Capítulo 5


Todos, en algún punto de su vida buscarán un signo… una palabra, una mirada, una canción, una imagen… algo que se cruzará en su destino, sin esperarlo, pero que tendrá sentido de manera inmediata para el que busca una respuesta.

Habían pasado seis meses desde que encontró la armónica, pero las notas que Terry tocó en esa fatídica mañana aún estaban vivas en su cabeza. Desde ese momento, la música y sus recuerdos sobre Candy se alimentaban mutuamente. Mientras más pensaba en ella, más clara se hacía la música, y mientras más tocaba la música en su cabeza, ella se hacía más real para él.

La idea de escribirle a Candy una carta se había convertido en una fijación. No hubo un día que pasara en esos seis meses en que no reflexionara sobre ello. Pero poner las palabras sobre el papel... no se atrevía. Cómo empezar, cómo terminar… sin contar en lo que llenaría el espacio del medio. Cómo escribirla, qué decir, ¿debería ser romántico?, ¿debería ser solo amigable?, ¿mencionar el pasado?, ¿pretender que nada ocurrió? Algunas veces se frustraba, abandonando el tema, pero la idea se había transformado en algo como una lombriz, enterrándose más profundamente en su mente.

Él podría haber hablado con las palabras de los grandes poetas, ocupando las almas de personajes que no podían ser olvidados, sus historias habiendo sido bendecidas por las mismas musas… pero verter lo que su corazón quería decir hacía ya diez años, encontraba que era aplastantemente imposible.

Hasta el día del ensayo general de vestuario de Hamlet…

El día estaba repleto con las preparaciones finales para el estreno desde muy temprano en la mañana. Aunque hasta ahora él se las arreglaba para funcionar con solo unas pocas horas de sueño, ese día en particular, cuando dejó su apartamento, deseó haber dormido un par de horas más. Sin embargo, tenía que afrontarlo y continuar con el día. Lo bueno era que la adrenalina hacía su efecto, así que lo hacía sentir entusiasmado. Se metió en su automóvil Kissel Speedster y partió para el teatro.

No mucho después ya atravesaba las puertas del teatro. Tenían la rueda de prensa durante la mañana, así que había prestado un poco más de atención a su apariencia, con el aspecto de la estrella de matiné, en su traje de tweed gris oscuro de tres piezas.

Casi todos los periodistas de los grandes periódicos estaban ya allí. De manera cortés saludó con la cabeza a algunas caras familiares en su camino hacia los bastidores. Era sabido que él no tenía una buena opinión de la prensa, pero después de diez años en el centro de atención, los podía tolerar mejor ahora que en el pasado, siempre y cuando no se metieran en su vida privada. También había dado instrucciones al secretario de la compañía de teatro, para que tuviera un ojo abierto sobre cualquier invento de la prensa. En el pasado, en el momento en que se implicaba algo de naturaleza personal, relacionado con él o con Susana, reaccionaba de manera inmediata y francamente aterradora, haciéndose escuchar, con su ira controlada, al otro lado del teléfono, exigiendo que retiraran cualquiera que fuese el artículo ofensivo o si no… era conocido entre los periodistas como "el halcón". A Terry no le importaba en absoluto y le gustaba de alguna forma ser conocido como una persona difícil de tratar. Esto mantenía a todos los indeseados a distancia, y le daba algo de libertad para decidir con quién hacer tratos profesionales, o de otro tipo.

"¡Ah! Terence, estás aquí", le dijo Robert tan pronto se dio cuenta de que había llegado.

Terry no le respondió, pero abrió la puerta de su camerino y entró, con Robert siguiéndolo atrás.

"La prensa está aquí", continuó Robert, como si nada ocurriese.

Él se sacó la chaqueta, y la puso sobre la silla del tocador.

"Buenos días Robert", respondió, mientras doblaba las mangas de su camisa.

