Hola! Diosito sabe lo mucho que quería actualizar PERO me costó tanto avanzar con este capítulo! O sea, en realidad las ideas me sobraban, pero tengo cero capacidad de resumen y llegué hasta las 25 páginas así que empecé a cortar y a cortar cosas (Quedó en 18 páginas, creo) Tal vez les de la sensación de que quedan más dudas que respuestas, Y ASÍ ES JAJA intenté contestar a varias incógnitas que hay hasta ahora, FALLÉ; ES DEMASIADO jajaja
ANYWAY, muchas gracias a cada una de las personas que se encuentra leyendo esta historia. Muchas gracias por darse el tiempo de leer y comentar, pienso mucho en esta historia y tengo tanto planeado, sin embargo, una cosa es pensar y lo otro es escribir!
Oh, life update, cambié de trabajo (ahora tengo fines de semana YUJU!), es muy agotador de lunes a viernes, aunque es muy entretenido! Después de casi un año y medio descansando un día a la semana, sin festivos, me siento en el paraíso jiji Cómo están por allá ustedes? Espero que todos bien! Bueno, como siempre, mucho blabla, los dejo, hasta el próximo capítulo Y PERDÓN POR LA DEMORAA (y por algún error de ortografía, redacción, whatever. Lo revisé, pero quería actualizar luego porque tengo amsiedá)
Capítulo 13: Fiesta
Las palabras de su gemelo resonaron en su cabeza. Anna recién hacía su primera aparición oficial como heredera de su familia, y futura esposa de Ren Tao, pero Yoh sabía que su hermano carecía de intenciones de permitirle saborear ese inmenso poder a la rubia.
Continuó viéndola desde lejos, sin disimulo alguno. Anna podría haberse mostrado vulnerable ante él en más de una ocasión, no obstante, lo único que apreciaba en su semblante era confianza. ¿Dónde había quedado la incertidumbre de la chica que fue su rehén? ¿Dónde estaba la negación, el temor y la ira?
Yoh sonrió. Ella pertenecía ahí, en lo alto, admirada y envidiada por todos. Luciendo elegante, casi de la realeza, con una seguridad digna de una fortaleza impenetrable.
—Es muy bonita —comentó Tamao.
Yoh volteó a ver a la chica, sintiendo una sensación de calidez muy distinta a la que Anna le generaba. Tamao siempre había sido una luz para él, dulce, pura y llena de cariño. Llevaban un par de meses sin verse, debido a la ajetreada vida de ambos y, por muy feliz que le hiciera volver a tenerla cerca, involucrarla en una situación como esa era exponerla a un peligro innecesario.
—Tú también eres bonita —le respondió, dedicándole una media sonrisa.
Las mejillas de Tamao adquirieron un leve tono rosa, pero no quiso decir nada al respecto. Sabía que le abrumaban los halagos, pues era demasiado modesta, y algo de timidez permanecía desde su infancia a pesar de los años.
Ella, por su parte, quería contestarle que sí, que también era linda, pero él no la miraba como a la rubia. Debería estar ciega para ignorar la forma en que Yoh se había perdido completamente en el momento en que vio a la chica, aun así, no lo incomodaría con preguntas ni comentarios de ese tipo, mucho menos cuando Hao se encontraba con ellos.
Como Yoh, Tamao también miró a la rubia, quien se encontraba sujetando el brazo de su pareja mientras ambos saludaban a uno de los invitados del evento. Era difícil quitarle los ojos de encima; Anna Kyoyama se convertiría en la heredera de un gran imperio, era obvio que había causado una gran impresión, no únicamente en Yoh, sino en todos los presentes.
—Se ven adorables juntos —dijo ella, echándole un último vistazo a la pareja antes de volver a mirar al castaño—. Me alegro por ambos.
Yoh intentó suprimir una risa, fracasando patéticamente. Tamao no entendía qué le causaba tanta gracia, pero no cuestionaría algo que parecía alegrar al Asakura. De hecho, él no parecía ser el único divertido. Hao también rio por lo bajo, poniendo una mano sobre el hombro de la joven.
—Tu inocencia nunca deja de maravillarme —comentó el mayor, haciendo que la chica lo mirara con cierto enfado—. Vamos, Tamao, ya sabes que estos compromisos no son nada más que eso, compromisos.
—Parecer llevarse bien —dijo ella, devolviendo la mirada a Ren y a Anna.
Los dos se mantenían muy juntos, sin despegarse el uno del otro desde que habían aparecido en la sala. Tal vez no estarían enamorados, pero Tamao no veía nada que delatara que se odiaran mutuamente, sino al contrario. Yoh suspiró, dando una media sonrisa.
—Sería una lástima demostrarle a toda esta gente que apenas se conocen.
—Así son las galas, llenas de engaños y apariencias —comentó Hao, pasando una mano por su cabello—. Al menos en esta sala sabemos quiénes son realmente. En el salón principal, todos creen que se trata de un bello romance entre dos jóvenes millonarios, como si fuese un perfecto cuento de hadas.
La chica de cabello rosado parpadeó con incredulidad, negando con la cabeza ante las palabras del castaño.
—¿No es irónico que alguien como tú se queje de la falta de honestidad? —preguntó Tamao, arrepintiéndose al instante cuando los ojos de ambos Asakura se fijaron con curiosidad sobre ella. Su primer impulso fue cambiar de tema, sin embargo, continuó hablando—. Llevas años escondiéndote, detrás de caretas e identidades falsas.
—Lo dice la mujer que lo ha conseguido todo con esfuerzo propio y trabajo limpio, por favor —el mayor rodó los ojos, la ironía transparente en su voz.
Antes de que Tamao replicara, la repentina aparición de Ryu entre ellos cambió el curso de su conversación.
—Jefe —habló, mirando directamente a Hao, y de soslayo a la chica de ojos rosa. Abrió su boca, mostrándose avergonzado cuando las palabras no salieron de ella.
Yoh mordió el interior de su labio, intentando no reír. Su gemelo suspiró pesadamente, arqueando una ceja esperando explicaciones. Tamao sonrió ligeramente, intrigada por los nervios repentinos del recién llegado.
