Disclaimer: De Horikoshi todo, excepto los OCs que no se reconozcan.

¡Ya llego! Me he hecho de rogar, sorry :P

¡Como siempre, muchas gracias a todos, todas y todes por leer y comentar! Sobre todo a los guest, que no puedo responderos individualmente. Me hacéis una gran compañía semana a semana.


UNA OPORTUNIDAD (PARTE II)

—¡No nos mate, por favor! —El hombre suplica prácticamente de rodillas, mientras su mujer, unos pasos detrás de él, abraza protectoramente a su hijo y trata de retroceder en vano, porque ya ha topado con el coche en el que han llegado, sin lugar por dónde huir. El niño no es muy pequeño: aunque aún tiene rasgos infantiles, su rostro comienza a mostrar los ángulos propios de la adolescencia y sus extremidades son largas y parecen un poco desmadejadas por el crecimiento acelerado y descompensado de la pubertad.

—¿Dabi? —pregunta Iguchi, apareciendo tras él, cargado con los brazos llenos de paquetes de comida y mantas. Lleva atada a la espalda la enorme espada que se fabricó—. Ya tengo todo. Incluso he cogido un par de mantas. ¡Oh!

—Parece que no estamos solos —dice Dabi, sin apartar la mirada del hombre, esbozando media sonrisa y señalando teatralmente con una mano hacia la familia que observa, aterrorizada, el aspecto macabro que las deformidades físicas de ambos deben ofrecer en la oscuridad nocturna.

Ha sido Iguchi quien ha escogido el objetivo. Se trataba de procurarse comida y ropa de abrigo, como han estado haciendo durante los días anteriores, no de realizar un atentado que llame la atención y llene los informativos, que todavía están hablando del ataque a los pueblos de un par de días atrás. All for One había tenido razón: no hay mejor altavoz para dispersar tus ideales que hacer que nadie ose no hablar de ti. Una estrategia sin fallas, porque el número que montaron ha sido lo suficientemente sonado como para no poder pasar desapercibido si el gobierno hubiese intentado silenciarlo y, como no ha sido así, tan relevante como para que se repitan en horarios de máxima audiencia, una y otra vez, los mensajes grabados a fuego en los toriles.

La casa está a las afueras del pueblo, un tanto apartada de todas las demás. Estaba vacía y sus ventanas apagadas cuando han llegado. Iguchi ha forzado la cerradura en escasos segundos y, mientras él entraba a conseguir los víveres y suministros que necesitan, Dabi se ha quedado en el jardín exterior, contemplando las estrellas del cielo despejado con la excusa de vigilar. La habilidad de Iguchi para apenas encender luces mientras saquea y la vestimenta oscura de Dabi, que camufla su silueta en la penumbra, han hecho que, cuando los propietarios han regresado a la casa, no hayan sido capaces de ver la situación y de dar media vuelta a tiempo. Seguramente, una familia que ha creído que estaría más segura en la residencia de verano que en la ciudad donde vivan, a juzgar por el abultado equipaje que viaja en la parte superior del vehículo.

«Mala suerte», piensa Dabi, un tanto hastiado. Habría preferido una incursión limpia, sin tener que mancharse las manos, y regresar cuanto antes al refugio para comer.

—El coche que ha sonado hace un rato, ¿verdad? —Dabi asiente a la pregunta de Iguchi, que aprieta los dientes en un gesto de desagrado. A él tampoco le agrada el imprevisto—. No has dado la voz de alarma.

—No me ha parecido que hubiese ningún peligro —niega Dabi con voz suave, sin desviar la mirada de los ojos fascinados del niño que, semi escondido detrás de su madre, es incapaz de apartar la vista de él. Supone que sus cicatrices y la piel requemada de su rostro tienen un efecto hipnótico, pues lo ha pillado mirando también sus brazos—. Simplemente alguien ha tenido la mala suerte de volver a casa en el momento equivocado.

—¡Déjenos ir! ¡Da igual lo que hayan cogido, no nos importa! —suplica el hombre una vez más. Dabi resopla, asqueado por la actitud servil, y por el rabillo del ojo ve que Iguchi le dirige una mirada dubitativa—. Incluso nos parece bien.

Iguchi chasquea la lengua. Es cruel y disfruta haciendo daño a los héroes, lo ha visto en más de una ocasión, pero parece más fastidiado por el inconveniente de que la familia haya llegado en un momento tan inoportuno que airado y dispuesto a masacrarlos. De todos los que seguían a Stain antes de unirse a la Liga de Villanos, siempre ha sido el que más ha acercado su filosofía y ha tratado de imitar al Asesino de Héroes. A diferencia de él, Dabi no siente remordimientos a la hora de matar y Toga encuentra placer bebiendo la sangre de otras personas. El encierro de la última década ha acentuado esa sed y, en la incursión a Okinawa, Dabi ha podido verla saciar sus apetitos de manera descontrolada, con la cordura, ya escasa desde el principio, bailando en un filo tan delgado como la de Bubaigawara. A este, de hecho, la filosofía le da lo mismo. Está en la Liga por la amistad que le une a ellos y estaría dispuesto a cualquier cosa por esa amistad. Y a Dabi eso le resulta muy confiable. Mucho más que cualquier código de honor heróico.

Aunque las referencias a Stain se han reducido en los últimos años, All for One ha hecho suya parte de su filosofía. Conseguido el objetivo de eliminar a All Might de la ecuación, sus promesas hablan de instaurar una sociedad donde los héroes no tengan cabida y todo el mundo pueda disponer libremente del uso de sus Dones, incluso librándose de ellos u obteniendo otros gracias a All for One. Está bien por Dabi, que considera, al contrario que Iguchi o el mismo Stain, que pueda haber héroes legítimos. Todos son falsos, empezando por el antiguo número uno, Endeavour, hasta el que ha descubierto que es el actual, reconociéndolo con sorpresa como el niñato que secuestraron y que desató la batalla de Kamino.

