Disclaimer: los personajes de Twilight son propiedad de Stephenie Meyer. La autora de esta historia es Lily Jill, yo solo traduzco con su permiso.
Disclaimer: This story is not mine, it belongs to Lily Jill. I'm just translating with her permission. Thank you, Jill, for letting me share another one of your stories! ❤️
Capítulo 18
Edward
Ella te llamará. Simplemente está molesta.
He dicho esto una y otra vez para mí mismo durante las últimas tres horas, inquieto mientras camino de un lado a otro en mi cuarto. Cuando eso no funciona, me acuesto sobre la cama y miro el techo, mis manos descansando detrás de mi cabeza mientras siento un peso firmemente presionando contra mi pecho. Se está volviendo cada vez más pesado con los minutos que pasan, y pronto estoy nuevamente de pie, exhalando fuertemente mientras cierro los ojos y cuento desde diez hacia atrás, concentrándome en la sensación de mi alfombra bajo mis pies en vez del temor que se ubica en mi estómago.
Bella, por favor. Llámame.
Es un ruego silencioso en mi cabeza que nunca se va, nunca se calla mientras la luz del día se esfuma y la oscuridad de la noche se apodera de mi cuarto sin saber de ella.
Discutir en una relación es normal, ¿cierto? ¿Saludable incluso?
Es difícil creer eso ahora mientras observo las horas cambiar en el reloj y aún no sé nada de Bella. Quiero decir, lo entiendo. Sé que la cagué. Simplemente deseo haberme dado cuenta un poco antes.
Realmente pensé que invitar a Rose al baile resolvería nuestro problema. No quería que nadie supiera de nosotros, y levanté sospechas esa noche en el evento benéfico, casi delatándonos por defenderla de Mike y luego llevarla a casa. Pensé que invitar a Rose al baile despistaría a todos.
Excepto que logré hacer lo opuesto. Ahora Bella es la que no quiere saber nada conmigo, y no sé si eso es algo para lo que estoy preparado.
No se suponía que eso pasara. No se supone que deba estar tan alterado. No se supone que vaya al baile de graduación con Rosalie. No se supone que le envíe un mensaje a Bella de nuevo solo para no recibir nada en respuesta.
Termino permaneciendo en mi cuarto por varias horas más, creando un agujero en mi alfombra con mis pies mientras camino ansiosamente de un lado al otro y espero saber algo de Bella. Ella continúa ignorando mis llamadas y mensajes, y aunque no puedo culparla por sentirte enojada, sigo teniendo esperanza de que ella eventualmente se dará cuenta que lo hice porque pensé que nos ayudaría a largo plazo.
Eventualmente, una idea se me cruza y me detiene en seco, la única parte de mi cuerpo que no se detiene es el salvaje latido de mi corazón en mi pecho.
¿Y si ella no me escucha? ¿Y si ella no me perdona?
Mis peores pensamientos taladran mi mente más tarde esa noche cuando voy a recoger a mamá de la cafetería, y ella pregunta cómo estuvo mi día, y le cuento sobre el baile.
—¿Hiciste qué? —pregunta desde el asiento del pasajero con incredulidad. Puedo ver sus ojos fijos en mi perfil mientras nos llevo a casa, pero no aparto la mirada de la carretera. Obligándome a concentrarme en otra cosa que no sea lo mucho que cagué todo con Bella para mantenerme cuerdo en este momento.
—Invité a Rosalie al baile —contesto, encogiéndome de hombros para intentar convencerla que no fue un movimiento idiota, a pesar de que sé lo malo que fue esa idea—. No es tan importante. Hemos sido amigos desde siempre.
Mamá asiente, llevando su mirada de vuelta a la ventana.
—¿Bella tiene un novio o algo?
—No, ¿por qué?
—¿Entonces por qué no le preguntaste a Bella?
