Disclaimer: Esta historia y sus personajes no me pertenecen. La historia es de WitchyGirl99 y los personajes son de Rumiko Takahashi, yo únicamente traduzco.
Nido de víboras
(Agua)
Sango no pareció notar la tensión en su voz.
—He pasado todas tus reuniones a la semana que viene. Hay dos personas que todavía no han confirmado, pero no debería haber problema. Sigo encargándome del papeleo, pero Kouga dijo que no faltaba mucho.
—Bien, gracias —contestó Inuyasha con los ojos pegados en Kagome.
Miroku se rio.
—Tío, le estás poniendo ojitos a Kagome.
—¡No es verdad! —Y aquel no era un grito de defensa. Era un grito para proteger su ego herido. No tenía nada que ver con el hecho de que posiblemente pudiera haber estado poniéndole aquellos ojos.
No era como si estuviera intentando hacerlo. Kagome simplemente estaba… sonriendo.
Apartándose de él, Kagome se sentó cerca y apoyó la cabeza en su hombro.
—Deberías relajarte más.
—Esto sale de la mujer que no podía respirar bien cuando entramos —soltó Inuyasha en respuesta. Se sentía un poco como un muelle enrollado, listo para arremeter ante la primera señal de ataque.
Kagome se rio ligeramente, asintiendo.
—Touché, supongo que me lo merezco. Sin embargo, soy muy claustrofóbica.
—¿Cómo estás ahora?
Intentando esforzarse por no pensar mucho en ello, Kagome se encogió de hombros y apoyó una mano en su codo. Su cuerpo era como un horno, el calor irradiaba de él hasta su palma.
—Estoy bien. Vamos a salir pronto de aquí, así que estoy esperándolo. Espero que sea pronto.
—Yo también —contestó Inuyasha, mintiendo entre dientes. Él no quería salir. Nunca. Ni ahora.
Kagome suspiró.
—Más vale que sea así, porque sin duda necesito ir al baño. El agua de antes no fue buena idea. No puedo imaginarme cómo no estás danzando.
Frunciendo el ceño, Inuyasha bajó la mirada a la mujer que estaba descansando en su hombro.
—¿Qué?
—Bebiste mucha agua y luego jugamos a aquel juego. —Kagome sonrió pensando en a qué condujo y preguntándose si tal vez las cosas terminarían por progresar fuera del gran cubículo de metal—. Todavía puedo aguantar un rato, pero tú debes de tener una vejiga enorme.
Qué cosa más rara que decir. Inuyasha pensó en ello, dándose cuenta de que sí que había bebido mucha agua.
Y entonces pensó un poco más en ello.
—Joder —murmuró.
—¿Qué pasa? —preguntó Kagome, levantando la cabeza.
Inuyasha quiso descartarlo de nuevo y decirle que no se preocupara. Solo que era todo culpa de ella, para empezar.
—Me has hecho darme cuenta de que tengo que ir al baño. Maldita sea, estaba distraído y ahora vas y lo pintas en color neón.
Kagome al menos pareció avergonzada.
—¿Lo siento?
—Eso no debería sonar como una pregunta.
—Lo siento.
Inuyasha puso los ojos en blanco y finalmente cedió a la necesidad. Con la mano que no estaba siendo retenida por la de ella, le dio una palmadita en la cabeza y la volvió a poner sobre su hombro. Le gustaba que estuviera allí. Su peso era reconfortante, ya que trazaba una conexión que perduraría fuera de su prisión en miniatura.
—Creo que, después de esto, me voy a ir a casa. Tú también deberías tomarte el día libre.
—Como si pudiera —contestó Kagome sin sonar rencorosa, solo como si fuera un hecho—. Hay mucho que hacer y Sesshomaru es un hombre ocupado. Alguien tiene que mantenerlo todo organizado.
—Sobrevivirá.
—¿Quién sobrevivirá? —La profunda voz de Sesshomaru llenó el ascensor y Kagome soltó a Inuyasha bastante abruptamente.
Eso provocó que Inuyasha se portase como un imbécil.
—Tú, si tienes suerte. Sácanos de esta condenada cosa. Haz que el puto lobo haga su maldito trabajo.
Sesshomaru estuvo callado un momento en silenciosa contemplación.
—Estás sentado excesivamente cerca de mi asistente, Inuyasha.
—Puedo sentarme todo lo cerca que quiera, Sesshomaru —contestó Inuyasha, poniendo los ojos en blanco—. ¿Qué demonios quieres?
—Castrarte, pero padre no estaría complacido —dijo Sesshomaru, su voz tenía el mismo tono monótono con el que normalmente decía las cosas—. Kagome, la señorita Yanami es claramente una pobre sustituta de tu ética laboral. No obstante, he conseguido obrar un milagro de nuevo. Cuando salgas de aquí, será como si nunca te hubieras quedado atrapada.
—Por favor, dime que no has despedido a Yura —comentó Kagome con expresión pesarosa—. Hacía bien su trabajo.
—El tuyo no —señaló Sesshomaru.
—Nadie hace bien mi trabajo, excepto yo —contestó Kagome.
Sesshomaru hizo un ruido que fue casi un resoplido.
—No la voy a despedir.
Kagome esbozó una media sonrisa.
—Bien, entonces. Seguiré donde lo dejó cuando acabe esto.
—No, no va a pasar —interrumpió Inuyasha, incapaz de seguir escuchando—. Kagome y yo nos vamos a tomar el resto del día libre, ¿de acuerdo? Esto es traumatizante para ella y como mínimo debería librar este día.
—Inuyasha… —trató Kagome, pero el hombre simplemente puso su mano delante de ella, fulminando con la mirada el altavoz.
—Deja que se tome el día libre, aunque no me lo tome yo. Es una mierda que haya tenido que sufrir toda esa mierda de la claustrofobia y que luego la vuelvas a echar a un nido de víboras con trabajo. Puedes sufrir solo por un día, ¿verdad, imbécil?
—Tus palabras me asombran —comentó Sesshomaru con sequedad—. Si no lo supiera, diría que te gusta. Una pena que ella sea demasiado inteligente para eso y que tú seas un bastardo demasiado patético.
—Me hieres —contestó Inuyasha, el sarcasmo se entrelazaba en su tono—. Maldita sea, Sesshomaru, no seas imbécil.
—No soy nada. Kagome puede tomarse el día libre, pero porque fue decisión mía y no cosa tuya. —Sesshomaru se quedó callado un momento antes de que el altavoz crujiera—. Tengo otros asuntos que atender. Hablaré de los problemas con el señor Matsuno en un momento.
—Gracias —clamó Kagome. Se volvió hacia él cuando Sesshomaru se fue—. Los dos sois raros cuando estáis juntos.
Inuyasha abrió la boca para decir algo, sonriendo en cambio con satisfacción.
—Fui yo el que te dio el día libre, no ese imbécil.
—Lo sé —contestó ella, volviendo a apoyar la cabeza en su hombro.
