Ah, con que tenemos a un público difícil. Aunque no puedo quejarme, después de todo, el summary del capítulo anterior seguramente fue muy repelente para la mayoría. No se me conoce por darme por vencido de todas formas, y estoy seguro de que esta historia será un muy buen complemento para "Guerras Doradas". Así que, me limitaré a dejarlos con el segundo capítulo, y a contestar al único review de momento.

dafguerrero: Volver en el tiempo a Guerras Doradas en su saga de Ares siempre es extraño para mí. Trabajar sobre un lienzo en blanco fue entretenido, hasta que Kurumada decidió entrometerse, aunque admito que varias de mis ideas aparecieron en las historias de Santia Sho, lo que es sorpresivamente curioso. Tampoco siento que la Saga de Ares de Guerras Doradas haya quedado inservible, tan solo, mi perfeccionismo me obliga a realizar una corrección, pero ya he editado Guerras Doradas mucho, y no pretendo volverla a editar, así que esta historia es un mal necesario, y una oportunidad mía para volver a escribir una Saga nueva, pero más importante, finita, ya que solo tendrá 10 capítulos, lo que lo hace un objetivo fácilmente alcanzable en mi opinión. Comprendo que el primer capítulo se sienta, repetitivo por decirlo de una forma, pero es un mal necesario. De aquí en adelante eso ya no va a pasar, y la historia será fresca y nueva… al menos eso espero. Y bueno, en Santia Sho nunca hubo una inclinación romántica entre Kyoko y Milo, más bien era entre Kyoko/Eris/Rigel, y entre Shoko/Seiya, al menos a mí me lo pareció, Milo solo llegaba a ser un arrogante. Pero bueno, ya sabes que me saco parejas de debajo de la manga, y bueno, me nació el torturar un poco a Saori trayéndole competencia. Y bueno, otra parte importante de esta historia, es la relación de algunos Caballeros de Athena, con el mundo exterior. Algunos, como Milo, nunca salían del Santuario, todo lo que ocurre afuera le es extraño. No tienes que preocuparte por Shoko hablando en tercera persona, al menos de momento, no va a salir, pero será mencionada ocasionalmente. En fin, espero que esta entrega sea de tu agrado.

Postdata: En esta historia salen personajes exclusivos del manga de Santia Sho, cuando me invente un personaje se los diré.


Saint Seiya: Guerras Doradas – Caos Gaiden.

Capítulo 2: La Profecía de la Copa.


Grecia, Atenas. El Santuario. Templo del Patriarca. 8 de Diciembre de 1981.

-¡Para quienes no estén enterados, mi nombre es Aioros, el Patriarca del Santuario de la diosa Athena! –frente a las escalinatas del Templo del Patriarca se llevaba a cabo una reunión sin precedentes. Reunidos se encontraban la mayor parte de los Caballeros de Athena, la Diosa de la Sabiduría en la Guerra, con una muy notable excepción. Si bien los Caballeros de Plata estaban en su mayoría presentes, y los pocos Caballeros de Bronce que permanecían en el Santuario mostraban sus respetos, no había un solo Caballero Dorado en la reunión-. Tomé el cargo de Patriarca hace 8 años, tras el lamentable fallecimiento de Shion, el Patriarca antes de mí, y en los años que llevo de servicio, el Santuario ha sido invadido en una ocasión, con resultados poco alentadores –prosiguió en su discurso Aioros.

-Catastróficos diría yo –se quejó uno de los Caballeros de Plata, de cabellera anaranjada algo larga, y de piel ligeramente pálida. Se mantenía de brazos cruzados y mirando a Aioros con detenimiento, mientras el Patriarca continuaba con su discurso-. Si el Patriarca no fuera tan obstinado, y confiara en el poder profético de la Armadura de la Copa, seguro la invasión al Santuario de hace dos años podría haberse evitado –declaró el Caballero de Plata, y otro de la misma orden, a su lado, lo miró extrañado.

-Admito que Aioros no ha hecho un buen trabajo liderando al Santuario, Aeson –susurró el Caballero de Plata, de cabellera blanca y algo larga, con su Armadura de Plata de un azul profundo y brillante-. Todos los Patriarcas desde la Guerra de Troya, han aceptado los oráculos de los Caballeros de la Copa como referentes a la hora de gobernar. Aioros no solo decidió ignorar aquella tradición sino que, además, no ha entregado a nadie la Armadura del Altar, la más poderosa entre las Armaduras de Plata, y quien declare al General de las Tropas de Plata del Santuario y sustituto del Patriarca –meditó al respecto el Caballero de Plata.

-Te lo digo, Rigel de Orión, son tiempos oscuros para el Santuario –le comentó Aeson, molesto por la situación que se vivía sobre las escalinatas del Templo del Patriarca-. El que no haya un solo Caballero Dorado atendiendo a esta reunión, es prueba de ello –prosiguió molesto.

-El Santuario, está en decadencia –admitió Aioros en su discurso, y tanto Aeson como Rigel prestaron atención a aquellas palabras-. Pero eso está por cambiar. Hace 8 años tras el nacimiento de Athena, realizamos una alianza con una corporación extranjera denominada la Fundación Graude, con sede en Japón –enunció Aioros, y los Caballeros de Plata se sorprendieron por la revelación-. Desde entonces, la Fundación Graude inició con un programa de reclutamiento de individuos capaces de manipular el cosmos. Y hoy, dos años después de lo vivido durante la invasión de Metis, la Titánide del Cosmos, esta alianza ha comenzado a dar frutos –prosiguió Aioros, y los Caballeros de Plata escucharon.

Suecia, Los Alpes Suizos. Academia Meteor.

-Por todo el mundo, los manipuladores del cosmos han sido entrenados, y aunque no estén listos, es momento de que conozcan a sus nuevos maestros. Ellos quienes convertirán a los manipuladores del cosmos, en verdaderos defensores de la paz en la Tierra –proseguía Aioros en su discurso, mientras a las afueras de una prestigiosa academia de Suecia, una pequeña de apenas 8 años, de cabellera rubia y levemente enchinada, y vistiendo un uniforme de alta sociedad, era guiada por un grupo de maestras en uniformes igualmente ostentosos, hasta un parque repleto de flores, frente al cual la niña con una mirada algo perdida, se tomó de los bordes de su falda e hizo una reverencia-. Se formarán y se harán merecedores de sus armaduras. Sus maestros, serán los más grandes en el Santuario –explicó Aioros, mientras un Caballero Dorado, ofrecía una rosa a la niña, quien sonrojada la tomaba y sonreía, antes de tomar su maleta, y seguir al caballero.

China, Hong Kong. Mercados de Hong Kong.

-Es probable que muchos piensen que es una decisión exagerada. Dejar el entrenamiento de la nueva generación directamente a los Caballeros Dorados, podría sonarles inaudito –prosiguió Aioros con su explicación, mientras en los mercados de China, muy lejos del Santuario, y dentro de un pequeño restaurante de servicio rápido, una joven mesera de 8 años, con su cabellera adornada en un par de esferas de cabello, servía a un par de chicos de 9 años, que habían llegado al restaurante, un joven de cabellera larga y negra, y el otro de tez morena y cabellera café revuelta, con cara de malhumorado-. Pero la educación en el arte de la caballería no será exclusiva de los Caballeros Dorados, ellos serán los maestros por encima de los maestros, pero podrán apoyarse en otros, cuyas enseñanzas, sean igual de importantes –prosiguió Aioros, mientras al pequeño restaurante ingresaba un grupo de alrededor de 5 cobradores de piso, que amenazaron al personal, encontrando a la pequeña de 8 años sonriendo frente a ellos, y momentos más tarde, siendo noqueados por ella, que habilidosamente los había doblegado con su peculiar estilo de artes marciales, o al menos así fue, hasta que otro par de matones, estos armados con espadas, amenazaron a la niña, quien no se dejó intimidar, pero los matones fueron derrotados con brusquedad por los chicos a los que había servido no hace mucho, y quienes extendieron ante ella una invitación, colocándose ambos un sombrero chino cada uno, antes de partir.

El Polo Norte. Bluegard.

-Algunos de estos aspirantes, ya cuentan con un historial como caballeros, bajo el entrenamiento de los Caballeros de Plata –proseguía Aioros, mientras en un pueblo guerrero escondido en el Polo Norte, una niña de 10 años revestida en un Ropaje Sagrado de Bronce, tenía una práctica de entrenamiento con otro joven Caballero de Plata, aparentemente su maestro, en medio de una arena de batalla congelada. A esta aldea escondida llegaron entonces dos Caballeros Dorados, uno que manipulaba las dimensiones, y que se posaba orgulloso frente a la niña, que miró a su maestro curiosa, mientras el segundo Caballero Dorado, manipulador de los hielos, movía su capa revelando a un joven rubio, a quien el Caballero de Plata se dirigió, mientras el niño asentía, y la joven de cabellera rubia y vistiendo de Bronce, miro con desprecio-. Para agilizar su entrenamiento, serán reasignados a un maestro Caballero Dorado, mientras al maestro Caballero de Plata, se le asignará un nuevo discípulo, creando así, a los maestros de maestros –comentó Aioros, mientras los Caballeros de los Hielos intercambiaban reverencias, y el Caballero Dorado manipulador de las dimensiones, se llevaba a la furiosa niña que se sentía reemplazada.

Alemania, Braviera. Castillo Heinstein.

-Algunos aspirantes, apenas y habrán comenzado con su entrenamiento, pero igualmente serán reasignados –prosiguió Aioros, mientras un Caballero Dorado caminaba por los pasillos de un inmenso castillo en Alemania, llegando hasta una amplia habitación con una arpa de cuerpo completo, donde hasta esos momentos una niña de cabellera violeta y oscura practicaba, sorprendiéndose de ver al Caballero Dorado, con casco de cornamenta, y que charlaba con su padre, mientras el hombre adinerado lo guiaba hasta la niña, que se intimidó por la presencia del Caballero Dorado, solo para darse cuenta de que no era ella a quien buscaban, sino a la mugrienta sirvienta que en ese momento tallaba el piso furiosamente intentando limpiarlo-. Estos aspirantes serán los más complicados de entrenar. Pero tengo la confianza de que, sin importar lo deficiente del dominio del cosmos, los Caballeros Dorados encontrarán la forma –el Caballero Dorado no expresó palabra alguna, solamente movió su capa con violencia, y la sirvienta miró asustada en dirección a su señorita al lado del harpa, a quien se le informaba que le arrebatarían a su sirvienta, y ni el berrinche de la niña suplicándole al Caballero Dorado fue suficiente, mientras este la ignoraba, más fastidiado que nada por su encomienda, y dirigía su fría mirada en dirección a la sirvienta, quien nuevamente era reubicada.

Japón, Tokio. Aeropuerto Internacional de Haneda.

-Para algunos Caballeros Dorados, esta será su primera experiencia como maestros –comentaba Aioros, mientras en el Aeropuerto de Haneda, la seguridad en el aeropuerto se encontraba deteniendo a Milo, gritándole, y apuntando a la Armadura Dorada sobre su espalda, mientras Kyoko nerviosamente intentaba hacer las explicaciones debidas-. Tengo la confianza, en que ambos, tanto maestro como discípulo, aprendan a ver la vida humana bajo esquemas que no habían visto antes, y aflore en los Caballeros Dorados, un lado más humano. Uno que hará falta, para proteger la paz en la tierra –finalizó Aioros, ajeno a las diversas problemáticas alrededor del mundo, por el desconocimiento de algunos de sus Caballeros Dorados.

-Kyoko… ¿Cuál es el problema? –preguntaba Milo, mientras Kyoko lo miraba con sus ojos al borde de soltarse en llanto, lo que preocupó un poco a Milo- ¿Es alguna clase de estricta regla nipona? –preguntó Milo ya molesto.

-¿Por dónde empiezo? –se preocupó Kyoko, y Milo esperó pacientemente- Su pasaporte no tiene registro de salida de Grecia, por lo que lo están acusando de migración ilegal. No puede subir esa cosa al avión sin documentarla. Además de que está prohibido sacar oro de los países sin reportarlos ni pagar impuestos conforme a su peso. No tiene la documentación firmada que legalmente lo avale como mi tutor legal, ni tiene la edad para ser mi tutor legal. Además de que me han preguntado al menos en 20 ocasiones si me está secuestrando, por lo que actualmente es sospechoso de trata de personas –le comentó, y Milo hizo una mueca-. Antes de que suspire, no he terminado, esa es solo su parte –comentó, y Milo esperó-. Mi pasaporte no está autorizado para viajar a Grecia, necesito permiso firmado de ambos padres para poder viajar, y necesito una carta de invitación o reservación en Grecia para que no crean que me voy a quedar allí a vivir, además de informar a la embajada de Japón en Grecia –terminó, y Milo tomó aire con fuerza, y lo dejó salir, agobiado por toda la burocracia.

-Comienzo a odiar a los ajenos al Santuario –comentó Milo, y Kyoko comenzó a ponerse nerviosa-. ¿En qué dirección queda Grecia? –preguntó, y Kyoko comenzó a tragar saliva- Si el sol sale por el este en Japón, y se pone por el oeste –sacó una antigua brújula Milo, y Kyoko comenzó a temblar, mientras apoyado de un mapa cartográfico, Milo elegía una dirección- Nos vamos… -enunció Milo ofreciéndole su mano, Kyoko intentó negarse, pero Milo la cargó como a una princesa sin permitírselo, antes de hacer crecer su aguja, y lanzarla al techo agujerándolo y abriendo un punto de escape, preocupando a los oficiales quienes sacaron sus armas. Kyoko instintivamente levantó las manos en señal de rendición, pero se afianzó de Milo con fuerza cuando lo sintió agacharse un poco, y antes siquiera de que los oficiales de policía pudieran apuntar, Milo saltó transformado en un cometa dorado, dejando a los policías perplejos.

-Confíen… -resonó una última vez la voz de Aioros-. Solo de la unión de los Atenienses, y de los ajenos al Santuario, nacerá la unidad y la comprensión para vencer cualquier imposible. Ya que solo a aquellos quienes pueden superar cualquier adversidad… se les puede encomendar a Athena –terminó Aioros, la reunión frente al Templo del Patriarca, había terminado.

Grecia, Atenas. El Santuario de Atenas. El Anillo Medio.

-¿Caballeros Dorados sirviendo como maestros de aprendices que no saben manipular el cosmos? ¡Qué tontería! –en el Anillo Medio del Santuario, lugar donde estaban instalados los puestos de mercado, existían también tabernas que servían a los Caballeros de Athena bebidas alcohólicas. Para los Caballeros de Plata inclusive, no existían un distingo de edad, por lo que Aeson y Rigel, quienes tenían ambos 14 años, podían beber sin que se los impidieran, lo que en ocasiones terminaba con Aeson ebrio incluso a tempranas horas de la mañana- Aioros ha perdido todo mi respeto, el Santuario incluso parece patético hoy en día –se quejó Aeson.

-Lo dice el Caballero de Plata que se está embriagando aún sin ser mediodía –le respondía Rigel, aunque bastaba con solo mirar a las otras mesas, para encontrar a otros Caballeros de Plata en la misma situación-. Aunque he de admitir… que los Caballeros de Plata son, en su mayoría, una vergüenza –declaró Rigel.

