«¿Por qué el amor, con la venda en sus ojos puede siendo ciego imponer sus antojos?»
—Romeo Montesco.
Ese día Jia se había levantado muy temprano; tanto que los primeros retazos de luz de sol apenas estaban aclarando el cielo tiñéndolo de un púrpura reluciente y más arriba de un azul profundo, asimismo aún habían algunas estrellas asomándose de manera débil y la poca luz hacía más profundo el tinte verde azulado oscuro que tenían los árboles. El ambiente estaba como para hacerle una pintura pero Jia no había salido de su cálida cama nada más para observar el paisaje.
Había salido para buscar respuestas, necesitaba encontrar al pequeño Sasuke Uchiha y preguntarle un par de cosas.
La verdad es que una parte de ella le gritaba que no tenía que hacer esto ahora, después de todo se trataba de un pequeño niño que había vivido una experiencia cuando menos, traumática. Todo lo descorazonador que podría ser haber visto a tus propios pares bañados con su sangre y lo que era aún peor, verlos morir a partir de la espada de tu hermano mayor. Ella, una total desconocida que no tenía nada que ver con él o siquiera sus más cercanos —porque dudaba que hubiese sido cercano a su hermana— interrogándolo sobre su familia recién perdida y echando sal a la herida, su sensatez y moralidad le gritaban que tenía que esperar. Esperar al menos unos días a que el pobre chiquillo asimilase un poco más de lo que había sucedido.
¿El problema? Que Jia era impaciente cuando se trataba de estos temas, sabía que era insensible de su parte ¡Tal vez incluso se estaba comportando de manera maquiavélica! Pero necesitaba respuestas, Mei parecía estar perdiéndose más a cada minuto en que no actuaba, su mirada perdía más brillo con cada día y lo más alarmante para la joven era que estaba dejando de comer. Su prima estaba atravesando sola aquél estado catatónico y Jia, sabiendo lo que el sentimiento de pérdida es capaz de hacer para distorsionar la mente de una persona... No quería ni pensar en su querida prima desapareciendo.
Se juró a sí misma que cuando encontrase al chiquillo sobreviviente trataría el tema con la mayor delicadeza posible; intentaría ganarse su confianza antes de tocar ese tema tan sensible, sólo le preguntaría lo necesario como si alguna vez había conocido a Shisui, si había visto a Mei junto a él y esas cosas. Procuraría no hablar de Itachi, ella...
—¡Ah!
—¡Aléjate monstruo!
—¡Quiere robar!
La línea de pensamientos de la joven Ling se vio truncada por esas voces, cargadas de desprecio y terror por parte de los aldeanos, Jia se acercó con velocidad al lugar de procedencia de aquellos gritos. Creyó que se trataba de un criminal, un ladrón o tal vez un AMBU abusando de su poder. Pero el que estaba recibiendo semejantes insultos no era nada más que un niño pequeño de cabellos rubios brillantes al igual que sus ojos azules, que aunque estaban llenos de lágrimas permanecían entrecerrados en una mirada endurecida. Trataba de hacerse el fuerte ante el rechazo masivo que se había vuelto una lacerante costumbre para él.
Jia nunca terminaría de comprender cómo podía no ser desgarradora esa escena para esa gente que tanto se empeñaba en espantar al pobre niño.
—Disculpen —llamó llamando la atención del grupo de adultos y del pequeño, unos indiferentes y el otro expectante, como si esperara que la fémina le tuviese piedad y le defendiera—. Comprendo que tengan sus problemas personales con el niño por muy incomprensible que sea a mi punto de vista, pero creo que si no ha hecho nada malo no tienen por qué ahuyentarlo de su puesto.
La pareja de propietarios que había comenzado con todo aquél zaperoco la miró como si le hubiese salido un hongo en la cabeza.
—¿Acaso no lo sabes? ¡Este demonio trataba de robarme!
