LOS CHICOS PELIRROJOS SON LO MÁS SEXIS
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Cinco meses.
Cinco largos meses llevaba trabajando para la familia Izumi.
Cinco meses enamorada del señor Izumi… Koushiro… Ahora él le dejaba decirle Koushiro (aunque no en presencia de su esposa).
Y como ya era usual ella se encontraba mordiéndose los labios ante la vista que tenía al frente: él, sentado sin camisa junto a la piscina, con los rayos del sol haciendo brillar su infartante cuerpo. Los dedos le chispeaban por el deseo de tocar aquel trabajo abdomen. Y sí, era un caluroso día de verano, pero el calor que ella sentía en ese momento no se debía exactamente al clima.
Estaba tan distraída como siempre, pensando en todo lo que podía hacer con el Pelirrojo encima de la aquella butaca playera, que no se dio cuenta cuando la señora Izumi se acercó hasta ella.
—Sora… Mimí –.Repitió moviendo una mano delante de su rostro para intentar de esa forma traerla de vuelta a la tierra.
—Disculpe sra. Izumi, ¿me habló?
—Niña, tu mente vive en las nubes –Le dijo girando los ojos.
En las nubes no, encima de su esposo desnudo, pensó, pero claro, jamás le diría eso.
—¿Que necesitaba sra. Izumi?
—Necesito que dejes el living impecable hoy y que prepares la mesa con la vajilla francesa para 8 personas. Tendremos invitados esta noche.
—¿Algo más?
—Sí, me urge que vayas a buscar mi vestido a esta dirección –ordenó pasándole una tarjeta—, y que por favor, termines de poner en su lugar mis trofeos de Ballet, ahora que llegó el exhibidor nuevo. Mira que estas con eso desde ayer.
—Si señora Izumi, hoy estará listo ¿Sería todo?
La mujer de largo y sedoso cabello rizado asintió y le pasó por un lado caminando para segundos después detener su marcha y voltear a decirle una última cosa.
—Sí, solo una cosa más. Cuando Koushiro esté tomando el sol cierra la boca para que no se te caía la baba.
—Sra. Izumi, yo no…
—Sí, si, como sea, estoy acostumbrada a que lo miren de esa forma… Me da igual, porque estoy segura de que solo tiene ojos para mí y siendo franca tú no tienes chance… Pero ten la decencia de aunque sea disimular frente a mí – giró los ojos una vez más y esta vez terminó de irse.
Mierda.
De seguro estaba despedida. En la tarde quedaría desempleada, de patitas en la calle, pidiendo limosnas en una esquina. Comenzó a respirar rápidamente.
Ok, no. Tenía que calmarse e impedirle a su fantasioso cerebro divagar en torno a esto.
Inhaló profundo y pensó con calma.
La señora Izumi podía ser bastante directa y quizá le dijera las cosas con cierto tono de sarcasmo y sin mucho tacto, pero la verdad es que era buena persona y bastante compresiva. No la dejaría en la calle por mirar de más a su marido; Koushiro era un cantante famoso y extremadamente atractivo, tal como le había dicho, estaba acostumbrada a que las chicas lo miraran mucho.
—Mimí –le habló el Pelirrojo a un par de metros de distancia.
Y se veía tan increíblemente sensual, por Dios, que era imposible para una simple mortal, no fantasear con él e imaginarse mil y una situaciones poco decentes.
—¡Mimí¡ — Repitió él sacándola de su nueva ensoñación — ¿Me traerías una piña colada por favor? –Ella asintió y se dispuso a la tarea que le fue encomendada.
Tomó los licores y las frutas, buscó la licuadora, y sí, tenía que concentrase en la preparación, pero es que ay caramba, como le gustaba cuando esa boquita pronunciaba su nombre. Todo en él era divino, inclusive el tono de su voz, tan serio, grave, ligeramente ronco.
No pudo evitar esbozar una sonrisa pícara imaginando que el pronunciaba su nombre mientras…
—No sabía que te ponía de tan buen humor preparar una bebida – murmuró él detrás suyo, sorprendiéndola.
Se giró en 180 grados y se topó de frente con el Pelirrojo a escasos centímetros de distancia. Su sonrisa se amplió muchísimo más.
—Me pone de buen quedarme sola contigo –Le confesó.
El chico ladeó sus labios. Normalmente era muy serio y verlo sonreír mostrando los dientes era casi imposible, pero a Mimí le gustaban sus medias sonrisas, sobre todo porque se le hacía un hoyuelo en su mejilla izquierda que era irresistible.
Sin poderlo resistir más llevó ambas manos detrás del cuello de este y lo besó en los labios, como hacía rato quería hacerlo. Él en ningún momento se apartó, por el contrario, posó sus manos en su cintura y pegándola más contra su cuerpo profundizó el beso.
