Disclaimer: los personajes de Twilight son propiedad de Stephenie Meyer. La autora de esta historia es Lily Jill, yo solo traduzco con su permiso.


Disclaimer: This story is not mine, it belongs to Lily Jill. I'm just translating with her permission. Thank you, Jill, for letting me share another one of your stories! ❤️


Capítulo 20

Edward

Al diablo los pájaros piando.

Al diablo la luz que intenta escabullirse entre las nubes grises típicas de Forks.

Al diablo Rosalie.

Al diablo Mike Newton.

Al diablo el baile.

—No iré —mascullo mientras me sirvo un bol de cereal en la cocina. Mamá se cruza de brazos y se apoya contra la puerta, observándome. Coloco el galón de leche sin cuidado en la encimera—. Solo quiero volver a la cama.

—No puedo decir que esté en desacuerdo contigo al no querer ir esta noche —mamá concuerda con un suspiro—. Pero es demasiado tarde para echarse atrás.

—No, no lo es —discuto alrededor de un bocado de cereales.

Ella no permite que el argumento progrese aún más.

—Además, tú hiciste la cama...

—Ahora debo acostarme en ella, lo sé —interrumpo, respondiendo por ella. Exhalando fuertemente, señalo el pasillo con mi mentón—. ¿Qué tal si me acuesto en la cama de mi cuarto?

Mamá deja que una pequeña sonrisa se asome, y pronto, ella aparta una silla y se sienta a mi lado.

—A veces tenemos que hacer cosas que no queremos —dice, dándole unas palmadas a mi mano. Se encoge de hombros como si lo hubiera aprendido con experiencia—. Solo es una parte de la vida.

Asiento, pasándome una mano por el cabello.

—Simplemente no quiero ir.

Llevar a Rosalie al baile no es la peor parte. El costo de invitar a Rosalie al baile, de esconder y luego perder a Bella, es demasiado alto.

—Lo sé —dice mamá—. Solo ve y diviértete con tus amigos. Sácate unas fotos con Rosalie y luego olvídate de ella.

No tengo realmente un plan para esta noche más que solo sobrevivir. Ha sido difícil para mí regresar a la normalidad con mis amigos. No que ellos lo notaran. Pero desde el evento benéfico, me he estado preguntando qué tengo en común con ellos en estos días. Partes de mí se preguntan si alguna vez lo tuve. Solo porque he sido amigo de ellos durante toda mi infancia no quiere decir que siempre tiene que ser así. Quizás perder a Bella me ha permitido ganar una perspectiva en otras áreas. Iré al baile ya que sería mucho peor si dejo plantada a Rosalie Hale solo horas antes del evento, y lo último que quiero hacer ahora mismo es estar en el centro de los chismes. Haré lo que mamá dijo, obligarme a recordar por qué soy amigo de estas personas, y me tomaré las fotos esperadas con Rosalie.

Pero eso es todo. No bailaré. No iré a las fiestas después que todo termine. No me acercaré a Rosalie como ella piensa que haré.

Me digo todo esto mientras me preparo, un mantra tras otro mientras abotono mi camisa.

Mientras ato mi corbata.

Mientras intento peinar mi cabello pero me doy por vencido en el proceso, dejando que los mechones caigan en la dirección que quiera. Entonces me coloco la chaqueta de mi traje y me observo en el espejo del pasillo.

Estoy a juego con Rosalie, y suelto una pequeña y siniestra risita al darme cuenta que a pesar de estar interpretando el papel de un adolescente de último año, mi corazón no está en ello.

Combinar colores es imposible ya que todos los colores se fueron cuando Bella cerró la ventana de su cuarto.

—Edward, es el baile de graduación. No se supone que estés en casa esta noche —dice mamá después de que le digo que llegaré a casa alrededor de la medianoche. Ella endereza mi corbata una última vez.

Ella capta mi mirada, sus hombros cayendo cuando ve lo vacía que la mía está.

—Estaré en casa, mamá.

Ella asiente.

—Okey. —Ella me jala hacia ella, abrazándome como si supiera que lo necesito—. Estarás bien.

Es la primera vez que ella me ha mentido.

~U~

—¿Quieres un poco?

Mike me ofrece un frasco unas horas más tarde.

—No esta noche —respondo sin emoción, apenas echando un vistazo a lo que está ofreciendo. Se encoge de hombros y discretamente toma un sorbo, de alguna manera pasando desapercibido bajo el radar de los chaperones que rodean el salón de baile rentada la ocasión de esta noche. Él sabe lo que hace, usando las horas como una previa para las fiestas después de que el baile haya terminado, pero no se sale de control como lo hizo en el evento benéfico.