Ella siempre ha tenido una manera de hacer sonar las cosas simples, como si ella nunca hubiera estado plagada con la carga de las opiniones de los demás. Hay una gran posibilidad, considerando que ella me tuvo a una edad relativamente joven, de acuerdo con las personas de aquí, que a ella nunca le importó una mierda lo que todos pensaran. A pesar que siempre la he admirado por eso, en momentos como este, me hacen desear que ella supiera lo que es estar dentro de mi cabeza. Si lo supiera, no me estaría fulminando con la mirada desde su asiento ahora mismo. Me siento como un niño de nuevo, a minutos de obtener un castigo que me he ganado por completo.
—No es así —respondo, quitándole importancia.
—¿No es así? —Puedo sentir su furia hacia mí aumentar—. Dime cómo es entonces, Edward, considerando que no tienes problemas en pasar tiempo con ella cuando nadie más está cerca.
—No queríamos que nadie supiera de nosotros —le recuerdo, gruñendo al tener que explicarme nuevamente cuando no estoy en el estado mental correcto. Estoy agitado, estresado por el silencio de mi teléfono, y ahora el regaño de mi madre—. Ellos no lo comprenderían.
Ella asiente, de alguna manera comprendiendo más sobre mis amigos y sobre mí de lo que ha demostrado jamás, y termino contándole todo. Cuando Bella y yo comenzamos a vernos. El evento benéfico y Mike, y posteriormente cómo me llevó a pedirle a Rose ir al baile.
Una vez que he terminado, mamá suspira, sacudiendo la cabeza con decepción.
—Dime cómo invitar a Rose al baile arreglaría algo de esto.
—Si voy al baile con Rosalie, nadie pensará que Bella y yo estamos juntos —respondo.
—Pero están juntos —reitera mamá como si de alguna manera lo hubiera olvidado.
—Sí, bueno... —Mi mirada cae en mi teléfono. Aún nada de ella. Me paso una mano por el cabello y giro la cabeza en un círculo sobre mis hombros.
—Edward, ¿hablas con Bella en la escuela? —mamá me pregunta abruptamente mientras giramos en nuestro estacionamiento—. Me refiero, ¿de manera casual?
—Nunca lo he hecho —digo—. Sería demasiado raro si de la nada comenzara a hablarle.
—¿Ni siquiera un hola? ¿Considerando que la follas todos los días después de clase?
—¡Cielos, mamá! —grito, desprevenido por la honestidad brutal de sus palabras. Duele; no porque ella lo dijera, sino por la verdad que me acaba de lanzar. Encuentro nuestro lugar asignado en el estacionamiento y aparco el coche, pasándome las manos por el rostro.
—¿A qué le tienes miedo? —pregunta con confusión—. ¿A qué dirán las personas de ti?
—No sé por qué me importa —susurro, inseguro de qué más decir.
—Puedo decirte lo que pienso —responde, quitándose el cinturón de seguridad y abriendo la puerta del coche—. Creo que has tomado una decisión horrible, Edward. Horrible. Y creo que necesito salir de este coche ahora antes que diga algo de lo que me arrepentiré.
El sonido de la puerta azotándose fuertemente en el silencio del estacionamiento me dice todo lo que necesito saber.
~U~
Ella se sienta a mi lado en la mesa de la cafetería, las mangas cortas de su uniforme rozando contra mi brazo. Es casual, la manera que una parte de ella toca una parte de mí, pero está hecho de una manera que sugiere que quizás más suceda entre nosotros cuando nadie está cerca. Ella no ve las miradas que nos dan; no necesita hacerlo. Ella sabe que tiene la atención de todos, pero no se molesta en notar mi angustia mientras me siento a su lado. O quizás lo haga, pero a ella no le presta atención.
Rosalie Hale tiene exactamente lo que quiere. O eso cree; ella nunca me tendrá de la manera que cree que lo hace.
