Querido Tom:

No he dejado de pensar en ti. Por las noches, cuando duermo, siento esta extraña sensación como cuando estoy contigo. Quiero que me complazcas. Y complacerte. Sé que lo nuestro está mal, pero no dejo de pensar en ti…

La tinta en el pergamino desapareció. Prácticamente al instante, un nuevo mensaje empezó a emerger en la página abierta del diario como algo saliendo fuera del agua para hacerse visible:

Mi queridísima Ginny… estaré encantado de complacerte. ¿Te gustaría sumergirte en mis recuerdos, una vez más?

La mano de la niña de once años se apoyó sobre la página. La pluma se quedó suspendida unos instantes, como si lo estuviera dudando. Finalmente, escribió su respuesta:

Sí. Quiero.

Una luz salió fuera del diario, similar a la luz del sol, primero encegueciéndola y luego absorbiéndola, tragándola, llevándola hasta las profundidades de los recuerdos…

-Hola, Ginny.

La sonrisa de Tom Riddle era extremadamente educada y cortés. Sus ojos no mostraban señales de ninguna clase de mala intención. Todo lo contrario, la invitaban a ponerse cómoda, a relajarse, le proporcionaban confort y contención.

-Tom… -la mirada de la niña era de desesperación-. Mi amiga Leanne dice que no eres real. Que soy una tonta, que estoy enamorada del personaje de un libro...

-Tu amiga Leanne es la tonta, mi querida Ginny, no tú -Tom se acercó a ella con esa sonrisa seductora y atrapante, aduladora-. Y no la necesitas, ¿sabes? No necesitas tener amigas… Me tienes a mí, Ginny. Yo soy todo lo que necesitas. Yo te haré feliz… No necesitamos a nadie más.

Tom se acercó hasta quedar junto a ella. El muchacho de dieciséis años extendió una mano, y Ginny la observó con la boca abierta y la respiración acelerada. Finalmente se la tomó, sin dejar de mirarlo a los ojos con adulación y admiración, con una mirada que reflejaba un amor platónico, una ilusión.

El muchacho la acercó hacia sí, sosteniéndola de la mano y sin dejar de mirarla fijamente a los ojos con esa sonrisa. Llevaba el cabello peinado de forma muy prolija y la comisura de sus labios solo sonreía en uno de los lados. Su mirada era intensa y penetrante.

Lentamente, bajó la cabeza y le dio un beso en la mano. Ella se ruborizó, pero no dejó de mirarlo.

-He pensado que hoy podríamos llegar un poco más lejos, Ginny -dijo él, en un susurro que pretendía ser seductor, acompañando su media sonrisa.

-¿Más… lejos…?

-Sí, así es -Tom tiró un poco de su brazo, hasta que la niña de once años quedó a centímetros de él-. Tu amiga Leanne seguramente no estaría de acuerdo… Diría que eres solo una niña, posiblemente.

-¡No soy una niña! -dijo Ginny, enfadada. Tom ensanchó su sonrisa.

-De acuerdo, entonces…

El muchacho la abrazó. Ginny permitió que dirigiera sus manos a su espalda. Él descansó su mentón sobre la punta de la cabeza de ella, que era mucho más pequeña, y se tuvo que agachar un poco para llevar sus manos hasta la cintura de la niña, y más allá…

Ginny empezó a ponerse nerviosa. Sentía al muchacho acariciándole el trasero, moviendo su mano por él en círculos, pero no le pidió que se detuviera. Cerró los ojos y lo disfrutó. Sentía que le gustaba su tacto, que la hacía sentir bien, pero no podía quitarse de la cabeza la sensación de que aquello no estaba nada bien…

La mano de Tom empezó a moverse lentamente hacia adelante… El tacto de sus dedos dio la vuelta muy, muy despacio, pasando por el costado de sus caderas y continuando hacia el frente…

Ginny cerró los ojos y empezó a respirar muy rápido y agitada. La mano de Tom se cerraba en ella, la caricia se hacía más y más intensa…

-¿Esto es real? -susurró ella, mientras temblaba-. ¿Lo que pasa en este diario… está pasando realmente?

-Claro que es real -le susurró Tom, besándole el cabello en la parte superior de la cabeza de forma suave y delicada, muy despacio-. Es tan real como mis sentimientos por ti, Ginny… Tan real como la posibilidad de que yo cumpla todos tus más íntimos sueños y fantasías… Pero no te preocupes, Ginny… Nadie puede encontrarnos aquí… Aquí estamos a salvo de todo y de todos… Este será nuestro pequeño… -el muchacho abrió los ojos y se quedó mirando hacia adelante, con una macabra sonrisa que la niña no podía ver-. …secreto.

-¡Hey, Harry!

Ron se acercaba a él corriendo a toda velocidad. Las calles de Hogsmeade estaban repletas de estudiantes de Hogwarts aprovechando su día libre, entrando y saliendo de los negocios, charlando y comprando cosas.

-Vamos a ir con Víctor a las Tres Escobas. ¿Vienes?

-Oh, iba a verme con Hermione -dijo Harry, buscando con la mirada alrededor-. Se suponía que nos encontraríamos aquí.

-Genial -Ron sonrió, haciéndole señas a Krum de que lo esperara-. Si quieren unírsenos, estaremos allí. ¡Nos vemos luego!