—¿Crees que Stain seguirá encerrado en Tártaro? —pregunta Dabi, ignorando los gritos suplicantes del padre de familia, curioso. Pensar en su ídolo lo ha hecho recordar que quizá todavía haya una oportunidad de ofrecerle la oportunidad de predicar su ideología cuando todo haya terminado.

—No lo sé —responde Iguchi, desconcertado. Frunce el ceño y Dabi asiente, pensativo, al ver que para Iguchi también es algo que le suscita nuevos planteamientos—. Asaltar la cárcel cuando nos hayamos hecho con el poder en el país será pan comido. All for One los liberará a todos para recuperar a sus leales, supongo.

—Sí —murmura Dabi, con la mirada perdida. A él le da lo mismo si All for One se hace con el poder o quién gobierne. Tanto mejor si es All for One, podrá medrar más fácilmente. Lo más importante es terminar de una vez por todas con la sociedad de héroes, completando lo que dejaron a medias hace más de una década y después ya irán viendo. Y, para él, eso pasa, ha pasado siempre, por destruir a Endeavour como cabeza visible de ese circo.

—¿Nos vamos? —pregunta Iguchi, echando otro vistazo a la familia.

Dabi ve piedad en sus ojos. Curiosamente, al final es el más humano. Toga habría querido probar su sangre. Bubaigawara los habría reducido inmediatamente ante el temor de que diesen la voz de alarma y atrapasen a Iguchi. Shigaraki los reduciría a cenizas con indiferencia. Y Dabi… Dabi sólo tiene un objetivo: Endeavour. La piedad no tiene cabida entre su motivación. La familia no son héroes, es obvio. Ni siquiera han intentando defenderse, utilizar sus Dones. La mujer ha tratado de llamar por teléfono para pedir ayuda, la ha visto, pero no hay cobertura y por eso la ha dejado hacer. Iguchi no debería tener nada en contra de ellos y, dado que no han intentado hacerles daño, comprende que no tenga especial inclinación por matarlos.

—Sí —contesta finalmente Dabi.

—¿Qué hacemos con estos?

—Da igual. —Dabi se encoge de hombros.

—¡No hemos hecho nada! ¡No diremos nada a nadie! —suplica el hombre, que comprende que están hablando de su situación—. Llévenme a mí, si quieren, pero no hagan daño a mi esposa y mi hijo. Ellos no han hecho nada.

—¿Llevarte? ¿Querrías siquiera venir con nosotros? —pregunta Dabi, divertido. El hombre hace un gesto de desconcierto—. ¿Qué Don tienes?

—Puedo… puedo… —Mueve sus manos, creando un pequeño destello de luz que se concentra en una forma animal que corre en el aire durante unos segundos—. Es sólo una ilusión. A los niños les divierte, pero…

—Por eso no has intentado tomarte la justicia por tu mano —deduce Dabi, asintiendo de nuevo—. Un Don inútil en una sociedad de héroes.

—Ninguno de nosotros tiene un Don útil. Ni siquiera nos llamaron para el reclutamiento que hicieron contra vosotros. Tampoco habríamos aceptado —se apresura a aclarar, ansioso. Dabi ladea la cabeza y entrecierra los párpados, escuchando con interés—. Nuestra intención era dejar que todo pasase. Para nosotros… esto es una mierda también. No somos héroes. No soy un héroe, pero por favor, no mates a mi familia.

—Calla —dice Dabi, interrumpiéndolo. La constante palabrería del hombre no le deja pensar y hay muchas cosas interesantes en lo que ha dicho.

El hombre palidece, pero el niño, al que Dabi no ha dejado de observar de reojo, parece más fascinado que otra cosa. No es aprensión al verlo, sino admiración. El plan de All for One funciona: hay gente interesada en ellos y no de una forma negativa. Se pregunta qué Don tiene el muchacho que no puede utilizar. O si su esperanza reside en obtener uno que sí sirva para algo. O librarse de uno que lo incomoda.

—Estoy seguro… —Dabi sonríe, paladeando sus palabras y, sin apartar la vista del chaval, dirige la mano hacia la casa. Las llamas azules de su mano, gracias a la altísima temperatura, prenden en las partes combustibles con facilidad. El calor es asfixiante, incluso a varios metros de distancia, pero el niño no ha apartado la mirada de Dabi, muy serio—. De que habrá gente dispuesta a escuchar que la Liga de Villanos os dejó vivir. De que el mensaje de esta casa ardiendo llegará a las personas que creáis más conveniente. Y quizá, algún día las cosas cambien para mejor, ¿verdad? —El hombre asiente, patético, pero el chaval sonríe levemente. En sus ojos se reflejan las llamas de la casa, pero también la esperanza. Se vuelve hacia Iguchi—. Vámonos.

Iguchi le sigue en silencio, mientras tras ellos la casa aún crepita en el fuego. Tendrán que caminar un largo trecho hasta llegar al punto de encuentro donde Kurogiri los recogerá en breve. El resto de ellos están en otros puntos del país. Para dar la sensación de omnipresencia, All for One ha querido que saqueen los recursos que necesiten para alimentarse y mantenerse de diferentes sitios, en lugar de ir aprovechando el trayecto hacia la ciudad de Tokio, su objetivo principal.

«Despistaremos a sus oteadores y vigilantes que pretenden mantenernos controlados, podremos atacar por sorpresa si vemos la oportunidad de hacerlo y mandaremos un mensaje: la Liga está en cualquier parte y los héroes son incapaces de protegerlos», ha dicho, mostrándose satisfecho con los resultados de los informativos. Las apariciones por distintos puntos del país, gracias a un Kurogiri ya recuperado, les está permitiendo estar en todas partes a la vez y en ningún sitio, saqueando, incendiando y desintegrando. No han vuelto a detectar ningún objeto que los siga y, por fin, Dabi tiene la sensación de estar llevando la delantera.

—Nunca habría pensado que llegaría el día en que te vería mostrar piedad —murmura Iguchi cuando llegan al punto de encuentro.

