Diciembre 2021, París

No sabía si era por el alcohol o por lo ocurrido justo antes de entrar a su habitación, aunque, y para efectos concretos, en ese momento le dio lo mismo. Simplemente estaba teniendo el mejor sexo de su vida.

I wanna be your vacuum cleaner
Breathing in your dust
I wanna be your Ford Cortina
I will never rust
If you like your coffee hot
Let me be your coffee pot
You call the shots, babe
I just wanna be yours

Catalina cerró los ojos y exhaló con fuerza, soltando el aire en medio de un gemido cuando Gaspard se puso sobre ella y la penetró. Sumida en la nebulosa de la habitación, con el cuerpo ardiendo y la piel palpitándole, creyó sentir que otras manos también la tocaban. Manos con las que desde hace mucho tiempo soñaba. Se dejó llevar, porque, aunque fuera sólo en su mente, estaba con él.

André la besaba en el cuello, en los hombros, en los labios. Le apretaba los pechos y le mordía la piel de la cadera. Era como si estuviera en todas partes.

Abrió los párpados y vio el rostro de su novio, era tan apuesto que le encantaba. Aunque muy diferente al que también, esa noche, se había colado en su cama. Gaspard tenía los ojos café como el chocolate espeso, y el cabello castaño claro. La piel con un toque de color tostado y una sonrisa que le quitaba el aire. Más aún cuando torcía la boca de manera sensual y mostraba sus perfectos dientes. Sí, desde que lo vio, le encantó. Y él la quiso enseguida. No fue difícil, no fue complicado. Era todo simple y fácil. Con él reía y se sentía segura. Era lo que necesitaba.

Secrets I have held in my heart
Are harder to hide than I thought
Maybe I just wanna be yours
I wanna be yours

I wanna be yours […]

Un hombre educado y de buena familia, inteligente y siempre ávido de conocimiento. Muy comprometido con el bienestar de la población, comprensivo y empático. Era perfecto.

Alzó los brazos y se aferró a los hombros de quien la embestía lento y profundo. Envolviéndole las caderas con las piernas, lo instó a ir más allá. Él, que siempre estaba pendiente de cada una de sus necesidades, lo hizo. Alzando un brazo se aferró al cabecero de la cama y le dio lo que ella quería.

Let me be your 'leccy meter
And I'll never run out
Let me be the portable heater
That you'll get cold without
I wanna be your setting lotion
Hold your hair in deep devotion (I'll be)
At least as deep as the Pacific Ocean
Now I wanna be yours

El largo cabello negro desperdigado en la almohada, parecía un manto de seda. Mismo cabello que, en la habitación del otro extremo, tenía a André sumido en una fantasía en la que también se perdió sin siquiera cuestionárselo.

Guiando con manos hábiles a su compañera de noche, la hizo voltear para tomarla por la espalda. Con una mano la agarró con suavidad del cabello, mientras que, con la otra, la afirmaba de un hombro. Empujando con medida fuerza. Cuando la chica volteó la cabeza para mirarlo de soslayo, no fue su rostro el que vio, era ella, Catalina. Dejándose llevar por el momento, se inclinó y la besó. Se separó de ella y enredando los dedos en su cabello, siguió besándola mientras giraban en la cama.

Ella se le sentó encima y él se dejó caer en el lecho. Sólo veía largas ondas de negro cabello cubriéndole los hombros y pecho. Alzó las manos y con las palmas, cubrió los senos que se movían con el vaivén de los cuerpos. Cuando la chica gimió de gusto, no fue su voz la que escuchó. Era la voz de la enfermera.

Secrets I have held in my heart
Are harder to hide than I thought
Maybe I just wanna be yours

I wanna be yours […]

Así también le pasó a Catalina en la otra habitación, no solo Gaspard la besaba, pues sentía los besos de André en ella. Besos que años atrás probó una noche de copas y que creyó haber olvidado. Era como si estuviera con los dos en la cama. El primero siendo a quien ella quería y compartía sus sueños; el segundo, quien se colaba desde su subconsciente para cumplir sus más secretas fantasías.

