Fic dedicado al #Sextember3 de la página Fanfics y Fanarts de Ranma Latino.

Este Fanfic contará solamente con cinco shots que no tienen relación entre sí más que por el tema principal que es el Lemon, algunos de ellos seguirán con sus variantes la línea temporal del manga, otros no. Narraré situaciones que quizás resulten controversiales y/o puedan herir susceptibilidades para que sean tomadas en cuenta de antemano. Para cada shot habrá su respectivo Fanart, el cuál encontrarán en la cuenta de instagram.

Sin nada más que agregar les recuerdo y hago constar que los personajes pertenecen a Rumiko Takahashi pero las historias y situaciones descritas aquí son totalmente de mi autoría, y espero que las disfruten ; )


La noche transcurría mientras iba y venía tomando pedidos, entregando grandes tarros de cerveza y atendiendo a los clientes que no dejaban de llegar abarrotando el pequeño pub inglés. Hacía lo mejor que podía, su experiencia como camarera le ayudaba a desplazarse rápidamente entre los numerosos clientes pero la falta de dominio del idioma le perjudicaba.

Salió de China para emprender el largo viaje que la llevó hasta Londres, dónde cumpliría su sueño de encontrar un marido adinerado que le cumpliera todos sus caprichos. Ella no estaba hecha para trabajar, y lo tenía claro desde muy joven, su cuerpo era voluptuoso y atractivo, su tez perlada contrastaba con el inusual tono violeta de su cabello, sus rasgos delicados y ligeramente felinos la hacían única; una belleza absoluta en su propia opinión pero la suerte no le había sonreído todavía, pues los novios que había tenido hasta el momento no le daban lo que ella realmente merecía, ni estaban a la altura de sus exigencias. Era como darle perlas a los cerdos, de modo que con veintitrés años decidió ampliar sus horizontes y salir en busca de su hombre ideal. Trabajar como mesera no había sido por gusto, si no que le había válido para observar y elegir a sus prospectos pero en un lugar dónde sus costumbres y cultura eran muy distintos, le complicaba más la situación. Para los lugareños solo era una extranjera más y con dos años residiendo en la ciudad, le era frustrante no haber logrado sus objetivos todavía.

Su turno aún distaba mucho de acabar y estaba exhausta, su situación tendría que cambiar sí o sí, no iba a darse por vencida ni mucho menos volvería derrotada a ante los suyos. La noche prosigió si más que los incovenientes propios del oficio, ya era de madrugada cuando por fin se dirigía rumbo a la pequeña habitación que alquilaba en la zona baja de la ciudad. Casi llegando a su destino escuchó algunos ruidos en un callejón cercano, al comienzo no prestó importancia creyendo que los gatos merodeaban entre la basura pero al acercarse más al lugar notó que lo que se oía eran gemidos mezclados con otro sonido que no alcanzaba a identificar bien. La curiosidad la movió a indagar más en el asunto, con paso sigiloso acortó aún más la distancia, asomándose cautelosamente entre las penumbras del lugar. Era ya más que evidente que los jadeos provenían de una chica, muy probablemente a ella y a su pareja les había ganado la calentura o quizás podría ser otro tipo de servicios pero aún no lograba identificar el otro sonido. Se adentró un poco más entre las sombras pero lo que vió la dejo sorprendida, la joven mujer se hallaba apoyada de frente a la pared con el trasero alzado y desnudo pero no estaba siendo follada, el hombre que la acompañaba pues ya era más que claro por su complexión, la flagelaba con un látigo corto cuál si estuviera arreando a la yegua de una carreta. Con cada golpe que recibía, la mujer alzaba más el trasero exponiendolo a su agresor y gimiendo con más placer que antes. Decidió alejarse de allí sin entender cómo alguien podría sentir placer a través del dolor. Era algo que no comprendía pues para ella el placer provenía de ser deseada y tratada con una vehemencia tal que podría igualarse a la veneración de una deidad. A pesar de su discrepancia, la imagen se quedó grabada en su mente y la inquietud en su corazón.

Pasaron varios días desde aquel incidente, el cual no había podido sacar de su cabeza aún cuando solo lo presenció unos pocos instantes, para distraerse de sus preocupaciones y de ese hecho en particular había quedado con un par de amigas en el club de moda. Esa noche se divertiría a lo grande, incluido el encontrar un buen prospecto con el cual desfogar sus pasiones pues llevaba varias semanas sin estar con algún hombre aunque fuera de manera casual. Pink y Link ya estaban en el club cuando ingresó, compatriotas suyas que habían llegado un tiempo antes que ella a la ciudad y quienes le habían sugerido mudarse. Ambas trabajaban en una exclusiva boutique, eran hermanas para ser más precisa mellizas que no podían estar lejos una de la otra, haciendo todo en mutua compañía. Cuando recién llegó trabajo con ellas pero el lugar era demasiado estricto, a ellas les iba bien pues su personalidad iba más de acuerdo para recibir órdenes sin chistar pero para su gusto no, así que optó por cambiar de giro. Después de efusivos saludos, varios tragos y sensuales bailes en la pista, retomaron la conversación en una pequeña mesa situada en un área menos concurrida para tener un poco de privacidad. Todo iba de maravilla, la plática giraba en torno a temas banales hasta que tocó la llaga abierta de Shampoo en relación con su objetivo, lo cual la hizo poner de mal humor. Estaba consiente que ellas realmente la apreciaban a pesar de su manera de pensar y lo que buscaban con sacar el tema a colación era cerciorarse de su bienestar pero no dejaba de molestarle seguir estancada sin ver resultado alguno todavía. Su familia la había señalado por su manera de ser y pensar, sin entender que cada uno es libre de escoger como vivir su vida, aún sí en su caso era casarse sin amor y solo por conveniencia. Para ella la vida no era un cuento de hadas donde todo es color de rosa y el amor supera todas las dificultades, sabía que lo que ella quería el amor no lo compraba, lo hacía el dinero y que ciertos privilegios solo se conseguían por medio de un status social.