Sin dejar de sonreír, Ron se marchó a toda prisa. Harry consultó su reloj de pulsera y volvió a mirar alrededor, cuando de pronto sintió que dos manos le tapaban los ojos.

-¡Sorpresa! -alguien se le había acercado por detrás.

Harry se quedó quieto, sonriendo.

-¿Quién soy?

-Mmm… Pues no lo sé -Harry fingió que dudaba-. Tienes voz de mujer, así que no eres Ron…

-No, no soy Ron -dijo la voz femenina tras él, con sus suaves manos en sus ojos-. ¿Te doy una pista?

-Sí, la verdad es que estoy muy perdido, no tengo idea -dijo él, siguiéndole la broma, a pesar de que distinguía su voz a la perfección.

-Aquí va la pista -Hermione le quitó las manos de la cara, lo hizo girar y le dio un suave beso en los labios. Harry se lo devolvió, sin dejar de sonreír, y entonces abrió los ojos y se miraron de cerca, sonriéndose mutuamente. -¿Ahora estás más cerca de adivinarlo?

Harry rió.

-No lo sé… -dijo, tocándole un mechón de cabello, enroscándoselo en el dedo y luego soltándolo, como si analizara su autenticidad-. Lo cierto es que pareces Hermione, pero bien podrías ser otra persona con poción multijugos.

-Tendrás que pasar una hora entera conmigo para averiguarlo.

-¿Solo una hora? Pensé que pasaríamos la tarde juntos.

-Mmm… Tendrás que convencerme. Tengo mucho que estudiar.

Se tomaron de la mano y empezaron a caminar por las calles de Hogsmeade, lado a lado. Era una preciosa tarde de enero, con un sol brillante en el cielo y nieve cubriendo los techos de las casas.

-De acuerdo, a ver si puedo convencerte -Harry se puso nervioso-. Tengo un plan… De hecho, he estado pensando en esto toda la semana. Pero no estoy seguro de que vaya a funcionar…

-¿Un plan? Me pareció oír a Ron sugerirte Las Tres Escobas.

-Estaba pensando más bien en otra cosa -dijo Harry, poniéndose más nervioso con cada segundo-. Algo más… Bueno… Algo como…

Era incapaz de pronunciar las palabras.

-¿Una cita? -preguntó ella, mirándolo de reojo.

-¡Sí! Gracias… Algo más como una cita…

-¿Algo más como una cita? O es una cita o no lo es.

-Sí, sí lo es -Harry tragó saliva-. Una cita. Los dos solos… ¿Quieres?

-Está bien -ella sonrió y le apretó la mano con más fuerza-. ¿A dónde vamos a ir?

Harry parecía muy incómodo, como si estuviera inseguro sobre aquel plan del que hablaba.

-La casa de té de Madame Tudipié -le dijo finalmente-. ¿La conoces?

Hermione soltó una carcajada. Harry lucía avergonzado y hasta un poco molesto por esta reacción.

-Oye, ¿por qué te ríes?

-Disculpa. Perdón, Harry -Hermione dejó de reír, pero se quedó sonriendo. -¿Cómo fue que se te ocurrió eso?

-Pues estaba pensando en llevarte a algún lugar donde… tú sabes… donde se pudiera tener una cita… De verdad lo pensé mucho... Quería que fuera un momento lindo. Es nuestra primera salida a Hogsmeade, o a cualquier lugar fuera del castillo, desde que estamos juntos… Desde el Baile de Navidad.

-Le has preguntado a alguien, ¿verdad?

Harry la miró de reojo y apartó la mirada.

-¿No me crees capaz de planificar algo así por mí mismo?

-Mmm… Yo diría que no -Hermione se puso en puntas de pie para darle un beso en la mejilla, divertida-. Anda, dímelo. ¿Quién fue? ¿Ginny?

-No, claro que no.

-Es verdad, ella no te habría sugerido algo tan cursi… Mmm… ¿Lavender?

-Basta, Hermione…

-¿Quién?

Harry suspiró.

-Necesitaba preguntarle a una chica. No sabía a quién, y justo en ese momento Parvati vino a preguntarme si recordaba cuántas páginas tenía que tener el ensayo de Historia de la Magia, y yo…

-¿Parvati? -Hermione siguió muy sonriente, apretando su mano-. ¿Así que piensas que mis gustos son como los de Parvati?

-No… No, claro que no. No dije eso…

Harry frunció el ceño. Se detuvo y se quedó mirándola de forma suspicaz.

-Estás tomándome el pelo.

-¡No! -se defendió ella, pero no pudo evitar sonreír de nuevo.

-¡Sí! Lo haces a propósito porque sabes lo mucho que me cuesta todo esto.

La sonrisa de Hermione se ensanchó. Se acercó más a él y lo tomó de ambas manos ahora, mirándolo directo a los ojos.

-Tal vez sí, lo admito -dijo, aunque la mirada en sus ojos era tan dulce y tierna que era imposible enojarse con ella-. ¿Me puedes perdonar?

-Mmm… No lo sé… -Harry empezó a jugar con las manos de ella, balanceándolas un poco a su lado-. Has arruinado mi plan.

-Era un gran plan, de verdad… para una cita con Parvati. O con alguna chica popular de quinto año de Ravenclaw, quizás. Pero no conmigo. Pensé que me conocías mejor.

