Como si nada tuviese sentido, mi corazón latía acelerado. Y el calor ardiente de mi pecho no se desvanecía.
Seguía de pie ante su puerta, sin saber qué hacer o qué pensar. En realidad no pensaba en nada, estaba totalmente en blanco y con el corazón en un puño. Respiré con dificultad, el tiempo corría y debía de decirme si quería irme de allí o volver a entrar por una explicación... Quería entrar, pero a por otro beso... no, no, ¡no! ¿Pero qué me ocurría?¿Había perdido el juicio? Era un ser horrible y despreciable. ¿Cómo podía querer entrar allí para que me... besara? Soy una degenerada. Soy una rebajada. Soy una pervertida. Soy, soy... Una mentirosa, me engaño a mi misma, como sabía que lo haría. Me engañaba desde hace mucho. Me había gustado aquel beso, muchísimo. Y quería otro enseguida...
Reuní fuerzas de flaqueza y ordené a mis muslos que pararan de temblar. Respiré profundo y pausado, de nuevo iba a ver sus fauces de lobo pero ahora quería que me devorase por completo. Tomé el frío pomo en mi mano izquierda y abrí la puerta sin llamar. Ardía en deseos de volverle a besar. Que horrible deseo... El profesor Snape se giró a mirarme de pie ante su puerta y esta vez pude ver lo que escondía entre sus manos. Era un enorme cuchillo con la hoja tan curvada cómo su nariz, tan reluciente cómo un destello. El mango en espiral estaba elegantemente decorado con minuciosos detalles en color blanco y plata. Pero fuese como fuese aquel objeto en sus manos me daba escalofríos. Yo lo miraba sin decir nada pero con muchas preguntas a punto de volar. Él perdió la calma que tan fielmente había agarrado minutos antes. Empuñó el cuchillo y se dirigió a mí con aire de amenaza, retrocedí unos pasos al verlo venir. Pero no hubo opción de salida alguna, me agarró por el cuello con la mano sobrada haciendo el uso mínimo de su fuerza. Quisiera pensar que no quería lastimarme. Mientras mis manos buscaban la suya para hacer pasar el aire a mis pulmones, luchaba desesperada.
―Te advertí que te fueras Elinor... ―dijo mirándome a los ojos, pero no vi nada en él que hubiese visto antes cuando vine. Era otra persona y creo que iba a hacerme daño de verdad. En sus ojos no habitaba nadie ahora.
―Por favor... necesito respirar... Severus ―dije sin aliento.
En ese momento redujo la fuerza que proyectaba sobre mi cuello con su gran mano de mármol que me estaba dejando sin aire. Sin embargo todavía seguía cogiéndome del cuello y apuntando su cuchillo a mi pecho.
―Dilo otra vez. ―Me dijo todavía mirándome sin pestañear.
―¿Q-Qué?¿Decir qué? ―repuse confundida.
Dejó de apretarme por suerte y acercó sus labios a mi oreja. Podía sentir cómo mi corazón se iba acelerando sin control. No sé cómo pero consiguió quitarme la túnica y quedar con el uniforme frente a él. Acercó el brillante cuchillo aún más a mi pecho inquieto y sonoro. Rasgó mi jersey gris por el centro haciendo que su filo rozara con picardía mi esternón. ¿Iba a matarme?
―Di mi nombre de nuevo... ―exigió
―¿Por qué? ―pregunté desconfiada aunque extasiada por su cercanía. Su mano ya no me apretaba y me producía ardor en el pecho, una placentera llama incandescente.
―Elinor... hueles deliciosamente a vainilla.
Mis mejillas ardieron de nuevo. No esperaba eso en esta situación tan violenta. ¿Por qué volvía a humillarme?¿Por qué jugaba conmigo?¿Quería volverme loca? En ese instante lamió el filo exterior de mi oreja produciéndome un pequeño escalofrío, ya mi boca jadeaba por él. Continuó con su juego fogoso, esta vez metió su lengua en mi oreja, moviéndola en interminables giros húmedos. La excitación era inminente.
―Basta... Mmm... Severus.
Pero fue peor, el profesor Snape enloqueció al escuchar su nombre. Me agarró con más fuerza del cuello haciendo que tuviese que empujarle sin éxito para que me dejara respirar. Sus lametones de oreja se volvieron violentos y bruscos, ahora más que lamerme me mordía con lujuria y ansias de poseerme. Seguía siendo su juguete indefenso y paró de nuevo, sin decir nada. Me soltó y se alejo unos pasos. Me miraba lleno de excitación, y a la vez veía la mía propia reflejada en sus ojos negros. Deseo. Se acercó a mí con una rapidez inusitada y me agarró del pelo haciéndome caer de rodillas. No podía creer que esto estuviese pasando. Realmente me estaba haciendo daño.
―Voy a confesarle algo Rosenberg y espero que guarde el secreto. ―dijo pasando la hoja del cuchillo por mi mejilla sonrojada ―Acepté su absurda proposición solamente porque, es usted el vivo retrato de su hermana Isobel ¿lo ha entendido?