Delicioso.
Estaba plenamente consciente de que por esto SI que la despediría la señora Izumi, pero era imposible resistirse.
—¿Era mi imaginación o no dejabas de mirarme mientras tomaba sol? –preguntó cuándo pausaron el beso.
—¿Yo, mirándote? ¡Para nada! –Comentó riendo ante su evidente mentira —. Bueno, quizá solo un poco –terminó admitiendo.
Otra sonrisa de medio lado. ¡Súper lindo!
Izumi llevó una de sus manos hasta la cara de la chica y le apartó un mechón de cabello para ponerlo detrás de su oreja.
—¿Has pensado en lo que te propuse?
La Pelirroja mordió su labio, incómoda.
—No lo sé Yama. Es una decisión muy difícil.
—Para mí es fácil. Te quiero, me quieres, ¿y tenemos que esconder lo que sentimos? Vayámonos juntos y al diablo los demás.
—¡No es tan simple como lo explicas! Sabes que muchas personas sufrirían por esto… Tu esposa, por ejemplo –señaló lo obvio, apartándose de él.
Estaba metida en aquel lío, pero no significaba que no supiera que estaba mal y que no le diera remordimiento de consciencia lo que estaba haciendo.
Él volvió a acercarse y la tomó delicadamente por el mentón.
—No te voy a presionar a hacerlo, pero quiero que lo pienses ¿si? –Ella asintió con la cabeza—. Sé que hay personas que saldrán lastimadas, pero también es justo que pensemos en nuestros propios sentimientos.
—Lo pensaré Yama, pero no te prometo nada.
—¿Tienes alguna contra oferta?
La ojimiel lo meditó un breve momento.
—Creo que mientras solo deberíamos disfrutar el tiempo que tengamos solos. Ya luego veremos pensaremos en lo otro ¿Puedes hacer eso por mí?
El Pelirrojo la miró con sus penetrantes ojos azules y un brillo de fuego se iluminó en ellos.
—Si me lo pides claro que puedo hacerlo. Disfrutaré cada segundo que pase solo contigo.
La tomó de nuevo por la cintura y mientras la besaba con pasión, la alzó hasta ponerle encima de una mesa.
La Pelirroja envolvió sus dedos en el sedoso cabello del chico y cerró los ojos mientras disfrutaba como aquel le chupaba el cuello.
Las manos del muchacho se deslizaron hasta su blusa, la cual comenzó a subir de a poco hasta quitarla por completo dejando a la vista el delicado brassier de encaje negro que llevaba puesto Sora.
—Espera Yama —pidió ella apartándolo levemente de su cuerpo—, tengo una mejor idea. Vamos a la butaca playera.
Él la miró y asintió para luego tomarla por las nalgas y llevarla cargada hasta donde pedía, la silla justo al lado de la piscina.
Al llegar la dejó delicadamente sobre está y se posó con cuidado encima de la chica para seguir besándola.
—Espera —interrumpió por segunda vez—, quiero ir arriba.
Koushiro se mordió el labio ante la petición de Mimí.
—Como órdenes —señaló, cambiando de lugar con la fémina.
La Pelirroja se subió encima de él, hasta quedar seximente sentada de frente al Pelirrojo, con una pierna a cada lado del chico.
Acercó su rostro al suyo y bordeó los labios del muchacho con su lengua para luego darle un chupito y permitir que la besara a consciencia.
Las manos del chico recorrían el contorno de su figura, mientras su lengua hacía lo propio en su boca.
¡Besaba de muerte lenta!
Sintió como el Pelirrojo desabrochaba su brassier, hasta dejar su torso completamente desnudo, y luego le arrebató un gemido al llevar uno de sus pechos hasta su boca.
La chica hundió su rostro en el cuello de su amante y bordeó con su lengua para luego hacerle un chupón, con cuidado de no dejar marcas.
Llevó su boca hasta el lóbulo de la oreja de Koushiro y lo mordisqueo suavemente para luego susurrarle casi en un ronroneo:
—Llevaba rato mirándote e imaginándome así, encima de ti. Solo que con menos ropa.
—Pues eso se puede arreglar —comentó el joven posando sus manos por debajo de la falda de la chica, dónde masajeó por un momento su trasero, para luego darle una nalgada y finalmente quitarle la ropa interior.
Sora acercó su sexo hasta la bermuda del chico y comenzó a menearse encima de él, para provocarlo, y estimularlo. Le gustaba ponerlo al tope.
—Quítatelo —ordenó, tan segura de sí misma como siempre y su compañero no dudó en obedecerla.