-Claro que te conozco.

-Pues no pienses en planes de citas con chicas… Piensa en planes de citas conmigo. ¿Qué lugar crees que podría gustarme?

-Bueno, pues… Yo… Ehh…

Hermione lo miraba con una mueca.

-Me está saliendo todo muy mal, ¿verdad? -Harry se mordió los dientes.

-Yo diría que sí.

-Sería genial que hubiera sido una broma lo de Madame Tudipié y en verdad mi plan siempre hubiera sido otro, ¿no lo crees?

-Pues sí, pero como evidentemente no me conoces…

Hermione se detuvo y entonces entornó los ojos, mirándolo ahora ella de forma suspicaz.

-¿Estás tomándome el pelo tú?

Harry sonrió.

-Ven por aquí.

La llevó de la mano por fuera de High Street e internándose en calles paralelas, cada vez más dentro de la villa, por calles en las que ella no recordaba haber estado antes.

Finalmente, llegaron a una calle muy bonita de adoquines, con muchas casas y solo unos pocos negocios. Uno de ellos era donde la llevaba Harry, se trataba de una casa en madera con altos ventanales, ocupando una esquina, con nieve sobre su tejado. Había un cartel de madera también cubierto de nieve sobre la puerta en el que se leía: Coffes and Books.

-¿Coffes and Books? Jamás oí de este lugar.

-Espero que te guste.

Harry abrió la puerta. El movimiento hizo sonar una campanilla. Había solo dos clientes allí: un mago y una bruja, sentados en mesas separadas. Ambos lucían muy intelectuales, él de cabello negro largo y lacio, con lentes y una barba de candado, estaba vestido con una elegante túnica turquesa. Más lejos, contra una pared del fondo, había una bruja rubia de unos veinte años, sentada con las piernas cruzadas, con un vestido gris y también con un aspecto muy intelectual. Ninguno de ellos siquiera alzó la mirada hacia Harry y Hermione cuando estos entraron, sino que la dejaron en las páginas de los libros en los que estaban enfrascados, mientras unas tazas de café humeaban en las pequeñas y antiguas mesas de madera que tenían delante.

El lugar tenía sofás que lucían muy cómodos por todos lados, orientados en direcciones opuestas, y estanterías repletas de libros hasta el techo, no solo en las paredes sino también entre medio de las mesas, butacas y sofás. Era un edificio antiguo pero muy bien cuidado y limpio, había una agradable fragancia en el aire y buena iluminación, proveniente de las altas ventanas que daban hacia la calle.

-¿De verdad lo de Madame Tudipié fue una broma entonces? -exclamó Hermione, impresionada, caminando entre las estanterías y mirando los lomos de los libros-. ¡Mira esto…! -sacó uno de los libros y se quedó mirando su cubierta, asombrada-. Esto es literatura tradicional de magos… -dejó el libro en su lugar y recorrió con los dedos otros que había a su lado-. Jamás había visto estos en la biblioteca de Hogwarts…

Harry estaba nerviosísimo. Fue tras ella mientras recorrían las estanterías, mirando los libros. La bruja que atendía se acercó para ofrecerles café y le ordenaron dos. Les dijo que podían tomar los libros que quisieran y sentarse donde quisieran, y se marchó a prepararlos. El lugar lucía muy privado e íntimo, con las estanterías en medio ocultando las mesas y butacas de la vista.

Finalmente, tomaron asiento en un sofá junto a una alta ventana. Hermione había llevado un par de libros, que dejó sobre la mesa antes de dirigirse a Harry.

-No voy a ponerme a leerlos, pero quiero echarles un vistazo. Las siete mil vueltas del falsoscopio es un clásico, pero pensé que ya no había nuevas ediciones… Y también tienen Los pétalos de Dulcamara mueren al anochecer, una novela que según leí habla de las matanzas a magos y brujas hijos de muggles en la época anterior al Estatuto del Secreto. El autor fue asesinado por escribir esto…

Se quedó mirando la portada fijamente, con una expresión de tristeza, y entonces la alzó nuevamente hacia Harry.

-Sí que me conoces.

Harry sonrió.

-No era mentira lo de Parvati, ¿sabes? Solo la parte de Madame Tudipié. Sabía que eso no te gustaría. Pero cuando le pregunté si sabía de algún bar para ir a leer, Parvati dijo que su hermana, que está en Ravenclaw, viene aquí a veces.

La bruja que atendía el lugar se acercó a ellos con sus cafés. Hermione estaba sentada junto a él, y Harry tragó saliva al sentirla acercarse más y rozarle la mano por debajo de la mesa.

-Es la mejor cita -le susurró ella entonces.

Se miraron a los ojos y se besaron en los labios, de forma suave, con sus dedos encontrándose nuevamente, bajo la mesa.

La bola de espejos reflejaba las luces y las proyectaba por las paredes del Gran Salón, enorme y en alto sobre las cuatro mesas de las casas. Sonaba una música tranquila y bailable, un jazz, tocado por una banda de brujas y magos que había en un costado, sobre una pequeña tarima. Había una mesa con ponche, y los alumnos se acercaban para llenar sus vasos de cartón en él.

