Capítulo 8

*El día lunes llego, y ambas chicas se encontraban en sus respectivos lugares de trabajo, tratando de no tomar tanta importancia a lo que en la noche sucedería, no era una cita al fin y al cabo, pero eso no evitaba que los nervios llegaran de cuando en cuando, pues sería la primera vez que estarían juntas, sin Kiritsugu, sin Shiro, solo las dos.

Al llegar la noche, Arturia se dirigió al apartamento de los esposo, el frió estaba empezando a sentirse, así que estaba lo suficientemente abrigada, con un pantalón jean negro que marcaba su bien formado trasero, un polo de vividi simple color blanco y un saco largo azul marino, además de una gorra y una bufanda.

Cuando estuvo frente a la puerta, dudo, pero sería ridículo irse ahora, estando ya ahí, así que toco el timbre y espero. Dentro del departamento solo estaba Iris esperando a la rubia, pues Kiritsugu había salido desde hace una hora, estaba vestida con un pantalón pitillo azul oscuro, un polo manga larga color crema y un suéter violeta suave, al escuchar el timbre los nervios volvieron, se dirigió hacia la puerta y antes de abrir se puso una gorra y bufanda también.

Cuando abrió la puerta y sus ojos se encontraron ambas se sonrieron, y se quedaron en esa posición por unos segundos. Hasta que el sentido común le dijo a Arturia que ya debía reaccionar.

- Hola – saludo. Y esto hizo que Iris también reaccionara y saliera del apartamento.

- Hola – respondió una vez cerró la puerta.

- Te vez hermosa – alabo la rubia.

- Gracias, tú también estas hermosa – dijo la platinada mirando a otro lado para que no se diera cuenta de su rubor – ¿Lista para irnos? –

- Si, pero aún no me quedo claro a donde iremos – respondió, y era verdad pues Iris solo la llamo para decirle a qué hora debía pasar por ella, sin entrar en detalles sobre el lugar al que irían.

Ante esa contestación la platinada sonrió enigmáticamente y dijo.

- Ya lo veras –

Minutos después en un estadio de fútbol.

- ¡SI, VAMOS ANOTEN! – gritaba Iris de pie desde su lugar que era entre las primeras filas, Arturia solo estaba a su lado, riendo al ver a la platinada así de emocionada, dando pequeños brinquitos y gritando. Aunque no se escuchaba mucho, pues a su alrededor habían muchas personas que también gritaban – ¡VAMOS, VAMOS! – Iris grito aún más fuerte al ver a uno de los jugadores del equipo contrario dirigirse a la portería de su equipo – ¡SÍ! – grito con emoción cuando el jugador fallo el tiro.

- Eres algo aguda ¿verdad? – comento Arturia.

- ¿Qué? – pregunto la platinada, esta vez con voz normal.

- Cuando gritas, si quieres que escuchen tu grito tienes que proyectarlo – finalizo la rubia. Iris sonrió.

- Enséñame – le dijo.

- De acuerdo – acepto la rubia – primero aprieta los músculos del estómago – la platinada comenzó a reír.

- Ara, no sé si tengo alguno – confeso Iris entre risas, nunca fue muy fan de los deportes al fin y al cabo.

- Claro que sí, lo tienes, están aquí – dijo esto poniendo su mano en la parte superior de su estómago. La platinada dejo de reír.

- ¿Ahí? – pregunto mirando los ojos esmeralda, Arturia asintió.

- Endurece – Iris intento hacerlo – ahora ténsalos – la platinada volvió a reír.

- Están bastante tensos – dijo con una sonrisa que Arturia correspondió para después seguir.

- Ahora dilata tu diafragma – la platinada la vio frunciendo las cejas en señal de confusión.

- ¿Mí qué? – pregunto sintiéndose perdida.

- Jajaja está aquí – rió la rubia subiendo un poco más su mano por debajo de los pechos – ahora empújalo hacia mi mano – Iris lo intento, pero en lo único que podía pensar era en esa mano y su cálido contacto – ¿Sientes mi mano? – la platinada asintió y una idea descabellada surgió en su mente.

- Tal vez si pones ambas – pidió Iris, aun sabiendo lo que significaba.

La rubia se sorprendió, acaso Iris no se daba cuenta de lo que su cercanía causaba en ella, pero si de algo estaba segura es que nunca podría negarse a una petición hecha por esta mujer. Suspiro resignada, para con lentitud ir posicionándose atrás de la platinada y luego puso su mano libre a un lado de la otra, rodeando así el delicado cuerpo de su contraparte.