Se excusó yendo al tocador con la molestia aún visible en su rostro, no iba a desquitarse con las únicas personas con las que podía contar y que a pesar de no demostraserlos muy a menudo las quería como a hermanas menores.

Ensimismada regresaba al lugar donde la esperaban las mellizas cuando topo con una pared, o eso creyó que era pero las paredes no tienen unos seductores y bellos ojos verdes, que notó cuando alzó la vista. Se encontraba frente a un atractivo hombre de varoniles facciones y largos cabellos oscuros, que la observaba sin mucho interés, antes de poder pronunciar alguna palabra esté se alejó sin más. De vuelta por fin en su mesa les contó a las hermanas de su breve encuentro con el desconocido y de como creía que su suerte estaba a punto de cambiar, ellas se mostraron un poco recelosas pero Shampoo lo tomó como un exceso de preocupación de su parte. Se despidió de ellas para ir en busca del hombre quien había llamado su atención, y dependiendo de la situación evaluaría cómo proceder, si llegaba a estar acompañado no le imponía mucho problema pues no sería la primera vez que se interpondría entre alguna pareja si realmente estaba interesada, separándolos.

Después de un par de vueltas en el lugar dió con el susodicho, quién estaba en la barra del club observando cuál depredador a su alrededor en busca de su próxima presa, actitud que conocía bien pues ella misma la había aplicado en otroras ocasiones. Notó también que era de su misma nacionalidad, quién lo diría, tomando posición en su rango de visión se fue acercando a él de manera seductora pero sin lograr que fijará su atención exclusivamente en ella. Estando ya al lado suyo intentó iniciar la conversación pero él seguía sin inmutarse, callado e inmóvil cómo una estatua de blanquecino mármol, su oscuro atuendo hacia destacar aún más el verde de las esmeraldas que eran sus ojos.

-¿Qué es lo que deseas?- expresó finalmente dirigiéndose a ella.

Embelesada estaba en sus facciones cuando escuchó su ronca voz dirigirse a ella, tardando unos instantes en reaccionar.

-No te había visto antes por aquí- respondió recobrando la compostura, sonriéndole coqueta.

Él la observaba detenidamente, examinándola. Ella se revolvió en su lugar, le encantaba la reacción que provocaba en los hombres y como el deseo se formaba en su rostro queriendo poseerla pero está vez era distinto, su rostro no mostraba señal alguna haciéndole imposible leer sus pensamientos, sintiéndose completamente expuesta ante él aún estando vestida y en un lugar tan lleno de personas.

-¿Qué es lo que deseas?- repitió acercando tanto su rostro al suyo que podía percibir su calmo respirar.

-Pasarla bien- balbuceó nerviosa.

-Con ello te refieres a que quieres sexo casual, supongo- refirió insolente con media sonrisa instalada en sus labios.

Ella solo pudo asentir en silencio, siendo la primera vez que se quedaba sin palabras. De un trago terminó la bebida que tenía para luego indicarle que lo siguiera, pasando entre los cuerpos exaltados y sudorosos que se apiñaban entre bailes, risas y sus propios cortejos. Se dirigieron a la parte trasera del club donde sé disponían pequeñas habitaciones, un área a la cual solo podían acceder ciertas personas pues se necesitaba de una tarjeta para poder entrar en ellas. En el interior solo había un pequeño diván de cuero negro donde las paredes eran de un rojo escarlata, resaltando aún más el mueble bajo una tenue iluminación amarillenta.

-¡Desvistete!- le dijo apenas entraron en la habitación, mientras tomaba asiento en el diván.