El baile previo a la graduación estaba empezando. El sol apenas acababa de esconderse y los primeros estudiantes de séptimo iban entrando al Gran Salón.

Harry llevaba una túnica de gala negra, sencilla. Había conseguido peinarse luego de varios intentos, y se había lustrado los zapatos mediante magia. Se encontró con Ron, Dean, Seamus y Neville cerca de la entrada del Gran Salón. Todos iban con túnicas de gala y bebían ponche. Estaban en un círculo, charlando.

-Hola, Harry -saludaron, cuando él se unió a ellos.

-Hola.

-¿No hay nadie que no sea de séptimo, entonces? -preguntaba Neville, mirando alrededor.

-Técnicamente no está prohibido que vengan los de años anteriores, como invitados -comentaba Ron-. Por ejemplo, Ginny vendrá para verme. Pero es nuestra fiesta, así que no se supone que haya mucha gente de otros años… Miren, ahí llegó mi familia.

La familia de Ron se acercaba desde el Vestíbulo, muy sonrientes. El señor y señora Weasley, Percy, George y Fred habían ido a la celebración, todos vestidos con túnicas de gala.

-¡Felicidades, hermano! -exclamó Percy al llegar, tendiéndole una mano y mirando alrededor con grandilocuencia.

-¿Así que esto es lo que se hace en Hogwarts cuando uno termina séptimo año? -comentó Fred, observando la decoración del Gran Salón y a los futuros graduados junto a sus amigos y familiares, que llenaban todo el lugar-. Bah, no vale la pena.

-Para nada -coincidió George, a su lado-. ¿Todo ese sacrificio para un baile con un ponche y una banda?

-Ni siquiera es una banda tan buena.

-He visto mejores en el Caldero Chorreante una noche de jueves.

-No recompensan lo suficiente todo ese esfuerzo -siguió Fred, dándole una palmada en la espalda a Ron-. ¿Y sabías que luego regresan a la estación del Expreso de Hogwarts en los mismos botes de primer año? Qué ridículo, ¿con diecisiete años? ¿Siguen cabiendo dentro?

-No lo sé, Fred, para mí que el calamar gigante finalmente degustará a Ron esta noche. Está muy alto para esos botes.

-Te apuesto a que el calamar lleva años pensando en cenárselo. Pero quizás su nueva novia pueda rescatarlo, sin embargo. ¿La has visto? ¿Por dónde está, Ron?

-¿Ron tiene novia? -dijo George, fingiendo sorpresa-. ¿No es el calamar gigante entonces?

-No lo sé, George, no lo creeré hasta verlo con mis propios ojos.

-Ya cállense -les espetó Ron.

-Ustedes dos será mejor que corten las bromas -dijo la señora Weasley, con severidad-. Debería darles vergüenza estar aquí como los únicos miembros de la familia en no graduarse de Hogwarts.

Pero Fred y George compartieron una mirada llena de orgullo ante esas palabras, como si acabaran de felicitarlos con el más grande honor. Luego la señora Weasley se dirigió a Ron y volvió a sonreír.

-Bill y Fleur no pudieron venir, cariño. Y Charlie está aún en Rumania.

-Está bien -comentó Ron, distraído. Alguien acababa de captar su mirada.

-¡Ahí está! -dijo Fred, señalando con el dedo sin ningún tipo de disimulo.

-¡Basta, Fred! -estalló Ron.

-¿Es ella? -George estiró el cuello-. Es linda, Ron, felicidades.

-Y no tiene tentáculos -acotó Fred-. A la vista, al menos. ¡Eso sí que puede festejarse! Vamos por un poco de ponche, George.

Lavender llegó hasta ellos y los empezó a saludar, muy contenta. Llevaba una túnica de gala blanca y mucho maquillaje.

-Percy Weasley, encantado -se presentaba Percy, haciendo gala de mucha educación y tratando de darse aires.

-Ya te conocía -dijo ella, sonriendo a todos los Weasley-. Fuiste nuestro prefecto hasta tercero.

-Sí, por supuesto -ese recordatorio subió aun más el ego de Percy-. Naturalmente, antes de ser Premio Anual también fui prefecto…

Harry estiró el cuello hacia la entrada del Gran Salón y justo en ese momento vio entrar a alguien más…

-Si me disculpan… -dijo en un tono de voz muy bajo, apartándose de los Weasley y los demás y caminando hasta allí a pasos rápidos.

Hermione estaba más hermosa que nunca. Llevaba una túnica de gala plateada que resplandecía con cientos de brillos, centellando con las luces que la bola de espejos reflejaba por todo el Gran Salón. Su cabello estaba alisado y peinado en un semi-rodete, y el escote de su túnica dejaba a la vista la parte superior de sus pechos.

Harry se quedó boquiabierto varios segundos, inmóvil en el lugar ante ella, impresionado.

-¿Estás bien? -le preguntó Hermione, arqueando las cejas.

-S- Eh- Sí, sí claro -dijo Harry, cuando por fin consiguió hablar-. Estás… Estás muy hermosa.

Ella le sonrió.

-Tú también.

