La importancia de un patronus corpóreo

Resumen: En un mundo mágico donde puede aparecerte un tatuaje que indica la identidad de tu alma gemela, conjurar un patronus corpóreo se vuelve crucial... si es que te importan esas cosas, claro está. Draco Malfoy, miembro de Ravenclaw pragmático y realista, jamás pensó que su tatuaje aparecería y mucho menos pensó que en verdad le importaría.

Universo Alterno donde Draco es Ravenclaw, Harry es Slytherin y los magos y brujas tienen tatuado el patronus de su alma gemela en el brazo derecho.

Notas:

* Regalo para Yaru ( Decompositionbeauty ) quien me pidió un fic con Slytherin!Harry y Ravenclaw!Draco donde fueran almas gemelas que se reconocieran por medio de tatuajes.

Es un AU donde al menos hasta el año 3 las cosas transcurren bastante parecidas al canon. A partir del año 4, la historia toma otro giro.

El fanart de la portada es una comisión hecha por Usagui Lee (Usikobayashi en twiter).

Actualizaciones todos los martes (posiblemente!)

Advertencias (las cuales pueden variar, disminuir o aumentar según avance el fic):

- retelling de la historia original. más o menos

- IMPORTANTE: tomar en cuenta que Draco y Harry tienen sus personalidades un tanto cambiadas pues intenté resaltar en ellos las cualidades de sus nuevas casas

- uso de magia negra y necromancia (pero mucho más adelante en el fic)

- en este fic Harry y Ron no son amigos (Ron y todos los de Gryffindor apenas son mencionados, a excepción de Hermione)

- todos los demás personajes están en la misma casa que en el canon, los únicos cambios son los de Draco y Harry

- eventualmente situaciones románticas y sexuales consentidas entre los chicos siendo todavía menores de edad (probable Top!Harry/Bottom!Draco)

Sé muy bien que fics así como este existen cientos, pero decidí aventurarme a escribir mi propio "Sorting AU fic" pues fue el deseo de la receptora del regalo. Obviamente no será el mejor en ningún aspecto, aún así espero que les guste. ¡Gracias por su comprensión y disfruten la lectura!


La importancia de un patronus corpóreo

1. Primer Año

—Hola —saludó Draco al otro niño—, ¿también vas a Hogwarts?

Eso era indudable y Draco se sintió un poco tonto por preguntar, pero no había encontrado otro modo de empezar conversación. Le había bastado observar unos segundos para darse cuenta de que ese otro niño mago era de su misma edad a pesar de que era más bajo de estatura y se veía un tanto esmirriado. ¿En la tienda de túnicas, de once años, vestido con ropa extraña y con cara de sentirse perdido y fuera de lugar? Seguramente iba a Hogwarts y era hijo de muggles.

Ese último dato había estado a punto de provocar que Draco mirara para otro lado e ignorara al chico, pero decidió sepultar las prejuiciosas ideas de su padre en el rincón más profundo de su mente. Se sentía tan eufórico de que por fin fuera su turno de comenzar el colegio que ansiaba hablarlo con alguien, hijo de muggles o no.

El niño, quien tenía los ojos de un impresionante color verde, asintió y miró a Draco con inquietud.

Draco intuyó su miedo.

—Oh, no deberías preocuparte. Aunque seas hijo de muggles, si la carta de Hogwarts te ha llegado es porque realmente eres un mago.

El chico de ojos verdes los entrecerró y dijo, sonando un poco indignado:

—No soy hijo de muggles. Mis padres, ambos, eran magos.

Draco arqueó las cejas, sintiéndose todavía mejor. ¡Genial! Su padre no le pondría pretextos a esa amistad. Aunque...

—¿Eran?

El niño elevó el mentón, desafiante.

—Murieron hace años.

—Oh. Lo siento mucho. De hecho, pensé que... Bueno, no importa. ¿Sabes a qué casa vas a ir? —El chico de ojos verdes lo miró sin entender y Draco se apuró a explicar—: Ah, es que a los estudiantes nos dividen en cuatro casas y, para enviarte a una, primero te hacen un examen de aptitud o algo así. Yo creo que a mí podrían asignarme a Slytherin porque toda mi familia ha ido ahí durante generaciones. Es una buena casa porque dicen que ahí encuentras amigos leales que te ayudan con tus objetivos, pero... No lo sé. No estoy tan seguro.

No dijo más. Apretó los labios y miró a través de la ventana de la tienda. Afuera vio a su padre, quien estaba saliendo de Flourish y Blotts con un bolso lleno de los libros de texto nuevos que Draco requería para su primer año. Las personas a su alrededor, al verlo y reconocerlo, se retiraban nerviosas o lo saludaban con una inclinación de cabeza bastante servicial.

Durante toda su niñez Draco se había preguntado por qué la gente trataba así a su padre. Había crecido creyendo que era por su riqueza, a la cual no muchos magos podían aspirar, pero con el tiempo (y después de haber descubierto la marca que su padre tenía en el antebrazo izquierdo), Draco leyó algunos libros y comprendió lo que su padre había sido.

Lo que todavía era. Lo que podía volver a ser si es que aquel lunático Que-No-Debía-Ser-Nombrado regresaba a la vida, tal como se rumoreaba todo el tiempo.

Draco necesitaba toda la sagacidad y sabiduría posibles para salvar a su familia.

Y fue por eso que había decidido que quedaría en Ravenclaw.

No le dijo nada de esto al niño que estaba junto a él en la tienda de túnicas de Madam Malkin, quien por cierto estaba observándolo con atención.

—¿Ese hombre... es tu padre?

Draco se giró a verlo con brusquedad. Oh, lo único que le faltaba, que su nuevo amigo supiera quién era Lucius Malfoy y...

—¿Por qué me lo preguntas? ¿Lo conoces de algo?

El chico negó con la cabeza y sonrió.

—¿Qué? No, claro que no, ¿por qué te pones a la defensiva? Lo pregunto porque te le has quedado viendo y el señor es idéntico a ti. O tú a él, mejor dicho.

