Capítulo 18
Con el hallazgo del cuerpo, el chofer rompió el silencio, ofreciéndose a cooperar en la investigación. Con su escaso vocabulario, gesticulaba y asentía a las preguntas del capitán, enredándose en los hechos de, cómo Agatha perdía el sueño con las amenazas de Hannes, del arsénico obtenido con una receta adulterada, hasta del fanfarrón cadete que, entre hipidos y suspiros, acordó transar sus principios por la piel suave de una mujer, y una botella de ron.
La fatídica noche, Hannes había entrado al despacho tambaleándose. Le dijo que saliera, pero él se acercó demasiado a Agatha, mientras su lengua traposa emitía reclamos ininteligibles. El olor a alcohol que emanaba del viejo pareció exacerbar la excitación que recorría el voluptuoso cuerpo de la mujer, sus ojos se enfocaban en él, mirándolo sin pestañear, tenía los puños apretados y la respiración cada vez más agitada, le repitió que saliera. Pero con incredulidad, lo vio tomar asiento dándole la espalda y decir palabras que ella no entendió. Tiritó, pateó con fuerza el suelo, gritó, pero la lengua del viejo seguía llamándola mentirosa. Entonces supo qué debía hacer para callarlo. Giró sin titubear al alzar el pesado candelabro de plata, y asestar el golpe sobre la inclinada cabeza.
Levi abandonó la sala de interrogatorios. En pocos minutos revisaba con su escuadra las denuncias ingresadas en los últimos diez años. Hasta que un satisfecho cadete, le entregó lo que buscaba. La amarillenta hoja del formulario con su correspondiente número de folio, impecablemente redactada y el timbraje azul que decía "Caso Cerrado". Firmaba como responsable el oficial Gergar, del área de ingresos.
Golpeó con el puño la mesa, apartando con brusquedad la silla, sentía su cuerpo arder y salió dando un portazo que soltó los goznes de la puerta. Caminaba con la mirada ensombrecida y todos se apartaban a su paso, escuchándole murmurar acerca del deber y de la ética profesional.
Gergar era hijo y nieto de policías, de carácter indisciplinado y testarudo, cuestionaba las órdenes y los métodos del comandante y de los líderes de escuadrón. No era ningún secreto que se había enrolado porque carecía de carácter para enfrentar a su autoritario padre.
Cuando Levi se plantó frente a él, se levantó atolondrado intentando realizar el saludo militar, mientras sus colegas le miraban de reojo, ya que entre risas y gestos había estado relatando sus últimas proezas sexuales. Miró hacia su compañero como buscando apoyo, se le ocurrió desplazarse alejándose del capitán, pero fue esa acción escurridiza que hizo a Levi tomarlo de la solapa y sujetarlo.
Le pidió entonces que lo siguiera hasta el patio de los naranjos, donde le dio una oportunidad para que explicara los dichos de Harris y cuando lo negó, recibió un primer combo en el rostro, al que le siguieron varios más y una patada en el abdomen, quedando tendido en el suelo. Entonces, Levi lo dejó para ir a hablar con Erwin.
- El castigo establecido para la falta, era de arresto mientras durase la investigación – dijo tranquilo.
-Erwin, transfiérelo a otra unidad. No quiero personal negligente en la comandancia – seguía respirando con fuerza, y lucía desordenado y sudoroso.
Gergar fue dado de baja frente a la escuadra, como un castigo ejemplar. Llevaba en el rostro altivo los cardenales por la golpiza recibida, pero incluso Mike pudo olfatear el alivio en el sujeto. Se marchó de la ciudad, entre gallos y medianoche, renegando de la comandancia y de las estúpidas normas.
-Me han llegado buenos informes acerca de tu trabajo en la hospedería, Sasha. Dicen que el día jueves es cuando más indigentes acuden por la cena.
-Es por el pan, que ahora lo horneamos nosotras.
-¿Fue tu idea? – preguntó Mikasa
-Sí, siempre quise meterme en la cocina de la mansión... pero ya sabes cómo se ponía la señora cuando lo sugería. Pero a la maestra le encanta mi ayuda. Dice que tengo buena mano y…
-Y ? – dijo Mikasa. Pero en ese momento Hangi las interrumpió.
