EDDARD I

Todo saldría bien, se repetía una y otra vez. La carta de Lysa podía tener algo de verdad, después de todo, recordaba bien el destino de los Reyne y los Tarbeck, aun así, no por ello dejaba de ser medio Lannister. Sus primos Jaime y Cersei, sus primos menos favoritos, eran los culpables de la muerte de Jon Arryn, quien fue un segundo padre para él, quien le enseñó lo alto que debe tenerse el honor.

No todos los Lannister eran malos, solo la estirpe podrida de su tío Tywin era cuestionable. Su madre Genna era una gran mujer, muy apreciada del Norte. Su tío Kevan era un hombre honorable pese a servir ciegamente a su hermano mayor. Su tío Tygett se había alzado en armas junto a él en la Rebelión de Robert sin el permiso de Tywin; Ned siempre le estaría agradecido, porque Tygett junto a los Payne demostraron que los hombres del Occidente pueden ser leales. Y Gerion, Gerion los hacía reír a todos, pero también era idealista y pensó que podía regresar de Valyria.

Tocaron a su puerta, era el capitán de la Guardia Lannister, Justin Payne.

―Lord Eddard ―anunció Ser Justin.

―Pasa, Ser Justin ―respondió Ned.

El hombre entró a su habitación, lo había conocido durante la Rebelión de Robert y había combatido junto a él.

―Los exploradores dicen que el Rey llegará mañana, han tardado menos de lo que pensábamos.

Ned no respondió enseguida. El viaje de su amigo había durado una semana menos de lo esperado, no los cogerían desprevenidos, pero tampoco lo suficientemente descansados. Jon apenas sí había tenido tiempo para partir a Puerto Blanco con los Manderly, quienes lo recibirían como cualquier hijo legítimo. Siempre estaría agradecido con ellos por su lealtad, mucho más sincera que las demás casas, aunque los Mormont y los Reed no se quedaban atrás.

―Bien ―respondió Ned ―. Aunque no estaría de más que le recordaras a Arya que no pase tanto tiempo en el campo de entrenamiento con Bran. Necesito que se comporten como nobles.

―Le diré a vuestra señora madre, ella siempre los convence, además los guardias Tully no le temen.

Ned hizo una mueca al escuchar quejas de los Tully. Su madre y su esposa no se llevaban tan bien como él quisiera, animadversión que se había traducido a los hombres de cada una. Ser Justin Payne y Ser Desmond Grell no se llevaban bien y de no ser por Ser Jory Cassel, hacía tiempo que se habrían batido a duelo.

Por fortuna para él, las disputas solo se quedaban en una rivalidad silenciosa. Y con la visita del Rey, quedarían todos opacados por los hombres del Rey. Ni siquiera los hombres de la Reina inclinarían la balanza de un lado o el otro, era bien sabido que los hombres del Occidente se dividían entre los fieles a Lord Tywin y los simpatizantes de Ser Tygett.

Cuando la comitiva del Rey llegó a Invernalia, Ned, su esposa, sus hijos, su madre y todos sus hombres estaban en el patio esperando. La familia real se presentó con gran pompa, el primero de ellos fue Robert, su rey y amigo de la infancia; tras él, su esposa Cersei y sus niños de cabello dorado. Y poco a poco, los guardias reales y demás hombres de la Corte, incluyendo a los hermanos de la reina.

―Majestad ―dijo Ned haciendo una reverencia.

―¡Ned! ―respondió Robert y le tendió la mano a su amigo para que se levantara y luego lo abrazo.

―Has engordado.

―Y tu envejecido.

Luego, el Rey pasó a saludar a su Cat mientras la Reina estuvo frente a él.

―Majestad ―repitió Ned, aunque con menos deferencia.

―Primo Eddard ―respondió Cersei, tendiéndole la mano para que la besara.

Luego siguieron los príncipes, con quienes solo hubo formalismo. Cuando terminó el acto, el Rey se dirigió a su amigo.

―Llévame a verla, Ned.