Envalentonada y ardiendo por lo que estaba viviendo, hizo girar a Gaspar y se sentó sobre él. Enterrándole las uñas en el pecho lo montó pérdida en la pasión. Guió las manos de su amante hasta sus senos, para que se los apretara mientras echaba la cabeza hacia atrás. Cuando el orgasmo la asaltó, no fueron ojos color chocolate los que vio en el rostro de su acompañante. Fue una mirada verde y profunda la que la hizo temblar sin imaginar que, al mismo tiempo, y en la otra habitación, André también estaba pensando en ella mientras se corría dando gruñido.

I wanna be your vacuum cleaner (Wanna be yours)
Breathing in your dust (Wanna be yours)
I wanna be your Ford Cortina (Wanna be yours)
I will never rust (Wanna be yours)

I just wanna be yours (Wanna be yours) […]

-o-

La mañana siguiente sorprendió a André solo en la habitación. Respiró aliviado, agradeciendo que la mayoría de las chicas que eran un poco más jóvenes que él, tomaban el sexo casual como eso, algo sin compromisos ni expectativas; practicado con responsabilidad, por supuesto, pero desde un punto de vista absolutamente enfocado en una necesidad y desfogue físico.

Cruzando los brazos atrás de su cabeza miró el techo un rato. Recordó flashes de la noche anterior. Su compañera de piso con su novio, y él mirándolos más de la cuenta. Después, viendo a Catalina en quien compartía su cama. Arrugó el entrecejo, mientras se preguntaba ¿qué diablos le había pasado?

Tomó su celular, tenía un mensaje de Alain invitándolo a un partido de fútbol con otros compañeros de unidad. Le pareció una buena idea. Salió de la cama, se puso un boxer y agarró una toalla limpia. De pasada miró la cesta de ropa sucia, tendría que ir a la lavandería del edificio ese día.

Con paso cansado se dirigió al baño. Catalina estaba limpiando la salita con Gaspard, ambos con pinta de haber despertado hace rato.

-Te dije que hicieras el favor de vestirte cuando anduvieras por el departamento- gruñó Catalina al verlo.

André se detuvo, nunca la había visto tan molesta.

-Cata, mi amor- la contuvo Gaspard –Yo haría lo mismo si el baño no estuviera en la habitación. Él también vive aquí, son derechos mínimos.

-Y hay normas de convivencia mínima- insistió Catalina –Y yo no ando paseándome en ropa interior, aunque sea mi casa.

André, de pie y con la toalla en el hombro, alzó una ceja. Porque, pese a que claramente Gaspard tenía un punto más que válido, y que en el fondo le agradecía respaldarlo, al mismo tiempo, le molestó sobremanera que se involucrara en algo que no le atañía. Por lo que, cansado de una discusión que iba más allá de cómo él estaba vestido, o desvestido, según Catalina, entró al baño a darse una ducha. No estaba para peleas de pareja, menos, cuando, al verla usando ajustadas calzas de deporte y una camiseta a juego, no pudo evitar pensar en cómo se vería sin ellas. ¿Qué demonios le estaba pasando?

Después de tomarse todo el tiempo que quiso en la ducha, y aprovechar de rasurarse la barba que tenía desde hace una semana, cuando salió del baño, ya estaba solo en el departamento. Pasó el resto de la mañana en la lavandería y ordenando su habitación. Escribió un par de emails relacionados con la universidad y los ramos que tomaría a regreso del break producto de las festividades, revisó sus turnos de servicio en la BRI e hizo algunas transferencias bancarias. Siendo 26 de diciembre, el comercio ya estaba funcionando con relativa normalidad, así que pasó a una barbería y se cortó el cabello. Contento con su imagen, se miró al espejo, ya no parecía un desordenado adolescente. Y así lo había hecho sentir Catalina.

