Una Aventura en Cancún – La peripecia de Sam y Dean Winchester

Sam y Dean Winchester estaba en el carro de Dean. Dean puso la música rock y el sonido de la música ruidosa retumbaban a lo lejos.

"¡Por favor, Dean, baja la radio! Estoy leyendo un artículo y es muy importante. Necesitamos leer esto," dijo Sam. Él había estado leyendo el periódico por treinta minutos.

"¡Pero me encanta esta canción!" Dean exclamó, manejando el coche.

"Oye. Hay un problema grave en Cancún."

Dean dejó de sonreír. "¿Cancún? ¿En serio?"

Sam se inclinó hacia Dean y le mostró la página del periódico.

"Sí, obviamente la gente no puede vacunarse contra un virus. Parece una situación muy mal."

Dean se sorprendió. "¿Pero…por qué?"

Sam se encogió de hombros. "No lo sé, pero me parece que se agotó el formaldehído. Se usa formaldehído para la fabricación de las vacunas."

"¿Fue un robo?" Dean preguntó.

"Tal vez," Sam respondió.

De repente, su teléfono celular llamó. "Hola. Hola, Castiel. ¿Qué? ¿Estás yendo a México en avión? ¿Ya has llegado? ¡En serio!" Sam exclamó con una risa. "¿Dónde estás ahora?" Hizo una pausa larga. "¿Pero…por qué? ¿Por qué no puedes decírmelo? Es muy extraño. Sí, sí… ¡pues, cuídate! Adiós."

"¿Qué dijo, Sam? Dígame, por favor," Dean exigió.

"Castiel está en Cancún ahora."

"¡No lo creo!"

"Es verdad. Él voló y llegó la semana pasada. No quiso decirme por qué decidió ir a Cancún."

"Extraño. ¿no?"

"Sí. Tal vez su viaje y el tema de la vacuna sean relacionados." Sam suspiró y los hermanos se miraron. "Él nos pidió que vayamos a Cancún."

"¿A Cancún?"

"Sí, siempre he querido ir a México y ver los colores, comer los tacos, llevar un sombrero…" Una sonrisa pequeña apareció en su cara.

"Pero, no hablamos español," respondió Dean. "No creo que podamos pedir en los restaurantes o leer las noticias." Aunque no lo diría, Dean estaba nervioso por el viaje en avión. Tenía miedo de volar y también de cosas nuevas.

"No te preocupes, Dean. Aprendí un poco de español en la universidad. Te ayudaré ¿ok? ¿quién sabe? Es cierto que habrá unos turistas y unos habitantes que hablan inglés."

Dean suspiró. "No tengo otra opción. Compra los boletos y por favor, enséñeme unas palabras en español."

"Sí, por supuesto, lo haré." Sam dobló el periódico. "Espero que Castiel esté bien. Creo que más personas en Cancún estarán enfermas si no tienen acceso a la vacuna."

Dean asintió con la cabeza. "Tenemos que averiguar qué está ocurriendo allí."

Más adelante, Sam y Dean se encontraron en el avión. Dean se preparó para la ascensión. Por fin, el avión aterrizó. Los pasajeros daban vueltas por el aeropuerto de Cancún.

Dean y Sam caminaron por la entrada. "Pues, Sam, esto es el lugar."

"Esto es el lugar, verdad." Sam estaba mirando fijamente a la muchedumbre pequeña. En eso momento, no hubo muchas personas en el aeropuerto. A Sam le parecía un lugar tétrico y desierto. Su frente se arrugó con una expresión de asombro. Sam pensaba en el artículo del periódico. ¿Dónde estará la gente? ¿Tendrá miedo del virus? Sam no lo sabía.

Los hermanos recogieron el equipaje. Después, Dean dijo, "Oye, Sam ¿tienes hambre?"

Sam agarró su teléfono celular. "Sí, aquí esta un mapa del aeropuerto. Hay muchos restaurantes. En la terminal 2 hay los restaurantes, Burger King, Baskin Robbins, Domino's Pizza…Estamos en la terminal 4 y hay un restaurante que se llama Hacienda Montejo aquí."

"Tengo tantas ganas de comer una hamburguesa y unas rosquillas," dijo Dean, "pero no quiero caminar más."

Sam sonreí. "Probar la comida de México es la mejor idea. ¿no?"

"Supongo que sí," Dean respondió. De repente, los hermanos notaron un signo grande encima de sus cabezas. "¡Aquí está el restaurante Hacienda Montejo!" Sam exclamó.

Sam pidió papadzules y limonada de lima. Dean pidió sopes porque a él le parecían similares a sus tacos favoritos en los Estados Unidos. El amuerzo era su deleite. Mientras ellos estaban esperando los platos que habían pedido, Sam habló de su destino la cual sería su alojamiento también.