-Si los Caballeros Dorados bajaran de las 12 Casas, estoy seguro de que serían igual de patéticos que nosotros, La gran mayoría no es más viejo que nosotros –se fastidió Aeson, era evidente que ya había bebido suficiente, diferente de Rigel que no bebía, solo lo acompañaba-. Incluso le dieron una Armadura Dorada a ese tonto de Aioria. Seguro se ganó su lugar por ser el hermano del actual Patriarca. Nadie se cree que se merezca esa armadura –comentó Aeson.

-Yo estuve presente durante la entrega de la Armadura de Leo hace un par de años, Aeson. Aioria venció a Moses por el derecho legítimamente –defendió Rigel, recordando a un joven Aioria, sin Ropaje Sagrado alguno, combatiendo en las arenas de batalla cercanas a la Casa de Leo a Moses, el Caballero de Plata de la Ballena, a quien se le permitió usar su Ropaje Sagrado en el enfrentamiento, pero perdiendo de todas formas-. Aún si es el hermano menor del Patriarca, fui testigo de sus habilidades. Tendrá muy poco control del cosmos, pero su cosmos es enorme –insistió Rigel.

-Como el cosmos de muchos Caballeros de Plata –se defendió Aeson-. Los Caballeros Dorados no son tan honorables como crees, Rigel. El Caballero Dorado de Cáncer inclusive es llamado Máscara Mortal, y escuché que era un asesino en serie de Italia, ¿dónde está el honor en eso? –preguntó, y Rigel trastabilló un poco-. De Aioria ya hablamos, pero también me parece un fastidio que Dohko, un anciano de 258 años, continúe siendo el Caballero de Libra. ¿Acaso nadie recuerda la leyenda de Antares de Escorpio? A los 270 años ya era un inútil al que otros tenían que cuidar, y hablando de Escorpio, Orfeo debería vestir la Armadura Dorada de Escorpio, no ese niño salvaje sin nombre de la Isla de Milo que asesinó a 800 aspirantes por el derecho a portarla, ¿dónde está el honor en un Caballero Dorado como ese? –insistía Aeson.

-Juzgas muy duramente. El Caballero de Escorpio debe ser elegido de esa forma por ser el cazador más experimentado y sanguinario del Santuario… te lo dice quien viste a Orión que es su rival –continuó defendiendo Rigel a los Caballeros Dorados, ante las rabietas ebrias de Aeson-. Seguro si lo conocieras, cambiarías de parecer respecto a él, y respecto a todos los Caballeros Dorados que has mencionado –insistió Rigel.

-Seguro si lo conociera, ese es el maldito problema –apuntó Aeson, y Rigel se preocupó mientras lo veía pedir una cerveza más-. Es porque no los conocemos el que todos ilusamente piensan que son la gran cosa. Viven en las 12 Casas rodeados de lujos, tienen servidumbre, escuderos les dicen, son los únicos entre los 88 Caballeros de la Orden de Athena que pueden poseerlos. Así de mimados son los Caballeros Dorados, mientras los de Plata y Bronce solo somos carne de cañón –se fastidió él.

-Eso no es verdad –se quejó Rigel-. Los Caballeros Dorados son todos honorables y respetuosos, un ejemplo a seguir entre los pertenecientes a la Orden de Athena –defendió el Caballero de Orión, cuando entonces en medio de los mercados se escuchó un grito, y un cometa dorado se acercaba a los mercados del Anillo Medio, forzando a Rigel a salir preocupado- ¿Una invasión? –se preocupó el de Orión, Aeson solo hizo una mueca sabiendo lo que iba a pasar, por lo que tapó su vaso de cerveza antes del impacto.

-¡Aaaaah! –resonó el grito de Kyoko, mientras el cometa dorado aterrizaba sobre una fuente muy hermosa que hasta esos momentos adornaba la rotonda en medio de los mercados, fuente que estalló en pedazos tras el aterrizaje de Milo, ante el cual Rigel se preparó para un combate- No más agua por favor. Después de aterrizar en el medio del océano, pienso que he desarrollado talasafobia… -se estremeció Kyoko.

-¿Talasaqué? –preguntó Milo, pero en lugar de continuar con su cuestionamiento, dejó caer a Kyoko dentro de lo que quedaba de la fuente, y la niña pataleó mientras intentaba ponerse de pie- No fue tan malo. Además, te sirvió para activar tu cosmos durmiente. De no haberlo hecho, pudiste haber muerto –le comentó Milo.

-¿¡Quiere decir que arriesgó mi vida sin saber si sobreviviría!? –se quejó Kyoko, pero sus quejas tuvieron que esperar, mientras Rigel intervenía posándose orgulloso frente a Milo- ¿Otro extravagante portador de armadura? –preguntó Kyoko.

-¡Invasor al Santuario, identifícate! –amenazó Rigel, a quien Milo miró con molestia, y la respuesta del de Escorpio fue colocar la Caja de Pandora de la Armadura Dorada de Escorpio sobre el suelo, que por su peso hizo temblar los alrededores- ¿Un Caballero Dorado? –exclamó Rigel sorprendido, la Caja de Pandora entonces liberó la Armadura de Escorpio, y vistió a Milo de dorado- La-lamento haberle faltado al respeto, mi señor dorado –reverenció Rigel preocupado.

-Apártate –comentó Milo, sobresaltando a Rigel, quien se preocupó por las frías palabras de Milo, pensando que lo había irrespetado, por lo que se arrodilló frente a él-. Por todos los dioses… estás estorbando la vía principal, no tengo interés alguno en que un Caballero de Plata piense que me ha irrespetado, eso simplemente me es indiferente –agregó Milo, lo que molestó a Rigel, quien se sintió menospreciado-. Andando, Kyoko –ordenó Milo.

-Ya voy… -agregó Kyoko mientras intentaba exprimirse el agua de su vestido, pero al notar que Milo la dejaba atrás, se apresuró a intentar salir, solo para tropezar y comenzar a caerse nuevamente dentro de la fuente, solo que alguien la atrapó en medio de su caída-. Gracias, señor Milo –comentó pensando que había sido Milo quien la había ayudado, solo para encontrar a Rigel sosteniéndola-. Oh, gracias a usted entonces, gran hermano –sonrió Shoko.

-¿Gran hermano? –preguntó Rigel confundido, pero entonces se dirigió a Milo con molestia- Caballero de Escorpio, con el debido respeto, ¿no cree que está tratando mal a esta niña? ¿De verdad realizó un Salto de Cosmos con ella? Pudo haber muerto –se quejó Rigel.

-Está viva, ¿no es así? –comentó Milo fríamente, y Rigel cerró su mano en un puño- Reflexiona en lo que estás tratando de hacer, Caballero de Plata… Orión creo… levantarle el puño a un Caballero Dorado podría considerarse suicidio –comentó Milo.

-Espere –comentó Kyoko, tomando la mano de Rigel para tranquilizarlo. El Caballero de Plata entonces bajó la mirada para verla- Muchas gracias por detener mi caída, y muchas gracias por preocuparse por mí, pero estoy bien –sonrió ella con dulzura, y el Caballero de Plata abandonó las intenciones de buscar pelea, mientras Kyoko se despedía con una reverencia, y se apresuraba para caminar junto a Milo-. ¿No ha sido grosero? –preguntó Kyoko preocupada.

-¿Grosero? –preguntó Milo, pensando al respecto- Hice lo posible por no requerir de un Salto de Cosmos para regresar al Santuario, y no lo realicé hasta que tuve la certeza de que podrías sobrevivir al mismo. Puede que te sientas ofendida, pero no puse tu vida en riesgo –se defendió Milo, y Kyoko parpadeó un par de veces.

-No me refería a que fue grosero conmigo, sino con el Caballero de Plata –apuntó Kyoko, lo que Rigel alcanzó a escuchar, momentos antes de retirarse en dirección a la taberna, donde su ebrio compañero lo había observado todo.

-No recordé el nombre del Caballero de Plata de Orión, supongo que debí sonar arrogante al no mencionarlo –comentó Milo, y Kyoko asintió un par de veces-. Como Caballero Dorado, es nuestro deber comportarnos como un ejemplo a seguir. Tal parece que aún me queda etiqueta por aprender, reflexionaré sobre ello –admitió Milo.

-¿Ahora sí es todo un caballero? –preguntó Kyoko sorprendida por el cambio de actitud de Milo, quien entonces se frenó y suspiró incomodado, forzando a Kyoko a preguntarse qué había hecho, y sobresaltándose cuando de pronto oscureció, o al menos así le pareció a ella, cuando en realidad era una inmensa sombra la que la rodeaba- ¡Un gigante! –apuntó Kyoko.

-¡JA JA JA JA! –resonó una poderosa carcajada, que sobresaltó a los presentes en los mercados- ¿Qué veo? Milo con una aprendiz. ¿No tuviste suficiente con Saori y quieres a más admiradoras en tu templo? –se burló el inmenso hombre vestido en una túnica griega, y que llevaba varios juguetes de madera entre sus pertenencias.

-Aldebarán… -comenzó Milo, su ceja temblándole con molestia, lo que sorprendió a Kyoko, que en ese momento observaba a Milo perder su temple- ¿¡Quién diantres necesita admiradoras!? ¡No necesito a una escudera! ¡Ni se me ha asignado una discípula! ¡Es increíble cómo me sacas de quicio maldito hippie! ¿¡Y qué es todo eso!? –apuntó Milo, que entonces comenzó a respirar pesadamente, como si se hubiera aguantado todo aquel estrés.

-Ah, ¿esto? Me chiflan las artesanías –respondió Aldebarán, y Milo bajó la cabeza, ya sintiendo la vergüenza de haber perdido el temple, lo que Kyoko encontró curioso-. Mucho gusto, soy Aldebarán, Caballero Dorado de Tauro, y aquí entre tú y yo, si quieres que Milo baje la guardia, solo menciónale a Saori, eso lo hace olvidar su honor de caballero –le comentó, lo que molestó a Milo aún más.

-Aldebarán… ¿se puede saber lo que quieres? –comenzó Milo nuevamente con solemnidad, aunque Kyoko se impresionó de ver la aguja en su dedo crecer. En definitiva, la sorpresa de Kyoko de saber que Milo tenía un temperamento muy volátil, la había impresionado mucho.

-Bueno, me asignaron a un discípulo. Creo que a todos nos han asignado a uno, no creo que ella sea coincidencia –apuntó Aldebarán, y Milo hizo una mueca, mirando a Kyoko con molestia, lo que la asustó-. Pero el mío está en Canada. Aioros ha comenzado a hacer arreglos en los entrenamientos. Aioria también viajará fuera del Santuario en una misión en Guangyuan, Sichuan –le explicó Aldebarán, lo que sorprendió a Milo, que ante los ojos de Kyoko pareció mostrar algo de decepción-. A Máscara Mortal lo asignaron también a Sicilia en Italia. Yo soy el penúltimo en salir. Aioria solo esperaba a que alguien llegara a proteger el Santuario para poder irse también.

-Lo que básicamente significa que soy el único Caballero Dorado en custodia… -recriminó Milo, quien entonces escuchó un rugido venir desde las 12 Casas, Kyoko por el susto se abrazó del brazo de Milo, víctima de la sorpresa- Qué fastidio tener que lidiar con el gato torpe, aunque sea solo para despedirlo –se fastidió Milo.

-Saga, Shura y Afrodita también han sido llamados de regreso. Escuché que el viejo maestro enviará también a algunos discípulos, fuera de eso, el resto de Caballeros Dorados vamos de salida, lo que me recuerda, ¿te importaría? –preguntó Aldebarán, mostrándole a Milo una caja repleta de juguetes de madera, por lo que Milo, levemente incomodado, accedió, y tomó la caja-. ¡Te debo una, Milo! ¡Nos vemos! –se despidió Aldebarán, quien antes de irse frotó la cabeza de Kyoko, despeinándola toda. Kyoko no dijo nada, solo forcejeó con su cabello para darle una mejor forma mientras Milo se adelantaba, y la pequeña se veía forzada a seguirlo.

Mientras todo aquello sucedía, Rigel, quien había defendido a los Caballeros Dorados ante su compañero Aeson, había regresado a su mesa, y presionaba su copa con fuerza mientras el Caballero de Plata que representaba precisamente a la Copa, lo miraba con una sonrisa.

-Gloriosos los Caballeros Dorados, ¿no es así? –se burló Aeson, molestando a Rigel- El sanguinario de Escorpio de modales tan deplorables que parece haber sido encontrado en una cueva repleta de cavernarios, y el honorable de Tauro que se gasta el dinero de los cofres en comprar baratijas en los mercados. Y ahora tendremos el infortunio de tener que tolerar la llegada de aquel al que llaman Assasin, Shura de Capricornio, el asesino del Santuario, a quien mandan a las misiones de eliminación, y al peculiar caballero de Piscis, egocéntrico, vanidoso, toda una burla. Pero míralo por el lado amable, Saga también regresará, el pedante que maneja el Santuario como si le perteneciera, y trata a todos como si estuvieran por debajo de él. Oh, es un honor pertenecer a esta orden –agregó Aeson sarcásticamente.

-Insisto en que los juzgas demasiado duro, ellos defendieron las 12 Casas de la invasión de Metis de hace un par de años –le recordó Rigel, y Aeson se burló de forma sonora-. No pueden ser tan malos, solo son… inexpertos –aclaró.

-¡Los Caballeros Dorados inexpertos! ¡Me encanta! ¡Espero que los Generales Marinos y los Espectros también sean inexpertos! ¡Así todos estaremos en igualdad de condiciones! –agregó Aeson alzando su copa, Rigel solo se preocupó por aquel comentario- Y claro que los Caballeros Dorados soportaron la invasión de Metis, que cruzó desde Aries hasta Escorpio, con varias horas aún de ventaja. Una Titánide, ¿qué pasará cuando sean 108 Espectros? –y Rigel volvió a preocuparse-. Estamos en el ejército equivocado, Rigel. Athena va a perder las Guerras Santas de esta generación, es mejor estar del lado ganador, ¿no crees? –preguntó Aeson.

-¡Blasfemas! –apuntó Rigel, Aeson solamente tomó su copa, y apuntó a la misma- Un momento… no me digas que… ¿has visto las profecías dentro de la Armadura de la Copa? –preguntó Rigel sobresaltado- Solo al Patriarca se le debería permitir hacerlo –se molestó Rigel.

-Claro, el Patriarca lo sabe perfectamente. ¿Quién crees que se lo mostró? –le explicó Aeson, preocupando a Rigel- La Armadura de la Copa tiene la peculiaridad de mostrarle a quien vierte el agua dentro de ella, y ve su reflejo en la misma, su destino –le explicó, tomando su copa, llenándola de vino nuevamente, y viendo en su interior-. Aioros me pidió ver dentro de la Copa, y como Caballero de la Copa que soy, pude verlo yo también. Aioros morirá dentro de dos años, asesinado por el Dios del Tiempo mismo, Cronos –comentó Aeson, y aquello sobresaltó a Rigel-. Y eso no es lo único que sé, el Patriarca puede practicar ceremonias u oráculos más poderosos de los que yo soy capaz de hacer. Llevó mi Armadura de Plata a la Colina de las Estrellas, exigió un oráculo a Artemisa, y ella le cumplió. Lo que Aioros vio debió ser mucho peor que lo que vio para sí mismo en la Armadura de la Copa, ya que se desplomó en llanto, y gritó con todas sus fuerzas maldiciendo el nombre de Apolo –terminó Aeson.

