emocionada a su hermana menor la cual también estaba igual de emocionada por ver el suceso de hace unos instantes

Cocoro tuvo que chitarle un poco ya que cerca de ellas estaba durmiendo el pequeño Cotaro el cual dormía muy tranquilamente en su futón mientras tenía entre brazos lo que parecía ser un peluche de Luffy, protagonista de One Piece, ya que él como todos en el país gustaban de cierto manga de piratas con superpoderes fumados.

-Entonces, ya tenemos dos mamás y quizás otra hermanita. ¡Eso es genial!

La mayor de los pequeños asintió quedamente mientras no se le borraba la sonrisa para nada ante el pensamiento que tenían al respecto acerca de su madre y su amante.

-Así es... Mi hermana ya tiene novia, tenemos dos mamás y...- La pequeña pelinegra cayó por unos segundos hasta que miró fijamente a la castaña la cual estaba extrañada ante su silencio repentino

-¿Oneechan?

-Nosotras dos somos... novias y también hacemos cosas de adultos

-Eso es muy bonito.

-No lo creo- Cocoro negó con la cabeza- Puede que seamos hermanas y que tengamos la misma mamá pero... Que hagamos cosas de adultos y seamos novias no lo hace muy bonito.

-¿Y que tiene de malo eso?- Cocoa se encogió los hombros tomándole poca importancia lo de su hermana- Está bien si nos amamos mucho como lo hacen onee-sama y mamá con sus amantes, ¿Acaso quieres hacer un drama sobre eso?

La pelinegra se sonrojó un poco mientras bajaba la mirada, estaba un poco confundida.

-No quiero hacer eso.

-¿Entonces?

-Sólo me siento algo rara.

La castañita se acercó un poco hacia su hermana mayor y le dio un beso en la mejilla que hizo erizar los pelos hasta la punta a la mayor cuyo rubor se hizo más rojo que nunca haciendo juego con sus ojos carmesí mientras que la menor se alejó un poco temiendo una mala reacción por parte de la otra pequeña.

Cocoro notó que Cocoa estaba algo alejada mientras desviaba la mirada por pena y vergüenza a lo que se acercó para tratar de consolarla, no quería que ella se sintiera mal solo por negar lo suyo. La castaña no dudó en abrazar a su hermana mayor la cual no iba a negar el gesto de la otra.

-Cocoa...

-¿Sí?

-Si tu insistes... ¿Puedo amarte, tal como oneesama y mamá lo hacen con sus parejas?

La castaña se sonrojó pero no evitó sonreír ante lo preguntado por su hermana.

-Eso yo mismo te lo iba a preguntar, oneechan.

-Tonta... ¿En el cuarto de mamá o el de oneesama?

-No...- En ese momento la menor miró hacia todos lados y luego miró a su hermana que esperaba una respuesta- Lo haremos como siempre, en el de oneesama.

-Está bien. No queremos molestar a Cotaro.

Las dos hermanas se fueron juntas de la mano hacia el cuarto rosa de su hermana mayor el cual ya estaba vacío desde que Nico se mudó con Maki hacia su departamento luego de su graduación. El cuarto en sí no tenía nada salvo la pintura y los decorativos que realzaban más ese aire femenino con quien se le caracterizaba a su hermana desde siempre eso hasta que su madre les comprara un camarote para las dos mientras que el pequeño tendría el otro cuarto para él solo.

Las dos pequeñas Yazawa estaban de pie, solamente ellas estaban en ese cuarto rosa donde solamente ellas expresaban ese sentimiento oculto más allá de ser hijas de la misma sangre. Cocoro tomó con sutileza la cintura de Cocoa mientras ésta extendió una mano para tocar la suave y tierna mejilla de su hermana mayor, como si los dioses dictaminaran a su manera lo que pasaría posteriormente, las dos menores lentamente cayeron sobre el suelo de tatami pastel, la más grande estaba sobre la más pequeña aunque ninguna no dio queja al respecto, solamente sus miradas carmesís se enfocaban entre sí.

Las pequeñas y delicadas manos de la castaña tenían el cuello de la pelinegra la cual comenzó a acercarse lentamente hacia la menor que cerró los ojos estando preparada para lo que se venía. En ese momento, los labios de la mayor se unieron a los de la otra chica mientras que ésta abrazaba fuertemente el cuello aferrandose a ello como si quisiera que el momento entre ellas nunca se terminara.

Finalmente ambas hermanas se separaron luego de besarse, los ojos rojos sangre de Cocoro se abrieron en estado de asombro mientras la pequeña Cocoa le estaba sonriendo encarecidamente.