Estaba acostumbrada al preámbulo de caricias que hay antes de pasar al acto, aún cuando fuera solo un encuentro fugaz pero él se saltaba los pormenores e iba directo al asunto. Decidida a que su frialdad no quedará impune, comenzó a sacarse la ropa lentamente, ella también tenía sus estrategias para bajarle los humos y hacerlo perder el control o eso quizo creer. La cortísima falda yacía en el suelo mientras suavemente sus manos contorneaban la redondez de sus senos para subir hasta su cuello y desabrochar el top halter que traía, miró de soslayo a su acompañante para comprobar su reacción pero no fue la que esperaba. La molestia se veía reflejada en su rostro ante su lento proceder, así que sin que ella lo esperase se puso de pie y la atrajo hacia sí para reclinarla sobre la parte alta del diván quedando él a su espalda. Este brusco movimiento la dejó en una posición desfavorable para su gusto pero no tuvo tiempo de objetar al respecto pues el pasaba su mano por su bajo vientre y entre sus muslos. Un suave gemido salió de su boca mientras él seguía explorando su sexo, el top se había terminado de soltar con el anterior movimiento y sus senos desnudos ahora descansaban sobre el frío cuero del mueble. Sus brazos fueron cruzados a su espalda y muy tarde se percató que él se había sacado le cinturón y los había inmovilizado con el. Las diminutas bragas fueron arrancadas de un tirón dejándole libre el paso para ahondar más en la intrusión de sus partes, así el desconocido recorrió desde sus carnosos labios inferiores hasta la apretada entrada en su trasero ocasionando que ella respingara y tratará de zafarse de su agarre. Pero le era imposible así como estaba, él la inclinó aún más para exponerla mejor e introducir su pulgar en el pequeño orificio al tiempo que otros de sus dedos hacían lo mismo en su cavidad. Se agitó aún más, no era su costumbre dejar que hurgaran esa área ni mucho menos que introdujeran nada en ella, sin esperarlo una fuerte y sonora nalgada le llegó escociéndole y conteniéndole de inmediato. La acción se repitió varias veces más tiñendo sus nalgas de carmesí, anegando sus ojos en lágrimas y gritando por cada golpe recibido. El miembro de su acompañante ya estaba más que erguido, lo sentía refregarse entre sus pliegues una vez que sus dedos terminaron su labor. La estocada no tardó en llegar abriéndose paso entre sus calientes carnes, cortándole el aliento, así fue entrando y saliendo duramente de su vagina mientras la sostenía firmemente de la cadera. Sus pezones erectos se rozaban dolorosamente contra el respaldo del diván con cada acometida, las rudas nalgadas también se reanudaron. Los gemidos se mezclaban entre sus gritos, una contradicción que ella no comprendía pues a pesar del dolor que le causaban sus golpes jamás había estado tan excitada como en ese momento. El empuje que él impregnaba en cada intrusión era abrumador, sus entrañas ardían llevándola más allá del éxtasis, podía sentir también como la simiente de su rudo amante llenaba la funda de látex que cubría su miembro. El aire no le era suficiente a sus pulmones agitando terriblemente su pecho mientras él se retiraba de su interior dejándole visiblemente desfallecida. Soltó sus brazos para ubicar nuevamente el cinturón a su lugar original, saliendo después de allí sin decir una sola palabra. Torpemente intentó ponerse en pie, la cabeza le daba vueltas y sus piernas languidecían, optó por sentarse pero las nalgas le recordaron el duro castigo al que habían sido impuestas. Como pudo se vistió, comprendiendo que el cortó pedazo de tela que era su falda sería lo único que cubriría la desnudez de su parte inferior, debería ser muy cuidadosa al volver a casa. Optó por pagar un taxi para que la llevara hasta su hogar sin importar el costo de esté, no iba a arriesgarse a que sus piernas le fallaran en el camino o que diera la impresión esquivocada al hacer algún mal movimiento que exhibiera su intimidad.

Transcurrieron varias semanas desde esa noche, volviéndose a reunir después con sus amigas pero sin contarles todos los detalles de aquel fogoso encuentro, no quería reconocer ante ellas ni mucho menos en voz alta ante sí misma que había tenido el mejor orgasmo de su vida a pesar del dolor inflingido. Lo que si trató de indagar fue la identidad del hombre misterioso, lo cual no debería ser muy complicado puesto que al estar lejos de su patria los extranjeros tienden a buscarse entre los suyos, manteniendo estrechos círculos. Las gemelas no se mostraron muy cooperativas ante su solicitud, eso la extraño pues siempre eran muy atentas para prestarle ayuda en cualquier ámbito pero aún ante su renuencia aceptaron informarle si escuchaban algo al respecto. Lo que logro calmar los ánimos y mejorar el humor de todas fue sus planes de ir a la exhibición de antigüedades que se llevaría a cabo en un museo ubicado en el centro de la ciudad, Pink y Link eran amantes de la historia y las antigüedades tenían mucha historia que contar. A ella le daba lo mismo la verdad pero ver la emoción en los rostros de sus amigas al hablar del tema, la hacía olvidarse de sus problemas y eso era más que suficiente para acompañarlas.

El día esperado llegó y las tres mujeres vagaban por el vasto lugar observando y admirando las piezas exhibidas, un ala del museo estaría dedicada especialmente a una colección muy rara y pocas veces mostrada de la dinastía Xia que pertenecía a una importante familia y que había sido prestada con reservas al museo. Las piezas eran impresionantes, bien conservadas a pesar del tiempo y muy valiosas. Un jarrón había llamado su atención alejándose de sus compañeras que estaban extasiadas con cada mínimo detalle sin darse cuenta que Shampoo ya no estaba con ellas, así recorrió parte del lugar sin su compañía. Pero reza un dicho que cuando menos buscas lo perdido más rápido lo encuentras y así fue como sin proponérselo dió con el hombre que conoció en el club, aunque conocer no sería el término exacto pues ni siquiera sabía su nombre, lucía completamente diferente portando un costoso traje, con su larga cabellera recogida dentro de un pequeño arillo metálico y con unas gafas que enmarcaban sus ojos. La diferencia más marcada lo hacía verlo conversando con otros, mostrándose accesible, obviamente este era un lugar que nada tenía que ver con el ambiente de un club, aún así la sorprendió en gran manera. A sus espaldas oyó unas voces femeninas murmurando, al prestar atención a lo que decían se dió cuenta que hablaban del mismo hombre al que ella observaba. Por lo que alcanzó a oír, el susodicho se llamaba Mousse heredero de la compañía el Cisne Blanco y quien era parte de la familia que había prestado la valiosa colección que era exhibida en ese momento.

Olvidándose por completo de sus amigas se dirigió al café situado en la parte exterior del museo, cavilando en sus pensamientos no advirtió que había sido seguida, hasta que él extraño tomó asiento frente a ella.

-¿Buscas pasarla bien otra vez o es simple casualidad?- mencionó con el semblante conocido en aquella ocasión.

-¿Siempre eres tan poco cortés?- preguntó a su vez.

-Es ir directo al grano, no veo la descortesía en ello- aclaró mientras le servían un café negro y cargado, que perfumaba el ambiente -¿Y bien?- insistió.

-En la vida me imaginé que fuera a toparme contigo en un lugar como esté- mencionó -En especial cuando ni siquiera me diste tú nombre o esperaste después de ...