Se dieron un beso en los labios, y en ese momento Harry pensó que, si en algún momento de su vida se había sentido desdichado, o que las cosas no estaban bien, o que no había tenido suerte; ahora tendría que repensarlo todo. Porque todos esos momentos en su vida quizás habían conducido, en cierta forma, a este momento: el momento en que se encontrara en el comienzo del baile de su graduación con la chica más hermosa y perfecta no solo de Hogwarts sino que del mundo. Y el momento en que ella lo mirara de esa forma y lo besara en los labios, justo antes de empezar a caminar juntos entre medio de los demás estudiantes, que reían y charlaban junto a sus familiares y amigos, disfrutando de la noche; hacia la mesa del ponche.

Sin dudas, aquel momento se sentía como un triunfo muchísimo más grande que cualquier graduación en sí misma ni ningún otro logro que pudiera haber pensado jamás. Esa noche, él ya no era el Niño que Sobrevivió, ni el Campeón de Quidditch, ni ninguna de esas cosas tan poco importantes. Esa noche él era la pareja de Hermione Granger, y por lo tanto el chico más afortunado de todo el mundo.

Siguieron caminando juntos, perdiéndose entre el resto de los estudiantes.

Una persona más ingresó al Gran Salón poco después, vestida con una túnica de gala negra y lisa, con su cabello también negro suelto y largo, y con mucho maquillaje: Luego de atravesar las enormes puertas de entrada, Ginny caminó a pasos largos hasta donde estaba el resto de su familia. Iba muy seria, y su mirada despedía un brillo extraño…

-¡Ginny, por fin llegas! -la saludó su madre, muy contenta. Ginny le dirigió una sonrisita y la saludó de forma fugaz. Luego se puso a mirar alrededor, como buscando algo, mientras llevaba su mano al interior de su pequeño bolso que hacía juego con su túnica de gala.

-¿Cómo estás, hermana? -le preguntó Percy, con petulancia.

-Bien, ¿y tú? -dijo ella, sin mirarlo, aun buscando alrededor.

Finalmente, sus ojos encontraron lo que buscaba: Localizó a Harry y Hermione, que se servían ponche a lo lejos, mientras ella reía de algo que él acababa de decirle.

Duró solo un segundo: la bola de espejos que colgaba sobre el medio del salón lanzó una luz directo en su rostro, y un brillo color rojo fue visible brevemente en ellos, al tiempo que la mano de Ginny acariciaba un diario en el interior de su bolso…

El momento pasó, y la chica había apartado la mirada de allí. Ahora se dirigía a su hermano.

-¿Y cómo va todo en el Ministerio? -le preguntó, sonriente.

-El pie va aquí -Harry le tomó un tobillo con las manos y lo corrió un poco hacia atrás. Luego se incorporó y examinó la postura de la chica. -Y la espalda debe ir más derecha, estás un poco arqueada.

Tomó a Hermione de los hombros y la enderezó suavemente. Ella estaba montada en su Nimbus 2000 con cara de pánico.

-No lo sé, Harry…

-Confía en mí, ¡así estás perfecta! Lista para volar.

-Odio volar…

-Lo harás bien. Vamos.

Se montó a la escoba tras ella y la sujetó por la cintura.

-Da la patada -le dijo.

Hermione dio una patada algo torpe al césped y no ocurrió absolutamente nada.

-Con más fuerza y ganas, como si quisieras salir volando por el cielo.

-Es que no quiero salir volando por el cielo. Te lo dije, odio volar.

-Vamos, ¡tú puedes! -la animó él.

Hermione tomó aire y entonces le dio una patada al suelo con fuerza. La escoba se alzó casi un metro en el aire, y ella lanzó un chillido que resonó por todos los terrenos exteriores de Hogwarts.

-¡Perfecto! -dijo Harry, con alegría-. ¡Vas genial, Hermione!

-¡Bajemos! ¡Por favor…!

-¡No, claro que no! -dijo él, sonriendo. La abrazó por detrás y le dio unas palmaditas de ánimo en el brazo. -¡Acelera, anda!

Hermione aceleró y ambos surcaron los aires de los terrenos de Hogwarts a toda velocidad, con ella conduciendo un vuelo a poca altura y a mucha velocidad, prácticamente sin control, yendo tan cerca del suelo que amenazaba con golpear contra él en cualquier momento.

El nuevo chillido de Hermione se extendió más y más, resonando por todos lados.

-¡Levanta el vuelo! -le gritó Harry al oído, para hacerse oír entre el viento que los azotaba-. ¡Más alto!

Hermione reclinó la escoba hacia atrás, y ambos se alzaron hacia arriba, directo al cielo azul.

-¡Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhh!

Más tarde, ambos reían mientras caminaban por un costado de los invernaderos, ya a salvo en el suelo, Hermione llevando la escoba en su mano.

-Nunca más -le dijo ella-. ¡Podríamos habernos matado…!

-Claro que no, lo hiciste muy bien -dijo él, sonriendo a su lado.

Llegaron al patio empedrado y se sentaron al borde de la fuente. Estaba atardeciendo, y la tarde de sábado llegaba a su fin. Habían estado todo el tiempo juntos, disfrutando del hecho de que no les habían dejado deberes ese fin de semana. Ron había estado toda la tarde en detención por llamar a Malfoy "cruza de doxys anti-plaguicidas con ghouls inusualmente imbéciles y con retraso" delante de la profesora McGonagall.

-Sigo odiando volar, solo para que lo sepas -le dijo ella.