—Ryu —habló Hao, forzando una sonrisa en su rostro—. ¿Tenías algo que decirme?
El aludido aclaró su garganta sonoramente, enderezando su postura para disimular su ansiedad.
—La…la señora Kino solicita hablar con usted. Si fuese tan amable de acompañarme.
—¿Acaso no puede venir ella? —preguntó Hao, recibiendo un codazo de su hermano.
Yoh pudo ver en la mirada de su hermano que quería asesinarlo por ese atrevimiento en público, pero no podría interesarle menos.
—No te cuesta nada ir hacia la abuela, ¿acaso quieres que se pierda entre toda esta gente?
—Hablas como si se tratara de una viejita ciega e indefensa —masculló el mayor, entrecerrando los ojos—. Vamos, Ryu. Llévame donde la abuela.
El hombre asintió, haciendo una leve reverencia de despedida frente a Yoh, quien unió el entrecejo extrañado por tanta formalidad. Ryu repitió la misma acción con Tamao, esta vez algo más tenso y dubitativo. Él y Hao abandonaron el lugar, e Yoh resopló por pura vergüenza ajena.
—¿Le pasa algo a Ryu? —preguntó la muchacha, ladeando la cabeza confundida—. Ha estado actuando extraño, ¿seré yo? —Tamao cubrió sus labios con el dedo índice, intentando recordar si en algún momento había tratado mal al hombre—. ¿Le hice algo y no me di cuenta?
—Para nada, no te preocupes por eso —respondió el castaño—. De hecho, te aseguro que Ryu está muy feliz de verte, al igual que todos.
La chica esbozó una sonrisa que alcanzó sus ojos, gesto que Yoh imitó. Podrían pasar meses sin saber el uno del otro, sin embargo, la relación entre ambos se mantenía intacta. Se habían conocido durante su infancia, siendo apenas unos niños, y, después de haber vivido juntos por un tiempo, se había formado una familiaridad y un lazo de confianza mutuo bastante fuerte.
Por ese mismo afecto, era que Yoh no quería ver a Tamao en medio de toda esa gente.
Pensó en volver a insistirle a la chica que fuera al otro salón, donde estaría más segura, con gente de su clan vigilándola a la distancia. Tal vez, los miembros de la elite social no habrían obtenido su riqueza de manera legal, pero al menos no estaban entrenados para matar a nadie. Yoh volteó hacia Tamao, listo para convencerla para continuar la velada en la otra fiesta. No dijo nada al respecto cuando vio que Lyserg se había acercado a ellos.
—Fue una entrada interesante, ¿no les parece? —comentó el inglés, echándole un vistazo a la feliz pareja de novios—. Un poco dramática para mi gusto.
—Imagínate cómo será el matrimonio —contestó Yoh, divertido—. Hablamos de los Kyoyama y los Tao; te apuesto lo que quieras a que habrá fuegos artificiales.
—¿Es cierto que pospusieron la boda? —preguntó Tamao, intercambiando miradas entre los jóvenes.
—Si, un par de meses.
Yoh se forzó a sí mismo para evitar observar a los futuros esposos, bebiendo el último sorbo de su olvidado vaso de alcohol. No le gustaba recordar la tarea que su hermano le había asignado, por lo que prefirió desviar el tema antes de continuar hablando sobre una celebración que nunca se realizaría.
—Te fuiste por varios minutos, Lyserg. Yo creí que ya te habías aburrido de nosotros y que estabas en un avión de regreso a Inglaterra.
El chico de ojos verdes sonrió con gracia.
—Sólo fui a saludar a los Usui, pero… —en su rostro apareció la culpa, y sacudió la cabeza—, olvídenlo, mejor no digo nada.
—Pilika, ¿no? —supuso el Asakura—. Sí, le gusta mucho hablar, sobre todo cuando es para quejarse de Horo.
—¡Yoh! —reprocharon al unísono tanto Lyserg como Tamao, haciendo que el Asakura los mirara con extrañeza.
—¿Qué?
—No hables mal de ella —masculló el inglés—. Es grosero.
—Oh, Pilika sabe que me cae bien, pero no por eso vamos a fingir que ella no está enfadada con Horo-Horo.
—¿Por eso él no vino esta noche? —preguntó Tamao— ¿Para no enfrentar a su familia?
—Claro que vino, si está por ahí, escondido, claro —contestó Yoh, riendo—. Aunque, si le preguntas, está "trabajando de encubierto".
Antes de volver a reír, el castaño sintió un codazo en la espalda. Miró por su hombro, cuando descubrió un rostro familiar observándolo con enfado.
—Se los dije —susurró Yoh, señalando con la mano hacia su agresor.
Lyserg y Tamao voltearon a ver de quién se trataba, descubriendo a Horo-Horo, quien estaba parado a escasos distancia. Si no fuese porque su cabello azul claro se encontraba teñido de un intenso negro azabache, la abundante barba incipiente cubría su rostro y sus ojos se ocultaban detrás de unas gafas ópticas, hubiese sido fácil identificarlo.
—No me dejes en evidencia, tarado —masculló entre dientes.
El joven de ojos verdes sacudió la cabeza, sonriendo entretenido.
—Un placer conocerlo, señor —saludó, extendiendo su mano hacia el Usui.
Horo suspiró y correspondió al saludo, encogiéndose de hombros cuando vio que Tamao continuaba mirándolo con el ceño fruncido.
—¿Qué sucede?
—¿Te estás disfrazando para esconderte de tu hermana? —preguntó ella.
—No —se adelantó Yoh—. Está "trabajando de encubierto"
—¡Claro que es eso! —respondió el muchacho, empuñando sus manos, listo para golpear a su jefe.
El castaño no se veía preocupado en lo más mínimo, riendo mientras ignoraba los ojos fúricos de Horo. Lyserg cogió los puños del chico con gentileza y le sonrió, esperando ser lo más encantador posible para distraerlo.
—Evitemos los escándalos —indicó el inglés—. Si te pones a pelear harás que tu familia te identifique fácilmente, y, además, le vas a dar una razón a Ren para dejarte mal.
—Ren no me preocupa —contestó el chico, arrugando la nariz con disgusto—, está muy ocupado paseándose con su novia.
