Capítulo 8: Evaluaciones.


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Nabiki era una chica observadora. Sabía muy bien que muchas de las cosas que solía averiguar de las personas era gracias a que prestaba profunda atención a los detalles que ocurrían a su alrededor. Era algo sencillo en realidad, pensaba la chica, solo debía guardar silencio, escuchar y abrir muy bien los ojos, lo cual era muy fácil de hacer bajo el manto de indiferencia que solía utilizar para conseguir sus fines y propósitos.

Las personas tenían mucha información que entregar, sin percatarse realmente de que lo hacían, solo había que prestar atención. Los gestos, palabras, posturas, incluso el tono de voz, solía ser lo suficientemente delatador, pero también estaban aquellas reacciones involuntarias que solían proporcionar una importante fuente de sincera y directa información: el sudor, el siempre fiel y confiable balbuceo a veces acompañado por un sutil tartamudeo — y como amaba el tartamudeo —, o el pequeño gesto involuntario que todas las personas hacían cuando sabían que no estaba siendo fieles a la verdad. Aquellos gestos eran diferentes en cada persona, y entre más convivía y conocía a la persona en cuestión, más sencillo era para ella identificarla. Por ejemplo, sabía que Kasumi se delataba por pestañar repetidamente antes de excusarse con algún quehacer; que su padre alzaba ligeramente su ceja izquierda; o que el maestro se cruzaba de brazos y cerraba los ojos, generalmente acompañado de una profunda inhalación de su pipa — seguramente para darle tiempo— cada vez que relataba algo absurdo.

Por su puesto que no todo terminaba ahí, atar cabos era también parte de su incansable e inagotable capacidad intelectual. Era lista y lo sabía, y cada vez que alguien se atrevía si quiera a dudarlo, o que intentara engañarla de alguna manera, se encargaba de hacerle saber, que no podía cometer error más grande.

Y esos dos, no serían la excepción.

Habían sido extremadamente cuidadosos, al menos debía concebirles eso. Sin embargo, ella era Nabiki Tendo, y no había cuidado o precaución que pudiera con ella.

No sabía exactamente desde cuándo, o de qué se trataba específicamente, pero algo había pasado entre ellos, y descubrir qué era exactamente, se estaba transformado en un objetivo lo suficiente estimulante como para prestarle su debida atención. No solo porque con saberlo podría ganar importantes y cuantiosas sumas de dinero, sino porque moría de abundante y genuina curiosidad. Además, aún no les había perdonado aquel pequeño triunfo del que habían presumido tan abiertamente después del castigo que habían utilizado a su favor. Aquello había quedado tan claro, como el hecho de que ella se los cobraría.

Así que los observaba, claro que lo hacía, sin embargo, el hacerlo, no resultaba ser un secreto para nadie en realidad y ella podía esperar que ellos tuvieran este pequeño detalle en consideración.

No era extraño entonces, que su rutina no fuese modificada, pues era bastante probable que no quisieran llamar demasiado la atención, después de todo, en casa eran muchos los interesados, y ni siquiera ellos podían ser tan bobos como para exponerse inútilmente.

Había visto como Akane, sin embargo, retomaba su entrenamiento, y ello era algo que había capturado su atención, y es que, de un punto a esta parte, la chica intensificaba sus ejercicios solo cuando era retada, pero aquello solía ser de conocimiento familiar y nadie parecía estar al tanto de cosa semejante. Había notado, además, que Ranma solía acompañarla, y a pesar de que aquello ocurría mucho dentro de la dinámica de la pareja, el tiempo que trascurría para que el chico terminada con un ladrillo, o similar, en su cabeza, se había prolongado considerablemente.

Por su puesto ella había tenido que ir a ver con sus propios ojos que nada extraño sucediera ahí, y se había encargado de visitar sorpresivamente tan exhaustivas tardes de entrenamiento, sin embargo, solo había obtenido un par de buenas fotos de cada uno, mientras realizaban sus ejercicios.

Nada que pudiera comprometerlos.

Pero no tardaría, estaba segura. Había miradas, sonrisas y sonrojos que no habían pasado desapercibidos ante su exhaustiva evaluación. Demasiado sutiles, demasiado pequeños para que el resto de la familia, o alguien más, lo notara aún, pero estaban allí.

Sin embargo, aquello no era prueba suficiente y lo sabía bien. Algo tan sutil, aunque evidente, no convencería a nadie. Después de todo, no era como que aquello no ocurriera nunca. De hecho, aquel o aquella que no hubiera notado tal intercambio entre ellos antes, era porque no quería verlo, simplemente.

Pero además estaban esas pequeñas sutilezas: como el buen humor de Akane; era evidente para ella, que el único que podía lograr aquello, era su prometido. El idiota solo tenía que tener algún detalle amable con ella y la boba de su hermana no dejaba de sonreír, tararear y comportarse como una idiota, y era justo aquello, lo que venía ocurriendo hacía ya varios días. Y luego estaba Ranma, que parecía querer cumplir cada uno de los caprichos o solicitudes de su hermana, en el más extraño y poco recriminatorios de los silencios. Akane parecía haber dominado el espíritu libre de ese condenado caballo salvaje.

Bobos, como si realmente pudieran engañarla. Ambos eran tan fáciles de leer como un par de libros abiertos. Libros infantiles, con muchas ilustraciones y enorme letra, redactado en frases cortas y sencillas.

"He visto como le miras" les había dicho, por separado.

No hubo necesidad de especificar.

Ni cuándo, ni cómo, había sido importante para que cada uno de los objetos de estudio supiera a la perfección a qué y quién se refería. Mientras Akane se esforzaba por ocultar una risa nerviosa antes de un furtivo y pasajero enojo en el que negara todo, enfocándose en regañarla por inmiscuirse en su vida; Ranma se esforzaba por controlar la expansión de sus ojos producto de la sorpresa, antes de hacerse el desentendido y retirarse finalmente del lugar. Sin embargo, ninguno de los dos había podido controlar su sonrojo y Nabiki no pudo más que sonreír al reconocer el gesto delatador e involuntario de ambos, al mentir.

Pero todo había quedado claro cuando Kasumi les había llevado un poco de té, mientras estudiaban en la habitación de su hermana. Akane no había hecho más que mencionar los exámenes para que Ranma aceptara estudiar con ella. Los adultos de la casa habían alentado esta repentina y extraña actitud del poco estudioso joven, por lo que habían velado por un próspero ambiente de aprendizaje en casa en el que las interrupciones no estaban permitidas. Eso, por supuesto, después de espiarlos varias veces tras de la puerta y descubrir desilusionados que efectivamente los chicos si estaban estudiando. El mal humor de la pareja, al notar su comportamiento, había influenciado a que los adultos, finalmente, se portaran como unos, y decidieran dejaros estudiar en paz.

Cuando Kasumi había mencionado llevarles un poco de té, Nabiki había aprovechado de pasar por ahí — casualmente, por supuesto — y observar desde el pasillo, como Akane, sentada en la silla junto a su escritorio, no había levantado la vista de sus libros, mientras que Ranma, sentado en la cama de la chica, cruzaba sus piernas en posición de loto y se concentraba en el libro que tenía en sus manos.

Kasumi había entrado y dejado la bandeja sobe el escritorio, había dado una rápida indicación para que no se durmieran demasiado tarde, bajo la efusiva pero silenciosa respuesta de la pareja, y había salido del lugar, sonriendo y satisfecha, cerrando la puerta tras de sí, bajo la atenta mirada de Nabiki a quien sonríe antes de dirigirse hacia las escaleras.

Su hermana mayor no se había percatado, como ella, de lo incómoda que Akane se veía en su silla, como si se hubiese sentado en ella apresuradamente, o de que el libro que tenía Ranma entre sus manos estaba al revés. De lo inusualmente desordenada que estaba la cama, o de la postura rígida del chico que se esforzaba por ocultar su sonrojo y tal vez, algo más.

Ellos no habían estado estudiando, no lo que aparecía en aquellos libros, al menos.

Ranma y Akane estaban juntos, no había duda alguna, y ahora, estaba muriendo de deseos de obtener al menos una indiscutible y suculenta evidencia, para demostrarlo.

— ¿Hikaru Gosunkugi? — pregunta la muchacha al observar al esquelético estudiante, que parecía iniciar un ritual sintoísta. Llevaba dos velas sobre la cabeza afirmadas por un lazo blanco, mientras clavaba un pequeño muñeco de paja, con una diminuta trenza, sobre el tronco de uno de los árboles de la preparatoria. Nabiki no ubicaba mucho al chico, había tenido que preguntar varias veces para encontrarlo después de divisarlo en el festival deportivo, mientras le sacaba fotografías a su hermana — Nabiki Tendo — saluda, inalterable. El chico, tras golpear fuertemente su mano y callar el grito de dolor que le había significado aquella interrupción, se gira para observar a la chica que lo observaba.

— Y-yo…, sé quién eres — habla nervioso. Claro que lo sabía, como buen admirador de su amada Akane Tendo, debía conocer todo aquello que la rodeara, empezando por los miembros de su familia. Nabiki sonríe.

— Iré al grano, Gosunkugi, no tengo mucho tiempo. Vi que tomabas fotos de mi hermana — explica y observa el sobresalto del chico — las quiero, ya — exige sin miramientos.

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Ranma y Akane llevaban un par de minutos en el vacío salón. Tras el nefasto intento de estudiar en casa, debido a las constantes y molestas interrupciones de su familia, o al rendirse constantemente ante las nuevas y estimulantes posibilidades de compartir un momento a solas con su prometido, Akane, preocupada por sus estudios, había decidido involucrar a sus amigos en aquella misión. Razón por la cual ahora, ambos esperaban que alguno de ellos llegara al encuentro. El chico, terminaba de acomodar algunas mesas, mientras su prometida sacaba los libros y cuadernos que utilizarían en aquella reunión.

— ¿Es realmente necesario? — preguntaba Ranma, distraídamente.

— Los exámenes están por comenzar, debemos estudiar, no creo que quieras quedarte en primer año de preparatoria para siempre.

— Pero es tan aburrido… — resoplaba, aun observándola, mientras la chica negaba con la cabeza y emitía una sonrisa que parecía reprenderlo por su infantil actitud.

— Nadie dijo que sería divertido — contesta, mientras vuelve a poner su atención a los libros que acomodaba — además, no creo que reprobar sea muy divertido, tampoco — Ranma la observa y sonríe de lado, camina hasta la puerta y se afirma del marco para observar al exterior y ampliar su sonrisa, al comprobar que nadie se acercaba aún. Gira de golpe y se concentra en la chica, antes de comenzar a caminar en su dirección.

— Ni siquiera lo pienses… — habla amenazadoramente, mientras lo apuntaba con un lápiz, cuando hubiera logrado acercarse con especificas intenciones — los chicos pueden llegar en cualquier momento — Ranma suspira y emite un débil gruñido antes de dejar caer sus hombros.

— Le quitas toda la diversión — habla estirando su boca, frustrado. Akane sonríe ante el comentario, para luego concentrarse en buscar una página en su cuaderno, alzándolo, hasta la altura de su pecho para observar mejor. Pronto comienza a sentir el pequeño y sutil roce que su prometido le estaba dedicando.

Él, silencioso y precavido, se había ubicado tras ella, y había comenzado a recorrer el brazo de la chica, iniciando en sus hombros, llegando hasta su mano, para luego quitar, lentamente, el cuaderno que ella sostuviera, dejarlo sobre la mesa y hablarle en su oído — ¿segura? — le pregunta, provocando que la chica inclinara la cabeza, dejándose encantar tanto por su voz, como por el calor que había sentido en aquella dirección. Akane sonríe sin que el chico lo notara, mientras pensaba que, si semanas atrás le hubiesen contado que su prometido se comportaría tan seductoramente y que ella, además, estuviera tan complacida con ello, se hubiese reído en su cara. Y, sin embargo, ahí estaba: girando su cuerpo para acomodar los brazos sobre el cuello de su prometido, atrayéndolo. Provocando aquella sonrisa socarrona que amaba y odiaba al mismo tiempo, al sucumbir a sus provocaciones, tan fácilmente.

¿Cuándo había sido la primera vez que sus pieles habían establecido el primer contacto?, pensaba la chica.

No podía recordarlo claramente, sin embargo, conservaba en su memoria cuando Ranma, convertido en mujer, la había abrazado para tomarla y alejarla del ataque de Ryoga, la primera vez que este había llegado a Nerima. Ella, abrumada por su invasora cercanía, lo había golpeado, y es que no lograba concebir que aquel chico impertinente lograra, con abrumadora facilidad, aquello que muchos antes habían intentado, sin éxito. Sin embargo, la había protegido, y aquel golpe, o los muchos que vendrían, no habían impedido que el chico continuara haciéndolo.

