Dean estaba sentado en la barra de un bar, observando con gesto aburrido el poco whisky que quedaba en su vaso. Había perdido la noción del tiempo, por lo que no era capaz de saber cuanto tiempo llevaba allí sentado; tampoco es que fuera algo facil de determinar estando entre aquellas cuatro paredes. Lo único que tenía claro, es que había bebido suficientes vasos como para terminarse una botella él solo.
"Un día duro, ¿eh?" Preguntó el camarero detrás de la barra mientras fregaba un par de copas.
"Ni se lo imagina." Contestó el rubio bebiéndose el líquido que quedaba en el recipiente de cristal en su mano.
Echando un vistazo al reloj de su muñeca, el camarero rió. Iban a ser las seis de la tarde. "Me puedo hacer una ligera idea." Acercándose, se apoyó en la barra frente al cazador con una mirada curiosa. "¿Problemas sentimentales?"
"Tal vez." Estaba demasiado borracho para pensar ya en lo que decía. "¿Me sirve otro?"
La mirada del camarero cambio drásticamente a una algo apenada. Si bien era cierto que su negocio subsistía gracias a tipos así, le parecía mal aprovecharse de aquel hombre.
"Escucha, muchacho. ¿Por qué no pides un taxi y vuelves a casa?" Probó a decir con voz suave. Le había visto llegar en un coche negro bastante antiguo, pero cualquiera se daría cuenta de que ya no estaba en condiciones de conducir. "Estoy seguro que sea lo que sea que haya pasado, puede arreglarse."
"¿Y usted cómo está tan seguro?" Preguntó Dean entrecerrando los ojos en su dirección para conseguir mantener la vista enfocada, luchando contra el alcohol en su organismo para mantenerse conversando con el camarero.
"Mi padre siempre decía que todo en esta vida tiene solución, menos la muerte." Le palmeó el hombro y caminó hacia la caja. "¿Vas a pagar en tarjeta o en metálico?"
"En metálico." Sacando su cartera con algo de torpeza del bolsillo trasero de sus pantalones vaqueros, el rubio meditó sus palabras.
Se equivoca. Pensó con algo de burla. Ni siquiera puedo llevar la cuenta de cuantas veces he muerto y resucitado hasta ahora.
Media hora más tarde, el rubio trataba de meter la llave del coche en la cerradura para poder abrir la puerta. Una vez que lo consiguió, sonrió victorioso y se subió al asiento detrás del volante.
No se molestó en arrancar el Impala, ese no era su propósito. Cerró los ojos apoyándose en el respaldo y trató de concentrarse.
"Castiel, ¿puedes venir?" Esperó unos segundos en los que nada pasó. "Necesito que vengas, por favor. Tenemos que hablar."
Un suave aleteó resonó en el coche y el llamado apareció a su lado. Su rostro estaba completamente serio, tanto que le ponía nervioso.
"Cas..." Susurró suavemente a modo de saludo.
"Hola, Dean." Murmuró en tono algo cortante Castiel.
"Estoy borracho."
"Eso ya lo veo." El ángel se veía algo fastidiado y Dean se preguntó si estaba ocupado antes de que le llamara, sintiéndose avergonzado por haberle pedido que viniera así sin más. Él no era así, no solía resolver así las cosas. Normalmente, barría los problemas debajo de la alfombra y evitaba cualquier tipo de conversación acerca de cómo se sentía; pero sabía que su amigo se merecía una disculpa.
Mandando su orgullo a la mierda, volvió a hablar. "Lo siento, Cas." Era una disculpa completamente sincera. El whisky no tenía nada que ver con ella.
"¿Por qué exactamente?" Preguntó curioso el pelinegro ladeando la cabeza, dejando a un lado esa máscara de seriedad.
"Por lo de esta mañana... no debí irme, tú querías hablar y yo fui un completo idiota." Como siempre, nada nuevo. Le recordó su subconsciente. "Lo siento."
Por primera vez desde que había comenzado con su disculpa, alzó la mirada para ver a Castiel. ¿Cómo podía este mirarle con aquel brillo tan especial en sus ojos y esa suave sonrisa aún después de que él no dejara de joder las cosas entre ellos?