Almorzó en el centro y habló por teléfono con sus padres, prometiéndoles ir a visitarlos el próximo fin de semana que estuviera libre. Volvió al departamento por su bolso de deporte, quedaba poco para reunirse con Alain.

-Yo… Creo que te debo una disculpa…

Fue lo primero que escuchó al abrir la puerta del departamento. Catalina estaba sentada en la salita, esperándolo.

-No debí hablarte así en la mañana. Gaspard tiene razón, también vives aquí. Te debo respeto.

André, que no tenía ganas de discutir, asintió y fue hacia su habitación. Ella lo siguió.

-Te deposité la diferencia de la renta por el tiempo que llevo viviendo aquí, supongo que ese valor es más real y justo- le dijo echando ropa deportiva en su mochila.

-No era necesario- dijo ella en un murmullo.

André volteó, ella estaba apoyada en el marco de la puerta.

-No necesito caridad- le dijo enojado –Nunca me dijiste que este era tu departamento, pensé que sólo administrabas la renta.

Ella asintió en silencio. Bajando la mirada.

-Te consideraba mi amiga, confié en ti en un momento bastante malo en mi vida- ella seguía con la vista en el suelo –Pero eso no te da derecho a menospreciarme. Ya pasé por eso, no lo haré otra vez, menos contigo.

Esas palabras encendieron una mecha que Catalina tenía muy oculta en su interior.

-Claro- le dijo alzando la vista –Olvidaba que siempre me has visto de manera condescendiente. No soy la chiquilla que crees- le dijo con la mirada brillante –No me conoces, así que no trates de adjudicarme actitudes que no son mías. Si Oscar te trató así, ese es problema de ella y tuyo. Yo no tengo nada que ver.

André entrecerró los párpados. Sopesando cómo contestar a algo que en un descuido sacó a colación.

-No tengo tiempo para esto- le dijo finalmente.

Agarrando su mochila pasó por el lado de ella, sin embargo, no aguantó y se detuvo un par de pasos más allá.

-Dile a tu novio que no se meta nuevamente en temas de convivencia de este departamento. Hablaste de reglas cuando me ofreciste la renta, cúmplelas.

-Él solo quería ayudar…

-Sí, así como tú- André sonrió de lado –Buena pareja hacen- ironizó.

Sin darle pie a contestarle, salió del departamento.

Tras un intenso partido de fútbol, amistoso pero lleno de competitividad. André se sentó a revisar su celular en una banqueta de los camarines del club donde rentaron la cancha. Alain se sentó junto a él, ambos con toallas en la cintura y esperando el turno de las duchas.

-¿Cuándo aceptarás ir a cenar a nuestro departamento?-le preguntó sin rodeos –Llevas meses evadiéndonos.

-No quiero molestar a los recién casados…- se burló.

-André… Sé que las cosas están raras- intentó mediar –Pero somos amigos.

André se peinó el cabello con los dedos, en un gesto de abierto fastidio.

-Alain, estoy presionado por todos lados. Por favor, no lo hagas tú también. Necesito tiempo. Tendré que cambiarme de departamento y tomar más horas de servicio, tengo preocupaciones mayores…

-¿Y qué pasó con Catalina?- bufó –Lo sabía, te la tiraste y ahora no sabes como salir de ahí.

-No es eso- le dijo guardando el teléfono en su mochila y metiéndola en el casillero –Pero no estoy de ánimo para jugar al tercero en la discordia.

Antes de que Alain preguntara algo más, André vio una ducha desocupada y fue a ella.

Cuando llegó esa noche al departamento, Catalina estaba sola en la cocina, preparando lo que parecía la cena. Él pasó de largo. Sentado en su escritorio comenzó a buscar departamento. Tímidos golpes en la puerta lo hicieron desviar la vista de la pantalla. Respirando profundo se puso de pie y abrió.