Draco suspiró.

—Sí, míralo. Ahí va con todos "mis" libros para el colegio —se quejó Draco, formando las comillas con los dedos—. Con lo mucho que me gusta entrar a curiosear a las librerías y mi padre se ha adelantado para no llevarme. Seguramente quería evitar que terminara comprando más libros de los que piden en la lista.

El chico soltó una risita.

—¡Puedo entenderte! Hace un rato, cuando mi... ejem, mi acompañante y yo fuimos al banco y saqué dinero, quise comprar cuanto libro de magia negra vi en Flourish y Blotts pero él no me dejó. —Draco se giró hacia el niño y le dio una mirada que quizá fue bastante elocuente, porque éste se rió y se sonrojó un poco—. Ah, es que... verás. Tengo un primo muggle muy, muy... ugh, ni siquiera sé como describirlo. Muy idiota. Realmente insoportable. Me ha hecho pasar por... Bueno. Me muero por darle a probar un poco de mi magia ahora que sé lo que soy y lo que puedo hacer.

Al momento en que el niño soltó aquello, algo muy peligroso resplandeció en sus ojos y Draco resopló, divertido.

—¡No me engañas, tú eres un Slytherin! —le dijo. Cuando el chico le preguntó por qué, Draco le explicó—: Tienes todas sus características. De mí te acuerdas cuando te pongan en esa casa. Y no tiene nada de malo, no te dejes influenciar por la gente que te diga lo contrario. Es una casa genial donde no le hacen el feo a aprender un poco de la utilísima magia oscura. Yo mismo quedaría ahí si... bueno. Si no tuviera otros planes.

Nada interesado en soltar confidencias con alguien que apenas conocía, Draco cambió de tema y comenzó a explicarle con entusiasmo lo que era el quidditch. Pasaron un rato muy agradable que terminó cuando Madam Malkin los despachó a los dos. Tuvieron que despedirse muy abruptamente y, cuando el otro niño salió de la tienda, fue que Draco se dio cuenta de que ni siquiera habían intercambiado nombres.

Se encogió de hombros. Seguramente ya se reencontrarían después.


Resultó que el tan cacareado "test" para la selección de casas no era más que ponerse un viejo sombrero en la cabeza y esperar su veredicto, ya que, aparentemente, el llamado Sombrero Seleccionador tenía el espeluznante poder mágico de leer los pensamientos y quizá el alma misma.

Así que Draco se concentró en pensar en todos los problemas que podían presentársele en el futuro y cómo iba a necesitar echar mano de la mayor cantidad de recursos posibles, así que el Sombrero mandó por primera vez en generaciones a un miembro de la familia Malfoy a una casa que no era Slytherin.

—¡Serás Ravenclaw!

Los presentes en el Gran Comedor que conocían en algún grado a la familia de Draco, enmudecieron con asombro. Algunas personas en la mesa de Ravenclaw aplaudieron un poco por mera cortesía, pero nada más. Desde la mesa de Gryffindor se escuchó a alguien que decía con malicia: "Espera a que su padre se entere de esto. Lo va a desheredar".

Draco no se sintió desalentado. Sabía que Ravenclaw era la segunda casa mejor en Hogwarts y que predominaban los magos y brujas sangre limpia, así que no se preocupó demasiado. Sabía que su padre estaría un poco decepcionado, pero confiaba en que se sobrepondría.

Eso espero.

Después de sentarse a la mesa de Ravenclaw y aguantar cuchicheos y miradas impertinentes por un rato, Draco finalmente pudo relajarse cuando nombraron al famosísimo Harry Potter y le pidieron pasar al frente, pues de inmediato la gente se olvidó de él. Draco elevó la mirada hacia el estrado para conocerlo, tan curioso como cualquiera; se sorprendió al descubrir que se trataba, ni más ni menos, del mismo niño criado por muggles que había conocido en la tienda de túnicas. En aquella ocasión, Draco no le había visto la infame cicatriz en la frente y por esa razón no había podido reconocerlo. ¡Con razón no había crecido con sus padres! Pues éstos habían muerto hacía tanto...

El niño de ojos verdes, Harry Potter, se sentó en el banco y le fue colocado el Sombrero. Después de un par de minutos en los que la gente no dejó de preguntarse en qué casa quedaría y de hacer apuestas entre ellos, el chico miró hacia Draco y le dedicó una leve sonrisa.

Draco se encogió en su asiento. Ser amigo de Harry Potter era algo que jamás había contemplado y no tenía idea de cómo eso podría afectar sus planes de ayudar a su familia a no volver a caer en desgracia. Necesitaba pensarlo...

Y mientras Draco trataba fervientemente de analizar si aquello le convenía o no, el Sombrero exclamó:

—¡Pues entonces, que seas Slytherin!

El Gran Comedor estalló en murmullos de asombro y desconcierto. ¿El chico que siendo un bebé había vencido al Señor Tenebroso, era un Slytherin? ¡Nadie podía dar crédito! ¿Qué significaba eso? ¿Acaso era un mal augurio?

Por lo visto, a los únicos dos que no les había sorprendido la novedad fueron al mismo Potter y a Draco, quien había adivinado las inclinaciones del chico con sólo conversar un poco con él.

Algunos de los presentes se veían un tanto preocupados, especialmente los profesores. Dumbledore, el director, estaba bastante serio. Snape, el jefe de la casa a la cual ahora pertenecía Potter, tenía una cara de pasmo y desagrado que Draco, que lo conocía un poco, jamás le había visto poner.

Draco se atrevió a buscar a Potter con la mirada y lo observó mientras éste, muy ufano, se quitaba el Sombrero, caminaba hacia la mesa de los Slytherin y se sentaba entre ellos. La mayoría lo recibió con orgullo y entusiasmo.

Bueno. No cabía duda de que esos iban a ser unos años escolares interesantes, pensó Draco.