Y eso era algo, que nunca antes, habían hecho por ella.

Siempre había excusas, por su puesto, entre ellos siempre las había: insultos, burlas, malos tratos y discusiones formaban parte del día a día, sin embargo, el chico le había provocado tan inmenso sentimiento de protección y confianza que, no había tardado en permitir — o por lo menos, dejar de reprocharle cuando lo hacía — conceder ese permiso que nunca se había solicitado.

Akane sabía, que, si Ranma estaba cerca, ella estaría bien. Y que, si no lo estaba, era cosa de tiempo, para que lo estuviera.

Las situaciones de riesgo no mermaron y los respectivos rescates fueron cada vez más frecuentes, recordaba. La chica pudo notar la facilidad con la que él la tomaba, alzaba, llevaba y protegía, por doquier. Ranma parecía conocer y manejar cada centímetro de su cuerpo.

Varias veces se había preguntado cuánto había tenido que observarla para llegar a tales conocimientos, y con disgusto podía admitir, que el chico había visto mucho más de lo que debía, en más de una ocasión, sin embargo, prefirió no indagar demasiado en tales conclusiones. Además, debía admitir, que ella misma le había facilitado la tarea, ya que, de un punto a esta parte, había comenzado a acomodar su postura, o se dejaba hacer, para que él pudiera manejarla con mayor facilidad. De hecho, recordaba un par de ocasiones en la que había saltado a sus brazos, por iniciativa propia, sin siquiera dudar que el chico la recibiría o no.

Siempre lo hacía.

Aquel permiso tácito. Aquella intimidad pactada, permitían que ambos estuvieran en permanente contacto. Y ahora, podían disfrutar de ello. Sin excusas, sin burlas, malos tratos o discusiones.

— Eres terrible — le reprocha, con fingida molestia, provocando que el chico se encogiera de hombros antes de acercar su rostro y unir sus labios con los de ella, finalmente.

Ranma, encantado como estaba, recuerda que debe intentar aplicar sus nuevas y provechosas habilidades para leer y conocer su entorno mientras compartía un con su prometida. Su padre y el maestro Hapossai estarían orgullosos, si descubrieran lo bueno que se había vuelto en leer las energías de las diferentes personas que podían acercarse. Y es que el chico no había tardado en determinar, que ya bastantes interrupciones habían acumulado a la fecha.

No quería, una sola más.

No había tardado en idear un entrenamiento. Por las noches, solía vendarse los ojos y recorrer la casa con el fin de identificar las energías de sus familiares en su estado más bajo, al estar en reposo. También, se había esforzado por familiarizarse con los lugares más tranquilos del lugar, lo que le hacía pasar bastante tiempo en la cocina. Su madre, varias veces le había preguntado por su estancia ahí, y bastantes explicaciones había necesitado para hacerle entender, que su intención no era convertirse en una buena esposa, sino que era el convertirse en un precavido artista marcial.

Después de todo, si quería tener nietos, por algo debía comenzar, pensaba para sí mismo, avergonzado.

En casa solía ser mucho más sencillo, debía reconocer. Conocía muy bien las diferentes energías de los miembros de su familia, además, el viejo piso de madera de cada una de los pasillos de acceso facilitaba su tarea en el caso de que él se dejara llevar, que, para su pesar, ocurría bastante.

En la escuela, en cambio, las energías eran bastante menores y mucho más difíciles de percibir, mas no podía evitar dejarse tentar por la privacidad que aquel lugar solía brindarles. Sin embargo, practicar sus nuevas habilidades y comprobar los frutos de su arduo y autoimpuesto entrenamiento, pasaban a segundo plano, cuando compartía de esa manera, con su prometida.

— … Pensé que nos reuniríamos en la biblioteca — se escuchaba desde el pasillo, provocando que Ranma y Akane separaran sus bocas y apoyaran sus frentes entre sí. Ranma da un pesado suspiro.

— No, Akane no puede entrar ahí, por ello estudiaremos en el salón — hablaba otra voz, un poco más cerca.

— ¿Listo? — le pregunta Akane a su prometido en voz baja, este solo gruñe en respuesta y ambos toman distancia, finalmente. La chica mueve la silla y acomoda el cuaderno que antes había levantado, mientras que el chico se dirige a los casilleros de la parte trasera del salón, para ir por sus libros. En ello estaban, cuando Yuka y Sayuri entran al fin.

— ¿Y por qué no puede entrar a la biblioteca? — pregunta la última, encontrándose con la protagonista de aquella conversación. Yuka se encoge de hombros y ambas se quedan mirando a su amiga que luego de observarlas un segundo, decide apuntar a su prometido, que ya iba de regreso a la mesa. Las chicas ahora, miraban a Ranma, sin comprender.

— Porque es una chica violenta que no puede aguantar una simple broma — explica finalmente, para luego acomodarse en una silla, junto a su prometida, que no tarda en golpear su cabeza, molesta ante el desafortunado comentario — ¿ya ven? — insiste el chico, acariciando la zona del golpe.

— Idiota — murmura la chica, estirando las hojas de su arrugado cuaderno con el que había generado aquel golpe. Yuka y Sayuri ríen divertidas, ante tan cariñosa interacción, para luego acomodarse en la mesa, junto a la pareja.

— Siento el retraso — se disculpa Hiroshi, luego de llegar corriendo por el pasillo — ¡apresúrate! — le grita a Daisuke, que no tarda en aparecer con dos grandes bolsas de papel.

— Trajimos bocadillos.

— ¡Genial! — celebra un alegre artemarcialista.

— Serán para cuando terminemos — sentencia su prometida.

— Pues bien, empecemos de una vez — Ranma recogía las mangas de su camisa de manera desafiante, dispuesto a enfrentar tan tediosa jornada — ¿por dónde comenzamos?

— Bueno, el primer examen es el de… matemáticas — Daisuke revisaba en su agenda.

— Matemáticas…, tenía que ser matemáticas… — murmuraba Ranma, mientras buscaba el libro, bruscamente entre los demás.

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— ¿Y si vamos por un helado? — preguntaba el chico, mientras caminaba por la cerca, despreocupadamente.

— Ranma — le llama su prometida, reprochándolo con su tono de voz — debemos estudiar.

— Ya estudié lo suficiente — responde categórico, acomodando sus brazos flectados tras de su cabeza, tratando de sonar convincente. Akane voltea a verlo sin poder ocultar su incredulidad.

— ¿De verdad? — pregunta, sorprendida, mientras el chico le dedica una exagerada sonrisa, en la que enseñaba todos sus dientes — eres un niño, Ranma, ¿cómo puedes pensar en comer helado en periodo de exámenes? — arremete la chica, mientras su prometido llevaba sus manos al rostro y estiraba sus mejillas sin delicadeza alguna, al saberse regañado, protestando con un gruñido como respuesta — ¿es que no entiendes lo mucho que necesitamos estudiar?, y ni creas que no me di cuenta de que estuviste dibujando toda la tarde, ¡Luego no vengas a pedirme ayuda! — finaliza, volteando el rostro para dejar de observarlo.

— Vamos Akane, hay cosas mucho más interesantes, además de estudiar — trata de defenderse, el chico, pero Akane no voltea a verlo — ¿no se te antoja un delicioso mantecado? — vuelve a intentar, pero la chica, no voltea a verlo — vamos, yo invito — insiste, pero el silencio fue su única respuesta. Ranma, frustrado, vuelve a emitir un gruñido mientras observaba el cielo por un segundo, antes de bajar de un brinco y ubicarse junto a la molesta chica — bien… — resopla, estirando la palabra, afirmando las correas de su bolso como si este pesara una tonelada — iré a tu habitación después de entrenar — promete al hablar.

— ¿Y quién te invitó?

— Bromeas, ¿verdad? — pregunta irritado, deteniéndose para observarla. Akane le responde mostrando su lengua, divertida, al detenerse también. Ambos se observan y sonríen por un momento antes de comenzar a caminar nuevamente. Ranma vuelve a acomodar sus brazos tras de su cabeza, relajado.

— ¡Qué bueno que los encuentro! — Nabiki hablaba con tranquilidad pese a su agitada carrera en la que pretendía alcanzarlos. Ranma y Akane se observan entre sí y modifican sus posturas para observarla y ponerle atención. Aun no sabían quien los había visto en la bodega y aquello los hacía alertarse ante cualquier posibilidad, comprendiendo que uno de los peores escenarios, era que la chica que llegaba junto a ellos en ese preciso instante, lo hubiera hecho — tengo algo, que podría interesarles.

— Yo paso, gracias — se excusa Ranma, comenzando a caminar rápidamente para alejarse del lugar. Prefería no envolverse en cualquiera de sus trucos. El chico reconocía sus habilidades, por lo que se había estado esmerando en disminuir sus interacciones al mínimo. La chica era lista, y en cualquier minuto podía caer en sus cambios argumentales o preguntas retóricas y él no estaba dispuesto a correr ese riesgo.

— ¿Estás seguro, cuñadito?, porque…, ya puedo llamarte así, ¿verdad? — aquella pregunta, logra que el chico perdiera movilidad, repentinamente.

— ¿A q-qué, te r-refieres? — pregunta Akane, mientras Nabiki ríe internamente. Amaba provocar que la gente tartamudeara, debía admitir, pero la inmovilidad del chico, había sido sublime. El reaccionaba así sólo cuando moría de vergüenza, ella lo sabía bien, lo había visto ya, demasiadas veces.

Nabiki sostiene entre sus manos, diversas fotografías, las ordena entre sus dedos, como si fuese un juego de naipes y comienza a abanicarse con ellas, ante una impactada Akane y a un Ranma convertido en piedra.

— Oh no — piensa la chica, al ver a su hermana — Nabiki debió ser quien abriera la puerta — c-claro que no, t-tu no… — Akane habla nerviosa, insegura, debatiéndose entre fijar su atención en las impresiones que Nabiki presumía, o en el idiota de su prometido que parecía haber perdido todo tipo de voluntad y dominio corporal.

— Oh… ¿segura? — pregunta observándolas — si no las quieres, estoy segura que Shampoo, Ukyo o los Kuno… estarán muy interesados — hablaba abanicándose nuevamente, llevando su dedo índice libre a una de sus mejillas, pensando — incluso creo que en casa podrían darme una buena suma de dinero por…

— ¡No! — grita la chica, interrumpiéndola, provocando que el chico cayera de golpe al suelo y reaccionara, finalmente.

— ¿Qué es lo que quieres? — Ranma hablaba desde el suelo, ligeramente sonrojado, evidentemente molesto — no tengo dinero — afirma al ponerse de pie, y mal disimular su enojo.

— No te preocupes, cuñadito, ya encontraré la manera en que puedan garantizar que esto — mueve las fotografías — siga siendo un secreto — rápidamente las ordena y guarda entre su uniforme — tampoco quiero que los maten o algo, así que, si se portan bien, nadie debería enterarse — habla entusiasta — ¡nos vemos! — se despide mientras comenzaba a caminar, esbozando una enorme sonrisa, al darles la espalda.

Ranma y Akane se observan entre sí notando la preocupación que cada uno demostraba en su expresión.

— Ranma… ¿qué vamos a hacer? — Akane habla finalmente. El chico se cruza de brazos y observa el camino seguido por Nabiki.

— Ni hablar, estamos en sus manos — resopla el chico — tendremos que conseguir esas fotografías.

— ¿Cuándo crees que ella…? — Akane no podía dejar de pensar en los muchos momentos en que su hermana pudo haberlos fotografiado, después de todo, ella había estado muy cerca de descubrirlos en el Dojo un par de muchas veces, y era posible que alguna vez, Nabiki haya sido más rápida en apretar el botón que ellos en tomar distancia.

Quizá camino a la escuela, cuando ellos se desviaban hacia aquel parque y se ocultaban entre la copa de los árboles. Quizá en su habitación durante sus infructuosas tardes de estudio…, o tal vez… ¡rayos!, las posibilidades eran demasiados.

Porque en la bodega… no hubo flash… ¿verdad? El lugar estaba bastante oscuro, ella lo habría notado… ¿cierto?

— No lo sé — murmuraba el chico, meditando acerca de la posibilidad de que se les hubiese acercado sin que él lo notara, después de todo, la energía combativa de Nabiki era bastante baja, y pudo haber pasado desapercibida en más de una ocasión. — ¡Rayos! — maldecía internamente — Si tan solo pudiera percibir mejor las energías, esto no estaría pasando — se recriminaba. Odiaba sentirse atrapado. Debía aprender a no bajar tanto la guardia cuando Akane se le acercaba.