-¿Espiaste al Patriarca frente a la Colina de las Estrellas? –se preocupó Rigel- Aeson, eso es alta traición, podrían ejecutarte por eso –comentó Rigel, pero Aeson tan solo siguió bebiendo, aunque por alguna extraña razón, el vino parecía no embriagarlo esta vez-. No debiste hacerlo –insistió.

-¿Qué importa ya? El Santuario está condenado, y no importa lo que Aioros intente, nada podrá cambiarlo –declaró Aeson, pero Rigel tuvo suficiente, y tomó a su amigo del cuello para hacerlo callar, llamando la atención de todos en la taberna, solo que Aeson no se intimidó, solo mantuvo su sonrisa- ¿Crees que miento? Hay una regla en los oráculos, Rigel… quien los ve, no puede revelar lo que vieron, o perderán su memoria –le explicó, y Rigel comprendió que Aeson había visto lo que desplomó a Aioros hasta el grado de maldecir a Apolo-. Aioros ilusamente hace todo lo que cree posible para cambiar el destino, pero no lo logrará, no con un Santuario así de débil… yo al menos no pienso estar presente cuando eso pase, buscaré una alternativa –comentó él.

-¿Alternativa para qué? –agregó Rigel furioso, pero Aeson solo se apuntó a su frente un par de veces, y movió su cabeza en negación- Si sabes que algo malo va a pasar, deberías estar moviendo tus esfuerzos en evitarlo –insistió Rigel.

-Oh, lo estoy haciendo, pero te aprecio mucho para irme yo solo. Ahora, si no te molesta, ¿podrías dejarme sentar? Estamos llamando mucho la atención –se burló un poco Aeson, y Rigel lo dejó de levantar del cuello, mismo que Aeson se frotó momentáneamente-. No podré decirte lo que va a pasar, pero puedo mostrártelo, Rigel –aseguró Aeson.

-¿Mostrarme mi futuro? No gracias –declaró Rigel con molestia- Mi futuro seguramente, es el mismo de la mayoría de los Caballeros de Athena. Morir por mi diosa, honrándola, enorgulleciéndola –aseguró Rigel.

-No pensarías eso, si supieras lo que yo sé –agregó Aeson nuevamente-. No estoy hablando de tu futuro, Rigel, más bien de lo que Aioros preguntó. Puedo mostrarte exactamente lo mismo que él vio, si se cumplen ciertas condiciones claro. Y es momento de que decidas, ya que no hay oportunidad mejor que la que en estos momentos se presenta. Si quieres saber la verdad… entonces te sugiero que lo decidas pronto –finalizó, y Rigel pensó al respecto.

Las 12 Casas. Senda a la Casa de Leo.

-Señor Milo, ¿voy a morir? –preguntó Kyoko, haciendo lo que podía por subir los peldaños hasta la Casa de Leo. Estaba sumamente agotada, pero Milo no se detenía por ella, y continuaba adelantándose- Espere por favor… -suplicaba Kyoko, pero Milo no se detenía, lo que forzaba a Kyoko a esforzarse más por alcanzarlo.

-Eres demasiado cruel –escuchó Milo, interrumpiendo la marcha, y encontrando a Aioria frente a las escalinatas que daban entrada a su templo-. No fuera Saori, seguro la llevabas de caballito –se burló Aioria, y Milo se fastidió, tomando a Aioria del cuello de su Armadura Dorada- ¿Quieres pelear? –enfureció Aioria.

-Ganas no me faltan, gato inepto… pero tengo una misión por si no te has dado cuenta –apunto Milo, y Kyoko llegó tambaleante ante ambos, desplomándose por el cansancio, lo que preocupó a Aioria, quien apuntó a Kyoko-. Ella estará bien, solo es una exagerada –comentó Milo.

-Oh muy probablemente tú seas un tirano. Lithos… -comentó Aioria, y de inmediato una joven de cabellera esmeralda, de una edad cercana a la de Kyoko, llegó con un vaso con agua, mismo que Kyoko se terminó de un solo movimiento-. No lo entiendo, llevas los juguetes de Aldebarán a su casa, pero tratas a la pobre niña como si fuera una esclava. ¿Es alguna nueva prueba? –preguntó Aioria, y Milo se fastidió, por lo que Aioria sonrió- Es una nueva prueba –se burló Aioria, por lo que Milo cerró su mano en un puño, y trató de calmarse-. Déjame tratar de adivinar, veamos… -se puso en cuclillas Aioria, y miró a Kyoko fijamente. Kyoko se sintió ligeramente intimidada, en especial por el hecho de que, en las pupilas de Aioria, comenzaba a verse el cosmos. La mente de Kyoko pareció transportarla al espacio, se vio rodeada de estrellas, y Aioria parecía verlas de igual manera-. Aquí está… -prosiguió Aioria, trazando con sus dedos sobre un mapa de estrellas imaginario, y Kyoko logró ver lo que estaba haciendo-. Las estrellas de Sagitario brillan sobre ella. Por eso es que estás tan molesto, tu primera discípula, y no es una Escorpio –concluyó Aioria.

-¡Es ridículo! –enunció Milo con molestia- ¿En qué piensa su excelencia el Patriarca? ¿Realmente me está asignando una discípula de una constelación que no me favorece? Es inaudito, ¿de qué sirve transmitir mis enseñanzas si no es a un Escorpio que pueda usar mi Armadura Dorada? –admitió Milo por fin, y Aioria miró a Kyoko, quien lo miró de regreso.

-Aioria de Leo, soy su rival –se presentó Aioria, y Kyoko se tomó de los bordes de la falda, e hizo una gentil reverencia en su dirección-. Si este te molesta, solo menciona a Saori y verás cómo le cambia la ca… -intentó decir Aioria, cuando Milo lo golpeó en la nuca con molestia, y un cosmos rojizo rodeándolo- ¡Ese me dolió! –lo tomó Aioria del cuello.

-¡No pretendía darte una suave caricia, Aioria inútil! –se defendió Milo, y el par pegó frentes el uno contra el otro, mientras Kyoko miraba a Lithos, confundida, y la de cabellera esmeralda solo hacía una mueca de vergüenza, como si esto fuera ya algo excesivamente común.

-¡Ambos se están comportando como una desgracia para los Caballeros Dorados! –escucharon tanto Aioria como Milo, quienes se viraron a la entrada de la Casa de Leo, donde encontraron a un tercer Caballero Dorado, y a una entristecida chica de piel ligeramente bronceada, y vistiendo de criada.

-Una Capricornio –enunció Aioria, y Milo se cruzó de brazos en ese momento-. Bienvenido seas, Shura. Veo que también se te ha otorgado a una discípula, una con la que compartes tu constelación al menos. Eso significa que solo Milo es irrespetado aquí –agregó Aioria, y Milo volvió a fastidiarse, pero la violencia física no volvió a presentarse-. No sé por qué mi hermano te asignó a una Sagitario, pero no es razón para tratarla como la tratas, ella sigue siendo una niña –insistió Aioria con preocupación.

-Una niña que debe fortalecerse lo antes posible, por proteger a quien más ama –agregó Milo, aunque aquello Aioria no lo comprendió-. No tengo tiempo de sutilezas. Si Aioros en verdad desea que mi primera discípula se ajena a mi constelación, eso significa que, o he irrespetado a su excelencia de alguna forma, o confía en que soy el más adecuado para la tarea. En todo caso, aún no se me ha dado la orden de tomar a Kyoko por discípula. Yo solo soy un mandadero –finalizó Milo, pero la explicación no convenció a Aioria.

-No soy quien para juzgar, pero Milo… si pudieras evitarle a alguien lo que has sufrido, ¿no lo harías? –le preguntó Aioria, y Milo bajó la cabeza, pensativo- Oye… confío en que eres más sabio de lo que piensas, solo tómalo en consideración –terminó Aioria, y Milo asintió, mientras Aioria se dirigía a Shura-. Un placer volver a verte, Shura, saluda a mi hermano de mi parte. Ahora, si no les molesta, ya que han llegado a las 12 Casas, es tiempo de que yo me marche –agregó Aioria, virándose a ver a Kyoko una última vez-. Pequeña Kyoko, cuida bien de mi rival. Y si tienes tiempo, visita a Lithos. Se siente muy sola cuando no estoy, y no es la única… -finalizó Aioria, mirando a Milo, y entonces comenzó a bajar por las 12 Casas. Milo y Shura entonces intercambiaron incomodas miradas, como no sabiendo la forma de dirigirse entre ellos.

-Erda, reverencia –pidió Shura, y Erda, la pequeña vestida de criada, asintió y reverenció para Kyoko, quien, tras parpadear un par de veces, regresó la reverencia. Una vez que aquello terminó, Shura comenzó a resumir la marcha, seguido de Milo, por lo que, tanto Kyoko como Erda se estremecieron de cansancio, y volvieron a seguir a su respectivo Caballero Dorado.

-Mucho gusto –comenzó Kyoko, ganándose la atención de Erda-. Mi nombre es Kyoko –reverenció ella, y Erda instintivamente reverenció, aunque pareció olvidar que debía tomar los bordes de su falda al hacerlo, por lo que repitió la reverencia-. ¿Por qué haces eso? –preguntó apuntando a su falda Kyoko.

-La señorita Heinstein se molestaba mucho conmigo cuando no lo hacía –intentó explicarle Erda-. La señorita Heinstein es… bueno… yo solía ser su criada… aunque nunca aprendí realmente a ser una criada. Solo me obligaban a trapear y limpiar, no es exactamente mi idea de una familia… -le explicó Erda, y Kyoko la miró curiosa-. Soy una de las huérfanas de la Fundación Graude… tal parece que se cansaron de entregarme a hogares temporales. Dicen que los que vienen al Santuario nunca regresan –susurró Erda, preocupando a Kyoko-. El de cornamenta, el señor Heinstein lo llamó Assasin… la señorita Heinstein solía decir que era un mercenario enviando por el Santuario para matar a los enemigos del Santuario –prosiguió Erda.

-¿Qué es el Santuario? –preguntó Kyoko, y Erda apuntó a los alrededores- No me refiero a eso, sé que es el lugar donde estamos, lo que no entiendo es lo que se hace aquí –aclaró Kyoko, y Erda se preocupó por ella.

-¿No eres una de los huérfanos de la Fundación Graude? –preguntó, aunque Kyoko no estaba segura de cómo responder a eso- ¿No estuviste en una residencia temporal y fuiste reubicada? –insistió Erda.

-Lo único que sabía es que mi hermana Shoko y yo éramos adoptadas, no sabía que fuera una residencia temporal. Mi padre nos lo contó ayer –y Erda se mostró impresionada-. ¿Pasa seguido esto? –preguntó Kyoko.

-La Fundación Graude cuenta con varias escuelas para huérfanos por todo el mundo… pero normalmente pasan de una escuela a otra, o los ubican como servidumbre de algún noble pomposo como a mí… es la primera vez que escucho que una huérfana haya sido adoptada junto a su hermana sin estar inscrita en una academia –le explicó Erda curiosa.

-Estaba inscrita en la Academia Meteor, pero nunca lo pensé como otra cosa que una escuela normal –admitió, y Erda encontró aquello incluso más curioso-. ¿Cómo es ser una criada? –preguntó Kyoko curiosa.

-Es horrible, pero seguro es mejor que estar aquí –le susurró de regreso Erda- Tenía una superiora, Rebecca, la enviaron al Santuario un día, jamás regresó –le comentó Erda, y Kyoko se preocupó, temblando por el miedo.

-Shura… -comenzó Milo, y tanto Kyoko como Erda se sobresaltaron, y guardaron silencio. Mientras Milo se dirigía al Caballero Dorado de Capricornio-. La razón por la que estabas en Alemania. ¿No tenía que ver con una Santia de nombre Rebecca? –preguntó Milo.

-Bestias del Tártaros… una Santia de escaso entrenamiento, ¿qué más hay que decir? –declaró Shura, y Milo se preocupó. Kyoko y Erda solo intercambiaron miradas, preocupadas- Si lo preguntas para recibir justificación sobre tu frialdad a con tu probable discípula, sabes que yo no te juzgaré como lo hace Aioria… si estas niñas quieren sobrevivir, no hay lugar para consideraciones. ¿No lo consideras así, niño de la Isla de Milo? –preguntó Shura, y Milo suspiró.

-¿El hace eso siempre que está estresado… aunque lo hace todo el tiempo, supongo que siempre está estresado –susurró Kyoko, preocupando a Erda. Kyoko entonces se preocupó al notar que Milo le dirigía la mirada, habiendo escuchado aquello-. Lo siento… -se disculpó Kyoko, pero Milo la ignoró nuevamente, levantando una vez más la curiosidad de Kyoko.

Casa de Aries.

-Aeson, esto es una locura, nos ejecutarán –comentó Rigel a las afueras de la Casa de Aries. En ese momento no vestía su Armadura de Plata, sino que la llevaba dentro de su Caja de Pandora. Aeson, a su lado y ocultándose detrás de algunas ruinas, tampoco vestía la Armadura de la Copa, mientras mantenía la mirada posada en dirección a la entrada a la Casa de Aries-. Aeson… los límites de las 12 Casas están prohibidos. Si un Caballero Dorado no nos permite el paso, seremos declarados traidores al Santuario –insistió Rigel.

-Guarda silencio… mientras mantengas tu cosmos apagado, no nos descubrirán. Mira… -apuntó Aeson, y Rigel puso atención, mientras los pasos metálicos se escuchaban, y Aioria comenzaba a salir de la Casa de Aries.

-Me pregunto si a mí también me asignaran a un discípulo. No tiene que ser de mi signo, solo… me gustaría que Aioros confiara más en mí… -se decía a sí mismo Aioria, mientras distraídamente caminaba fuera de la Casa de Aries, y en dirección al Anillo Medio, la zona del Santuario donde vivían los habitantes civiles, y donde se encontraban los mercados. Una vez que Aioria estuvo lo suficientemente lejos, Aeson salió de su escondite.

-¿Qué te dije? Aioria ni siquiera merece su Armadura Dorada –se enorgulleció Aeson-. Si hubiera sido cualquier otro Caballero Dorado definitivamente nos habría descubierto, pero Aioria, ni siquiera debería considerarse un Caballero Dorado –finalizó Aeson, caminando dentro de la Casa de Aries.

-Aeson, ya basta. No deberíamos hacer esto. Si los Caballeros Dorados nos descubren… -insistió Rigel, pero Aeson lo ignoró y se adentró dentro de la Casa de Aries, admirándola-. Maldición, Aeson –continuó Rigel, pero entró dentro de la Casa de Aries de todas formas.

-No hay nada de qué preocuparse, Rigel, he monitoreado a los Caballeros Dorados por un tiempo, Aioria era el último en el Santuario, y a donde vamos no tendremos la necesidad de pasar por las Casas de Escorpio o Capricornio, que son las únicas que cuentan con guardianes, solo debemos pasar hasta Virgo y desviar a la Colina de las Estrellas –le explicó.

