Caminó a paso decidido hasta los columpios de aquel parque. Daba un poco de impresión lo vacío que estaba.
La puerta del cielo no parecía estar vigilada por nadie, cosa que le hizo fruncir el ceño levemente.
Sacudió la cabeza volviendo a repasar mentalmente su plan.
Tenía una sola cosa en mente y, aunque nunca antes lo había hecho, no debería de resultarle muy difícil.
Si Castiel había descendido hasta el infierno y rescatado el alma de Dean años atrás, ¿cómo no iba a poder él, que era más poderoso, sacar un alma del cielo y traerla de vuelta a la vida?
Al llegar frente al arenero se detuvo y esperó pacientemente. No tardó mucho en aparecer frente a él el ángel que guardaba la puerta.
"T-tú..." Susurró casi con miedo el ser celestial sacando rápidamente su puñal. "Estás muerto, no puedes estar aquí."
"¡Oh, querida Duma! Hace falta algo más que un arcángel psicópata para matarme." Respondió con burla. al ver que la mujer no se movía ni un solo milímetro, alzó una ceja. "¿Vas a dejarme entrar o no?"
La duda asomaba por todo su rostro, pero, tras pensarlo un momento, la mujer finalmente asintió y le abrió la puerta de entrada al cielo.
Una vez allí dentro, comenzó a buscar la puerta del cielo privado al que se dirigía. Duma no se había separado de él en ningún momento, caminaba prácticamente pisándole los talones. Era algo incómodo, pero entendía perfectamente que no se fiara de él. A fin de cuentas, había estado mucho tiempo desaparecido.
Pasaron por cientos de pasillos en silencio. Todos parecían iguales. La decoración era monocromática, con múltiples puertas a cada lado en las cuales había nombres y fechas grabados.
"Vaya, esto no ha cambiado nada desde que me fui." Bromeó el hombre.
No recibió ninguna respuesta. Aunque tampoco la esperaba.
Carraspeó algo nervioso por el silencio que se cernía sobre ellos, pero siguió andando.
Tras caminar por un par de pasillos más, no pudo evitar fruncir el ceño. Ya deberían de haber llegado a su destino. ¿Se habrían perdido? Estaba bastante seguro de que la puerta no debía quedar muy lejos.
Siguió caminando, revisando cada puerta con detenimiento. Leyendo los nombres y fechas en un intento de ubicarse.
"Duma, ¿dónde queda el cielo de Charlie Bradbury?"
"¿Te refieres a Celeste Middleton?" Preguntó el ángel con una ceja alzada y cruzándose de brazos. "¿Para qué quieres saberlo?"
El ser abrió la boca formando una pequeña o.
Así que era por eso que no la encontraba. Pensó algo distraído. No se había parado a pensar que tal vez Charlie no fuera su nombre real.
"La necesito para algo." Respondió encogiéndose de hombros, tratando de quitarle importancia. "¿Te importaría llevarme hasta donde se encuentra?"
"Con una condición." Habló Duma completamente seria. Todo el miedo que había visto en sus ojos anteriormente, se había disipado por completo.
"¿Y cuál es esa condición?" Preguntó cruzándose de brazos.
•°•°•
Tomando una inhalación profunda para llenar sus pulmones de aire, Charlie abrió los ojos de golpe. Sentía todo su cuerpo rígido y adolorido.
Comenzó a toser al intentar reincorporarse bruscamente, pero pronto se recompuso.
Observó a su alrededor mientras se llevaba las manos al cuello, palpando la zona y sorprendiéndose al ver que estaba como si nadie la hubiera degollado nunca. Pese a la poca luz que había, pudo reconocer que estaba en una habitación de motel.
Le pareció ver una figura en la ventana, pero, al enfocar su vista completamente hacia allí, no había nada.
Asustada, se levantó de la cama y comenzó a buscar en sus bolsillos. ¿Qué posibilidades había de que si acababa de volver a la vida hubiera conservado su teléfono?
No sabía que día era o dónde estaba, ni porqué narices estaba viva de nuevo.
Mientras palpaba los bolsillos, dándose cuenta de que estaban vacíos, reparó en que había una hoja doblada en la mesilla.