Se quedaron allí un rato largo, sentados en el borde de piedra de la fuente. Hermione abrió su mochila y sacó un libro, que se puso a leer. Era un volumen que la niña de doce años denominaba "lectura de placer", y por lo tanto constaba de novecientas páginas. Mientras tanto él, a su lado, se puso a cortar los bordes de las ramitas desparejas de su escoba.

Empezó a refrescar, y solo ellos dos quedaron allí. El sol se escondía tras los árboles del Bosque Prohibido, que podían ver por encima de los techos de cristales de los invernaderos.

Harry terminó con su escoba y la dejó a un lado. Entonces algo captó su mirada en el suelo. Saliendo por una rotura en la piedra del suelo junto a sus pies, había una sencilla y única flor de seis pétalos blancos sobresaliendo desde la parte del medio de una ramita verde. El niño estiró la mano para arrancarla de la grieta en el suelo, y se la quedó mirando de cerca.

-Es muy bella, ¿no crees? -susurró.

Hermione alzó la mirada de su libro para ver a qué se refería, y adoptó una expresión pensativa y seria.

-Es una flor de asfódelo -dijo de inmediato-. Un miembro de la familia de las liliáceas. La reconozco por las hojas largas y delgadas, los capullos en la parte alta del tallo, la flor que crece inusualmente en su mitad y por las líneas gruesas en medio de los pétalos. Son muy utilizadas para la elaboración de pociones. Creo haber visto muchas de ellas en uno de los invernaderos de los alumnos mayores. Posiblemente alguna semilla haya volado hasta aquí. Se utilizan fundamentalmente en pociones herbovitalizantes, por lo que se las relaciona con efectos relajantes y estimulantes.

Harry lucía muy impresionado.

-Vaya, Hermione, nunca dejas de sorprenderme. Si fuera profesor, le daría unos doscientos puntos a Gryffindor ahora mismo.

Ella se sonrojó.

-Es muy bonita, además de todo eso -Harry se acercó la flor y la olfateó-. Y huele rico.

-Mmm, pues si empiezas a sentirte más relajado de lo normal, ya sabes por qué ha sido.

Harry sonrió y le tendió la flor.

-Ten, para ti.

Eso hizo que Hermione se ruborizara aun más. Tomó la flor y los dos niños de doce años quedaron mirándose a los ojos, mientras una brisa les agitaba el cabello y el dorado sol de la tarde caía de lleno sobre ellos.

-Gracias, Harry. Que lindo de tu parte.

Él empezó a estrujarse las manos entre sí, nervioso.

-Oye, me alegra que hayamos tenido más tiempo para pasar juntos últimamente.

-¿A qué te refieres? -preguntó ella, poniéndose nerviosa también.

-El año pasado fue todo una locura en mi vida. De pronto descubrí que era un mago, y que existía todo este mundo, y encima de todo la extraña historia familiar que llevaba detrás… Y para colmo al empezar Hogwarts, sin conocer nada de todo esto -señaló alrededor, al castillo que se alzaba sobre ellos-, de pronto ocurrió todo lo de Quirrell y Voldemort…

-Si, lo sé -coincidió ella, mirándolo fijamente a los ojos-. Me ha ocurrido algo muy similar, ¿sabes? Sin la parte de ser famosa y tener una historia relacionada con la muerte del Innombrable, claro, pero también crecí con muggles como tú, y el año pasado tuve que enfrentarme con todo este nuevo mundo. Y fue maravilloso, claro que sí, pero al mismo tiempo fue aterrador, ¿no lo crees?

-¡Sí! -coincidió él, feliz de que ella entendiera tan bien a lo que se refería-. Muchas cosas nuevas ocurriendo todas al mismo tiempo…

-No creo haber sido plenamente consciente de lo que estaba pasando en mi vida -dijo Hermione, sumida en pensamientos, pero sonriendo al mismo tiempo-. Era como un sueño…

-¡Exactamente como un sueño! -dijo él, asintiendo rápidamente.

-Pero ahora que todo se ha calmado, y que este año, por suerte, no ha ocurrido nada extraño como el año pasado, se siente diferente…

-Sí, es exactamente lo que digo. Ahora que estamos teniendo un año tranquilo de Hogwarts, de la forma en la que se supone que debería ser, y que la gente se ha acostumbrado a mí y nadie me mira raro por haber sido "el Niño que Sobrevivió" o esas cosas que no dejaban de decirme el año pasado… y ahora que somos solo unos estudiantes normales de Hogwarts yendo a las clases y disfrutando de las tardes como esta, bueno…

-Se siente bien -finalizó Hermione, sonriéndolo y mirándolo.

-Sí, se siente bien -Harry asintió y le devolvió la mirada-. He tenido mucho tiempo para pensar, ¿sabes?

-¿Pensar? -la voz de la pequeña Hermione salió muy aguda, y ella trató de esconderlo acomodándose el cabello y mirando hacia otro sitio-. ¿Pensar en qué?

-Bueno… -Harry parecía estar juntando muchas fuerzas para expresarse-. Tú y yo… Somos amigos, ¿verdad?

Aquel comentario provocó que el rostro de Hermione quedara completamente rojo al instante.

-¡Claro que sí! -dijo ella, con una risa muy nerviosa-. ¿Por qué me preguntas eso?