Enfrentarse a la prensa era similar a cavar trincheras para él. Pero primero tenía, que por lo menos, bajar un poco la ansiedad de Robert. Él actuaba con su forma hiperactiva usual en esas situaciones. Si Terry tuviera que ser honesto, su jefe tenía una buena razón para comportarse de esa forma. No había sido un pilar de fiabilidad en el pasado y sus cambios de humor eran tan abruptos y fuera de lo normal, que no era raro en él salir violentamente de una rueda de prensa, maldiciendo, si alguien se atrevía a hacer un comentario puntilloso sobre la forma como él y su prometida llevaban sus vidas. Sin haberse casado… un compromiso de diez años no era algo usual, después de todo. Como sea, un Robert calmado lo tranquilizaría con su primera rueda de prensa, después de un buen par de años cuando menos.

Él se detuvo y observó a Terry, dándose cuenta de que había empezado demasiado serio y dio un paso atrás. Su rostro se relajó y estalló en una amplia sonrisa.

"¡Buenos días hijo mío!", le dijo con una voz más calmada.

Terry sacó su reloj de cadena de oro de su bolsillo y lo observó.

"9:30… llego a tiempo, ¿verdad?", dijo, elevando una de sus cejas.

"¡Oh, sí, sí!", exclamó Robert. No quería molestar a Terry.

"¡Estoy muy emocionado con todo esto!", finalmente admitió y se desplomó en una silla vacía con un fuerte suspiro, antes de sacar un pañuelo y pasarlo por su frente, que brillaba por el sudor.

"¡No te preocupes Robert!", le dijo Terry con una voz calmada, y le dio unos golpecitos en el hombro.

"Simplemente tenemos que tomarlo con calma, y habrá terminado antes de que nos demos cuenta", admitió finalmente y a la vez se sorprendió con su propia actitud. Usualmente, él estaba más nervioso con esta clase de responsabilidades del teatro. Quizás su ausencia de un año lo había ablandado. Pero si quería profundizar un poco más, era su preocupación de los últimos seis meses por Candy lo que no le dejaba mucho espacio para pensar sobre su regreso a las brillantes luces de Broadway.

"Si tú lo dices Terence…", dijo Robert y miró al joven hombre que conocía ya por más de diez años.

A pesar de su difícil carácter y la clase de vida con la que había tenido que lidiar, no solo con Susana, pero también con su madre, la famosa actriz Eleonor Baker, quien hasta ahora nadie sabía era su madre, él había tenido que entender a Terry y considerarlo como alguien tan cercano como lo habría hecho con un hijo, si lo hubiera tenido. Sin considerar su natural y su obviamente cegador talento para actuar; debajo de todo ese comportamiento "espinoso" que Terry había interpuesto entre él y el mundo exterior, era un hombre sensible y una buena persona, por donde se le viera.

"Es solo que…", dijo, mientras observaba a Terry encendiendo un cigarrillo, "quiero que todo salga bien…", continuó e hizo una pausa mientras se levantó y se estiró el chaleco.

"Para ti… hijo", concluyó y miró a Terry directo a los ojos, revelando toda la preocupación que escondía tras de ellos.

Terry observó a Robert, exhaló el humo antes de aplastar el cigarrillo en el cenicero. Era hora de irse, y las cosas se estaban poniendo demasiado sentimentales. Robert, en ciertos momentos, se había convertido en su punto de apoyo, el consejo paternal que nunca había tenido de su verdadero pero ausente padre, y por esto le estaba eternamente agradecido. Pero en momentos como estos, prefería mantener el sentimentalismo al mínimo. Su regreso a los escenarios, un año después de la muerte de Susana, era por sí solo suficiente carga emocional para ese día. Sus ojos se suavizaron al hacerse cargo de la preocupación de Robert y le brindó una sincera y confiada sonrisa.

"Todo irá como viento en popa… no te preocupes Robert", dijo y se dirigió a la puerta.

"Palabra de honor jefe", agregó, mientras se giró para observarlo todavía de pie en el camerino, cruzando sus dedos, y besándolos, antes de sonreírle con su mirada.