Durante todo aquel primer año, Draco tuvo ocasión de preguntarse varias veces si no se había equivocado al elegir a Ravenclaw sobre Slytherin.

Todavía le costaba discernir si para sus planes le convenía más que lo dejaran solo y tranquilo. Porque ese era el ambiente en la torre de Ravenclaw: la gente ahí era bastante individualista, bastante atareados en sus propios asuntos y superación personal. Pocos tenían tiempo o ganas de hacer amigos o de preocuparse por los demás. Eso, sumado a la fama del apellido Malfoy, provocaba que casi nadie se acercara al heredero de Lucius, mago famoso por haber sido esbirro del último Señor Tenebroso.

Si es que alguien se dignaba en dirigir su mirada hacia Draco, ésta estaba cargada de desconfianza.

Sus otros tres compañeros masculinos en el dormitorio de Ravenclaw le hacían poco caso. Había un par, Corner y Boot, quienes tendían a hablar mal de él descaradamente y y varias veces intentaron jugarle bromas pesadas. Draco simplemente procedía a ignorarlos. Anthony Goldstein, por otra parte, era quien mejor se portaba con Draco y con todos en general, pero no perdía su tiempo socializando con nadie, mucho menos con él. Las chicas de su grado ni lo volteaban a ver.

En pocas palabras, Draco no tenía amigos y era más culpa de su apellido que de él mismo.

A Draco nada de eso podía importarle menos, pero sus padres no dejaban de molestarlo por carta de que las buenas relaciones eran tan importantes como las notas sobresalientes. Lucius, en cada jodida lechuza que le mandaba, lo presionaba con el tema sin descanso. En vista de que Draco se "había atrevido" a no quedar en Slytherin, Lucius insistía en que al menos dedicara su tiempo a cultivar a las amistades adecuadas. Incluso le mandó una lista de quienes él creía podían ser los mejores candidatos a ser "amigos" de Draco. Éste frunció el ceño cuando miró el nombre de Harry Potter entre ellos.

Porque Harry Potter... Bueno, él, al contrario de Draco, era bastante popular y tenía legiones de fans. En Slytherin parecían estimarlo mucho y no sólo ahí. Lo curioso era que a pesar de que le sobraba con quién convivir, Potter había tratado de acercarse a Draco en varias ocasiones durante aquellas primeras semanas.

Draco lo había rechazado lo más cortésmente que había podido. Juntarse con Potter le producía pánico. Entre más lejos del futuro candidato a siguiente Señor Oscuro, mejor.

Porque esa era la conclusión a la que Draco había llegado: estaba convencidísimo de que Potter era un Señor Tenebroso en ciernes. Si no, ¿por qué había elegido Slytherin después de demostrar que poseía poderes tan misteriosos que lo habían ayudado a acabar con el Que-No-Debía-Ser-Nombrado siendo apenas un bebé?

¿Y qué tal si el Señor Tenebroso volvía a la vida como se rumoreaba? No, no. Ni a Draco ni a su familia les convenía estar en medio del enfrentamiento entre esos dos por el puesto de "Lord Maldad", muchas gracias.Lucius algún día tendría que entenderlo. Y si no, pues... que se jodiera.

Draco creía saber lo que estaba haciendo.


La noche de Halloween, Draco regresaba a su dormitorio después de que los desalojaran del Gran Comedor. Iba tan distraído intentando discernir cómo un trol de las montañas habría conseguido colarse hasta el interior del castillo, que no se dio cuenta de que, en un momento dado, terminó siguiendo a un grupo de niños de Gryffindor, los cuales se hospedaban, como los de Ravenclaw, en una de las altas torres.

Dos de ellos, de la misma edad de Draco, iban hablando acerca de una de sus compañeras y Draco no pudo evitar aguzar el oído cuando escuchó que se trataba de Hermione Granger.

—Estaba llorando y se escondió en el baño de las niñas. ¡Fue por lo que tú le dijiste al terminar la clase de Encantamientos! —decía un niño rechoncho que se apellidaba Longbottom: todos los de esa familia eran así de robustos y con caras de idiotas.

Un pelirrojo que sin duda alguna era miembro de la abundante y pobretona familia Weasley, se encogió de hombros y murmuró:

—Y a mí que me importa... Es una sabelotodo, bien merecido se lo tiene.

Los de Gryffindor subieron por una escalera que se desviaba del camino de Draco y éste ya no pudo seguirlos. Le había calado personalmente ese "es una sabelotodo"... cuántas veces la gente (sobre todo, su padre) había usado esa misma palabra con desprecio para dirigirse a él.

Se encaminó hacia su torre mientras pensaba. Aquella niña Granger, hija de muggles, resaltaba entre los de su tipo porque era la estudiante más lista que Hogwarts hubiese visto en años. En Ravenclaw todo el mundo hablaba de ella: no podían entender por qué el Sombrero Seleccionador la había mandado a Gryffindor y resentían el hecho de que no estuviera con ellos dándole más honor y puntos a su casa.

Draco lo analizó durante un momento: aparentemente la niña estaba metida en un baño, ignorante de que un peligroso trol andaba deambulando por el castillo. Quizá... Cierto, cierto, era solamente una sangresucia, pero también era bastante inteligente. Su nombre no estaba incluido en la lista de Lucius, por supuesto que no, pero, ¿qué sabía éste? Los tiempos estaban cambiando. ¿Qué tal si ella terminaba desempeñando un puesto importante en el Ministerio? Ese era el tipo de amistades que a Draco le convenía cultivar. Además, para borrar el estigma social que marcaba a su familia, ¿qué mejor que aliarse con aquellos a los que el Señor Tenebroso había despreciado?

Draco se decidió. Corrió hacia el baño que los otros habían mencionado con intención de avisarle a la niña y, de ese modo, ganarse su agradecimiento. Frenó en seco cuando vio a un trol enorme entrando justamente ahí mismo; su hedor era tan intenso que Draco tuvo que cubrirse la nariz con la manga de su túnica para no vomitar.