—Ese es la razón de esta fiesta —dijo Yoh, encogiéndose de hombros.
Lyserg arqueó una ceja.
—Una de las razones. ¿No te deberías estar presentando a medio mundo como mano derecha de Hao?
—Prefiero estar con ustedes que hablar con esas personas —respondió el Asakura—, es muy aburrido y extenuante fingir que me interesa esa gente.
—Que negativo, jefe —notó Horo-Horo, acercándose para codear al chico— ¿acaso estás molesto porque tu amiguita rubia no ha pasado a saludar?
Yoh abrió la boca, atónito por la insinuación. Se limitó a contestar con una mueca burlona que Horo respondió enseñándole la lengua. Tamao miró a Lyserg, quien suspiró afligido. No importaba el contexto, esos dos siempre actuaban como niños. El de ojos verdes continuó contemplando el infantil intercambio cuando notó a la distancia que, efectivamente, la rubia amiga de Yoh y su pareja se acercaban hacia ellos.
—Mira, Horokeu —habló el inglés—, parece que los invocaste.
Tanto el aludido como el castaño se mostraron confundidos, hasta que el carraspeo de garganta de Ren hizo que voltearan hacia él.
—¿Interrumpo algo? —preguntó él, arqueando una ceja.
Casi en automático, Horo enderezó su postura y cruzó los brazos, frunciéndole el ceño.
—Mira, si te acordaste de los mortales —masculló el joven, resoplando—. Qué honor.
—No seas irrespetuoso y saluda como corresponde a mi prometida.
Anna giró su rostro molesto hacia Ren. Entendía que tuviesen que saludar juntos a los líderes de otras familias y diversos "colegas", pero no comprendía porqué tenía que lidiar con tipos como el Usui. Su primera impresión fue la peor, y desde ahí no le simpatizaba el muchacho, quien ahora sonreía forzadamente.
—Se ve encantadora, señorita Anna —dijo entre dientes el chico, reverenciándolos exageradamente—, permiso, tengo que trabajar.
—Lindo cabello —rio Ren, sonriendo burlonamente cuando Horo lo miró sobre su hombro, bufando para sí mismo—, deberías ser más meticuloso a la hora de elegir empleados, Yoh.
—Lo soy. Sabes que él es extremadamente talentoso —contestó el castaño, estrechando la mano con el de ojos ámbar.
Cuando Ren soltó la mano de Yoh, se acercó a Lyserg y a Tamao para saludarlos. Por otra parte, el Asakura le dirigió la palabra por primera vez en esa noche a la futura Tao, quien lucía espléndida, irradiando una energía distinta a la que él había apreciado anteriormente. Fue imposible esconder su sonrisa cuando ella lo miró con cierta altanería, como si esperara que él le dijera algo.
—No voy a adularte con comentarios obvios —rio él, acortando la distancia entre ambos para tomarle la mano—, estarás harta de los cumplidos.
—Tal vez pueda soportar un último halago —respondió ella, devolviéndole una sonrisa.
Él acercó la delicada mano de Anna hacia sus labios, besando su dorso. Involuntariamente, ella contuvo el aliento. Había algo solemne en ese acto tan simple que hizo que su corazón se detuviera, sintiendo que sus mejillas adquirían un leve tinte carmesí cuando Yoh la miró fijamente y habló, sus labios volviendo a rozar sus dedos.
—Estás realmente preciosa, Anna.
Ella lo sabía, aun así, escuchar que él lo confirmara le brindaba una gran satisfacción. No era tonta, había tenido la sensación de estar siendo observada por él desde hace tiempo, y tenía más que claro que existía una atracción mutua y un magnetismo que no le traería nada bueno a ninguno de los dos. Era una sensación adictiva, por lo que era muy consciente de que cualquier paso en falso era peligroso.
Anna suprimió los sentimientos que amenazaban con desbordarse y se mantuvo lo más fría posible, aunque la distrajo fácilmente el cambio en la expresión de Yoh, que pasó de devoción a neutralidad en un instante. Era casi como si él también estuviese reprimiendo una emoción, dirigiendo sus ojos hacia la mano que había besado. Como si le leyera la mente, él decidió mencionar el objeto de su aparente conflicto interno.
—Es un bonito anillo —señaló él, su voz carente de alegría—. Ren es muy detallista.
Anna dirigió sus ojos hacia la joya, que brillaba resplandecientemente cuando la luz se reflejaba directamente. Más que alegrarla por su belleza, esa sortija le recordaba el viaje que había comenzado a emprender, y la enorme tarea que había recaído sobre sus hombros.
—¿Acaso te sorprende? —preguntó Ren, volviendo a tomar su lugar junto a prometida.
La voz del chino fue suficiente para hacer que Yoh retrocediera unos pasos, marcando una distancia prudente entre él y la rubia.
—No —contestó Yoh, poniendo ambas manos en los bolsillos—, todos los Tao son muy detallistas. Hablando de eso, ¿no he visto a tus padres?
—Tuvieron que cancelar su viaje a último minuto —contestó el de ojos ámbar, arqueando una ceja—. Te deberían haber informado, aunque no me extrañaría que hubieses olvidado algo tan importante.
—Estamos en una fiesta, no te pongas denso —respondió Yoh, riendo con ligereza.
—Es cierto —dijo Lyserg, acercándose a Anna—. Podrías decirle a tu prometido que deje de ser tan intenso por una noche.
Ella suspiró, mirando de soslayo a Ren, que cruzaba los brazos con molestia. Lyserg sonrió ante el intercambio, para luego saludar a la rubia.
—Me alegra verte en un contexto más relajado —confesó el inglés—, en la última ocasión que nos reunimos había mucha tensión de por medio. Espero que no haya rencores por lo sucedido.
—No te guardo rencor a ti —contestó Anna, echándole un vistazo a Yoh.
El castaño se señaló a sí mismo, confundido. Ella resopló y desvió la mirada.
—Por cierto —dijo Lyserg—, ¿creo que no te han presentado a Tamao?
La chica de cabellos rosa parpadeó al ser nombrada, mirando a Anna con cierta incomodidad.
—Oh, ¡lo lamento! Qué tonto —susurró el Asakura, golpeándose la frente.