—¿Piedad? Mataría a mi propio padre sin sentir una pizca de remordimiento —responde Dabi, riéndose quedamente—. No, he visto la mirada de ese niño y he escuchado lo que el imbécil decía. Muy interesante, por cierto. El plan está funcionando. Los héroes no son capaces de protegerlos ni de adelantarse a la Liga, pero algunas personas son capaces de ver que pueden tener un futuro mejor bajo el mando de All for One.

—Es importante que se corra la voz —responde Iguchi, asintiendo.

—Creo que hoy hemos averiguado más que eso —responde Dabi, sonriendo enigmáticamente ante la mirada inquisitiva que le dirige Iguchi.

Dabi tiene un buen presentimiento, por primera vez desde que salieron de Gunkanjima es gato y no ratón. Han pasado casi quince años desde la última vez que lo intentaron y hasta ahora tenía la impresión de que iban dando palos de ciego. Pero ahora tiene un cabo del que tirar, e intuye que puede deshacer toda la madeja fácilmente.

Mientras esperan a Kurogiri, contemplan a lo lejos el resplandor de las llamas titilar. A pesar del tiempo que ha transcurrido, no ha aparecido ningún héroe a auxiliar a la familia, lo cual refuerza el plan de All for One. El fuego azul se ha convertido en un mensaje a esa familia, al pueblo donde está, al mundo que lo verá por televisión cuando sea demasiado tarde para salvarla: los héroes no pueden combatir a la Liga de Villanos. Igual que las cenizas de aquellos lugares que Shigaraki estará destruyendo en ese preciso momento.

—La gente acabará aceptando el cambio de las cosas —dice más para sí mismo que para Iguchi—. Unos porque no les quedará más remedio, como la mujer que intentaba proteger a su hijo; otros por miedo, como el hombre incapaz de utilizar su Don para nada útil y provechoso, obligado a ser un esclavo de un sistema donde héroes aprovechan sus Dones para adquirir fama, dinero y prestigio; y otros, un número cada vez es mayor, lo harán por convicción. —Ha podido verlo en los ojos de ese niño ya no tan niño y en la admiración con la que lo ha mirado, sin miedo. Sólo ansias de libertad y decepción con el sistema que le rodea, ambas emociones muy similares a las que él tenía con su edad.

—Por supuesto —asiente Iguchi. Cuando Kurogiri aparece para recogerlos, Dabi sonríe ladinamente. Ha llegado el momento de mover otra ficha y All for One estará encantado de hacerlo gracias a la información que le llevan.

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No lo oye entrar. Está tan concentrado en el diminuto objeto que tiene en el soporte de trabajo, que no oye el ruido de la puerta ni los pasos de Dynamight hasta que este deja caer la bandeja que lleva en las manos encima de la mesa de metal pulido, armando un escándalo que sobresalta a Izuku y le hace soltar el diminuto destornillador que tiene en la mano.

—No has ido a cenar —le reprocha Dynamight, muy serio y con cara de enfado.

—Lo… lo siento… yo… No tenía mucha hambre. —Izuku se sonroja, sin saber qué decir. Trabajar en el taller le ha ayudado a disipar el resto de rabia y dolor por las palabras de Dynamight en el entrenamiento y a no comerse la cabeza con la ansiedad de preguntarse cómo de enfadado y decepcionado está el héroe con él, pero también ha desobedecido una orden directa y es consciente de ello.

—Dije que puedes utilizar el taller tras la cena —dice Dynamight, enfatizando sus palabras. Tiene el ceño fruncido y el tono de su voz es brusco—. No puedes saltarte los horarios o la gente se preguntará dónde estás. Se supone que nadie debe saber que te hemos dado permiso para utilizar un taller o todo el mundo querrá sus propios privilegios. Os han reclutado para servir de carne de cañón, no de ingenieros. Da igual, olvida lo que he dicho. La cuestión es que no puedes estar aquí durante la cena, ¿has entendido?

—Sí. Lo siento mucho, de verdad. No volverá a ocurrir —repite Izuku una vez más, cabizbajo. Dynamight sigue enfadado, al menos tanto como en el patio de entrenamiento, lo que hace que Izuku se muerda el labio, preocupado. No quiere perder el privilegio de trabajar en el taller y tampoco exacerbar el cabreo del héroe. Todavía teme que se dé cuenta de que ciertamente no tiene ningún Don, útil o no, y deje de perder el tiempo con él, como ha amenazado esa tarde.

—No puedes saltarte las comidas tampoco si quieres tener fuerzas para aguantar el entrenamiento —añade Dynamight en un tono un tanto más suave. Al levantar la mirada, avergonzado, Izuku descubre un destello amable en los ojos rojizos del héroe, que ha relajado el rostro, aunque conserva la expresión seria. Empuja la bandeja con la cena hacia Izuku—. Deja eso para más tarde y cena.

—¡Sí! —asiente dócilmente Izuku, que no desea enfadarlo de nuevo, apartando el soporte donde está trabajando a un lado y acercándose a la bandeja para comer.

—Está frío, pero te jodes, haber ido a la cena como debías —dice el héroe cáusticamente, haciendo que Izuku sonría por el comentario. En realidad, la comida está tibia. Y con apenas una cucharada, su estómago ruge, recordando de pronto el hambre que tiene. Curioso, Izuku se fija en que Dynamight, en lugar de irse, acerca uno de los taburetes regulables en altura y se sienta junto a él sin dejar de observarlo. Izuku también lo mira de reojo. Dynamight todavía está serio, pero ya no hay rastro de enfado.

«No puede estarlo», piensa mientras come. El héroe ha notado su ausencia en la cena, ha cogido una bandeja para él y se la ha llevado al sitio donde nadie sabía que estaba. «No es algo que haría alguien que realmente está enfadado con otra persona». Abochornado y secretamente complacido a partes iguales, Izuku reprime el impulso de preguntarle si eso significa que ya le ha perdonado por no haber estado a la altura en el entrenamiento. Conoce ya lo suficiente al héroe como para saber que eso sólo haría que le respondiese con una tanda de exabruptos más.