—¿Seguro? —replicó Jia— Porque que yo sepa él estaba dispuesto a comprar con su dinero, aunque no tenía —luego la joven de ondulados cabellos negros azulados comenzó a chasquear su lengua en actitud reprobatoria— ¿Tan grandes como están y rechazan inmaduramente a un niño por causas personales? ¿No dice ese dicho de que el cliente siempre tiene la razón o lo que es al menos la cortesía básica?
Algunas de las personas que se habían limitado a observar el lío con los vendedores y el pequeño rubio comenzaron a reírse de un modo que intentaba ser disimulado, no así con el niño de ojos que directamente se reía de las caras de los propietarios quienes ridiculizados por una joven apenas saliendo de su adolescencia, sólo podían fulminar con la mirada a Jia, enrojecidos casi hasta la frente.
No contenta con eso, Jia se acercó al puesto sacando su cartera y fijando su mirada en los múltiples juguetes que se exhibían en el carrito que les servía de stand. Señaló con el dedo un gran peluche en forma de conejo de color marrón.
—¿Cuál es el precio de ese conejo? —preguntó la esbelta joven.
Viendo las expresiones endurecidas de la pareja, como reacios a atenderla, ella volvió a decirles.
—Supongo que ahora desean echarme por lo que les dije, si es así me iré sin decir nada ya que no quiero peleas —la joven hizo una pausa—. Pero les estarán dejando en claro a las demás personas que observan que no son capaces de mantener la formalidad y tratar a todos sus clientes por igual.
—Cuesta... veinte yenes —masculló en respuesta el hombre mientras su pareja bajaba el conejo muy a regañadientes. Jia mostró una sonrisa victoriosa.
—Lo compro —dijo con simpleza— ¡Muchísimas gracias!
Luego de haber comprado el conejo y tras mandarle una mirada "amable" a los propietarios del carrito Jia se lo entregó al pequeño rubio que no debía tener más de siete años —haciendo que su aversión hacia aquellas personas no hiciese sino aumentar—. Ella se dedicó a caminar a su lado escuchándolo hablar sin parar, apenas se conocían y ya la trataba como si fuese su amiga o algo así... Cosa que no pudo evitar encontrar tierna en lugar de incomodarle o molestarle.
—¡¿Viste sus caras, Nee-chan?! ¡Pareciera que tuviesen diarrea! —exclamó el niño llamado Naruto entre risas
—Lo sé, Naruto-kun. Fue por mí que pusieron esas caras.
—¡Ya era hora de que alguien los pusiese en su lugar! Nunca puedo ni siquiera pasar frente a su carro sin que me lancen cosas y me echen —el niño hizo un puchero, mientras que la Ling sintió como si un puño le atrapase el pecho— ¡Sin dudas usaré eso para molestarlos la próxima vez que los vea!
—No te lo aconsejaría, Naruto-kun —contestó Jia en tono serio que no combinaba con su sonrisa—. Podrías provocar que te metas en problemas aún más grandes.
—¡¿Y eso qué?! —replicó el pequeño, para su corta edad era bastante descarado— Lo máximo que me puede pasar es que el abuelo me regañe, por mucho que me insulten casi nunca me ponen un dedo encima.
—¿Casi... Nunca? —repitió Jia, por ese momento su sonrisa había desaparecido y su rostro se había vuelto indudablemente triste.
¿Por qué ese escandaloso pero aún así tierno chiquitín era así de discriminado y criticado por cosas de las que no tenía la culpa? ¿Qué pecado había cometido?
Pero sus pensamientos fueron rápidamente removidos cuando pasaron junto a un pequeño puerto, y por el rabillo del ojo Jia pudo ver sentado en el borde al chiquillo al que estaba buscando. Al menos uno muy similar a él; los cabellos de cuervo le cubrían el rostro y mantenía los pies colgados del borde del puerto, con la mirada fija en la corriente, una postura demasiado tranquila y reflexiva para un niño de su edad.