-De follarte- atajó terminando la frase mientras a ella se le subía el calor al rostro.

-¿Cómo puedes decirlo así, tan casualmente?- debatió aún ruborizada entretanto que a él le divertía verla en ese estado.

-Era lo que estaba haciendo ¿no es así?- dijo calmadamente para después beber del café aún caliente.

-Pues sí pero es algo vergonzoso expresarlo así en público- dijo quedamente apartando la mirada.

-Coger, follar, hacer el amor; como lo llames, todos lo hacen. ¿Porqué habría de ser vergonzoso? ¿Porqué tienes que esconderte para llevar a cabo tus deseos y ponerle nombres bonitos para guardar las apariencias?- cuestionó.

No sabía que responderle, tampoco era una chica cursi y mojigata que no sabía nada de sexo pero él la ponía nerviosa y su entrepierna ardía con tan solo estar frente a él.

Conversaron un buen rato hasta que recibió un mensaje de Link preguntándole dónde estaba y diciéndole que se reunirían pronto con ella. Mousse no esperó a que llegaran las amigas de Shampoo, retirándose apenas hubo contestado el mensaje pero compartieron sus datos para quizás verse en otra ocasión. Sin saber exactamente porque, no comentó nada a las hermanas de su segundo encuentro con el desconocido del club y del cual ya sabía su nombre y número telefónico, quizás fuera por no salar su suerte de haberse encontrado con un buen partido.

Pasaron otro par de semanas para que él se pusiera en contacto con ella y quedarán para ir a cenar, más repuesta de la impresión que Mousse le había causado se enfocó en hacer sus movimientos y probar terreno para garantizar que fuera candidato para sus planes. Él había sido muy específico en cuanto al lugar, horario y vestimenta que ella debiera usar para su cita, poniendo énfasis en cada detalle, especialmente en la puntualidad. Ella por su parte consideró esto exagerado pues en su experiencia y opinión daba mejores resultados darse a desear, haciéndoles esperar, de esa manera obtenía lo que quisiera de ellos. Pero cuál fue su sorpresa que por los quince minutos que por gusto se había retrasado, aparte de que su vestuario era totalmente distinto al solicitado, él ya no estaba, ninguna llamada o mensaje le fue contestado dejándola con la furia atravesada en su garganta. ¿Quién se creía que era para dejarla plantada, aún cuando fuese ella la que llegó tarde? Estaba echa un energúmeno cuando salió del restaurante al cual apenas había entrado, siendo observada por los comensales aumentando así la humillación que sentía. Si no volvía a ver a ese hombre jamás, estaría más que contenta.

Después de su fracaso con el que podía haber sido su mejor opción, continúo con su vida como si nada hubiese pasado. Siguió adelante con sus planes, saliendo con algunos hombres que creyó adecuados pero sin pasar a más, tuvo algunos encuentros fugaces con otros pero no la satisfacieron cómo aquella ocasión en el club. Porque si era honesta consigo misma lo que había experimentado esa vez la había marcado de una manera que jamás imaginó.

Seis meses transcurrieron desde que se topó con Mousse por primera vez y las sensaciones que esté le hizó sentir aún estaban a flor de piel, nada de lo que hiciera la devolvían a quien era antes de él. Y nuevamente encontró lo que inconscientemente buscaba, caminando sin preocupaciones por las calles de Londres andaba quién la tenía en ese estado, ella fue la primera que lo divisó y al principio decidió ignorarlo pero cambió de opinión.

-¡Tú infeliz!- exclamó molesta frente a él, llamando su atención -¿Cómo te haz atrevido a tratarme así?- prosigió pero Mousse la tomó fuertemente del antebrazo jalándola hasta un lugar apartado. En vez de debatirse por su brusco agarre se dejó llevar por él.

Fuera de las miradas indiscretas la cerco de espaldas a una pared cercana, acorralándola aún más con un brazo a cada lado de ella. Su fría mirada la traspasaba dejándole sin habla y sin poderse mover, así debe sentirse la presa que es cazada y que es consiente que no tiene escape alguno.

-¿Qué es lo que deseas?- dijo con voz ronca endureciendo más su mirada.

-¿Porqué no contestaste mis llamadas?- mencionó pues era lo único que se le venía a la mente.

-¡No eres para mí, quedó más que claro la última vez!- indicó -Lo que buscó en una mujer es muy específico y tú no podrías dármelo- agregó.

-Pero ni siquiera me diste una oportunidad- debatió apesadumbrada.

-¡Lo hice! ¿Y que hiciste? Nada de lo que te solicite- dijo sin perder la compostura.

-¡Haré lo que me pidas!- rogó, sorprendiéndose al decirlo pues ella no le rogaba a nadie.

Él la observó largo rato, sopesando las palabras dichas, considerando si valía la pena darle otra oportunidad.

-¿Cumplirás todo lo que te ordene?- cuestionó.

-¡Lo haré!- contestó apresuradamente.

-¿Aún si no sabes lo que voy a pedirte u ordenarte?- insistió.

-¡Lo haré!- repitió.

-En cinco días pasará un auto por ti, no es necesario que me des la dirección la conozco, saldremos fuera de la ciudad por dos semanas, tampoco es necesario que lleves equipaje te proporcionaré todo lo necesario una vez que hayamos llegado a nuestro destino. Después de ese tiempo sabré si eres la indicada- informó muy cerca de su oído, presionando su cuerpo con el suyo contra la pared como si quisiera que fuera parte de ella.