Mierda, mierda, ¿y ahora qué haría? Una cosa era advertirle a Granger del peligro, y otra muy diferente era enfrentarse a ese peligro por ella. Draco no podía arriesgar así su propia integridad.

—¿Qué haces aquí, Malfoy? ¿Qué no sabes lo que...?

Draco se giró para encontrarse cara a cara con Harry Potter. Se sentía asombrado de que el héroe del mundo mágico y reciente celebridad en Hogwarts supiera su nombre; no recordaba que nadie nunca los hubiese presentado. Pero el asombro le duró poco: de inmediato se dio cuenta de que ahí estaba la solución a su problema.

Sin preguntarse qué era lo que Potter hacía en ese corredor del castillo cuando se suponía que tendría que estar camino a los dormitorios de Slytherin, Draco se le abalanzó:

—¡Potter! ¡En ese baño al que acaba de entrar el trol! ¡Hay una niña de Gryffindor ahí dentro!

Si los rumores eran ciertos y Potter era así de heroico como la gente decía...

—¿Una niña?

—¡Sí! Hermione Granger. Escuché a unos imbéciles de Gryffindor decir que estaba ahí dentro, pero a ellos poco les importó venir a buscarla.

Un grito agudo rompió el silencio y les puso la carne de gallina. Draco tuvo el impulso de salir corriendo para alejarse, pero se contuvo porque Potter estiró su brazo hacia él, como deteniéndolo. Draco miró hacia los dos extremos del corredor, buscando a alguien. ¿Dónde estaban los adultos de ese castillo cuando se necesitaban?

—¡Auxilio! ¡Hay una niña en peligro aquí mismo! ¡Ayuda!

Potter negó con la cabeza.

—¡No va a venir nadie, todos se largaron a las mazmorras! —Potter lo miró y pareció tomar una decisión—. Tenemos que ayudarla, Malfoy.

—¿Qué? ¡Claro que no! ¡El trol nos matará a los tres!

Potter se dirigió a toda velocidad al baño y miró a Draco por encima del hombro.

—¡No te quedes ahí parado, ven a ayudarme! ¡No podemos dejarla morir! —le reclamó Potter con voz enojada y, sin más, entró a los servicios.

Draco bramó y se llevó las manos a la cabeza. Eso, definitivamente, no había estado dentro de sus planes. Pero entonces, sin saber por qué, le hizo caso a Potter y entró corriendo detrás de él justo a tiempo para ayudarlo pues el trol lo tenía cogido de un pie.

Era una suerte que Draco hubiese sido criado en un hogar de magos y fuera extraordinariamente bueno en encantamientos. Wingardium leviosa y asunto arreglado.

Un par de horas después, ya acostado en su cama de la torre de Ravenclaw, azorado con él mismo, con los ojos muy abiertos y sin pizca de sueño, seguía sin poder creer lo que había pasado.

¿Qué era más fantástico y difícil de creer: que él hubiese ayudado a Potter a noquear a un trol de montaña o que, aparentemente, tanto Granger como Potter se hubiesen vuelto sus amigos instantáneamente? Porque, después de todo, era imposible no volverse cercano a dos personas con las que habías compartido semejante experiencia de vida, ¿no?

Y quizá lo mejor era que el suceso se había hecho del conocimiento público (como todo lo que pasaba en Hogwarts por más que los profesores tratasen de mantener el secreto) y ahora todos sabían que Draco y Potter habían "acabado" con el trol, ganando bastantes puntos para sus respectivas casas. Antes de dormirse, Anthony Goldstein se había acercado a darle un muy fuerte apretón de manos, el cual Draco correspondió un tanto torpemente. Michael Corner y Terry Boot sólo cuchichearon a lo lejos pero comenzaron a mirarlo con cierto tipo de respeto.

De pronto Draco comprendió por qué Potter parecía tener adicción a comportarse como "héroe". No podía negar que se sentía bien que la gente creyera que eras capaz de hacer algo que ellos no y despertaras su admiración.

Pero mejor mantener esa "heroísmo-dependencia" bajo control.


No obstante su aventura de Halloween y el interés de Potter en él, el punto era que Draco no estaba seguro de que aquello le sirviera de algo aparte de haber ganado puntos para su casa. Ser amigo de Harry Potter era una variante en su vida que nunca se había detenido a considerar y seguía sin descubrir si le era conveniente o no.

Y es que Harry Potter, famoso desde su primer año de edad, no se conformó y continuó labrándose fama ahora ahí en el colegio. Y no precisamente "buena fama". Draco se daba cuenta, todo el mundo lo hablaba. Para comenzar, era un líder nato pero problemático, y todos los de Slytherin de primer año lo seguían como abejas a la miel. Para continuar, no se llevaba nada bien con su jefe de casa, con quien mantenía una extraña relación donde no parecía haber respeto mutuo y sólo un trato tácito de aparentar lo contrario.

Apenas tenían pocas semanas cursando y Potter ya había estado en detención varias veces, la mayoría de ellas por discutir con Severus Snape.

Hermione Granger era otra cuestión. La chica era extremadamente aplicada y, para un Ravenclaw como Draco, tener una amiga así era una ventaja enorme. Ese hecho llamó mucho la atención de los otros compañeros de Draco, quienes lo veían con envidia. Pronto, Draco y Hermione tomaron la costumbre de reunirse en la biblioteca para hacer los deberes, siendo acompañados muy frecuentemente por Goldstein. Siendo que a Draco le resultaba imposible superar las notas de Hermione por más que se esforzaba, no le quedó más alternativa que convertirla en su aliada.

Potter, por otro lado, a pesar de que no le faltaban amigos en su propia casa, parecía terco en querer entablar una relación cercana tanto con Draco como con Hermione. A ésta parecía no importarle. Tanto así que el día que comenzó la temporada de quidditch y Gryffindor se enfrentó a Slytherin, Hermione le había confesado a Draco que no sabía a quién apoyar.