-Que es tierra sagrada, la mayor ofensa posible –insistió Rigel, pero aún con estas palabras, seguía avanzando-. Además, escuchaste a Aldebarán. Los Caballeros Dorados de Géminis y Piscis se dirigen al Santuario también –insistió Rigel.

-No son una preocupación, diferente de Milo y de Shura, sus nuevas discípulas pertenecen a la Academia de Santias en los Alpes Suizos. No llegarán al Santuario mediante un Salto de Cosmos, sino bajo medios convencionales. Milo y Shura por otra parte, son tan impertinentes y descerebrados sobre el mundo fuera del Santuario, que la única razón de que llegaran tan rápido fue evadiendo toda la burocracia de los ajenos al Santuario. Te lo he dicho, llevo bastante tiempo analizando a los Caballeros Dorados –insistió.

-¿Sabías todo eso? –preguntó Rigel sorprendido, mientras comenzaban a avanzar por la Senda a la Casa de Tauro, ya tomando cierta velocidad- No lo entiendo. ¿Por qué sabías todo eso? ¿Por qué precisamente hoy quieres hacer esto? No me digas que lo has estado planeando –se preocupó Rigel, comenzaba a ver a Aeson como un peligro.

-Es verdad, lo he estado planeando –prosiguió Aeson, que comenzó a correr más rápido, y Rigel tuvo que acelerar el paso, sin saber por qué lo hacía-. Esperé al momento del cambio de guardia de los Caballeros Dorados para hacer esto, y eso es solo posible porque Aioros tiene tan descuidado el Santuario, que solo hay dos Caballeros Dorados en este momento en las 12 Casas, es la vez que más desprotegido ha estado el Santuario desde que Aioros tomó posesión –aseguró Aeson.

-¿Para qué, Aeson? –preguntó Rigel, mientras ambos entraban en la Casa de Tauro, donde Rigel encontró una caja de madera con varios juguetes, que algunos escuderos comenzaban a guardar- La casa no está vacía –se detuvo Rigel.

-Son solo escuderos –respondió Aeson, y de un movimiento rápido, arremetió contra el grupo de tres escuderos, un niño y dos niñas, que ni lo vieron venir, y los tres quedaron clavados sobre el techo de la Casa de Tauro por unos instantes, para posteriormente caer al lado de la caja de juguetes.

-¡Aeson! ¿Qué has hecho? –se apresuró Rigel, llegando ante los escuderos, y colocando sus dedos sobre el cuello de los tres, buscándoles el pulso- Los mataste… ¿Por qué? –enfureció Rigel, colocándose frente a Aeson dispuesto a dar pelea.

-Eran testigos, no podía dejarlos vivir –le explicó Aeson. A Rigel entonces se le rompió el corazón cuando vio a uno de los escuderos, que había muerto abrasado de uno de los juguetes traídos por Aldebarán. Rigel entonces, furioso, colocó su Caja de Pandora sobre el suelo, y tomó de la cadena que liberaría a la misma-. Ten cuidado con lo que piensas hacer, Rigel de Orión. Si te colocas tu Armadura de Plata, tu cosmos alertará a Milo y a Shura, y no queremos eso, ¿verdad?

-¡Asesinaste a unos niños! ¡Cualquier Caballero Dorado entendería que, si estoy dentro de la Casa de Tauro, es para detenerte por tu crimen! –agregó Rigel con lágrimas en sus ojos, dispuesto a tirar de la cadena de su Caja de Pandora.

-Y yo puedo alegar que estoy ebrio, porque lo estoy, Rigel –se burló Aeson, confundiendo a Rigel-. Con 14 años, y permiso para beber, el que se ve peor por lo que acaba de pasar, es su excelencia Aioros que no ha prohibido la bebida a los Caballeros de Plata sin distingo de edad. Después de todo, los Caballeros de Plata podemos hacer lo que queramos, y no hay consecuencias –le aseguró Aeson, pero Rigel continuaba molesto-. Pero para que no te sulfures, mi querido amigo, todo lo que he hecho, tiene un propósito –prosiguió Aeson, sacando tres semillas de una bolsita de cuero en su armadura, y lanzándolas a los cadáveres de los niños. Las semillas inmediatamente germinaron, y envolvieron a los tres niños completamente-. Con eso ya son 3, dos niñas, y un varón. Pero aún faltarán más cuerpos que cosechar –sonrió Rigel.

-¿Cuerpos que cosechar? ¿Qué Espectros estás planeando, Aeson? –recriminó Rigel, estaba cerca de comenzar a incinerar su cosmos, pero Aeson lo detuvo- ¡Aeson! –insistió Rigel furioso.

-Si quieres obtener respuestas, voy a tener que pedirte que seas paciente –lo interrumpió Aeson-. Pero, si quieres quedarte con la duda, ponte tu armadura y combáteme. Los Caballeros Dorados serán alertados, yo seré asesinado, y nunca sabrás el por qué he hecho esto –aseguró Aeson, y Rigel se mordió los labios con odio-. En todo caso, Rigel, he visto mi futuro, no voy a morir aquí. En realidad, ya conozco la fecha de mi propia muerte, moriré mañana –aseguró Aeson, y Rigel se mostró confundido-. O al menos… es una forma de decirlo. Ya que, Caballero de Orión… he descubierto la forma de vivir después de la muerte. ¿Quieres saber el secreto? La verdad tengo planeado compartirlo –sonrió Aeson, y Rigel, bajó sus puños.

Casa de Escorpio.

-¡Maestro Milo! –apenas puso Milo su pie dentro de la Casa de Escorpio, cuando se escuchó el entusiasta grito de alegría de una escudera dentro de la misma. Milo inmediatamente sonrió para sí mismo tras escuchar aquella voz, y Shura denotó sorpresa por la expresión que se dibujaba en el rostro de Milo, que notó las miradas del de Capricornio, y fingió inexpresividad, mientras la escudera de cabellera lila y corta, corría descalza y algo mugrienta por la Casa de Escorpio, deteniéndose en seco cuando notó que estaba toda mal presentada, y se escandalizó- ¡Por favor espere un poco! –agregó la niña preocupada.

-Espe… Saori… -intentó detenerla Milo, mientras la niña corría rápidamente a los pisos inferiores, y se escuchaba el salpicar de agua, mismo que incomodó a Milo, quien miró a Shura de reojo, quien se cruzó de brazos ante Milo-. Yo… solo espero a Kyoko y a Erda… -apuntó Milo, excusándose, y Shura simplemente suspiró, y miró a las agotadas niñas que se jalaban la una a la otra, ayudándose según ellas a subir por las escaleras, mientras ambas miraban a su respectivo Caballero Dorado con ojos de súplica-. No le estoy dando tiempo a mi escudera -se apenó Milo.

-Por supuesto que no –agregó Shura en incredulidad, cuando ambos entonces escucharon a Saori regresar de los pisos inferiores, ya con el rostro limpio, aunque sudando un poco por el esfuerzo-. Te quedó suciedad en la barbilla –apuntó Shura, y Saori se escandalizó, pidió más tiempo, y volvió a bajar a los pisos inferiores, mientras Milo se tapaba el rostro por la vergüenza- Se preocupa demasiado por su aseo –comentó Shura fríamente.

-No tienes ni idea… -se preocupó Milo, mientras Saori salía nuevamente de los pisos inferiores, bastante mareada por el esfuerzo, pero forzándose a sí misma a pararse derecha, y a reverenciar en dirección a Milo, quien permaneció en silencio, por lo que Shura volvió a dirigirle la mirada, incomodándolo aún más-. ¿Qué? –se quejó Milo.

-Por estas razones… no tengo escuderos… -se quejó Shura, mientras miraba a Saori, quien reverenció en su dirección. Nuevamente el incómodo silencio imperó, era evidente, al menos para Shura, que Milo se estaba conteniendo a saludar a su escudera, quien se mantenía a la expectativa, mientras jugueteaba con sus dedos nerviosamente, como si esperara que Milo se percatara de algo. Shura suspiró, y entonces bajó la guardia-. Supongo, que es la primera vez que presto atención a la Casa de Escorpio. No es como mi casa, pero tiene una mejor vista del Santuario –agregó Shura.

-Supongo… -comentó Milo, y Shura se fastidió, y se cruzó de brazos. Milo entonces lo comprendió-. Saori… -comenzó Milo, y Saori se paró derecho esperando instrucciones- Shura quiere disfrutar un poco de la vista. Prepara algo de té –ordenó Milo, y Saori alegremente, bajó lo más rápido que pudo a los pisos inferiores- Es… muy enérgica… -agregó Milo.

-Puedo verlo. Es una escudera agradable –comentó Shura, sorprendiendo a Milo-. Si le dices a alguien que dije algo amable… -comenzó, y Milo le dedicó una sonrisa genuina, una que sorprendió a Shura, y también a Kyoko.

-Eres bienvenido en la Casa de Escorpio, Shura –aclaró Milo, que comenzó a caminar a las afueras de su templo, en dirección al observatorio, pasando por frente a Kyoko y Erda, y seguido por Shura, mientras Saori pasaba corriendo frente a ellas con una bandeja con tazas de té y una tetera, mientras Milo ofrecía a Shura el que se sentara en una de las columnas derribadas frente a la entrada de su templo, que había sido confeccionada a manera de banca, y cuando Shura se sentó, Saori colocó su bandeja frente a una columna cilíndrica que había sido cortada para parecer una mesa, y se dirigió a Shura.

-¿Dos terrones? –preguntó Saori, y Shura asintió, Saori entonces comenzó a prepararle el té a Shura, y se lo ofreció en un pequeño plato de porcelana, mismo que él recibió con una ligera reverencia. Saori entonces se apresuró a servirle la taza de té a Milo, estirándose lo más que podía, no porque Milo no pudiera agacharse para tomar la taza, sino más bien porque Saori quería sus manos lo más cerca posible de Milo, para que pudiera verle la manicura que se había hecho en su ausencia, por lo que Milo viró a ver a Shura momentáneamente, quien fingió que tomaba de su taza de té.

-Se ve bien… -comenzó Milo, y Saori parpadeó un par de veces, con media sonrisa en sus labios, pero en lugar de decir cualquier cosa, y conociendo los juegos mentales de Milo, esperó sonriente-. Tus uñas… se ven bien… encontraste el tono correcto de la Aguja Escarlata –aclaró Milo.

-¿Lo notó? –sonrió Saori alegremente, juntando las manos inclusive para que sus uñas pintadas resaltaran aún más. Shura entonces soltó un ligero atisbo de burla, y Milo suspiró estresado por la situación- Que bueno que esté de regreso… maestro Milo… -se apenó Saori, Milo asintió, pero entonces se puso firme.

-A mí también me alegra verte, pero, Saori… -agregó Milo, ya en tono de reproche, lo que asustó a Saori-. Estás siendo una pésima anfitriona. Te olvidaste de traer té para dos personas más –reprendió Milo, y Saori viró en todas direcciones, buscando a más Caballeros Dorados-. Las escalinatas principales… -apuntó Milo.

-¿Eh? –preguntó Saori, y encontró a Kyoko y a Erda, ambas nerviosamente saludando desde la entrada- Ma-maestro Milo… -comenzó a temblar Saori, apuntando a ambas chicas en la entrada-. ¿Va a reemplazarme? –preguntó Saori aterrada.

-¿Reemplazarte? –preguntó Milo, y Saori inmediatamente apuntó a Erda, específicamente a su traje de criada- Ella es Erda, es la nueva discípula de Shura –presentó Milo, y Saori se calmó en ese momento.

-Mucho gusto –reverenció Erda, inmediatamente después acordándose de los modales por los que siempre era reprendida, por lo que repitió con una reverencia tras tomarse la falda y apenarse por lo que había sido obligada a hacer-. Quiero decir… mucho gusto. Mi nombre es Erda, y soy la nueva discípula del señor Shura –aclaró Erda.

-Ya veo, son discípulas del Caballero Shura, me disculpo por mi atrevimiento –reverenció Saori, y tanto Erda como Kyoko se miraron mutuamente, y reverenciaron nuevamente- ¿Y cómo he de dirigirme a usted, aprendiz de Capricornio? –preguntó Saori con excelsos modales, unos que enorgullecían a Milo, quien la había educado.

-Ah, mi nombre es Kyoko, mucho gusto –se presentó Kyoko, y Saori realizó otra reverencia, incomodando a Kyoko y a Erda, quienes volvieron a reverenciar en respuesta-. Y bueno… no soy discípula del señor Shura… aún no me queda claro, pero… creo que soy discípula del señor Milo… -aclaró Kyoko, y aquello disparó las alertas de Saori.

-¿Eh? –comenzó Saori, y entonces se viró para ver a Milo, quien ya suspiraba incomodado sabiendo lo que estaba por ocurrir, Shura simplemente sonrió para sus adentros, comprendiendo perfectamente la problemática que atravesaba Milo- ¿Discípula? Pe-pe-pero, maestro Milo. ¿Eso significa que va a vivir con nosotros? –apuntó Saori.

-Saori –agregó Milo con autoridad, preocupando a Saori-. El té… -insistió Milo, y Saori inmediatamente corrió a los pisos inferiores, y regresó con un par de tazas adicionales, olvidándose de sus celos, y atendiendo a Kyoko y a Erda como se esperaba de ella al ser escudera de Milo, incluso preguntándoles a ambas la cantidad de terrones de azúcar-. No tengo por qué darte explicaciones, eres mi escudera, y tienes que acatar mis órdenes –le recordó Milo, y Saori se apenó, pero asintió-. En cuanto lo sepa, te informaré. No empieces a arreglar un cuarto hasta que te haya dado la orden. ¿Quedó claro? –preguntó, y Saori asintió.

-Sí… maestro Milo… -respondió Saori, a quien Kyoko miró con algo de preocupación, mientras ella se paraba cerca, y esperaba instrucciones adicionales, pero Milo y Shura simplemente continuaron bebiendo sus respectivas tazas de té en silencio.

-¿Saori? –preguntó Kyoko, y Saori la miró con curiosidad- ¿Hice algo que te molestara? –preguntó curiosa, Saori se apenó, incluso su rostro se ruborizó, pero entonces movió su rostro un buen número de veces negándolo fervientemente- Me alegro… -se sentó Kyoko cerca de ella, y Erda se acercó de igual manera-. ¿Tienes 8? –preguntó nuevamente Kyoko, y Saori parpadeó un par de veces- Tu edad –insistió Kyoko, y Saori asintió- Ya veo… que bien… -sonrió Kyoko-. Mi hermana, Shoko… cumplió 8 años hoy… y ya la extraño mucho –comenzó Kyoko, sin notar que las lágrimas se le habían escapado, pero tras notarlas, intentó limpiarse las mismas, solo para llenarse el rostro de mugre, por lo que Saori rápidamente sacó un pañuelo de su vestido, y comenzó a limpiarle el rostro-. Gracias… lo siento… sé que vine a hacerme fuerte para proteger a mi hermana, pero… en verdad que la extraño mucho –aceptó Kyoko, y tanto Saori como Erda intentaron animarla, mientras Milo y Shura, que lo habían escuchado todo, permanecían en silencio.