Harry se miraba las manos, como si temiera mirarla a ella en cambio.

-Es que pensé que, quizás, podrías aconsejarme sobre algo que me ha estado pasando…

-Sí, claro -dijo ella muy rápidamente-. Dime, ¿qué pasa?

Él tardó en responder, y finalmente soltó:

-Es que me gusta alguien.

-¿Te gusta alguien…? -a Hermione le falló la voz-. ¿Una chica, dices?

Los nervios entre ellos eran tan evidentes como si hubiera un Troll de las mazmorras sentado en esa fuente, en medio de ambos.

-Sí -dijo él, finalmente, con esfuerzo.

-¿Quién? -preguntó Hermione, que lucía tan impresionada por el repentino comentario como si alguien acabara de anunciarle que al día siguiente les tomarían los MHB y los ÉXTASIS al mismo tiempo.

Harry pareció querer responder, pero era como si las palabras se le atoraran todas juntas en la garganta.

-¿La conozco? -ahora Hermione apretaba la flor de asfódelo de tal forma que se le cayeron algunas hojas. Su rostro estaba pálido.

-Sí, la conoces -dijo él, finalmente, cuando consiguió hablar.

-¿Y cómo es?

-Es… Es muy linda -empezó Harry, sin dejar de mirarse las manos-. Y muy buena persona, sobre todo.

-Eso es… importante.

-Sí, claro.

-¿Qué más?

-Es muy inteligente.

-¿De verdad?

-Sí, mucho. La mejor de la clase, de hecho…

Llegados a ese punto, Hermione empezó a agitarse. Un calor había subido por su cuerpo, paralizando sus extremidades.

-Así que esta chica… te gusta mucho… y necesitas un consejo.

-Es que no sé cómo decirle lo que siento… Hemos sido amigos mucho tiempo, y temo que cuanto más tiempo pase sea más difícil decirle lo que siento realmente por ella… Y siento que, si no lo hago ahora, quizás ya no pueda hacerlo después, ¿sabes?

-Mmm… ¿Y siempre sentiste esto… por ella?

-Sí, siempre -dijo él, retorciéndose los dedos por los nervios-. Desde el día en que la vi por primera vez.

-¿Y cuándo fue eso?

-Hace más de un año… en el Expreso de Hogwarts.

Hermione se estrujaba el cabello ahora, mientras se mordía los labios. El tono rojo en su rostro no se iba.

-Quizás debas decirle lo que sientes entonces, Harry… Creo que tienes razón… Cuanto más tiempo pase, más difícil será… Si es que son tan amigos…

Harry alzó la mirada y se quedó mirando el horizonte, más nervioso de lo que hubiera estado en su vida. El único sonido era el del chorro de agua de la fuente, cayendo tras ellos.

-Es que es muy difícil… -murmuró Harry, evitando a toda costa el contacto visual.

-Tú eres muy valiente -susurró ella, también sin mirarlo por nada del mundo-. Y creo que, quizás… Quizás ella sienta lo mismo… Pero posiblemente no sea capaz de decírtelo… Tal vez ella no sea tan valiente como tú… Y sería una pena que ninguno diga sus sentimientos, ¿sabes?

Harry cerró los ojos y respiró hondo. Entonces volvió a abrirlos y trató de hacerlo, trató de ser valiente. La voz le temblaba cuando dijo:

-Eres tú, Hermione.

Muy lentamente, sintiendo cómo su corazón golpeaba con furia contra su pecho, empezó a girar la cabeza hacia ella. Cuando sus ojos finalmente se encontraron, ambos lucían tan aterrados como si Voldemort acabara de salir del agua de la fuente tras ellos, agitando una varita mágica.

Ninguno dijo nada. Siguieron mirándose hasta que se volvió insoportable. Ambos estaban completamente ruborizados.

-¿Yo? -susurró Hermione por fin.

Él asintió.

-Sí, así es…

-¿Yo te… te gusto…? ¿A ti, Harry?

Él volvió a asentir.

-Sí, me gustas -le dijo, con más esfuerzo del que jamás hubiera tenido que poner para decir tres palabras en toda su vida-. Me gustas mucho, desde el día en que te conocí… Y creo que jamás me habría animado a decírtelo si no fuera por estos últimos días… Por haber pasado tanto tiempo juntos, quizás… Y porque no ha habido cosas extrañas sucediendo a nuestro alrededor, distrayéndonos…

-¿Es decir que solo te has dado cuenta de que te gusto porque no has tenido otra cosa que hacer?

-¡No! No es eso lo que… No, quiero decir que siempre me sentí así, hacia ti, pero el año pasado era muy fácil ignorarlo y tratar de fingir que éramos solo amigos… Con todo lo que estaba pasando, fue una especie de excusa para mí… Me daba miedo decírtelo, ¿sabes?

-Sí, te entiendo -dijo ella entonces, para su profundo alivio. Su rostro había pasado del rojo al blanco, y al rojo de vuelta, y ahora estaba pálido otra vez. Respiró muy hondo, abrumada. -Vaya… No me esperaba esto.

Harry la miraba con su corazón palpitando a toda velocidad, muerto de nervios.

-¿Y qué dices…? ¿Qué piensas…?