El chico voltea a verla y al notar la preocupación en su rostro, suspira profundamente para recuperar la calma perdida. Lleva una de sus manos en los hombros de la chica, que, al sentir el tacto, voltea también y lo observa.

— Estaremos bien — dice el chico, tratando de sonar convincente. Akane aprieta sus labios, agradeciendo el esfuerzo en silencio, sin embargo, era muy consciente de los pocos límites con los que contaba su hermana.

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Durante la mañana del di siguiente, Akane había tenido que aceptar posar para sacarse varias fotografías con su uniforme de preparatoria. Ranma había tenido que levantarse muy temprano para encontrarse con el equipo de gimnasia, que lo había rentado como maestro y guía en sus futuras prácticas. Por supuesto, había tenido que posar con su leotardo antes de irse.

Al llegar a la preparatoria, Akane debía encargarse de todos los deberes escolares pendientes de Nabiki. Mientras que Ranma, debía cumplir con una larga lista de quehaceres para los distintos clubs de la preparatoria, que serían muy bien remunerados para la muchacha.

Habían pasado solo un par de horas y ambos se habían convertido en sus esclavos.

Durante el almuerzo, Akane había tenido que sentarse junto a un grupo de extraños sujetos que habían pagado por compartir con ella ese momento, mientras que Ranma, había tenido que hacer lo suyo, con un grupo de tímidas, pero alegres jovencitas que le ofrecían todo tipo de alimentos. No podía negar que comer gratis era algo que agradecía, pero el que Kodashi se hubiese enterado, y pagado, por su tiempo, sinceramente no.

Ambos se miraban a lo lejos y notaban, claramente, las enormes ganas que tenían de acabar con todo esto.

— "¿Averiguaste algo?" — decía el mensaje que Akane le había hecho llegar a su prometido, en medio de clases, durante la tarde.

— "Nada, pero hoy volveré a revisar, debes alejarla de su cuarto" — le había escrito su prometido, ella lo observa y asiente.

— "Seguiré revisando sus casilleros, al recoger sus deberes" — leía el chico y asentía también.

Poco más, habían podido interactuar durante el día.

— Akane, ¿estás bien? — Sayuri se había acercado a su amiga al finalizar las clases — ¿necesitas ayuda? — preguntaba al verla entre libros y reportes. Akane levanta la vista y le suplica con la mirada — ¿Qué ocurre? — pregunta alterada al notar la desesperación en su amiga.

— Es Nabiki … — le basta decir a la chica, para que Sayuri comprendiera. Rápidamente gira y llama con un gesto a Yuka.

— ¿Qué pasó?, ¿te está chantajeando? — indaga su amiga, mientras Yuka se acercaba e integraba a la conversación. Akane asiente, apenada.

— ¿Qué necesitas? — inquiere Yuka, atenta y expectante.

— Ella tiene unas fotografías… que… hem… desea vender — las chicas se observan entre si y no pueden ocultar su preocupación, conocían muy bien que la hermana de su amiga no tenía escrúpulos, sin embargo, no la creían capaz de lastimar a Akane.

— ¿Tuyas? — Akane asiente, notando que Sayuri palidecía un poco.

— Como las de… ¿la pelirroja?

— ¡No! — se apresura a contestar — es solo que, nadie puede verlas…

— Pues… ¿qué hay en esas fotos?

— E-en… ellas… — al notar la curiosidad de sus amigas, Akane había perdido la capacidad del habla. Las chicas, sin embargo, notan su creciente sonrojo — …yo… — Akane comenzaba a jugar con sus dedos antes de dejar caer su rostro en la pila de libros que se encontraban en su pupitre, lanzando un lastimoso quejido.

— Está bien — concilia Sayuri — no tienes que decírnoslo si no quieres…

— ¡Yo quiero saber! — protesta Yuka, provocando que su amiga la regañara con la mirada — bien, bien… ¿Qué debemos hacer? — con la pregunta, Akane levanta la cabeza, esperanzada.

— Pues, he buscado en sus casilleros, Ranma en su habitación, pero no hemos dado con ellas.

— ¿Ranma? — preguntan al unísono, mientras Akane se reprochaba mentalmente.

— ¿Él sabe de estas fotografías? — pregunta Sayuri, bajo la atenta mirada de Yuka. Akane asiente, bajando la mirada, riendo nerviosamente.

— … Y la está ayudando… — comenta Yuka, que había comenzado a esbozar una divertida sonrisa.

— Uf…, menos mal… — suspira Sayuri, aliviada — pensamos que Ranma y tu habían discutido o algo — explica, ante la cara de interrogación de su amiga — ustedes se han comportado muy extraños desde la competencia deportiva.

— ¿Extraños? — pregunta preocupada, pensando en lo bobos que habían sido al creer que podrían engañar a sus amigos, o a cualquiera, en realidad. Si ellos se llevaban muy mal, peleaban todo el tiempo, se insultaban constantemente. ¡Era lógico que notarían el cambio!

— Claro, ambos están muy distantes — agrega, mientras Akane perdía un poco el equilibrio, a pesar de estar sentada en su silla.

— Distantes — repetía, tratando de ocultar el tono irónico utilizado, con una nerviosa sonrisa.

— Hemos visto como lo alejas, Akane — Sayuri demostraba preocupación en su tono de voz — antes estaban todo el tiempo juntos, y ahora pareciera que solo pueden estarlo si nosotros, o alguien más, está de por medio — seguía hablando la chica, recordando la razón por la que los almuerzos en conjunto habían comenzado — varias veces vimos como lo empujabas, o golpeabas… — continuaba, mientras Yuka asentía, confirmando las palabras de su amiga — por un momento creímos que Ranma te había hecho algo — finalizaba la chica, sin relajar el gesto de su rostro, sin embargo, Akane había comenzado a recordar las muchas cosas, que su prometido le había hecho, en realidad.

— Eh… — es todo cuanto puede articular, mientras sacudía su cabeza para deshacerse de la imagen de su prometido, sobre ella, mientras era inmovilizada en una fuerte y poderosa kata durante sus nuevos e interesantes entrenamientos que compartían. Bueno…, no podía darle todo el crédito al chico, después de todo, pensaba avergonzada, al recordar que ella no había tardado en...

— Y hoy, cuando los vimos almorzando con esos bobos… — Sayuri interrumpe sus pensamientos. Las chicas habían interpretado el gesto de Akane como una efusiva negativa.

— Es que… Nabiki… — explica la chica, recuperando la compostura, notando, recién entonces, que sus amigas y compañeros se estaban formando una idea extremadamente equivocada, de todo el asunto, y ella, se descubría sintiendo la imperiosa necesidad de re direccionar sus pensamientos.

— Escuchen — les llama, determinada — Ranma no me ha hecho nada — aclara a sus amigas — nada que yo no le permitiera hacerme — agrega para sí, sonrojándose ligeramente — lo que pasa es que Nabiki nos está usando para ganar dinero, ya saben cómo es.

— Eso quiere decir que… ¿también tiene fotos de Ranma?, ¿o Ranma también aparece en esas fotos? — pregunta Yuka, divertida, que hasta entonces había guardado silencio. Akane nota como Sayuri expande sus ojos, mientras abre ligeramente sus labios, expresando así su profunda sorpresa, por lo que comienza a reír nerviosamente, una vez más.

— ¡Akane!… — exclama sorprendida la chica.

— N-no… ¡no es lo que piensan! — se apresuraba a explicar, mientras sacudía sus manos frente a su sonrojado rostro y cerraba fuertemente sus ojos para evitar tan acusadoras miradas, consciente de lo probable que era, que ellas acertaran con sus pensamientos, en realidad.

— Bueno, ahora entiendo por qué nadie puede ver esas fotografías — Yuka hablaba, mientras Akane continuaba negando, esta vez, con su cabeza. Sayuri asiente, decidida.

— Bien, debemos encontrarlas — determina.

— Quizá debamos hablar con sus compañeros de clase.

— Buena idea, vamos a su salón, quizá todavía quede alguien — ambas, comienzan a caminar hacia la salida.

— Gracias, chicas — murmuraba Akane desde su lugar al observarlas — que buenas amigas son — pensaba, agradecida la chica, antes de volver a acomodarse en su pupitre y volver a notar la pila de libros y cuadernos que estaban en ese lugar. Lanza un lastimoso quejido al recordar que, una vez terminara con los deberes escolares de su hermana, debía llegar a casa a reemplazarla en todas sus tareas domésticas, también.

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— ¿Qué crees que haya en esas fotografías? — le pregunta Sayuri, a su amiga, mientras caminaban por el pasillo.

— Oh… ya sabes como son, probablemente se estén mirando fijamente a los ojos, o estén tomados de la mano — ríe Yuka — algo así.

— Sí, tienes razón — ríe Sayuri también.

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— Estoy agotado — resoplaba Ranma, acostado en el piso de la azotea, mientras Hiroshi le lanzaba una botella de agua. Al recibirla, se incorpora para abrirla y beber su contenido.

— ¿Qué fue, lo que hiciste esta vez? — preguntaba Daisuke, mientras lo observaba acabar con el líquido — cualquiera hubiese imaginado, que ya habrías aprendido que no era bueno molestar a Nabiki Tendo.

— Yo no he hecho nada — se defiende, molesto, mientras arrugaba la botella que tenía en sus manos — demonios… — pensaba — si tan solo pudiera conseguir esas fotografías — continuaba con su diálogo interno, mientras sus amigos, despreocupados, se acomodaban para disfrutar de su tiempo libre, antes de ir a casa.

Ranma había estado buscándolas por toda la casa durante la noche anterior, sin embargo, solo había encontrado varias de sí mismo, en sus dos formas, y de su prometida entrenando o participando en la competencia deportiva. Había encontrado, además, una libreta de cuentas con una larga lista de clientes en la que varios nombres conocidos había podido distinguir; impresionantes cámaras fotográficas y objetos similares, que no había sido capaz de identificar, pero entre todos los elementos que había hallado, no había podido distinguir ni una sola fotografía de ambos, haciendo algo que no fuese cotidiano.

En la escuela, había estado tan ocupado, que no había podido indagar lo suficiente, a pesar de que sabía que Akane estaba tratando de abordar esa área.

Pero, había algo que le molestaba, ya que, Nabiki nunca perdía la oportunidad de ganar dinero…

— ¿Chicos? — les llama, interrumpiendo la animada conversación de sus amigos que ahora lo observaban, esperando — ¿Nabiki no les ha ofrecido nada especial el día de hoy? ..., unas fotografías, ¿tal vez?

— ¿Hablas de las fotografías de la pelirroja en leotardo? — pregunta Daisuke.

— ¿O de las de Akane? — agregaba Hiroshi. Ranma se acerca y golpea fuertemente en la cabeza al último, antes de estirar su mano, solicitándolas. Hiroshi, saca las fotografías de entre su chaqueta para dárselas al chico, mientras dejaba caer un par de lágrimas, tanto por el dolor que el golpe le había provocado el golpe, como por el hecho de haber abierto la boca. Ranma las observa y las hace añicos.

— Pervertidos — murmura, antes de voltear a ver a Daisuke que, asustado, le entrega rápidamente las fotos de la pelirroja que él poseía — ella no les ha ofrecido, ¿nada más? — preguntaba observándolos intensamente, mientras el viento se llevaba el resto de las nuevas fotografías que el chico había deshecho. Hiroshi y Daisuke, niegan con la cabeza — que extraño … — murmuraba — ella, nunca antes había tardado tanto… — pensaba en voz alta, bajo la atenta, pero extrañada mirada de sus amigos, que no lograban entender una palabra — ¡claro! — grita de pronto, entusiasta, logrando que el par de muchachos se sobresaltara — ¿cómo no lo vi antes? — se reprende, antes de comenzar a correr, para salir del sitio.

— ¿Pero qué demonios, fue eso? — preguntaba Hiroshi.

— No lo sé, pero Ranma sí que sabe dar miedo cuando quiere — resopla Daisuke.

— Ni que lo digas — Hiroshi concuerda, para luego observar a su amigo, y sonreír ampliamente — te dejaste una, ¿verdad?

— Claro que sí, ¿qué creías? — se sonríen mutuamente.

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— Nabiki — le llamaba Ranma de manera desafiante. La mencionada gira su rostro para observar al chico, acompañado de su hermana, a su espalda. Ambos se veían muy molestos y le habían dado alcance en el patio principal. La chica sonríe despreocupadamente.

— ¿Vienen por su siguiente tarea?