-Es cruel, ¿verdad? –preguntó Shura a Milo, quien no dijo nada, y solo bebió de su taza de té- Los sacrificios que hacemos en el nombre de Athena. Con esto no estoy diciendo que no deberíamos de hacerlos, el de Capricornio debe ser el Caballero Dorado más leal a Athena. El sacrificio que yo tuve que afrontar… lo afronté gustoso. Después de todo… por algo me apodan Assasin… -aceptó Shura, y Milo notó que el de Capricornio se estaba abriendo con él-. Para convertirme en el Caballero Dorado de Capricornio… tuve que asesinar a mi maestro… ¿qué sacrificaste tú, Milo? –preguntó Shura curioso.

-Todo… -susurró Milo, y Saori viró su rostro para escuchar mejor a Milo, y tanto Kyoko como Erda hicieron lo mismo-. A mi padre… a mi madre… a mi hogar… a mi Isla… mi nombre… -comentó Milo, y Shura miró en dirección al mar, específicamente a la Isla de Milo-. Mis recuerdos… -prosiguió Milo-. No tengo memoria de quien solía ser antes de la Masacre de la Isla de Milo… 800 aspirantes a caballeros fueron abandonados un día en mi Isla… quemaron la granja en la que creo que yo vivía, asesinaron a quienes yo creo que eran mis padres… incendiaron lo que yo creo que era mi hogar… -y Shura lo miró con detenimiento, curioso de aquello-. Ni siquiera sé mi verdadero nombre… me llamaban el niño de la Isla de Milo… después pasé a ser 801… y finalmente, Milo… el Caballero de Escorpio… él quien asesinó a 800 por la Armadura Dorada de Escorpio –finalizó, y la imagen de un joven Milo, de escasos 7 años, rodeado de cadáveres y cubierto en sangre ajena, azotó la mente de Saori, que se sostuvo la frente con dolor-. El Caballero Dorado que debe teñir su alma de escarlata, por mantener a su diosa pura… -prosiguió Milo, y esta vez fue Kyoko quien recordó a Milo intentando asesinar a su hermana Shoko-. He tomado una decisión… no esperaré a la resolución de Aioros… Kyoko… -agregó Milo, y Kyoko por alguna razón se paró militarmente-. A partir de este momento, y a menos que Aioros diga lo contrario, yo, Milo de Escorpio, seré tu maestro –indicó Milo, y Kyoko lo miró con muy poco conocimiento de lo que aquello significaba, pero comprendiendo que eso la haría más fuerte, y le brindaría las herramientas para proteger a su hermana Shoko.

Casa de Cáncer.

-¿Qué es este lugar? –se estremeció Rigel a su llegada a la Casa de Cáncer, una horrible casa cubierta por los rostros de diversos cadáveres, que helaba el corazón de todos quienes cruzaban por esta casa. Los rostros en las paredes inclusive, parecían soltar alaridos de pena y sufrimiento, que disparaban los más profundos temores de Rigel.

-No importa cuántas veces visite esta casa… no me acostumbro a todo esto… -se estremeció Aeson, que comenzó a caminar evadiendo los rostros que adornaban el suelo de la Casa de Cáncer-. Pasar por la Casa de Cáncer no es difícil mientras el Caballero de Cáncer no esté en las 12 Casas, los Caballeros Dorados ignoran las monstruosidades de todos estos rostros, y los escuderos solo pueden pasar con los ojos vendados para no perder el juicio. Es la única de las 12 Casas que requiere de cuidados especiales para ser cruzada, Escorpio y Capricornio seguramente, tuvieron que abandonar su orgullo y llevar a sus nuevas discípulas en brazos. Pero claro, yo soy el criminal por asesinar a unos escuderos inútiles –se burló Aeson, pasando por la casa tranquilamente.

-¡No intentes ocultar tu pecado con el pecado cometido por un Caballero Dorado! ¡No importa si esto es infinitamente peor! –se fastidió Rigel, pero siguió a Aeson de todas formas- Me cuesta trabajo creer que los Caballeros Dorados sean tan… repulsivos… había escuchado rumores de Máscara Mortal, pero me negaba a creerlos –se quejó Rigel, cerrando sus manos fuertemente en puños, e inclusive extrayéndose algo de sangre.

-Esto no es nada comparado con el secreto de Aioros, Rigel –insistió Aeson-. Aioros puede darse todas las palmadas de espalda que quiera, y decir que los sacrificios de los Caballeros Dorados son para proteger a Athena. Incluso la masacre de la Isla de Milo han dicho que es un mal necesario por crear al Caballero Dorado más sanguinario, ese que teñirá su alma de escarlata por mantener a su diosa pura, ¡no me hagas reír! –se molestó Aeson, y por unos instantes, Rigel pareció ver que Aeson realmente estaba furioso por lo que ocurría en el Santuario, aunque seguía en duda. Aeson asesinó a tres niños después de todo- 800 vidas, Rigel. Todos esos aspirantes, obligados a matarse unos a otros, por una Armadura Dorada. ¿Por qué Athena vale todas esas vidas? –preguntó.

-Tu discurso sería más creíble si no hubieras matado a esos escuderos, Aeson, y aún estoy esperando tu explicación, recordándote que, si no me convence, estás muerto –le apuntó Rigel con desprecio.

-Calma, todo te será revelado, y esos escuderos van a agradecerme lo que les he hecho. Me lo he hecho a mí mismo de todas formas, Rigel –prosiguió Aeson, levantándose la túnica para mostrarle a Rigel su pecho, horrorizando al de Orión. Donde se supone que estaba el corazón de Aeson, había un agujero de carne putrefacta, y sobre esta latía un corazón hecho de lianas-. Esos escuderos han muerto, no te lo niego. Pero sobre sus cuerpos en estos momentos, germina su nueva vida. Confía, Orión… mientras más avancemos, más te será revelado –finalizó Aeson.

Casa de Escorpio.

-¡Por fin estoy limpia! –bailó Kyoko frente a Saori y Erda, la primera sonriente por ver a Kyoko modelando su ropa de entrenamiento, un pantalón blanco con una blusa a manera de túnica azul, y sus brazos cubiertos en vendajes. Erda por su parte, también presumía de una forma un poco masculina su nueva vestimenta, siendo esta similar a la de Kyoko, pero de pantalón marrón y túnica verde, ambas llevaban además una hombrera cada una, y guantes de batalla- Aunque es… muy poco femenina –se apenó Kyoko.

-Las túnicas de entrenamiento de los aspirantes a Caballeros de Athena se supone que lo sean. Su finalidad es la protección durante el entrenamiento, no la vanidad –explicó Saori, y tanto Kyoko como Erda la miraron fijamente-. Es lo que el maestro Milo siempre dice –aseguró.

-Pero tu túnica de entrenamiento es mucho más bonita –apuntó Kyoko, pero Saori lo negó fervientemente-. Pero es la verdad. Se ve suave al tacto, y ligera. Ahora que lo pienso, ¿no se ensucia mucho cuando entrenas? –preguntó Kyoko.

-Yo no soy discípula del maestro Milo –aclaró Saori, y tanto Kyoko como Erda la miraron fijamente-. Lo llamo maestro porque no se me ocurre otra manera de llamarlo, pero yo soy una escudera. Los escuderos somos los sirvientes de los Caballeros Dorados, pero nos consideramos más que eso. Somos su mano derecha, quienes nos encargamos de todas las necesidades de nuestros amos. Mi responsabilidad es la de cuidar la Casa de Escorpio, ver que siempre esté bien aseada, comprar víveres en los mercados, preparar los alimentos de mi maestro, lavar sus capas, y cuidar de sus heridas de batalla. Un escudero es muy importante para los Caballeros Dorados, sin ellos su salud puede deteriorar y no estarían en condiciones para proteger a la Diosa Athena –agregó Saori orgullosa.

-En otras palabras, son sirvientes a los que no se les paga. Como esclavos –dedujo Erda, y Saori comenzó a deprimirse, pero Kyoko, notando la depresión de Saori, comenzó a frotarle la espalda de forma preocupada-. Pero… no entiendo realmente a qué va el entrenamiento que van a darnos. Nunca he estado en una academia el tiempo suficiente, no sé lo que es el cosmos, simplemente me mueven de lugar a lugar diciendo que me enseñarán, pero hasta ahora solo me han forzado a labores de servidumbre y de limpieza –se quejó Erda.

-¿Labores de limpieza? Puede ser que las estén entrenando como Santias –comentó Saori, y tanto Erda como Kyoko la miraron con curiosidad-. Normalmente no vemos a mujeres en los alrededores de las 12 Casas, no al menos que sean escuderas o parte del cuerpo médico cuando hay una emergencia. Pero el maestro Milo me ha explicado que existe un tipo especial de Caballeros de Athena llamadas las Santias, que se entrenan en el arte de las musas para transmitir estas artes a Athena misma, pero al mismo tiempo cumplen con su función de Caballeros de Athena –les explicó Saori, Erda asintió, pero Kyoko tomó un poco más para comprenderlo.

-¿Las musas? –preguntó Kyoko, y Saori asintió- No entiendo mucho, pero… lo que he alcanzado a entender de lo que he visto es que todo lo que ocurre aquí tiene que ver con la mitología griega, y con la diosa Athena –resumió sus escasos conocimientos Kyoko.

-Así es –comentó Saori-. Entre la orden de los Caballeros de Athena, las Santias deben seguir las enseñanzas de las 9 musas: Caliope de la Poesía, Clio de la Epopeya, Erató de la Lírica Armoniosa, Euterpe de la Música, Melpómene de la Tragedia, Polimnia de los Himnos, Talia de los Festivales, Terpsicore de la Danza, y mi favorita personal, Urania de la Astrología. Una Santia tiene la obligación de estar entrenada en estas nueve disciplinas, para transmitirlas en enseñanza a Athena. Esa es la principal diferencia entre una Santia y un Caballero de Athena. El cosmos deben de conocerlo y manipularlo todos, pero solo a las Santias se les exige el conocimiento de las musas –terminó Saori.

-Creo que Saori lo explica de una forma más sencillas que mis maestras de la Academia de Santias de Suecia… al menos cuando me dignaba a presentarme –se quejó Erda, y Kyoko hizo una mueca de preocupación-. ¿No recibiste estas enseñanzas también, Kyoko? –preguntó.

-Bueno… en mis clases daban algo de cultura griega y filosofía, pero nunca algo tan profundo, al menos sabía lo que era un dracma –aceptó Kyoko-. De lo que nunca escuché hablar es del cosmos. El maestro Milo lo menciona todo el tiempo, y me dio una breve lección sobre el mismo, pero nunca he sabido lo que es exactamente –aceptó Kyoko.

-Creo que lo mejor es que lo miren por ustedes mismas –agregó Saori, ligeramente mortificada, lo que llamó la atención de Kyoko y de Erda-. Espero tener suficientes vendajes. El maestro Milo nunca ha entrenado con Shura después de todo –comentó Saori, y entonces tanto Kyoko como Erda sintieron una sensación extraña, una calidez algo agresiva que les rodeaba el cuerpo.

Saori no dijo más, pidió a Kyoko y a Erda el que la siguieran con un movimiento de su mano, y las aspirantes a Santias así lo hicieron, encontrándose rodeadas de una intensa luz dorada una vez que llegaron al piso superior, donde Milo y Shura, en extremos distintos del templo, preparaban aguja y brazo para un enfrentamiento.

-Puedo verlo… -comenzó Kyoko, mientras los Caballeros Dorados continuaban elevando sus cosmos- Una intensa luz dorada… desprende una calidez inquietante –Erda al parecer también podía verla, ambas se asomaban al piso principal, pero Saori, más precavida, tomó a cada una de la muñeca, y procuró jalarlas a los interiores de los pisos inferiores, donde los Caballeros Dorados tenían sus aposentos. Kyoko y Erda no comprendieron por qué Saori tiraba de ellas, pero en un instante, no volvieron a dudar de ella, mientras un destello escarlata, y un corte esmeralda, eran lanzados y conectaban uno contra el otro, causando una tremenda explosión de cosmos, que terminó por lanzarlas a las tres escaleras abajo.

Casa de Leo.

-Este cosmos, ¿nos han descubierto? –preguntó Rigel, que apenas y entraba a la Casa de Leo junto con Aeson, cuando la explosión de cosmos dorada se dejó ver desde la Casa de Escorpio y subiendo al cielo. Lithos, la escudera de Aioria, en ese momento salía de la Casa de Leo con una canasta, dispuesta a colgar las capas que había lavado, cuando notó a los invasores, por lo que Aeson se lanzó en contra de ella- ¡Sin muertes Aeson! –gritó Rigel, lanzándose detrás de él, y bloqueando un ataque que seguro hubiera matado a Lythos de haber conectado. La chica de cabellera esmeralda de todas maneras se desmayó del tremendo susto- ¡Hasta saber tus motivos, me niego a que continúes asesinando indiscriminadamente! –insistió Rigel.

-Ya te he dicho que la muerte que les causé a esos escuderos solo es temporal –aclaró Aeson, pero Rigel se negaba a creerlo-. La semilla que planté en ellos se encargará de dotarlos de nueva vida, ¿qué acaso no puedes entenderlo? –preguntó Aeson.

-¿Transformándolos en contra de su voluntad en lo que sea que tú te has transformado? –agregó Rigel con molestia- Hablo enserio, Aeson… poco me falta para silenciarte de forma definitiva. Muéstrame lo que quieres mostrarme, cambia mi parecer… o te juro que no saldrás vivo de las 12 Casas –insistió Rigel. Aeson lo miró fijamente, y tan solo sonrió.

-Está bien, Rigel. Lo haremos a tu manera –aseguró él-. Y pienso que podemos recorrer el camino a la Casa de Virgo y llegar a la Colina de las Estrellas sin temor a ser descubiertos. Después de todo, las energías de cosmos que en este momento se presentan en la Casa de Escorpio, no solo son un recordatorio de opresión a quienes osen desafiar al Santuario, sino que son la forma perfecta de ocultar nuestros cosmos –aseguró Aeson.

-¿Opresión? –preguntó Rigel incrédulo- Jamás se nos ha oprimido en el Santuario. Todos los que servimos a Athena hemos aceptado voluntariamente el convertirnos en miembros de la Orden de Athena. A nadie se ha oprimido –terminó Rigel.

-Claro, Aioros lo llama adopción, gran diferencia –sentenció Aeson-. Traer a niños inocentes, sin padres o madres al Santuario, y lavarles el cerebro pensando que deben seguir ciegamente a la diosa Athena, bajo la pena de ser ejecutado si se usan sus habilidades para satisfacción o ganancias personales. Oh, sí, no es para nada opresión –agregó Aseon sarcásticamente.

-Manipulas la realidad a tu conveniencia… -aclaró Rigel, muy poco impresionado por la fachada de Aeson-. La mayor parte de los Caballeros de la Orden son nacidos en el Santuario, y criados bajo estas costumbres, no lo niego, pero a nadie se le obliga a nada –insistió.

