Es primera hora de la mañana en la escuela Hogwarts, me encuentro recostada todavía en mi cama, esperando escuchar el ruido de los estudiantes preparándose para el nuevo día. Todas las chicas de mi cuarto duermen tranquilas. La luz del amanecer se desliza por mi ventana, es tan clara que parece el velo blanco de una novia. La tranquilidad del cuarto es tal que puedo oír respirar a todas mis compañeras de dormitorio. Deben de estar teniendo unos sueños preciosos, pero yo...
Aún le sigo dando vueltas a lo sucedido en el día de ayer, cuando estuve en el aula de pociones con Snape... no puedo dejar de recordarlo ni por un maldito instante.
Me siento extraña, me siento como si hubiese cambiado algo en mí. Como si él hubiese cambiado algo en mí, me sentía agitada, enferma, sofocada...
Mi piel todavía guarda el recuerdo de sus labios sobre mi cuello, con sólo recordarlo mi interior arde.
Me siento repulsiva... me siento violada. Quiero llorar pero mis pequeños ojos están secos. No quiero verle, no quiero ir a clase hoy, estaría mejor sola encerrada en el baño. Pero sería una cobarde si me escondiera así.
Hoy tengo que volver allí dos veces, y quizás cuando estemos solos vuelva a...
No, no debo de pensar en eso, tengo que pensar en mis estudios, para poder formarme un buen futuro al margen de todo mi pasado y en mi estúpida hermana, para que no acabe violada y muerta por los mortífagos. Está vez le reclamaré yo a él mi parte del trato, no dejaré que me pisotee otra vez, no se lo voy a permitir.
Está vez será diferente, ya verá.
Le demostraré que no soy un juguete, y que si me enfada también yo puedo jugar mis cartas.
Me levanté de la cama despacio, dirigí mi vista en todas direcciones, nadie notó que me había levantado, bien. Ahora tenía un poco de tiempo hasta que las chicas despertasen y todas quisieran entrar al aseo, así que no perdí tiempo y me metí yo.
Tenía el pelo enmarañado y algunos mechones por la cara, esta noche no había dormido bien por la pesadilla que tuve y había estado dando vueltas y vueltas en mí cama. Cogí mi cepillo y comencé a peinarme. Odiaba verme el pelo así, pero más que eso, odiaba levantarme todos los días mirarme al espejo y ver a mi hermana en el.
Ya tenía el pelo en condiciones, tomé mi pasador verde favorito y eché mi pelo hacia atrás para recogerlo mediante el pasador. Pero no llegue hasta el final, en mi reflejo pude observar que en mi pálido cuello había una mancha o algo así.
Me acerque más al espejo para ver mejor aquel extraño hematoma nuevo en mi piel. Pero no había sido obra de Isobel, este era más reciente, no era de un golpe, era de...
Una furia ciega invadió mi cuerpo en aquel momento. Había sido obra de Snape la mañana anterior, él había dejado esa sucia y dolorosa marca en mi cuello. Por suerte si no me recogía el pelo no se notaría en absoluto. Era una marca pequeña de color morado, seguramente fruto de los mordiscos que soporté entre gemido y gemido...
Mi cara enrojeció al pensar en ello, aquello solo me enfurecía más.
Intenté taparla con un poco de maquillaje que encontré en el neceser de una de las chicas pero de nada me sirvió, y tampoco conocía ningún hechizo contra esto...
Total que me resigné, me vestí deprisa y salí de allí cada vez más convencida de que Snape era el ser más rastrero que habita por aquí.
Segunda hora
Clase de pociones
Tenía el tiempo justo para realizar la poción que Snape dejó escrita y poner una oreja en la conversación que mantenía Isobel con Susan.
La primera arpía al mando era Wells, es una excelente manipuladora y una maestra con las mentiras. Podía convencerte de cualquier cosa, incluso mi hermana mordió el anzuelo, menuda idiota. Parecía que cuchicheaban de algo serio y apenas levantaban la voz, lo que era malo para mí y mi misión de espía novata.
Diez minutos después su conversación terminó, cada cual miró su caldero y como si nada hubiese pasado y esto me dejó muchas preguntas en mi cabeza. Tenía que remediar esta situación como fuese. Tomé un trozo de pergamino, y escribí una pequeña frase:
''¿De qué hablabas con Wells?''
Acto seguido la lié y se la tiré a Isobel un par de mesas más allá. Mi hermana hizo un mohín en cuanto la bola de papel tocó su hombro y miró en mi dirección con furia.
