¡Muchas gracias a la gente que deja comentarios y sigue la historia!
Disclaimer: The PowerPuff Girls o cualquier personaje de esta historia no son de mi propiedad.
XVI
—Dios…
Rezongaba del disgusto sobre mi mullida cama, con la almohada me cubrí los oídos intentando taponar el asqueroso y ruidoso sonido del móvil vibrando a mi lado. Gemí del gusto cuando por fin paró y proseguí a soñar de nuevo con deliciosa comida cuando, para mi desgracia, el aparatito volvió a emitir su agobiante cancioncita predeterminada.
Aún sin abrir los ojos pude vislumbrar perfectamente un nuevo día a través de la ventana, pero por la suave y fresca brisa que me llegaba desde esta, supuse que aún era temprano.
Con claro descontento alargué mi brazo hasta tomar el estúpido aparato, las ganas de estamparlo contra el suelo me tentaron, pero finalmente respondí, uno nuevos de esos era bastante caro.
—¿Hola? —mi voz apenas salía de mi garganta reseca, parecía más bien un gruñido de animal perezoso.
—¡Boomer, al fin! Buenos días, ¿cómo estás? ¿te desperté? Perdón, pero quería preguntar sí qui-
—Adiós.
JA JA. Por supuesto que no. Y menos teniendo la poca delicadeza de despertarme en la mejor parte del sueño.
Colgué, creo, no lo sabía, simplemente dejé el móvil a un lado dispuesto a acomodarme de nuevo en alguna pose fatal y dormir hasta que mi cuerpo dijera basta. O eso pretendía por supuesto, si no fuera por la irritante persistencia de la rubia. Con el primer pitido de mi teléfono, lo agarré con rabia y contesté. Ya lo había conseguido, despertarme del todo.
—¡Qué! —exclamé con una vena palpitando en mi cuello.
—¡Oye, no me contestes así! —pude escuchar como de repente su voz era entrecortada.
Ay, no…
—Vale, vale, perdona… —me revolví el cabello, frustrado, que ella llorara era lo ultimo que necesitaba para empezar la mañana. —Estaba durmiendo ¿Qué querías?
Escuché pequeños hipitos y habló.
—Estaba pensando en ir de compras y quería preguntarte si me acompañabas… —dijo ella, podía sentir perfectamente como sonreía y ponía ojitos de cachorro detrás de la línea.
Apreté los labios, claro que quería decirle que no, pero…
—Porfaaaaa. —me quedé en silencio masajeando mis sienes, no quería…— ¡Porfa, porfa, Boomie! ¡POR FAVORRRR!
De nuevo, ese estúpido apodo.
Carraspeé cuando sentí que mis mejillas se enrojecían.
—¡Esta bien, pero no me llames así! —le dije, escuché su risita dulce. Que insoportable…
—Te espero en el parque de siempre.
Y no pude decir nada más pues ella colgó antes de que pudiera siquiera arrepentirme. Bostecé y me estiré escuchando como mi cuerpo crujía y un escalofrío gustoso hizo que finalmente tomara el valor para levantarme.
—Como sea…
…
—¡Buenos días! —ella venía corriendo hacía mí.
Me la quedé mirando, no se porque querría comprarse ropa nueva, realmente no creía que la necesitara. Vestía un veraniego y ligero vestido de un suave azul, simple pero bonito, unas sandalias y su cabello como de normal, recogido en dos perfectas coletas… Aún sin arreglar, siempre conseguía verse bien.
—Buenas.
Una vez en frente de mi, sus ojos celestes se quedaron clavados en mi cara, cosa que solo hacía que me pusiera nervioso, y esa pequeña sonrisita lo acentuaba. Cuando comenzaba a durar demasiado, me sentí intimidado y sin darme cuenta, volví a sonrojarme.
—¿Qué miras tanto? —fruncí el ceño y volteé la cabeza con la intención de ocultar que el hecho de que sus ojos se fijaran en mi de esa manera hacía que mi corazón palpitara desubicado.
—Nada, ¿Vamos? —y ya estaba enganchada en mi brazo.
Tragué con dificultad, ahora hasta mis manos temblaban, las metí en mis bolsillos con la intención de ocultarlo.