- Bien – dijo apenas Arturia, sintiendo que le faltaba el aliento – ahora para lograrlo, imagina que tu paladar es una catedral – Iris volteo su rostro intentando verla por encima de su hombro, con una sonrisa.

- No, ya me perdí – confeso la platinada.

- Oh, vamos – Arturia trato de animarla, mientras la soltaba y se ubicaba a su lado.

- No, no, lo entiendo, los músculos y el diafragma, pero eso del paladar… – Iris intento defenderse.

- Solo es cuestión de espacio, tu boca es tan grande que debes llenarla con el sonido – explico Arturia con paciencia – desde el fondo, debes llenar el espacio y… hacia afuera – termino de decir. Pero para Iris seguía siendo complicado.

- ¿Cómo? Demuéstramelo – ante esa petición la rubia solo asintió.

- Así – dijo para luego tomar aire y… – ¡ERES MALO NÚMERO NUEVE! – grito tan fuerte, que Iris estaba segura que todo el estadio la había escuchado. Las personas a su alrededor voltearon a verla y el número 9 volteo también.

- Nada mal Arturia – alabo la platinada.

Una vez terminado el partido, ellas estaban fuera del estadio.

- Ahora es tu turno ¿A dónde quieres ir Arturia? – dijo Iris, creyendo justo ahora ir a un lugar donde la rubia quiera estar.

- No importa donde vayamos mientras sea contigo – lo último solo lo pensó.

- No, en serio a donde quisieras ir – insistió la platinada.

- Hum, me gustaría ir a bailar – respondió con una sonrisa.

- Ara, eso sí me agrada – dijo Iris que también estaba pensando lo mismo.

- Bien, ¿conoces un lugar donde ir? – pregunto la rubia con curiosidad.

- Tengo una idea – respondió la platinada entrelazando su brazo al de Arturia.

Momentos después, en una maquinita de baile.

- Comencemos a bailar – hablo una voz robótica masculina, una vez las chicas insertaron monedas y escogieron la canción. Para estar más cómodas se quitaron los gorros y bufandas, así como el saco y el suéter respectivamente.

La canción inicio, y ambas empezaron a bailar con gracia y humor, saltaban mientras reían, movían su cadera cadenciosamente, cambiaban de posición cuando la canción lo requería y así entre risas, miradas cómplices y palabras no dichas terminaron su baile.

Ahora ambas se encontraban caminando por las calles calmadas mientras conversaban tranquilamente acerca del significado de algunas flores.

- Hum háblame de las Lilis – pidió la platinada.

- No quieres saber de las Lilis – respondió Arturia.

- Pero son mis favoritas – replico Iris con un pequeño puchero. Arturia se sentía un poco incomoda, no sabía cómo iba reaccionar la platinada si se lo decía.

- Pregúntame de la azalea – quiso alargarlo un poco, aun sabiendo que no se libraría tan fácil.

- Ah de acuerdo, que dice la azalea – dijo con una sonrisa.

- La azalea significa que alcances tu seguridad financiera – respondió Arturia.

- Lindo, ahora dime de las Lilis – Iris no iba rendirse con el tema y Arturia lo sabía por eso se resignó.

- La Lili significa… – quedo callado unos segundos – la Lili significa "te reto a que me ames" – dicho eso la rubia cruzo la calle, mientras la platinada se quedó un momento quieta y luego apresuro su paso hacia Arturia. Cuando estuvo a su lado ambas se vieron y luego sonrieron – Gracias por esta noche –

- Gracias a ti – dijo la platinada.

- Era mi cumpleaños – informo Arturia. Iris la vio incrédula.

- ¿Hoy? – Pregunto a lo que rubia asintió – debiste decirlo, el mío será pronto – también informo la platinada. Arturia le sonrió con gracia.

- Prácticamente gemelas – caminaron un poco más hasta detenerse.

- Llegamos – dijo Iris como quien no quiere la cosa. Aun viéndose a los ojos, la platinada se acercó poco a poco a la rubia y quedando a centímetros de sus labios se detuvo, una imagen de un Kiritsugu sonriente llego a su mente y se sintió culpable, se alejó instantáneamente de Arturia, que se sintió decepcionada pero no se inmuto – Que descanses – despidió Iris, abrazándose a si misma.

- Si, adiós – respondió la rubia desanimada.

Iris entro al departamento y se dirigió a la habitación donde encontró a su esposo ya dormido, se puso una pijama y se metió a la cama.

- Tus pies – comento con voz adormilada el pelinegro aun con sus ojos cerrados.

- ¿Están fríos? – pregunto la platinada acostándose de lado y dándole la espalda.