— Nada de eso — resopla molesto — queremos ver las fotografías — anuncia el chico.

— No — contesta, simplemente.

— ¿Cómo que no, Nabiki? — Akane hablaba amenazante. Nabiki la observa sin que un solo músculo se le moviera en el rostro.

— No las tengo aquí — explica, con calma.

— Pues ve por ellas — Ranma hablaba seguro. Nabiki lo observa un segundo, y luego a su hermana y evalúa, por un instante, aquella situación.

— No creo que estés en posición de hablarme de esa manera, Ranma — amenaza, y el chico cambia el gesto, dudando por un instante, de sus propias conclusiones — te lo perdonaré por mil yenes — anuncia, alegre la chica, provocando que el chico volviera en sí, recordando con quien estaba lidiando.

— Queremos ver las fotografías, Nabiki — Ranma insistía, mientras Akane se acercaba al chico.

— Porque, las tienes ¿no? — pregunta la chica, amenazante. Nabiki la observa y se cruza de brazos.

— Akane, ¿por quién me tomas? — compite con ella, respondiendo cansina. Ella también podía jugar, pensaba.

— Es solo que…, es muy extraño que no hayas tratado de vender algo que podría hacerte ganar tanto dinero, ¿no crees?

— Eso, sin mencionar, que, vendiéndolas, ganarías mucho más de lo que ganarías con cualquiera de nuestros "Tareas" — Akane esbozaba una sonrisa al hablar y notar que los ojos de su hermana, comenzaban a expandirse.

— Y, sobre todo, porque toda la preparatoria sabe, que no tienes corazón ¡tú no dudarías un segundo en venderlas, si las tuvieras!, poco podría importante nuestro bienestar, ¡nunca te ha importado! ¿por qué ibas a preocuparte ahora? — con el escándalo y el aumento en el tono de voz del muchacho, algunos de los estudiantes habían comenzado a rodearlos para observar lo ocurrido, pese a que, en realidad, ninguno de los tres, les prestaba real atención.

— Cierto — afirma la chica, sin mostrar un ápice de arrepentimiento, mientras recordaba que ni ella ni el estúpido flaco, habían podido capturar algo realmente revelador.

— ¡Nabiki! — le reprocha su hermana.

— ¡Lo sabía! — celebra triunfal el chico — estoy seguro de que, en realidad, no tienes ninguna fotografía de las que dices.

— ¿Fotografías? — comenzaban a preguntarse los espectadores que hablaban los unos con los otros. Rápidamente, un gran murmullo había comenzado a generarse, provocando que Nabiki esbozara una enorme y triunfal sonrisa.

— No, no las tengo — afirma, segura, mientras el chico comenzaba a celebrar su triunfo — pero… — y con aquella pequeña palabra, el chico se detiene — ustedes pensaban que las tenía, y eso quiere decir que a pesar de que esas fotografías no existen, pudieron llegar a hacerlo… ¿cierto? — Ranma, nervioso, observa a su prometida quien, espantada abría ampliamente sus ojos.

— Oh no — es todo lo que logra articular la chica, al percatarse de que ellos mismos habían confirmado, sin querer, las sospechas de su hermana. El viejo truco de sacar verdad con mentira ¿cómo no lo había pensado antes?, se reprochaba.

— Porque entonces, no habrían hecho todo lo que hicieron, para ocultarlo — finaliza, mientras el aludido artemarcialista perdía varias tonalidades en el rostro.

— Un momento — hablaba Kuno, abriéndose camino entre la multitud que los rodeaba — ¿de qué hablas Nabiki? — pregunta confundido. La chica lo observa por un instante para luego concentrarse en los varios estudiantes que los rodeaban, para finalizar en la pareja que esperaba atentos y nerviosos, su próximo movimiento.

Y la chica sonríe.

¿En serio habían tratado de vencerla?, ¿a ella?

— Hablo de que Ranma y Akane ¡Son novios! — y con aquel anuncio, un gran y explosivo "¿Qué?" había resonado fuertemente, en toda la preparatoria.

— ¡Espera un momento! — gritaba Ranma furiosamente sonrojado, aleteando, mientras que Akane, solo había llevado sus manos al rostro, producto de la sorpresa. Nabiki observaba complacida la escena: los estudiantes murmuraban, Ranma y Akane estáticos y Kuno… estaba ¿tranquilo?

— Eso no es cierto — asegura el kendoista, al notar que la chica se detenía a observarlo — ellos solo son prometidos, porque sus padres así lo decidieron — repite el chico, las palabras que la pareja repetiría incansablemente, para explicar su extraña situación. Con las palabras de Kuno, varios de los estudiantes comenzaron a concordar con el chico, recordando incluso, cuando Ranma había declarado su amor a Akane en aquella competencia de porristas, pero que al final, todo se trataba de una boba confusión.

— Seguro es otro lío de esos — comentaban.

Al notar el creciente desinterés estudiantil, Nabiki corre hacia uno de los profesores que inútilmente trataba de disipar el tumulto con un pequeño megáfono, para quitárselo y hablar a través de este.

— No es cierto, ¡Ranma y Akane están juntos!, ¡por decisión propia! — habla directamente al oído de su compañero de clases, provocando que el chico cayera fuertemente al piso, producto del fuerte estruendo — ¡Ranma y Akane, son novios! — repite Nabiki y con ello, el tumulto vuelve a emitir diferentes expresiones de asombro.

— Eso no es cierto, yo no tengo novio — habla Akane, después de un momento. Y con aquella explicación, varios suspiros de alivio pudieron escucharse, mientras que el megáfono de Nabiki comenzaba a alejarse de su boca, extrañada. Akane no era tan hábil mintiendo… ¿Qué rayos estaba pasando aquí? Se preguntaba.

— ¿Qué? — le preguntaba de su prometido no se hizo esperar, una vez recuperara el equilibrio, que aquel comentario le había quitado. Akane, al observarlo, se encoge de hombros — ¿cómo que no tienes novio? — insiste, preguntándole en voz baja, evidentemente ofendido.

— Pues, que yo recuerde, nadie me lo ha pedido — le responde también en voz baja, simulando demencia, sin poder ocultar del todo, la pequeña sonrisa que se le había formado en el rostro, al notar su reacción.

— … Debes estar bromeando — Ranma le comentaba en voz baja, al recuperar el habla, después de la impresión. Akane lo observa e inclina su rostro ligeramente, antes de llevar su dedo índice a su mejilla.

— Claro que no — habla segura, provocando que el chico la observara molesto.

— Serás idiota — resoplaba, mientras cruzaba sus brazos.

— ¿A quién estas tratando de idiota?, ¡Idiota!

— Pues a ti, ¿a quién más? — ambos se miraban amenazantes.

— ¿Estás segura de que ellos ya son una pareja? — le pregunta un chico a una incrédula Nabiki, que miraba la escena, absolutamente confundida.

— Y-yo… yo… — tartamudeaba.

— Claro que no, ¡solo míralos! — gritaba otro, desde atrás. Nabiki reía nerviosamente mientras una serie de comentarios inaudibles, se formaban a su alrededor.

— Akane Tendo — llamaba Kuno, a la chica. Él era, irremediablemente, el único que se atrevía a interrumpir aquel intercambio de destellos entre las miradas furiosas que la pareja de prometidos se estaba dedicando — nunca fui capaz de dudar de tu fidelidad a nuestro amor…

— ¡No te metas! — habían hablado al unísono, mientras alejaban al chico de un fuerte golpe en la boca del estómago.

— ¿Y quién querría ser el novio de una chica tan fea como tú? — Ranma le gritaba a Akane.

— ¿Y quién querría ser la novia de un chico tan cobarde, e idiota, como tú?! — Akane le gritaba a Ranma.

— Una pareja, mis calcetines — resoplaba otro de los estudiantes, a la confundida chica Tendo, que observaba como su hermana y futuro cuñado, seguían discutiendo al caminar.

— ¡Violenta!

— ¡Afeminado! — seguían gritándose, mientras se perdían en el camino.

— P-pero… si yo… — era lo único que Nabiki había logrado emitir — estoy segura — afirmaba, mientras sus compañeros comenzaban a disiparse.

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— Esa Nabiki — refunfuñaba el chico — y pensar en todo el trabajo que me hizo hacer…, que ganas de… — murmuraba entre dientes, mientras acomodaba sus manos frente su pecho e imaginaba que el cuello de cierta chica en particular, se encontraba entre ellas — ¿no? — le preguntaba a su prometida, que caminaba a su lado, igual de molesta que él.

— Ah, pero ya va a ver cuando llegue a casa — Akane hablaba amenazante — ¡me las pagará! — anuncia antes de acelerar el paso y adelantarse. Estaba segura de que la inescrupulosa de su hermana, tendría que darle un par de muy buenas explicaciones.

Ranma esbozaba una pequeña sonrisa al observarla caminar pesadamente. Nabiki estaba en problemas, eso era seguro, pensaba. Luego da un largo suspiro, producto del alivio que había comenzado a sentir. Ya que, era bastante probable que Nabiki los dejaría en paz, al menos por un tiempo, gracias a la discusión que tendría con su hermana, por lo que ellos podían estar tranquilos y disfrutar de su creciente y nueva relación, un tiempo más. Aunque, no podía evitar preguntarse en qué pasaría si los chicos y chicas de la preparatoria hubiesen creído en aquella información. Después de todo, Nabiki solía ser una fuente costosa, pero segura.

— Mira que decir, que no tiene novio — murmura aún molesto, al recordar las palabras de su prometida frente a todos en el lugar, eso sería algo que definitivamente tendrían que discutir, pensaba. Sin embargo, sus pensamientos se ven bruscamente interrumpidos, al escuchar como su estómago protestaba por la falta de alimentos. Ranma lleva una de sus manos hacia la zona, percatándose entonces del hambre que lo invadía, llevándolo a optar por cambiar de dirección.

Ya luego podría conversar con su prometida.

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— ¡Ranma! — exclama Ukyo, al verlo entrar a su restaurante. El chico sonríe en su dirección y levanta una de sus manos en un silencioso saludo — ¿q-qué haces aquí? — pregunta, aún sorprendida.

— ¿Qué más?, vine a ver por qué no has ido a la escuela — el chico camina con calma, para sentarse junto a la barra de acuerdo a como hacia siempre que visitaba el lugar.

— ¿De verdad? — preguntaba alegre, sin poder ocultar su expresión de ilusión — él se preocupa por mí — se alentaba internamente, mientras el chico asentía, despreocupado y ajeno a sus pensamientos.

— ¿Estás enferma o algo? — preguntaba al observar que la chica ya comenzaba a preparar la mezcla que se convertiría en un delicioso okonomiyaki.

— No, … ¿mixto? — ofrece interrumpiéndose, el chico asiente alegre, pero atento — lo que ocurre, es que… he tenido mucho trabajo en el restaurante — explica, bajando la mirada, enfocándose en su preparación. Ranma aprovecha de observar el lugar rápidamente. Estaba vacío.

— Están por comenzar los exámenes — le recuerda.

— Lo sé…

— ¿Por qué no jugaste en baloncesto? — insiste el chico, tras un momento de silencio en el que la chica servía el platillo — tuve que jugar en tu lugar ¿sabes?

— Seguro hiciste un bue trabajo — responde la chica, con una sonrisa.

— Claro que sí, ¿qué esperabas? — contesta el chico, altanero, esbozando una confiada sonrisa, para luego comenzar a comer aquella preparación, notando tras un par de bocados que la chica detenía sus movimientos y bajaba su mirada en un esfuerzo por ocultar su rostro — Uchan… ¿estás bien? — pregunta, acercándose.

— ¡¿Por qué?! — grita de pronto, levantando la vista, soltando sus pequeñas espátulas sobre la parrilla para sostener el peso de su cuerpo en la orilla de la cocina a través de un fuerte y sonoro golpe, producto de su frustración. La chica observa cada detalle del chico que no ocultaba su asombro al verla en ese estado. Sin que pudiera evitarlo, y sin deseos de hacerlo en realidad, dos lágrimas caen de sus brillantes ojos azules, mientras observaba al chico que tenía al frente. Ranma, suspira y se encoge de hombros, al comprender la razón.

— Fuiste tú… — murmura, con un hilo de voz. Ukyo, sacaba la gran espátula de su espalda y salta la barra para quedar junto al chico, que la miraba atento.