Se dió cuenta que se había marchado hasta que sintió la falta de calor sobre ella pues había cerrado sus ojos cuando le hablo al oído. Su pecho subía y bajaba mientras su corazón no dejaba de martillearle dentro y un ligero temblor le impedía despegarse aún de la seguridad que le brindaba la firme pared tras ella. ¿Qué era lo que acababa de suceder, su mente aún procesaba lo acontecido? ¿La desesperación y frustración la habían orillado a comportarse así, tomando decisiones apresuradas? No, había reaccionado más allá de eso, en su interior crecía algo que debía ser alimentado y el único que podía hacerlo era Mousse.

El día esperado llegó sin demora, el auto pasó puntual por ella pero el viaje de dos horas de camino hasta las afueras de la ciudad lo haría sola pues nadie más venía aparte del chófer. El trayecto se llevó a cabo en silencio pues una ventanilla dividía el vehículo, impidiéndole hablar con el conductor así que no teniendo otra opción se dedicó a contemplar el paisaje hasta que por fin llegaron a su destino. El lugar era muy hermoso, una casona de dos pisos parecida a un antiguo chalet francés rodeada de vegetación, descendió del vehículo con las pocas pertenencias que llevaba e ingresó a la casa pues la puerta estaba abierta. No había nadie en el recibidor cuando cerró la puerta tras de sí, indecisa a adentrarse en la casa sin nadie a la vista prefirió esperar, no era que no supiesen que llegaba ¿verdad? Pasados varios minutos Mousse apareció bajando las escaleras, lucía relajado, la observó un instante antes de descender por completo.

-¿Estás aquí por voluntad propia?- cuestionó a forma de saludo.

-¡Sí!- contestó un poco extrañada por su pregunta.

-¿Cumplirás todo lo que te ordene?- agregó.

-¡Sí!- afirmó.

-Cologne te mostrará tú habitación y las reglas básicas que debes saber, el resto lo hablaremos después de la cena- informó mientras se alejaba hacía el ala derecha de la casa.

Apenas él se hubo marchado una decrépita anciana hizó su aparición desde la parte trasera de la casa, señalándole que la siguiera subieron al segundo piso, hasta dar con la que seria su habitación. La anciana mujer le dijo que debería quedarse allí hasta que la hora de la cena llegará para lo cual faltaban como tres horas, el baño estaba dispuesto para que lo usará y se quitará el polvo del camino, le informó además que en el armario estaban las ropas que debía usar para esa noche y que cuando se llegará la hora vendría a ayudarle a vestirse; habiéndole dicho esto se retiró.

La habitación era espaciosa y sin color pues todo en su interior era blanco incluído los muebles, sábanas y cortinas, de igual manera el amplio cuarto de baño, sin pensarlo dos veces se deshizo de su ropa para hundirse en el agua perfumada de la bañera. Después de tomarse su tiempo, salió para darse cuenta que le dejaron unos cuantos bocadillos y que sus ropas ya no estaban, sin tomarle mucha importancia se sentó en el borde de la ventana viendo hacia el vasto horizonte mientras degustaba las pequeñas porciones. Sin darse cuenta se llegó la hora de prepararse para la cena y Cologne no tardó en aparecer, sin tocar entró en la habitación yendo directamente al armario y gavetas para sacar las ropas que Shampoo usaría esa noche. El contraste del vestido contra la cama era innegable pues esté era de un rojo escarlata cómo el resto del conjunto que llevaría a excepción por las zapatillas y medias que eran negras. Sin pudor permitió que la anciana la ayudase, lo primero fue ponerse el liguero de encaje dónde sujeto las finas medias que le llegaban más arriba de medio muslo. La corta camisola de amplio escote vino después, la cual se ajustó gracias al corsé que pusieron sobre está y que no lo sobrepasaba en su parte inferior, Cologne sin miramientos apretó fuertemente el corsé propiciando que sus senos casi fueran expulsados de la camisola y ayudaran a mantenerlos erguidos. La falda estaba hecha de forma que al ponerla la envolvía en la parte superior anudándose por la espalda baja pero sin quitarle volúmen en la parte inferior. Las zapatillas eran de un tacón muy alto, estaba acostumbrada a usarlas así pero jamás con un vestido tan largo y vaporoso. Su cabello fue recogido en un moño alto, su maquillaje era discreto a excepción de los labios que iban acorde al color del atuendo; los únicos accesorios que fueron añadidos para complementar el conjunto eran unos gruesos y anchos brazaletes metálicos los cuáles se ajustaron perfectamente a sus muñecas, bajo algún mecanismo. Aún cuando le cuestionó a la anciana sobre la ropa interior, está evitó la pregunta y ni siquiera hizó señas de traerle de perdido unas bragas. Comprendía que en la parte superior era imposible ponerse ningún tipo de sostén dado el diseño de su conjunto pero ¡¿abajo?!

Sin obtener respuesta fue guiada hasta el comedor dónde otros invitados también hacían acto de presencia pero no hubo presentaciones, sólo la indicación de sentarse en el lugar que le correspondía. Discretamente observó al resto de los comensales pero no reconocía a ninguno hasta que se topó con un par de rostros conocidos en el lado más alejado de la mesa. ¿Qué hacían allí también las mellizas? Antes de que intentará llamar su atención, Mousse quién estaba al lado suyo elegantemente vestido apretó su mano por debajo de la mesa, entendiendo el mensaje guardó silencio. La velada transcurría amena pero las conversaciones solo eran hechas por los hombres, las cuatro mujeres aparte de ella permanecían en silencio sin alzar la mirada, lo que le parecía curioso. Al terminar la cena todos fueron dejando su lugar en la mesa, dejándolos solos a ellos dos, quiso aprovechar para que Mousse aclarara las preguntas que tenía en mente pero él también se puso en pie tendiéndole la mano para que lo imitará. En silencio la condujo a otra habitación que estaba tenuemente iluminada y mientras él tomaba asiento en un suntuoso sillón, a ella la dejo de pie frente a él observándola fijamente de pies a cabeza.

