Incluso los Chicos Valientes Sienten Inseguridades.
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El moreno se miró una vez más al espejo y por sexta vez consecutiva se cambió la camiseta que llevaba. Era realmente absurdo, a ese punto ya juraba que parecía una escena cliché, de serie de televisión, pero de verdad era realmente importante para él verse bien ese día.
Por fin, y luego de mucho, mucho tiempo queriendo hacerlo, había sido capaz de pedirle una cita a Mei, y ahora estaba que se moría de los nervios.
Se había imaginado la escena tantas veces en su cabeza, con mil opciones, mil propuestas diferentes y al final simplemente improvisó, o mejor dicho, se vio obligado a hacerlo cuando descubrió que Ryo Akiyama estaba contándole a otro compañero del equipo de futbol que le gustaba Mei y que pensaba invitarla a salir aquel mismo fin de semana. ¡Se lo pediría al salir de clases!
Él de principio se había quedado en blanco y no había planificado nada que pudiera arruinarle el plan a su compañero de soccer, pero fue justo estando en la salida del instituto, acompañado por la pelirroja, que sintió el volcán de los celos explotar dentro de él; en el mismo instante que divisó al ojiazul a varios metros lejos de ellos, pero caminando hacia donde se encontraban.
Quizá había sido un poco ruin de su parte, pero toda su alma le gritó en aquel momento, que no podía permitir que aquellos dos salieran. Ryo era un buen chico, sí; estudioso, comprometido, buen jugador de fútbol (aunque no tanto como él), y ciertamente no era mujeriego ni patán… pero es que… ¡NO!, simplemente no. Él quería a Mei; le gustaba prácticamente desde siempre y el solo pensar que la alejaban de su lado le causaba náuseas.
Así que hizo lo que tuvo que hacer: adelantársele al idiota de Akiyama e invitar a salir a la chica primero. Y no, no se arrepentía de haberlo hecho, pero si le hubiera gustado hacerlo de alguna de las 100 maneras súper románticas y empalagosas en las que llegó a imaginárselo. En cambio, solo alcanzó a preguntarle si tenía planes para el sábado y en cuanto ella le dijo que no, soltó con tono idiota:
—¿Te gustaría salir?
—Si claro —respondió la chica, haciéndolo emocionar, para luego bajárlo de su nube—. ¿Ya le dijiste a los demás?
—De hecho… me gustaría que saliéramos solo tú y yo. Ya sabes… Como… Como en una cita…
Y a pesar de que la chica se mostró algo impresionada al respecto y tardó un poco en contestar, se sintió súper feliz cuando le dijo que sí. Y su felicidad mejoró escasos minutos después en cuanto presenció desde algunos pasos de distancia como rechazaba cortésmente a Ryo.
Cuando por fin se sintió bien con la ropa que usaba se dirigió hasta el punto de encuentro: la parada de autobuses desde la cual partirían hasta llegar al destino que él había propuesto; la Bahía de Moshima, que era un pintoresco pueblito a unas 4 horas de la ciudad, con coloridas calles para recorrer y pues, como su nombre lo indicaba, con una bahía.
A partir de ese momento, hubieron varias cosas que lo hicieron sentir estúpido: en primer lugar, la forma en como le pidió la cita —obviamente— y que en su improvisada propuesta no hubiera tenido un destino en mente (aunque ya a esa altura estaba resuelto); también se sintió el más idiota del mundo por haberle pedido que se encontraran ahí, en vez de haberse ofrecido a pasar por ella hasta su casa.
Y cuando la vio, tan hermosa como siempre, con aquel vestido floreado y una canasta entre sus manos para hacer un picnic, solo se sintió peor consigo mismo. ¿Por qué diablos no la había invitado a desayunar? La cita no había empezado tan siquiera y ya sentía que la embarraba de diversas formas, y aunque por el momento la chica no pareciera decepcionada al respecto, tal vez aquello le jugaría en contra de las posibilidades de una segunda salida.
Se prometió a si mismo hacer todo lo posible para no cagarla más y afortunadamente le iba saliendo bien. El trayecto en el autobús fue bastante divertido; hablaron como siempre hacían, se rieron y terminaron comiendo los sándwiches que la chica había preparado para el almuerzo como desayuno dentro del vehículo. Decidió que no estuvo mal del todo, ya que ganó la oportunidad de invitarle un rico almuerzo (aunque lo ideal habría sido invitarle ambas).
Ya estando en el pueblo decidieron que lo mejor sería alquilar un par de bicicletas, puesto que no contaban con tanto tiempo para aventurarse; el viaje era largo y tenían que tomar el bus de vuelta a una hora idónea para evitar llegar a sus casas muy tarde y que sus padres les reclamaran.
El día transcurrió muy bien a decir verdad. Ambos la pasaron espectacular, rieron mucho, visitaron tiendas, recorrieron las pintorescas calles, se tomaron un montón de fotos juntos y ya para finalizar se encontraban en el mirador, disfrutando de la fresca brisa, del oleaje del mar y observando el faro.
Sí, el día había estado bien, pero él siempre la pasaba bien con Mei. El problema es que esta no era una salida normal, era una cita y no había sido especialmente romántica, es decir, hubieron muchas risas y momentos memorables, pero en su imaginación él se había visto tomado todo el tiempo de la mano de la pelirroja, compartiendo miradas sonrojadas, alguno que otro abrazo y ¿Por qué no? ¡un beso!