Ella no sabe que estoy buscando a alguien que no ha venido a la escuela en los últimos días. Bella tenía razón; todos se han olvidado de Mike y el evento benéfico. Yo también tenía razón; que Rosalie y yo vayamos al baile de graduación juntos ha sido el último chisme en la escuela, y le ha quitado importancia a Bella y a mí. En vez de sentarme aquí en la mesa, sintiéndome en la cima del mundo como sé que Rosalie lo hace ahora mismo, un temor abrumador toma lugar en lo profundo de mi estómago.
Sé lo que es.
No es lo obvio. No es que esté atrapado con Rosalie a mi lado por quién mierda sabe cuánto tiempo. No es que vaya a compartir el hito que es el baile de graduación con ella en mis recuerdos durante los próximos años. No, eso será olvidado rápidamente.
No. Es la mesa vacía en la cafetería en el rincón que da hacia la ventana; la mesa en la que Bella pasó los últimos cuatro años sentada con su rostro dentro de un libro o su mirada fija en los árboles afuera. Eso será lo que recordaré.
Para el término de la semana, cuando ella no ha aparecido en la escuela y no he tenido respuesta alguna de ella, sé que ha terminado sin que ella lo diga.
—Bella, por favor —ruego una vez más ese día cuando estoy de camino al Club de Niños y Niñas una vez que terminó la escuela. Aferro mi teléfono en mi mano, mi mentón cayendo a mi pecho cuando escucho su buzón de voz hacer eco en mis oídos. Ella faltó a su turno ayer, y cuando Irina me pregunta si conozco a alguien interesado en tomar el lugar de Bella, sé que no volverá.
¿Qué mierda he hecho?
Siento el control que me queda de mi vida esfumarse con cada minuto de su silencio que transcurre. Siento el peso de lo que le he hecho a ella, a nosotros, aplastarme en un pánico paralizante.
¿Qué hago?
¿La parte irónica? Ella es la única que podría ayudarme. Mamá sigue molesta conmigo, y nadie más sabe de nosotros, ni lo comprenderían si alguna vez intentara contárselos.
Lo único que puedo hacer es encontrar una manera de vivir conmigo mismo. Y el sábado por la noche, descubro que no puedo hacer eso. No puedo hacerlo.
Vivir conmigo mismo.
No sin hablar con ella primero.
Estoy escabulléndome por su ventana una vez que el sol cae antes de tener la posibilidad de pesar las repercusiones de lo que estoy haciendo. Quizás ya no me importa una mierda.
Le envío un mensaje cuando estoy en su calle, diciéndole que estaré junto a su ventana en unos minutos. Estoy completamente consciente de que soy el último al que quiere ver ahora mismo, pero ella no responde mis llamadas o va a la escuela. ¿Qué otra manera hay?
No ser capaz de hablar con ella no es una opción.
Ella no se molesta en responder mi mensaje, pero su ventana está abierta cuando me acerco a su casa en la oscuridad, y ella está de pie del otro lado esperándome. Ella luce como Bella, mi Bella, la que esconde de todos los demás, la que me hace sentir como si estuviera en casa. Su cabello está recogido en un rodete alto y desordenado, su rostro natural y su piel prístina, y está cubierta por un suéter grande. Quizás para no dejar pasar más que solo el frío del aire de la primavera.
Ella me deja entrar sin una palabra, solo un paso al costado para hacer lugar para mí mientras trepo su ventana y en su cuarto. Hace un año, jamás hubiera imaginado que pisaría este cuarto; ahora, una multitud de recuerdos invade mi cuerpo, y jamás he estado más agradecido de estar aquí de lo que estoy ahora.
—Es arriesgado aparecer aquí ahora mismo —dice Bella, sus brazos cruzados mientras sus cortinas caen silenciosamente contra la ventana.
—Sé que tu mamá está durmiendo del otro lado de la casa y Liam ya está afuera por el resto de la noche —digo, tragando nerviosamente. Mi mensaje para Bella de temprano vibra en su teléfono, captando mi mirada—. ¿Cómo se supone que hable contigo si no contestas mis llamadas?
