Sentado en la mesa del bar, Sam miró a su madre, que miraba a su alrededor con asombro. Una parte de él se sentía culpable por haberla traído con ellos a investigar el caso. Sabían que Mary había querido dejar la caza y esa había sido una de las principales razones por las que ni siquiera le había contado a John acerca de este mundo.

"Mamá." Llamó con suavidad, una pizca de miedo filtrándose en su voz por si le molestaba que la llamara así.

"¿Qué ocurre, Sam?" Ella de inmediato le miró expectante.

Sin atreverse a mirarla a los ojos, comenzó a hablar. "Siento que hayas tenido que venir. Si no quieres volver a la caza, no vamos a obligarte." Se quedó mirando la botella de cerveza en sus manos mientras seguía hablando, lo que iba a decir le dolía. "Incluso si quieres alejarte de nosotros, podemos buscarte un lugar para que te quedes. Al fin y al cabo, somos cazadores y a lo mejor eso puede incomodarte. No quiero que te sientas obligada a quedarte si tú no..."

Mientras el cazador hablaba, sintió unas manos posarse sobre las suyas con suavidad y subió la vista para mirar a la rubia frente a él. "Sam, no voy a irme, tranquilo." Le sonrió con cariño dándole un leve apretón a sus manos. "Si bien esta no es la vida que siempre quise para vosotros, de cierto modo entiendo porque John os acabó arrastrando a ella. Por supuesto que me hubiera encantado que hubierais tenido una vida normal, pero, mirate, eres un hombre maravilloso que ha salvado al mundo, al igual que tu hermano." Con una mirada que reflejaba algo de tristeza, subió una de sus manos para acariciar su rostro. "Siento no haber estado ahí cuando me necesitabais."

"No es culpa tuya, mamá." Aseguró Sam, sonriéndole suavemente a su madre. "Lo importante es que estás aquí ahora."

Ella le sonrió de vuelta y después le dio un tragó a su cerveza. Pasaron unos minutos en un cálido silencio en el que solo se oía el típico murmullo del bar de la gente hablando.

Entonces Mary miró a su hijo y alzó una ceja. "¿Qué estaba haciendo Dean en la habitación para que me sacaras de allí tan deprisa?"

El castaño casi se atraganta con su cerveza al oír la pregunta. "¿D-de qué hablas?"

La rubia rió suavemente tapándose el rostro con una mano. "¡Venga ya, Sam! Vi el Impala aparcado mientras nos íbamos, sé que Dean ya había vuelto."

El menor abrió la boca completamente sonrojado buscando alguna excusa. No sabía si podía decirle a su madre que había visto a Castiel y a Dean teniendo un momento tan íntimo sin que luego su hermano se cobrara venganza.

Por suerte, no le hizo falta responder. Un hombre trajeado de baja estatura, pelo corto castaño y barba se acercó a ellos, tomando asiento en su mesa después.

Mary le miró sorprendida, pero, antes de que le diera tiempo a decir algo, el hombre habló mirando a su hijo. "Vaya, vaya, alce, no sabía que estabais por la zona."

La mujer miró a Sam algo confundida por el apodo. ¿Se conocían?

"No es de tu incumbencia, Crowley." Gruñó el castaño dándole un trago a su cerveza.

"En realidad, sí que lo es." Respondió él con simpleza. "Quiero a Lucifer de vuelta en la maldita jaula tanto o más que tú y la ardilla, así que, ¿por qué no unimos fuerzas y le encerramos juntos?"

"¿Y tú quién eres?" Preguntó ya sin poder contenerse la rubia, mirando al hombre desconocido para ella con el ceño fruncido.

Inmediatamente, él le tendió la mano con una sonrisa. "Crowley, rey del infierno. Supongo que tú eres Mary Winchester."

Algo aturdida, aceptó su mano asintiendo. ¿Sus hijos conocían al maldito rey del infierno? "¿De qué conoces a mis hijos?"

"Hemos trabajado juntos en varias ocasiones durante los últimos años." Respondió el demonio.

"¿Qué quieres exactamente de nosotros, Crowley?" Preguntó Sam mirándole fijamente.

"¿No has escuchado cuando te hablaba antes, alce? Quiero vuestra colaboración, en concreto la de vuestro emplumado amigo."

"¿Qué te hace pensar que Castiel quiere trabajar contigo?"

"Que no le quedan más opciones, por ejemplo. O tal vez que puedo poner a su disposición un ejercito entero." Chasqueó la lengua quitándole la cerveza y dándole un trago. "Míralo cómo quieras, alce, pero sabes que os gano por goleada."