—Bueno, abiertamente no puedo echarle porras a Slytherin. Mis compañeros de casa me arrojarían al perro de tres cabezas de Hagrid.

—¿Al qué?

—¡Ah! Pero mira, Draco, la verdad es que me encantaría que Harry atrapara la snitch. El colegio ha sido un hervidero de rumores desde que lo nombraron el buscador de su equipo, que porque rompe con reglas y no sé qué. Así que prefiero que Gryffindor pierda con tal de que Harry les calle la boca a todos.

Ah sí, eso. Había pasado un poco antes de Halloween. Potter, apenas en su primera clase de vuelo en escoba y sin haberse montado nunca antes en una, se había vuelto loco y desplegado tremendo show delante de todos, demostrando que sí sabía volar. Después de eso y a pesar de que Snape lo había castigado, el profesor narizón no tuvo más remedio que ceder a los ruegos de los miembros de su propio equipo de quidditch y nombrar a Potter como el buscador.

Draco estaba convencido de que Potter sufría de un complejo de "necesitar demostrar su valía ante los demás" bastante preocupante. Y más porque eso atentaba contra uno de los preceptos más importantes de todo Slytherin: el sentido de supervivencia.

Potter era una contradicción viviente.

(Y Draco jamás admitiría ante nadie que eso lo volvía una ecuación fascinante.)

—¡Harry! —exclamó Hermione justo cuando ella y Draco se encontraron con el susodicho en medio del vestíbulo camino al estadio.

Potter iba rodeado del equipo de quidditch de Slytherin en pleno y resultaba gracioso el modo en que todos aquellos chicos, mucho más altos que él, lo rodeaban como protegiéndolo. Llevaba en la mano su reluciente Nimbus 2000, escoba que él mismo se había comprado en cuanto Snape lo había autorizado a jugar. Estaba de más mencionar que era la envidia de todo el colegio: no sólo era un héroe desde bebé y el buscador más joven en un siglo, si no que además era evidente que tenía muchísimo oro sólo para él.

Todo el equipo de Slytherin se detuvo por inercia cuando Potter se paró en seco para saludar a Hermione. Parecían molestos y Draco no podía culparlos. Hermione, quien no notó nada, continuó hablando:

—Qué bueno que alcancé a verte justo antes del partido: quería desearte mucha suerte. Y creo que Draco también, ¿verdad, Draco?

Hermione lo miró y Draco la miró a ella, enrojeciendo, sin entender por qué Hermione decía aquello. No tuvo tiempo de discutir nada porque uno de los integrantes del equipo de Slytherin se adelantó un paso y le dijo a Hermione:

—¿Y tú quién te crees que eres para hablar con nuestro buscador? —espetó con mal tono—. ¡Deberías conocer tu sitio, niña! No eres más que una tonta Gryffindor y una vulgar san...

Se interrumpió a media palabra porque Flint, el capitán, le pegó con fuerza con el palo de su escoba justo en el estómago. El otro se dobló hacia delante y comenzó a jadear de dolor.

—Cállate, Bletchley —masculló Flint entre dientes. Entonces, el capitán de Slytherin, quien era tan feo y gigantón que parecía pariente de troles, miró a Hermione y a Draco con desprecio y les dijo—: Muévanse a un lado, tenemos un partido que ganar.

Y con eso, el equipo de Slytherin los empujó hasta quitarlos del camino. Hermione y Draco los vieron irse sin hacer ningún comentario. Draco miró a su amiga, preguntándose si ella era consciente de la palabra que el tal Bletchley había estado a punto de decirle. Entonces, a pesar de la distancia, alcanzaron a escuchar que Flint gruñía enojado y les decía a sus jugadores:

—La única condición que Potter nos ha puesto para jugar en el equipo es que no usemos esa palabra ya más. Y mucho menos para dirigirnos a su amiguita, Hermione Granger —escupió con sarcasmo—. ¿Cierto, Potter?

Potter no respondió. O al menos, Draco no alcanzó a escuchar que dijera nada. El equipo de Slytherin ya iba muy lejos y lo único que Draco pudo apreciar fue el modo altivo y seguro en el que Potter se movía aun estando entre un montón de personas más grandes y fuertes que él.

¡Era exasperante la pedantería de ese niño!

Aunque... Draco tenía que reconocer que sabía utilizar sus armas. Ahora entendía también por qué nadie de los amigos más cercanos de Potter (todos aquellos niños y niñas de primer año de Slytherin) se había metido con Hermione ni con ningún otro hijo de muggles en todo lo que iba del ciclo escolar.

Hermione miró a Draco mientras lo empujaba hacia el estadio.

—¡Vamos! Ahora menos que nunca quiero perderme el partido —dijo, sonriente y orgullosa.

Y justo así como Hermione había querido, Potter les calló la boca a los envidiosos ya que no sólo atrapó su primera snitch a salud de la victoria de Slytherin, sino que también lo había hecho generando gran admiración entre todo el plantel porque había estado a punto de caerse de su escoba y conseguido mantenerse en ella a pesar de todo. Muy pocos eran los que sabían la verdad de lo ocurrido: que aquel día alguien había tratado de asesinar a Potter al arrojarle un mal de ojo a su escoba para que se precipitara al vacío.

Durante el partido, Draco lo había sospechado y se lo había comentado a Hermione, quien de inmediato localizó al profesor Snape murmurando algo entre dientes. Ella había corrido a salvarle el pellejo a Potter, pero a Draco le parecía absurdo que Snape, siendo el jefe de casa de Slytherin, hubiese tratado de matar a su propio buscador por más rencor que le tuviese.

No obstante las objeciones de Draco, Hermione y Potter estaban convencidos de la culpabilidad del profesor de Pociones. Draco, de lo único que estaba convencido era de que Potter era la influencia más terrible en todo el colegio.

—Eres un peligro andante, Potter. Con gente de dudosa reputación intentando asesinarte, lo único que te exijo es que te mantengas alejado de mí —le dijo Draco el día siguiente del partido en medio de un corredor del castillo, cuando Potter se acercó a darle las gracias por haberse dado cuenta de que su escoba había estado embrujada.