Jugando con una servilleta de tela en la mesa frente a mí, dejo que mis pensamientos se dispersen mientras Rosalie baila con algunas de sus amigas, finalmente permitiéndome un minuto para mí mismo. Si Mike no hubiera hecho lo que hizo en el evento benéfico, ¿dónde estaría yo esta noche? ¿Estaría aquí? ¿Estaría en La Push con Bella en mis brazos?

¿Estaríamos los dos aquí? ¿Estaríamos aquí juntos?

Tantos escenarios diferentes, y ni una vez pensaría que estaría donde estoy ahora mismo. Mike a un lado tratando de beber a escondidas de los chaperones, Eric del otro asegurándose que su casa esté lista para la fiesta después del baile. Y Rosalie en la pista de baile riéndose con sus amigas como si ésta fuera la mejor noche de su vida.

¿Acaso se da cuenta que su cita está completamente abatido? ¿Que él está contando los minutos para poder irse y desaparecer bajo las mantas de su cama?

¿Acaso le importa?

Cada cierto tiempo, ella mira en esta dirección, y no estoy seguro de si es su manera de tratar de convencerme de ir y bailar con ella o si está chequeando si la he notado. Ella es Rosalie puta Hale; todos la han notado esta noche. Yo también, pero no por las razones que ella cree.

Noto que su cabello está rizado y mezclado con tonos entrelazados de rubio. Noto que su piel está bronceada y su maquillaje está pegado a su rostro sin una mínima imperfección. Noto que su vestido es ajustado en todos los lugares que ella quiere que lo sea.

Me hace notar muchas otras cosas también.

Me hace notar que prefiero a las morenas. Me hace notar que un supuesto peinado hermoso como el que tiene Rosalie esta noche no se compara para nada a la manera que las ondas oscuras de Bella lucen contra mi almohada. Me doy cuenta que prefiero suaves mantas y suéteres grandes a elegantes vestidos de baile.

Y me hace extrañarla otra vez.

Jamás se va del todo, el extrañar a Bella. Viene en olas, cambiando a cada hora. Un minuto seré capaz de mirar hacia el futuro en UCLA con todo esto detrás de mí, y al siguiente, apenas tengo la energía para salir de la cama, solo capaz de mirar la pared y desear que todo sea diferente.

Que sea igual a como era antes de que invitara a Rosalie al baile.

Por mucho que no lo comprendiera al principio, todo tiene sentido ahora. Quizás sea porque puedo mirar atrás a todo en retrospectiva. Pero sé que todo con Bella, desde nuestro voluntariado juntos a convertirnos en amigos y entonces admitir que sentíamos algo más entre nosotros, todo eso no fue por nada.

Puede que no sea ahora, pero sé que en algún punto de mi vida, me daré cuenta que hubo una razón para todo esto. Los secretos. El ocultarse. El amor. El dolor.

Todo.

Pero ahora, siento que me sofoco, y me paro de la mesa y salgo por las puertas hacia el balcón sin ser notado por Rosalie. Hace considerablemente más frío afuera, y exhalo profundamente una vez que siento mi cuerpo comenzar a calmarse. Aflojo mi corbata, mi chaqueta aún colgando del respaldo de mi silla. Con mis mangas enrolladas y mi pecho subiendo y cayendo mientras me concentro en respirar, escucho un par de pasos acercándose por detrás. Una mano aterriza sobre mi hombro mientras giro la cabeza hacia el sonido.

—¿Estás bien? —pregunta Eric, deteniéndose a mi lado contra el barandal. Miramos hacia el terreno del edificio, nuestros ojos en los árboles altos contra el cielo que se oscurece.

—Sí, ¿por qué?

—Estaba hablándote, y simplemente te paraste y te fuiste. —Se ríe, mirando alrededor para asegurarse de que nadie esté cerca para verlo encender un cigarrillo. Mientras había estado en la mesa deseando estar en cualquier otro lugar, Eric aparentemente estuvo hablándome durante todo ese tiempo, y me encontraba demasiado concentrado en mis sentimientos como para notarlo.

—Mierda, amigo. Lo siento. —Dejo caer mi cabeza, cansado de siempre perderme de algo mientras el mundo sigue sin mí. Siento que siempre estoy perdido en mi propia mente, incapaz de seguir lo que sucede frente a mí.

—Está bien; ni siquiera era algo importante, de todos modos.

Eric siempre había sido capaz de tomarse las cosas con calma, ignorarlas como si nada nunca lo molestara. De todos mis amigos, él es el único con el que me siento menos distante. Él me conoce mejor que todos y siempre ha sido capaz de notar, a veces unos minutos demasiado tarde, pero él siempre ha sido el que controla a los demás cuando nota mi incomodidad. Quizás sea por qué él está aquí conmigo ahora.