-Es posible que, en poco tiempo, ya no siga en la casa con ustedes.
-¡¿Por qué?! – se alarmaron las dos.
-El programa de acompañamiento tiene un plazo de término, después debo retomar mis tareas habituales, que no son pocas. Sólo recuerden lo siguiente. Tú Sasha, sigues botando cabello en el lavamanos, ¡Mikasa la pasta de dientes… !ah, sí! Anoche mientras dormían, Levi lucía cabreado y es porque mezclaron sus ropas íntimas con las de él – ambas chicas estaban rojas y le rehuían la mirada -Perdón - dijo riendo- pero es muy gracioso. Y sé que él se acostumbrará, pero aún es pronto. De momento, eviten tocar su ropa. Ahora las tres sonreían. Pero Hangi debía tocar también temas no muy alegres.
-Nos enteramos que tu madre le pidió a esa mujer que buscara a Levi, incluso le entregó una dirección. Es una lástima que tus abuelos maternos fallecieran cuando tenías cuatro años.
-¿Y qué hay con mi padre?, ¿mi tío lo conoce?
-Lamentablemente, lo asesinaron antes que nacieras. Pero tienes unos abuelos.
-¿Y a él qué le sucedió? – dijo apenada.
-Pertenecía a un grupo anarquista, era uno de sus principales líderes, hasta que les acusaron de terrorismo de estado. Murió durante una emboscada. Lo lamento – parecía de verdad sentirlo - Pero Sasha tiene unos tíos que viven en la zona rural, que bordea la montaña María. Tienen un terreno pequeño, pero fructífero.
-No quiero saber nada de ellos, ya que nunca me buscaron – dijo rápidamente, sin emoción,
-Recibieron una nota certificándoles de tu muerte y como las tierras aparecieron a nombre de la nueva propietaria, lo aceptaron. Son personas sencillas, sin malicia.
-Aun así, sólo quiero que me devuelvan lo que era de mis padres.
-El tribunal no demorará menos de un año en dictar sentencia.
-¿Usted es la novia del señor Ackeman? – aprovechó de preguntar Sasha, porque les intrigaba el asunto desde hacía rato. Pero esta vez, la comunicativa Hangi enmudeció, y Sasha entendió que había metido la pata.
Hangi se había mantenido atenta a la visita del doctor, pero pasado el tiempo había dejado de esperarlo, y terminó por botar a la basura el frasco de violeta genciana que le regalara para las aftas.
Mikasa acudía al orfanato de la calle Oslo y se le veía bastante orgullosa de la labor que realizaba en el recinto, mientras que Sasha seguía innovando con los platillos del comedor de indigentes. También, había puesto un aviso en el periódico, buscando un profesor de música.
Los funerales del querido maestro Hannes se habían convertido en un evento social porque la noticia hizo venir a gran parte de sus vecinos, el cartero y su señora, el jefe de la estación de trenes, los clientes del casino, sus antiguos compañeros de juerga. Hasta Annie Leonhart había abandonado la mansión para hacerse presente. Parecía que nadie quería perderse la ocasión de despedir al músico, y todos tenían al menos una historia, acerca de algún favor que el difunto les hiciera en vida. Ante la inmensa avalancha de arreglos florales, debieron disponer de dos vehículos de la comandancia de uso exclusivo para trasladar las coronas.
Una banda de octogenarios músicos alegró la monotonía de la ceremonia fúnebre, con el sonido de una antigua marcha de guerra, que solía tararear el difunto al ritmo del piano. El llanto de Elisa se escuchó con una nitidez sobrecogedora, la música había cesado y los empleados del cementerio aparecieron con palas. La multitud se dispersó, hasta que sólo quedaron las chicas junto a Elisa y sus tíos. Se abrazaron las tres con una sonrisa de gratitud antes de separarse.
Desde la mañana del día anterior, Hange no escuchaba cuando le hablaban. Y es que Erwin le había dado la noticia que había esperado con ansias, su proyecto de Dactiloscopia, basado en los coeficientes de correlación, se haría realidad. Sin embargo, no se había sentido tan entusiasmada, sus ojos no brillaron y sus labios sólo mostraron sorpresa. Le pidió la nota como si dudara de sus palabras y se quedó leyendo con expresión aturdida, mientras el comandante la observaba sin poderlo creer.