Potter, en vez de ofenderse, se rió a carcajadas.

Draco meneó la cabeza, alucinado. El pobre héroe estaba como una cabra. Y cómo no, con la vida que había llevado y luego con asesinos tras sus huesos apenas a los once años, ¿quién no se volvería irremediablemente demente?

—Hablando de las locuras inexplicables que haces, Potter, ilumíname. ¿Por qué un Slytherin realizaría actos heroicos como... pelear contra un trol? ¿Para ayudar a alguien que ni siquiera es de tu propia casa? Que yo sepa, uno de sus principios fundamentales es la propia sobrevivencia aun a costa de los demás.

Potter se encogió de hombros y sonrió de lado.

—No lo sé. A veces tengo ese tipo de impulsos y simplemente hago cosas.

Cosas repitió Draco, burlón—. ¿Estás seguro de que no eres un Gryffindor? Este es el tipo de cosas estúpidas que ellos harían.

Potter soltó un resoplido y se acercó más a Draco, como si fuera a contarle un secreto. A unos metros de ellos, estaban sus amigos de Slytherin esperándolo. Draco los conocía a todos de nombre. La mayoría eran hijos de gente cercana a sus padres. Crabbe y Goyle, hijos, lo miraban con recelo todo el tiempo.

Potter le susurró:

—Es curioso que lo menciones porque estuve así de cerca. Cuando me pusieron el Sombrero, me dijo que tenía madera para estar en Gryffindor. ¿Te imaginas? ¡Con esos perdedores! Dijo que yo estaba lleno de valor y ganas de demostrar no sé qué y monsergas así. Por suerte, al final decidió que quedaba mejor en Slytherin. Tal como tú me habías vaticinado. Sabías de qué hablabas, ¿eh, Malfoy?

Draco puso los ojos en blanco. No se lo dijo a Potter, pero ahora entendía. Así como él mismo tenía posibilidades de haber sido un Slytherin, a Potter le había pasado lo mismo con Gryffindor. Era natural que tanto él como el otro chico mantuvieran algunas características de la casa que pudo haber sido pero no fue.

—Por supuesto que sé de qué hablo. ¡Soy Ravenclaw! Oye, y menos mal que no te mandó a Gryffindor, ¿te imaginas? Creo que ya estarías muerto a estas alturas.

—Ya los escuché hablando mal de mi casa, mucho cuidado —bromeó Hermione, quien llegaba justo en ese momento. Entonces, los miró de hito en hito y sonrió traviesa—. Ah, lo siento, ¿interrumpo algo?

Draco soltó un bufido y se alejó.

—Estar cerca de Potter le quita puntos a mi coeficiente intelectual. Todo tuyo, Hermione. ¡Recuerda, Potter, mantente alejado de mí si sabes lo que te conviene!

Draco caminó rápidamente hacia la Torre de Ravenclaw ignorando las risas de Potter y los cuchicheos de Hermione a su espalda. Sabía de antemano que el moreno no le haría ni puto caso a su desesperada petición.


Y así fue.

En Navidad, a Draco no le sorprendió recibir una postal de felicitación de parte de Potter. Lo raro fue que el chico finalizó sus saludos haciéndole la ridícula pregunta "¿De casualidad tú sabrás quién es Nicholas Flamel?", garabateada con una caligrafía desastrosa. Bueno, por supuesto que Draco lo sabía, pero no dignó responderle a pesar de que le daba un poco de lástima. Potter se había visto obligado a quedarse en Hogwarts a pasar las fiestas, aunque, según Hermione, no estaba triste por ello.

—Está bien que se quede. Sirve que busca una información que... que necesitamos —le había explicado ella a Draco.

Draco sospechaba que tanto Potter como Hermione se traían algo entre manos que tenía que ver con el pasillo prohibido del tercer piso (y aparentemente, también con la identidad de Nicholas Flamel), pero entre menos supiera él, mejor.

Lo malo de la tarjeta navideña (que obviamente Draco no respondió) fue que su padre se dio cuenta.

—¿Así que... Harry Potter, el famoso Harry Potter, está intentando entablar una amistad contigo, Draco? Ya Severus me había contado algunas cosas por carta. Me dijo que tú pareces despreciar a Potter y que, en cambio, prefieres pasar tu tiempo con una niña sangre sucia. ¿Me pregunto por qué será? ¿Qué es lo que tu sobresaliente mentecilla está planeando? —murmuró su padre con sarcasmo y una sonrisa ladina mientras le daba vueltas a la sencilla tarjeta que Potter había enviado desde el castillo. Draco alcanzó a percibir un poco de los dos tatuajes que su padre tenía en los brazos y sintió un escalofrío.

Uno de sus tatuajes, el del antebrazo derecho, era la forma del patronus de la madre de Draco: la señal inequívoca de que ella era el alma gemela del señor Malfoy. En el otro antebrazo, Draco sabía, estaba el tatuaje hecho a fuego y dolor por el mismísimo Señor Oscuro ya hacía un buen de años...

Volvió a estremecerse y se encogió de hombros, restándole importancia a lo que su padre acababa de decir.

—Ya te lo había explicado, padre... Granger es la mejor de mi generación y me conviene juntarme con ella. La mayoría de los profesores la adoran y eso me ayuda. En cambio, Potter... Potter sólo atrae problemas. Siempre con accidentes y líos, ¿eso no te lo cuenta el profesor Snape? Ni siquiera él lo quiere, todo el tiempo está castigándole.

Lucius lo miró como si pensara que estaba idiota y, oh por Merlín, no había nada que Draco odiara más que eso.

—No tienes que quererlo, Draco. Se lo dije a Severus y te lo digo también a ti: las apariencias importan. Ser cercano a Harry Potter colaborará con nuestra imagen y nos podría servir en el futuro, así que espero que hagas algo para remediar eso.