—Ese es el punto —dice—. No lo haces.
La miro con incredulidad, sin dejar, sin permitir, que sus palabras penetren.
—¿No se supone que te hable? ¿Cómo puedo arreglar esto si no me hablas?
—Quizás no tengas que arreglarlo —contesta Bella, encogiéndose de hombros, seguido por un fuerte suspiro que siento en lo profundo de mis huesos—. Creo que ya has hecho suficiente.
—Solo lo hice así las personas ya no hablarían de nosotros —respondo, determinado a hacerle ver mi razón por hacer lo que hice.
—Sé por qué lo hiciste —dice Bella—. Sé que estar vinculado a mí es suicidio social. Lo entiendo.
—No es eso —respondo con una firme sacudida de mi cabeza—. No eres tú.
Ella se ríe, y no es la misma risa que solía dejarme de rodillas.
—No soy yo; son ellos, ¿cierto?
—Son ellos, Bella. Ellos arruinan todo lo que tocan —razono—. ¿Ves lo que nos han hecho ya?
—Sí, tus amigos son horribles. Eso no es nada nuevo. Ellos han hecho y dicho cosas bastante malas desde que éramos niños, así que estoy acostumbrada a eso —contesta, apoyándose contra el vestidor del otro lado del cuarto. Bien podría ser el otro extremo del mundo en estos momentos; la tensión entre nosotros ahora mismo es pesada y está girando sobre su eje.
—Pero lo que hice fue peor —confirmo sus pensamiento en voz alta—. Al invitar a Rose al baile.
Su contacto visual conmigo ha sido mínimo desde que entré a su cuarto hace unos minutos, y ella continúa esquivando mi mirada mientras habla.
—Ni siquiera me importa el baile. Jamás tuve intención de ir, y no esperaba que me lo pidieras —dice Bella, cruzando sus brazos aun más fuerte a su alrededor—. Pero entonces los imaginé a los dos juntos. En el baile, antes del baile... No pude atreverme a imaginarlos después del baile. Y me hizo dar cuenta lo reemplazable que soy para ti.
—¿Reemplazable? No, Bella...
—Quizás no reemplazable. Quizás esa sea la palabra equivocada. Pero tú hiciste mis sentimientos a un lado sin pensarlo dos veces, todo porque no soportabas que alguien se enterara sobre nosotros. —Traga y sacude la cabeza, su mirada cayendo al suelo—. Supongo que me hizo sentir avergonzada de ser... yo. Y eso no es algo que jamás haya sentido antes, sin importar todas las cosas horribles que he escuchado a las personas decir de mí.
Con el corazón en la garganta, tropiezo con las palabras que quiero decirle.
—Bella, no eres reemplazable. Eres todo... —Pauso, tratando de acomodar mis pensamientos mientras todo en mi vida se sale de control—. Eres la única que me comprende. Que comprende mí verdadero yo.
—Ya no más —responde Bella en un tono monótono, enderezándose en su lugar contra el vestidor. Ella camina hacia la ventana, separando las cortinas por última vez. Me mira entonces, sus ojos encuentran los míos y se despiden de mí, de nosotros, de todo lo que podríamos haber sido. De alguna manera, ella logra ofrecerme una pequeña sonrisa—. Diviértete en el baile, Edward.
Su ventana cerrándose detrás de mí es el sonido más permanente que jamás he escuchado.
~U~
Por fuera, todo permanece igual. Nadie sospecha nada. Aparte de nuestro desliz en el evento benéfico, supongo que he hecho un trabajo decente en mantener todo escondido de los demás. El mundo sigue como si nada hubiera pasado. Horas desperdiciadas en la escuela, fiestas los fines de semana, charlas sobre el baile y la graduación, y el final de nuestras carreras secundarias salen de la boca de todos.