— ¡¿Por qué?! — vuelve a preguntar, sin bajar su espátula mientras lo agarraba de la camisa y remecía bruscamente con su mano libre. El chico, al ver el dolor en su mirada no es capaz de sostenerla y voltea, dejándose hacer — ¿por qué ella, Ranma? — lo sacude una vez más al hablar, obligándolo a mirarla — ¿por qué Akane?, ¡yo soy tu prometida bonita!, yo te conozco desde siempre, Ranma, ¡¿por qué yo no?! — una mezcla de desesperación y rabia podía escucharse en cada una de sus palabras, sin embargo, tristeza podía observarse en su mirada, entre los forzados parpadeos que le permitía aclarar su vista empañada de lágrimas — ¿por qué, Ranma…, por qué?... no lo entiendo… — pero el chico no abría la boca y solo la miraba apenado. Ukyo, que esperaba ilusionada algunas de las acostumbradas negaciones del chico, suelta su camisa con rabia creciente, dejándolo caer, para luego sostener su espátula con ambas manos y levantarla amenazadoramente — eres un… — se interrumpe, al observar como el chico cerraba los ojos, preparándose para el golpe que estaba dispuesto a recibir.

— Puedes golpearme, si quieres — la alienta, al abrir sus ojos y notar que la chica seguía en posición, después de un par de segundos en que no había sido capaz de golpearlo. Ukyo lo observa y reafirma su arma, dispuesta a utilizarla, pero en cambio, se deja caer.

— No puedo … — murmura, derrotada, desde el suelo, apoyándose en su espátula — yo… — levanta la vista, desafiante — ¡sé que eres un mantenido y que debes sentirte obligado a casarte con Akane, Ranma, pero no es así, no debes, yo puedo ayudarte! — hablaba aún desde su posición. Ranma se acerca y con cuidado la toma de los hombros.

— Uchan…, n-nadie me ha obligado… — le explica, suplicándole con la mirada, comprendiendo en ese instante que no tenía caso alguno tratar de negarlo. Ella debía entender, tenía que hacerlo.

— No… — murmura la chica, mientras otro par de lágrimas caían por su rostro — los hombres tienen necesidades, yo… puedo comprenderlo, pero yo…

— No digas eso… — suspira el chico, retirando su mirada, sin dejar de sujetarla — tú no puedes pensar…, así de mí… ¿verdad?

— Ranma…, mi Ranchan… — lo llama, provocando que el chico la mirara nuevamente — sé que no…, pero yo…

— Lo siento… — la interrumpe, bajando la cabeza. La chica lo observa y por un momento, la imagen de un par de niños alegres, corriendo por el campo, se apodera de su mente.

Si tan solo Genma hubiese cumplido su palabra, pensaba, mientras lo observaba. Luego, limpia bruscamente su rostro y habla con renovada determinación.

— ¡No me rendiré! — Ranma retira sus manos al escucharla, y el gesto no pasa inadvertido para la chica, que decide ponerse de pie — ¡sabes que no lo haré!, aún no se han casado, aún hay oportunidad, ¡tú puedes cambiar de opinión!, y yo…, yo…, tu sabes que yo…, ¡que siempre habrá un okonomiyaki para ti, ¡aquí! — dice en medio de una sonrisa forzada.

Ranma aprieta sus labios e intenta emitir una sonrisa también, sin embargo, no lo consigue. Abatido y preocupado por su amiga, aun divisando las marcas de lágrimas en su rostro, decide no bajar la guardia. Tratar de consolarla ya lo había metido en problemas antes, pero, ¡diablos!, ¡como odiaba ver a una chica llorar!

— Siempre seremos amigos, Uchan — dice, notando el pequeño gesto de molestia que la chica no había sido capaz de disimular, ante sus palabras.

— Por ahora — pensaba la chica, mientras llegaba tras el mostrador, nuevamente — bueno, esto esta inservible, será mejor que vuelva a comenzar — anuncia antes de llevar a cabo, sus palabras.

— ¿Irás a la escuela mañana? — pregunta el chico, tomando asiento nuevamente, intentando deshacerse de aquel incómodo silencio que se había formado entre los dos.

— Ni modo — se encoge de hombros la chica — supongo que no puedo seguir ocultándome — pensaba, mientras preparaba los nuevos alimentos.

— Gracias, p-por… no decir nada — Ranma hablaba avergonzado. Ukyo lo observa, y con ello, aquella imagen que venía torturándola, volvía a aparecer frente a sus ojos.

Él se veía tan… feliz.

Una sonrisa forzada, nuevamente, tras sacudir fuertemente la cabeza.

— Claro — responde, secamente, recordando cómo, impresionada como estaba, al ver que sus peores pesadillas se hacían realidad, no había podido hacer más que salir de ahí. Rápidamente había saltado al tejado, Ranma era rápido y solo contaba con fracciones de segundos para lograr su escape, y ello era todo cuanto pudo pensar. Desde su lugar había observado cómo salían de la bodega y hablaban en complicidad, sin discusiones, golpes o reproches.

Ella había ido en busca del chico por recomendación de sus amigos quienes le habían hecho saber que él, llevaba un tiempo encargándose de guardar los implementos deportivos. Ella, al recordar que ya lo había encontrado en el lugar antes, gracias a Shampoo, no tardó en tomar aquella dirección. Deseaba felicitarlo, alimentarlo, pasar un tiempo juntos, sin embargo, se había encontrado con el peor de los escenarios. El dolor en el pecho que había sentido, se había apoderado de sus sentidos y había impedido que emitiera palabra alguna. Los reclamos y exigencias se ahogaron en lágrimas…, abundantes, pero silenciosas lágrimas y unos enormes deseos de salir de ahí.

Y es que imaginar algo, era muy distinto a verlo. Muy, muy distinto.

¿Decirle a alguien lo que había visto?, ¿para qué?, ¿para desechar aquella pequeña posibilidad de que fuera solo una terrible pesadilla, o producto de su maldita y traicionera imaginación?, ¿para exponerle al mundo, una vez más, que había sido nuevamente humillada?

Decirlo, lo hacía real.

Sí, se había portado como una cobarde, lo sabía, temía que si los confrontaba ambos le podían confirmar aquello que ella venía observando hacía semanas, en la escuela.

Y no estaba lista.

Sin embargo, ahí estaba él, apareciendo como si nada, sonriendo; preocupado por ella, por su bienestar y por sus estudios, porque la quería, porque sabía que aún tenía oportunidad, porque solo verlo le había bastado para reponerse y recuperar la convicción perdida.

Ya antes había pasado por esto, habían tratado de convencerla que ellos estaban casados y, aun así, Ranma seguía preocupándose por ella. Si esto se trataba también de una farsa, no tardarían en descubrirse. Y ella estaría ahí, esperando.

Porque… ¿qué más… podía hacer?

Tratar de separarlos, para provocar que se acercaran aún más, hacer un escándalo, para seguir uniéndolos contra el mundo, no parecía ser una opción realmente inteligente. Ella ya había intentado eso y lo sabía bien.

— Aquí tienes — pone el platillo frente al chico, sonriendo tristemente.

— ¡Gracias! — responde Ranma, fingiendo alegría, notando como un par de lágrimas, volvían a acumularse en los ojos de su amiga al observarlo — está delicioso — afirma con la boca llena, provocando una sonrisa sincera en la chica esta vez. Sin embargo, con el movimiento del rostro, el líquido acumulado cae por sus mejillas, finalmente.

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Akane buscaba a su prometido por la escuela al día siguiente. Ranma había llegado tarde a casa el día anterior y ella estaba segura de que no hubiese querido perderse las disculpas de Nabiki. No le pareció extraño que se pusiera a entrenar, sin embargo, el tiempo que permaneció en el Dojo la hacía pensar que algo lo preocupaba. La mañana había sido ajetreada y poco habían podido hablar durante la jornada escolar, por lo que ahora debía aprovechar la instancia de averiguar qué ocurría.

— ¿Estás bien? — preguntaba Akane a un pensativo chico que descansaba apoyado sobre la reja de la azotea — ¿no irás a estudiar, con nosotros hoy?

— Ya los alcanzo — responde, despreocupadamente, sin voltearla a ver. Akane lo observa y se apoya también en la cerca, mirando en dirección contraria, preocupada.

— ¿Qué ocurre? — pregunta, sin mirarlo. La chica había notado su estado reflexivo desde el día anterior. Lo había visto saltar al tejado y sabía que había permanecido bastante tiempo en el lugar — nunca fuiste a mi habitación.

— Cierto — recuerda, recién entonces, aquel compromiso — supongo que lo olvidé — admite apenado ante el suspiro de cansancio de su prometida — ¿Tú crees, que soy una mala persona? — pregunta el chico finalmente, sin retirar la mirada del horizonte.

— ¿Qué cosa? — Akane se sorprende ante la extraña pregunta y voltea a verlo. El chico, al notarlo, gira su rostro en dirección contraria, provocando que Akane regresara a su posición inicial antes de volver a hablar — ¿Por qué me preguntas eso?

— ¿Lo soy? — insiste el chico, observándola esta vez, expectante.

— Por supuesto que no — resopla la chica, molesta ante tal ocurrencia — un poco idiota quizá — ríe levemente, al notar la irritación en el rostro del muchacho ante su comentario — pero no eres una mala persona, Ranma…, eres todo menos eso… ¿Por qué lo preguntas?

— Fue Ukyo.

— ¿Ukyo?

— Ella fue la que… nos vio… en la bodega — habla a través de un suspiro. Akane tarda un par de segundos en volver a hablar.

— ¿Qué te dijo? — pregunta, finalmente.

— Ella estaba… — Ranma voltea e imita a Akane en su posición, luego la observa por un instante, siendo correspondido al instante — afectada — agrega, antes de volver a mirar al frente — triste… — Akane baja la mirada, al escucharlo. Ella la había visto llegar al salón esa mañana y efectivamente, había notado algo extraño en ella.

Una gripe, había dicho que tenía, a las chicas que se habían acercado a preguntarle por sus días de ausencia, sin embargo, había notado que no le había quitado la mirada de en sima desde que había ingresado al salón. Akane se había sentido algo incómoda, mas decide no darle mayor importancia, invitándola a formar parte del grupo de estudio que se reunía por las tardes. Ukyo había aceptado gustosa, invitándolos incluso a su restaurante para llevarla a cabo. El grupo celebraba la iniciativa, sin percatarse de la mirada retadora que la cocinera le había dedicado a ella. Akane no había comprendido su amenazante actitud. Ahora, comenzaba a hacerlo.

— ¿Te dijo que eras una mala persona? — pregunta la chica, tratando de relacionar las pocas palabras que estaba utilizando su prometido para darse a entender.

— Claro que no, Uchan no diría algo como eso…

— ¿Entonces?

— En un combate, sabes perfectamente, cuando tu ataque ha surtido efecto o no. Encuentras o provocas una apertura, conoces el momento exacto, cuando ganas o pierdes — explicaba, mientras la chica asentía, tratando de seguir el hilo de la conversación — pero cuando no se trata de un combate, nunca sabes cuánto o cómo puedes llegar a lastimar a los demás… — explica el chico. Akane lo observa y nota un gesto peculiar en su rostro — quisiera que todo fuese tan sencillo como lo es, el enfrentarte a alguien en un combate.

— ¿Qué fue lo que pasó? — pregunta directamente la chica, mientras pensaba en que solo al chico que estaba a su lado, le podía parecer "sencillo" un combate — nunca te vi tan afectado por algo así — comenta, tratando de ocultar la molestia que sentía al ver a su prometido en ese estado, después de su encuentro con Ukyo, ya que no podía evitar recordar las muchas veces que el chico la había lastimado a ella sin que llegara a notarlo siquiera.

Akane, baja la mirada, repentinamente triste.

Ella había notado que Ranma solía ser bastante amable y cuidadoso con Ukyo y sus sentimientos, desde que ella había regresado a su vida y los malos entendidos habían podido aclararse. El chico siempre decía, que eran solo amigos, pero no era un secreto para nadie que ella tuviera fines románticos con él, pese al antiguo título que ambos compartían, pues ella así lo había establecido desde el comienzo.

Tanto para ella, como para Shampoo, siempre fue tan fácil declarar abiertamente sus intenciones, pensaba, con pesar.

Además, ella sí podía cocinar… y era bonita…

Tal vez Ranma… había… cambiado de opinión.

— Quizá no sea tan idiota cómo crees, después de todo… — ríe el chico.

— O quizás, lo seas mucho más de lo que pudiera llegar a imaginar — arremete, molesta, dejándose llevar por sus pensamientos. Permitiendo que sus defensas se activaran y respondiera, de la única manera que ella conocía.

— ¿Eh? — Ranma voltea a verla, absolutamente extrañado con el cambio de actitud de su prometida. Akane, al notar su confusión se cruza de brazos y retira su mirada.