Lucius, enfadado, dejó el tema por la paz, pero sólo por ese día, porque luego procedió a pasar todo lo que restó de las vacaciones navideñas describiendo las ventajas que le acarrearía a Draco ser amigo del niño-que-vivió.

Draco regresó en enero a Hogwarts completamente convencido de que, si su padre creía que Potter era algo bueno, entonces sin duda alguna era completamente lo contrario.


Pero por más que Draco intentó mantenerse alejado, de algún modo terminó ayudándoles a Hermione y a Potter a deshacerse de una cría de dragón que el guardabosque tenía en su poder.

Quizá tuvo algo que ver que, al regresar a Hogwarts, Draco notó que Potter parecía deprimido. Lo veía caminar rodeado de sus amigos pero siempre serio y pensativo, concentrando todo su tiempo libre en entrenar quidditch sin hacerle nada de caso a otra cosa más. Cuando le preguntó a Hermione si sabía el motivo del cambio de humor en el chico de Slytherin, ella le dijo:

—Ah sí. Creo que es por lo que vio en un espejo.

—¿Qué? ¿Te refieres a que finalmente se vio en un espejo y se horrorizó de ser un cuatro ojos despeinado?

Hermione resopló de risa.

—Harry tiene razón cuando dice que eres gracioso sin proponértelo. No, Draco. Lo que pasa es que encontró un espejo mágico perteneciente a Dumbledore que le mostró algo, no sé qué porque no quiso decirme. Pero creo que fue justo eso lo que lo dejó triste porque, lo que sí sé, es que Dumbledore en persona le pidió que ya no volviera a buscarlo. Debió de haber sido un artefacto bastante peligroso. De veras que Harry es imprudente a veces...

Draco estaba sumamente intrigado pero, por obvias razones, no se sintió con el derecho de preguntarle nada a Potter. Suponía que había hecho algo prohibido y el mismo Dumbledore en persona lo había castigado porque, si no, no podía comprender cómo era posible que encontrar un simple espejo lo hubiera dejado arrastrándose por la Calle de la Amargura. Como fuera, una cosa llevó a otra y algunas semanas después Potter le preguntó si podía acompañarlos a subir una cría de dragón hasta la Torre de Astronomía donde personas no autorizadas pasarían a recogerla.

—¿Cómo dices? —le preguntó Draco incrédulo ante su petición—. De-de verdad, creo que no escuché bien...

Hermione, que estaba detrás de Potter, empujó a éste a un lado y se apresuró a decirle a Draco:

—Es que, mira, Draco... La jaula pesa bastante, ¿sabes? No sé si ambos tengamos la fuerza suficiente para cargarla...

—Pero, ¿es que ustedes dos no saben que pueden hacer magia?

Hermione pareció no escucharlo:

—... y tenemos que estar arriba de la Torre a tiempo para que el hermano de Ron Weasley pase por el dragón. Con esto evitaremos que Hagrid se meta en problemas. Porque tú no quieres que pase eso, ¿verdad? Hagrid es nuestro amigo y nos importa mucho. ¿Por favor, Draco? ¿Nos ayudarás?

Draco miró a Potter, quien a su vez lo miraba a él y estaba formando un puchero apenas perceptible con el labio inferior.

Sí, aparentemente Draco tenía una debilidad y esa era "Potter con ojos de cachorro triste". Quién lo hubiera creído.

El cabrón de veras era un Slytherin.

Para su perra suerte (hablando de caninos), los descubrieron mientras bajaban de la Torre y los castigaron quitándoles cincuenta puntos a cada uno. Sobra decir que si de por sí Draco ya era bastante impopular en Ravenclaw, al otro día se convirtió en persona non grata con todas sus letras.

No sabía si se sentía más furioso con él mismo por haberles hecho caso a Hermione y a Potter o con ellos por haberlo metido en ese lío.

Aparte de los puntos restados, la otra parte de su castigo constaba de ir al Bosque Prohibido a hacer labores de sirviente en medio de la noche. (¡¿Alguien podía ser tan amable de explicar la puta lógica de semejante castigo incongruente?!) Durante aquella ocasión a Draco le quedó clarísimo que Potter era un imán con patas para el peligro, atrayéndolo mejor que la luz a los insectos.

Hagrid (sí, justo el imbécil ése quien, para comenzar, tenía la culpa de todo aquello por andar adoptando huevos de dragón ilegales), separó al grupo en dos. Él se marchó con Hermione por un lado y mandó a Draco, a Potter y al perro por otro. Por algún sinsentido, se suponía que estaban buscando a una criatura que andaba suelta por ahí asesinando unicornios.

Draco no podía quitarse de la cabeza la imagen de toda esa sangre de unicornio regada por el suelo del bosque. Acarició su varita con cariño, la cual poseía pelo de unicornio como núcleo. Se sentía personalmente agraviado y en verdad quería averiguar qué podría ser lo que estaba matándolos, porque eso era inverosímil, se suponía que...

—¿Sigues molesto conmigo? —preguntó Potter de repente con voz divertida. El muy cabrón parecía encontrar todo aquello bastante entretenido—. Vamos, Malfoy, no puedes negar que esto es interesante. Puedo apostar a que un Ravenclaw como tú sabrá valorar semejante excursión a la naturaleza —se burló.

Draco finalmente se dignó mirar a Potter, quien venía caminando a su lado. En todo aquel rato, Draco no le había dirigido la palabra, furioso como se sentía por haber sido involucrado en semejante problema. Levantó el farol que traía en la mano y lo puso cerca de la carota de Potter para cegarlo con la luz.

—No, claro que no, Potter, ¿cómo podría estar molesto? —respondió con sarcasmo—. Gracias a esto, finalmente he conseguido quitarme a mi padre de encima pues ya entendió que eres el peor amigo que cualquiera puede tener acá en Hogwarts.

Potter soltó una risita y apartó el farol de un manotazo.

—¿Cómo dices? ¿O sea que tu padre quería que tú y yo fuéramos amigos?