Ren rio por lo bajo, soltando un suspiro.
—En eso estamos de acuerdo.
El castaño eligió no tomar en cuenta el comentario y caminó hacia Tamao, poniendo una mano sobre su hombro, animándola a ubicarse frente a él. Ella caminó dubitativa, sin embargo, mostrando un semblante gentil cuando se encontró a pocos pasos de Anna, quien, por su parte, se mostraba inexpresiva.
La rubia notó que había una familiaridad evidente entre Yoh y esa chica, por lo que asumió que tendrían una relación de confianza y posiblemente amistad. Cuando vio al castaño detrás de la muchacha, su mano protectora sobre ella, se sintió intrigada. Miró a la chica, quien era indudablemente hermosa, intentando recordar en dónde la había visto antes. ¿En Kyoto? No. ¿En otro evento social? Tampoco.
—Ella es Tamao Tamamura—dijo Yoh, sonriendo ampliamente, apoyando su mejilla a la cabeza de la muchacha.
Anna forzó una sonrisa en su rostro. De pronto, le molestaba que el castaño fuese tan afectuoso, lo cual era un absoluto sinsentido.
—Es un gusto conocerla, señorita Anna —saludó ella, curvando la comisura de sus labios.
—No es necesario que seas tan formal. Es una dicha conocerte, aunque tu rostro se me hace conocido.
Anna notó que sus palabras hicieron a la joven ruborizar, dándole un aspecto incluso más dulce del que ya tenía. La chica miró de soslayo a Yoh, quien le sonrió y se encogió de hombros.
—Seguro que ya habías visto a Tamao en otro lugar. Estos días la veo más seguido en la televisión que en persona.
—¡Yoh! —se quejó la chica, cubriendo su rostro con ambas manos—, no es necesario…—
El inglés se mostró preocupado ante la actitud de la muchacha.
—Tamao, no debes ser tan modesta. Tus canciones son increíblemente hermosas, y tu voz es angelical.
¿Sus canciones? La rubia entrecerró los ojos, concentrándose en los rasgos de la muchacha. En pocos segundos, cruzó por su mente la imagen de esa chica en una portada de revista de espectáculos. Quiso indagar más al respecto, pero fue Ren quien tomó la palabra.
—Jun no deja de escuchar tu último disco. Admito que tiene algunas canciones bastante… decentes.
Yoh puso los ojos en blanco, mirando a Ren con gracia.
—¿"Decentes"? Qué generoso de tu parte —dijo irónico, riendo por esa conducta orgullosa—, por cierto, hablando de Jun…—
—¿Qué? —interrumpió el chino, irritado.
—N…nada. Sólo te iba a decir que la saludamos hace un rato —explicó el castaño, retrocediendo con cautela—, estaba acompañada por Pyron. Es muy agradable.
—Pfff, es un actor simplón —dijo Ren—, se verá agradable, pero no puedes esperar nada bueno de alguien que llega a la fama a través de la mafia, sin ofender —agregó él, mirando de soslayo a Tamao.
Lyserg negó con la cabeza, cruzando los brazos.
—Ren Tao; un ejemplo de ética y moralidad.
—Escucha, Lyserg, no estoy de humor para…—
—¿A veces estás de humor? —interrumpió Anna, sin sorprenderse cuando su prometido volteó a verla ofendido.
El Asakura rio sin recelo, mientras que Tamao cubría su boca con una mano. Lyserg separó sus labios para decir algo, pero miró sobre el hombro de Ren, y otra cosa llamó su atención.
—Ren, no quiero que te escandalices, pero —señaló con disimulo detrás del chino, que volteó a ver hacia donde el inglés indicaba.
El heredero Tao parpadeó confundido, hasta que entendió el asunto, ignorando la sangre que comenzaba a hervirle y forzándose a mantener la calma.
A algunos metros, logró divisar a su hermana mayor y su acompañante, caminando en dirección de Hao. Ren tomó a Anna de un brazo, recibiendo una mala mirada de su parte.
—Es buen momento para que conozcas a mi hermana —dijo él, inventando una excusa para interrumpir ese inminente encuentro—, disfruten el resto de la velada.
—¿A dónde crees que…? —preguntó Anna irritada, cuando fue prácticamente arrastrada por el chino.
Yoh sonrió con algo de lástima y se despidió agitando la mano.
—Nos vemos luego.
Pudo ver a Anna reclamándole a Ren, pero no logró escuchar nada porque él se la llevaba a una velocidad notoria.
Hao se esforzaba por mantenerse en el presente, ya que en el interior moría por desdoblarse y viajar lejos de ese lugar. Asumir el liderazgo de su familia era difícil, pero tener que asociarse con todas esas personas y pretender que le interesaba lo que tuvieran que decirle era una tortura. En circunstancias normales, ya habría desaparecido de ahí, sin embargo, había cavado su propia tumba al acceder a la genial idea de asistir a ese evento ridículo.
Sacudió la mano del sujeto con quien estaba hablando, y se despidió por fin, mirando con disimulo el reloj en su muñeca.
Escuchó la risa burlona de su abuela, quien parecía estar disfrutando de su calvario.
—¿Te diviertes? —le preguntó a Kino.
—Sí, es entretenido ver a alguien que odia tanto la hipocresía siendo tan cínico.
—¿"Es entretenido ver"? Estás ciega.
El Asakura se quejó internamente cuando sintió un bastonazo en la pierna. Kanna y Ryu, quienes acompañaban a ambos Asakura, observaron el acto con dolor, intercambiando miradas en silencio.
—Nieto, sabes que veo varias cualidades positivas en ti, aun así, esas conductas de mocoso irrespetuoso no son dignas de un líder.
—Hablas como si fuera nuevo en esto —dijo él—, llevo años a cargo. Aprecio tus consejos, pero no las quejas.
—No aprecias mis consejos, sino las adulaciones. También debes aceptar las críticas constructivas.
—¿Críticas constructivas, o insultos?
Ryu carraspeó la garganta, rascando detrás de su cuello, mostrándose bastante incómodo. Hao volteó a mirarlo, y levantó ambas cejas, esperando que él hablara.
—Jefe, disculpe interrumpir, pero ¿habrá alguna tarea disponible para mí?