- ¿Qué ocurre, Hange? – la interrogó como amigo – Pensé que gritarías de emoción ¿No era esto lo que querías?
-Ehh.. si.
-Me has "dado la lata" por años. Decías que esto iba a cambiar para siempre la investigación criminal, que se estudiaría como una nueva ciencia forense.
-Y lo sostengo. Pero, no estaba preparada para irme. Creo que es eso – se había levantado para salir, para alejarse del interrogatorio. Conocía lo entrometido que podía llegar a ser ese sujeto.
Erwin seguía sin apartar su vista de ella, porque sentía que le habían cambiado a Hange, que, a pesar de verse idéntica a ella, mostraba un aire hasta cierto punto sombrío. Y eso le preocupó.
- No estarás enferma, ¿verdad? – Fue lo último que ella escuchó, antes de cerrar la puerta.
Unos días más tarde, Hangi había preparado su maleta, decidida a marcharse. Los últimos meses, sentada junto a las chicas, dándoles recomendaciones que eran como un manual de sobrevivencia para la vida, habían llegado a su fin y ella debía moverse, porque era una mujer de acción. Y una nueva aventura apasionante le aguardaba, aunque su lado menos racional decidiera amotinarse.
Permaneció sentada frente a la chimenea, intentando leer un libro, pero sin pasar de la primera página. Sintió la llave girando la cerradura y se tensó de inmediato, adivinando que Levi acariciaría a Trueno.
-Qué noche tan aburrida, Hangi – dijo colgando el sombrero en el perchero – podía escuchar las carreras de las cucarachas, ¿las chicas están acostadas? – dijo sin reparar en que ella no le había respondido, ni tampoco le miraba.
-Te estaba esperando. Ya terminó mi trabajo aquí, hace quince días que entregué el último reporte. – le puso la mano en el hombro, de manera casual. El notó entonces, la maleta.
- Oye, Hangi – dijo mirándola con incredulidad - no es necesario que te vayas.
-Si lo es – dijo ella – Tal vez las chicas necesitan una figura materna, ya que nunca han tenido una y yo sólo soy una amiga. Además, que yo viva aquí contigo resulta algo ambiguo y te resta puntaje con tus admiradoras. Y quien sabe, también a mí me puede llegar a perjudicar.
-Nadaocurrió – dijo en automático. Las manos le sudaban y el latido de su corazón llenaba toda la sala. Pero ella no escuchaba porque la vio comenzar a ponerse la capa de viaje en marcha lenta. Se acercó más a ella - Hangi, ¿eso que dicen Erwin y Mike, es cierto? - su voz grave y segura, sonaba rápida y atropellada
-No sé de qué hablas, Levi.
-Dicen que tú estás interesada en mi… - lo dijo con su mirada de lince clavada en ella.
-Tienes un enorme ego, lo sabes, ¡verdad? – se le había desfigurado el rostro, haciendo que él se arrepintiera de inmediato. Tomando la maleta, caminó altiva hacia la salida – Nos vemos.
-¡Espera! – alcanzó a agarrarla del brazo, tirando de ella, que le miró sintiéndose confusa. Y esa añorada expresión le animó a arriesgarse, acercando sus labios con algo de brusquedad la besó, invitándola a responder, atrayéndola hacia su cuerpo, afirmando suave pero firme. Y entre la confusión de sentidos, le pidió que se quedara.
La tarde siguiente, llegó el correo trayendo mucha correspondencia para Hangi, y una revista de suscripción para Levi. Aparte de eso, veía una carta para Mikasa, que nunca antes había recibido correspondencia. Así que se encerró en su cuarto para leer tranquila. Era de Eren.
Nota mía, de la escribidora: Ya sé que no es Hange Zoe la mente tras la dactiloscopia, pero me pareció un buen argumento para usarlo en mi historia. Y todas las glorias sean dadas a Juan Vucetich. Sin más que agregar. Lean por favor y si gustan me dejan sus impresiones.