-Me equivoqué- le dijo ella –No quiero que te vayas, me gusta vivir contigo.

André respiró profundo.

-Si te da más confianza, podemos revisar los gastos juntos y llegar a un acuerdo.

-¿Por qué insistes en ser así?- la miró a los ojos –No logro entender tu afán en preocuparte de los demás.

-¿Puedo?- pidió permiso para entrar, él asintió.

Catalina se sentó en la cama antes de hablar.

-Según mis padres, lo hago para llamar la atención. Según Gaspard, es porque soy un alma buena- sonrió con ternura –Pero, la verdad, es que simplemente me nace ser así- encogió los hombros –Mis padres tienen dinero, pero es de ellos… Y yo siempre me he sentido cómoda ganándome la vida.

-Este departamento no lo compraste con un sueldo de enfermera…

-Es cierto- lo miró a los ojos, secretamente tembló al recordar como lo imaginó con ella la noche anterior. Sacudió la cabeza intentando concentrarse –No soy una santa, ni una mártir. Pero es lo único que acepté de mi padre. Ni siquiera mi madre lo sabe- sonrió con tristeza –Ella nunca acepta mis decisiones y es mejor así, que siga pensando que me equivoco en todo. Me gusta tenerla lejos, me da independencia.

-Lo de hoy no estuvo bien.

-Lo sé- se justificó ella –Y ya acordé con Gaspard que nuestro tiempo juntos lo pasáramos en su departamento, será más cómodo para ambos. Así también, puedes tener libertad aquí.

-¿Y él está "cómodo" con esta situación?- ironizó -¿No le complica no aparecer más por el departamento que su novia comparte con otro hombre? Porque no quiero problemas- le advirtió.

-Él sabe que sólo somos amigos- le dijo mirándolo a los ojos.

Ambos guardaron silencio, cada uno pensando en lo que les ocurrió la noche anterior y preguntándose, qué tan amigos eran en realidad.


Diciembre 2021, Le Tréport

Con cada paso que daba, Oscar sentía que su corazón latía más rápido. En un momento, debió detenerse en el pasillo. ¿Acaso estaba teniendo un ataque de ansiedad? No, sólo estaba nerviosa. Y no era por un tema de baja autoestima, estaba en su mejor momento desde hace mucho tiempo. Comía bien, dormía lo suficiente, no fumaba y trotaba casi a diario. Sacó su celular y activó la cámara frontal. La máscara de pestañas estaba intacta, ya no tenía labial pero poco importaba. Los dientes sin manchas y la capa de polvos faciales que se puso esa noche, para salir con un aspecto un poco más cuidado del habitual, aún se veía pareja sobre su rostro. Guardó el teléfono y se arregló el largo cabello con las manos, pensando en cómo la noche estaba cambiando abruptamente de rumbo.

Ese día se animó a salir después de pensarlo largo rato en la mañana mientras trotaba. Pues se había dado cuenta que la vida que llevaba siendo simplemente madre o policía de una tranquila localidad, la estaba ahogando. Era como vivir dentro de una pausa activa en la que ocurren muchas cosas, pero al mismo tiempo no hay avance. Cada día estaba lleno de su hija y eso lo disfrutaba, así como también poder desarrollar su trabajo de forma tranquila, pero, ¿qué pasaba con ella? ¿Qué hacía ella por sí misma? La respuesta era aplanadora: nada. Ni siquiera se divertía como antes.

No tenía amigos con los que salir a tomar un café a media tarde o una bebida en la noche. Hacía las compras, trotaba en las mañanas, organizaba la casa, trabajaba y se ocupaba de su hija. Pasaba el día con ropa deportiva o uniforme. De hecho, hasta le había parecido extraño verse vestida un poco más arreglada de lo habitual, y del maquillaje, ni hablar. Y pronto todo se complicaría aún más, debía buscar una guardería para Camille, dado que Georgette regresaría a París a ayudar a Marie Anne, que pronto la haría nuevamente abuela.