Draco apretó los labios. Yo y mi bocota. Potter no tendría por qué haber sabido aquello.

—¿De qué te sorprendes? Desde el inicio has sido el gran héroe del que todos quieren ser amigos, ¿no?

—Aparentemente, no todos —susurró Potter mirándolo con intención.

Draco suspiró y se detuvo. Se giró hacia Potter y le dijo:

—Creo que sería bueno aclarar las cosas de una vez, Potter. Mira, yo tengo ciertos estándares y metas. Y tú no...

No pudo seguir hablando porque algo se movió delante de ellos, sobresaltándolos. Draco dirigió el farol hacia donde provenía el ruido. Fang comenzó a aullar con miedo y salió corriendo. Todo se precipitó.

Lo peor de todo lo que sucedió después, fue que Draco no pudo evitar notar, antes de salir despavorido cuando se les apareció la cosa que estaba matando unicornios, que a Potter le había dolido la cicatriz de la frente, algo que era totalmente incoherente.

Porque. Una. Cicatriz. No. Debía. Doler.

Pero... esa cicatriz es resultado de una maldición lanzada por el Señor Tenebroso. Entonces, ¿eso quería decir que éste tenía algo que ver? ¿Andaba cerca? ¿Había sido aquello que vieron en el bosque?

¡Tenía que existir una explicación y Draco estaba volviéndose loco sólo de imaginarla!

Pasó muchas noches en vela haciéndose mil preguntas y tratando de resolverlo. Y por supuesto, no volvió a acercarse a Potter durante todas aquellas semanas.

Es que en serio, la P de Potter era la P de Puros Putos Problemas.


La respuesta a las inquietudes de Draco llegó al final del año y en verdad no lo hizo sentir mejor.

Justo antes del banquete de fin de cursos, corrían los rumores más salvajes de que Potter se había enfrentado al mismísimo Señor Oscuro en alguna parte recóndita del castillo. Draco no quería creer nada de eso. Primero, porque no podía imaginar que Potter fuera así de estúpido y anti-Slytherin. Y segundo, porque le horrorizaba suponer siquiera que Quien-Tú-Sabes pudiese estar vivo y regresara a continuar su reinado de terror exigiendo a sus mortífagos que estuviesen de vuelta bajo su mando, porque...

No. No quería ni pensarlo.

Intentó sacarle la sopa a Hermione pero ésta le contó poco ("Tienes que entender, Draco, no son cosas que me corresponda a mí andar divulgando. Si Harry en persona no te lo dice..."). Lo único que Draco consiguió fue que la Gryffindor le picara las costillas mientras se reía de él preguntándole si es que acaso de pronto le importaba el bienestar de Potter.

—Está en la enfermería recuperándose. Puedes ir a visitarlo —le dijo ella con una sonrisa burlona.

—Ahora veo el motivo por el que no estás en Ravenclaw —resopló Draco con desdén—. Eres una ilusa sin remedio.

Hermione sí pareció ofenderse un poco con eso, así que Draco, para suavizar el momento, cambió de tema y le preguntó por sus calificaciones obtenidas en los exámenes. Sabía que eso la alegraría.

No obstante, después de un rato, retomó la cuestión.

—Lo que no entiendo, Hermione, es por qué Potter haría algo como eso. Quiero decir... Ir a donde sea que haya ido a enfrentarse con quien haya sido sólo para salvar lo que fuera que tuvieran oculto en el pasillo prohibido del tercer piso... Digo, después de todo el colegio tiene profesores adultos más capaces. Potter tiene sólo once años. ¿Por qué haría algo así de peligroso? —tanteó para ver si Hermione le decía más.

Ésta se quedó pensativa durante un momento antes de responder:

—La tarde que sucedió todo eso, Harry y yo se lo contamos a McGonagall pero no nos creyó. Dumbledore no estaba. A Snape no se lo podíamos contar porque desconfiábamos de él. No nos quedó otro remedio que actuar. Y no sé qué opinión tengas tú de Harry, pero él no lo hizo por verse valiente ni por demostrar nada. Fue para evitar el regreso de Quien-No-Debe-Ser-Nombrado. Porque, recuérdalo... Él fue quien mató a sus padres.

Draco se quedó de una pieza al recordar aquello. Era cierto. Quien-Tú-Sabes era el asesino de los padres de Potter.

Y el esclavista del mío, pensó con un escalofrío.

Después de escuchar eso, Draco no insistió en el tema. Porque eso era algo que podía entender. Él también haría lo que fuera por sus padres, ¿cómo no esperar que Potter fuera igual?

Y si era cierto que la intervención de Potter había impedido (o retrasado) el regreso del Señor Tenebroso, pues... mejor para Draco, ¿no? Incluso tendría que agradecérselo.

De repente se sintió muy mal. Muy culpable.

—Lo que sí creo es que la seguridad en este colegio apesta. Potter debería demandarlos ante el Ministerio. Dile que yo lo apoyo como testigo ocular, ¿va? —intentó bromear.

Hermione sonrió triste y no dijo más.


Por alguna razón y a pesar de que Slytherin ganó la Copa de las Casas ese año, Potter parecía muy deprimido. No trató de acercarse a Draco ni durante el banquete de fin de cursos ni durante el trayecto en el expreso de regreso a Londres.

Llegando a la estación, Draco lo vio marcharse con aire resignado hacia tres muggles que estaban esperándolo con cara de horror, como si la pura presencia de Potter les causara miedo y asco.

Aquella imagen de un chico de sólo once años que acababa de enfrentar a la muerte para evitar el regreso de un tirano, siendo despreciado por su "familia" más cercana, se quedó grabada en la mente de Draco durante todo aquel verano posterior.

Deseaba hacer algo, pero no entendía qué. Lo peor es que no podía escribirle porque, para empezar, Draco mismo se lo había pasado todo el año diciéndole que no estaba interesado en su amistad.

Entonces, ¿por qué no podía dejar de pensar en él?