Se acercó y la tomó. Un billete de cien dólares cayó de su interior y rápidamente lo recogió echándoselo al bolsillo de los vaqueros.
Leyó la nota en silencio. Frunciendo el ceño, releyó la nota. ¿Esto estaba pasando realmente?
«El cielo puede ser muy aburrido de vez en cuando, de nada por sacarte de allí.
Aquí tienes algo de dinero para que te compres comida o esas cosas de humanos, la habitación está pagada hasta mañana.
Llama a los Winchester. Tienes sus teléfonos apuntados por detrás, no tienes excusa. Me enteraré si no lo haces.
Disfruta de estar viva de nuevo.»
Se guardando la nota bien doblada en un bolsillo cuando soltó una risa por lo rara que era la situación. Al hacerlo, se dió cuenta de lo seca que tenía la garganta. De todos modos, era algo normal, ¿no? ¿Cuánto tiempo había estado muerta?
Fuera quién fuese, o lo que fuese, que la había traído de vuelta a la vida, había pensado en todo.
Llamaría a Dean y Sam, pero primero necesitaba estirar las piernas y ubicarse. Además de que tenía que encontrar algún teléfono con el que llamar.
Mientras se servía un vaso de agua de la botella que había junto a la cama, un escalofrío le recorrió la espalda al percatarse de una de las frases escritas en la nota. ¿Ese ser iba a vigilarla?
Estaba agradecida con que la hubiera resucitado, pero no le terminaba de gustar la idea de ser vigilada por un ser con un poder así.
Bebió el vaso de golpe y buscó la llave de la habitación. Abrió todos los cajones de la cómoda, buscó incluso debajo de la cama; finalmente la encontró debajo de la almohada.
Salió de la habitación y cerró antes de echar a andar en busca de algún bar que estuviera abierto.
No había muchas estrellas, pero las que había estaban desperdigadas por todo el cielo. La luna creciente era cubierta de vez en cuando por alguna nube que pasaba.
Había echado de menos pasear bajo el manto nocturno, como hacía muchos años antes cuando era una adolescente.
Ya había amanecido cuando consiguió encontrar un bar abierto. Entró, fue hasta la barra y se sentó sonriéndole a la camarera.
"¿Qué te pongo?" Preguntó la mujer.
"Una cocacola, por favor. Estoy de viaje." Respondió sin perder la sonrisa. "Acabo de tener una avería con el coche y no soy de la zona, ¿podrías decirme a que distancia estoy de Kansas City?"
"Claro, a unas tres horas en coche." Dijo amable la camarera mientras le servía el refresco.
"¡Muchas gracias!" Charlie comenzó a palparse los bolsillos haciendo como que buscaba algo y luego miró a la chica con una mueca. "Me he dejado el teléfono en el coche, ¿podría llamar desde algún sitio? Realmente necesito hablar con mi hermano mayor."
"Usa mi teléfono." Dijo sacándolo y tendiéndoselo.
Vaya, eso ha sido mucho más fácil de lo que creí que sería. Pensó la pelirroja sorprendida.
"Muchísimas gracias." Tomó el teléfono y tecleó rápidamente uno de los números de Dean con la esperanza de que contestara.
Mientras esperaba, pudo oír a un par de hombres hablar sobre un incidente que había ocurrido en el pueblo. Una familia había sido asesinada hacía cosa de una semana. Los cuerpos tenían los ojos quemados y la policía aún no lograba explicar cómo se habían producido las muertes.
Sonaron varios tonos, ya pensaba que el cazador no iba a contestar cuando oyó su voz al otro lado de la línea.
"¿Diga?"
•°•°•
Dean se levantó de bastante mal humor aquella mañana.
Había pasado una semana desde la conversación que Castiel y él habían mantenido en el garaje, y la tensión entre ellos parecía empeorar cada día.
Fue hasta la cocina con su bata ondeando tras él a causa de sus rápidos pasos. Necesitaba una taza de café urgentemente.
Durante esta semana, había investigado con gran detalle desde su portátil cada pista que Castiel salía a investigar con Crowley. No sucedía muy a menudo, pero de vez en cuando esos dos se reunían, bien para ponerse al corriente de nueva información o bien para investigar alguna cosa.