-Eres hermosa Shampoo- dijo al fin -Pero para mí no es suficiente porque la belleza en mí opinión puede provenir también de actos que para otros son considerados vergonzosos e infames y no solo de la apariencia física. ¿Realmente estás dispuesta a entregarte por completo y obedecerme en todo lo que te pida, me aceptarás cómo tú amo absoluto y serás para mi la esclava que busco?- declaró seriamente.

Su sexo ardía al recordar como la había poseído aquella única vez, si pertenecerle le haría sentir nuevamente esa experiencia ¿era suficiente para aceptar sus condiciones y exigencias? Clavada en su sitio debatía internamente que hacer pero la respuesta llegó de forma inadvertida y de su propia boca.

-¡Si, lo estoy!- contestó sin reconocer que era su propia voz la que hablaba.

Mousse meditó tranquilamente su respuesta hasta que volvió a ponerse en pie para situarse a su espalda y soltar el nudo que mantenía la elegante falda en su lugar, un leve gemido salió de entre sus labios cuando supo el porque no llevaba bragas y su desnudez era más que evidente. Su respiración se agitaba cada vez más con la incertidumbre que flotaba en el ambiente pues él no había hecho ningún otro movimiento todavía. De pronto sintió una fina fusta rozar sus nalgas al tiempo que hacia su camino hasta su pubis, un súbito escalofrío le recorrió el cuerpo al sentirla pero no se movió sin saber realmente porque permanecía inmóvil.

-Dobla tus brazos hacia atrás quedando tus muñecas una sobre la otra- ordenó.

Apenas hubo acatado sus palabras escuchó un chasquido, parecía que los brazaletes se hubiesen imantado imposibilitándole poder separarlos de nuevo por más que intentara.

-La fusta que tengo en la mano es para instruirte, para hacerte saber que es lo que quiero de ti y con el tiempo la pedirás voluntariamente- informó para después darle el primer azote debajo de las nalgas y sobre estás.

Ahogó el grito por el castigo inflingido pero luego de los siguientes azotes dejó de reprimirse, gritando tan fuerte como podía, dejando que las lágrimas corrieran libremente por sus mejillas. El tiempo que duró esto le pareció una eternidad pues era la primera vez que lo padecía y a duras penas podía mantenerse en pie, sus piernas languidecían haciéndola inclinarse hacia adelante para mantener el equilibrio. El tintineo de cadenas la puso en alerta sintiendo el tirón de estás sobre los brazaletes poniendo ahora la presión sobre sus brazos al estar en una posición incómoda pero a la vez le ayudaba a sostenerse en su sitio. Después de verla en esa condición la hombría de Mousse había despertado por completo y así se lo hizó saber presentándose completamente desnudo frente a ella. Bajó la poca tela que cubría sus voluptuosos senos dejando ver sus turgentes pezones, tomando uno de ellos entre sus dedos lo presionó para endurecerlo aún más provocando un estremecimiento en Shampoo. A continuación le mostró dos pequeñas horquillas que se unían entre si por una fina cadenilla las cuales dispuso una en cada pezón mientras ella jadeaba. Se retiró unos pocos pasos para contemplarla por completo, su cuerpo marcado y sujeto, su respiración acelerada con sus labios entre abiertos, su posición abierta para recibirlo. El brillo que reflejaba en sus verdes ojos, que ahora lucían un tono más oscuro, al mirarla en esas condiciones la hicieron sentir mucho más hermosa y deseada como nunca lo sintiera antes. Sin más preámbulos él se volvió a acercar, acariciando sus pliegues para humedecer su miembro e introducirlo de un solo movimiento haciendo que gritara otra vez. Alzó sus piernas para ahondar más la intrusión que era cada vez más violenta, provocando que la cadenilla que colgaba entre sus senos tintinara, esto no fue desaprovechado por Mousse quién en un certero movimiento la tomó entre sus dientes para jalar de ella. Indescriptibles sensaciones recorrían todo su cuerpo, no había lugar donde no se produjera una descarga, el clímax se avecinaba cuál vendaval arrasando todo a su paso. La cordura la abandonó llegando a la cumbre, sumergiéndola en la tranquila oscuridad de la nada, sin conocimiento alguno más que de la satisfacción absoluta.

De a poco comenzó a tener conciencia entre las confortables sábanas, de no ser porque su cuerpo le recordó los embates sufridos, hubiera creído que lo que experimentó la noche anterior no era real. Era ya de mañana cuando por fin abrió los ojos, las cortinas estaban corridas y una figura imponente recortaba la luz que se colaba por la ventana. Presintiendo su despertar esté se giró para verla tendida en la cama, estaba completamente desnuda cubierta únicamente por la delgada sábana que suavemente marcaba su contorno.

-¿Haz descansado?- preguntó al tiempo que se acercaba junto a ella.

-Sí- contestó con una ligera mueca pues sin querer había rozado las marcas que tenía.

-Debo admitir que me sorprendiste, no esperaba que para la primera vez lo soportaras tan bien- reconoció sentado a su lado, en la cama.

Sus palabras la complacían, la hacían sentir feliz, emoción que no recordaba haber sentido más que en su niñez.

-Gracias, supongo- dijo sin saber que otra cosa decir, agachando la mirada.