"Y también lo siento por lo que voy a hacer ahora." Susurró muy bajito, sabiendo que aún así le había oído por su naturaleza de ser celestial.
Tomando al ángel de las mejillas, le atrajo hasta hacer desaparecer la distancia entre ellos y le besó.
La sorpresa se apoderó del pelinegro, dejándole paralizado. Tardó un par de segundos en procesar lo que estaba pasando. Lentamente, subió una de sus manos colocándola sobre la del cazador, comenzando a devolverle el beso.
Los labios del humano habían empezado moviéndose tímidamente contra los del ángel por miedo a no ser correspondido, pero no tardaron en coger algo más de ritmo al comprobar que habían sido bien recibidos.
Cuando el rubio se cambió de asiento subiéndose a su regazo, tratando de llevar el beso más allá, algo hizo click en la mente de Castiel. Las palabras que le había dicho al principio hicieron eco en su cabeza. Estoy borracho.
No podía hacerlo. Esto estaba mal. Dean estaba borracho, sería aprovecharse de él.
Con todo el cuidado posible, el ángel llevó sus manos a la cintura del hombre y trató de separarle. En su lugar, solo consiguió que se pegara más a él, enredando una mano en su pelo negro.
Dean, por favor, no me hagas esto más difícil. Se quejó mentalmente Castiel cuando sintió como sus suaves labios dejaban de presionarse contra los suyos propios para atacar su cuello.
El rubio se separó exaltado y le miró confundido. "¿C-cómo... cómo has...?"
El pelinegro le miró sin entender a que se refería, pero lo entendió enseguida. Accidentalmente había enviado el pensamiento a la mente del hombre en su regazo.
Suspiró apoyándose completamente en el respaldo sopesando sus opciones rápidamente. Como hablar telepáticamente con seres celestiales y todo lo que esto involucraba no era un tema de conversación que fuera a tener con un Dean borracho.
Intentó llevar dos dedos a su sien para dormirle, pero el cazador le esquivó de forma bastante ágil para su estado ebrio. Castiel rió levemente alzando sus brazos en clara señal de paz.
Tras unos segundos en silencio, el ángel volvió a hablar. "Vamos al motel, yo conduzco." Pidió sabiendo que Dean no podía hacerlo.
"¿Para qué ir al motel?" Preguntó con una sonrisa traviesa el humano volviendo a acercarse a él peligrosamente. "El asiento de atrás es bastante cómodo." Susurró finalmente en su oído.
Un leve escalofrío recorrió el cuerpo del pelinegro y apretó con algo más de fuerza su cintura tratando de separarle. No quería hacer esto si sabía que el rubio no estaba al cien por cien consciente de sus actos.
"Dean, no. Vámonos." Suspiró al sentir las manos del cazador jugando con los botones de su camisa. Sería tan fácil simplemente ceder y dejarse llevar, pero no podía. "Sam y Mary están preocupados, has estado mucho tiempo fuera."
"Pero estoy bien, Cas. No me va a pasar nada, estoy contigo." Susurró el humano cerca de sus labios justo antes de volver a besarle.
El sabor a whisky aderido a los suaves labios de Dean era un constante recordatorio para el ángel de lo mal que estaba aquello. El sentimiento de culpa cada vez provocaba una presión mayor en su pecho.
Una idea fugaz pasó por su mente. No era la mejor, pero tendría que servir.
Rompiendo el beso, le dedicó una sonrisa siguiéndole el juego. "Está bien, vamos a la parte trasera."
El rubio abrió la puerta y se bajó casi con prisa de encima suyo para dirigirse hacia allí. Castiel bajó poco después y le siguió, encontrando ya la puerta abierta de los asientos traseros. Dean estaba recostado sobre ellos mirándole con una sonrisa juguetona. "¿Vienes, Cas? ¿O te vas a quedar mirando?"
Saliendo de su trance, el ángel puso la mejor sonrisa falsa que encontró y trepó sobre el musculado cuerpo, volviendo a besarle. Ambos estaban recostados en el asiento trasero, el pelinegro sobre el cazador, quien tenía sus piernas abiertas para que pudiera acomodarse entre ellas.