— Ella no estaría así, si tú no la hubieses ilusionado — arremete, disgustada.

— ¡Yo no la he ilusionado! — protesta, enfrentándola.

— Siempre eres amable con ella — comienza a explicar sin que el enfrentamiento del chico lograra intimidarla — la tratas bien, la vas a visitar todo el tiempo…

— ¡Es mi amiga!, y tú sueles acompañarme — la interrumpe, molesto.

— Pues bien, puedes irte con tu amiga si quieres, no me importa — dice la chica mientras comienza a caminar hacia la enorme puerta de metal — puedes irte con ella, con Shampoo o con quien tú quieras, total, tú y tus amiguitas no son mi asunto.

— ¿Con Shampoo?... ¿y ella que tiene que ver? — pregunta en voz alta, tratando de comprender, para luego sacudir su cabello y centrarse en la chica que tenía al frente — Akane… — le llama girando su cuerpo para observarla — no te pongas celosa, tú sabes que yo…

— ¡Yo no estoy celosa! — le interrumpe, enfrentándolo, acercándose amenazadoramente.

— Entonces ¿por qué dices una tontería como esa? — pregunta, mientras cruza sus brazos, ofendido.

— No es una tontería, lo que pasa es que eres un idiota insensible, si tanto te afectó ver así a tu adorada amiga, tal vez deberías tener un poco más de cuidado en cómo te portas con ella o con todas las demás, pues mientras tu estas tan tranquilo pensando que solo son tus amigas, ellas no pierden la oportunidad de entrometerse, ¡estas cosas no tendrían que pasar, Ranma! — le da la espalda para comenzar a caminar nuevamente — además, te recuerdo que tú y yo no somos novios ni nada, así que… ¡no tienes de qué preocuparte! — habla sobre su hombro antes de cruzar la enorme puerta y cerrarla tras de sí.

— ¿Pero qué… demonios, acaba de pasar? — se pregunta el chico, genuinamente confundido al encontrarse solo en aquel lugar, después de un momento — ¡Akane, espera!, no seas boba… ¡yo lo decía por ti! — corre para abrir la puerta y tratar de alcanzarla, pero esta había sido bloqueada desde el interior, con el claro objetivo de impedir su carrera — ¡pero que obstinada eres! — le grita a través de ella, molesto, para luego girar su cuerpo y apoyarse en aquella estructura — nada bonita niña boba… — murmuraba, para luego guardar silencio y pensar en las palabras de su prometida.

El chico cruza los brazos y arruga el entrecejo, para luego relajar el rostro y exhalar profundamente — bien — anuncia con renovada determinación — si es lo que quieres … — vuelve a hablar para luego corregir su postura y abandonar el lugar de un brinco.

— Idiota… — suspira la chica, desde el otro lado de la puerta, al dejar de sostenerla.

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Durante la mañana siguiente, Akane se dirigía a la escuela, lamentando el hecho de que los exámenes comenzaran ese día, pues su mente no hacía más que recordarle los sucesos del día anterior.

Desde aquella discusión, no había vuelto a ver a su prometido. El chico no se había presentado a la reunión de estudio de esa tarde, que tal y como Ukyo prometiera durante la mañana, se había llevado a cabo en su restaurante. Al comienzo, pensaba que quizá la situación le resultaría demasiado incómoda al encontrarse ambas en el mismo lugar, pero no tarda en replantear las posibilidades, al recordar que el chico se caracterizaba por la ausencia de vergüenza en ese — y muchos otros — tipo de asuntos.

La versión oficial, o al menos, con lo que había calmado a sus compañeros y amigos, era aludir a la falta de interés del chico por sus estudios. Por su puesto, nadie había cuestionado tal respuesta, generando incluso, algunas bromas al respecto, lo que había liberado momentáneamente la presión autoimpuesta de tener que justificarlo.

"Ranma no necesita estudiar porque es un excelente artemarcialista" Ukyo, le defendía orgullosa, frenando de golpe las burlas hacia el muchacho, "él podría participar en cuanto torneo se le presentara y ganaría fácilmente" había sentenciado, sin ápice de duda. Y con ello, la conversación había girado rotundamente.

No mucho tiempo había pasado para que el objetivo primero de aquella reunión cobrara importancia, y comenzaran a estudiar, sin embargo, Akane, no había logrado concentrarse en tan honorables fines. La convicción con la que la cocinera había hablado, la habían afectado profundamente. Era lógico que el chico quisiera conservar su amistad, después de todo, no contaba con mucha gente que fuese verdaderamente amable con él, y Ukyo era, definitivamente, la que mejor lo trataba.

Ella creía en él, de eso ni hablar, había puesto su propia vida en las manos del chico una infinidad de veces, sin dudar tan solo un segundo en su bienestar, sin embargo, debía admitir, que no siempre había sido amable con el chico. Y a pesar de considerar varios arranques fácilmente justificables, ya que el chico a veces — o casi todo el tiempo — era un grandísimo idiota, pero, debía admitir que había varias veces que, en realidad, no lo eran.

De pronto, comenzaba a sentirse terriblemente culpable, especialmente si recordaba que el chico nunca había demostrado real interés por nadie, en realidad — a excepción de cuando esa estúpida joya había aparecido, y pese a que el chico se había excusado una infinidad de veces, aludiendo a la batalla que él pensaba que eso era, ella tenía sinceras dudas al respecto —. Él siempre había afirmado estar enfocado en su entrenamiento y cada vez que ayudaba a una de las chicas, esto ocurría bajo su incondicional compañía. Pero luego, lo odiaba al recordar cómo se dejaba abrazar o manipular, por ellas, a pesar de poseer la capacidad, más que suficiente, de mantenerlas a raya.

Si para tratarlo bien ya tenía a su madre y a Kasumi ¿para qué quería más?, pensaba molesta, para luego sacudir tan egoístas pensamientos de su mente.

Tal vez si ella fuese un poco más amable, también…, porque estaba bien que el chico la quisiera tal y como era, pero tampoco debía abusar, se decía. Aunque debía admitir, que después de haber avanzado en su relación, aquello se había dado naturalmente sin que la esencia de ambos, se perdiera.

Tal y como lo habían conversado.

Tan distraída estaba en sus pensamientos, que no había sido capaz de retomar sus estudios con la atención suficiente como para que estos valieran realmente la pena, por lo que decide abandonar sus propósitos y dirigirse a casa. Sin embargo y pese a que su mujer autosuficiente y empoderada le reclamara efusivamente, que dejara de pensar en el chico, no podía dejar de mantener la ilusión de que este apareciera por su ventana, pero ello no había ocurrido.

Al llegar a la preparatoria, y dirigirse al salón, observa como entre los muchos estudiantes que aún revisaban sus apuntes, tampoco se encontraba su prometido y no puede evitar preguntarse por su paradero. Ellos no solían estar tanto tiempo alejados el uno del otro, y comenzaba a preocuparse.

No fue hasta que el profesor hiciera su ingreso que logró divisarlo. En silencio observa como el chico se apresuraba por llegar a su pupitre para luego buscarla con la mirada de manera inconsciente. El gesto permite que la chica notara las múltiples heridas que el chico trataba de ocultar e inocentemente comenzara a preguntarse por el origen de estas.

— ¿Estás listo para el examen? — le preguntaba Daisuke, mientras acomodaba sus útiles escolares sobre el pupitre y el cordial saludo se llevaba a cabo.

— ¿Examen? — repite el chico, desorientado, bajo la divertida mirada de su amigo. Mas este no logra dar explicaciones, ya que el docente había comenzado a dar las indicaciones respectivas. El golpe que la cabeza del joven artemarcialista había dado contra su pupitre al recibir el papel y no tener una sola idea de qué hacer en él, no había pasado desapercibido para nadie.

Los minutos pasaban y el chico luchaba por tratar de recordar al menos algo de lo trabajado en clases, o de los infructuosos estudios junto a su prometida, pero no había logrado escribir mucho más que su nombre. Desesperado había intentado resolver uno de los ejercicios, pero al darse cuenta de que sus intentos eran inútiles había decidido borrar efusivamente todo cuanto había escrito, dejando caer la goma hasta el suelo, producto del desesperado movimiento. Rápidamente se inclina para recogerla y al regresar a su postura original se percata de que el examen que antes lo estaba torturando, ya no se encontraba allí. Sorprendido y extrañado comienza a buscar el papel con la mirada, observando de tano en tanto, al distraído profesor, asegurándose con ello que no había sido él quien, enfadado por sus constantes movimientos lo hubiese retirado. Nervioso, comienza a buscarlo por cuanto lugar estuviera a su alcance, provocando que los pocos útiles que tenía sobre el pupitre, cayeran estrepitosamente al suelo.

— ¿Todo bien, Saotome? — el docente le hablaba, alzando la vista para observarlo mejor, el chico, que se había recostado sobre la mesa al escucharlo, tratando de ocultar la falta del documento, solo asentía mientras esbozaba una exagerada sonrisa. El hombre vuelve a concentrarse en sus asuntos, mientras que el chico comenzaba a rascar su cabellera, aún sin comprender. En ese instante, Akane que se sentaba junto a él, se pone de pie y comienza a ordenar sus cosas para luego alzar su examen, dirigirse hasta el escritorio y entregarlo. En el proceso, había golpeado con la cadera a su prometido que intentaba alcanzar lo que antes había tirado.

— Lo siento — susurra, para seguir caminando. Ranma se acomoda y la observa retirarse para luego bajar la mirada y encontrar, justo al frente de sus ojos, el papel que hubiera perdido. El chico pestañea repetidamente, y frunce el ceño al percatarse de que su nombre había sido modificado por un "El idiota Saotome", sin embargo, su enfado es rápidamente disipado al notar que cada uno de los ejercicios había sido resuelto.

— Esa boba… — murmuraba, enternecido. Rápidamente se pone de pie y toma el papel para dejarlo en el escritorio, y poder retirarse. Luego, vuelve sobre sus pasos para corregir su nombre y repetir la acción que le permitía salir del salón. Debía alcanzar a su prometida.

— ¡Akane! — la llama al divisarla por el pasillo, después de haber comenzado una breve carrera en su búsqueda. La chica, que venía en dirección contraria se detiene y lo observa por un segundo — ¿podemos hablar? — pregunta nervioso y observa como la chica levantaba el pequeño botiquín que había ido a buscar a la enfermería a modo de respuesta. Ranma recuerda, recién entonces, sus heridas, por lo que traga en seco — no es momento para arrepentirse — pensaba.

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— ¿Qué te ocurrió? — pregunta Akane mientras humedecía un trozo de algodón que tenía en sus manos, para llevarlo al rostro herido de su prometido. Ambos habían decidido ir a la azotea, aprovechando que la mayoría de los estudiantes de la preparatoria estaba rindiendo exámenes en ese momento. La chica agradecía internamente a los deberes que su hermana le había impuesto, ya que ello, más que otra cosa, le había permitido resolver su examen — y el de su prometido — fácilmente.

El chico, que cruzaba sus brazos sobre el pecho mientras la chica cuidaba de él, como generalmente hacía, no había podido dejar de observar el interior de aquel pequeño botiquín, distinguiendo, muy a su pesar, una pequeña y puntiaguda tijera que no había tardado en imaginar en su garganta. Pronto sacude su cabeza, deshaciéndose de la idea.

Akane no sería capaz… ¿verdad?

Ante el movimiento, Akane retira sus manos y lo observa, esperando una respuesta. El chico carraspea la garganta y habla determinado.

— Fui a ver a Shampoo — confiesa, más la determinación había quedado a medio camino y comienza a esbozar una nerviosa — y asustada — sonrisa mientras reparaba en lo fácil que esas palabras, podían malinterpretarse. La chica parpadea un par de veces, procesando la información, desconcertada — n-no… e-espera…, y-yo…, n-no… es… — intentaba hablar el muchacho, mientras observaba como Akane, en la más tranquila de las actitudes, comenzaba a ordenar los elementos recién empleados, cerraba el botiquín y ponerse de pie.

— Me da igual — había dicho, antes de girarse.

— No, no, no, no, no… — aleteaba el chico tras ella — no es lo que crees — se apresura a alcanzar una de sus manos, para hacerla girar, sin embargo, la chica impide el movimiento, girando por sí misma, para encararlo.

— ¡No tienes que darme explicaciones, si fuiste a buscarla y quedarte con ella hasta ahora, entonces no tienes nada más que decir!

— ¡No!, Akane, ¡no entiendes!

— ¡¿Qué es lo que no entiendo, Ranma?!