—¿Acaso acompañar a tu líder te parece poca cosa, Ryu?
El Asakura sonrió con serenidad pese al evidente nerviosismo del hombre frente a él.
—Claro que no, agradezco poder estar con usted y la señora Kino, pero…—
—Está bien, Ryu, entiendo —contestó el castaño, riendo mientras negaba con la cabeza— Hace rato veo a Yoh muy relajado, dile de mi parte que deje de perder el tiempo y socialice con las otras familias. Como estará ocupado, escolta a Tamao al otro salón, porque Yoh seguro usará de excusa de no quiere dejarla sola para seguir haraganeando.
Ryu asintió con la cabeza y se despidió, haciendo que Kanna abriera la boca con indignación. Intentó mantener la compostura, y se acercó al Asakura.
—¿Y para mí, hay alguna otra tarea?
—No, Kanna, disfrutamos demasiado de tu compañía como para prescindir de ella, ¿no es así, abuela?
—Claro que sí, nos encanta tenerte ahí parada y aburrida en una esquina —dijo la anciana, provocando que su nieto riera.
La joven frunció los labios, harta de su tedioso papel como guardaespaldas de la mujer. Se sentía inútil, porque, por muy longeva y ciega que fuera, Kino podía defenderse mejor que varios de los invitados de esa noche. Además, las discusiones familiares que iban y venían no eran de su interés, manteniéndose al margen de gran parte de esas conversaciones.
—Dime, niña —habló Kino, dirigiendo su rostro hacia la muchacha—, ¿has visto algo interesante?
—No realmente —confesó ella, buscando con su mirada algo que le llamara la atención—, lo único extraño es la presencia de Yosuke Kamogawa.
Hao la observó en silencio, y ella supo de inmediato que no tuvo que haber hablado.
—¿Un Kamogawa? —repitió la anciana, dirigiéndose ahora a su nieto—, ¿no pensabas decirme nada al respecto, Hao?
—Es un invitado más —dijo él, restándole interés al asunto.
—Cada vez que un miembro de su clan aparece en público son malas noticias —contestó la anciana, chasqueando la lengua con disgusto—, dudo que los Kyoyama o los Tao los hayan invitado.
—¿Acaso vas a impedirle a Yosuke bailar?
—Para nada. Si dices que es un invitado más, es un invitado más.
El castaño contempló a su abuela, quien buscaba entre su ropa una pipa. Él sabía que las sospechas de la anciana se habían disparado, pero se mantendría al margen de la situación. Ella había sido su principal mentora a lo largo de su vida, y, si bien cuestionaba su naturaleza impredecible y su falta de consideración por la opinión del resto, le había dado poder absoluto una vez que tomó el mando. Esa situación, a su vez, era reprochada por el resto de sus familiares, pero, estando a la cabeza del clan, no había mucho que hacer.
—Espero que todo esto valga la pena —dijo de pronto la anciana, arqueando una ceja detrás de sus gafas oscuras—. Después de todo lo que ha pasado, tendrás una buena razón para montar esta fiestucha con tus amigos nuevos. Sabes lo dolida que está tu ma…—
—Valdrá la pena —interrumpió él, enderezando su postura cuando vio a Jun Tao aproximándose.
Pudo ver la duda en los ojos verdes que lo observaron, mirando a su abuela y mirando a Kanna. La vio caminar más lento, sin embargo, en ningún momento cambió el rumbo. Del brazo de Pyron, hizo una breve reverencia, y le sonrió gentilmente, aunque en sus ojos había mucho más que amabilidad.
—Hao Asakura —dijo ella, poniendo su mano hacia al frente—, ha pasado bastante tiempo.
—Demasiado para mi gusto —respondió él, tomando sus delicados dedos entre los suyos para besar apenas—, siempre es un placer verte, Jun.
Kanna inspiró hondamente, buscando a cierta rubia de ojos verdes que no estaría nada contenta con ese encuentro. Se sintió aliviada cuando no escuchó ningún balazo, por lo que saludó a los recién llegados junto a Kino.
La anciana tomó sin miramientos el brazo de Pyron, sujetándolo con fuerza, esbozando una gran sonrisa.
—Tienes buenos músculos, niño. ¿Dicen que eres actor?
—Sólo es un pasatiempo —contestó el hombre, contrariado ante la actitud de la abuela—, me dedico a las artes marciales.
Hao quiso rodar los ojos, pero mantuvo su expresión neutra, asintiendo con una sutil y falsa sonrisa de cordialidad.
—Señora Kino —saludó Jun, disfrazando su incomodidad con una voz animada—, es un gusto verla.
—Diría lo mismo, pero, ya sabes —dijo, dejando mostrar sus ojos carentes de color detrás de sus gafas— Y seré sincera, tu apellido no falla en quitarme el apetito.
El castaño volteó lentamente hacia su abuela, y presionó sus labios con enfado inútilmente. Aunque ella notara su descontento, no endulzaría sus comentarios por nadie.
El rostro de la muchacha se entristeció, mirando de reojo a Pyron, quien puso una mano detrás de su espalda para reconfortarla. Kanna miró hacia otro lado, buscando la cajetilla de cigarros entre su bolsillo, buscando mantenerse ocupada con lo que fuera.
Jun buscó rápidamente algo que decirle a la anciana, aun así, nada llegó a su mente más que un torpe "Yo…". Fue por eso mismo que se sintió aliviada cuando se hermano menor llegó a toda velocidad, interponiéndose entre ella y el castaño, arrastrando a Anna consigo. La rubia tironeó su brazo, molesta por la falta de delicadeza de su prometido. Estaba lista para vociferar su reprimenda, hasta que notó al resto de las personas que se encontraban a su alrededor.
—¡Ren! —exclamó la joven de ojos verdes, aliviada (y extrañada) por la repentina aparición de su hermano—, qué bueno que al fin se desocuparon.
—Quisimos saludarlos antes —refirió Pyron, recibiendo una mirada de pocos amigos de parte del Tao—, p…pero cada vez que los veíamos estaban conversando con más gente.
—Ha sido una noche ajetreada —contestó Ren, con una aspereza que Anna no había evidenciado hasta ese momento— Pyron, espéranos en el otro salón. Ya iremos allá, tengo que hablar contigo.