Y una vez desnudo el chico volvió a repetir la operación de frotarse contra él, para luego guiarlo con su mano y hundirlo en ella.
Ambos soltaron un leve grito ronco ante el contacto y el deseo que ya tenían se disparó a millón.
La muchacha continuó moviéndose de arriba hacia abajo, causándole oleadas de placer a su amante y a sí misma. La ponía a mil por hora ser ella quien dominara la situación, y ver la cara de morbo que ponía Koushiro ante sus movimientos era un dulce regalo que le encantaba.
—¿Te gusta cómo me muevo? —preguntó entre gemidos.
—Me encanta —respondió el aludido con ambas manos en la cintura de la chica ayudándole a dar más intensidad a su acción.
Sora continuó con su labor. Arriba, abajo, una y otra vez. Le gustaba. Le encantaba, pero quería algo más, así que paró.
—Ponte detrás de mí —instruyó al Pelirrojo.
Se quitó de encima de él para que pudiera hacerlo, se quitó la falda que aún llevaba puesta y se puso a gatas sobre la tumbona.
Izumi ya sabiendo lo que quería su compañera se puso detrás y continuó con el acto, tomando más protagonismo ahora.
Con cada movimiento impactante ambos gemían.
Decir que había fuego entre ellos era poco.
—Di mi nombre Koushiro —pidió la chica a medida que se movía también.
—¡Sora¡ ¡Sora! ¿Te gusta Sora?
Dios, aquella voz ronca que la mataba.
—Hálame el cabello —rogó en un hilo de voz. Su petición no tardó en ser cumplida.
—¿Lo disfrutas así?
Ya a esas alturas no encontraba su voz para responder, así que se limitó a asentir entre gritos de placer.
Sintió como Koushiro le daba una nalgada. Y le gustaba. Vaya que le gustaba.
Su euforia iba creciendo cada vez más y más con cada movimiento fuerte del chico y cuando no pudo más se dejó llevar por la inmensa oleada de placer.
Los brazos le flaquearon y cayó sobre el mueble, hasta que sintió como su amante llegaba al climax también.
Absolutamente espectacular.
Tal vez no era mala idea después de todo aceptar la propuesta de Yama y escaparse con él. Huir a un lugar donde solo estuvieran ellos dos, sin importar nadie más.
Se acostó sobre la tumbona y cerró sus ojos esperando a que su corazón comenzara a bombear de nuevo a un ritmo regular.
—Mimí… Mímí —Escuchaba al chico llamarle.
—Dame un respiro, cariño. Quedé exhausta.
—Mimí ¿Qué pasó con mi piña colada?
¿EN SERIO? ¿ERA EN SERIO? ¡Acaban de hacerlo y él preguntándole por su piña colada!
Abrió los ojos enojada, dispuesta a pegarle cuatro gritos al Pelirrojo.
¡Y sorpresa!
No, no estaba acostada desnuda sobre la silla playera. Estaba parada en la encimera frente a la licuadora con cara de idiota.
Y Koushiro si estaba frente a ella, pero no desnudo y no con la feliz cara de quien acaba de tener sexo espectacular, sino con el ceño fruncido de quién no ha recibido la bebida que le pidió hacía un buen rato a su empleada.
—Señorita Takenowchi, hace 20 minutos que le pedí el cóctel. ¿Se puede saber cómo es que tan siquiera ha cortado la fruta?
—Sr. Izumi, disculpe, yo…
El hombre suspiró.
—Ya déjalo así Sora. No sé porque siempre estás tan distraída ¿En qué piensas tanto?
—Yo… bueno… eh…
—Era una pregunta retórica… Estaré en mi oficina, llevármelo allá.
Y se fue. Dejándola sola y avergonzada.
Mierda. Mierda. Mierda.
¡De verdad tenía que controlar su intrépida imaginación! No podía estar fantaseando cada media hora con que se coj#a a su jefe, por qué ahí sí que la despedirían.
Terminó de licuar las cosas y se dirigió a la oficina del señor de la casa.
Tal vez debía ser escritora y plasmar todas sus ideas cochinas en un libro, así por lo menos ganaría dinero por sus distracciones y no regaños.
Además ¿A quién quería engañar? Koushiro jamás se fijaría en ella, estaba locamente enamorado de su esposa y tenía razones para estarlo, AKI… Es decir, la señora Izumi era una mujer genial y hacían una pareja encantadora.
Le entregó el cóctel a su jefe y se dispuso a retirarse para hacer las labores que la señora Aki le había encomendado, no sin antes dedicarle una última mirada al bombonazo que tenía delante.
Se mordió el labio inferior.
Quizá una última aventura en su mente no estaría mal. ¡Había tantas cosas que le podía hacer a Izumi sobre ese escritorio!
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Besitos querida!