Con gran fastidio, el castaño se levantó de su silla. "Llamaré a Dean." Y, sin más, salió del bar para llamar a su hermano por teléfono y avisarle de la situación en la que se encontraban.

Como era de esperarse, el rubio no contestó; en su lugar lo hizo el buzón de voz. Gruñendo un par de insultos, Sam lo volvió a intentar varias veces más, pero siempre obtenía el mismo resultado.

Dean ni siquiera había oído el teléfono sonando. Estaba demasiado ensimismado acariciando las alas de Castiel como para pensar en nada más.

Fue el ángel quien se dio cuenta a la tercera o cuarta llamada. Reuniendo toda su fuerza de voluntad, se separó del cazador y volvió a guardar sus alas.

"Dean, te están llamando." Susurró con las mejillas totalmente sonrojadas. Se veía tan bien así a ojos del humano... "Deberías cogerlo, tal vez sea importante."

Haciendo uso de todo su auto control para no abalanzarse sobre el pelinegro y besarle, el rubio asintió comenzando a buscar su teléfono.

Tras unos minutos, lo encontró en uno de los bolsillos de su chaqueta. Al desbloquearlo, pudo ver que tenía unas cinco llamadas perdidas de Sam.

Preocupado por si le había pasado algo, marcó su número. Por primera vez, fue realmente consciente de que estaban completamente solos en la habitación y no había ni rastro de su hermano y su madre.

Ni siquiera tuvo que esperar dos tonos antes de que la llamada fuera contestada. "¡Dean! ¡Gracias a dios que por fin lo coges!"

Se apoyó en la pared mientras miraba a Castiel con el teléfono pegado a la oreja. "Estaba ocupado. ¿Pasa algo?"

"La verdad es que sí. Será mejor que lo veas por ti mismo." Dijo el menor al otro lado de la línea. Su voz sonaba nerviosa, haciéndole fruncir el ceño. "Estamos en un bar cerca del motel, nos vemos ahora en la habitación." Tras decir aquello, Sam colgó.

El cazador se quedó mirando su teléfono con confusión. ¿Qué habría querido decir su hermano con eso?

"¿Era Sam? ¿Qué quería?" El tono de voz curioso del ángel le hizo volver a donde estaba y sonrió sin poder evitarlo al verle.

Castiel le miraba con la cabeza ladeada y la curiosidad pintada en su bonito rostro, haciéndole ver como un adorable cachorro.

Dean asintió levemente. "Era él. Vienen hacia aquí." Le hizo una seña para que se acercara.

Algo dubitativo, el pelinegro dio un par de pasos hasta acortar la distancia que les separaba.

El rubio iba a tomarle de la cintura para acercarle más cuando la puerta de la habitación fue abierta de par en par.

"Hola, chicos." Ambos giraron sus cabezas para mirar en aquella dirección, encontrando a Crowley siendo seguido por Sam y Mary.

Inmediatamente, el ángel retrocedió un par de pasos tomando distancia con el cazador para evitar ponerle incómodo.

Dean frunció el ceño completamente molesto ante la interrupción. "¿Qué se te ha perdido aquí, Crowley?"

"También me alegro de verte, ardilla." Dijo el demonio en tono burlón entrando en la habitación.

"¿Qué quieres?" Su tono de voz era amenazante.

"Ofrecerle un trato a vuestro angelito de la guarda." Dijo mirando directamente a Castiel con una sonrisa.

La mandíbula del mayor de los hermanos Winchester se tensó tanto que casi fue un milagro que no se partiera algún diente.

"¡Lárgate de aquí antes de que te haga otro agujero en tu pomposo trasero!" Gruñó echando mano a su pistola, que llevaba guardada en la cinturilla del pantalón por la parte de la espalda.

"¡Oh, tiemblo de miedo!" Respondió sarcástico Crowley.

Cuando el cazador le apuntó quitando el seguro, el ángel decidió que era hora de intervenir.

"Dean..." Colocando una mano sobre su brazo para ejercer algo de presión hacia abajo, hizo que bajara el arma lentamente. "Escuchemos que es lo que tiene que decir primero."

El nombrado miró al pelinegro incrédulo, pero terminó cediendo y guardando su pistola a regañadientes ante la mirada que este le dedicaba.