Jun se mostró enfadada por la repentina actitud de tirano del muchacho, y cuando trató de consolar a su compañero, él sólo asintió avergonzado, retirándose del lugar. Anna, para variar, sentía que se estaba perdiendo de algo. Por su parte, Hao sonrió gustoso, poniendo una mano sobre el hombro del chico.
—Es un agrado que por fin nos hayas venido a saludar. No nos ofende que hayas tardado tanto en venir —habló el castaño, refiriéndose a él y a su abuela, que no podría estar menos interesada.
Anna observó que el joven de ojos dorados miró a la anciana, tensándose de pronto.
—Señora Kino —habló el chino, haciendo una breve reverencia.
—Buenas noches, niño Tao —contestó ella, asintiendo con la cabeza—, ¿sigues siendo un enano o por fin creciste un par de centímetros?
La rubia miró a Ren con gracia, sonriendo cuando lo vio fruncir el ceño irritado. Era fácil saber que las ganas de contestarle a la anciana le sobraban, aun así, prefirió omitir su pregunta.
—Anna, ella es la señora Kino Asakura. Fue líder de su clan…—
—Cada vez que se encargaron de matar al jefe, por supuesto —respondió la mujer, la dureza y frialdad en su voz dejando en claro que no estaba a gusto—. Sí, fui la cabeza de la familia justo antes de que mi dulce nieto tomara mi posición. No me sorprende que tu madre no te haya hablado de mí antes, Anna Kyoyama. Es bastante ofensivo, pero me lo esperaba.
En toda la noche, Anna había sentido el rencor y el miedo en varios de los invitados, pero nadie había sido tan directo en demostrar su repudio como la anciana.
"Con que ella es la abuela de Yoh" pensó la rubia, fracasando en encontrar similitudes. Curiosamente, miró de soslayo al mayor de los gemelos, y había algo en su sonrisa de suficiencia y presencia altanera que sí parecía compatible con la mujer frente a ella. Para su propia desgracia, esa fugaz mirada pareció llamar la atención de Hao, quien la observó con cierta diversión.
—No te preocupes, abuela, sus padres olvidaron hablarle sobre todos, no eres la única desconocida para ella.
La rubia presionó sus dientes, contemplando ese rostro tan familiar y a la vez tan desconocido que la miraba burlonamente. Debía admitir que la primera vez que lo vio durante esa velada con esa imagen elegante y pulcra, tan distinta a la del chico maltratado que conoció en Kyoto, le costó asimilar que se trataba de la misma persona. Por otra parte, seguía siendo extraño para ella ver a alguien con un rostro casi idéntico al de Yoh, que lucía muy similar a él, pero hablaba, se movía, y sonreía de una forma totalmente diferente.
El Asakura se acercó a ella, observándola fijamente con sus ojos chocolate. Podía recordar al menor de los gemelos, acortando la distancia entre ambos, pero jamás, jamás, le había generado esa sensación de desconfianza que Hao le provocaba.
—Espero que estés disfrutando la noche, Anna.
Pese a que se mostraba completamente calmado, había algo amenazante en él que casi la hizo retroceder. En lugar de eso, se mantuvo firme, y levantó su mentón para mirarlo fijamente.
—No me hables con tanta familiaridad.
—¿Qué dices? —preguntó él, bastante entretenido—, si somos todos amigos, ¿no?
Ren exhaló fatigado, y tomó a la rubia del brazo.
—Con permiso —dijo, sin disimular su desprecio por el castaño—, tenemos cosas importantes qué hacer.
—Sí —y Hao casi rio con sorna—, beber champagne, parlotear y bailar. Muy importante.
Evitaron cualquier otro intercambio y se alejaron de los Asakura. Anna miró sobre su hombro y vio que el castaño continuaba observándolos, hablando con la anciana sin quitarle los ojos de encima.
—Qué familia más desagradable —masculló, escuchando la risa de los Tao.
—No tenías que ser tan duro con Pyron —reprendió Jun, recibiendo el ceño fruncido de su hermano en respuesta.
—Se supone que ese idiota vino a cuidarte y lo primero que hace es llevarte directo hacia…—
—No soy una niña, Ren —replicó ella, de pronto recordando que Anna estaba ahí—, disculpa, no esperaba conocer a mi futura hermana de esta manera.
"¿Futura hermana?" repitió en su mente la rubia, sintiendo que se le revolvía el estómago. Jun extendió su mano presentándose innecesariamente. Anna tenía claro quién era, pero respondió la saludó de todas formas. Pese a que comenzaba a parecerle tedioso tener que estar interactuando constantemente con distintas personas esa noche, había algo en Jun que le agradaba. La joven Tao le sonrió ampliamente, con una dulzura que la rubia no esperaba de su parte.
—Olvidemos ese encuentro incómodo y disfrutemos la velada —ofreció ella, tanto a Anna como a Ren.
Jun era realmente encantadora. No sólo era una perfecta conminación de elegancia y belleza, sino que además era sorprendentemente amable. Anna permitió ser arrastrada por ella para saludar a más desconocidos, mirando hacia atrás para corroborar que Ren siguiera cerca. Lo vio caminar varios pasos detrás de ellas, masajeando su sien, exhausto. Era obvio que la más emocionada porque él se comprometiera era su hermana.
—Anna, Ren —llamó Jun, señalando con una mano que se acercaran— Les presento a Mohamed Tabarsi, dueño de las industrias Tabarsi en Emiratos Árabes.
El moreno les sonrió a ambos, extendiendo su mano en señal de saludo. Anna no entendía por qué les presentaba tanta gente, ya que seguro olvidaría sus nombres antes de que acabara la noche. Observó que Ren comenzó a entablar una conversación con el invitado, y fue en ese momento que Jun volvió a tomarla de la muñeca y la arrastró hacia otro lugar.
—¿A dónde me llevas ahora? —preguntó Anna, cansada de andar de aquí hacia allá.
Jun rio.
—Quería encontrar una manera sutil de mantener a mi hermano ocupado para estar contigo —admitió ella, deteniéndose cerca de una mesa de buffet— Vamos a ser familia, así que sería bueno conocernos sin que Ren esté por ahí molestando, ¿no te parece?