—¿Cuándo vas a dejar de agarrarte de mí?
—¡Nunca! Boomie~
—¡No me llames así!
…
—Esta bien, espérame aquí mientras me pruebo esto ¿de acuerdo?
Habíamos llegado al centro comercial de la ciudad, hoy sábado y por la mañana estaba a rebosar de gente y me agobiaba, por suerte no tardó demasiado en escoger la ropa que quería. A pesar de que me avergonzara que me vieran con ella en tiendas solamente de chicas, a ella no parecía importarle pues no me soltaba ni un segundo y me arrastraba a todos los rincones ¡incluso me obligo a elegir ropa interior! por suerte hice lo más inteligente que se pasó por la cabeza: escoger con los ojos cerrados. Solo mirar e imaginar lo que mi mente sería capaz de pensar mirando esa ropa… ¡NO!
Alejando cualquier pensamiento inapropiado continuamos nuestra visita por las tiendas hasta que en una de ellas parecía que en especial le apetecía probarse el vestuario. Entró al probador y yo me quedé sentado en un pequeño sofá cercano.
—Porqué soy tan débil… ¡con lo bien que estaría yo en mi camita ahora mismo y sin pasar esta vergüenza! —sin darme cuenta alcé demasiado la voz al punto que varias personas de la tienda se me quedaron mirando, volví a sentarme avergonzado. —Solo sirvo para hacer la vergüenza…
Observé a mi alrededor en busca de alguna cosa con la que entretenerme, hasta que mis ojos se toparon con el bolso de Bubbles justo a mi lado. No soy un entrometido, ni mucho menos, pero algo que sobresalía de el me llamó tanto la atención que tuve que curiosear. Agarré el bolso y con disimulo -mirando de que ella siguiera dentro del probador-, tomé el objeto.
Era un colgante, bastante bonito y parecía de oro real. Tenía forma de corazón y dentro albergaba una pequeña foto vieja pues se veía a ella y sus hermanas y un hombre detrás de ellas abrazándolas, di por supuesto que era su padre. Sonreí quedamente, me pareció tierna la imagen.
Hablando de su padre… ¿Dónde estaba? Desde que llegamos a la ciudad no se le había visto el pelo, ni con las Powerpuff, ni por su casa, ni por la calle, en realidad, es como si se hubiera esfumado con el viento, cosa que me recodó a cuando Butch nos comentó el curioso caso del antiguo alcalde, el cual se fue de la noche a la mañana y ya no se le volvió a ver… ¿tal vez se fueron juntos? Aunque eso en realidad no tendría mucho sentido ¿por qué haría algo como eso?
Torcí los morros, yo tampoco había sido demasiado inteligente, en ningún momento se me había ocurrido preguntar debido al poco interés que he tenido por su vida… hasta ahora, ya que todo era tan misterioso.
Fui a dejar el colgante en su lugar cuando, otra cosa más, captó de nuevo mi atención. Parecía una especie de foto plastificada.
—¿Qué te parece?
Me exalté ante la voz de Bubbles y desistí de mi acción dejando aquella foto donde estaba y de paso cerré bien el bolso para apartar la curiosidad que pudiera volver.
—A-ah —tosí con torpeza, la saliva se me atragantó. —mmm ¡sí! Me gusta ¿has terminado? ¿ya nos vamos? —me levanté con prisa, desenado marchar a mi casa.
—Por supuesto que no. —negó ella seriamente, una interrogante apareció en mi cabeza. —¡todavía nos queda buscar ropa para ti! —sonrió como una niña traviesa.
—¿¡Eh!?
…
—Esto es vergonzoso…
Creo que ya no me quedaban dedos en las manos para contar cuantas cosas ese día habían hecho que me enrojeciera de la pena.
—Claro que no, Boomer ¡ir conjuntados es lo mejor del mundo! —exclamó ella totalmente feliz mientras se colgaba de nueva cuenta de mi brazo. Bufé con irritación.