-Yo soy el que te agradece pero esto es solo una prueba, solo después del tiempo que pasemos aquí sabré si he escogido bien- mencionó acariciando su mejilla para luego salir sin decir más.

Cologne entró sin previo aviso como ya era su costumbre, alistó el baño apurándola ya que el almuerzo se serviría pronto. Mientras se movía de un lado a otro preparando las prendas que usaría ese día le fue diciendo el resto de normas a seguir, las cuales aplicarían de allí en delante y dónde quiera que estuviese, aún si no se quedaba al lado de Mousse pues después de su estancia en ese lugar no volvería a ser la misma persona que era antes. Los atuendos que usaría en delante tenían que ser flexibles en el sentido de que fuera simple acceder a ella en cualquier momento, esto quería decir que las prendas que fueran un obstáculo para ello estaban descartadas como los jeans, faldas y vestidos estrechos. La lencería solo constaría de ligueros o cinturillas con liguero incluido para fijar las medias que siempre deberían ser negras, los sostén serían de media copa y encaje solamente, gustos definidos y exclusivos de Mousse. Nada de bragas en ningún momento, había métodos que podrían servirle para los días que fuese necesario alguna protección y que no requirieran de estás. Hasta allí nada de lo mencionado le causaba mucha molestia pero era otro cantar con respecto al comportamiento que difería mucho del habitual. No podía ver directamente a los ojos a ningún hombre, guardando silencio también cuando estaba en su presencia a menos que se le pidiera lo contrario. Sus labios debían estar siempre entreabiertos pues ya no le pertenecían y debían estar igual de accesibles que sus otras entradas, sus rodillas también deberían permanecer separadas, listas para recibir. En cuanto a sus entradas, una de ellas era muy estrecha de modo que se haría algo al respecto. Una vez se encontraba lista para salir de la habitación, la anciana le mostró un artefacto hecho de ebonita similar a un pequeño nabo pero más alargado y con una media luna chata en la cabeza que impediría que penetrará por completo. Se le indicó que se alzará la amplía falda gris tiza y se inclinará sobre la cama abriendo sus piernas para fuera más sencillo introducir el artefacto. Al principio hubo resistencia pero se dispuso en su lugar sin más, debería traerlo la mayor parte del tiempo y solo quitárselo para defecar, el dispositivo le serviría para ejercitar esa área pues debía retenerlo en su sitio y ayudaría ampliando la entrada pues cada dos días se le pondría uno de mayor tamaño que el anterior hasta dar con la medida indicada. Se le aclaró que mientras durará su estancia, en el día pasaría el tiempo en compañía de las otras mujeres a excepción si eran pedidas por sus amos, por la noche Mousse haría con ella lo que mejor le pareciera y aplicaría los correctivos necesarios a las normas que hubiese infringido.

Sin más que agregar por el momento se dirigieron al comedor pero este no era el mismo en el cual cenara la noche anterior, estaba ubicado en otra ala de la casa y era menos elegante y formal. El resto de las mujeres estaban allí pero aún estando solas almorzaron en silencio, siendo esa regla la que más le costaría cumplir ya que siempre hacia saber su opinión en todo. Cuando terminaron le mostraron las áreas donde podía ir y venir a su disposición, se detuvieron en la biblioteca donde por fin le concedieron poder conversar.

-Llevamos en esto año y medio- le anunció Pink antes que ella les preguntase.

-No te lo comentamos porque creímos que cambiaría tu opinión de nosotros por como es tú personalidad- agregó Link.

-Aquella ocasión en el club, sospechábamos que con quién te habías topado era Mousse y nos preocupamos puesto que sabemos cuáles son sus gustos y diferían de los tuyos. O eso creímos- prosigió Pink.

-Y todavía nos preocupamos por ti, el que estés aquí...

-Estoy aquí porque así lo deseo- confesó Shampoo.

-Cambiarás por completo y no habrá vuelta atrás ¿lo comprendes?- dijo Link -Mousse te someterá y romperá, no es que él sea malo en sí pero es quién es y busca la esclava adecuada para él. Y lo que tememos es que si tú no eres la indicada, no dudará en desecharte para continuar su búsqueda y tú no puedas soportarlo. Porque sabemos cómo te pusiste cuando no contestó tus mensajes y llamadas.

La mayor parte de su vida la paso sintiendo que algo le faltaba, creyendo que con obtener regalos, halagos y sexo llenaría el vacío que sentía pero no fue así. Al recordar como la hizó sentir Mousse al poseerla de esa manera y como la plenitud invadía cada poro de su ser, encontró lo que no sabía que estaba buscando.

-Lo entiendo, de verás- confirmó.

-Es tú decisión y nosotras lo aceptamos- dijeron al unísono.

Las otras dos mujeres también se unieron a ellas, una era inglesa de nombre Mery, la otra provenía de Portugal y se llamaba Clarie. Ambas tenían más tiempo y experiencia en ese ámbito pero Clarie era la más joven en edad que todas. Así pasaron calmos los días e intensas las noches hasta casi cumplir las dos semanas. No hubo noche en qué Shampoo no fuera azotada si no fuera por castigo al infringir alguna norma o por placer, si no es que fuera también por ambas. Su estrecha entrada se había dilatado conforme pasaban los días pero todavía no había sido utilizada.

La mañana del último día en la casa llegaba, saldría rumbo a Londres a la misma hora que llegó pero antes de eso Mousse la mandó llamar a su despacho. Le quitó los brazaletes, éstos solo se abrían mediante el remoto que controlaba los dispositivos en ellos. Le ordenó que se desnudara dejándose únicamente puesto el fino sostén de encaje, ella obedeció en silencio.