—Muchas gracias de todos modos —murmura Izuku. El héroe, aún sentado a su lado, mira a su alrededor con interés, girando levemente el asiento del taburete a un lado y a otro.

—Ni se te ocurra darlas. Lo he hecho porque no quiero que mañana por la mañana te desmayes en el entrenamiento —gruñe Dynamight. Izuku asiente y come con apetito. El héroe señala el minúsculo dispositivo que hay en el soporte—. Eso no es tu guante. ¿Es parte del mecanismo de…? No. Más bien parecen…

Desde que ha entrado, ha tenido la esperanza de que el héroe no pregunte al respecto o que asuma que se trata de parte del diseño de los guantes, porque no está seguro de tener permiso para trabajar en algo que no sea mejorar estos para poder entrenar mejor. Sin embargo, el héroe es inteligente y, aunque no ha terminado la frase, Izuku no tiene dudas de que ha identificado perfectamente lo que es. Al fin y al cabo, lo lleva en los oídos constantemente.

—Protectores auditivos —admite Izuku al final, comprendiendo que Dynamight está esperando a que se lo confirme.

—¿Por qué? —Izuku se encoge de hombros, sin saber bien qué contestar. Decir que los guantes no parecen tener mucho margen de mejora y que por eso su creatividad ha preferido trabajar en otras cosas no parece la mejor idea en este momento—. Ni se te ocurra tomarme por un idiota. ¿Por qué estás trabajando en unos protectores auditivos similares a los míos, nerd?

—He… he observado que con los tuyos te cuesta escuchar las conversaciones cuando los llevas puestos. En el círculo, cuando entrenamos —explica Izuku, sonrojándose—. Disipan muy bien el ruido y amortiguan las vibraciones que pueden acabar dañando tu oído interno, pero dificultan tu comunicación el resto del tiempo. Y claro, necesitas ponértelos como parte de tu equipamiento normal, no puedes parar a quitarlos y ponerlos antes de soltar una explosión. De hecho, es raro que nadie antes haya notado nada al respecto porque…

—¡Estás murmurando! ¡Deja de murmurar! —exclama Dynamight. Izuku se calla al instante, recordando que es una de las cosas que ha dicho que no le gustan de él y temiendo haberlo molestado de nuevo, pero Dynamight parece más interesado que disgustado—. Más despacio, joder. ¿De dónde has sacado el protector?

—De… De ningún sitio. —Izuku está perplejo, no entiende la pregunta.

—Es uno de mis protectores. —Dynamight rebusca entre sus bolsillos, sacando dos de ellos y mostrándoselos en la palma de la mano—. De algún sitio debes haberlo sacado para poder manipularlo.

—¡Ah! No, no. Lo he fabricado —aclara Izuku. Dynamight frunce el ceño, incrédulo, así que Izuku se apresura a aclarar sus palabras—: En realidad, no es exactamente como tus protectores, porque el diseño del prototipo está mi casa, así que he tenido que rehacerlo de memoria, pero creo que he recordado todos los elementos que tenía. Además, es obvio que al diseño de los que tú llevas les han hecho cambios, es normal, porque el mío era demasiado tosco y poco profesional, pero creo que he podido…

—Lo has fabricado… ¿Ahora? —pregunta Dynamight. Izuku asiente, mordiéndose el labio—. ¿Qué es eso de que el diseño del prototipo está en tu casa?

—El prototipo lo diseñé yo. Fue el primer trabajo profesional que hice, de hecho. Lo envié a tu agencia y unas semanas después me pagasteis por él a pesar de que no lo habíais solicitado ni yo le había puesto precio —dice Izuku antes de caer en la cuenta de que el héroe puede recordar su nombre real y descubrir el engaño. Su estómago se agarrota durante unos segundos, pero a Dynamight no parece importarle demasiado el dato.

—Recuerdo aquello, una asistente entró con el sobre en la mano, diciéndome que debía ver lo que contenía —asiente Dynamight—. La verdad es que fue muy útil. Después de probarlo en un entrenamiento, lo enviamos a Detnerat para que lo revisasen, terminasen de adaptarlo y pasase todos los controles de seguridad. ¿Dices que has reproducido el prototipo de memoria?

—Sí. —El calor inunda la cara de Izuku al ver el gesto involuntario de admiración que cruza el rostro de Dynamight durante un instante—. Quería saber si puedo mejorarlo y que te sirva para escuchar una conversación en un volumen normal sin que pierda prestaciones.

—¿Eso es posible? —Dynamight vuelve a fruncir el ceño, pero esta vez es un gesto de curiosidad. Izuku se sorprende de lo bien que ha aprendido a leer las facciones del héroe, mucho más diversas que las que utiliza en su faceta profesional, en apenas unos días.

—Creo que sí. —Izuku aparta la bandeja de comida y acerca el soporte para situar el prototipo entre ambos. Tras ayudarle a colocarse la lupa de aumentos que utiliza él habitualmente, le señala a Dynamight los diminutos componentes que forman la estructura interna—. En realidad, debería bastar con introducir suficientes canales que procesen el sonido. Eso los hará un poco más sofisticados y frágiles ante golpes o agua, porque se asemejarán más a un audífono de los que utilizan las personas sordas, pero supongo que eso no es un problema, porque los otros también podían estropearse tras una pelea.

—Canales que procesen cada sonido por independiente.

—Así es —asiente Izuku—. Ahora mismo este tiene apenas 16 canales, pero creo que podría introducir hasta 32 o más. Eso sí, al contrario de los que tienes ahora, habría que ajustarlo a la forma específica de tu oído medio, pero eso es algo que se puede hacer con un molde de silicona. Hace falta introducir un sistema de ventilación, pero creo que bastaría con agujerear la carcasa que lo recubra. También ayudaría que pudiese ver qué cambios metieron en la agencia a mi prototipo que…

—¿Puedes detectar esos cambios sólo con el protector? ¿Sin planos? —pregunta Dynamight, interrumpiéndolo. Izuku asiente y el héroe le tiende sus dos protectores, que Izuku se apresura a recoger—. ¿Qué es eso de la forma de mi oído?