Así es, al salir de comprar ropa para mí, no me di cuenta de que ella llevaba la maliciosa idea en mente de tomar las dos piezas adecuadas para ir ambos conjuntados. A este punto de la historia, ya ni siquiera sabía que era lo que quería de mi… ¡tal vez simplemente que me muriera de la maldita humillación! Sí, eso debía ser… ¡quería que todos se rieran de mí!
Caminamos por la ciudad, me tomé la molestia de tomar una gorra intentando ocultar quien era y que con suerte no me encontrara a ningún conocido por la calle. Digamos que llevar unos pantalones de mezclilla y una camiseta azul con un oso "macho" y ella un oso "hembra" con lacitos y bobadas estampados no era lo que más me enorgullecía en ese momento.
Me dejé llevar pues estaba más concentrado en ocultarme de la gente, tanto que no me di cuenta de que nos pasamos la calle que llevaba hacía mi casa y también la que llevaba a la suya. Cuando quise darme cuenta ya era tarde.
—¿A dónde me llevas ahora? —eché la cabeza para atrás, tenía unas horribles ganas de llorar de la desesperación.
—Ningún lado en especial, solo estamos paseando.
Ella se pegaba más a mi y el calor que comenzaba a hacer esa mañana era fuerte ¡mi cuerpo gritaba por espacio personal! Rechisté con la lengua, aburrido. Estuve a punto de dar media vuelta para volver a casa sin importarme sus gritos y berrinches, cuando, de la nada, el sitio que quería visitar desde niño se apareció a mi como las puertas del cielo.
Me quedé estático, embobado con las letras dibujadas que decían "Zoológico de Townsville"
Mis ojos brillaron de la emoción, sin darme cuenta tomé a Bubbles de la mano y corrí hacía allí, pero paré en seco cuando sentí que estaba tirando de una piedra que no era capaz de mover, volteé confuso.
—¿Qué sucede? ¡Vamos, es el zoo! —con entusiasmo volví a tirar de ella, pero no era capaz de moverla, entonces alcé una ceja. No comprendía nada, se supone que estas cosas le encantarían ¿no?
—No… no es buena idea. —ella negó con la cabeza mientras torcía su boca en una fina línea y arrugaba su frente. De repente vi caer una pequeña gota de sudor por su frente hasta chocar con el suelo.
—¿De que hablas? ¿No te gusta? ¡Debería encantarte Bubbles! —exclamé con una pequeña sonrisa esperando que ella reaccionara, de verdad tenía muchas ganas de ver a los animales.
—E-eh… sí, es cierto. —dijo ella de repente, asintiendo muy rápido, como si hubiera recordado algo.
—Ya… —entrecerré los ojos, su actitud se había vuelto monótona y sin sentido de un momento a otro. —Entonces… ¿entramos?
—¡Claro! A mi me encanta el zoo, los animales… —rio en voz baja con una sonrisa que más bien parecía una mueca incómoda. —¡Entremos!
Ahora ella agarró mi mano y corrimos para comprar una entrada. Ciertamente estaba tan emocionado que me olvidé por completo de su comportamiento tan errático de hace un momento.
Una vez allí, me quedé maravillado. Desde hace tantos años había deseado visitar un zoo, ver todos los animales, era tan impresionante. Las jirafas, los chimpancés, tantas especies distintas de pájaros, delfines… ¡de todo! Pero definitivamente mis favoritos eran los leones, tan majestuosos… En fin, lo que pasó fue que nos recorrimos todos los lugares, yo llevaba las riendas pues Bubbles volvió a aquella actitud extraña.
La rubia no se acercaba a los animales, no los tocaba y cuando alguno quería estar más cerca de ella, ella se alejaba rápidamente con una mirada perturbada. Por mi nos habríamos quedado allí todo el día, pero ella cada vez parecía más incómoda y le costaba seguirme el ritmo, a veces simplemente se quedaba en algún lugar alejado, casi siempre cerca de los baños, de los cuales entraba y salía cada dos por tres, con la respiración agitada.
Comencé a preocuparme y pensé que tal vez empezaba a sentirse mal.
Me acerqué a ella una vez que volvió a salir de los baños, la toqué en el hombro y con el solo rocé pegó un brinco del susto, se giró hacía a mi con los ojos llorosos y toda emoción en mi cuerpo terminó de desvanecerse con aquello.
