Disclaimer: Twilight pertenece a Stephenie Meyer, la historia es de DaniDarlingxx, la traducción es mía con el debido permiso de la autora.

Disclaimer: Twilight is property of Stephenie Meyer, this story is from DaniDarlingxx, I'm just translating with the permission of the author.

Capítulo beteado por Yanina Barboza

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Dieciséis

No importa lo ocupado que esté el trabajo, los domingos siempre están reservados para mamá. Juro que trato de salir de la oficina a una hora razonable para poder descansar al menos unas horas más de lo que estoy acostumbrado. Trato de darle a mi madre la menor preocupación posible, y si llegara a aparecer en mi estado normal de cansancio, desaliñado y grasoso después de vivir de café y nicotina por Dios sabe cuánto tiempo, ella no haría nada más que preocuparse por mí durante toda la visita.

Ya tiene bastante de qué preocuparse. Tiene que mejorar, y necesita toda su energía para eso.

Por supuesto, esta vez, no tuve éxito. Observar a Bella tan de cerca como lo he estado haciendo significa que me he atrasado en mis otros casos, y pasé todo el sábado tratando de ponerme al día y sintiéndome como un idiota en general. Me sentía fuera de lugar, como si todo en mi mundo estuviera cambiando en contra de mi voluntad, y estaba desesperado por tener algo de control. Necesitaba poner mi trasero en marcha y volver a la normalidad antes de que todo lo que me importaba se me escapara de las manos.

Sí, mantuve a Bella como un caso porque era lo mejor para su seguridad. Eso no significa que no tenga otras personas a mi cargo que necesitan protección tanto como ella; y si no estuviera mirando, no los atraparía, y alguien saldría lastimado.

No sería capaz de vivir conmigo mismo si eso sucediera.

Me las arreglé para darme una ducha y arreglarme el rastrojo convertido en barba antes de ir a casa de mamá. Todavía me veo desaliñado, pero al menos no huelo como la cloaca de la que parezco haber salido. Menos de ocho horas de sueño en tres días le hacen eso a una persona.

Mamá y papá viven en las afueras de Seattle, en un área pequeña y pintoresca que los mantiene alejados de la locura de la vida de la ciudad, pero lo suficientemente cerca para llevar a mamá a todas sus citas y para tenernos a mí, a Rose y a los nietos cerca. Siempre puedo sentir un cambio en el aire cuando conduzco hasta aquí; una especie de paz que la ciudad simplemente no ofrece.

Cuando llego a la prístina casa estilo Cape Cod de mi infancia, estoy feliz de encontrar todas las puertas y ventanas abiertas y la música country de los noventa saliendo de la casa. Hoy es Garth Brooks.

No se escucha mucha música country en el noroeste del Pacífico, pero mamá nació y se crio en Texas, y yo crecí los domingos por la mañana, lleno de esta música a todo volumen en nuestros parlantes mientras ella limpiaba. Yo era un niño clásico de los noventa, enamorado de todo lo grunge, y pasé mucho tiempo quejándome de su elección musical. Pero no hoy. Hoy, la música country es mi favorita porque significa que mamá está teniendo un buen día.

Papá tiene la puerta abierta antes de que yo llegue al porche, su cabello rubio ahora está casi gris. A diferencia de su amigo, Aro, todavía está en forma para su edad. Todavía se levanta todas las mañanas para correr al menos cinco millas, así como para hacer entrenamiento de fuerza en el gimnasio en su sótano. Puede que mamá y papá tengan cincuenta y tantos años, pero siguen siendo la pareja más guapa y feliz que he visto en mi vida.

―Hijo, te ves como el infierno ―saluda mi padre, empujando la puerta mosquitera para abrirla.

―Gracias, papá, también te amo. ―Le doy una palmada en el hombro de la forma en que los hombres tienden a hacerlo, pero de todos modos me da uno de sus abrazos característicos.

―No voy a darte un infierno por eso. Tu madre lo hará suficiente por los dos.

Agradecido por eso, tengo una sonrisa en mi rostro cuando me aparto de él, mirando el interior de la casa que huele a Pine-Sol y trabajo duro.

―¿Ella está bien hoy? —pregunto, arqueando una ceja hacia mi padre.

Se ha mantenido al día con las tareas del hogar mientras mamá ha estado enferma. Es parte de la razón por la que se retiró. Pero no importa cuánto lo intentara, nunca obtuvo el sello de aprobación de Esme hasta que Esme lo hizo ella misma. Fue lo mismo al crecer, Rose y yo pasábamos todo el día limpiando la casa como una sorpresa para mamá, y todavía la sorprendíamos limpiando después de acostarnos. No es que no estuviera agradecida, por supuesto que lo estaba; simplemente era una fanática en extremo del orden.

Mi familia merece un hogar limpio y feliz, decía.

―Ha sido un gran día. Buenos días, de verdad. Los médicos la pusieron en este nuevo ensayo clínico y parece estar funcionando. Pero no queremos hacernos ilusiones, por supuesto.

Asiento en silencio, lo suficientemente inteligente como para mantener la boca cerrada. Siempre he sido del tipo que ve el vaso medio vacío. El tipo que solo ve la nube de lluvia, sin el lado positivo, que siempre está esperando que algo salga mal. Pero aprendí muy temprano en el diagnóstico de mamá que el cáncer no deja lugar para mi mierda pesimista.

Por eso estoy seguro de que sobrevivirá a esto. Es demasiado buena. Tiene que hacerlo.

―¿Escucho a mi chico? ―La voz de mi madre nos llega por los pasillos, y joder si no siento un nudo en la garganta cuando la veo.

Hoy se parece a la antigua Esme. Más delgada, más pálida y con un pañuelo colorido en lugar del brillante cabello castaño rojizo que me heredó, pero su luz volvió a encenderse.

No soy un llorón. Demonios, apenas soy sentimental. Pero tengo debilidad por mi mamá.

Es pequeña y frágil cuando la atraigo contra mi pecho, pero tiene una fuerza que no tenía la semana pasada.

―¿Cómo está mi chica favorita? ―inquiero.

―Oh, estoy muy bien. Ven aquí, déjame mirarte.

Hacemos esto todas las semanas. Como si mágicamente yo hubiera dejado de trabajar duro. Ella sabe lo que encontrará, pero la dejo hurgar y picar. Me aprieta las costillas, me alborota el pelo, aunque tiene que ponerse de puntillas para hacerlo, y luego sus manos heladas enmarcan mis mejillas y me mira profundamente a los ojos cansados.

―Mierda, Edward, hay una chica.

Espera, ¿qué?