—Está mejor aquí comparado con allí —menciona, soltando humo al aire nocturno. Lo peor que ellos harán es pedirle que lo apague, así que se ha dado por vencido en ser atrapado fumando en un evento escolar. Con solo tres semanas para la graduación, estoy muy seguro que a él ya no le importa una mierda, de todos modos.

—Sí, lo está. —Asiento, sin añadir mucho. Es difícil entablar una conversación cuando siento como si mi vida estuviera haciéndose pedazos mientras me encuentro de pie aquí.

Él carraspea, sus ojos jamás abandonando la silueta de los árboles frente a nosotros.

—Es una lástima que Bella no haya venido esta noche.

Gracias a Dios me estoy aferrando al barandal porque siento el suelo temblar bajo mis pies mientras registro lo que él acaba de decir. Lo que está aludiendo.

—¿Por qué dices eso? —pregunto una vez que confío en mí lo suficiente para responder. Incluso entonces, las palabras que salen de mi boca son débiles y precavidas. Temo decir demasiado, o que las palabras saldrán en un tono que grite lo perdido que estoy sin ella.

Eric se ríe, no de manera malvada. Es su manera tratar de tranquilizarme, de recordarme que solo somos él y yo aquí afuera.

—¿Crees que no sabíamos que te la estabas follando?

Me tenso. Siento como si fuéramos estatuas aquí, pero segundos después, estoy pasando una mano por mi cabello en pánico.

—Lo sabían.

—Sí. —Asiente, lanzando su cigarrillo por el barandal y hacia el arroyo que se haya abajo. Eric me mira por primera vez desde que mencionó mi secreto—. ¿Por cuánto tiempo ha estado pasando?

Sacudo la cabeza, con qué, no estoy seguro. Quizás incredulidad. Quizás alivio de finalmente sacar todo a la luz. Quizás furia de mantenerla un secreto en primer lugar.

—Desde noviembre, supongo.

Intento ser vago, no queriendo darle todos nuestros detalles. Él no necesita saber la fecha, hora, o lugar exactos. Compartir esos detalles de nuestra historia sin Bella aquí para decirlos conmigo se siente incorrecto. Mierda, todo esto se siente incorrecto.

—Mierda. —Silba—. Lo siento, amigo. Supongo que Mike realmente arruinó las cosas para ti.

—Sí.

Se equivoca. Yo lo hice. Yo fui el que arruinó todo. Yo fui el que no pudo soportar la presión de estar en el ojo público. Yo fui el que no pudo lidiar con lo que las otras personas piensen de mí por enamorarme de la chica que nadie en la escuela le agrada. Yo fui el que lastimó a la única persona que realmente me conocía.

La única que he amado.

¿Y para qué? Todos lo sabían. ¡Lo sabían! Todo fue por nada. Los secretos, la ruptura, la agonía de estas últimas semanas sin ella.

La peor parte de todo es que a ellos no les parece importar que Bella y yo estábamos juntos en primer lugar.

Vomito sobre el barandal cuando me doy cuenta que yo fui el único que lo hizo.

~U~

—No te olvides de tu... —Mamá comienza a decir sobre su hombro, pero la detengo.

—Mamá, puedo con ello —interrumpo, riéndome cuando ella me da una mirada desde la entrada.

—No me dejaste terminar —finge reprenderme, y como hoy es un día importante para ella, para los dos, pongo los ojos en blanco y le sigo la corriente con una sonrisa.

—Está bien, adelante. Termina.

—No te olvides tus diarios —continúa antes de agacharse para tomar otra caja junto a sus pies—. Jamás sabes cuando los necesitarás, Sr. Estudiante de Literatura.

Su respuesta me toma por sorpresa, y cierro los ojos brevemente antes de jalar fuerte de las tiras de mi bolso sobre mi hombro.

—Se pueden quedar —digo—. No los necesitaré.

Pienso en ellos en mi cuarto al final del pasillo sobre mis estantes y escritorio. Las palabras que llenan las páginas de esos diarios reflejan ciertas partes de mi vida. Están cerrados y no deben ser abiertos ahora mismo.

Quizás deben estar cerrados permanentemente.

—Solo debo hacer varias paradas —digo una vez que estamos en el porche y mamá está cerrando la puerta de la entrada detrás de ella—. Te veré en la cafetería, ¿y entonces podemos irnos?