—¿Bubbles, te encuentras bien? ¿Por qué lloras? Pareces pálida… —llevé una de mis manos a su frente sin previo aviso, ella se removió nerviosa ¡estaba ardiendo! —¡Creo que estás enferma! —comencé a entrar en pánico. —Ay no, ¡malditos! ¿y si estos animales te contagiaron algo? ¿y si es una enfermedad muy contagiosa? ¡y me la pegas! ¡Me pondré enfermo tal vez! ¿y si me muero? —comencé a divagar sin darme cuenta.
Sentí una palmada en mi hombro, al voltear hacia ella, todo el miedo se fue al ver como ella ahora parecía mas tranquila y me sonreía divertida.
—No te preocupes Boomer, me debió de sentar algo mal cuando comimos en el centro comercial. —dijo ella, sin avisarme antes me abrazó con fuerza. —tú estás aquí y todo esta bien, tu me proteges, no tengo miedo…—se apretó contra mi pecho, de tal manera que seguro que escuchaba mis latidos desenfrenados.
Demasiadas emociones en cuestión de segundos eran mucho para mí y mi mente se colocó de color blanco. Con las manos temblorosas al fin accioné mis articulaciones, bajé la vista ¿la iba a abrazar? Cerré los ojos, mi cara ardía y mis piernas se sentían de gelatina. Estuve a punto de cerrar mis brazos a su alrededor cuando ella se separó rápidamente de mí, dejándome un vació que hasta ahora nunca había sentido.
No sé cómo pasó, pero ante mis ojos, ella acababa de cambiar, sus palabras tocaron algo dentro de mi y encendieron un interruptor en mi cerebro. Y creo que en mi corazón también.
Entonces ahora esa sonrisa tierna que daba a todo el mundo, quería que fuera solo para mí.
—¿Boomer? Tierra llamando a Boomer.
El chasqueo de sus dedos justo en frente de mi cara, hizo que despertara de una revelación.
Oh no…
¡Oh no!
¿Qué diablos acababa de pasar? No lo sé ¡No quiero saberlo!
—¿Te parece si nos vamos ya? Creo que necesito descansar un poco.
Olvidando por completo aquella marea de… sentimientos, decidí que ella estaba en lo correcto, yo también necesitaba descansar. Creo que tanta emoción acabó confundiéndome, en casa podría pensarlo todo con claridad.
—Vamos a casa. —escuetamente asentí.
Cuando ella se movió para caminar, acabó chocando accidentalmente con una persona con la cual se disculpó, yo que todavía seguía a sus espaldas vi como algo caía del bolsillo trasero de su short.
Me agaché para descubrir que era aquella foto plastificada que descubrí en su bolso. La tomé y lo único en lo que pude fijarme antes de que ella la arrebatara bruscamente de mi mano era de que se trataba de un niño o niña pequeño/a de cabello rubio.
—Es mío, gracias. —me dijo con tono seco y procedió a guardar la foto como si fuera alguna especie de tesoro.
—Huh, sí, perdona.
Y sin mencionar mucho más de todo, nos fuimos ambos a casa.
…
—Otra vez cenando solo.
Rodé los ojos mientras terminaba de servir la mesa para una persona. Desde que Brick había empezado a salir con la pelirroja, supuestamente solo como amigos como él dice, y Butch se pasaba las horas en la calle con su ahora mejor amiga la PPG verde, yo cenaba casi todos los días en soledad. No es algo que realmente me importara, pero, con el pasar de los días sentía que algo se nos escapaba de las manos, no sabía realmente qué, pero el plan de Brick cada vez quedaba más estancado y yo… bueno, ahora mi mentalidad era completamente diferente y no estaba del todo seguro de querer matarlas, o por lo menos, no del todo a una de ellas.
Resoplé, me angustiaban mis propios pensamientos, todo se estaba saliendo de control, esto no era parte del plan.
Comí algo de patatas todavía medio congeladas con la carne que sobró de la comida, no tenía mucha hambre en realidad, más que otra cosa deseaba dormir. Mientras me quedaba mirando embobado al horizonte con la boca llena, casi me atraganté al exaltarme con el sonido de mi móvil vibrando.