―Pero ¿qué haces idiota?, no me tires cosas ―dijo en un susurro ahogado
Ya había algunos Slytherins que habían notado nuestro juego y miraban a ver la cual era la conclusión del partido. Izzie tomó la bola y la lanzó en mi dirección, pero no me dio. Pasó ligera por encima de mi cabeza hasta aterrizar en el otro lado de la clase dónde se sentaba Gryffindor, golpeó el libro de un chico rubio y cayó al suelo.
Pero los Gryffindor no se movieron de sus sillas, Snape no les daba ni tiempo para respirar en su clase, mucho menos para recoger una envoltura de papel y tirarla, eso era un suicidio.
Cuando la clase terminó, el profesor Snape le dijo a mi hermana que esperase porque quería hablar con ella. Estuve fuera un par de minutos esperando que saliera mi hermana de allí y ver si podía enterarme de algo. Miraba el oscuro pasillo, miraba el suelo, y oí pisadas furiosas dirigirse a la puerta, retrocedí unos pasos con cautela.
Isobel salió del aula de pociones al rojo vivo, yo no fui capaz si quiera de nombrarla hoy no tenía ánimos como para que se ensañara conmigo y más si echaba chispas.
Por suerte ni me vio, salió disparada escaleras arriba y yo suspiré aliviada del susto que me dio aquella insensata que ahora parecía el mismo demonio.
¿Qué le habrá dicho Snape para que se ponga así?¿Habrá hablado sobre los mortífagos? ¿Le habrá dicho que es carne de cañón para ellos? O quizás le ha comentado que llevaba el pelo fatal hoy...
Fuese como fuese, Snape se había ganado diez puntos extra por haber hecho enfadar a mi hermana, una de mis actividades favoritas.
Entré de nuevo en el aula de pociones con cuidado, tenía que informarme. En medio del pasillo estaba Snape mirando el suelo pensativo pero enseguida se dio cuenta de mi presencia, me miró con fiereza y reprobación. Cerré la puerta tras de mí para poder hablar.
―Estoy cansado de usted, siempre está en medio.
―Porque es mi hermana, quiero saber que le ha dicho.
―Eso no es asunto suyo Rosenberg. ―dijo mordaz.
―Pero tenemos hecho un pacto y...
―Correcto Rosenberg, pero en dicho pacto usted no dijo que debía de ser informada de cómo ayudaría a su hermana. Ni dónde, ni cuando, ni cómo.
―¡Pues lo digo ahora!
―Demasiado tarde. ―dijo fríamente.―vaya al gran comedor y reponga fuerzas, las va a necesitar.
Sin pensármelo mucho me acerqué más de lo debido a Snape para mirarle bien a la cara, no iba a dejar que se saliese con la suya de nuevo.
―¿Porqué salió enfadada de aquí? Solo quiero saber eso...―quizá me creía, pero lo dudaba.
El profesor Snape también avanzó unos pasos más, ya nos teníamos frente a frente, pero aún se acercó más, se inclinó hacia a mí, lo tenía justo casi rozándome la cara, si respiraba fuerte seguro olía mi aliento, en ese momento volví a sentir vergüenza.
― Voy a dejarle las cosas claras señorita Rosenberg, y espero por su bien que sea la última vez.
Mientras me decía aquello su olor a menta golpeaba mi rostro. Había pasado su gran mano junto a mi cara que recogía mechones de pelo sobre mi cara.
―Aquí las reglas las dicto yo, y si se porta mal o habla cuando no le toca...
En ese momento de la frase, la mano que sostenía mi pelo con firmeza se deslizo muy abajo con rapidez, hasta llegar a mi busto y con fuerza agarrar uno de mis pechos apretándolo y moviéndolo con lujuria.
―La castigaré.
Puso su dedo índice sobre mi pezón erecto moviéndolo de arriba a abajo con intensidad. No podía creer que ese simple movimiento me produjera tal placer. Por su cara parecía complacido por mi reacción.
―¡Aah! ¡Basta! Aa-ah...Mm...
Una ola de placer pasaba por mi pequeño cuerpo. Ya podía sentir como volvía a arder.
Pero esta vez no iba a quedarme de brazos cruzados, le propine a mi profesor un buen empujón que lo desplazó varios pasos atrás, volvía a ser libre.
―Cuando cumpla lo que prometió podrá tocarme. -dije colocándome bien el jersey con vergüenza, evitando mirarle.
Salí de allí inmediatamente, sabiendo que luego tendría que volver a entrar para seguir el castigo.
―Ya lo veremos...