—Espera, puedo mostrártelo. —Izuku se levanta y trastea entre las estanterías de material hasta hallar lo que busca: un bote con una pasta de textura parecida a la plastilina. Hábilmente, con la costumbre de utilizar taburetes similares en la universidad, Izuku hace que el asiento de Dynamight descienda lo más abajo posible, dejando por primera vez la cabeza de Izuku a la misma altura que la del héroe, cuyas rodillas rozan su pecho ahora que está prácticamente acuclillado—. Ladea un poco la cabeza. No te preocupes, no te dolerá, es algo que se utiliza para hacer moldes para cualquier dispositivo acoplado al cuerpo.

—Me da igual si duele, puedo aguantar perfectamente —alardea Dynamight, pero hace lo que le pide.

—Sólo notarás una presión incómoda —asegura Izuku, poniendo los ojos en blanco ante la bravata.

—Da igual —masculla el héroe, determinado a tener la última palabra.

Incluso sentado es casi tan alto como Izuku de pie, pero puede trabajar cómodamente. Dynamight no vuelve a decir nada más, dejándose hacer tranquilamente, sin perder la calma. Izuku prepara la pasta, que ya ha manipulado en varias ocasiones en clase, la introduce en una gruesa jeringa sin aguja y, lentamente, lo inyecta dentro del oído del héroe tras haber introducido un pequeño algodón en primer lugar con ayuda de unas pinzas estrechas y largas. Satisfecho porque Dynamight le ha dejado hacer sin desconfiar ni preguntar por cada uno de los pasos del procedimiento, sonríe ampliamente.

—Hay que esperar unos segundos a que se endurezca. —Dynamight asiente. Izuku vuelve a sentarse en su taburete, dándose cuenta de que ahora parece más alto que Dynamight, pero este no parece tener interés en regular de nuevo la altura del suyo—. ¿Cómo lo hacías para comunicarte en las misiones? Sé que en la agencia sueles trabajar solo, pero tienes asistentes, está la policía, otros héroes…

—¿Cómo conoces tan bien mi forma de trabajar? —pregunta Dynamight, resoplando con aire divertido.

—Yo… lo he visto por la televisión, en los informativos… Ya sabes, lo normal.

—Lo normal. —La mirada de Dynamight se desvía significativamente a la bolsa deportiva de Izuku, que no ha recordado en devolver a la taquilla de su dormitorio la noche anterior. Luce los colores de Dynamight y su diseño delata que ni siquiera es de sus primeras etapas como héroe, la ha comprado recientemente. En realidad, es una de las favoritas de Izuku, por eso habría preferido no traerla al complejo.

—Me gusta Dynamight —admite Izuku en un murmullo

—Das mal rollo sabiendo tantas cosas, nerd. Puede dar la impresión de que eres un acosador, joder.

—Lo siento —se disculpa Izuku, mordiéndose el labio inferior. A veces se le olvida que la gente no está acostumbrada a su particular obsesión por los héroes.

—Aunque a mí lo que me parece es que eres un pequeño friki —añade Dynamight, haciendo que Izuku resople con una carcajada involuntaria—. Aunque trabajo mayormente solo, mis asistentes ya me conocen. Nos organizamos bien, trabajar juntos nos hace entendernos fácilmente. Tenemos un código de gestos para ciertos movimientos básicos, como indicar hacia dónde voy a girar o cosas así. Ellos están más para que yo no tenga que preocuparme de lo que dejo atrás que otra cosa. Me daba problemas sobre todo al hablar con la gente de a pie que rescatamos, así que ellos se suelen encargar de esa parte.

Agradeciéndole con una sonrisa que haya respondido a su pregunta, Izuku le retira con cuidado el molde del oído mientras habla. El héroe no añade nada más, así que Izuku trabaja en silencio, tecleando las instrucciones en una de las impresoras en tres dimensiones que hay en el taller para que fabrique la carcasa a medida y extrayendo el chip del prototipo inicial en el que estaba trabajando para intentar reprogramarlo en el ordenador. Examina detenidamente los protectores que utiliza Dynamight actualmente y los compara con su prototipo, cerciorándose de que su modelo tiene todos los elementos básicos y de que no ha habido modificaciones sustanciales. Dynamight lo observa trabajar sin decir nada durante casi dos horas que a Izuku se le pasan en un suspiro. Casi se ha olvidado de la presencia del héroe cuando la impresora da un pitido, anunciando que la carcasa del dispositivo está lista. Izuku le sonríe mientras se levanta, preguntándose si realmente considera interesante lo que está haciendo o sólo quiere ver los resultados cuanto antes.

—¿Quieres probártelo? —le propone tímidamente. Dynamight, que le ha seguido con la mirada cuando se ha levantado, asiente. Izuku aplica una ligera capa de vaselina al protector y luego se queda mirándolo, indeciso, sin saber si el héroe quiere probar a colocárselo él mismo o prefiere que lo haga Izuku—. Es… es para que se deslice mejor. No necesitarás hacerlo las próximas veces, la propia cera del oído hará de lubricante —tartamudea torpemente.

—Haz lo que tengas que hacer y pónmelo —ordena Dynamight, impaciente.

—¡Claro!

Aprovechando que Dynamight no ha subido el taburete, Izuku se inclina hacia él y le introduce el audífono en el oído. Da un paso atrás y observa cómo Dynamight mueve la mandíbula en un gesto de molestia.

—Es mucho más invasivo, sí —admite Izuku, temiendo que el héroe no quede contento con el resultado—. Al adaptarse a tu oído, lo sella prácticamente del todo, aunque he dejado un pequeño orificio de ventilación. Es probable que tengas la sensación de no oír bien, pero es una ilusión de tu cerebro, deberías poder escuchar perfectamente. Claro que no tengo manera de comprobarlo, necesitaríamos una audiometría y para ello hace falta…

—Me acostumbraré. Si funciona, claro —dice Dynamight de manera tajante, interrumpiéndolo—. Dame uno de los tapones antiguos para el otro oído. Izuku obedece, comprendiendo qué desea hacer y lamentando que no se le haya ocurrido a él. El contraste entre un oído y otro es una de las formas más fáciles de percibir la diferencia.