Ella asiente y se dirige hacia su coche, una compra reciente y claramente su reemplazo ahora que ya no estaré aquí. Me río para mí mismo, dirigiéndome hacia el que una vez compartimos y que ahora puedo llamar mío. Realmente solo tengo una parada antes de irme cuando me entero que todos se encuentran en la casa de Eric antes de irnos por nuestros caminos por los próximos meses. Nuestras despedidas son cortas y dulces, ya que todos tenemos muchas maneras de contactarnos.

Habíamos pasado nuestro último verano en Forks creando recuerdos, algunos de los que estoy orgulloso y otros de los que no tanto, el final de nuestro tiempo llegando antes de darnos cuenta. Estoy conduciendo hacia la cafetería para encontrarme con mamá, así ella puede seguirme hacia UCLA en su coche cuando paso el giro hacia La Push, y soy recordado de lo que genuinamente extrañaré sobre este capítulo de mi vida.

Desafortunadamente, estos recuerdos con Bella no pueden ser guardados en un estante como mis diarios y abierto en un momento cuando pueda prepararme mentalmente para el ataque de emociones que siempre van de la mano con esas palabras que escribí en esas páginas. En cambio, me impactan todos al mismo tiempo como un maremoto y me trae de regreso a esa noche donde todo salió mal.

He pasado meses tratando de olvidarla, pero es imposible. Aún la llamo solo para escuchar su buzón de voz. A veces, dejo mensajes; a veces, cuelgo antes que el sonido de su voz me destroce una vez más.

Una última vez, me permito misericordia.

Me permitiré hacer esto una última vez, y entonces me detendré para siempre.

Una. Última. Vez.

Sé que ella no responderá.

Ella no lo ha hecho en meses.

Pero tomo el teléfono y la llamo de todos modos.

Ya no estoy nervioso; sé qué esperar. Sé que no escucharé su voz del otro lado de la línea. Sé que ella no me devolverá la llamada.

Pero esa sensación en mi pecho, la que siempre ha estado allí desde que nos conocimos, hace que me sea imposible dejar de intentarlo.

Suspirando, encuentro su nombre en mi teléfono, llevándolo a mi oído mientras me siento en la arena en La Push. Venir aquí esta mañana no estaba necesariamente en mis planes, pero me llamaba mientras más me acercaba, así que tuve que girar bruscamente antes de que pueda detenerme.

Por costumbre, me había sentado en el área donde los dos veníamos, la ubicación oscura pero que aún nos daba la libertad de estar afuera y en público. Hace unos meses, fui capaz de cerrar los ojos contra un sol escondido detrás del cielo gris, su cabeza apoyada contra mi pecho mientras nos quedábamos dormidos en una conversación silenciosa. Sus dedos estaban enredados con los míos, sus ondas oscuras volando contra mi piel debido a la brisa proveniente del agua.

Pero ahora, en los últimos días de agosto me recuerda lo mucho que he perdido —cómo la perdí— y el constante tono de su teléfono sin contestar en mi oído me hace agachar la cabeza con derrota.

De nuevo.

El final del verano siempre es agridulce mientras nos despedimos de la flexibilidad y la libertad, y golpeamos la puerta de un año académico desconocido. Mi coche lleno se encuentra detrás de mí en el terreno, listo para salir hacia mi primer año de universidad.

Con mi mentón contra mi pecho y mis ojos cerrados, acepto todo lo que he hecho mientras me siento en la arena.

Rompí su corazón y el mío.

Ha tomado un tiempo, meses, pero mientras escucho el sonido del pitido en mi oído, lo acepto. Tengo que hacerlo si alguna vez quiero seguir adelante.

—Bella —digo al teléfono, el sonido de las olas estrellándose contra la orilla indudablemente de fondo—. Soy yo, Edward. Me dirijo hacia la universidad hoy. Estoy en camino ya, de hecho.

Pauso, exhalando mientras me preparo mentalmente para decir adiós a todo mi alrededor. A La Push, a mis amigos, a mamá, a los recuerdos.

A ella.

—Ni siquiera sé si escuchas tus mensajes, pero prometo que este será mi último. Solo porque lo he dicho mil veces, no quiere decir que no sea verdad. Lo siento, Bella. Deseo poder deshacerlo, pero no puedo, y...

Mi voz se muere en mi garganta, deteniendo el resto de mis palabras.

—Solo llamo para decir que espero que tengas un año increíble. Eres maravillosa, y sé que vas a aniquilar a todos allí por completo, como siempre lo haces. —Me río suavemente al teléfono, la ausencia de su ferocidad es un agujero en mi pecho, incluso después de todo este tiempo.

Pero no le digo esto; no puedo. En cambio, digo una última cosa antes de caminar hacia mi coche, hacia una vida completamente nueva sin ella.

—Adiós, Bella.

Dos palabras que debería haber dicho meses atrás permanecen en mi lengua, sin decir.