Sí, esa noche había querido escapar por unos minutos de su rutina para recordar cómo era antes de que su vida cambiara.

Respiró profundo y posó la tarjeta sobre el lector de la habitación que estaba marcada en la llave electrónica. La puerta se destrabó. Entró al cuarto que estaba en penumbras, iluminado sólo por la luz de una lámpara ubicada sobre un pequeño escritorio que ocupaba una esquina. Dejó la tarjeta sobre un mueble, junto al pañuelo que usaba de bufanda.

Él estaba de espaldas, mirando por la única ventana de la habitación. Por la posición supo que sostenía algo en la mano.

-¿Te sirvo vino o algo más fuerte?- le preguntó sin voltear a mirarla.

-Beberé lo mismo que tú.

Leonid dejó su vaso sobre el mueble que funcionaba de bar y rack de televisión. Abrió el minibar: sacó una botella y un vaso ya frío. Lo sirvió hasta la mitad. Sólo la miró de frente cuando se lo entregó.

Oscar aguantó la respiración un segundo. Sus ojos parecían más oscuros de lo habitual. Recibió el vaso.

-¿Música?- le preguntó tomando un control remoto de encima del mueble.

-No, no es necesario.

-Te ves nerviosa, yo creo que lo es- le dijo y apretó un botón del mando.

Una suave música de lo que parecía R & B comenzó a sonar. Leonid cogió su vaso y se acercó nuevamente a la ventana.

-Esta habitación tiene vista panorámica del puerto- habló con tranquilidad -Si en algún momento necesitas observar sin que te vean, esta es una buena ubicación.

Oscar se posicionó junto a él, era cierto lo que comentaba. Bebió un trago del licor, sintió que le quemaba la garganta. Tragó fuerte y habló:

-¿Siempre haces esto?

-¿Observar? Sí- sonrió de lado -¿Tener sexo sin compromiso? De vez en cuando. Como te dije, no soy de usar aplicaciones de citas, y no me gusta pagar- bebió un largo trago de su vaso, dejó el cristal vacío en el alféizar interior de la ventana -¿Y tú? ¿Lo has hecho antes?

Oscar negó.

-Dime si quieres detenerte en algún momento- dijo Leonid antes de quitarle el vaso de la mano y tomarla con suavidad de la nuca -También dime lo que quieras que haga y lo que no, si lo crees necesario- le susurró junto a los labios.

Oscar se sorprendió a sí misma deseando que la besaran y tocaran. Añorando sentirse nuevamente sexy. Quería tocar otra piel y que otras manos la acariciaran, pues satisfacer sus necesidades en solitario y aferrada a un fantasma, nada tenía que ver la sensación de dos cuerpos encontrándose. Se sintió húmeda con sólo la anticipación de lo que vendría.

Cuando las bocas se unieron, Oscar dejó escapar un suspiro. Besaba bien, muy bien. Las rodillas se le doblaron y todo su cuerpo se activó. Alzó las manos y las enredó en el ondulado cabello negro. Apenas las lenguas se acariciaron, la piel se le erizó.

De fondo, sonaba "Put i ton me" de Matt Maeson.

Cayeron rápidamente sobre la cama. Sintiéndose hambrienta se sacó a tirones la chaqueta. Él, que vestía unicamente jeans y una ajustada camiseta manga corta de color negro debido a la calefacción de la habitación, se quitó la prenda superior por la cabeza. De inmediato unieron sus bocas nuevamente.

Hung high and dry where no one can see
If there's no one to blame, blame it on me
Storm in the sky, fire in the Street
If there's nothing but pain, put it on me

Estando él encima, le tomó las piernas para que le envolviera las caderas. Esa fricción la hizo gemir. Alzó los brazos para que le quitara la camiseta que usaba, quedó solo con el sujetador. En un baile primitivo siguieron moviéndose. A los minutos, los pantalones comenzaron a estorbar. Se los quitaron uno al otro junto a zapatos y medias.

