Fic

Historias de Albert y Candy

Presenta

Quédate Conmigo

Por Mayra Exitosa

Aturdida, sin saber a donde la llevaban, su equipaje, el mismo con el que había salido del instituto de señoritas, un internado que la mantuvo con estudios de primer nivel, ansiando una carrera universitaria, deseando conocer nuevas personas, tener novio, sentirse amada y apreciada, finalizaba con un marido que ni siquiera se había sentado a su lado en el jet en el que volaban. Trataba de que no se notara la desilusión del trato de su familia, sus medios hermanos, apenas conocidos ni asistieron a la reunión, su padre ni siquiera se despidió de ella, lo seguro era que su madrastra la odiaba y apenas la había conocido, por lo que su padre uso ese matrimonio para deshacerse de ella directo y sin escala. Meditaba que el rubio había declarado que se casaría en una isla y que sería enseguida de que salieran de la sala de abogados donde le habían entregado el acta directamente a él y de la cual solo tuvo que firmar, de pronto recordó algo, ella nunca había firmado antes como Candy Legan, así que su firma fue la de Candice Mac Connery, por lo que angustiada se quedaba asustada por la nulidad de ese documento, sus identificaciones anteriores eran como Candy Mac Connery, incluso su pasaporte, todo los documentos que portaba en su maleta tenían el apellido anterior, no se los había cambiado, pensaba que sus huellas se encontraban al lado de la firma y si… cuestionaba podía decirse que firmaba con el apellido de… ¿su madre? pero si ella se apellidaba McBride, Ailsa McBride.

En la mansión Andrew llegaban las noticias de que el heredero había elegido una boda en la isla recientemente adquirida, en la que tendría la ceremonia de manera privada dejando a todos asombrado, al ser la primera vez que sucedía un acto de esa forma, todos en la mansión llamaban y la Tía Elroy argumentaba que fue por la familia de la joven y que posteriormente harían un evento como se merecía su sobrino, por lo que buscarían hacer la reunión cuando avisaran que la esposa de William Andrew llegaría a la mansión y se haría en esos momentos un evento formal de presentación y festejo como se debía.

Mas William se había gastado una fortuna para llevar a un sacerdote católico, para que lo casaran como se debía en una discreta playa donde su personal fungiría como invitados y su familia no sería tomada en cuenta, debido a la obligación que él tuvo que contraer, mientras ellos gozaban de su sacrificio.

Candy por su parte, tenía una real aflicción por lo que optaba por convertirse en la esposa recientemente muda por decisión propia, si su nuevo marido se enteraba que ella tenía ya en su haber tres apellidos y que el suyo ahora sería el cuatro en adquirir eso podría entenderse muy mal, así que solo se fingía despreocupada y tranquila, como le habían enseñado en el internado, no mostrar alteración de sus movimientos faciales que delataran de un error cometido, que luciera con naturalidad y que si las cosas no salían bien, no era su responsabilidad, era la de sus padres que al parecer estaban tratando a su madre como una mujer de la vida galante con la que varios hombres se dieron cita y en una de esas le dieron la vida. Al final ella se enteraba de su situación hasta hacía muy poco y nadie le había cuestionado nada, así que solo hasta que el lo descubriera, si es que lo hacía, ella sería la dama del silencio, si como no, si de preocupación hasta dormida hablaba.

- ¿desea algo de beber? - Si mi apellido por favor. - ¿perdón? - ¡ay! No le entendí, ¿Qué me preguntó? - que, si desea una bebida, no tardamos en llegar, si desea puedo traer una manta para que descanse, - ¿dormir? No, gracias, mejor despierta. - Bueno, le parece si le traigo un té o un refresco. - Solo un poco de agua, de preferencia embotellada.

La llegada a la isla era en total silencio, ya era tarde, se notaba obscuro y había antorchas encendidas como si fuera a ser llevada a una selva y la pusieran en un tronco a quemar por sus pecados. - Ven, subamos, manejare el todo terreno. - Si. Ella subía y él le colocaba el cinturón, al acercarse olía a rosas y lavanda una suave mezcla de loción que emanaba de su cuello. Y él la observó notándola nerviosa, y no era para menos, su padre ni la había considerado, era un hombre sin sentimientos, nunca le cuestiono donde era la isla, ni si podía viajar enseguida. - Sé que no nos conocemos, pero ahora eres mi esposa y no hay marcha atrás, mañana tendremos la ceremonia, hoy debemos descansar, esta isla la adquirí hace poco, por lo que no tiene concluida la construcción, así que dormiremos en una choza de palma si no tienes inconveniente. - Esta bien, donde sea, no hay problema. Ella bajaba el rostro apenado, su padre le pagaría una dote muy costosa, más no se la habían dado, quizás todas esas propiedades estaban en arrendamiento y no tenía mucho dinero su nuevo esposo, así que no se pondría en plan de diva, solo aceptaría lo que le diera.

Había personal quienes les bajaban el equipaje, más la casa de palma era amplia y limpia, se notaba un abanico improvisado y mesas de madera rusticas, no se veía elegante, era todo muy austero, pero Candy lo que deseaba era darse una ducha y dormir con un tafetán en la boca para no hablar nada, así que esperaba hubiera algo de comer, porque el viaje había sido de más de ocho horas. - Esta es nuestra cama, es la única que hay, espero no sea problema. Comentaba el rubio, asegurándose que la oiría quejarse, pero ella no dijo nada, solo abrió su maleta, sacó un short y algo de ropa, preguntando donde se podía enjuagar un poco para descansar fresca. A lo que una mujer morenita le indicaba un barril dentro de un costado de la choza que tenía en un rincón el agua estaba fresca, por lo que sacaba un par de botecitos de su maleta y se iba a dar la ducha frente a todos, sin decir nada, solo se metía tomando un cubo para mojarse y lavarse tras la tela que fungía como pared. William se quedaba absorto, de que no pusiera ninguna molestia incluso de la falta de piso, el exceso de polvo, o del lugar tan austero, ella solo se dio el remojo más rápido que nunca, salía con sus cabellos mojados y se los peinaba con sus propias manos, para pasar por un costado con una camiseta y un short sus sandalias rosas y sacudía lo que iba ser su lugar para dormir, apagaba la antorcha en el piso como si siempre lo hubiera hecho y se acurrucaba en un costado del colchón cubriéndose con la cobija. El rubio solo la observó sentado desde la mesita donde tomaba la cena y ella no había ido a pedir nada, solo se había recostado para irse a dormir, habiendo dejado solo en la mesa. El cubría las cosas hacía una seña a uno de los hombres que estaba ahí y este recogía las cosas, para luego el rubio se iba a asomar que tanto había de agua, por lo que suficiente para darse una ducha refrescante e ir a dormir con su esposa.

Continuará...


Gracias por sus comentarios, no solo en esta sino en las demás historias. Espero sea de su agrado.

También agradecida por no tomar mis escritos, ni adaptar ni utilizar por ningún medio auditivo o plataforma alterna, en parte o completa ninguno de estos.

Con sincero aprecio,

Un abrazo a la Distancia

Mayra Exitosa