"Hagámoslo", fueron sus palabras finales antes de partir para el escenario y sentarse en una larga mesa, que había sido puesta para esta ocasión, junto a sus compañeros de actuación. Robert rápidamente rezó en silencio y lo siguió. La compañía completa se enfrentó a los ansiosos periodistas que estaban sentados en las primeras sillas del teatro.

Como se esperaba, la mayoría de las preguntas involucraron a Terry y cómo iba a enfrentarse al papel de Hamlet.

¿Era difícil asumir ese exigente rol, después de su larga ausencia del teatro?

"Sí, pero confié en mi mentor y buen amigo, Robert Hathaway, y supe que estaba en buenas manos", respondió con una sonrisa.

¿Y sus colegas?, ¿Cómo han encontrado su regreso al escenario?

"Pienso que todos le dimos la bienvenida de nuevo a Terence. Todos somos profesionales, así que trabajamos como un equipo para conseguir el mejor resultado posible", completó Robert, hablando por todos.

Y usted señor Graham…, Margot Taylor del "Daily News" de Nueva York, dada su reciente pérdida, ¿Cómo se enfrentó a todo este número de muertes de la obra?

Robert mordió sus labios sin darse cuenta. Sentía sus oídos transpirar.

Terry casi no escuchó la pregunta. Su atención fue captada por la figura de una chica que se movía por la parte alta de la platea. Ella debía ser del personal del teatro, asegurándose que las sillas estuvieran bien, pero su cabello rubio ondulado lo distrajo. Especialmente porque no podía ver su cara. Como sea, desde atrás la similitud era inquietante. Ella tenía ese traje rojo de uniforme. Su corazón se agitó. Su cabeza le dijo que estaba cerca de alucinar. Tenía que volver a la realidad. Juntó sus cejas.

"¡¿Qué dijo?!, preguntó, "¿Puede repetir la pregunta?"

Todas las cabezas se giraron hacia Margot y se prepararon para el inminente estallido de Terry.

Yo solo estaba planteando si usted tiene alguna inquietud acerca del tema de la obra sobre la muerte y la pérdida, habiendo sufrido una pérdida usted mismo de manera reciente.

Se dio cuenta en ese momento, que la estúpida mujer estaba "agitando las aguas". Pero mantuvo el control.

"Si no me hubiera sentido preparado, no me hubiera comprometido con la obra señorita Taylor", "la pérdida tan infortunada como trágica puede ser, es parte de la vida y parte de lo que nos hace humanos, todos nosotros la viviremos en algún momento"

Robert abrió sus ojos como platos. No podía creer lo que escuchaba. ¿Había Terry cambiado?, deseaba profundamente que este fuera el caso.

Antes de que todos respiraran con alivio, ella no mostró intención de retroceder.

¿Y cómo se enfrentó a la suya, puedo preguntar?, ¿En ese año en que estuvo ausente de los escenarios?

No hubo ni siquiera un comunicado de su parte, con relación a la muerte de la señorita Marlowe.

Una creciente ira brilló en sus ojos turquesa. Si mirada reflejaba una tormenta formándose cuando abrió su boca. Odiaba a Margot Taylor. Su periódico era basura amarillista, y ella se había mantenido como una pulga indeseada, tratando de chupar sangre en cualquier oportunidad, por diez años, molestándoles sobre la ausencia de boda. ¿Por qué demonios el señor Graham nunca se casó con la chica a la que apoyó y cuidó? ¿Era por su discapacidad? ¿Era debido a la pierna que había perdido?, ¿Por qué la señorita Marlowe estaba viendo a un psicoterapeuta?, ¿Experimentaba algún trauma por la negación del señor Graham a darle su apellido? Después de todo llevaban juntos un largo tiempo. Su sangre estaba hirviendo.