-¿Luz encendida o apagada?- le preguntó despeinado y mirándola a los ojos.

-Déjala como está- contestó sintiéndose pérdida en el momento.

Él sonrió complacido. Enseguida le bajó las copas del brasier y le mordió suavemente un pezón mientras con la mano le apretaba el otro seno. Ella se arqueó bajo su cuerpo en busca de aire. Sentía que se quemaba. No supo en qué minuto él estaba metido entre sus piernas. Sólo percibió el tibio aliento sobre el encaje de la ropa interior de color negro. El vientre se le encogió de anticipación.

You are the cold inescapable proof
You're the evil, the way in the life and the truth
You're revival beginnin' and you're genocide
And I watch in wonder
You are the cold inescapable proof
You're the evil, the way in the life, and the truth
You're revival beginnin' and you're genocide
And I watch in wonder

Al primer lametazo que le dio haciéndole a un lado las bragas, vio literalmente estrellas tras sus párpados. Abrió los ojos inquieta, porque, de verdad, estaba disfrutando más de lo que imaginó. Él notó ese leve cambio. Volvió a su boca.

-Mírame- le dijo después de besarla. Ella asintió.

Haciéndola girar en la cama, la dejó sentada sobre él. Tomándola de las caderas, comenzó a mecerla sobre su erección. Ella se volvió a perder en las sensaciones. Inclinándose le mordió el cuello y un hombro. Tembló al sentir como los ásperos dedos la exploraban con lascivia.

-Hazlo- le pidió casi gimoteando.

Sin dilación él tomó un preservativo que estaba sobre la mesa de noche, mientras ella le bajaba el bóxer, aguantando la respiración al ver la imponente erección con la que se encontró. Apenas el condón estuvo en su sitio, Oscar, haciéndose la ropa interior a un lado, lo guió hacia su interior.

Hung high and dry where no one can see
If there's no one to blame, blame it on me (hah-ha)
Storm in the sky, fire in the trees (hah-ha, hah-ha)
If there's nothing but pain, put it on me (hah-ha, hah-ha, hah-ha)

Leonid cerró los ojos y se dejó caer en la cama. Disfrutando el momento. Los abrió cuando ella empezó a mecerse suavemente, acomodándose a él.

Desde ese momento, todo fueron empujes y jadeos. Oscar ni siquiera sintió como los dedos le marcaban la piel de las caderas. Ni se escuchó a sí misma suspirando de gusto. En algún momento quedó nuevamente de espalda sobre la cama, alzó las rodillas para recibirlo más profundo. Él, percibiendo que estaba cerca, la acarició haciendo suaves círculos entre sus piernas. Ella se estremeció y enterró la cabeza en la almohada. Dejó escapar un largo quejido de alivio cuando el orgasmo la asaltó. Enseguida, él empujó un par de veces más y cayó sobre ella, al tiempo que gruñía con los dientes apretados.

I know that you'd never feel like I do
And I'd break into pieces right in front of you
And I'd burn down the city and string up the noose
And you'd watch in

Hung high and dry where no one can see
If there's no one to blame, blame it on me (hah-ha)
Storm in the sky, fire in the trees (hah-ha, hah-ha)
If there's nothing but pain , put it on me (hah-ha, hah-ha, hah-ha)

Se quedaron así un par de minutos, unidos en un acto tan íntimo que derriba cualquier barrera. Oscar cerró los ojos y respiró profundo, disfrutando la paz que la inundó en ese momento. Abrió los párpados cuando sintió un suave beso en la sien, justo sobre la cicatriz que la marcaba. Él salió de ella y se acomodó a su lado tras quitarse el preservativo.

Oscar se sentó en la cama, acomodándose la ropa interior que no alcanzó a quitarse, a diferencia de él, que en algún momento indeterminado se quitó el bóxer a tirones.