Mientras tanto, Sam y Mary habían entrado en la habitación cerrando la puerta y se habían escabullido hasta la otra punta sin ser notados apenas. Preferían estar lo más lejos posible cuando la ira de Dean estallara.

"Habla." Soltó el cazador en tono duro dirigiéndose a Crowley de nuevo, la palabra casi había sonado como un gruñido al salir de su boca.

"Bueno, se que estáis buscando a Lucifer, así que he venido a ofrecerle a Castiel mi colaboración." Metiendo sus manos en los bolsillos de la chaqueta de traje perfectamente abrochada que llevaba, añadió: "Solo a él."

La habitación cayó en un incómodo silencio tras las palabras pronunciadas por el rey del infierno. El mayor de los hermanos Winchester podía sentir una extraña ira apoderándose de su ser con el paso de los segundos.

"¿Un demonio y un ángel buscando a Lucifer? ¡Por favor, suena como el principio de un mal chiste!" Dijo Dean cruzándose de brazos, luego miró a Castiel, que estaba a su lado de brazos cruzados también, esperando ver su reacción ante la propuesta de colaboración.

No quería que se fuera con Crowley.

Por desgracia para él, el rostro del ángel era en aquel momento una máscara impenetrable que no dejaba a la vista ni siquiera un ápice de sus emociones. Adivinar lo que estaba pensando era algo imposible, a no ser que tuvieras algún tipo de súper poder psíquico.

"¿Tú que dices, Cas?" Preguntó Sam ignorando a su hermano mayor. "Tienes la última palabra, es tu decisión."

El nombrado suspiró rendido dejando caer los brazos a los lados de su cuerpo. Le dio una fugaz mirada al rubio y después dio un par de pasos hacia delante para enfrentar al demonio, que esperaba el veredicto con una leve sonrisa ante la escena frente a él. Trabajar con Crowley no le parecía tan mala idea, al fin y al cabo.

"Si trabajamos juntos, será con mis condiciones." El mayor de los hermanos miró al pelinegro sin poder creer la imagen frente a él, ¿realmente estaba aceptando la oferta de aquel demonio?

"Por supuesto, angelito. Pide por esa hermosa boquita." Respondió el rey del infierno en tono pícaro acentuando su sonrisa. La mandíbula del ángel se tensó ante sus palabras.

"Punto número uno, solo pasaremos tiempo juntos para investigar pistas cuando aparezcan. El resto del tiempo cada uno irá por su lado." Dijo en un tono de voz completamente serio.

Soltando un suspiro dramático completamente fingido, el demonio se llevó una mano al pecho. "¡Qué ingenuo he sido! ¿Cómo llegué a pensar que podrías alejarte por al menos dos minutos del culo de tu querida ardilla?"

Ignorando su comentario, Castiel se dispuso a proseguir. Pero el panorama detrás de él era completamente distinto. Dean estaba sonrojado a más no poder, Sam se mordía el interior de la mejilla para evitar reírse y Mary miraba la escena con las cejas alzadas sin decir nada. La mujer empezaba a entender ciertas cosas de las que estaban pasando a su alrededor y una pequeña sospecha se formaba en el fondo de su mente.

"Punto número dos, nos mantendremos al tanto el uno al otro de todo lo que encontremos." Enumeró el pelinegro mostrando el número con sus dedos.

"Hecho."

La sonrisa en la cara del demonio parecía imposible de borrar y eso solo provocaba en el mayor de los hermanos Winchester más ganas de golpearle hasta desfigurársela. Sorprendido de sus propios pensamientos, el hombre dio un paso hacia atrás. ¿Qué estaba pasando con él?

"Bien." Respondió el ser celestial frunciéndole el ceño a Crowley. "Yo... no tengo más condiciones."

"Nos vemos pronto." Y, tras decir aquello, chasqueó sus dedos para después desaparecer con un ruido sordo.

Castiel giró hacia los tres pares de ojos que le miraban fijamente, cada uno de una forma distinta, pero solo se centro en unos. Tan verdes, grandes y bonitos que parecían sacados de dibujos. "Dean..."

"No." El nombrado salió de la habitación dedicándole una mirada dura. Ni siquiera él mismo sabía porque le había dolido tanto que el ángel aceptara trabajar con Crowley.

Sí, sí que lo sabes. Le repetía su subconsciente. Os ha cambiado por él. Ya no os necesita.

Se subió al Impala con rapidez y salió del aparcamiento. Esos pensamientos comenzaban a arremolinarse en su mente y sabía por experiencia que la única forma de ahogar aquella voz era con alcohol.