Aprovechando que estaba distraído por el beso, Castiel llevó una mano a la sien del hombre bajo él y la tocó con dos dedos, dejándole dormido al instante.
Se levantó del asiento y salió del coche, subiéndose rápidamente al asiento del conductor. Buscó algo nervioso las llaves del vehículo para poder ponerlo en marcha, encontrándolas finalmente en el suelo.
Miró hacia atrás para vigilar que Dean estuviera bien antes de arrancar. Se veía como si se hubiera desmayado. Al menos recuperaría todo el sueño perdido durante los últimos días. El ángel sabía de sus pesadillas, pero no se atrevía a hablar con él del tema; no sabía como abordarlo.
Comenzando a conducir finalmente, se centró en la carretera dejando a un lado los pensamientos que iban y venían, atacando su mente.
Solo te ha besado porque estaba borracho. Le dijo una voz burlona en su mente. ¿Por qué iba a fijarse en alguien como tú?
Gruñó de frustración apretando el volante. Muy en el fondo él sabía, o al menos creía, que eso era verdad. A Dean no le interesaban los hombres y había muchas chicas bonitas ahí fuera. No tenía ninguna posibilidad con él por mucho que le doliera.
Cuando finalmente llegaron al motel, aparcó el coche y se bajó. Después, cargó al rubio en sus brazos al estilo nupcial y voló hasta el interior de la habitación, sintiéndose demasiado perezoso como para ponerse a buscar dónde había metido este la tarjeta.
Dos pares de ojos les miraron sorprendidos cuando aparecieron. Ignorando a Sam y a Mary, dejó al cazador sobre su cama y le quitó los zapatos y la corbata con cuidado, para que pudiera dormir más cómodamente. También vació sus bolsillos, dejando el contenido de estos sobre la mesilla.
Podía sentir la mirada de ambos humanos taladrando su cuerpo mientras hacía todo aquello.
Una vez que terminó, se giró para encararlos.
"¿Qué le ha pasado?" Preguntó Sam nervioso acercándose al cuerpo inconsciente de su hermano.
"Nada grave. Estaba en un bar y..." Recordando los sucesos en el coche, las mejillas de Castiel se sonrojaron completamente. "Tuve que dormirle. Despertará en un rato, tal vez en un par de horas."
Mary se acercó también para inspeccionar a su hijo mayor. Cuando vio que estaba profundamente dormido, pero que no parecía pasarle nada, se giró hacia el pelinegro.
"Gracias por traerle, Castiel." Le sonrió débilmente.
"No tienes porqué agradecermelo, es lo menos que podía hacer." Él le devolvió la sonrisa a la rubia y se sentó en la cama de Sam.
La mujer había notado el nerviosismo del ángel al hablar de lo ocurrido y como tenía algunos botones mal puestos de la camisa, pero no dijo nada. No sentía que fuera asunto suyo.
"Sam, ¿me ayudas a guardar las cosas?" Dijo llamando a su hijo menor. El nombrado asintió y juntos comenzaron a recoger la habitación.
Castiel frunció levemente el ceño. "¿Ya os vais?"
"Sí." Respondió Sam algo distraído. "No hay más que investigar por la zona. Volvemos al búnker."
El ángel asintió con comprensión y tomó algunas de las bolsas, ayudándoles a llevarlas hasta el coche.
"Supongo que ahora que vas a trabajar con ese tal Crowley no nos necesitas en este caso." Soltó Mary. "¿Vuelves o te quedas?"
"Vuelvo." Dijo inmediatamente el ser celestial. "Siento lo de Crowley. Me encantaría seguir trabajando con vosotros, pero..."
"Él tiene más recursos." Completó Sam por él cerrando el maletero una vez que estuvo todo dentro. Ante la mirada apenada del ángel, hizo un gesto con la mano. "Tranquilo, Cas, lo entiendo. La prioridad ahora mismo es volver a encerrar a Lucifer."
El castaño palmeó el hombro del más bajo y volvió a la habitación para revisar que no se dejaran nada.