Lo miré con enojo, hoy estaba siendo un dolor de cabeza. Respondí la llamada con la vista fija ahora en mis patatas frías.
—¿Quién?
Hubo un silencio a través del altavoz, ahora toda mi atención se concentró en la llamada, fruncí el ceño, extrañado.
—¿Hola? ¿Quién es? —hablé nuevamente, otra vez silencio. Excepto porque un suave murmuro se escuchaba de fondo, muy bajito, presté atención.
Lo primero que se me pasó por la mente fue que alguien se había equivocado al llamar y no sabía que decir.
—Oiga, sea quien sea, creo que se equivocó.
Estuve a punto de colgar cuando unos gimoteos de lamento me sacaron totalmente de onda, miré el nombre en el teléfono por fin ¡Bubbles!
—¡Hey, Bubbles! ¿Qué te sucede? —ahora ya comprendía que se encontraba llorando. No contestaba y los lamentos eran más audibles. Me levanté bruscamente de la silla, de manera que esta cayó a mis pies. —¿Qué te pasa? ¿Estás bien? —mi tono urgente pareció obligarla a tranquilizarse para poder hablar.
—E-estoy en el parque de siempre… —otro suspiro. —Se que es tarde, pero… ¿p-puedes venir?
Su voz era tan lastimera que mi corazón se estrujó de preocupación. Con paso decidido cogí las llaves de la casa y salí por la puerta.
—En menos de cinco estoy.
…
Al detenerme mi respiración era acelerada e irregular. Miré para todos los lados, el parque estaba solitario a estas horas asique no debía ser muy complicado encontrarla, di unas cuantas vueltas hasta que finalmente, un cuerpo en la lejanía me llamó la atención. Era ella. Estaba sentada en un banco, cabizbaja y pude ver como su cuerpo se estremecía, seguramente porque estaba llorando.
Tragué con dificultad, ¿por qué lloraba? Ya no sabía si mi pulso acelerado era de correr o… por ella.
—Bubbles… —cuando me acerqué a ella lentamente, para no asustarla, ella levantó la cabeza hacia mí, advirtió mi presencia.
—Boomer… —ahora podía ver sus ojos hinchados de llorar, mas brillantes que nunca, su nariz enrojecida y todavía el rastro de lágrimas en sus mejillas.
Me senté a su lado y coloqué mi mano en su hombro en señal de apoyo.
—¿Qué ocurre? ¿Quieres hablar?
Ella asintió varias veces y volvió a bajar la cabeza.
—Pero todavía no… —se lanzó hacia mi envolviéndome en un fuerte abrazo, esta vez reaccioné más rápido y la abracé de vuelta sin ninguna vergüenza.
Podría acostumbrarme a ello.
Y así nos quedamos en silencio un largo rato, escuchando la respiración del otro entre el silencio inmutable de aquella noche, la única luz sobre nosotros era la luz de las estrellas y la media luna de verano. Finalmente, ella decidió hablar.
—Lo echo de menos Boomer, echo de menos tantas cosas… —en aquel abrazo pude sentir mi pecho empaparse un poco por sus lágrimas. La apreté más contra mí. No sabía de qué hablaba, pero, por una parte… sabía lo que era sentir echar en falta algo importante.
—Dime, ¿qué echas de menos Bubbles? —pregunté con voz tímida, dulce, algo que pocas veces salía de mí.
—A él y a él, a mi misma… mi vida… —su voz rota me dejaba hecho jirones.
¿Quién era él? ¿Su vida? No entendía, pero sonaba como algo que estaba tan lejano a ella…
—No te preocupes… yo estoy aquí ¿quieres contarme que pasó? —pregunté con cautela. Me sentí mal por sentir tanta curiosidad, simplemente debería consolarla y punto.
Ella se separó lentamente, sus labios rojos temblaban, estaba llorando, pero jamás la había visto de esta manera… tan adorable, algo en ese momento la hacía irresistible para mí. Me pegué una bofetada mental, esos estúpidos pensamientos de nuevo…
—El profesor… hoy casi me muero de la alegría, creía que él había vuelto, pero… no, no era él ¡tan solo una estúpida confusión! —comenzó a darse puñetazos a ella misma en las piernas, asustado atrapé sus brazos para pararla, ante mi sorpresa ella paró al instante. Más lagrimas caían por sus mejillas.