Y claro, al ser la primera vez que salía en plan romántico con ella, estaba nervioso, lleno de dudas e inseguridades ¿Le estaría gustando el paseo? ¿habría entendido exactamente lo que significaba aquel encuentro? ¿Estaría deseando que él iniciara contacto físico? ¿Y si sólo había aceptado salir con él para no hacerlo sentir mal? ¿Debería hablarle al respecto? ¿Tomarla de la mano estaría bien? Se sentía tan tonto por no saber que hacer, pero estaba seguro que algo tenía que hacer, así que una vez más no siguió ninguno de los escenarios y posibilidades que tanto había imaginado, sino que improvisó.
Se acercó paso a pasito, casi imperceptiblemente hasta quedar lo más cerca que pudo de la chica, quien en ese momento observaba el agua. Movió su brazo por detrás de ella y pensó en rodearla con él por la cintura, pero justo cuando estaba por tocarla decidió que tal vez era demasiado, así que retrocedió.
Mejor intentaba otra cosa.
Se aclaró la garganta y con una voz muy tímida para ser de él preguntó:
—¿La estas pasando bien?
La chica volteó a verlo. Quizá había exagerado al acercarse tanto, pero a ella no parecía importarle y no daba señales de apartarse.
—Si, mucho —le contestó sonriendo—. Nunca había venido a este lugar. Me alegro de que lo hayas escogido.
—Mi padre nos traía bastante cuando Hikari y yo éramos pequeños. Es primera vez que vengo solo… digo no es que quiera decir que tú no eres nadie… —Genial, ya estaba cagándola de nuevo— es decir… me refiero a que nunca había venido sin mi familia.
Para su tranquilidad la chica se río, en vez de decirle que era un idiota.
—Pues me alegra que hayas pensado en mí para venir por primera vez sin tu familia.
—No me imagino aquí con alguien más —confesó, intentando no sonar muy cursi.
Y luego hubo silencio.
Silencio que lo puso más nervioso todavía. ¿Había dicho algo malo?
—Taichi —la voz de su amiga sonaba dudosa. ¡Ay no! Le iba a decir de una vez que no estaba interesada.
—¿Sabías que Ryo me iba a invitar a salir este fin de semana?
Ok, no era lo que había pensando, pero no por ello era menos incomodo.
—Ehm… —pensó en mentir, pero no podía, no a ella— Si. Lo escuché diciéndoselo a Takato en los vestuarios —terminó reconociendo avergonzado.
—Ya veo —dijo la muchacha desviando la mirada— ¿Por eso me invitaste a salir?
—Algo así.
Lucía decepcionada y él una vez más se sentía idiota.
La observó morder su labio inferior y luego de unos segundos callada, gesticular de nuevo.
—¿Qué significa exactamente 《algo así》?
La miró directo a los ojos, sin saber exactamente si estaba en problemas o no. ¿Por qué diablos no podía ser un mutante y tener el poder de leer mentes? Lo pensó breves segundos y decidió que la verdad era lo mejor, aunque no supiera bien como iba a terminar aquello.
—Quería hacerlo desde hacía un tiempo, pero por una u otra cosa no lo había hecho y cuando supe que Ryo te pediría salir, no sé, quise impedirlo.
—¿Por qué quisiste impedirlo?
Se haló el cuello de la camiseta incómodo.
—Por que me dieron celos de pensar que alguien más que no fuera yo saldría contigo —confesó en un tono de voz tan bajo que temió que la pelirroja no lo hubiese escuchado.
Sin embargo la chica esbozó una enorme sonrisa.
—Eres un tonto, Taichi —le dijo con voz alegre y para su sorpresa le ofreció un abrazo.
Él obviamente correspondió aquel gesto y se quedó embobado, oliendo el perfume del cabello de la chica. Pensó en decir algo más, o hacer algo más, pero antes de que le diera tiempo a nada el abrazo —para su pesar— había terminado.
—Deberíamos sacarnos una foto aquí e ir a tomar el bus antes de que se haga demasiado tarde —propuso Mei y él obedeció.
Ya de regreso a la ciudad no pensaba cometer ninguno de los errores del inicio: compró algo ligero que comieron en el camino y la acompañó hasta la puerta de su casa. Pensó en besarla, pero algo dentro de él le advirtió que tal vez sería demasiado. Mejor ir paso por paso.
—Nos vemos el lunes en el instituto —se despidió.
—Si, hasta el lunes —mencionó ella, jugando con las llaves entre sus manos.
Esperó a que abriera la puerta y giró para irse, pero la voz de la chica lo hizo detenerse.
—Taichi… Gracias por haberme invitado —bajó la mirada hasta sus zapatos y luego agregó—: espero que volvamos a salir.
Y una vez más hizo algo que lo sorprendió por completo. Se acercó a él y le regaló un tierno beso, que si bien no había sido en la boca, si había sido cerca, muy cerca.
Llegó a su casa emocionado a más no poder y con una sonrisa de oreja a oreja que no le quitaría nadie.
No, no había sido como se imaginó su primera cita con Mei. No caminaron tomados de la mano. No se juraron amor eterno y tampoco hubo un beso apasionado en los labios, pero aun así, a sus ojos había sido una cita PERFECTA y no veía la hora de que llegara la segunda.
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Notas de Autora:
En Japón no existe una "Bahía Moshima", pero me gustó el concepto para una primera cita y me lo inventé. Aunque probablemente al ser el país nipón una isla, hayan sitios iguales o parecidos, fue más práctico crear un lugar nuevo (factor tiempo).
Casi, casi no llegó a subir algo por el día 2, pero me dije a mi misma 《Vamos, el concepto es primera cita, no puede ser tan difícil》y aunque de principio no salía nada, fui armando bajo la marcha.
Soy chica y sé de primera mano los nervios que pueden dar una primera cita, sobre todo si eres adolescente, pero quise retratar un poco el otro lado de la historia: que los chicos (incluso por más seguros que se vean), también pueden sentir miedo e inseguridades en el momento.
El título es larguísimo jeje, pero me gustó.