— ¡También fui a ver a Kodashi! — hablaba, desesperado. Akane, nuevamente desconcertada, sentía temblar uno de sus ojos. Incrédula, observaba al chico que parecía creer, se había dado entender maravillosamente, pero aquel pensamiento había sido rápidamente reemplazado cuando sintió el aura de su prometida rodearlo por completo. La chica había comenzado a sacudirlo con tal fuerza, que Ranma temía que su cabeza se le desprendiera del cuello y terminara rodando por el piso.

— ¡¿Acaso estás burlándote de mí?! — gritaba, furiosa, dispuesta a matarlo.

— Espera… Akane…, debes… escuchar… lo que… tengo… que decir… — trataba de hablar el chico.

— ¿Y qué te hace pensar que quiero escucharte? — contesta, soltándolo — eres un traidor…, eres un… — la chica, ofendida, luchaba por contener sus lágrimas.

— Fui a decirles que tú y yo estábamos juntos — explica molesto, tanto por la situación como consigo mismo, mientras sujetaba su cabeza ligeramente mareado, cuando Akane finalmente lo había soltado, dejándolo caer — por ahí debí haber comenzado — se reprochaba mentalmente.

— ¿Qué? — Akane, repentinamente inmóvil, lo observaba atenta, y el chico había comenzado a sentir la más genuina de las vergüenzas, obligándolo a retirar su mirada de la chica — ¿que tu hiciste, que? — insiste.

Ranma se acomoda en el suelo, cruza sus brazos sobre el pecho y sus piernas en posición de loto, tratando de disimular el sonrojo que comenzaba a invadirlo.

— Lo que escuchaste — responde con dificultad. Akane lo observa y se apresura en acercársele, acomodándose en el suelo, frente a él.

— ¿De verdad? — pregunta, alegre. El chico finalmente la observa y asiente, aún apenado. No estaba seguro de si ello fuese de su agrado, nunca habían hablado de permitir que alguien más se enterara de su unión y había estado preocupado de su reacción.

— ¿Por eso estas así? — preguntaba, señalando sus heridas. El chico rasca su cabeza, apenado — debe haber sido una locura — comenta la chica, imaginando varios escenarios.

— No tienes una idea… — resopla el chico, recordando.

Los eventos de los días anteriores lo habían hecho reflexionar y había llegado a la sencilla conclusión de que, si Nabiki y Ukyo ya sabían de su relación, era cosa de tiempo para que el resto de personajes que conformaban su vida, también lo hicieran. Con la cabeza fría debía evaluar toda la situación, pensando además que, si Akane pensaba que él había ilusionado a las chicas, ellas, probablemente, pensaran de igual manera, por lo que había decidido acudir, uno a uno, a tales enfrentamientos, esperando que, y si la suerte estaba de su lado, pudiera evitar un masivo y explosivo desastre.

Pero, ¿qué había hecho exactamente?, se preguntaba.

Ranma creía haber sido lo bastante claro con ellas, desde siempre. Para él, ellas solo eran sus amigas y compañeras de aventuras en las que se ayudaban mutuamente. Había gritado a los cuatro vientos sus intenciones — o la falta de ellas — de casarse. Había establecido que las locuras de su padre poco tenían que ver con él.

Entonces, ¿qué más debía hacer? Las chicas se empecinaban en no hacerle caso.

Y es que rendirse, sabia, no sería algo que consiguiera fácilmente entre su grupo de amigos. Ellos eran artistas marciales, después de todo.

Pero, al menos, podía darle su lugar a la chica que realmente le interesaba, pensaba, pero para eso, su relación debía dejar de ser un secreto. Parte de la evaluación que había hecho, llevaba consigo enfrentar las muchas veces que ellos se habían negado mutuamente, y así como había visto de afectada a Ukyo, por sus acciones, no había podido evitar pensar en cómo se hubiese sentido Akane, cada vez que el anunciaba su falta de interés en ella o en el compromiso que ambos compartían, por mucho que ella hiciera lo mismo con él.

Pero la muy bruta no había hecho otra cosa más que malinterpretar sus buenas intenciones cuando él había estado dispuesto a explicárselo. Su brillante intento por disculparse se habían ido al demonio y no había tenido oportunidad de compartir su plan, por lo que había decidido actuar por cuenta propia.

Así que, había ido a ver a Shampoo. Esta, feliz por su visita, había saltado a sus brazos, y en cosa de segundos, Ranma se encontraba sentado junto a una de las enormes y redondas mesas del lugar, mientras la chica prometía los más deliciosos platillos de su local. Por un instante, el chico se había dejado tentar, preguntándose si sería bueno hablar con la chica una vez tuviera su estómago lleno de ramen, mas no dejo que aquella idea se alojara demasiado tiempo entre sus pensamientos. Lentamente se había puesto de pie, y estando alerta, había llamado a la chica, que extrañada, lo observaba.

Y le dijo.

Shampoo lo observa, como si sus palabras no tuvieran importancia alguna, lleva el peso de su cuerpo a uno de sus pies, inclinando ligeramente su cadera, para luego cruzarse de brazos y hablar tranquila.

— Yo gustarte, yo saber — había dicho, segura.

— Y-yo… yo no te amo.

— Eso no importar, amar con el tiempo — explicaba, obstinada a no darle importancia al asunto.

— Shampoo… — Ranma había dicho su nombre con profundo cansancio, provocando finalmente que la chica exteriorizara la molestia que hasta ahora, había estado controlando. Rápidamente cambia su postura, frunce el ceño y habla con abrumante determinación.

— Entonces, ¡yo matar!… ¡ella no tener airen! — la chica comenzaba a girar, dispuesta a hacer realidad sus palabras, pero el chico se apresura en impedir su paso.

— No lo hagas, Shampoo, si te le acercas, tendré que lastimarte — las palabras dichas por el muchacho, habían logrado sorprenderla, por lo que decide observarlo para notar que ya no se encontraba ahí el chico nervioso que había entrado al restaurante. Ahora hablaba con el guerrero, con aquel hombre fuerte y poderoso, que tanto admiraba.

— Tú no ser capaz — aquellas palabras, pese a tener la intención de sonar amenazante, sonaban más a una petición. Shampoo sabía que no podía lastimar a Akane, pese a que esta era bastante inferior a ella en combate. Lo había sabido desde la primera vez, desde aquel beso de la muerte que jamás se había llevado a cabo. La chica violenta era demasiado importante para él, jamás le perdonaría lastimarla, y ello había sido confirmado cada vez que esa estúpida chica, estaba en peligro.

— Tú estabas ahí, Shampoo, sabes que lo haré — la voz del chico era determinante, y ella, comprendiendo a lo que se refería, le da la espalda, impidiendo con ello, que el chico notara el real impacto de sus palabras. El chico se apresura en alcanzarla y sostenerla de uno de sus brazos — Shampoo, te lo advierto — hablaba amenazante, notando que la chica observaba el agarre con demasiado interés, dándose cuenta, con aquel gesto, que estaba usando demasiada fuerza en aquel agarre, soltándola de inmediato. Shampoo, que ahora lo observaba seriamente, da unos pasos acercándosele.

— Ella no ser suficiente, tu necesitar mujer fuerte, ¡yo ser lo que tu necesitar!, tu vencerme en combate, ¡tú deber hacerte responsable!

— ¡No!

— ¿No?

— ¡No!, tus leyes no son las mías, ¡no lo haré!

— ¡Ya basta! — había gritado Mousse, que rompía una de las mesas, con un golpe — no permitiré que trates así a mi adorada Shampoo.

— Mousse, no meter, este ser asunto de esposos — le reprochaba la chica, ante la interrupción.

— ¡Que yo no soy tu esposo! — Ranma comenzaba a frustrarse, sin embargo, la chica parecía ignorarlo.

— Pero Shampoo — protestaba su admirador — ya olvídate del tonto de Saotome y ven a mis brazos — hablaba mientras abrazaba fervientemente uno de los pilares del retornante. La chica lo observa y suspira cansada.

— ¿A quién le dices tonto? — pregunta, retórico, tras golpearlo fuertemente en la cabeza.

— Pues ¡a ti! — gritaba Mousse, en dirección contraria.

— ¿Tú ver lo que yo tener que tolerar por indecisiones de airen? — le hablaba cansada, al chico, que comenzaba a irritarse.

— ¿In-decisiones? — repetía incrédulo.

— Ser mejor irte ya, mañana visitarte en escuela — hablaba mientras arrojaba un balde de agua fría sobre el chico que seguía abrazado del pilar.

— ¿Acaso no escuchaste nada de lo que acabo de decir? — preguntaba, analizando las posibilidades de que la chica estuviera tomándole el pelo, pero esta se le acerca, se afirma de su hombro y besa su mejilla, como si aquel gesto fuese algo normal entre ellos.

— Tener cita, yo prometer — agrega la chica, ignorándolo, para alejarse nuevamente, amarrar el cuello del pato con una soga, y llevarlo al interior, bajo la incrédula mirada de Ranma.

— Bien, eso no salió exactamente como me lo imaginaba — pensaba el chico, confundido, mientras se dirigía a la casa de los Kuno.

Gran error.

Con tan solo poner un pie en el interior de aquella mansión, Kodashi había rodeado su cuello con su cinta de gimnasia y de ahí en más, todo había sido una real locura. Transformándose esa casa, y en cada uno de sus integrantes, la razón de por qué había llegado a clases tan tarde, y en tan deplorables condiciones.

— ¿Por qué lo hiciste? — le preguntaba Akane, observándolo detenidamente, regresándolo a la realidad.

— ¿No lo sabes? — responde retórico, observándola, molesto. Pero la chica solo se encoge de hombros y esboza una sonrisa.

— Me encantaría oírlo — comenta, divertida. El chico frunce el ceño y cierra los ojos, antes de hablar.

— Pues, para que cierta niña boba no ande diciendo por ahí, que yo ando ilusionando a las chicas, cuando es ella la que le dice a toda la preparatoria que no tiene novio — explica, aun molesto, pese a escuchar la risa divertida de la chica que tenía al frente.

— Ranma … — suspira entre risas — ¿sigues molesto por eso? — pregunta, divertida ante la cara de fastidio que su prometido había formado — ¿es que acaso si tengo novio? — insiste.

— ¡Pues, claro que sí! — grita el chico, exasperado.

— Oh… y… ¿quién es?

— Muy graciosa — responde irónico.

— Bobo, solo bromeo contigo — ríe antes de besarlo rápidamente — claro que tengo novio, o ¿qué creías?, ¿qué ando besándome con cualquier chico por ahí? — agrega divertida, mientras observa como el entrecejo del chico comenzaba a arrugarse, antes de ponerse de pie ya sin prestarle atención. Rápidamente la toma de la mano y logra, con aquel movimiento, que ella hiciera lo mismo.

— ¡Ranma querido! — saludaba Kodashi, vistiendo su característico uniforme de preparatoria, mientras batía entusiasta su cinta de gimnasia.

— ¡Airen! — aparecía Shampoo, en su bicicleta, cargando un recipiente de comida china.

— ¿No me dijiste que habías hablado con ellas? — preguntaba Akane, en voz baja, mientras su prometido ya la cubría por completo.

— Lo hice.

— Entonces… ¿qué hacen aquí?

— Yo no sé, tú dime… cada vez que lo intento, parecen regresar con más fuerza… — resopla cansado — creo que nunca entenderé a las mujeres — agrega, abatido. Y Akane lo observa.

Y entonces, varios recuerdos golpean su mente.

"No puedo ser tu novio, porque tengo una prometida" le había dicho a Kodashi cuando esta había ido a la escuela a buscarlo una vez que esta decidiera estar enamorada del chico.

"Si yo gano, debes olvidarte de Ranma" le había exigido, en su forma femenina, en aquel combate.

"¡No me casaré contigo!" le habría gritado a Shampoo, demasiadas veces como para recordar una en específico.

"Así soltero, estoy muy feliz" le había aclarado a Colonge cuando esta había aparecido.

"Tú y yo, solo somos amigos ¿verdad?" le había dicho a Ukyo, cuando esta había cambiado sus vestimentas.

Akane suspira cansada, y adopta posición de combate, ubicándose junto al chico, mientras observaba como Ukyo, también hacia su ingreso, a aquel lugar.

— Bien — pensaba a chica — al menos ahora, las enfrentarían juntos — concluía para sí.

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Después de varios minutos, Ranma y Akane hacían el ingreso al salón de clases y cada uno había sido arrastrado hacia el centro de su respectivo grupo de amigos, que interesados por las múltiples heridas que se les podían apreciar, no dejaban de hacer preguntas y comentarios.