-¿Quieres ser mi novia, oneechan?- dijo la castaña suavemente mientras acaricia su mejilla.

La mayor sonrojada no pudo evitar sonreír ante el dulce tacto de la menor.

-Claro que quiero...

Ambas chicas se abrazaron para luego besarse dulcemente en los labios demostrando su alegría ante su nuevo avance en su relación secreta, por ahora no debían decir nada al respecto ni a su madre y ni a su hermana mayor, eso sería una sorpresa para cuando ocurriría el momento, aunque pensaban que cara pondrían si supieran que ellas eran amantes y por consiguiente tenían sus momentos íntimos al igual que ellas.

Las dos pequeñas juntaron sus mejillas felices de su nuevo vínculo.

-Me alegro mucho, oneechan. Te amo.

-Yo también te amo, Cocoa.

Una vez más ambas hermanas unieron sus labios, luego sus corazones y luego sus almas siendo ese vacío cuarto rosa de ensueño siendo testigo de aquel secreto pero hermoso vínculo pero no solo ellas dos.

También las dos adultas estaban abriendo un nuevo paso en su vínculo secreto en el cuarto matrimonial.

Mientras tanto, un pequeño niño estaba siguiendo estando sumergido en el reino de Hypnos ignorando esos sucesos a su alrededor.

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Luego de un rato de dulce amorío, Cocoa decidió quitarse su chaqueta dejándola sobre el espacioso suelo de tatami y luego se bajó sus shorts mostrando a la luz unas lindas braguitas blancas con la carita de oso panda, cosa que sonrojó a Cocoro. La mayor de las Yazawa, por su parte, estaba sentada en suelo estirando sus piernas de lleno pero decidió doblar lo mejor que pudiera la rodilla izquierda.

La castaña que lidiaba con los nervios de estar semidesnuda en frente de su hermana mayor decidió sentarse sobre la rodilla levantada de la pelinegra y dar comienzo a la faena, frotando su centro sobre el muslo y empezar a moverse rápidamente al tiempo que fácilmente comenzaba a perderse en soltarse unos suspiros que estremecían el corazón y la mente de la mayor.

Cocoro sentía que su corazón comenzaba a latir a una cantidad exagerada por segundo mientras no evitaba ver ese lado lascivo e inhibido de su pequeña hermana, esa manera de frotarse continuamente, la sensación que tenía sobre su pierna hincada de que algo mojado y viscoso se estaba haciendose sobre cada fibra de esa parte hacia su cerebro. todo eso que sentía y experimentaba de la mano de la menor, de alguna manera, la hacía sentir bien, lo disfrutaba como nunca lo pudiera imaginar.

La menor de las hermanas también se sentía de maravilla mientras no paraba sus movimientos sobre la pierna de su hermana mayor, a medida que pasaba los segundos, ya empezaba a mojar su prenda interior como también sentir que su mente lentamente se estaba nublando y disminuyendose debido a esa agradable pero extraña sensación de mover su centro a un marcado compás, quedando demostrado en unos ojos que desvanecían la luz de la vida aunque se tuvo que morder buena parte de la camisa levantada quedando expuesto su top brassier y buena parte del resto del torso.

Finalmente luego de liberar por primera vez su esencia del día, Cocoa se despojó de sus prendas interiores y las dejó sobre el suelo y el resto de sus prendas, Cocoro contemplando la figura naciente de su amante como su misma sangre no dudó ni dos veces en abrazar aquel pequeño cuerpo mientras que la menor se dejó apresar de los sofocantes besos que le daba la mayor, como si fuera una escena romántica algo empalagosa donde el galán y la amada recalcaban su amor de la manera más dramática como apasionada posible.

La mayor en medio de los besos se despojó de sus ropas también quedandose desnuda, momento por el cual su pequeña hermana aprovechó para dejar sus besos comenzando por el cuello, el busto, el estomago hasta dar con la intimidad. Una mano de la pelinegra comenzaba a acariciarle los cabellos castaños mientras decidió obedecer como una buena mascota la necesidad de su amo.

Cocoa decidió dar rienda suelta usando sus habilidades con la lengua sacando lo mejor de su hermana mayor que clavaba sus dedos sobre su cabello a medida de la intensidad del asunto, la lengua de la menor no dejaba ningún espacio ni dejaba nada libre en probar toda la esencia que se podía de la mayor aunque tampoco no iba a decir que solamente la pelinegra se satisfaciera, también la menor dio uso de una mano libre para estimularse a sí misma a medida que disfrutaba del nectar y ambrosía de la otra. Cocoro que estaba siendo poseída por la lujuria amplificada por la lengua caliente y punzante de su hermana comenzaba a acariciarse con su mano libre uno de sus nacientes pechos.