—… ¿murió? —pregunté con miedo de hacerla sentir mal.
Ella abrió los ojos enormemente y negó con efusividad, resoplé aliviado, la muerte era el tema que peor llevaba en cuanto a consolar a la gente.
—¡Por Dios, no! —exclamó agitada. —El profesor… tan solo… se fue. —explicó con dificultad, las palabras se quedaban en su garganta.
—¿Por qué?
Ella me miró fijamente y sonrió por primera vez desde que llegué en la noche, se encogió de hombros.
—Sabes, no importa. —se quitó el rastro de lágrimas en su sonrosada cara. —Boomer… yo quería hablar de esto, pero en realidad… era otro tema el que quería tocar especialmente. —claramente quería cambiar de tema rápidamente.
Yo torcí un poco la cabeza como signo de incomprensión, ella se llevó una mano al bolsillo.
—¿Te acuerdas la foto que se me cayó en el zoo? —yo asentí recordando la silueta de aquel niño/a. —Bueno pues… —ella sacó la foto con una pequeña sonrisa, esta vez verdadera de felicidad, al parecer aquella persona era realmente importante para ella. —Esta persona es muy importante para mí. —le dio un pequeño beso a la foto y tomó mi mano, para dejarla encima de mi palma.
Yo solo me dedicaba a verla fijamente.
—Creerás que es una locura, pero… esa es la persona que me gusta.
Pestañeé varias veces, de repente me quedé sin aire, mi boca se resecó y mis ojos se abrieron tan grandes que creía que se iban a salir de los orificios, la mandíbula por los suelos. Aquella foto, aquella persona, aquel niño… rubio, de ojos azules, sonrisa traviesa, mirada maliciosa, piel blanca y pecosa…
Comencé a sudar frio, mis ojos no creían lo que veían.
Era… yo.
Ella continuó hablando, toda mi atención a sus palabras mientras mi estomago aun intentaba digerir todo aquello.
—Verás… este niño parece que viene de un sueño, se que existe porque tengo una foto suya desde prácticamente toda mi vida, pero simplemente soy incapaz de recordarlo. Aún así, cuando veo la foto, sé que lo he querido y que este donde este, sigue vivo ¡lo presiento! Aunque no sepa quien es, como se llama… Boomer.
Mis labios temblaron, quería llorar, quería echarme a llorar, romperme las cuerdas vocales de gritarle que era yo… pero ella, ¡ella me quería a mí!
—Boomer, tu te pareces tanto a él… —su mano acarició mi rostro, la agarré con fuerza. —he sido una mala persona, Boomie. Te quería confesar la verdad, esta mañana, cada día que quedamos, quería decirte que me acerqué a ti por que eres igual a él ¡y podrías ser él!
Mis manos perdieron fuerza, todo mi cuerpo perdió fuerza, claro que era él, pero… ella no podía saberlo, realmente no se acuerda de nosotros, para nada. En realidad, no parece como si ella lo haya olvidado con el tiempo ¡sabe de mí! Sabe que soy real, pero simplemente parece como si… le hubiera borrado la memoria.
—O tal vez no lo seas… —ella rio sin gracia. —perdóname, se que estoy diciendo muchas locuras. —tomó la foto que se había resbalado de mi mano al suelo y la vio con nostalgia. —A él lo veo y siento el gran cariño que le tengo, tal vez por el recuerdo de un enamoramiento de niña pequeña, pero…
De pronto sus ojos brillaron con una fuerza que me atrapó, sus mejillas se sonrojaron y su sonrisa tembló, se llevó la mano al pecho y suspiró con tranquilidad.
—Pero aquí dentro, hay alguien nuevo a quien quiero aún más, de quien realmente me he enamorado… hasta ahora no creía que algo así fuera posible. —estrechó mis manos entre las suyas, llevándoselas a su pecho. —Mi corazón late con fuerza por ti Boomer, tal vez me acerqué a ti por un recuerdo, pero ahora se que fue la mejor decisión de mi vida.