"Oye, Dean, he organizado una visita con un curandero en el campo. Se llama Don Gustavo y vive en un rancho. Él puede ayudarnos. Voy a tratar de trabajar con él para devolver el favor. Montaría a caballo y me ofrecería para ayudar a los jinetes." Cuando era niño, Sam y Dean habían montado a caballo. Ahora, Sam quería ofrecerse voluntario.

"¿Recuerdes cómo montar a caballo, Sam?" Dean preguntó.

"Sí, absolutamente," Sam respondió, bebiendo una limonada. "Don Gustavo puede darnos más información sobre la crisis de salud. Podemos tomar el autobús para llegar allí."

"Fabuloso." Dean le dio un gran mordisco al sope. "Vámonos pronto."

Después de llegar al rancho, los hermanos caminaban a través del camino polvoriento. Aunque había una brisa, hacía mucho calor. Los charros estaban montando a caballos en el cercado, acorralando el ganado. Había muchas chozas con tejado de paja. Una persona había plantado unas margaritas cerca de la entrada de la casa. Sam llamó a la puerta.

Una mujer vieja con trenzas y cintas azules abrió la puerta despacio.

"Hola, Señora. Me llamo Sam Winchester y él es mi hermano. Encantado," dijo Sam con una sonrisa recatada.

"Hola, señores, soy Doña Rosa, encantada. ¡Adelante!" respondió la esposa de Don Gustavo.

"Gracias." Sam y Dean entraron en la sala. Había una mesa, siete sillas, un escabel, y otros muebles de madera. Don Gustavo recibió a los dos hermanos.

"¿Hola, chicos, cómo están ustedes?"

"Muy bien, gracias," Sam respondió. Dean asintió con la cabeza, sonriendo.

Doña Roso preguntó, "¿A ustedes les gustaría una bebida?" Los hombres decidieron beber algo antes de caminar al cercado. Sam dijo que podría trabajar con los animales esa tarde. Luego, Don Gustavo le acompañó al campo. Dean se quedó en casa y hizo una investigación en internet. "Hasta luego, Sam," dijo.

Mientras Sam y Don Gustavo caminaban hacia el cercado, el jinete dijo, "Primero, conocerás a los caballos."

De repente, el suelo tembló y todos sintieron unas sacudidas desaforadas.

Dentro de la casa, Dean se tambaleó. "¡Whoa! ¡Whoa!" Afortunadamente, con una mano Dean agarró la mesa para evitar que caiga y con la otro, él apoyó a Doña Rosa.

"Ten cuidado, ten cuidado, necesitamos salir," Dean repitió.

"¡Ay, un sismo!" la mujer gritó. ¡Cataplum! Unos cacharros cayeron estrepitosamente.

"¡TENEMOS QUE SALIR! ¡TENEMOS QUE SALIR!" Dean gritó para que todos en la casa pudiera oír. Dean y Doña Rosa salieron de la casa y corrieron afuera.

Cuando ellos estaban afuera, Doña Rosa llamó a su esposo. El terremoto había provocado un alboroto tremendo. Sam escuchaba las voces de los charros y los relinchos de la manada. Él notó que Don Gustavo estaba tratando de calmar a un caballo que sufría un sobresalto. Sin previo aviso, el caballo saltó la valla. Don Gustavo persiguió al caballo desesperadamente.

Sam miró boquiabierto el animal. Estuvo atónito. De repente, un caballo irrumpió en el área donde estaba Sam.

"¡Sam! ¡Ten cuidado!" exclamó Dean.

En ese momento, Sam apretó los dientes y agarró sus riendas del caballo.

"Cálmete, cálmete, whoa, whoa…" dijo Sam. Finalmente, el caballo se tranquilizó. Sam era un amante de los caballos. Sam miró a los hombres los cuales estaban tratando de calmar a los caballos. Era muy difícil de controlarles. Mientras tanto, los estremecimientos continuaron.

Otro caballo saltó la valla. Uno de los jinetes le persiguió, corriendo muy rápido. El hombre era un mozo. Tal vez tuviera veinte tres años. La tierra tembló y al jinete se cayó a la tierra.

"¡El tobillo! Me duele," exclamó el joven, agarrando su tobillo.

"¡Ay, Guillermo, mi querido hijo!" gritó Doña Rosa. Estaba angustiada por el accidente de Guillermo. Se apresuró el paso y corrió hacia él. Dean siguió, mirando hacia atrás por encima de su hombro.

A Sam se le ocurrió una idea. Si pudiera montar a caballo, podría ayudar a los vaqueros a controlar a los animales atemorizados. Sam había montado a caballo cuando era niño y se sintió seguro. Sam montó al animal lentamente, llevando la reata que Don Gustavo le había dado. Sin previo aviso, una enorme sacudida tembló las profundidades de la tierra. El caballo se asustó. De repente, el caballo plantó las patas delanteras. Despúes, corcoveó violentamente y tiró a Sam. Sam salió volando por los aires.

"¡SAM!" Dean gritó a todo pulmón.