Por dentro, estoy muriendo. Ahogándome en mis pensamientos. De ser reconocido como el graduado con las mejores calificaciones. De mi discurso. De mis cartas de aceptación sin abrir sobre mi escritorio. Del baile.
De extrañarla. De su silencio.
Ella ha regresado a la escuela hace semanas ya, y me he vuelto justo como el resto de ellos—no reconoce mi presencia.
Y sé que lo merezco. Me merezco todo.
No sé cómo hacer esto, nada de esto, sin ella.
Una semana antes del baile, una brisa se filtra a través de la ventana abierta en mi cuarto, como si sintiera las paredes comenzar a consumirme. Bajo mi bolígrafo y cierro mi diario, dejándolo en mi escritorio detrás de mí. Tomando mi balón al salir, cierro la puerta de la entrada y reboto la pelota en la acera a un ritmo similar a lo que es mi vida estos días: lenta.
Sin novedades.
Sin apuro.
Mis lanzamientos en la cancha del barrio son lo mismo, el balón golpea la red de la canasta con un zumbido sordo. Es como si ella se hubiera llevado todo el color y el significado de mi mundo cuando se fue, y no puedo forzarme a hacer algo al respecto. Yo lo provoqué. Lo menos que puedo hacer es pagar la consecuencia de lo que he hecho y vivir con ello.
Pero es eso. Solo estoy viviendo. No estoy disfrutando de nada. Solo hago las cosas por inercia el resto de mi último año, y nadie sospecha lo contrario.
Excepto dos personas; una que nunca me perdonará y la otra, que ahora se me acerca en la cancha de básquet y deja sus compras en el banco frente a mí.
—¿Puedo convencerte de un juego de caballo? —pregunta mamá, extendiendo sus manos para que le pase la pelota. Le ofrezco una pequeña sonrisa, dándole un pase en respuesta.
—Claro —digo—. Tú primero.
Jugamos por una hora, el amor que tengo por el juego y por mi madre recordándome que aún sigo teniendo un poco de luz en mi interior, a pesar que apenas puedo ver a través de la oscuridad de perder a Bella. Reboto la pelota mientras mamá y yo regresamos a casa, y cuando la conversación se mueve hacia cosas de las que no quiero hablar, sé que mamá debe saber más de lo que cuenta. Bella y mi mamá tenían una relación antes que Bella y yo la tuviéramos, y me pregunto si ella sigue yendo a la cafetería y si habla de mí, de nosotros, en absoluto.
—¿No crees que está exagerando un poco? ¿Al no perdonarme? —pregunto una vez que estamos adentro. Mamá se detiene por un momento, contemplando lo que está a punto de decir. Eventualmente, voltea hacia mí.
—Creo que hiciste algo extremadamente hiriente, Edward. Y chicas como Bella —se detiene de nuevo—. Chicas como Bella, que han sido lastimadas antes, no pueden olvidar eso.
Pienso en su padre y su hermano. Mike. Me hace sentir enfermo al pensar que me he ganado un lugar junto a esos tres.
—Lo sé. —Suspiro, mis hombros cayendo en derrota de nuevo.
Mamá cubre mis manos con la suya sobre la mesa del comedor, obligándome a levantar la mirada para encontrarme con la suya.
—No creo que sea algo malo que te sientas mal por lo que hiciste —dice gentilmente con un asentimiento. Se aclara la garganta y deja algo sobre la mesa junto a mí—. Quizás esto te alegre un poco.
Un sobre de UCLA me observa, y de inmediato me quedo quieto. Fue idea de Bella que aplicara a su programa de Literatura. Ella fue la que me desafió a desviarme de un camino que había considerado seguro y saltar hacia algo con un futuro desconocido.
A pesar de que han pasado semanas, siento su abrazo a mi alrededor como un fantasma mientras leo las palabras en la hoja.
No creo que alguna vez sea capaz de olvidarla, estando destinado a UCLA o no.