- No – dijo el pelinegro para después sonreír – por supuesto que si – se corrigió y luego volteo su cuerpo en dirección a su esposa – ven aquí – luego la abrazo, Iris solo lo dejo hacer. Preguntándose qué les había pasado como pareja, cuando dejo de haber esa chispa entre ellos, cuando dejo de sentir ese deseo de estar junto a él y formar un futuro juntos. No lo sabía, pero tenía que hallar una solución, tenían que volver a lo que eran, antes de que hiciera algo de lo que se arrepintiera.

Por el lado de Arturia, ella también estaba en su cama, rememorando ese momento en que Iris estuvo a punto de besarla, ahora más consiente de todo se dio cuenta de lo malo que hubiera sido si lo hubiera llegado a hacer, la platinada estaba casada, y lo que menos quería era meterse en una relación ya formalizada, además de que se notaba que Kiritsugu en verdad amaba a Iris y no hubiera sido justo para él. Pero no podía evitarlo, por más que su cabeza se lo dijera miles de veces, cuando estaba con la platinada simplemente se olvidaba de todo, y lo único que cabía en su mente era ella y nada más, y el que Iris correspondiera su prohibido sentir no le ayudaba en lo absoluto, tenía que hallar una solución, tal vez si salía con Nao a una de sus fiestas y encontraba a alguien con quien pasar el rato, suspiro con pesadez, esa idea la llevo a cabo hace tres noches y no le resulto, pues aunque lo intento no pudo quitar a Iris de su mente. Miro el reloj de su mesita y se dio cuenta que eran las 3 de la mañana, y aun no tenía sueño, volvió a suspirar esta vez con resignación, sabiendo que esa noche no podría dormir para nada.

Al día siguiente, en un bar elegante, se encontraban los dos amigos, Shiro y Kiritsugu, conversando mientras bebían unos tragos.

- ¿Quieres ir a mi apartamento hoy o te golpeara si lo haces? – pregunto el rubio de forma burlona.

- De hecho, me llevara a cenar – respondió el pelinegro – me llamo y quiere invitarme a cenar, eso es dulce –

- Muy dulce – comento Shiro – plántala y ven a comer pizza, quiero presentarte a la chica italiana que las entrega – finalizo. Kiritsugu sonrió.

- ¿Qué paso con la florista creí que tenías planes con ella? – pregunto con curiosidad y después sorbió un poco de su trago.

- No me deja entrar a su cama – contesto con simpleza.

- Es gay – le dijo Kiritsugu.

- Soy una cura para el lesbianismo – contesto con soberbia.

- No, eres superficial – corrigió Kiritsugu.

- Si, si lo soy – admitió Shiro con una sonrisa – ¿cuándo se terminara? –

- Jamás espero – dijo el pelinegro chocando su vaso con el de su amigo para luego ambos beber de ellos.

- En serio, tengo 29 años – dijo el rubio.

- 31 – replico el pelinegro.

- Ese es mi punto, estoy envejeciendo – aclaro Shiro, Kiritsugu lo observo curioso – además te veo, y veo lo que tienes, la estabilidad, la confianza, la permanencia – el pelinegro miro el techo pensando en lo que decía su amigo sintiéndose un ganador – y pienso, Dios que bueno que no soy tu – y con eso bajo de su nube al pelinegro. Shiro veía la relación de Iris y Kiritsugu mas como un acuerdo mutuo, pues hace mucho que no veía un brillo de emoción ni en Kiritsugu, ni en Iris, por eso prefería seguir como estaba. Kiritsugu sonrió, pero luego su expresión de tranquilidad cambio a una de preocupación.

- De hecho las cosas no parecen muy estables en este momento – dijo lo que desde hace un tiempo le hacía sentir inquieto.

- ¿Problemas en el paraíso? – pregunto el rubio con sorna.

- No, no, no podría ser estamos recién casados – respondió intentando convencerse a sí mismo. Shiro escucho una voz familiar, para él, luego agacho la cabeza y se escondió en el cuerpo de Kiritsugu.

- No te muevas – pidió en voz baja.

- ¿Shiro? – pregunto Kiritsugu queriendo una explicación.

- No te muevas – repitió.

- ¿Qué? – volvió a hablar Kiritsugu.

- La chica que acaba de entrar, nunca la llame, así que por favor quédate quieto ¿sí? – Le dio un par de palmaditas en el brazo – lo resolveremos – finalizo.

Lectores anónimos: Muchas gracias

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Pd: Si quieren otra historia adaptada o traducida no duden en pedirla.