Sabía que el ángel era demasiado testarudo para llamarles si estaba en problemas y no le gustaba nada la idea de que en cualquier momento pudiera encontrarse con Lucifer.
No quería ni imaginarse lo que podía llegar a pasar si se daba esa situación.
Al llegar a la cocina, tomó la cafetera y la inclinó para verter su contenido en la taza que traía en la mano. Un gruñido bajo salió de sus labios al darse cuenta de que estaba vacía.
¡¿Es que en esta casa todo lo tengo que hacer yo?! Dejó la taza sobre la encimera y pusó café a hacer.
Se quedó mirando la cafetera fijamente mientras tamborileaba sus dedos sobre la encimera.
Un bostezo escapó de sus labios y arrugó la nariz.
La voz de su hermano y su madre comenzó a oírse, cada vez más cerca de la cocina. Rodó los ojos sin poderlo evitar.
Ahora que Mary estaba con ellos, se había unido a la rutina de ejercicio de Sam y salían a correr juntos.
Incluso habían ido de compras juntos para conseguirle algo de ropa a la rubia con la que se sintiera cómoda.
Estaba encantado con que se llevaran tan bien, pero estaba demasiado irritable para si quiera aguantarse a sí mismo.
"¡Qué madrugador, Dean!" Dijo Sam animado entrando en la cocina.
"No podía dormir." Gruñó en respuesta.
Su madre le miró preocupada. Había visto el cambio de humor progresivo de su hijo durante estos días, pero no podía hacer nada por ayudarle.
Cada vez que trataba de hablar con él, este trataba de cambiar de tema de conversación o encontraba alguna excusa para no hablar en ese momento.
"Mamá y yo creemos haber encontrado un caso." Dijo Sam yendo hacia la nevera.
"¿Un caso?" Preguntó el rubio algo curioso. "¿Sobre qué?"
"Una casa encantada. No está muy lejos de aquí." El menor abrió la nevera y sacó un brick de leche.
"¿Algún indicio de que esté realmente encantada?" Tomó la taza de nuevo y se sirvió el café recién hecho.
"Unas muertes raras en los últimos días de unos chicos que entraron por diversión." Respondió esta vez Mary.
"Suena interesante. Podríamos ir a echar un vistazo." Murmuró pensativo apoyándose en la encimera.
Un teléfono comenzó a sonar y Sam se palpó los bolsillos negando. "Es el tuyo, Dean."
Frunciendo el ceño, el rubio dejó la taza sobre la encimera y buscó su teléfono. Lo sacó finalmente y contestó la llamada.
"¿Diga?"
Era un número desconocido así que no tenía ni idea de quién podía ser.
La voz que contestó al otro lado le dejó completamente helado.
Sam y Mary le miraron con preocupación al verle palidecer varios tonos.
"¿Charlie?" Preguntó el mayor con voz temblorosa agarrado al teléfono. "Vale, vale... ve al motel y no te muevas. Voy para allá."
Tras colgar la llamada, se pasó una mano por el rostro tratando de despejarse las ideas y salió de la cocina sin decir nada.
"¡Dean!" Sam le llamó caminando tras él. Al no recibir contestación, le cogió del brazo para pararle. "¿Podemos hablar de esto un momento?"
"¿De qué quieres hablar?" Preguntó bruscamente girándose hacia el menor. "Charlie ha vuelto y yo voy a ir a buscarla, fin."
El castaño le soltó haciendo una mueca. "¿Y si no es ella?"
"¿A qué te refieres?" Dean le miró entrecerrando los ojos.
"¿Recuerdas lo que pasó con Adam?" Preguntó casi en un susurro. El recuerdo de su hermanastro aún pesaba en la conciencia de ambos. "No era el verdadero Adam, era un necrófago y no nos dimos cuenta hasta que encontramos su cadáver a medio devorar."
"No podría olvidarlo ni aunque quisiera." Dijo el mayor en tono amargo. "Pero, ¿cuántas veces hemos resucitado tú y yo? ¿Por qué no podría hacerlo ella?"
Se quedaron mirándose en silencio. Retándose el uno al otro con la mirada.
"Está bien, pero voy contigo a buscarla." Cedió finalmente Sam.