Y Ned asintió, ante el disgusto de su prima Cersei. Llevó entonces a su viejo amigo a las criptas de los Reyes del Invierno, donde todos los que habían gobernado el Norte tenían una estatua para recordarlos, la cual estaba acompaña de la estatua de un huargo, Las únicas excepciones eran Brandon y Lyanna, que por sus trágicas muertes se les concedió la gracia de sus antepasados.

―¿Por qué la tienes aquí oculta, Ned? Debería estar sobre una colina donde todos la vieran.

―Esta con mis ancestros, Robert.

―Tengo miedo, Ned. No es fácil ser rey.

Ned se sorprendió, no recordaba que Robert tuviera miedo, ni siquiera durante la Batalla del Tridente.

―Jon ha muerto, no tengo ya quien me aconseje. Le debo mucho dinero a tu tío, no lo quiero a él como nueva Mano, te quiero a ti ―y tomó el broche de la Mano y se lo puso en su mano.

―La última vez que un Stark fue a Desembarco del Rey no regresó.

―Sabía que dirías eso, así que leí un libro, otro ancestro tuyo fue Desembarco del Rey y regresó, Cregan Stark.

―La hora del lobo.

―Sí, Ned, necesitamos otra hora del lobo.

―Debo pensarlo.

―Bien, pero dame la respuesta en dos días.

―Así será ―respondió Ned no muy convencido.

―Ahora, es momento que unamos nuestras casas. Quiero que mi Joffrey se case con tu Sansa; y que mi Myrcella se case con tu Robb.

―Honras a mi casa otorgándole sangre real.

―No seas modesto Ned, los Stark y los Lannister fueron reyes en el pasado. Los Baratheon nunca lo fuimos.

Los amigos no dijeron mucho más. Los matrimonios parecían adecuados para ambos, una alianza que complacería al difunto Lord Rickard, siempre dispuesto a fortalecer la posición del Norte en los Siete Reinos. Si todo salía bien, ya nadie miraría a los Stark por debajo del hombro y el Norte dejaría de ser el más pobre de los reinos de Poniente.

Ned no se consideraba ambicioso, pero sí había aprendido mucho de su madre. El lobo silencioso esperaba el momento preciso para atacar, el lobo huargo podía ser rival para cualquiera, venado o león. Ned defendería los intereses de su gente en el sur, tenía que parecerse a Cregan Stark, el Viejo del Norte. Hacía mucho que el Norte no era pobre, no obstante, tenía mucho por mejorar, tal vez los caballeros de los antiguos dioses no eran tan mala idea, tal vez el león no era un enemigo por vencer.

Sin embargo, la carta de su cuñada dañaba sus planes. Si sus primos Cersei y Jaime estaban detrás de la muerte de Jon Arryn no podía quedarse callado. Su viaje a Desembarco del Rey no podía basarse solo en su interés por defender sus tierras, tenía que hacerlo también por Jon Arryn.

―Primo ―le dijo Cersei Lannister durante el banquete ―. No he podido evitar notar que hay un gran ausente en este banquete, ¿dónde está mi tío Tygett?

―Se encuentra en Puerto Blanco, majestad. Tenía asuntos de suma importancia allí, como sabéis, se ha encargado de modernizar los ejércitos del Norte.

―Es una lástima no poder verlo ―contestó ella, con esos ojos tan verdes como los suyos y con una belleza que le recordaba a Lyanna, aunque sin ningún rasgo norteño ―, mi hermano Tyrion lo adora.

―Si tu hermano lo deseo, puedo ordenarles a unos hombres que lo acompañen a Puerto Blanco.

―No creo que haga falta, primo, ahora, con tu permiso, me retiraré a mis aposentos ―Cersei le dio un beso en la mejilla y luego salió del salón escoltada por Ser Jaime.

El Rey en cambio no se dio cuenta que su esposa abandonó la estancia, estaba ocupado coqueteando con las sirvientas y bebiendo vino. Ned entonces sintió pena por Cersei, podía ser la hija de su tío menos favorito, pero no por ello era menos merecedora de respeto. Ned nunca faltaba el respeto a su esposa y por ello tenían un matrimonio feliz, uno donde ninguno de los cónyuges vivía un martirio.