"Margot", finalmente abrió su boca, mientras medía sus palabras, "Lo que hice y cómo lo hice, y por qué nunca hablé sobre la muerte de mi prometida no es de su pu…",

"Margot Taylor, y perdóname por meterme Terence", Robert se entrometió en el momento en que nadie más parecía respirar. "Creo que me he expresado claramente sobre el que no están permitidas preguntas delicadas sobre asuntos personales".

"Como con todos los que han experimentado el duelo, quiero creer que los periodistas que tengan que enfrentar a la persona en cuestión, sin importar cuán famosa pueda ser, lo harán con el más alto respeto y sensibilidad"

"Esperaría que los periodistas del Daily News sigan las normas de etiqueta, a menos que me vea en la necesidad de tener que hablar con su editor", dijo con firmeza y sacudió sus papeles, antes de girar sus ojos hacia Terry, quién aún parecía que quería lanzarse sobre ella, retorcerle el cuello y terminar con aquella ramera.

"Absolutamente", murmuró Margot al final, temiendo alguna repercusión de su jefe, aunque desilusionada porque no había podido sacar una respuesta de Terry, sobre la cuál iba a escribir.

"La súbita ira de Terence Graham, mientras se le preguntaba sobre cómo asumió la pérdida de la señorita Marlowe, su prometida por largo tiempo, quien falleció un año y seis meses atrás".

Hubiera sido un maldito buen encabezado, pensó para sí.

A cambio dio una disculpa a medias y se sentó. Terry hizo una nota mental, prohibirle para siempre que estuviera en las ruedas de prensa de las obras de teatro en las que él estuviera involucrado en el futuro.

La conferencia de prensa terminó. Terry salió y le agradeció a Robert interrumpirlo para salvar el día. Pero fue el turno de Robert de darle un gran abrazo, con el cual lo sorprendió.

"No, no, no", dijo, "Ella se pasó de la raya y hasta el momento en que yo hablé, tú te controlaste de una manera excelente Terence"

"No podría estar más orgulloso", concluyó. Los dos hombres se sonrieron por haber evitado una posible crisis de manera exitosa.

Después siguieron las fotos de la prensa.

"A propósito Robert, ¿quién era la chica que estaba caminando en la parte alta de la platea?", le preguntó Terry a su jefe, mientras se dirigían a la prueba final de vestuario y maquillaje, antes de posar para los fotógrafos.

"¿Cuál chica?", respondió él.

"La rubia de cabello ondulado", la describió Terry, "con su uniforme de color rojo"

Robert se detuvo por un momento, pensando

"No, no la puedo recordar Terry"

"¿Ni siquiera advertiste una chica?"

"¿Estás seguro de que viste a una chica?"

Terry asintió con la cabeza en respuesta.

"Hijo mío, te he dicho muchas veces que hay algunos té de hierbas perfectos para hacerte dormir"

Terry se dio por vencido. No era importante. Pero se preguntó realmente si pensar en Candy se había vuelto demasiado excesivo. Mientras se sentó para maquillarse y vestirse todo de negro, la capa, la túnica, medias gruesas y los zapatos, sus ojos lo miraron de vuelta, a través del espejo. Estaba perdido de nuevo en sus recuerdos.

Había una belleza de otro mundo, tanto aterradora como inquietante en el retrato físico de Terry como Hamlet. Sus ojos, del color de los mares tropicales, eran aún más penetrantes con el grueso delineador negro y las sombras grises oscuras alrededor de ellos. La piel clara, los labios rojos como la granada y la peluca negra que le llegaba hasta la barbilla. El fotógrafo le dijo que no esperaba menos que las mujeres deliraran por sus fotos y los hombres se sintieran celosos de él. Todo eso no hacía ninguna diferencia para él. Había conocido el deseo de las mujeres hacia él. No era estúpido, y él sabía lo que acompañaba a la carrera que había elegido. Por esto es que al final, había llegado a entender al menos en parte, la razón por la cual Eleonor se negaba a admitir en público que él era su hijo.