-Continúa diciéndote eso hasta que te lo creas –respondió Aeson-. ¿Por qué no le preguntas a esa pequeña niña? Kyoko creo que se llama, si ha venido por voluntad propia –dio en el clavo Aeson, a Rigel no le parecía que Kyoko estuviera feliz de estar en el Santuario- Aioros de pronto realiza una alianza de la cual no le dice nada a nadie, con una fundación que se encarga de adoptar a huérfanos y crear centros de entrenamiento. Lo único que tiene que haces es mover una miga de pan frente al hambriento, y ver si el hambriento tiene un cosmos. Si el hambriento no lo tiene, le da la miga de pan y lo abandona a su suerte. Si el hambriento posee un ligero dominio en el cosmos, lo ingresa a alguno de los centros de entrenamiento. Hay rumores inclusive, de un pobre diablo al que condenaron a la Isla de la Reina muerte, solo porque Mitsumasa Kido, el aliado de Aioros, tuvo el poder para enviarlo allí. Vaya libre elección que tuvo ese chico, si llego a conocerlo, me encargaré de felicitarlo por su valor –terminó Aeson, y Rigel bajó la mirada-. ¿Ya lo entiendes? ¿O acaso es que prefieres ignorar la realidad? La única justicia que existe en el Santuario es la justicia de los tiranos. Allí arriba, dos Caballeros Dorados se están enfrentando, y no hay nada que nadie pueda hacer para detenerlos, ellos tienen el poder de fulminarlos a todos. ¿Por qué se enfrentan? Tal vez por entrenamiento, tal vez por una discusión. O tal vez es una forma muy efectiva, de que los pobladores de Atenas les teman, y no quieran defenderse de sus abusos. Yo al menos miro a la Casa de Escorpio… y siento la bengala de la advertencia. Es un recordatorio inquietante… enfréntame… y te destruiré… -finalizó Aeson, y resumió la marcha.

Casa de Escorpio.

-Así que ese es el poder destructivo del cosmos concentrado en una simple aguja –se impresionó Shura, evadiendo a Milo quien lo perseguía con la aguja en alto, queriéndosela clavar directamente-. Estoy impresionado, tu velocidad de ataque es superior a la mía, pero en movimiento yo soy más veloz. ¡Excalibur! –atacó Shura, y Milo lo evadió, aunque algunos cabellos fueron mutilados de cualquier forma- Ops… -se burló Shura.

-¿Me estás provocando? Eso me agrada. ¡Aguja Escarlata! –atacó Milo, y la aguja ineludible se clavó en el pecho de Shura, causándole un tremendo dolor- Tranquilo, esto es solo un entrenamiento. No estoy soltando veneno –se burló Milo, Shura se molestó, y comenzó a atacar con mayor velocidad, solo que Milo era más hábil, y lo evadía sin problema- Admito que eres más rápido que Aioria con tus piernas, pero el puño de Aioria es más ineludible –pateó Milo el mentón de Shura, elevándolo a los aires, pero Shura lo atrapó con sus pies debajo de sus axilas.

-Tu ataque tampoco es más rápido que el de Aldebarán. ¡Salto de Roca! –lanzó Shura a Milo a los cielos en la forma de un cometa dorado, y momentos más tarde, Milo se estrelló en el suelo, levantando la preocupación de Saori y de Kyoko, quienes veían refugiadas desde la escalera a los pisos inferiores, aunque Erda celebraba la batalla.

-Ese ataque… admito que es doloroso –agregó Milo de forma arrogante, limpiándose algunos guijarros de la armadura-. Resumiendo, Aldebarán es el del ataque más rápido con su Gran Cuerno, tú eres más rápido con tus pies, y yo soy más rápido en combate cuerpo a cuerpo. Vaya competencia, 3 Caballeros que nos decimos los más rápidos, aunque en promedio yo llevo la ventaja, soy el más equilibrado –sonrió Milo.

-El más egocéntrico diría yo –preparó su espada Shura-. Aunque debo admitir, que un ferviente deseo de que esto no sea un entrenamiento está naciendo en mí. Si fuera un combate a muerte, ¿desencadenaríamos una Batalla de los 1,000 días? –preguntó Shura, su cosmos elevándose más y más, en desafío a Milo.

-No me tientes… -sonrió Milo con malicia-. Siempre ha sido mi sueño poder saborear la adrenalina de semejante combate. Tristemente, no ha nacido el oponente que me dé esa batalla. ¡Restricción! –enunció Milo, y su mirada estrujó el cosmos de Shura, quien comenzó a sentir sus músculos fallarle-. Verás, Shura… aparentemente todos me temen. Mi mirada de Restricción es mi ventaja definitiva, y si me dedico a no jugar con mis victimas… no hay quien me supere –se lanzó Milo con su aguja en alto. Shura intentó moverse, pero no lo conseguía, Milo ya estaba cerca de él, su aguja desprendía las energías escarlatas.

-¡Ex…! –escuchó Milo sorprendiéndose, mientras Shura se desprendía de las ondas de la Restricción- ¡…calibur! –prosiguió con su ataque Shura tras liberarse. Saori, Kyoko y Erda exclamaron sobresaltadas, Milo y Shura estaban demasiado cerca y a punto de liberar sus ataques, cuando de pronto, una explosión de viento se dejó sentir, los cabellos de Saori, Kyoko y Erda fueron azotados con fuerza, y cuando se recuperaron, las tres vieron a Aioros, el Patriarca del Santuario, parado en medio de Milo y de Shura, con su mano izquierda sosteniendo la mano de Milo con Antares, y el antebrazo derecho golpeando la parte sin filo de la Excalibur de Shura. Ambos, Milo y Shura sudaron frio, mientras Aioros movía sus manos, apresando las muñecas de cada uno, y girando rápidamente, estampando a cada uno en columnas contrarias de la Casa de Escorpio, mientras Aioros se posaba orgulloso en medio de ambos,

-¿¡Qué creen que están haciendo ustedes dos!? –reprendió Aioros, mientras Milo y Shura caían de sus respectivas columnas- ¡Sus cosmos se estaban elevando a niveles muy superiores a los de un simple entrenamiento! ¡Pudieron haber entrado en trance e iniciado una Batalla de 1,000 días! ¿Acaso están dementes? Cualquier conflicto entre Caballeros Dorados, debe arreglarse en corte, no en sus templos –continuó Aioros-. Ahora… díganme… ¿qué ocurre? –enfureció Aioros, Milo solo desvió la mirada, Shura tocio de forma orgullosa. Aioros, tras notar que ninguno deseaba cooperar, miró a Milo con molestia- Milo, ¿quieres pasar otra temporada en la Isla de Pontos? –amenazó Aioros, Shura se sorprendió, y Milo sudó frio.

-Solo… entrenábamos… su excelencia… -respondió Milo incomodado-. El entrenamiento tan solo se salió un poco de control –aseguró Milo, pero Aioros estaba increíblemente molesto-. Le pido una disculpa por mi comportamiento –aseguró. Aioros entonces miró en dirección a Shura, quien se cruzó de brazos de forma orgullosa, y desafiante.

-Ha sido un entrenamiento con la finalidad de mostrarle a mi discípula, Erda, sobre manipulación del cosmos –agregó Shura, apuntando con un además de su mano a Erda-. Si se ha salido de control, es solo por la seriedad que hemos impreso en el mismo. Buscaremos que este incidente no se repita, Patriarca Aioros –reverenció Shura.

-Por alguna razón, tu explicación no es de mi agrado, Shura –comentó Aioros, pero decidió ignorar la irresponsabilidad de sus Caballeros Dorados, atribuyéndolo a la edad de ambos, y en su lugar dirigió su atención a las nuevas aspirantes a Caballeros de Athena-. Kyoko y Erda, ¿no es así? –preguntó Aioros, y ambas reverenciaron en dirección al Patriarca del Santuario- A decir verdad, yo hubiera preferido el conocerlas a ambas en el Templo del Patriarca, pero es más que evidente que eso no será posible con la competitividad de estos dos… -aclaró Aioros, Milo se arrodilló en señal de respeto, Shura solo se recargó en una columna y se cruzó de brazos-. Mi nombre es Aioros y, primeramente, quiero disculparme con ustedes –aseguró él, y tanto Kyoko como Erda intercambiaron miradas de curiosidad-. Hace 8 años se me entregó un Santuario en decadencia, y he hecho todo lo que he podido por evitar que las barbaridades a las que se sometieron en su momento a algunos de los Caballeros Dorados, se repitan. Sin embargo, en reiteradas ocasiones, no he conseguido este objetivo, no por falta de intentos, sino por una terrible necesidad –prosiguió Aioros, y ambas continuaron con su silencio, aunque ligeramente entristecidas-. Espero que algún día puedan perdonarme, por apartarlas de sus familias… y espero que, con el tiempo, sean capaces de comprenderlo… todo esto, lo hacemos por Athena, y por el futuro de la humanidad. ¿Me ayudarían? –preguntó preocupado. Kyoko y Erda intercambiaron miradas, sonrieron, y ambas asintieron- Les agradezco… -comenzó Aioros, y una lágrima traicionera le cayó del rostro-. Realmente les agradezco –prosiguió, y las pequeñas se sintieron un poco más cómodas.

Casa de Virgo.

-Este templo… solo estar dentro del mismo me hace sentir como si estuviera pisando tierra sagrada… -comenzó Rigel, adentrándose dentro de la Casa de Virgo, mientras Aeson inspeccionaba una pared con una enorme flor de loto-. ¿Qué estás buscando? –preguntó Rigel, aún intranquilo por estar ayudando a Aeson en lo que fuera en que se estaban involucrando.

-El pasaje al jardín de los Sales Gemelos –respondió Aeson, encontrando una puerta dorada, con una flor de loto incrustada en la pared de la misma-. Para llegar a la Colina de las Estrellas, se debe ingresar al Templo de Virgo, tomar la salida del templo que lleva al jardín de los Sales Gemelos, y cruzar el puente de roca que se dirige a la Colina de las Estrellas –le explicó Aeson, abriendo la puerta dorada, y revelando la salida al jardín de los Sales Gemelos, que impresionó a Rigel por su belleza-. El Patriarca seguramente conoce otras formas de llegar aquí, además de que, a pesar de que la vista humana nos permite ver la Colina de las Estrellas alzarse a la distancia, la realidad es que el puente que da acceso al mismo, está oculto detrás de una barrera de cosmos imperceptible para el ojo humano –continuó explicándole Aeson, y Rigel lo siguió.

-Si este puente no puede ser visto por el ojo humano… ¿cómo lo encontraremos? –preguntó Rigel, y la respuesta de Aeson, fue bajar la mano a nivel de césped, encontrar algunas flores, y acariciarlas un poco, liberando el polen dentro de las mismas, que comenzó a volar bajo la suave brisa- ¿Debe pasar algo ahora? –preguntó Rigel molesto.

-Es verdad, aún no puedes escuchar sus susurros –le respondió Aeson, sonriente-. Pero tengo la confianza de que, con tu renacer, podrás escucharlas. Andando… las flores nos indicarán el camino… -prosiguió Aeson, y Rigel lo siguió, intranquilo, y con un sentimiento de inseguridad rodeándolo-. No te separes, estamos por cruzar la barrera de cosmos de la Colina de las Estrellas –aclaró Aeson, y tras pasar por en medio de los Sales Gemelos, ambos se encontraron en medio de un altar de piedra, y Rigel, tras virar atrás, fue capaz de ver las 12 Casas en su totalidad. Era como si tras pasar por en medio de los Sales Gemelos, se hubieran transportado por el cosmos hasta la Colina de las Estrellas-. Es aquí… -prosiguió Aeson, colocando la Caja de Pandora con la Armadura de Plata de la Copa a su lado.

-Increíble… este es el lugar sagrado al que solo les es permitido el acceso al Patriarca del Santuario y a la diosa Athena… -se impresionó Rigel, mirando el cielo estrellado, y percatándose de algo inquietante-. Todas las constelaciones… las 88… son visibles desde aquí… -se sobresaltó él.

-Se dice que, desde la Colina de las Estrellas, los humanos adquieren la visión de los dioses –le explicó Aeson, impresionando a Rigel-. Estás viendo el universo como se vería a través de los ojos de un dios. Semejante visión está prohibida, pero, por alguna razón, los Patriarcas piensan que son dignos de admirarla –declaró Aeson, mientras liberaba a la Copa de la Caja de Pandora en la cual había estado aprisionada.

-Ese cometa… -admiró Rigel, observando un hermoso cometa, que parecía estático en un rincón de la bóveda celeste, aunque su cola meneaba con tonalidades azules y doradas-. Algo en ese cometa… me parece inquietante… -aseguró Rigel.

-Repulse –explicó Aeson-. Un cometa maldito, nacido de una estrella oscura. Este cometa llega a la tierra aproximadamente cada 300 años trayendo consigo las Energías del Conflicto, y sigue una órbita alrededor del sol regresando nuevamente 5 años después para desaparecer por aproximadamente tres siglos. Pero ya llegará el momento de explicarte eso. Primero… prometí mostrarte la realidad del Santuario, y de la diosa Athena –declaró Aeson, cortándose los antebrazos en ese momento con un rápido movimiento de sus afiladas uñas, y sobresaltando a Rigel mientras vertía su sangre dentro de la Armadura de la Copa.

-¿Qué estás haciendo? –preguntó Rigel, notando además que la sangre de Aeson no era roja, sino más bien verde con tonalidades oscuras, casi negras, como grumos que contaminaban su sangre- Tu sangre… es… -se sobresaltó Rigel.

-¿Verde? –sonrió Aeson- Es la sangre de las Criaturas Ctónicas, el Opos –le explicó mientras continuaba vertiendo su sangre dentro de la Copa-. El Icor es la sangre azul de los dioses, el Opos es la savia, proveniente de la semilla primordial plantada por la discordia y el caos. En otras palabras, la sangre de las Criaturas Ctónicas –continuó con su explicación Aeson, y Rigel se preocupó aún más por haberlo seguido-. Para pedir un oráculo, el Patriarca del Santuario debe utilizar la Armadura de la Copa y llenarla de sangre de cosmos dorado. Aún no he alcanzado el nivel del cosmos dorado, pero mi Opos, al ser superior a la sangre de los humanos, puede permitirme activar los secretos de la Armadura de la Copa, y darme acceso a sus oráculos –instruyó Aeson, mientras la sangre verdosa que ahora llenaba a la Armadura de la Copa, reflejaba la luz de la luna-. Ahora, Rigel… si en verdad quieres saber sobre la visión de Aioros, deberás preguntárselo a Artemisa, cuando la luz de la luna se refleje en su totalidad dentro de las aguas de la Armadura de la Copa –le explicó, y Rigel lo miró con detenimiento-. Artemisa solo brinda un oráculo a cada mortal, y ese oráculo jamás debe revelarse a nadie hasta cumplirse. Si un oráculo se revela sin haberse cumplido, la mente de quien lo revela es borrada como castigo por Mnemósyne, la guardiana de las memorias. Todo sea porque los humanos no se aprovechen del conocimiento divino –invitó Aeson a Rigel para que se acercara, y Rigel así lo hizo, y pensó en qué preguntar-. Para empezar con el rito… enuncia que requieres de la presencia de la Diosa de la Luna. Pero antes de hacerlo, no lo olvides. Artemisa te responderá como un oráculo aquella oración que formules como una interrogación. No desperdicies tu única oportunidad preguntando a Artemisa si realmente es ella, o si estás soñando. Solo una pregunta, Rigel –explicó.