Me quedé de piedra. Al profesor Snape, que había sido quien me había ayudado con esto y quién en muchas ocasiones nos había castigado, por quien ahora mi corazón latía a voluntad propia... ¿le gustaba mi odiosa hermana? ¿Y qué quedaba para mí?... Su desprecio y su asco. Quería morirme, ahora si que me había herido en lo más profundo de mi marchito corazón. Maldita seas... Ojalá mueras Isobel Rosenberg, aunque tenga que matarte yo misma, aunque sea lo último que haga en la vida. Acabaré contigo. El profesor Snape tiró de mi pelo haciendo que me levantase a la fuerza entre jadeos de dolor, era inhumano. Me arrastró hasta la otra parte de la sala dónde me dejo caer sobre su mesa de escritorio. Mi pecho era aplastado sobre la madera. Intenté levantarme haciendo fuerza con los codos pero fue inútil pues él tenía una mano colocada en mi espalda.
―¡Profesor Snape déjeme! ―grité desesperada ―¡Deje que me vaya!
―Tendrías que haberte ido cuando te lo advertí. Ahora atente a las consecuencias Rosenberg.
Terminó rasgando todo el jersey gris de punto que llevaba puesto. El filo de la hoja cruzaba mi delicada espalda haciendo añicos incluso la blusa blanca de algodón. Sentí su mano acariciando mi piel desnuda, la presión que ejercía su mano era demasiado intensa, pero aquello no era lo peor. El profesor Snape levantó mi falda de tabla gris y dejó mi ropa íntima al aire, y hoy sólo me puse una braguita amarilla con lunares blancos, que horror... Pero ojalá la cosa hubiese llegado hasta ahí, seguro hubiese dado las gracias si hubiera parado ahí, no fue así. Iba a recordar el día de hoy para el resto de mis penosos días. Snape me quitó la braguita, directamente la corto por un extremo de la pierna y me quedé de nalgas a mi profesor de pociones dejando al descubierto todo mi cuerpo de fémina.
―Por favor, profesor Snape tenga piedad. Por favor... ¡Se lo suplico!
Ya ni siquiera gritaba, solamente lloraba y gemía. Jadeaba entre lágrima y lágrima, esto era lo más humillante que me había hecho nadie jamás. No me importaba si tenía que irme desnuda, sólo quería que me dejase ir. Pero no me escuchó. Se inclinó hasta alcanzar mi nalga derecha y dejar en ella un lametón. Luego cogió el resto de mi jersey y me ató las manos sobre mi espalda de forma que no pudiese defenderme o levantarme de aquella incomoda postura.
―Lo siento señorita Rosenberg... pero tengo que ponerle un castigo a su desobediencia. ―dijo apretando fuertemente mi nalga con su mano.
Y entonces ocurrió lo peor que podría haber imaginado nunca.
Sentí una punzada fría en mi nalga derecha que se convirtió en un agudo e intenso dolor caliente que ardía sin control. Mi cuerpo se retorcía de dolor. Grite tan alto que seguro me oyeron en la sala común de Slytherin. El profesor Snape metió en mi boca sus dedos anular y corazón para que callase pero del dolor que me causaba aquella punzada se los mordí con furia. Sentí algo caliente resbalar por mi pierna muy rápido. Las lágrimas corrían por mis mejillas calientes, cómo una oleada de dolor sin límites. Ahora si que me arrepentía de no haberme ido.
Snape cogió un trozo de mi jersey y lo ató alrededor de mi cadera pasándolo por debajo de mi pierna, haciendo que mi nalga derecha quedase tapada, pero seguía doliéndome como si... Cómo si me hubiese clavado aquel cuchillo... Yo lloraba en silencio, aguantando las ganas de matarle pues sabía que sería inútil. Me puso la túnica de nuevo y me puso en pie, estaba muy mareada y olía mucho a oxido. Y fue cuando vi la sangre en el suelo. Luego creo que me desmaye y no sé cómo terminé recostada en mi cama con una venda limpia y el pijama puesto. Era bastante tarde, ya las clases habían terminado pero aún podía llegar a la biblioteca si me daba prisa y a cenar claro. Al intentar levantarme volví a sentir el agudo dolor. Ahora entendí porque me dejó con el pijama puesto, no me podía levantar. Y mucho menos ir a subir escaleras...
De todas formas hice mi mayor esfuerzo y me puse en pie. Tenía que ver lo que me había hecho ese desgraciado. Entré en el baño arrastrando los pies y pegada a la pared, cada paso era una cuchillada dolorosa en la nalga herida. Cerré con cerrojo y me quité la parte inferior del pijama, ahí estaba mi ropa interior y la venda por debajo. También me había visto desnuda por delante... Es un maldito hijo de puta. Baje la braguita y miré la venda con miedo de quitármela. Pero lo hice, deslice el vendaje blanco hasta desprenderme completamente de ella y me gire ante el espejo. El profesor Snape... había hecho un destrozo en mi piel dejándola ensangrentada llena de pequeños rasguños. Era un maldito sanguinario, torturador y perverso hombre, él no valía nada... y a mí me gustaba sin yo quererlo. Este era mi castigo por querer lo que no debía, una marca me lo recordaría de por vida, pero esto no iba a quedar así Severus. Te prometo que no.
Ojalá mueras Severus Snape, ojalá te mueras de la forma más horrible...