-Hoy termina tú iniciación y prueba pero aún no me he decidido- informó, ella mantenía la vista en el suelo.

Por las sombras reflejadas sabía que él se paseaba por la habitación.

-Antes de que te marches te marcaré para que sepas que sigo considerando mi decisión y antes que sanen tus marcas tendrás mi respuesta definitiva- indicó.

Le puso una cinturilla de cuero que estaba acolchada en su interior, ajustándola fuerte para marcar bien su cintura, después doblo sus brazos tras su espalda inmovilizándolos con las correas extra que tenía la cinturilla.

-¡Muéstrate!- ordenó férreo.

Sentándose en el suelo abrió sus piernas hasta el límite que permitía la posición. Con la fina fusta marcó el interior de sus muslos entre gritos y gemidos.

Más tarde iba ya en camino rumbo a la realidad, aunque quién podría decirle que quizás la realidad no era la que estaba dejando atrás e iba rumbo al mundo ficticio que la sociedad exigía como normal.

Temía que la decisión de Mousse no fuera a su favor pero aún así la calma la embargaba, quizás hubiera estado mucho más nerviosa si él no la hubiera marcado antes de partir. Las líneas entre sus muslos representaban la promesa de poder estar a su lado.

La habitación de alquiler estaba como la dejó antes de partir pero ahora le parecía muy diferente como si perteneciera a otra persona y ella solo estuviera allí de visita. Dispuso sobre la pequeña cama toda la ropa que tenía y se deshizo de la que ahora ya no le era funcional, bien le habían dicho las mellizas y la anciana: nada volvería a ser igual. Encontró que se le complicaba realizar su trabajo en el bar como mesera por la nueva forma en que vestía, así que optó por buscar otro giro que le resultará más cómodo, la dependencia de una florería le quedó como anillo al dedo. Las marcas estaban perdiendo su tono y Mousse no la había contactado, poniéndola inquieta, quería marcarle o tan siquiera mandarle un mensaje pero sabía que la prueba aún continuaba y tenía que esperar. Su suplicio estaba por terminar o mejor dicho por comenzar pues ese día recién entrada la noche recibió el mensaje que esperaba, en el se le indicaba el lugar, hora y pormenores para verse con Mousse. Su corazón no dejaba de acelerarse cada vez que releía el mensaje y poco durmió esa noche. Siguió minuciosamente cada indicación que recibió saliendo a media tarde rumbo a las oficinas del Cisne Blanco, en dónde ya estaban enterados de su visita dejándola pasar apenas llegó. La asistente la guío hasta la oficina principal anunciando su llegada e indicándole que podía pasar pero Mousse no estaba sólo, otro hombre estaba allí al que alcanzó a ver de soslayo. Permaneció de pie sin que ninguno de los dos le dirigiera la palabra y mucho menos hubo presentaciones, parecían estar enfocados en algún negocio pero no era así, hablaban de ella.

-¿Qué te parece, Herb?- preguntó Mousse.

-A simple vista está bien pero las apariencias pueden engañar- contestó.

-Por eso estás aquí, eres mi amigo y quiero tu opinión sincera- dijo -Acercate Shampoo- indicó.

Se acercó sin decir palabra hasta quedar enfrente de ambos quienes estaban sentados en unos sillones que se encontraban a un costado del gran escritorio que era el mueble principal en aquella oficina.

-¡Desvístete y muéstrate sobre el escritorio!- ordenó Mousse.

En absoluta sumisión acató las órdenes postrándose sobre el escritorio una vez desnuda, exponiéndose ante ellos, esperando paciente.

-¿Y bien?- dijo volviendo a preguntar -¿Quieres poseerla?- agregó, aunque por el rostro que mostraba su amigo la pregunta estaba de más -¡Adelante, sólo una entrada te está velada pues esa me pertenece y seré el primero en hacer uso de ella!- indicó pues la media luna de la ebonita era visible en esa posición.

Aceptando la propuesta, Herb se acercó a Shampoo al tiempo que sacaba su erecto miembro de sus pantalones y se abría paso entre sus carnes, estremeciendo el cuerpo de la mujer. No podía evitar gemir ante las fuertes embestidas del hombre y fueron en aumento cuando sintió las caricias en sus carnosos labios inferiores. El orgasmo llegó mientras él se retiraba para no derramar su simiente dentro de ella. Se quedó en esa posición aún cuando dejó de escucharlos sin saber a ciencia cierta cuánto tiempo sería. Después de un rato sintió el calor de un cuerpo sobre ella, era Mousse quién acariciaba y estrujaba sus nalgas.

-He tomado mi decisión- dijo mientras sacaba la ebonita de su trasero, Shampoo jadeó al sentir el espacio vacío pues ya se había acostumbrado a ella -Me perteneces de aquí en adelante, ahora soy tú amo- prosigió mientras penetraba su cavidad lentamente -Te compartiré si así lo quiero y solo cuándo yo esté presente ¿entendiste?- dijo poniendo ahora su miembro en la entrada de su ano para ocupar el lugar que antes tenía la ebonita, hundiéndose hasta el fondo, ella ahogó un grito -¡Sí quisiera que no gritarás te hubiera puesto un bosal!- mencionó arremetiendo con más violencia -¡¿A quién le perteneces?!- cuestionó.

-¡A ti!- contestó entre gritos -¡Soy tuya, solo tuya!


Para este shot tome referencias del tomó 38 capitulo 402 dónde Shampoo es afectada por los huevos surikomi y del libro Historia de O escrito por Dominique Aury bajo el pseudónimo de Pauline Réage. Para los conocedores del tema sabrán que solo bordee la superficie del agua con la historia aquí expuesta.