Ser atractivo, misterioso y no tener ataduras era lo que llevaba a la gente a ocupar las butacas. Y el dinero en las cajas. El talento era seguro el prerrequisito para hacerlo, pero era casi imposible ignorar la parte superficial, con la cual había que conectar todo. Apariencia y disponibilidad. ¿No sacaba él ventaja del hecho de que las mujeres pelearan por al menos una de sus miradas, o un minuto de su atención? ¿De una sonrisa? Lo hacía y no sentía la menor culpabilidad por eso. Pero nunca se sintió arrogante. Él era quien era. Y a pesar de todo ese revestimiento, muchos otros con carreras aparentemente menos exitosas, o trabajos, o apariencia, podían tener el amor de la mujer que les interesaba, una familia incluso, alguien que los completara. Y él no lo tenía. Así que, ¿para él ser atractivo?, Pff, pura conveniencia quizás, pero nada más que eso.

Tomaron las fotos sobre el escenario con el resto de los actores, todos con su vestuario. Sus ojos continuaron buscando a la chica rubia con el vestido rojo, pero no se la veía por ninguna parte…

Después de terminadas las fotos, había algo de tiempo disponible para almorzar y descansar, antes del ensayo final con el vestuario. No iba a ser un ensayo general privado. La prensa estaría allí, al igual que algunas pocas personas elegidas, seleccionadas con cuidado por el mismo Robert, Terry estaba seguro, dependiendo en su lealtad a la compañía Stratford y a lo profundo de sus bolsillos.

Regresó a su camerino. Encendió un cigarrillo, se sirvió una copa de güisqui y la tomó de un golpe. Sus ojos brillaban. Observaba las páginas de la obra. No había necesidad de repasar ninguna de ellas. Para entonces, él era Hamlet. De hecho, se había sentido muy cercano a ese hombre. La fortuna y el destino jugaban papeles importantes en las obras de Shakespeare. Su vida, hasta ahora, podría haber sido escrita por el mismo Bardo… así que cualquiera que fuera la prueba que tuviera que sufrir, Terry podía generar emociones basadas en sus propias experiencias para igualar a Hamlet.

El licor lo relajó más de lo que deseaba. No estaba particularmente hambriento, pero sus párpados estaban tan pesados como tablones. Aplastó el cigarrillo y cerró sus ojos por un rato.

Allí en la oscuridad de su mente, vio a la rubia chica con el vestido rojo. Había un lago, con agua tan cristalina como un espejo. No hacía ruido con sus pasos. Él le gritó, pero no salió ninguna voz. Sin alarmarse ella entró al lago, sin mostrar ninguna reacción ante el agua que le llegaba a la cintura.

"¡Ophelia!", escuchó su voz saliendo de sus labios, con tanta urgencia como el primer llanto de un recién nacido.

La chica no respondió.

"El fuego del amor siempre se quema y nada queda igual a como empezó. Aún algo bueno puede crecer demasiado y morir por sus excesos. Deberíamos hacer lo que pretendemos hacer, justo cuando lo pretendemos, ya que nuestras intenciones están sujetas a muchas debilidades y retrasos, tantas como palabras en un diccionario y accidentes en la vida. Y así, todos nuestros "podrías" y "deberías" no son más que aire caliente."

Terry se giró en ese punto. Estaba Claudius hablando a Laertes.

"Escucha al Bardo, Terry", escuchó una voz familiar, una voz que él nunca olvidaría.

Se volvió de nuevo hacia la chica. El agua le había llegado hasta el cuello. Dos pasos más y ella desparecería.

"Candy", gritó con toda la fuerza de sus pulmones y se lanzó hacia adelante.

Su cuerpo entero saltó hacia adelante en el sillón y abrió sus ojos en ese instante. Su rostro estaba frío y pegajoso. Se sintió desorientado por unos pocos minutos. Temblando. Se dio unas palmadas en el rostro. Arregló su maquillaje.

"Terry, tu puedes hacerlo", se dijo así mismo, mientras observaba su imagen en el espejo y abandonó la habitación.

