La primera vez de Akari
Esta historia está basada en cuando Akari tenía 7 años, a punto de cumplir 8.
Era un sábado del mes de julio, solo unos días antes de que Akari cumpliera 8 años. La niña se dejó caer en la cama con los brazos y las piernas estiradas, pareciendo una estrella de mar. Durante todo el día la familia se había dedicado a limpiar la casa, y después de comer, Akari quería descansar.
La niña, que para entonces tenía el pelo largo, iba vestida con una camiseta con mangas muy cortas, casi al punto de parecer de tirantes, y con unos pantalones también muy cortos, similares a calzoncillos tipo bóxer.
Akari tenía la ventana de su habitación abierta, para ventilar la habitación, ya que hacía calor. Sin embargo, en ese momento no hacía excesivo calor. Es más, la temperatura era prácticamente perfecta. Además, soplaba una suave brisa muy agradable. Akari cogió su almohada y se abrazó a ella.
–Ah, qué fresquito… – Dijo la niña frotando sus mejillas sobre la almohada.
Akari también rodeó la almohada con sus piernas, para sentir fresquito también en sus piernas. Tras unos segundos, cuando la almohada ya se había calentado, Akari movió un poco la almohada, para buscar una parte más fresca. Al hacerlo, la almohada rozó su entrepierna, haciendo que Akari notara algo. La niña volvió a mover la almohada de forma que volviera a rozarla, y volvió a sentir eso. Akari volvió a hacer lo mismo unas cuantas veces. La niña sentía algo de molestia, como si su entrepierna le picara. Sin embargo, tras unos segundos, esa sensación cambió. De pronto, ya no frotaba su entrepierna con la almohada porque le picara y quisiera rascarse, sino que lo hacía de forma instintiva. No sabía el qué, pero había algo que le hacía seguir.
–¿Qué… ¿Qué es esto? ¿Qué es esta sensación?
Akari estaba empezando a excitarse, sin que ella misma supiera aún qué era eso. De hecho, ni siquiera conocía esa palabra. La niña siguió frotando su entrepierna con la almohada, aumentando poco a poco la velocidad. Akari cerró los ojos, y su respiración se iba acelerando y haciendo cada vez más audible.
A medida que Akari aumentaba la velocidad, la niña dejó de respirar por la nariz y empezó a hacerlo por la boca, de la cual escapaban ligeros gemidos, y su frente se iba llenando poco a poco de sudor.
Al tener la almohada a un lado, esta se movía y no podía frotarse todo lo rápido que quería, así que Akari se puso encima de la almohada y empezó a moverse arriba y abajo, frotando su entrepierna con la parte de abajo de la almohada. Estando encima de la almohada podía presionar más fuerte su entrepierna contra la almohada, haciéndole sentir mejor. Sin embargo, Akari quería más contacto, e instintivamente empezó a mover sus caderas, haciéndole sentir más placer. Akari no sabía cómo lo había hecho. Ella no había deseado mover sus caderas, sino que empezaron a moverse por su cuenta, pero eso se sentía mucho mejor, así que Akari siguió moviendo solo sus caderas en vez de todo su cuerpo. Ella no lo sabía, pero con cada movimiento de sus caderas estaba presionando su pequeño clítoris contra la almohada, haciéndola excitar aún más.
La niña cada vez movía sus caderas más rápido, y cada vez emitía más gemidos y más fuertes. No podía evitarlo, su mente estaba cada vez más nublada. Aquella sensación le impedía pensar en nada. No sabía qué era, solo que debía continuar.
–Ah… Aaah… Ah… Nnn…
Akari cada vez notaba esa sensación más fuerte, haciendo que aumentara el ritmo de sus movimientos y la presión que hacía contra la almohada, cerrando también los ojos con fuerza, como si con eso pudiera hacer más fuerza. Akari había perdido completamente el uso de la razón. No sabía qué, pero algo estaba a punto de pasar, y lo único que quería era que finalmente pasara. Akari, a punto de llegar, aumentó aún más el movimiento de sus caderas, haciéndole soltar gemidos a medida que se acercaba al clímax.
–Ah, ah, ah, ah, ah…
Y finalmente se corrió.
–¡Mmmm! ¡Nng! Mmn… ¡Mmmng! ¡Nymmg!
Akari tuvo su primer orgasmo, haciendo que todo su cuerpo empezara a tener espasmos y convulsiones. La niña enterró su cara en la almohada, para ahogar sus gemidos, mientras aquella sensación hacía que todo su cuerpo tuviera aquellas fuertes contracciones. Aquello duró casi medio minuto, tras el cual las contracciones y espasmos producidos por el orgasmo empezaron a disminuir. Akari sacó su cara de la almohada, respirando con fuerza por la boca, reduciendo poco a poco la velocidad, haciendo que lentamente empezara a volver a su ritmo normal.
Los espasmos del orgasmo cada vez eran más flojos, y la sensación de placer que durante ese tiempo inundó la mente de Akari empezaba a disiparse, empezando a recuperar la niña la capacidad de pensar.
Akari se dejó caer al lado de la almohada, con sus brazos y piernas estiradas, igual que al principio, donde tuvo unas últimas contracciones, haciendo que sus caderas se levantaran ligeramente de la cama. Finalmente, la respiración de Akari volvió completamente a su ritmo normal. Aquello la había dejado completamente relajada. Aquella sensación, sumada a la buena temperatura que hacía en aquel momento y la suave brisa, hizo que Akari se quedara dormida en pocos segundos.
La niña se despertó algo descolocada. Akari se incorporó y estiró sus brazos mientras bostezaba. Ya completamente despierta, Akari comprendió que se había quedado dormida después de masturbarse y tener un orgasmo (aunque ella no sabía qué era eso, y ni conocía esas palabras).
Akari miró el despertador, viendo que había dormido algo menos de una hora.
–¿Qué ha sido eso?
Akari agarró la almohada y volvió a abrazarse a ella.
–Se ha sentido muy bien… – La niña sonrió y apretó su almohada contra ella. – ¡Tengo que repetirlo más adelante!