—¿Qué tal me oyes?

—Parece que bien —dice Dynamight muy despacio, casi silabeando las palabras, al contrario del torrente explosivo con el que suele hablar. Levanta la mano e Izuku, adivinando qué va a hacer, se tapa los oídos, aunque no sirve de nada, porque la explosión es ensordecedora.

—¿Funciona? —pregunta Izuku intentando disimular su ansia.

—Funciona —asiente Dynamight, sonriendo. Izuku casi se queda sin aliento al verlo. Habitualmente, las sonrisas del héroe son una herramienta más para provocar o para jactarse, pero esta es una sonrisa sincera, satisfecha, no simplemente mostrar los dientes como un perro a punto de lanzarse sobre su presa—. ¿Podrías fabricar el del otro oído?

—Sí, pero habría que pasar un proceso de certificación profesional, del que yo no dispongo. Claro que se podría enviar a tu agencia como hice con el prototipo anterior, o mandarlo a Detnerat y que sean ellos quienes lo perfeccionen y lo adapten a tus necesidades concretas tras un estudio exhaustivo que…

—¡Para de hablar!

—Lo siento. Es que es sólo un prototipo, no deberías usarlo a la ligera, además, estoy seguro de que se puede ampliar el número de canales, seguro que puede admitir 24 o 32 con apenas unas modificaciones que…

—¿Puedes hacerlo o no? —pregunta Dynamight de forma tajante.

—Tardaría otro par de horas. Menos, en realidad, ahora que sé qué tengo que hacer, pero la impresora no puede trabajar más deprisa porque… Claro, lo mejor sería hacerte el molde del otro oído ya, y así la impresora puede trabajar desde el primer momento y que el tiempo se aproveche mejor y…

—Hazlo. —Izuku, sin poder evitarlo, suelta una carcajada. Dynamight no le está dejando acabar ninguna frase y, cuanto más habla, más chispas echa por los ojos. El ambiente se relaja aún más y el propio Dynamight suelta una carcajada a bajo volumen, casi como un ladrido de perro.

—De acuerdo. ¡Sí! Voy a ello. —No ha terminado la frase y ya está preparando un nuevo trozo de material para hacer el molde y repite la operación con el otro oído de Dynamight. Este no vuelve a hablar hasta que está tecleando en el ordenador las instrucciones para la carcasa.

—¿Qué vas a hacer con tus guantes? —Por primera vez en todo este rato, Izuku lo ve consultar el reloj. No es excesivamente tarde, la noche anterior todavía trabajó una hora más, pero probablemente todos los demás reclutas están en los dormitorios ya, durmiendo. Y el audífono le va a llevar otras dos. Por lo menos.

—La verdad es que no puedo hacer mucho con ellos. —Izuku baja la cabeza, avergonzado por tener que admitirlo—. Ya lo estuve comprobando ayer, durante varias horas, de hecho. Intenté canalizar mejor la fuerza, pero no he notado demasiada diferencia hoy. Creo ya funcionan todo lo bien que pueden hacerlo. Lo… lo siento. La verdad es que soy… —Por un momento, Izuku se siente tentado a decir la verdad, sin embargo, algo que todavía duele en su interior, algo que lleva muchos años enquistado, que vuelve a él de manera constante incluso en la universidad y ahora, cada vez que se enfrenta a Dynamight en el patio de entrenamiento, le impulsa a susurrar la palabra que más odia en el mundo—: Tenías razón. Soy un inútil.

—Yo he dicho eso, ¿verdad? —Izuku asiente, un poco abrumado por los inquisitivos ojos de Dynamight. Este se toca el oído donde tiene el audífono puesto—. No me parece que hacer esto sea de ser un inútil.

—Supongo que es para lo único que sirvo.

—¿Lo único? Nadie, ni siquiera yo, pensó nunca que unos protectores para mis oídos fuesen necesarios hasta que llegó un paquete a la agencia con ellos. —Dynamight acaricia distraídamente el audífono, ladeando la cabeza, concentrado en cómo percibe los sonidos a través de él—. Ni siquiera es necesario que me los quite, ¿verdad? Puedo llevarlos todo el tiempo.

—Correcto. No tienes que parar a ponértelos si hay un improviso, porque filtran todos los sonidos fuertes —asiente Izuku, antes de pensar en algunas posibilidades más. Sin dejar de hablar, sigue trabajando en el otro audífono sin distraerse—. Aunque deberías tener cuidado hasta que estén bien testeados. Quizá un bocinazo de camión, el sonido de un tren o un frenazo sean filtrados y no los oigas. Podría ser peligroso.

—Ya habrá tiempo de perfeccionarlos —asiente Dynamight, acercándose más a él y observando con curiosidad cómo mueve Izuku los dedos hábilmente a pesar de lo pequeño que es el audífono—. Ahora es mejor centrarse en ser prácticos, la Comisión es muy optimista si cree que la Liga de Villanos va a dejarles margen de movimiento. Lo del otro día sólo ha sido un aviso.

—¿Iba en serio? —pregunta Izuku. Dynamight levanta las cejas, exasperado, e Izuku comprende que una vez más, parte de la conversación se ha quedado en su cabeza—. Lo de que somos carne de cañón.

—Sí. Joder, sí, claro que sí —suspira Dynamight, frustrado, al ver que a Izuku no se le ha escapado ese detalle—. O supongo que así es en la práctica. Pero yo creo que podéis ser algo más que carne de cañón para que la Liga tenga caos en lo que los héroes trabajamos. Eso sería contraproducente, tener un montón de extras entrando en pánico alrededor de un montón de gente especializada en utilizar sus Dones para combatir, detener o apoyar en peleas contra villanos es mala idea.