El ensayo general empezó.

Terry ya había estado en el escenario. Aún desde las primeras escenas, era obvio que su Hamlet iba a pasar a la historia, como una de las actuaciones clásicas que debía ser estudiada por los actores de generaciones futuras.

El cuarto acto estaba avanzando.

Él estaba viendo desde un lado. Lionel Adams y Maurice Cole, haciendo de Claudius y Laertes estaban en escena. Un mensajero traería la carta de Hamlet. El hombre terriblemente nervioso estaba caminando de un lado para otro, un poco más allá de donde Terry estaba parado. Repitiendo una y otra vez el contenido de la carta. Terry se le acercó y lo miró por algunos minutos. Le recordó la bola de nervios que él había sido antes de salir al escenario por primera vez. Tener confianza recitando a Romeo en su habitación, era una experiencia totalmente distinta a estar de pie, bajo las brillantes luces, sintiendo ser despojado hasta el alma desnuda, bajo la vigilante mirada del director, la audiencia, los compañeros actores, el peso de esas palabras inspiradoras… sonrió.

"Alto y poderoso,

Sabes que he sido desnudado, podría decirse, en tu reino.

Mañana rogaré permiso para mirar en vuestros reales ojos, para llegar al punto de contarte la historia (después de pedir disculpas), de cómo regresé a Dinamarca de manera tan extraña y repentina.

Hamlet".

El hombre seguía repitiendo las palabras de la carta, como si estuviera en trance. Se dio cuenta de que Terry lo observaba y se detuvo, con la cara roja como un tomate.

"Una carta extraña… ¿no es así?", dijo, sonando avergonzado.

"Va directo al grano", dijo Terry y sonrió.

"No te preocupes, lo harás bien", le susurró al joven, mientras se preparaba para entrar a escena.

El resto de la obra continuó sin ningún problema. Terry estuvo cautivador. Su actuación elevó a todos los actores también. En el momento que el telón bajó, la audiencia se puso de pie y aplaudieron hasta que sus palmas se pusieron rojas. El estreno sería un gran éxito. Robert estaba encantado. Felicitó a todo el mundo, y todos le dieron la bienvenida a Terry de nuevo. Había sonrisas por todas partes y un sentimiento de euforia.

Terry también tenía su ánimo por las nubes, a pesar del sueño perturbador que tuvo en la tarde. Se tomó un momento a solas en el camerino. Mientras se sacaba el maquillaje, repasó todo en su mente, el día completo desde el comienzo hasta el final. Repentinamente era obvio. El teatro estaba vivo con la gente hablando, riendo, preparándose para volver a casa. El siguiente sería el gran día. Pero su mente por otro lado estaba tan silencioso como una iglesia vacía. Su rostro en el espejo estaba mojado por el sudor y la excitación, su mirada en llamas.

Tomó el bloc para escribir cartas del teatro y su pluma fuente del bolsillo interior de su chaqueta. Aspiró una gran bocanada de aire, antes de que su mano trazara las palabras en el papel. Hamlet fue directo al grano y así debería hacerlo él. No había tiempo para perder y él había ciertamente malgastado más que el suficiente.

"Candy

¿Cómo estás?

Ha pasado un año

Quería volver a tomar contacto después de pasado un año, pero pasaron otros seis meses por mi indecisión.

Tenía que decirte esto y finalmente enviar esto por correo.

- No he cambiado.

No sé si esta carta te llegará o no,quise asegurarme de que supieras esto.

T. G."

Miró sus palabras por unos minutos, como si quisiera mantener este instante en su memoria por siempre. Respiró de nuevo profundamente mientras dobló el papel. Lo deslizó dentro del sobre. Escribió con letra clara la dirección del Hogar de Pony. Ya estaba. Se levantó, se quitó el vestido de Hamlet y se puso su traje. Con el sobre cerca de su corazón, apagó las luces y cerró la puerta detrás de él.

Un nuevo día estaba a punto de empezar.