Hermione pareció querer hablar, pero luego se quedó en silencio. Luego se puso a jugar con las páginas de su libro, doblando las esquinas… Y luego, finalmente, volvió a mirarlo, mordiéndose los labios. Entonces se le escapó una sonrisita, y Harry sintió que su alma abandonaba su cuerpo. ¿Era eso algo bueno o algo malo?

-Pienso que… -ella parecía sumida en profundos pensamientos. Se tomó una eternidad para responder, una eternidad que Harry sufrió muchísimo por dentro. Finalmente dijo: -Pienso que siempre sentí lo mismo por ti.

Se quedó mirando el piso, apretando sus piernas con sus manos con mucha fuerza.

-No pensé que fuera mutuo… -susurró entonces ella.

-¿De verdad? -Harry sentía una mezcla de emociones tan intensas como si el Troll imaginario entre ellos acabara de darle un garrotazo en la cara-. ¿Sientes lo mismo?

Ella lo miró, y finalmente los ojos de ambos quedaron conectados, ganándole a los nervios. Y Hermione asintió, con valentía.

Hubo un silencio larguísimo que Harry se preguntó si era o no incómodo. Pero, por algún motivo, no se sentía apropiado romperlo tan pronto.

-Entonces… en ese caso… -Harry luchó por encontrar las palabras otra vez-. ¿Quizás… te gustaría…?

Tenía que decirlo de una vez.

-¿…Quieresserminovia?

Hermione se quedó un poco boquiabierta y con una expresión que quizás fuera de confusión. Harry había hablado tan rápido que temió que no lo hubiera oído y tuviera que repetirlo. Pero entonces, cambiando la cara, ella sonrió y se sonrojó una vez más. Y entonces asintió, y había felicidad en sus ojos café.

-Sí, quiero ser tu novia.

Ambos se acercaron lentamente al otro. Harry apoyó una mano sobre la de ella, que estaba sobre el borde de rocas de la fuente. Respiraban con mucha dificultad.

De forma lenta y suave, acercaron sus rostros y apoyaron sus labios juntos. Fue apenas un pequeño beso, un roce entre sus labios; para luego apartarse rápidamente, más avergonzados y nerviosos de lo que hubieran estado jamás.

Y se quedaron allí, sosteniéndose las manos y mirándose de forma intermitente.

Y ambos volvieron a reír otra vez, exactamente igual a como lo habían hecho antes, al bajar de la escoba; como si aquello hubiera sido otro vuelo por los cielos del que ambos acababan de bajar, otra vez a salvo luego de atravesar los cielos a toda velocidad; otra vez habiendo salido ambos con vida de una situación cercana a la muerte, una situación de vértigo extremo.

Ginny atravesó los corredores con determinación y firmeza, sus ojos fijos al frente y el rostro serio y duro. Iba sola. Cruzó aquel desierto pasillo del séptimo piso y, en la pared justo al frente del tapiz de Bárnabas el Chiflado, cerró los ojos y se concentró.

De pronto, se materializó una puerta en frente de ella, salida de la nada misma. La niña de once años entró por ella a la Sala Multipropósito y empezó a recorrer hilera tras hilera que subía hasta el altísimo techo con pilas de objetos y más objetos antiguos, olvidados, perdidos en generaciones anteriores de estudiantes de Hogwarts a lo largo del tiempo…

Mientras acariciaba el diario de Tom Riddle en su mano, recorrió un viejo mueble con la mirada. Había una especie de tiara o diadema descolorida en él. Ginny siguió buscando con la mirada en el mueble, y entonces bajó la vista hacia el diario, donde acababan de aparecer unas palabras:

Abajo, Ginny, en el segundo cajón… Allí hallarás mi antigua arma de la que te hablé. Allí encontrarás uno de mis más antiguos secretos, escondido tantos años atrás, en mis épocas de Hogwarts…

Obediente, Ginny abrió el segundo cajón del armario, y metió la mano en él. Entonces sacó de allí una larga daga de hoja curva, que lucía muy afilada y terminaba en una temible punta. Sostuvo el arma en su mano, observando la filosa hoja que subía haciendo zig-zag. Era hermosa y terrible, un arma diseñada para hacer el mal.

Es para ti, amada mía.

La inscripción acababa de aparecer mágicamente en las páginas del diario.

Para ti y nadie más. Para que cumplas tu destino. Para que te conviertas en mi más fiel seguidora, Ginny. Con ella, podrás hacer la justicia que tanto estás necesitando, y dejarás de ser la más pequeña de una familia abusiva que te considera el eslabón más débil. Dejarás de ser la menos importante de un montón de magos que no son capaces de ver la grandeza que hay en ti, de la forma en que yo la veo…

Ginny sostuvo la daga con firmeza en su mano, y aquel brillo rojo apareció en sus ojos, apoderándose de ella con violencia, al tiempo que la gigantesca sala a su alrededor parecía oscurecerse de pronto, como si una espesa nube hubiera cubierto temporalmente el sol…

Con ella, Ginny, te guiaré hacia tu destino. Solo debes prometerme aquello de lo que hemos hablado…

Y entonces Ginny sonrió de una forma lúgubre.

-Sí, claro -le susurró al diario casi con diversión, como si aquello fuera un juego-. Lo prometo, Tom. O más bien, lo juro. Juro solemnemente que mis intenciones no son buenas.