-Comprendo… -miró Rigel a la luna llena, y su reflejo en la Armadura de la Copa, y entonces, formuló su petición-. Armadura de la Copa, responde a mi petición, trae ante mí a la diosa que profesa en el nombre de la luna –declaró Rigel, y la Armadura de la Copa comenzó a iluminarse intensamente, trayendo consigo un cosmos divino.

Templo del Patriarca.

-Entonces eso es lo que ha ocurrido –por fin tras muchos inconvenientes, Aioros recibía tanto a Kyoko como a Erda en el Templo del Patriarca, donde Kyoko, temblando por ser obligada a una posición de respeto, arrodillada sobre una rodilla, contaba su historia a Aioros, mientras Milo permanecía arrodillado a su lado. Shura y Erda esperaban su turno para audiencia con el Patriarca, la discípula nerviosa de tener que adoptar aquella posición en la que Kyoko se encontraba, Shura recargado contra una columna, y bastante interesado por la historia que habían contado Milo y Kyoko. Saori también estaba presente, y admirando los alrededores, recordando lo que había vivido con nostalgia, y admirando a su vez lo nuevo. Incluso sonreía con ternura en dirección a Galan, el escudero de Aioros, quien la ignoraba haciéndose el solemne servidor de Aioros, mientras pedía con su dedo que guardara el secreto de que alguna vez vivió en el Templo del Patriarca junto a Aioros-. El Cometa Repulse pasa lo más cerca de la Tierra que puede cada 295 años, continúa siguiendo la órbita alrededor del sol, y regresa siguiendo la misma ruta apareciendo cerca de la tierra 5 años más tarde, para después perderse por aproximadamente 3 siglos. Durante ese periodo de tiempo las Energías del Conflicto contaminan los corazones de los humanos. En estos tiempos vivimos paz, pero muy probablemente Repulse habrá plantado la semilla de guerras futuras en los seres humanos, la discordia –aseguró Aioros.

-Guerras siempre existirán, su excelencia –comentó Milo, y Aioros asintió a sus palabras-. Muchos conflictos a lo largo de la historia de nuestro mundo, han comenzado sin la influencia del Cometa Repulse. La Primera y Segunda Guerra Mundial, la Guerra Fría. En mi opinión, lo único importante es evitar el renacer de la Diosa del Caos y la Discordia que sin lugar a dudas podría causar mucho más daño que aquellas guerras –aseguró Milo.

-Es más complicado de lo que piensas, Milo –aseguró Aioros-. Repulse aparecerá cada 3 siglos, pero cuando aparece planta las semillas. Estas semillas luego germinan en la forma de los padres de los dictadores, los inventores de arsenal militar peligroso, o enfermedades que años después causarán pandemias y muerte. En otras palabras, la Tierra vive un periodo de paz relativa, al poco tiempo de que Repulse vuelva a iluminar el firmamento, y a lanzar sus Energías del Conflicto. El caos y la discordia son inevitables, nosotros solo podemos actuar en consecuencia –aseguró Aioros, y entonces miró a Kyoko-. Sin embargo, también es cierto que Eris es una diosa muy poderosa, y que solo durante el periodo de 5 años en que el Cometa Repulse rodea al sol, puede renacer en esta Tierra. Has evitado la primera oportunidad de su resurrección, pero el peligro aún persiste. Kyoko, dentro de 5 años, tu hermana volverá a correr peligro, y Milo pretende darte una oportunidad de evitarlo. ¿Comprendes lo que ha ocurrido entonces? La misión de Milo, por dura que parezca, era la de asesinar a tu hermana. No voy a reprenderlo por fallar, pero dentro de 5 años, tendrá que volver a evitar el renacimiento de Eris. Si lo consigue, tú y tu hermana podrán volver a vivir felices, si no lo consigue… tu hermana… -intentó explicar Aioros, pero no encontraba las palabras adecuadas.

-No pasará… -comentó Kyoko, Milo la miraba de reojo, Shura y Erda con curiosidad, y Saori, con sus manos en forma de plegaria, esperando que todo saliera bien-. El maestro Milo dijo que el ser humano es capaz de cambiar el destino. Él confió en mí, y no voy a defraudarlo. Me volveré fuerte, y protegeré a Shoko. Lo prometo –aseguró Kyoko, y Milo sonrió un poco ante aquello.

-Eso es muy noble de tu parte, y te lo agradezco. Aunque aún no he decidido el que Milo sea tu maestro, tus estrellas están más en sintonía con las mías –agregó Aioros, y Milo lo comprendió-. Aunque, existe una relación muy especial entre Escorpio y Sagitario. Artemisa es la diosa que creó la Armadura de Escorpio, pero su Arco Dorado se lo entregó a Sagitario. Eso significa que un Escorpio puede usar el Arco de Artemisa –aclaró Aioros.

-¿Un Escorpio puede usar el Arco y la Flecha de la Armadura de Sagitario? –preguntó Milo, y Aioros sonrió y asintió- Su excelencia… ¿se acaba de inventar eso? –preguntó Milo, y Aioros bajó la cabeza un poco, sintiéndose menospreciado.

-Estoy seguro de que, si se lo pidiéramos a Artemisa, ella te brindaría aquella oportunidad… aunque de momento no se me ocurre un escenario en que un Caballero Dorado de Escorpio requiera de usar el Arco y la Flecha de Sagitario –agregó Aioros sonriente, pero su comentario ya había despertado la curiosidad de Milo, quien pensaba si era posible-. En todo caso, esta relación que existe entre Escorpio y Sagitario, me indica que es posible que las enseñanzas de un Escorpio, se apliquen al estilo de batalla de una Sagitario. Con esto no estoy diciendo que Kyoko vaya a convertirse en la sucesora de la Armadura Dorada de Sagitario… pero puedo admitirlo como una posibilidad, si mi propio discípulo no resulta merecedor de este mérito. Bajo este precepto, Milo, ¿querrías entrenar a Kyoko aún si esto significa que no vestirá la Armadura de Escorpio por su incompatibilidad celestial contigo? –preguntó Aioros.

-Algún día llegará ante mí un discípulo que comparta mi prominencia celestial, su excelencia –respondió Milo, y Kyoko se deprimió un poco-. Pero, hasta que ese día llegue, y con su real permiso, y con Athena de testigo, acepto la responsabilidad sobre el entrenamiento de Kyoko –agregó Milo poniéndose de pie, y Kyoko sonrió ante aquello-. Si Dohko de Libra pudo entrenar a Tenma de Pegaso, un Sagitario. Entonces yo puedo aceptarte como mi discípula –aseguró Milo, y Kyoko asintió agradecida.

-Está decidido entonces –declaró Aioros-. Pequeña escudera Saori, por este conducto, te informo que, a partir de este momento, deberás atender a las necesidades de Kyoko. Por favor y gracias, enviaré a la Casa de Escorpio el equivalente monetario mensual para atender a sus necesidades –aseguró Aioros.

-¿Más trabajo? –se deprimió Saori, mientras Milo se dirigía a ella y le acariciaba la cabeza, intentando animarla- Me agrada Kyoko, pero… ¿no es ella un mal tercio? –preguntó Saori para sí misma, Kyoko se estremeció de escuchar aquello, Milo tan solo le estiró la mejilla como reprimenda- Maestro Milo… duele… -se defendió Saori, mientras Erda pasaba a su lado siguiendo a Shura para tomar parte en su audiencia, cuando Saori de pronto sintió algo, se le erizó la piel, y se dio la vuelta- Maestro Milo… sentí algo… como la presencia de alguien que me mira desde las sombras –intentó explicar Saori.

-¿Alguien que te mira desde las sombras? ¿Es alguna excusa para no preparar una habitación para Kyoko? –preguntó Milo, pero Saori movió su cabeza en negación- Es tarde ya, los peldaños de las 12 Casas no se ven muy bien de noche, andando antes de que… -declaró Milo, pero entonces sintió una sensación peculiar, misma que sintieron Shura y Aioros-. ¿Una sensación como si alguien te mirara desde las sombras? Es el cosmos de los cazadores que se ocultan bajo el velo plateado de la luna –se viró Milo a ver a Aioros.

-¿Artemisa? –se sobresaltó Aioros, poniéndose de pie y buscando con su cosmos- ¡La Colina de las Estrellas! –admiró Aioros preocupado, y tanto Milo como Shura comenzaron a prepararse- ¡Alto! ¡Nadie tiene permitido ingresar a la Colina de las Estrellas! ¡Me encargaré de esto personalmente! –aseguró Aioros, elevó su cosmos, y cegó con el mismo a todos los presentes, con excepción de Saori, que no veía sus ojos afectados por la luz dorada, y fue capaz de ver a Aioros, revestido en la Armadura Dorada de Sagitario, salir volando del Templo del Patriarca, y con la forma de un cometa dorado, dirigirse a la Colina de las Estrellas.

La Colina de las Estrellas.

Frente a Rigel, una diosa descendía del cielo, iluminada por la luz de la luna, y se posaba orgullosa delante de la Armadura de la Copa, ligeramente molesta, no por haber sido convocada, sino por quien había sido el Caballero de Plata que la había convocado.

-Orión… -agregó la diosa con molestia, y Rigel retrocedió intimidado, la Caja de Pandora detrás de él, estalló en señal de defensa personal, revistiendo a Rigel con su poder, mientras su cosmos se mostraba desafiante ante Artemisa- ¿Cómo osas presentarte ante mí? ¿Tanto deseas la muerte? –preguntó Artemisa, preparando su cosmos, pero antes de que este pudiera ser liberado, lianas salieron del interior de la Armadura de la Copa, y rodearon como cadenas esmeraldas los brazos y piernas de Artemisa. Rigel entonces intentó hablar.

-¡No digas nada! –gritó Aeson, preocupado- La Armadura de la Copa protegerá a quien sea que ha solicitado un oráculo, incluso a Orión –le explicó Aeson, y Rigel retrocedió-. Maldición, siento un cosmos dorado que viene en nuestra dirección, era lógico, Artemisa no tiene por qué ocultar su cosmos ¡Has la pregunta, Rigel! –pidió Aeson.

-Lo haré… -se llenó de determinación Rigel-. Debo saber la verdad… debo saber si el Santuario vale la pena ser defendido. Artemisa, esta es mi pregunta –prosiguió Rigel, mientras Artemisa lo miraba con desprecio-. ¿Qué visión de desesperanza, le mostraste a Aioros? –pidió Rigel, Artemisa lo miró fijamente, Aeson los miró a ambos nervioso esperando que la pregunta hubiera sido bien formulada, y un Cometa Dorado, voló sobre la Casa de Escorpio ya próximo a llegar a la Colina de las Estrellas.

-Tendrás tu respuesta, Orión –aproximó su mano Artemisa a Rigel, tocando ligeramente la frente del Caballero de Plata-. Pero también te maldeciré por invocarme, la condena del Caballero de Plata de Orión… será ser asesinado por el Escorpión Celestial… -lo maldijo Artemisa-. Mientras vistas ese Ropaje Sagrado, serás su presa, Orión –terminó Artemisa, y la mente de Rigel de Orión, se llenó de imágenes de desesperanza.

La mente de Rigel de Orión lo observó todo, como si él fuera el testigo principal, de aquella tragedia que había doblegado el alma de Aioros hasta forzarlo a maldecir a los dioses. Meteoros caían sobre Atenas, incineraban todo a su paso, causaban muerte y destrucción, una lluvia del fin del mundo de fuego y roca, y nada podía detenerla. El sol se oscurecía, caía en picada y se estrellaba en contra de la Tierra. Una tierra lejana y desconocida, y una bella gobernante, que llegaba al balcón de su palacio, perecía bajo una explosión que arrasaría con todo su país, sacudiendo toda la Tierra. Caería un manto de noche eterna, las constelaciones en el cielo eran las únicas que brillaban, no se veía ni al sol ni a la luna, el agua de los mares dejaba de moverse, no había marea, la Tierra entraba en decadencia. Iniciaba una nueva era de hielo, toda vida dejaba de existir, había muerte en todo el mundo. Asentamientos se reunían por todas partes, los humanos luchaban por sobrevivir, pero habían perdido la fe en los dioses, algo terrible había ocurrido. Una mujer de cabellos lilas, una diosa a quien Rigel inmediatamente reconoció, bajaba del cielo en un vestido negro. La esperanza, había adoptado a la tiranía, la Diosa Athena se había vuelto maligna. La Athena maligna de su visión, liberaría entonces una tremenda explosión, que se tragaría a las 12 Casas, y afectaría a toda Atenas, envolviéndola en flamas oscuras y moradas. Rigel entonces vería a un niño, sosteniendo en su mano un hilo rojo del destino, Rigel desconocía la identidad de este niño, pero un sentimiento divino emanaba de él, mientras se aproximaba a un Caballero Dorado a quien no pudo reconocer. Las Flamas del Reloj de Cronos aparecieron frente a él, sus flamas se apagaban a la inversa, y el planeta marte brillaba intensamente en el firmamento. Una Armadura Divina, escarlata y de bordes dorados, con un inmenso escudo y una hermosa lanza, parecía ser creada frente a los ojos de Rigel, y arropaba a un ser maligno, Rigel estaba enteramente convencido de la identidad de este ser, Ares, el Dios de la Brutalidad en la Guerra. Ares entonces se alzaba en contra de la Athena maligna, convenciendo a Rigel de que Athena era una diosa tan peligrosa, que Ares se había convertido en el único posible salvador de la humanidad. En el cielo, un sol rojo y uno azul colisionaban, desplegando un espectáculo cósmico inimaginable, pero tras culminar este choque cósmico, la Tierra volvió a llenarse de verde, un nuevo sol se alzaba en el firmamento, y Rigel lo comprendió, Ares había asesinado a Athena, y traído consigo un nuevo mundo. Las Armaduras Doradas todas se despedazaban, no eran necesarias ya según la interpretación de Rigel sobre este sueño tan bello, reinaba la paz, a costa de la muerte de Athena, a quien Rigel observó cayendo al suelo sin vida. La elíptica solar rodeaba la tierra, brindando calidez, una nueva diosa comenzaba a alzarse, pero antes de que Rigel pudiera ver quien era, su oráculo terminó abruptamente.

-¡Trueno Atómico! –resonó la voz de Aioros, rompiendo la visión de Rigel, quien volvió a ver a Artemisa frente a él, con energías escarlatas a su alrededor mientras a diosa se liberaba de las ataduras de la Armadura de la Copa e intentaba abalanzarse en contra de Rigel para asesinarlo, solo para ser bombardeada por el ataque de un Caballero Dorado que desde las alturas había atacado a Artemisa, rompiendo su oráculo.

-Aioros está concentrado en Artemisa, es hora de que desaparezcas antes de que te reconozca. ¡Edén Oscuro! –exclamó Aeson, elevando su cosmos, que materializaba flores de manzano que comenzaron a girar como torbellinos de viento alrededor de Rigel, lanzando a Rigel a una dimensión desconocida, mientras caía por la Colina de las Estrellas, y miraba a Artemisa, quien en esos momentos se elevaba al cielo y de regreso a la luna llena- Está hecho. ¡Armadura de la Copa! –llamó Aeson, y su armadura lo vistió, mientras Aioros aterrizaba frente a él.