«Él vivió una situación que no se le desea a ningún niño. Seguro todavía no lo asimila por completo.» Aquél pensamiento fue bastante fuerte y por un momento la idea de alejarse y dejar tranquilo al pequeño Uchiha acosó su mente de nuevo, al menos hasta que el probable estado catatónico en el que estaba pasase y pudiese darle los detalles que necesitaba.
Pero cabía la posibilidad de que luego no quisiese hacerlo, y la verdad es que no podía culparlo en absoluto.
—¿Nee-chan? —la voz infantil de Naruto la distrajo de su pequeño dilema y viró el rostro para verlo delante de ella, mirándola con una disimulada preocupación.
—Estoy bien, Naruto-kun —dijo al mismo tiempo que volvía a sonreírle, se permitió señalar disimuladamente al niño de cabellos negros— ¿Por casualidad sabes quién es él?
El rubio siguió su mirada y luego de darse cuenta de a quién estaba señalando, Jia se sorprendió al notar como Naruto fruncía el ceño y luego bufaba fastidiado.
—¿Cómo no voy a saber quién es? Es Sasuke Uchiha, el "genio" de la academia y a quien todas las niñas aman. Incluso Sakura-chan —terminó con un gruñido— ¡Pero es un engreído de primera y me trata muy mal! ¡Me llama dobe!
—¿Ah sí? —la joven lo observó a él, luego volvió a observar a Sasuke— La cosa es que necesito hablar con él, sobre algunas cosas.
—¡¿Me estás pidiendo que me vaya, Nee-chan?! —el niño colocó una expresión ofendida que sería graciosa de no ser por la mirada de decepción que tenía, como si ya se lo esperase.
Después de todo, a muy contadas personas les agradaba pasar tiempo con él. El niño demonio, más tiempo de lo estrictamente necesario cabe agregar.
La mirada de Jia se entristeció: —Lo siento, Naruto-kun. Pero es algo muy importante que involucra a alguien muy querido para mí —eso último hizo que la molestia en la expresión del niño fuese reemplazada por curiosidad—. Te prometo que cuando tenga las respuestas que necesito volveré a hablar contigo.
Las últimas palabras y la promesa de la joven de ojos azules fue suficiente para que los ojos de un azul más claro del niño se iluminasen como estrellas, una gran e inocente sonrisa salió en su rostro ante la posibilidad de tener una nueva amiga.
—¿Lo prometes, Nee-chan?
—Lo prometo —repitió Jia sin poder evitar sonreír, enternecida por la expresión ingenuamente feliz que tenía el rostro de Naruto.
—¡Muy bien! ¡Te voy a creer! —el niño se dio la vuelta y echó a correr, aunque se detuvo un momento para despedirse de la mayor con la mano en alto— ¡Adiós, Nee-chan!
—Nos vemos, Naruto-kun —contestó la joven despidiéndose también con la mano, aunque de una manera menos entusiasta.
Una vez el niño desapareció en el camino Jia se giró lentamente para volver a observar al niño en el puerto; con la ya poca luz que mostraba el ocaso acentuando el tono azulado de su corto pelo —un tono de azul más oscuro que el que tenían ella y sus primos— y la mirada fija en sus pies colgando. Una imagen demasiado reflexiva para un chiquillo de su edad que debería estar jugando o corriendo despreocupado de la vida... Claro, su infancia hace unos días estaba perdida, y la infancia perdida no regresa jamás.
Jia decidió acercarse luego de lo que le pareció una eternidad; sus manos sudaban por el simple hecho de hablar con un niño, preguntándose una y otra y otra vez si sería lo correcto, si era el momento.
Pero cuando el niño se giró y sus ojos se encontraron, ya no había vuelta atrás.
—¿Quién eres y qué quieres? —espetó el pequeño Sasuke en un tono demasiado duro o brusco para tratarse de un simple niño.