»Además, no son villanos de poca monta, precisamente. Hablamos de gente que fue juzgada como criminales de guerra. Internados en una prisión aparte del Tártaro por su peligrosidad. No te has enterado porque no has estado en la cena, pero hoy han informado de que están atacando varios puntos del país, con tácticas de guerrilla. Han destruidos casas, matado gente. No tienen escrúpulos para conseguir lo que quieren. Y quienes crean en su discurso de libertad están mordiendo un anzuelo muy peligroso.

—Por eso nos estás entrenando tanto. No quieres que seamos un estorbo ni tampoco carne de cañón —comprende Izuku, lamentando las noticias que cuenta Dynamight. Se muerde el labio, pensando en que todo parece un desastre fuera de esas cuatro paredes y rezando porque su madre siga a salvo.—. ¿En las otras unidades de reclutamiento también lo están haciendo, entonces?

—No lo sé, sinceramente —reconoce Dynamight, más para sí mismo que para Izuku—. No nos han dado instrucciones concretas, sólo nos han cedido materiales, recursos e instalaciones casi infinitos gracias a Detnerat. Aquí estamos unos cuántos héroes que tenemos experiencia con All for One y sus secuaces, pero no sé qué panorama hay en otros sitios.

—¿Quiénes? —pregunta Izuku, intrigado, mirándolo de reojo antes de volver a concentrarse en la lente de aumento para seguir trabajando.

—Shouto, Endeavour, Best Jeanist, Fat Gum y los héroes de su agencia… Unos cuantos. Sí sé que Best Jeanist se está centrando en otros aspectos importantes, apoyo logístico y esas cosas, y que Shouto y yo hemos elegido personas que tenéis características más ofensivas o aplicables en un campo de batalla.

—No sabía que Shouto y tú os llevarais tan bien. —La mirada burlona de Dynamight parece llamarle friki, igual que antes—. Quiero decir, en la televisión se te ve un tanto… bueno, no muy simpático con él.

—Fuimos juntos a clase en la U.A.

—Eso sí que lo sé —presume Izuku, mordiéndose el labio—. Aún recuerdo vuestro combate en el festival deportivo de vuestro primer año.

—Harías bien en no volver a mencionarlo delante de mí si quieres seguir con vida. —Izuku lo mira con curiosidad, pero un destello bromista en los ojos de Dynamight lo delata—. Nos llevamos bien, pero tenemos una forma peculiar de demostrarlo. Supongo que sí, que somos amigos. Hemos entrenado mucho juntos y colaborado en varias ocasiones. Tenemos filosofías parecidas, de ahí que ambos nos estemos centrando en entrenaros lo mejor y más rápido posible.

—Siento mucho que te hayas equivocado conmigo. En lo de elegir gente con características ofensivas —murmura Izuku, lamentándolo sinceramente. Su sueño de ser un héroe, una vez más, se ha dado de bruces con la realidad de ser un lastre respecto a sus compañeros.

—No creo haberme equivocado contigo —niega Dynamight. Izuku lo mira, sorprendido—. El primer día fuiste el único capaz de hacerme frente mínimamente. No te acobardaste cuando me viste encima de ti, pensaste rápido, utilizaste los recursos que tenías a tu favor.

—Pero mi Don…

—El Don no lo es todo. He visto personas con Dones muy frágiles o que no valían una mierda convertirse en héroes muy competentes. Hay algo más que un Don detrás de un héroe. —Izuku se queda en silencio, trabajando para así no tener que mirar a Dynamight y poder ocultar sus emociones. Internamente, agradece sus palabras. Las necesitaba más de lo que esperaba y sabe que Dynamight es alguien cuyos elogios son escasos y contados.

—Siempre he sido un inútil —murmura finalmente, con voz ronca—. Desde el jardín de infancia. A mí alrededor florecían decenas de Dones que molaban un montón y yo… —duda un segundo, intentando concentrarse para no delatarse sin querer—, mi Don no hacía nada llamativo, no hacía nada relevante. Quería ser un héroe como All Might, rescatar a la gente con una sonrisa y tranquilizarla diciendo…

—Todo está bien, porque ya estoy aquí. —Izuku lo mira de reojo. Dynamight vuelve a sonreír, esta vez con algo de nostalgia—. No eres el único fan de All Might en esta habitación.

—Pero no fue posible —continúa Izuku—. La U.A. me rechazó en el programa de héroes, a pesar de que yo, en ese momento, quería ser uno más que nunca. —No menciona que una de sus inspiraciones en aquel tiempo era precisamente Dynamight, a quien admiraba por su tenacidad, valor y ganas de ser el número uno—. Pero mi Don seguía siendo inútil. Y así me lo hacía saber todo el mundo a mi alrededor: compañeros del colegio, del instituto, de la U.A, incluso familiares o desconocidos.

—¿Te llamaban inútil? —pregunta Dynamight, entrecerrando los ojos con sospecha. Izuku se encoge de hombros, asintiendo a medias.

Esa palabra había dolido muchísimo, durante muchos años. Cada «inútil» se clavaba como un dardo en el alma de Izuku, que utilizaba ese dolor para espolearse e intentar llegar más y más lejos, pero nada bastaba en una sociedad donde sin un Don eras poco menos que una persona. Entrar en la U.A. había sido un pobre consuelo, pero no había conseguido borrar de él el estigma de no tener un Don, sobre todo después de que todo el mundo se enterase de ello. Incluso ahora, cuando Dynamight lo llama inútil, a pesar de Izuku que sabe con certeza que no se está refiriendo a su falta de Don, sigue doliendo en el momento de escucharlo hasta que lo racionaliza. Tragando saliva para contener sus emociones, rompe el silencio que se ha hecho entre ambos.