-¿Aeson de la Copa? ¿Por qué? –preguntó Aioros, y entonces miró a Artemisa desaparecer en el cielo- Si tú estás aquí, y Artemisa ha bajado de su templo… eso significa que la convocaste con la Armadura de la Copa. El convocar oráculos es muy peligroso, Aeson. Además, esta es tierra sagrada –aseguró Aioros.

-Reunir las 12 Armaduras Doradas es peligroso también, Aioros, pero tú te has empeñado en reunirlas de todas formas, con la inútil esperanza de que tu visión de muerte no se cumpla –aseguró Aeson, preparando su cosmos, y sus palabras desestabilizaron el temple de Aioros-. Además, eres el Patriarca, deberías haber abandonado tu Armadura Dorada, pero vete vistiéndola en estos momentos. ¿Exiges justicia, pero haces tu propia voluntad? –preguntó de forma arrogante.

-No te atrevas a comparar mi falta con la tuya, Aeson. ¿Qué le pediste a Artemisa revelarte? –y la respuesta de Aeson, fue apuntar al Templo de Athena que se veía a la distancia- No habrás pedido el que se te revelara mi visión, ¿o sí? –preguntó Aioros furioso.

-Conozco tu más profundo secreto, Aioros… ese por el cual deseas darle al Santuario el poder de desafiar a los dioses, el Brillo del Sol en la Tierra –aseguró Aeson-. Pero ya he dicho suficiente, es la hora, oficialmente ha terminado el cumpleaños de la Semilla del Caos –aseguró Aeson, pero Aioros no lo comprendió-. Hoy es el día que muero, Aioros. ¡Proverbio de la Bestia Celestial –declaró Aeson, seis esferas de cosmos oscuro se formaron detrás de él, y fueron lanzadas en dirección a Aioros, quien preparó su cosmos.

-¡Trueno Atómico! –atacó Aioros, y el cuerpo de Aeson, así como la Armadura de la Copa, fue perforado por su ataque, mientras la vida escapaba del Caballero de Plata de la Copa- ¡Aeson! –se aproximó Aioros, notando entonces la sangre esmeralda- ¿Opos? Entonces tú… -comenzó Aioros, y entonces cerró sus manos en puños-. Confiaré… Milo… -comenzó Aioros, mirando a la Casa de Escorpio-. Confiaré en que no hemos elegido mal al permitir a esas niñas vivir… pero… -y Aioros volvió a posar su mirada en el cadáver de Aeson-. Realmente espero… que estemos en lo correcto –finalizó Aioros, mirando al Cometa Repulse en el firmamento.

Casa de Escorpio. 9 de Diciembre de 1981.

-Esta es tu habitación –comentaba Saori a Kyoko, pero la pequeña estaba un poco distraída, lo que Saori notó-. ¿Kyoko? –preguntó Saori, y Kyoko reaccionó rápidamente, mirando a los alrededores y pensando en lo que había estado haciendo, mientras Saori miraba la mano de Kyoko que sostenía un objeto que Kyoko llevaba atado al cuello por una cadena- ¿Qué sostienes? –preguntó Saori curiosa.

-Ah… ¿esto? –preguntó Kyoko, mostrándole a Saori el dije con la imagen del Pegaso de plata. En ese momento Milo bajaba a los pisos inferiores dispuesto a verificar que Kyoko se hubiera instalado bien, ya que el cosmos de Artemisa había abandonado el Santuario y el peligro se había terminado, cuando notó a Kyoko explicándole a Saori- Verás… es un regalo de mi padre, me lo regaló hace dos años, el día de mi cumpleaños. Yo le compré uno igual a mi hermana Shoko para su cumpleaños que fue ayer, y no pude ver su reacción al recibirlo –le explicó Kyoko, entristeciendo a Saori-. Hoy ya es 9 de Diciembre… el día en que Shoko y yo celebramos nuestro cumpleaños juntas porque, bueno, ella cumple años el 8 de Diciembre, mientras yo los cumplo el 10 de Diciembre… celebrar dos fiestas es muy caro, así que celebrábamos juntas hoy, pero… supongo que ya no puedo hacerlo… –le explicó Kyoko, y Milo se ocultó detrás del marco de la puerta para no interrumpir.

-Kyoko, ¿mañana es tu cumpleaños? –preguntó Saori, y Kyoko asintió con fuerza- Eh… dispongo de poco tiempo para encontrar algo para regalarte –se apenó Saori, pero Kyoko le dio muy poca importancia- Pero, deberíamos celebrarlo, aunque el maestro Milo nunca celebra los cumpleaños de nadie. Pero suele traerme una flor cada que cumplo años. No me felicita, pero son esos pequeños detalles los que me hacen saber que le importo –aseguró Saori.

-Yo quisiera… saber si le importo a alguien realmente –comentó Kyoko deprimida, y tanto Saori, como Milo, quien espiaba la conversación, se mostraron ambos sorprendidos-. ¿Ah? ¿Dije eso en voz alta? Lo lamento, no pretendía que sonara tan depresivo, es solo que… -lo pensó Kyoko-. Mamá y papá se divorciaron, por lo que vivía con mi papá y mi hermana únicamente. Siempre supe que éramos adoptadas, pero vivía con mi hermana y mi padre sintiendo que formaba parte de una verdadera familia. Pero entonces pasó lo que pasó… y mi papá, entregó mi custodia –y Saori se deprimió un poco, recordando cuando su abuelo Mitsumasa Kido había hecho lo mismo con ella-. Desde que eso pasó, no tengo la certeza de que mi padre realmente me haya amado. Me regaló este collar, pero… este ya no significaría nada para mí. O al menos no lo haría si no le hubiera regalado uno igual a mi hermana Shoko… ella es… la única persona por la que creo que siento amor ahora. Es por eso que mi cumpleaños, ya no significa nada para mí –agregó Kyoko deprimida, pero Saori entonces la tomó de ambas manos.

-¡Volverá a significar algo para ti! –agregó Saori, sorprendiendo a Kyoko- Aun cuento con algo de tiempo. Ya que te mudas con nosotros tendré que comprar más comida, así que compraré suficiente para hacerte una tarta de manzana, a mi maestro le gusta mucho la tarta de manzana, ¿sabías que su nombre significa manzana en Griego? –preguntó.

-¿Cómo? Todo este tiempo pensé que el maestro se llamaba manzana –comentó Kyoko, y Saori parpadeó un par de veces sin comprenderlo- Bueno… no sé griego, nos comunicamos con el cosmos según lo que explicó el maestro Milo, así que, Milo y manzana suenan exactamente igual para mí –agregó Kyoko.

-¿El maestro manzana? No lo había notado porque yo si hablo griego –sonrió Saori, y ambas comenzaron a reírse a expensas de Milo, quien aprovechó la oportunidad para aparecerse en el marco de la puerta- Eso significa que siempre que como una manzana, ¿estoy saboreando al maestro Milo? –preguntó, Kyoko se apenó por el comentario, y Saori entonces notó a Milo en la habitación- ¡Maestro manzana! –exclamó sorprendida.

-¿Ya terminaste de avergonzarte a ti misma? –preguntó Milo, y Saori desvió la mirada en extremo avergonzada- Kyoko, ven conmigo –pidió Milo, y Kyoko así lo hizo, mientras Saori seguía dándole vueltas a su vergüenza por la comparativa de Milo con las manzanas. Kyoko continuó siguiendo a Milo hasta las afueras del templo, donde Milo se posó viendo a las estrellas- ¿Te das cuenta que llevas dos días sin dormir, ni probar alimento? –preguntó Milo.

-¿Eh? –se estremeció Kyoko- Lo de dormir ya lo había notado, aunque Saori me dio unas galletas recién llegue. Pero, ¿por qué lo menciona? –preguntó Kyoko, y Milo en respuesta, lanzó una de sus Agujas Escarlatas a un manzano que había sido plantado a las afueras de su templo, derribando una manzana, y atrapando la misma.

-Saori me pidió plantar este manzano, un año después de mudarse a vivir conmigo. Ella mencionó que era una especie de presente de aniversario, no se dignó a explicarme, que ese día era su cumpleaños –le explicó Milo, entregándole a Kyoko la manzana, misma que ella aceptó con curiosidad-. ¿Mañana es tu cumpleaños? –preguntó Milo, y Kyoko asintió- Vaya coincidencia… Saori cumplía años el mismo día que me fue asignada como escudera, y tú cumples años un día después de que eres asignada como mi discípula –concluyó Milo.

-Mi cumpleaños… no es importante –se apenó Kyoko, pero Milo la miró con detenimiento-. Descuide, maestro, usted no sabía de mi cumpleaños, ¿cómo podría pedirle que me regalara algo? Además, no tiene que hacerlo, solo… es mi maestro… no es mi familia –aclaró ella.

-Kyoko… -comenzó Milo, y Kyoko pensó que había insultado a su maestro-. No puedo hablar japonés, pero por culpa de Saori, que es japonesa, hay ciertas cosas que conozco sobre el japonés. Entre ellas, creo que puedo identificar lo que significa tu nombre –comentó Milo, tomando una pequeña rama del manzano, y arrancándola, escribiendo el nombre de Kyoko en japonés en la tierra suave cercana al manzano- Kyoko… significa la más bella, un nombre muy popular en Japón. También significa espejo, pero si dividimos los Kanjis en el nombre de Kyoko, encontramos el kanji de "xing" –apuntó Milo, rodeando el kanji en el nombre de Kyoko-. Durazno… -tradujo Milo, aunque Kyoko no entendía lo que Milo intentaba decirle-. Sé que no es mucho, pero quiero que veas a Saori, y me veas a mí, como una familia… y para celebrar que te has unido a nuestra familia, mañana plantaremos un durazno junto al manzano de Saori… -declaró Milo, y en ese momento, el corazón de Kyoko se estremeció, y sus ojos comenzaron a humedecerse-. Feliz cumpleaños… Kyoko… -sonrió Milo.

-Aja… ja… ja ja ja… -comenzó Kyoko a reírse entre lágrimas-. Una familia… ¿cómo regalo de cumpleaños? ¿De verdad? –Milo mantuvo su silencio, no comprendía la reacción, pero entonces, Kyoko sonrió para Milo- Es el mejor regalo de todos… maestro Milo… gracias… -sonrió Kyoko, y se abrazó a la cintura de Milo, quien se mostró un poco incómodo, por lo que Kyoko se sobresaltó-. ¡Lo siento! –se separó ella, pero entonces notó a Milo agacharse, y abrazarla. El sentimiento llenó a Kyoko de calidez, pero también de dolor, mientras se entregaba al llanto por una mezcla de felicidad y tristeza. Felicidad por sentir que podría formar una nueva familia, tristeza por el desprendimiento de su familia anterior. En todo momento, Saori observó lo que ocurría desde las escalinatas de su templo, y sonreía.

-Buscaré el durazno más hermoso de todos, Kyoko –agregó Saori entusiasta, mientras Kyoko se separaba de Milo, y se secaba las lágrimas-. Bienvenida a la familia, Kyoko –sonrió Saori entusiasta.

El Edén Oscuro. El Árbol del Conflicto.

-¿Qué es ese árbol? ¿Qué está ocurriendo? –se estremeció Rigel, notando la dimensión en que se encontraba encerrado en ese momento, y a la mujer frente a él, Äte, que comenzaba a alimentarse de las energías del árbol inmenso, hasta rejuvenecer y verse hermosa ante los ojos de Rigel de Orión- ¿Quién eres? –se estremeció Rigel, elevando sus defensas.

-Tranquilo, Rigel –escuchó entonces el Caballero de Orión, a una voz que provenía de las raíces, mismas que comenzaron a arremolinarse, y a crear una inmensa flor de la cual emanó un fruto de gran tamaño que, al abrirse, reveló el cuerpo de Aeson, revestido de una armadura idéntica a la Armadura de la Copa, pero diferente de aquella, esta era negra-. Te lo dije, ¿no es así? Que hoy moriría. Lo que no te dije es que también hoy renacería como un Caballero Fantasma –sonrió Aeson, y Rigel se mostró incómodamente perturbado-. También te dije que esos escuderos a los que asesiné, tendrían una nueva vida, ¿lo olvidaste? –apuntó Aeson a los cuerpos de los tres escuderos, uno de los cuales había madurado hasta convertirse en un hombre adulto, que cayó desnudo frente a Äte-. Lo lamento porque nacieras desnudo, pero estaba impaciente por vestir mi Leaf –se burló Aeson.

-Bienvenido de regreso a la vida, Phonos del Asesinato –presentó Äte, y el hombre desnudo, arrancó de improviso la capa de la Armadura de Plata de Orión, y se cubrió con ella, antes de inspeccionas a Rigel con curiosidad.

-No eres un Caballero Fantasma –apuntó Phonos, preocupando a Rigel-. ¿Eres el almuerzo? Äte, no sabía que te importara tanto, hermana. Mira que traerme tan suculento manjar –agregó Phonos, con sus colmillos creciendo, y revelando inclusive dos adicionales a los de los humanos, que se asomaron de su boca como colmillos de una araña, sus queliceros.

-Oh, lo siento, pero Rigel no está en el menú –se interpuso Aeson en su camino-. Rigel ha recibido el oráculo de Artemisa, así que, tengo plena confianza de que ha comprendido que la diosa Athena, no es quien dice ser. En su lugar, estoy seguro de que Rigel preferiría servir a Eris. Después de todo, Eris es la hermana de Ares, el Dios de la Brutalidad en la Guerra, y ambos sabemos quién de los dos Dioses de la Guerra, es el que salvará a la humanidad –sonrió Aeson, arriesgándose demasiado a revelar el oráculo, pero aquello sirvió para que Rigel lo comprendiera.

-Ustedes son los sirvientes de la diosa Eris, ¿no es así? –preguntó Rigel, y Äte se posó de forma sensual frente a Rigel-. Díganme entonces… ¿qué tienen que ver con Ares? –insistió el Caballero de Plata de Orión, pero sin revelar nada que pusiera en duda su lealtad.

-Qué pregunta, si vamos a resucitarlo –apuntó Äte al Árbol del Conflicto, y Rigel notó al otro par de escuderas que Aeson había asesinado-. Primero, traeremos a Hebe ante nosotros, después a Alala –explicó, y Rigel se impresionó.

-¿Los Daimones de Ares? ¿Acaso los Daimones son Dríades? –se impresionó Rigel, mientras la rubia de los escuderos asesinados, miraba con un ojo esmeralda y uno color de rubí en dirección a Rigel, confundida.

-No, los Daimones son algo diferente –comentó Äte, mientras la rubia se desprendía de su fruto, y caía al suelo con un golpe tremendo, que le arrebató algo de sangre negra-. Los Daimones nacen Dríades, y se convierten en algo más –le explicó, mientras las lianas rodeaban nuevamente el cuerpo de la chica rubia en el suelo-. Para que sus cuerpos de Dríades se conviertan en los Espíritus de la Guerra, los Daimones, Phobos y Deimos deben renacer… y cuando Phobos y Deimos renazcan, Ares lo hará también, y será él quien resucitará a Eris… siempre un dios resucita al otro, siempre Ares, y siempre Eris… la Era del Conflicto, está por renacer… -se lamió los labios Äte, y su risa, resonó por el Edén Oscuro.