Los jugos de la pelinegra goteaban de la boca abierta de la castaña hasta caer sobre el suelo de tatami impregnandolo en el proceso lo mismo que un pequeño charco debajo de las piernas de la menor de las Yazawa. La cara de Cocoa estaba totalmente pegada a la mojada entrepierna mientras que no paraba de lamer, chupar como en succionar todo que estuviera a su alcance hasta que finalmente luego de mucho tiempo logró expulsar la ambrosía derivada de la ronda debida mientras que la otra chica estaba en shock al sentir de golpe el amargo pero dulce miel femenino que bajaba muy caliente por su garganta como se bebiera de una fuente caliente hasta dar con su estomago.

La menor luego de recibir el premio merecido por sus esfuerzos se apartó de la parte íntima mientras se limpiaba con el brazo y luego se paró frente a su hermana que no dudaba en abrazarla protectoramente en conjunto con un sutil beso sobre la frente haciendo que el corazón de la castaña se conmoviera ante ese dulce trato.

Nuevamente ambas se dedicaron una mirada llena de amor y se dispusieron a besarse ratificando su secreto, sin nadie a su alrededor o nada que interfiera en su única manera de que sabían lidiar con su vínculo secreto. Cocoa fue hacia los pechos pequeños de Cocoro, jugaba con un pecho con su mano libre y probaba y saciaba el pecho de su hermana la cual no dejaba de acariciarla y consentir su labor lasciva.

Luego de eso, la mayor decidió probarse el plano pecho de su hermana menor mientras su mano comenzaba a moverse sobre la entrepierna de la pequeña castaña que tampoco no se dejó pasarse por alto a lo que decidió emplear la mano sobre la intimidad contraria. Ambas hermanas comenzaban a devorarse mutuamente entre besos y lenguetazos, las bocas y las lenguas de las hermanas constantemente probaban los atributos de una a la otra, se tocaban constantemente, se sentían muy bien sintiendo el placer y el éxtasis mutuo, sus mentes se quedaban en blanco ante el constante estimulo entre ambas.

Se apretaban sus pieles, se abrazaban y se decían sus nombres, sus jergas, gemidos y jadeos que como si fuera un milagro o una jugarreta de los dioses nunca fueron oídas ni por el pequeño Cotaro que dormía plácidamente o por las madres de quienes no se sabía el paradero desde hace algún tiempo luego de estar en la cocina. Se lamían más las partes importantes de sus cuerpos, se tocaban más esas partes más sensibles, llegando a un punto donde hacían un perfecto 69 donde los fluidos, las lamidas, la saliva y los orgasmos no tenían cesar en parar definitivamente.

Las dos hermanas no les importaba nada a su alrededor, la lascivia y el libido ya habían nublado sus mentes haciendo que sus corazones latieran con mucha fuerza. Estaban teniendo su intimidad pero, ¿Qué es lo que seguía luego de que dos personas se confesaran y se decían amarse el uno al otro? Estaban haciendo el amor, estaban uniendo más que sus cuerpos por medio de los contactos y maneras en las que cualquiera hacía estando su ropa y explorarse el cuerpo con el otro, ellas estaban uniendo sus almas y sus corazones creando un vínculo que aunque ser de la misma sangre lo obstaculizaba no podía ser roto ni interrumpido, era un vinculo que a pesar de todo era uno destinado eternamente.

Luego de su amorío corporal, las dos hermanas no terminaron conformes con solo eso, querían más, querían saber como terminar de manera definida lo que estaban haciendo desde hace muy largo tiempo, querían saber como llegar a lo que llamaban el final de todo, cuando no se podía más hasta cansarse y no poder nunca moverse.

Querían algo diferente, algo que las hiciera sentirse mejor, algo que querían para sus entradas las cuales seguían mojadas y ardientes como una cueva en lo más profundo de los mares, querían aunque sea algo que les permitiera seguir y seguir más hasta más no poder, no importaba lo que sea, aunque sea una cosa, una cosa que entrara en sus intimidades o quizás... Si la manualidad y la oralidad no servían de nada, ¿Entonces se podían hacer el amor con sus conchas calientes?

Las dos pequeñas niñas ahora estaban con sus cabellos sueltos mientras estaban preparadas como si fueran un hombre y una mujer listos para su coito habitual. En este caso, Cocoa estaba bocabajo mientras encima estaba Cocoa con su cabello suelto y pareciera que con el pasar de los años tendría un parecido en algunos aspectos a su hermana mayor solo que con sus diferencias físicas pues tendría la fortuna en años venideros en tener un buen cuerpo femenino.