En respuesta, Jia tragó saliva de la manera más disimulada que pudo y le ofreció una sonrisa amable al niño, procurando ocultar el collar que la delataba como una miembro del Clan Ling para evitar que el pequeño azabache mostrase mayores hostilidades con ella.
—Hola, nene. Sólo... Que te vi solo ¿Dónde están tus amigos?
—No tengo amigos —soltó sin tacto alguno Sasuke, Jia se obligó a ocultar la micro mueca de dolor que se le salió con aquella respuesta.
—¿Y eso por qué?
—A menos que consideres que unas niñas molestas que gritan por cualquier cosa que hago son mis amigas —dijo el niño con un resoplido.
Ese último comentario llegó a hacer reír un poco a la chica de cabellos azulados, y a su vez como contagiado el niño Uchiha sonrió.
—Eres sarcástico, me agrada —dijo la fémina al mismo tiempo que se sentaba en el borde del muelle al lado del niño, colgando sus pies como lo hacía él— ¿Te gusta ver el amanecer?
—Pues... Sí, supongo —musitó el Uchiha, aunque Jia agradeció que ya no se veía tan reacio y tenso como antes.
—¿Por qué estás solo? —repitió Jia.
El rostro de Sasuke se ensombreció antes de replicar.
—Ya te dije, no tengo amigos... Y tampoco tengo familia ya.
Le siguieron uno de esos momentos de silencio terriblemente incómodos que suelen presentarse cuando se toca un tema delicado en una conversación casual. Por un momento Jia quiso fingir ser ignorante de la tragedia y preguntarle a Sasuke qué le había pasado a su familia, pero en primer lugar se sintió mal al dar por tonto al jovencito Uchiha, además de que hacerse pasar por una extranjera podría verse contraproducente y dificultar el que Sasuke le diese respuestas.
Esto que iba a hacer; era injustificable en todos los sentidos.
—Eres un Uchiha ¿Verdad? —dijo suavemente, a lo que el chiquillo asintió sin mirarla, su rostro había dejado de estar en blanco y ahora reflejaba la más profunda tristeza.
—¿Acaso no lo sabías? —preguntó.
—Supe rumores de lo que sucedió con los Uchiha, pero nunca antes te había visto y no tuve en cuenta de que fueras tú —susurró Jia con un tono que reflejaba genuino pesar—. Quisiera decirte que lamento tu pérdida, pero supongo que eso no te hará sentir mejor en lo absoluto.
—Yo diría que todo lo contrario —al mismo tiempo que contestaba una triste media sonrisa se asomó por el rostro del niño.
Un nuevo silencio. En el que ambos se limitaron a observar los últimos retazos que quedaban de luz del sol y la corriente del riachuelo seguir su curso sin descanso alguno, sin ningún otro tipo de sonido que el de sus respiraciones, el agua fluyendo y pasados unos minutos el de algunos grillos. Mientras oscurecía a cada minuto las luces de las luciérnagas y algunas lámparas a la distancia comenzaron a prenderse evitando que la oscuridad total los tragase.
Sería un escenario lindo si no fuera por el aura tan triste que emanaba el chiquillo.
—¿Cuál es tu nombre, nene? —se atrevió a preguntar Jia para romper el silencio, por más que ya supiese la respuesta.
—Soy Sasuke.
—Un placer conocerte, Sasuke-kun —Jia le sonrió, pero casi al instante se volvió a colocar seria—. Sasuke-kun ¿Tú conociste a Shisui Uchiha?
Sasuke al fin apartó la mirada negruzca del agua oscura para cruzarla con la suya azul zafiro, con el ceño un poco fruncido.
—Sí, era mi primo —contestó.
—¿Era? —Jia sintió un escalofrío por su columna, como quien está a punto de oír una terrible, o a lo menos delicada noticia.
—Sí —la mirada de Sasuke se endureció—. Mi hermano mayor lo mató... Antes de eliminar a todo el Clan.