—Un… alguien… un chaval de la escuela, da igual, creyó que era gracioso escribir mi nombre… un nombre con el que me llamaban a menudo —se apresura a explicar, dándose cuenta de que Hisashi e Izuku son dos nombres diferentes que no cuadrarían con lo que va a contar—. Creo… No, en realidad estoy seguro de que lo hizo sin ser consciente de las consecuencias, pero en seguida el resto de la clase empezó a escribirlo mal adrede, para formar la palabra Deku, «inútil», con él y así reírse de mí. No me quité el apodo de encima hasta que entré en la universidad, porque en la U.A. se enteraron también. Hatsume cree que fue el mismo chico, que estudiaba en el departamento de educación general, pero yo… —Izuku niega con la cabeza. Shinsou nunca había vuelto a utilizar el apodo de Deku para referirse a él y en la U.A. había mirado con reprobación a los compañeros que sí lo utilizaban. A Hatsume suele frustrarle que lo defienda en las escasas ocasiones en las que sale el tema, pero Izuku está convencido de que el chico no pretendía que ocurriese todo aquello.

Un pesado silencio se instala entre ambos y sólo se oye el ruido de la impresora trabajando y el de las herramientas de Izuku. Este intenta enjugarse las lágrimas que amenazan con derramarse de sus ojos disimuladamente, sin atreverse a mirar a Dynamight para averiguar qué está pensando, así que se concentra en lo que está haciendo. Ninguno habla, pero no es un silencio incómodo, sólo que hay una brecha entre ambos que Izuku no sabe bien cómo salvar. Además, es consciente de que parte de esa brecha es que sabe que ha omitido un detalle muy importante: percibir el no tener Don como algo vergonzoso es algo que está arraigado muy profundamente en la sociedad; Dynamight seguramente habría sido una de esas personas que lo habría despreciado por ello.

Sin romper el silencio, Izuku extrae la carcasa de la impresora y monta el audífono. Tras él, siente a Dynamight levantarse del taburete y colocarse justo a su espalda, mirando por encima de su hombro cómo trabaja. Izuku intenta ignorarlo, concentrándose en lo que está haciendo para no cometer ningún error, pero una parte de su mente se niega a ignorar que tiene al héroe casi apoyado en su espalda, observando minuciosamente cada uno de los movimientos de sus dedos. Cuando termina, se vuelve para dárselo, pero Dynamight no retrocede y ambos quedan cara a cara.

—Está… está listo —susurra Izuku, sosteniendo el audífono entre los dos a modo de barrera de seguridad, no muy seguro de qué pretende el héroe con esa mirada penetrante de ojos entrecerrados que parece querer leerle hasta el alma.

Dynamight lo ignora durante unos segundos, sin apartar sus ojos de los de Izuku, hasta que finalmente coge el audífono lentamente, rozando deliberadamente la punta de los dedos de Izuku durante un segundo más de lo estrictamente necesario. O quizá, piensa Izuku, es sólo que se lo está imaginando y es su cerebro falto de horas de sueño el que se está imaginando toda la situación. En cualquier caso, no consigue hacer pasar saliva por el nudo que tiene en la garganta hasta que Dynamight, finalmente, se aparta de él para colocarse el audífono en el oído y probarlo.

—Esto es talento —dice Dynamight ladeando la cabeza para escuchar atentamente y asintiendo, satisfecho con el resultado—. Puedes hacer cualquier cosa que te propongas. Estoy seguro de que encontrarás la forma de hacer que tu Don sea útil. Pero, en cualquier caso, siempre tienes esto —señala los guantes de Izuku, pero este comprende que habla en general de su capacidad para diseñar y crear objetos de apoyo— y nadie puede arrebatártelo, así que sigue trabajando. Estaré pendiente de ti, porque sé que antes de que llegue el momento de salir en busca de esos imbéciles y pararlos los pies de una vez por todas, habrás sabido encontrar la forma de demostrarme que todo lo que esos extras decían de ti eran idioteces.

—¡Sí! —susurra Izuku, emocionado. Las palabras de Dynamight le han llenado el pecho de ánimo y ganas de seguir probándose a sí mismo. Oírle decir que no es un inútil y que tiene talento, de boca de alguien que escatima los elogios como si le costasen miles de yenes, le ha llegado dentro. Mirando los guantes de soslayo, tiene una idea—. Quizá sí hay algo que pueda hacer para mejorar los guantes…

—Eso es lo que quería oír —asiente Dynamight, levantándose y tratando de contener, sin éxito, un bostezo—. Pero yo me voy a dormir, no suelo acostarme tan tarde. Un sueño reparador es la clave de un héroe despierto y activo. Sea lo que sea, ya me lo enseñarás mañana y practicaremos para que funcione. O pasado, deberías descansar si mañana quieres rendir en el entrenamiento, porque no te pienso conceder ni un respiro. Si no quieres ser un inútil, entonces te haré trabajar el doble para que demuestres al mundo entero que no lo eres —le dice ya desde la puerta.

—¡Sí! Gracias, Dynamight —murmura Izuku, sonriéndole a modo de despedida.

—No me llames así —dice Dynamight, apoyándose en el quicio de la puerta—. Además, ese no es mi nombre de héroe completo.

—¡Lo sé! ¡Lo siento! —dice Izuku, confundido—. Tu nombre de héroe completo es Dios de la Gran Explosión Asesina Dynamight, pero pensé…

—Katsuki —lo interrumpe Dynamight antes de que pueda embalarse de nuevo, poniendo los ojos en blanco—. Me llamo Katsuki Bakugou, pero llámame Katsuki.

—De… de acuerdo —tartamudea Izuku, tratando de no emocionarse demasiado.

—Cuando estemos con los demás, el Dynamight seguirá bastando. Uno tiene que mantener las apariencias. —Con otro destello divertido en la mirada, el héroe se marcha, cerrando la puerta suavemente tras él.

—Katsuki —susurra Izuku, para sí mismo, maravillado. Paladea el nombre. Ya lo conocía, por supuesto, pero nunca se le habría ocurrido dirigirse a él con su nombre, o su apellido siquiera. Es casi una falta de respeto hacia un héroe de la categoría de Dynamight. Lo repite un par de veces más, sonriendo como un idiota, antes de alcanzar los guantes y empezar a estudiarlos para ver si puede aplicar la idea que ha tenido.


NdA. Me encanta este tropo de los nombres, sí, jajaja.