La rubia se mostró sorprendida, pero en realidad le agradaba descansar, aunque fuese brevemente de Ren. Se habían acompañado a la fuerza toda la noche, y, pese a que no había sido una completa tortura como creyó, le gustaba poder separarse de él.
—Está bien.
La joven Tao se mostró feliz con su respuesta, y la guio hasta una mesa de buffet con distintos y atractivos alimentos. Anna no tenía una pizca de hambre, eligiendo un pastelito de la mesa sólo por impulso.
—Dime, ¿cómo se conocieron tú y Ren?
La rubia mordisqueó el dulce, y miró fijamente a los ojos verdes que la contemplaban.
—Lo conocí cuando Yoh Asakura me secuestró.
La sonrisa de la Tao despareció, y Anna podría jurar que incluso palideció un poco. Tras pocos segundos, la vio recomponerse, mirándola algo avergonzada.
—Lo siento —dijo Jun— Según lo que escuché, fue mi culpa, de cierto modo, yo…—
Anna parpadeó perpleja. ¿Cómo podría ser su culpa? Oh, claro. El estúpido intercambio de rehenes para salvar a Hao. Para salvar a Hao, quien estaba preso por haberse metido con Jun.
—No seas tonta, no fue tu culpa. En primer lugar, todos deberíamos ser libres de estar con quien queramos. Si tu familia se opone, y creen que es buena idea apresar a alguien por eso, están dementes. En segundo lugar, no sabías qué iba a ocurrir. Fui un daño colateral, nada más.
Fue Jun quien la miró sorprendida esta vez, con las mejillas ligeramente rosadas. Sin embargo, le devolvió una sonrisa de agradecimiento a su cuñada, poniendo una mano sobre su hombro.
—Me gustaría ver las cosas a tu modo —respondió Jun— Me parece que serás justo lo que mi hermano necesitará, una mujer fuerte y centrada.
"¿Fuerte?" pensó Anna. En lugar de cuestionar a Jun en voz alta, sonrió apenas y buscó algo para beber en la mesa del buffet.
—Si fuese tan fuerte —dijo Anna, examinando el contenido del vaso que eligió— no me sentiría abrumada con todo esto.
—¿Abrumada? Te ves muy tranquila y te desenvuelves con naturalidad. Parece que naciste para esto.
La intención de Jun podría ser buena, aun así, sus palabras revolotearon en la mente de la joven Kyoyama, iniciando un conflicto interno que no desapareció cuando bebió todo el alcohol de su vaso. Jun rio con asombro al conocer la habilidad de su cuñada, quien, sin querer ofenderla, se obligó a sonreír.
—Iré a tomar aire —explicó, dejando el recipiente de cristal de regreso a la mesa— Desapareceré por un momento, si no te molesta.
A Anna no le importaba, pero Jun había sido agradable y no quería devolverle el gesto siendo, bueno, ella.
—Descuida, tú ve tranquila, te cubriré con Ren —agregó la mujer, guiñándole un ojo.
La rubia le agradeció y dio media vuelta, buscando un escape mientras sus piernas se lo permitieran. El alcohol quemaba su garganta, así que estaba segura de que esos tacones serían un dolor en el trasero más adelante. No consumía bebidas alcohólicas muy seguido, sin embargo, confiaba en que su efecto sería beneficioso para sobrevivir la noche.
Curiosamente, no era la única huyendo del lugar.
Yoh estrechó la mano de Mansumi Oyamada, sonriéndole pese al eterno semblante de desprecio que el hombre portaba. No retuvo la información de nada de lo que dijo, y sus respuestas a cada diálogo fueron contestadas de forma automática. Sabía que él, al igual que muchos otros de los invitados, consideraba una burla que fuese Hao y no Kino quien estaba a la cabeza de su clan. Se sentían engañados, pero era una tontería; así era el negocio.
Miró de reojo a Ryu, que contenía un bostezo con poco disimulo. Cuando el hombre de baja estatura por fin los dejó, Yoh suspiró aliviado.
—Descansemos —le ofreció a Ryu, y la ilusión brilló en los ojos del mayor
—¿En serio? ¿El señor Hao no se molestará?
—Hao nunca se molesta sólo… tiene sus momentos, ya sabes.
Ryu lo miró con desconfianza. Claro que a Yoh no le preocupaba el loco de su gemelo, eran hermanos. En cambio, el resto de quienes habían jurado lealtad a los Asakura no se aprovechaban jamás del buen humor de su líder. El castaño pareció entender su recelo, y le dio una palmadita detrás del hombro.
—No te preocupes, Ryu. No pasará nada. De hecho, podríamos ir a acompañar a Tamao al otro salón, y si Hao pregunta inventamos que la estábamos cuidando y ya está.
—Eso estaría bien, ella no tenía muchas ganas de estar sola por allá, aunque seguro, no le faltará la compañía. Cuando la escolté, varias personas voltearon a verla.
—Es muy talentosa, seguro tendremos que rescatarla de sus admiradores —contestó Yoh, riendo brevemente— Si quieres vas tú y te alcanzo, el aire de este lugar me está sofocando.
—Lo esperaré con la señorita Tamao en el otro salón, nos vemos.
Yoh se despidió con la mano y se escabulló sin levantar sospechas entre las personas, casualmente saludando con un gesto a quienes lo identificaban en el camino. Saludos, saludos y saludos. No le gustaban las multitudes, y estar forzado a interactuar con todos era agotador.
Llegó hasta el final del salón, encontrándose con una pared cubierta de cortinas que caían desde el techo con pesadas telas. No se veía hacia el exterior, pero Yoh sabía que existía una salida al balcón. Tuvo que estudiar el edificio antes de la celebración, por lo que halló rápidamente la puerta oculta detrás de la tela. Miró en ambos sentidos y se metió entre las cortinas, escapando por la puerta con enormes vidrios de cristal.
Él sintió por fin el aire fresco contra su rostro. Solía desagradarle la sensación, ya que prefería los ambientes más cálidos, y, además, el frío tenía ese efecto quitarle el sueño de golpe, despertándolo a la fuerza. Esta vez, fue reconfortante alejarse del interior de la mansión para encontrar un momento lejos del calor humano y del constante bullicio.