La castaña subió las piernas mientras que la pelinegra decidió posicionarse para dar comienzo al tribadismo, las dos intimidades estaban abiertas y mojadas logrando con sus fluidos una buena fusión para hacer más exitosa el placer de la primera ronda. La mayor comenzó los empujes simulando en su mente que tenía lo que cualquier hombre japonés tendría mientras que la menor estaba proyectando ser la mujer que tendría la fortuna de tener lo más preciado y sobresaliente de su amado dentro de su interior.

Pareciera que la escena entre las dos pequeñas Yazawa fuera la escena de un samurai blandiendo, estocando y clavando su katana de piel dentro de la cueva carnosa de su amada geisha, era gracioso pero se sentía muy parecido el momento especial entre ambas jóvenes que emulaban así de fácil el mundo privado de dos adultos. No importaba, puede que ellas se adelantaron antes de lo que uno se cree para ese tipo de casos pero era su amor, su romance y su pasión desbordada que ellas sabían ocultar bastante bien, estaban dispuestas a seguir hasta el final.

Quizás era bastante controversial y polémico en un principio pero con el tiempo su madre y su hermana mayor lo entenderían como demás amistades aunque quedaron en que cuando ocurriese ese día sería una gran sorpresa. Por ahora las dos pequeñas tendrían que seguir uniendo sus almas más y más mientras sus cuerpos fisicos no dejaban de trabajar de acuerdo a su función con base al entorno y al momento.

Dos cuerpos desnudos y tempranos estaban desbordando su pasión y su romance oculto en un vacío cuarto de tatami rosa, besos, gemidos, jadeos, respiraciones y susurros eran el lenguaje mientras que una espalda de porcelana era envuelta y rasguñada por dos manos tiernas de porcelana que no dejaban de aferrarse al cuerpo ajeno mientras dos piernas bajaban lentamente hasta envolver la cintura ajena que no paraba de embestir violentamente mientras la piel de la una y la otra ya comenzaban a sudar intensamente mientras el calor del espacioso como desierto lugar se elevaba con el paso de los segundos.

Ninguna de ellas no paraba el hermoso momento que tenían, no era la primera pero era una de tantas que vendrían con el paso de los tiempos, estaban dispuestas a llegar lo bastante lejos como las cosas que se ven en los cielos pero nunca se alcanzan debido a su superioridad sobre los mortales que caminaban y poblaban los suelos terrestres.

La sensación era increíble, muy increíble e intenso entre las dos pequeñas amantes pero no todo se dura para siempre, sus rondas eran efímeras y estaban a pasos cada vez más obvios al final de sus fuerzas. La mayor alzó la pierna de la otra mientras no paraba de empujar desenfrenadamente su centro contra el otro, los chapoteos y el volumen de sus voces estaban subiendo como consecuencia de la velocidad y el placer ascendente, ninguna de ellas no quería parar debido al gozo que disfrutaban con el roce intenso y despiadado que ayudaba a respaldar su historia de amor.

Sus mentes ya estaban en total blanqueo y sus miradas comenzaban a nublarse solo con el aroma y algunas instancias de lucidez donde solo se daban las miradas enrojecidas de ambas hasta que finalmente dieron la explosión que culminaba con todo mientras a las afueras de la casa Yazawa un estridente grito sonó por toda la cuadra o quizás por todo el barrio.

Los vecinos y niños de repente se quedaron paralizados en ese instante, algunos vecinos salieron de sus casas o abrieron las ventanas siendo testigos de aquel estridente grito descomunal que hasta trascendió el cosmos y llegó a oídos de los dioses los cuales quedaron perplejos ante tal manifestación proveniente de la tierra.

Y volviendo con las jóvenes, Cocoro tenía a Cocoa entre sus brazos mientras lentamente comenzaban a recuperar las energías que gastaron en medio de su dulce faena. La castaña se acomodó sobre el pecho de la pelinegra que no dudaba en abrazar a su querida hermana y amante, logrando quedarse acostadas sobre el tatami mientras la luz intensa del verano bañaba su desnudez resplandeciente de tono blanco.

Los dos pares de ojos carmesís se abrieron dando comienzo a un brillo intenso como la misma sangre que las unía.

Una sonrisa de la menor se dibujó mientras que la mayor hizo el mismo gesto entendiendo la mirada tierna de su amada.

Una vez más volvieron y reanudaron su romance hasta quedar en el mundo de Hypnos.