Retuve un gemido de sorpresa. Esto era una confesión, una confesión verdadera. Yo… Bubbles… ella y yo… las palabras se amontonaban sin sentido en mi mente y se hacían una burbuja que me impedían articular una sílaba.
—Y se que tu no sientes lo mismo ¡pero no me rendiré! —se levantó de un salto. —¡que sepas que las almas gemelas están destinadas! Y nosotros lo somos. —alargó su puño hacia mi cara que ardía. —Tómalo, yo tengo uno igual, cuando decidas usarlo, sabré que has correspondido mis sentimientos.
Abrí la mano para recibir el regalo, era… un colgante, forma de corazón como el que ella portaba aquella mañana, y al fijarme, también lo llevaba puesto esta noche. Todo mi cuerpo era un mar de sentimientos, ¿podía estar congelado y ardiendo al mismo tiempo? ¿era posible que mi garganta se secara a tal punto que ardía?
—Este. —tocó su cuello, alzando un poco su colgante, luego lo abrió. —es el mío, llevo una foto de mis hermanas, pero ahora… —me fijé especialmente en el otro lado del corazón, era yo… pero yo de verdad, el de ahora, no aquel niño que en realidad…
Ya no existía.
—Y-yo… Bubbles… no se-
—¡No digas nada! —ella rápidamente puso un dedo en mi boca para callarme. —Ya lo sé, no lo digas… —una triste sonrisa apareció en sus suaves labios barnizados. —Por favor, quédatelo, dentro hay una foto nuestra juntos, el otro lugar puedes llenarlo como desees.
Y así nos quedamos en un largo silencio, en la misma posición, con la misma mirada, yo con intensidad intentaba de alguna manera traspasar los muros de su mente y descubrir que era lo que estaba pensando ahora mismo. Tal vez… que era un idiota, pues tomé el colgante y lo guardé, no me lo coloqué. Ella asintió, aún con la mirada triste, comprendiendo.
—Muchas gracias por escucharme Boomer, por estar ahí, eres un gran a poyo para mi en todo momento. —dio dos pasos hacia mí, inclinándose levemente para llegar a mi altura. —Te quiero.
Sin previo aviso, sin darme tiempo a reaccionar, un beso fugaz hizo que ahora todo mi cuerpo fuera un volcán a punto de estallar. Con el sabor del barniz de fresa en mi boca, la vi marchar corriendo y yo por fin, pude dejar de retener el aire que me estaba asfixiando.
De mi bolsillo saqué aquel pequeño dije dorado, mis manos sudadas temblaban y al abrirlo, pude ver nuestra foto juntos de un día que nos tomamos fotos en un fotomatón al visitar el parque de atracciones. Ella sonreía y se abrazaba super fuerte a mí, mientras que yo no pude evitar también reír ante sus anteriores fotos con expresiones graciosas y entonces ahí yo también parecía feliz.
Lo cerré y apreté con fuerza en mi mano, mi corazón palpitaba con tanta fuerza que dolía y unas extrañas ganas de llorar se apoderaron de mí.
Le mentí. Le mentí en todo, sobre mí, sobre mi vida, sobre mis sentimientos.
Tan solo soy una ilusión.
Hace días que yo sospechaba mis sentimientos y claramente los negaba, los confundía con nervios o quería sacar alguna estúpida excusa de cualquier parte para no admitir que… desde la primera sonrisa, desde el primer roce yo ya había caído rendido ante ella. Preciosa, adorable, amable, divertida… Lo tenía todo, y yo le mentí.
Yo me había enamorado de un ángel y ella, por el contrario, de un auténtico diablo.
Tenía que alejarme por su bien y ocultar mis sentimientos.
CONTINUARÁ…
Madre mía, este capítulo nuevamente quedó más largo, pero es que esta vez la inspiración me ha caído como del cielo ;v; Espero que os haya gustado, disfruté realmente escribirlo y que Boomer por fin acepte sus sentimientos era algo que esperaba desde hace rato, yo, que soy la escritora jajajja.
Mala suerte que no estarán juntos al parecer jeje.