Le abrumaba estar encerrado en un mismo lugar con tantas personas, y deseaba que esa noche llegara rápido a su término. Esa celebración era el primer gran paso para un largo camino, y no estaba seguro de cómo seguirían las cosas con el pasar del tiempo. La única certeza en ese momento es que nada sería fácil.
De hecho, la situación se pondría terriblemente complicada.
No se anticipó cuando escuchó el abrir de la puerta de vidrio, y pudo oír a la persona que llegó a la terraza tomar una gran bocanada de aire.
Volteó a ver de quién se trataba, sin sorprenderse cuando Anna lo miró con el ceño fruncido.
—¿Qué haces aquí? —preguntaron al unísono.
Él vio a Anna parpadear sorprendida, cambiando su expresión nuevamente por una de molestia. Yoh rio ligeramente, y apoyó ambos brazos en el barandal, observando el interminable jardín del edificio.
—Vine a tomar aire —respondió él, mirando por el rabillo del ojo a Anna, que caminaba hacia él dubitativa —Me picaba la nariz con el aroma del perfume caro de esas personas.
—¿No estás escapando de apretar manos y saludar personas como un robot?
Yoh sonrió al ser descubierto, aunque notar que Anna había estado pendiente de él también le generaba una tonta satisfacción.
—¿Es eso lo que te trajo aquí, entonces? —preguntó el castaño, viendo a la rubia acercarse al barandal también, con la vista perdida hacia el oscuro verde que tenían al frente.
Le llamó la atención el conflicto repentino en sus ojos, ya que, después de haberla visto tan confiada en el salón, podía percibir vulnerabilidad que se había mantenido perfectamente enmascarada hasta ese momento.
No esperó a que Anna contestara su pregunta, porque era obvio que se sentía tan atrapada como él en ese irrisorio evento.
—Hoy me convertí oficialmente en la honorable prometida de Ren Tao, heredero de un clan criminal. De pronto, todos parecen tener estas ridículas expectativas sobre mí…
—Ya cumpliste con aceptar ese compromiso, Anna. Así que no te preocupes si la gente espera algo más de ti, sólo sigue siendo fiel a ti misma.
Ella volteó a verlo, maravillándolo con una expresión de sorpresa que rara vez demostraba. Tal vez no esperaba una respuesta tan honesta, aun así, Anna le sonrió, el brillo de la luna resplandeciendo en sus ojos. Fue un intercambio breve, casi insignificante, pero fue suficiente para hechizar a Yoh, que escuchó una vocecilla en su cabeza sugiriéndole imperativamente que debía largarse de ahí lo antes posible. Ahí se quedó, como el idiota que era.
—Tienes razón —dijo ella, enderezando su postura como si las palabras de Yoh hubiesen sido lo bastante convincentes para devolverle vigor.
Él rio, contento cuando supo que había podido reconfortarla, aunque fuese un poco.
—¿La tengo? Que extraño oírlo de ti.
Ella rodó los ojos, sin embargo, continuó mirando el interminable y oscuro patio en silencio. Yoh la imitó, escuchando a la distancia voces y música. Ambos sabían que debían volver allá, puesto que cada uno tenía un papel que cumplir. Anna, como la futura esposa de Ren Tao, e Yoh, como la mano derecha del líder de su clan. Aunque debían admitir que se sentía mucho mejor ser ellos mismos, sin pretensiones ni títulos ridículos.
Anna suspiró, y miró sobre su hombro, contemplando los ventanales hacia el interior de la mansión. No podía verse nada por las grandes cortinas que cubrían el vidrio, pero supuso que habría alguien buscándola después de haber desaparecido sin dar aviso.
—¿Acaso quieres bailar? —le preguntó con gracia Yoh, viéndola mirar hacia la puerta.
Ella negó con la cabeza, cruzando los brazos.
—No quiero, pero debería regresar.
—No te veo muy entusiasmada —rio él—, y creo que me entendiste mal. Pregunté si querías bailar, no si querías volver adentro.
Anna lo miró con incredulidad. Falló en encontrar alguna señal en el rostro de Yoh que delatara si se estaba burlando de ella.
—¿Quieres bailar aquí? —cuestionó Anna, arqueando una ceja.
Él se encogió de hombros.
—¿Por qué no? Aunque, entenderé si crees que le estás fallando a tu amado prometí… ¡Auch! —se quejó, al recibir un golpe en el brazo, sobándose de inmediato.
—Eres un ridículo.
—Y tú una grosera —contestó divertido, y adolorido, el Asakura—, no respondiste a mi invitación.
Anna vio que la misma mano con la que Yoh intentaba aliviar su brazo de forma exagerada se extendió hacia ella. Brevemente, vio el cuero oscuro de los guantes cubriendo su piel, y luego la chaqueta del traje a medida que había usado para la ocasión. Estaba vestido como el resto de las personas en esa fiesta, prolijo y sublime, inalcanzable y al mismo tiempo, disfrazado. Porque, cuando volvió sus ojos ámbar hacia los castaños, se encontró con un chico igual a ella, y no recordó algo tan honesto como el anhelo en su mirada y su sonrisa tranquila.
Aunque fuese por unos minutos, ya no quería ser Anna Kyoyama, futura esposa del clan Tao. Sólo quería ser Anna, y aceptó la mano de Yoh con una naturalidad que la sorprendió.
Bajó la mirada rápidamente cuando notó la expresión triunfante de Yoh, porque quería que su propia sonrisa fuese un secreto para ella misma.
Entrelazaron sus dedos, e inspiró cuando sintió la otra mano del joven en su cintura. Apoyó su propia mano sobre el hombro de él, y ya no pudo ocultar con tanto éxito la curva en la comisura de sus labios.
Sin decir nada, él tomó la iniciativa y se acercó a ella, moviéndose al compás de la música que se escuchaba tan lejana, mezclada con las voces de las personas al interior, y el canto de los grillos al exterior.
Ese primer paso juntos se sintió tan bien, tan perfecto, que ninguno de los dos hubiese imaginado que era el primer paso hacia el desastre.