-Nuestro acuerdo no implica que espere que te vayas de inmediato- bromeó Leonid poniéndose de pie en busca de su ropa interior. Tras ponérsela, sirvió un nuevo trago.

Volvió a la cama con el vaso en la mano y se lo ofreció a Oscar. Ella bebió. Él acomodó la almohada y se recostó.

-Utilizo un seudónimo porque no quiero que se sepa mi verdadero nombre- dijo de pronto.

Oscar se acomodó para mirarlo más directamente.

-Tuve una hermana. Vera.

Ella asintió poniéndole atención.

-Mi padre era ruso y mi madre francesa. Se conocieron en este país, pero no duraron juntos. Apenas nació mi hermana, se separaron. Incompatibilidad de caracteres supongo, yo era muy pequeño, no recuerdo mucho.

Extendiendo una mano le pidió el vaso a Oscar, ella se lo entregó. Tras beber se lo devolvió.

-Mi padre peleó nuestra custodia, era diplomático. Nos llevó con él a Rusia. Mi madre murió sin que volviéramos a verla. Cuando mi padre falleció, quedé a cargo de mi hermana. Recién había cumplido quince y Vera, doce. Heredamos lo justo para sobrevivir un par de meses, por lo que trabajé y estudié. Hice todo lo posible para quedarme a cargo de mi hermana y que no cayera en tutela del Estado. Al tiempo descubrí que mi madre nos heredó bastante dinero, y que mi padre nunca lo reclamó. Eso nos facilitaría bastante la vida. Vera tenía diecisiete años y gracias a esa herencia, podría estudiar sin necesidad de trabajar- respiró profundo -Mi hermana era muy sentimental, sintió que le debía algo a quien nos trajo al mundo, por lo que me pidió conocer Francia antes de entrar a la universidad. Yo no pude viajar con ella. Confié y la llevé al aeropuerto. Fue la última vez que la vi.

Oscar aguantó la respiración.

-La única pista que tengo, es de ella comprando un boleto de tren hacia este pueblo.

-¿Por qué me cuentas esto? Apenas nos conocemos.

-Porque sé qué intentarás averiguar la razón del porqué vengo cada año, y por qué oculto mi nombre. Te estoy ahorrando el trabajo y especulaciones.

Oscar asintió antes de preguntar:

-¿Vera es la razón por la que dejaste todo y entraste a la policía?- preguntó ella en un murmullo, no queriendo romper el íntimo ambiente que los envolvía.

Leonid asintió.

-Pude hacerlo gracias a ser francés por nacimiento.

-¿Cuántos años han pasado desde la desaparición de tu hermana?- continuó indagando la teniente.

-Van diecisiete años.

Ella alzó una ceja.

-Sí, soy siete años mayor que tú- contestó él a ese gesto, dándole una sonrisa torcida -Pero aún no califico como un sugar daddy.

Ambos soltaron una carcajada.

-Tampoco lo busco- dijo Oscar contestando la broma -No tengo alma de cuidadora- bebió un trago de vodka, acostumbrándose mucho más a su sabor -¿Hace cuánto que vienes a este pueblo?

-Desde hace mucho, demasiado- Leonid se peinó el cabello con una mano -Es una forma de recordarla, no hay pruebas de que haya abordado el tren y no tengo la más puta idea de qué la haría viajar aquí- movió la cabeza en un gesto cansado.

-¿Crees que alguna red de trata de personas está involucrada?- preguntó recordando la experiencia que él mostró en su departamento el día que todo estalló -¿Por eso te involucraste en el caso pese a no ser de tu área?

-Es lo único que se me ocurre. Mi hermana era una chica juiciosa, fui yo el que falló en cuidarla. Era cómo tú, aunque no eres precisamente prudente- sonrió -Pero comparten una agudeza mental admirable, la valentía y el mal temperamento.

-Tampoco es que me conozcas demasiado.