— Akane, ¿estás bien? — se escuchaba a las chicas preguntarle preocupadas, mientras esta se esforzaba por tranquilizarlas. Ranma la observaba atento pese a que varias de las chicas insistían en reprocharlo con la mirada.

— Al parecer, las chicas no se tomaron muy bien la broma de Nabiki ¿no? — preguntaba Hiroshi.

— Ni que lo digas — Mako resoplaba al observar a su amigo acomodarse en su pupitre — esas chicas son de temer y hoy están más furiosas que nunca — agrega al observar como algunos bastones de gimnasia, y algunas espátulas, caían desde la azotea.

— ¿Broma? — preguntaba Ranma, confundido.

— Cuando dijo que ustedes dos eran pareja — explicaba Daisuke.

— Claro — reía Mako — todos sabemos que nuestro querido amigo jamás se atrevería a declararle su amor a su adorable prometida, ¿no es verdad? — preguntaba a los demás.

— Cierto — confirmaban varios de ellos, mientras reían divertidos.

— ¿Cómo dices? — preguntaba, incrédulo, mientras sentía la falta de confianza que depositaban sus compañeros de clase, en esas materias, sobre él.

— ¿Ustedes se imaginan, a nuestro buen amigo Ranma, confesando su amor?

— "Oh, mi bella Akane, desde el primer momento en que te vi, capturaste mi corazón" — hablaba Mako, simulando la situación, llamando la atención de varios chicos y chicas del salón.

— Pero que idiota eres — murmuraba el chico, al observarlo.

— No, no, no — interrumpía Jiro, y Ranma lo observa agradecido, ante un poco de cordura en medio de tan absurdas bromas a costa suya — "te amo, Akane, siempre te he amado, te amo hoy y te amaré mañana, porque tú eres la mujer de mis sueños" — había dicho el chico, uniéndose a las bromas de sus amigos, generando risas en todo el salón — el día que Ranma diga algo como eso, yo me comeré un zapato — finaliza, provocando nuevas y escandalosas carcajadas.

— "Akane, no puedo vivir sin ti" — continuaba Yoshio, mientras Kimura lanzaba al aire varios y pequeños papeles que simulaban ser varios pétalos de cerezo, cayendo lentamente.

— Veo que se estuvieron preparando — comentaba Ranma, a pesar de saber que era absolutamente ignorado.

En medio de aquel escándalo, el profesor de turno había llegado, por lo que todos los estudiantes se esfuerzan por recuperar su compostura y saludarlo apropiadamente. Un nuevo examen comenzaría y era hora de retomar la seriedad que por un instante habían perdido.

Tras las explicaciones correspondiente, la entrega del documento que evaluaría sus conocimientos, el proceso había comenzado. El sonrojo de Akane se había disipado y la molestia de Ranma había mermado, sin embargo, no había podido dejar de pensar en las estúpidas burlas de sus amigos. Ellos habían dejado claro que no lo creían capaz de confesar sus sentimientos. Lo verdaderamente terrible, del asunto, era que… tenían razón.

La actitud de las chicas, tampoco había ayudado. Ellas habían hecho caso omiso, una vez más, a sus reveladoras intenciones. Él había tratado de ser tan claro como sus escasas habilidades comunicacionales le permitían, y parecía no ser suficiente.

El chico suspira cansado y se acomoda sobre su pupitre, absolutamente derrotado, a él jamás le había importado lo que los demás pensaran respecto a sus acciones, sin embargo, se había esforzado por hacer sentir cómoda a su prometida, después de tantos sin sabores en su extraña relación. Voltea su rostro para observarla detenidamente, admirándola, agradeciendo la infinita paciencia que ella le tenía a él y a las locuras que parecían rodearlo siempre.

Akane, al sentirse observada, deja de escribir para encontrarse con la mirada de su prometido, notando de inmediato, el gesto en su rostro. Y lo interroga con la mirada.

— ¿Todo, fue para nada? — murmuraba el chico en su dirección. Sin embargo y pese a sus esfuerzos por no ser escuchado, el murmullo en tan silencioso lugar, había sido percibido por el docente que ahora carraspeaba su garganta en un vago intento por llamar la atención de la pareja y hacerles saber que estaba al pendiente. Pero si interacción, también había sido percibido por Hiroshi, que se sentaba justo atrás del joven artemarcialista, por lo que rápidamente avisa a su amigo Daisuke, que estaba junto él.

— No lo fue — ella había murmurado, también, sonriendo.

Agradecido por aquella respuesta, el chico mueve discretamente sus ojos, señalándole con aquel gesto a la chica, que eran observados. Akane voltea discretamente, provocando que Hiroshi y Daisuke hicieran lo posible por disimular la atención que ambos le estaban prestando y ríe divertida. Vuelve a centrarse en su prometido, asintiendo, consintiendo aquella muda propuesta, que ella misma había determinado desde el momento que había decidido corregir a sus amigas. El chico, consciente de que las acciones se le daban mucho mejor que las palabras, estira una de sus manos y recibe, con plena satisfacción, la de su prometida. Al hacerlo, entrelaza sus dedos con los de ella, y aguarda, complacido.

— ¡Era verdad! — gritaba Hiroshi, de pie y apuntándolos, bajo efusivos intentos de su amigo por volverlo a sentar a través de fuertes tirones de su chaqueta — Nabiki tenía razón, era verdad! — hablaba, aún sorprendido. Y en cosa de segundos, las expresiones de asombro, los murmullos y diferentes comentarios, se dejaron escuchar. El salón del Primero F fue rápidamente rodeado de estudiantes que confirmaban la noticia que el día anterior, había sido frenéticamente negada por la pareja que ahora, no soltaba sus manos.

— Se los dije — se jactaba Nabiki, al observarlos, mientras maldecía el hecho de no haber podido sacar beneficio alguno de aquella noticia. El par de idiotas había decidido exponerse y hacer pública su relación, pero ya encontraría la manera de sacar provecho de esta nueva situación — por cierto — agrega, sin que ninguna emoción pudiera identificarse en su rostro — ni creas que no me di cuenta de que faltan algunas de las fotografías de mi hermana, cuñadito — finaliza, esbozando una pequeña, pero divertida sonrisa, al observar el sonrojo automático de ambos, al escucharla — si… — pensaba tranquila — aún lo tengo — se convencía, antes de girarse y retirarse del lugar.

— Saotome…, no lo permitiré ¡en guardia! — arremetía Kuno, furioso.

— Aquí vamos otra vez — suspiraba cansino, preparándose para el ataque, sin poder ocultar la sonrisa que aquella sensación de alivio, le había provocado.

¿Qué podía ser tan terrible, después de todo?, ¿que los atacaran, cuestionaran, interrumpieras o trataran de casarlos?

¿No había sucedido, todo eso, ya?

El chico sonríe y comienza a defenderse.

— Pero ahora, sin secretos — murmuraba, volteando a ver a su prometida, mientras pateaba la cabeza del atolondrado kendoista. Y esta, como escuchándolo, sonreía en su dirección, a pesar de ser insistentemente interrogada por sus amigas.

— Estoy confundido — comentaba un estudiante, desde la ventana del pasillo, mientras observaba la confusa situación — ¿ellos no eran pareja, ya?

— Pues si…, eso creo — le respondía otro, encogiéndose de hombros.

— ¡Ranma! — habían gritado, una maltrecha Shampoo y una herida Ukyo al llegar al lugar. La última, dejaba caer a una inconsciente Kodashi, pesadamente.

El docente, suspiraba frustrado, mientras ordenaba algunos documentos y se retiraba del salón.

— Olvídenlo — resoplaba, molesto, mientras lo hacía, sabiendo a ciencia cierta, que aquella disputa tardaría mucho más de lo que estaba dispuesto a tolerar.

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Fin del capítulo 8.


Notas de autora:

¡Hola de nuevo!

Pues, como pudieron ver, fue Ukyo, quien los vio. Y es que después de revisar el manga nuevamente, me di cuenta que, de todas las chicas, es la que menos ataques ejerce contra Ranma y Akane. De hecho, contados tenemos dos ataques a Akane: el primero es cuando Ryoga acusa a Ranma de haber abusado de Akane mientras aprende el Hiryu Shoten Ha, pero Ukyo defiende a Ranma, diciendo que él no tenía la fuerza para abusar de una chica fuerte como Akane, y arremete contra ella; y la segunda, cuando le lanza algunas espátulas para quitarle el paraguas del amor en la preparatoria cuando Akane intenta destruirlo, ya que no quería "desaprovechar esa oportunidad".

Tampoco tenemos muchos ataques o golpes a Ranma, pude contabilizar el golpe que le da cuando se entera de la existencia de Shampoo en aquella competencia; cuando lo encuentra en una cita con la pequeña Hinako mientras este intenta obtener información sobre su técnica, y cuando piensa que Ranma le dará un anillo de compromiso a Akane.

Además, Ukyo siempre aceptó el compromiso de Ranma con Akane, de hecho, abiertamente le pregunta a Akane que, si se lleva tan mal con Ranma, por qué no terminaba con él (una pregunta bastante válida, en realidad), pero Akane decide "no caer en la trampa".

Es importante mencionar que, Ukyo nunca desafía a Akane, sin embargo, cuando Akane "regala" a Ranma a su hermana, convirtiéndose en su prometida, Ukyo decide desafiarla a ella…. Curioso, ¿no?, entonces, que fuera contra ella no era realmente una opción.

Y luego, tenemos su reacción cuando se entera de este matrimonio falso que anuncia Nabiki, con el lío de la salsa. Si bien, ella duda de esa unión desde el principio, ve como la pareja duerme en la misma habitación y decide hacer caso omiso a ello, diciéndole al chico "puedo aceptar una o dos infidelidades, pero no me cuentes" ….

¡Por Dios, ¿es en serio?, yo lo mato!

Ejem, ejem…

Pero luego tenemos su intromisión en la boda, y ello me lleva a pensar que casi todas sus reacciones violentas para con el chico, involucran a las otras chicas (Shampoo y Kodashi) y si prestan real atención, notarán que, en las ocasiones ya mencionadas, ellas están ahí. Y es que no es perfecta, tampoco. Nadie en todo el manga lo es.

Por lo que una reacción agresiva, o escandalosa estando ella sola, simplemente no me era coherente. Y su reacción, además, era importante porque genera toda la reflexión posterior.

En este capítulo, además, dejo ver varias de las interpretaciones personales que le doy a esta historia. Las reacciones de las chicas están basadas en lo mucho que ellas hacen caso omiso a la relación que ven a diario, entre Ranma y Akane. Yo creo que ellas saben, realmente, lo que sienten el uno por el otro, pero eligen no hacerle caso al asunto. Las razones, solo Rumiko las entiende, pero también creo que nadie se cambia de país o ciudad, y opta con ello, estar alejadas de todo cuanto conocen y aprecian, solo por capricho.

La situación de ambas, es un poco delicada, en realidad: mientras Ukyo fue humillada y abandonada, Shampoo es presa de sus leyes, a las que decide desobedecer, por el chico. De igual manera Ukyo decide olvidar todo lo vivido para reanudar su amistad con él. Para mí, estas chicas no son unas simples "locas desquiciadas". La única que cabe en esa descripción, es Kodashi…, es que a ella sí, no logro entenderla mucho xD

Nadie que haya leído el manga, duda de la relación entre nuestra pareja protagonista y sabe, que ellos jamás tienen ojos para nadie más, pero a veces, el afán por uno u otro personaje, impide notar ciertos aspectos importantes, por eso, quizá, me esfuerzo por explicar mis puntos de vista…, que no tienen por qué compartir, por cierto, xD

Así que aquí tienen, un capítulo que no cambia nada, pero que lo cambia todo en realidad. En el que Ranma y Akane, deciden compartir su decisión, comprendiendo, que ya no sacan nada con mantenerla en secreto, pues los insistentes pretendientes y las numerosas admiradoras, seguirán ahí. Solo que ahora, podrán hacerle frente juntos. Espero no haya resultado demasiado confuso.

Pero hay algo que falta…

¿Qué es lo que falta?, pues tendrán que esperar al próximo y último capítulo para saberlo, si es que no lo han echado de menos ya.

Espero que esta entrega haya sido de su agrado, o que por lo menos, les haya servido para distraerse un poco. La verdad es que yo disfruto bastante escribiéndola, a pesar del trabajo que me significa xD

Mis más sinceros agradecimientos a aquellos que aún me acompañan en esta historia, a aquellos (as) que la siguen en silencio, a quienes me escriben sagradamente ante cada nuevo capítulo, y a quienes la comparten, para promover su lectura.

Son lo máximo.

¡Nos vemos!