Él asintió antes de agregar:

-Sólo lo necesario.

-¿Es por eso que me ayudaste?- quiso saber Oscar.

-Era ridículo que perdieras tu carrera por lo ocurrido. Todos nos hemos equivocado alguna vez y eres un buen elemento en tu trabajo. Además, como te dije ese día, respeto la venganza, no soy de los que juzgan.

Una alarma sonó. Oscar dio un brinco y fue por el celular que estaba en el bolsillo de su chaqueta, junto a sus documentos.

-Debo irme- le dijo recogiendo su ropa del piso -Le queda media hora a la niñera- agregó mientras se subía los ajustados jeans.

-¿Quieres que te acompañe a tomar un taxi?

-No, no es necesario- contestó poniéndose los botines y luego la camiseta. Tomó su chaqueta y el pañuelo con el que se abrigó el cuello -Aunque suene extraño, fue un placer- le dijo con las mejillas sonrojadas y sin saber cómo despedirse.

Leonid se levantó de la cama y tomándola de la nuca la besó.

-¿Te aviso cuando viaje nuevamente?- le dijo al separarse de sus labios.

-¿Una vez al año?- bromeó ella.

-Si llegamos a un acuerdo, podría ser más seguido- dijo alzando una ceja.

-Avísame y veamos que pasa- se alejó de él y salió de la habitación.

En el pasillo se abrigó y corrió hacia la calle. Agradeciendo que debido a la hora, nadie la viera salir del lugar, sonrió al no sentir frío pese al clima. Hizo parar el primer taxi que vio, maldiciendo en silencio cuando el chofer la miró con un gesto pícaro, lo conocía de algunas veces que la llevó al trabajo. Ella disimuló y, luego de preguntar cortésmente por la familia del hombre, se concentró en mirar por la ventana. Mientras quedaban atrás las luces del centro del pueblo, sonrió al pensar en lo hecho. Se sentía revitalizada y llena de endorfinas. Una agradable sensación que hace mucho no la invadía, junto a la secreta satisfacción de hacer algo que no implicaba compromisos ni expectativas. Algo que nunca se imaginó hacer y que, por cierto, le gustó.

Al llegar a casa, y pedirle al taxista que esperara para que llevara de regreso a Katia, fue a ver a su hija. La niña dormía plácidamente en una posición idéntica a la de su padre: sobre su estómago y con los brazos bajo la almohada. Una infinita ternura la invadió, ternura que pronto se transformó en melancolía. Era igual a André en tantos aspectos, que dolía.

Le dio un beso en la frente y tras ir a darle las buenas noches a su madre que, por supuesto, no le preguntó por su tardanza, se metió a la ducha.

Continuará…


No se preocupen, aquí estoy esperando a que se tomen el vaso de agua fría XD, pero con la condición de que dejen sus impresiones jajajaja y si hay alguna con enojo, recuerde que esto es ficción y que yo tengo corazón. Jejejejejee

Como siempre, muchas gracias por los comentarios del capitulo pasado, ahora, terminando esta publicación, les dejo respuestas y comentarios a sus reviews. Para el capitulo 4, hace un par de días lo subí, para que pasen a verlos. Ya queda poquito para llegar al punto de inflexión de la historia… ¡Cómo ha pasado el tiempo!

Mil gracias a mis betas maléficas Krim y Cilenita, ellas leen los reviews junto conmigo, así que si les quieren tirar tomates o papas con Gillette, pueden hacerlo jajajajaja.

Seguimos sumando música a estar historia, el primer tema es "I wanna be yours" de Arctic Monkeys (a quienes conocí por la máxima LordThunder) luego, "Put it on me" de Matt Maeson, un descubrimiento de esos buenos. Ya saben, les recomiendo oírlas mientras leen y en YouTUUUUU están las letras traducidas.

No las aburro más, les mando un abrazo y me quedo aquí, con mi humilde tarrito de propinas.

D.