Pase el resto de horas recostada en la cama, la tarde pasaba despacio y la herida no paraba de sangrar. Esperando a que el resto de mis compañeras de cuarto volviesen para preguntar por las clases y que habría dicho Snape sobre mi ausencia, ese maldito canalla. Durante la tarde estuve haciendo lectura ligera de algunos libros que tenía en la mesilla, me gustaba de vez en cuando echarles un vistazo para recordar, algunos incluso le dejaba la esquina de la hoja doblada para saber el texto de que página que me gustaba. Uno de encantamientos básicos que me encantaba leer, mi madre me lo regaló al entrar a primero y otros dos de poesía muggle. Pero no sé por que tengo esa basura muggle. Quizás es lo último que queda de mi dulce e inocente yo, unos libros de poesía en un cajón.
He estado toda la tarde llorando. Me ha tratado cómo a un animal de granja que se le marca al rojo vivo entre el ganado. La poesía es lo único que me consuela en estos momentos tan difíciles... Es lo que me da fuerzas.
''Me ha herido recatándose en las sombras,
sellando con un beso su traición.
Los brazos me echó al cuello y por la espalda
partióme a sangre fría el corazón.
Y ella prosigue alegre su camino,
feliz, risueña, impávida. ¿Y por qué?
Porque no brota sangre de la herida.
Porque el muerto está en pie.''
Cómo si el libro me leyera la mente, sus palabras inscritas fatigaban mi triste y herido corazón. El rojo de mis ojos hinchados llamaba la atención y el dolor que sentía en la herida solo me daban más razones para llorar. ¿Cómo había sido capaz de hacerme algo tan cruel?
Yo pensaba que él si que... de alguna manera él... pero no. Porque siempre había sido el mismo, las personas nunca cambian, sólo con el tiempo muestran realmente cómo son. Y yo siempre sería una confiada Gryffindor, débil y sumisa. Jamás sería una Slytherin más, por mucho que lo deseara, por mucho que me esforzase, ellos nunca me aceptarían.
Recostada en la cama, leía poesía y mis lágrimas derramaba con agonía. En esto que entró en el cuarto una de mis compañeras, Gisselle Williams. Sí, de esta recordaba su nombre, casi todos los días del primer curso me dijo lo que no debía hacer en el cuarto cuando estaba ella presente. Incluso hoy insiste en sus estúpidas reglas. Menuda idiota de mierda. Me miró de reojo al entrar, con su puntiaguda nariz infame mirando al cielo pasó de mí y se tiró en su cama. La siguieron un momento después Sarah y Vanessa no sé que más. Sabía que Sarah se apellidaba Harris pero el apellido de la rubia teñida no lo recordaba. Tengo una memoria pésima para los apellidos, no sé cómo se las apañan los profesores.
Gisselle seguía recostada en su cama con cara de drama y las otras dos también parecían igual de tristes... Incluso creo que Sarah venía llorando. Ya me olía de lejos las noticias que me traían. Dejé de prestarles atención y miré la página marcada que tantas veces había leído. No me importaba quien hubiera sido esta vez la víctima, quería dejar ese asunto de una vez y concentrarme en mi propio dolor e ira para Snape.
―Será mejor que no te acomodes Rosenberg, vas a tener que hacer las maletas pronto. ―dijo la falsa rubia mirando mi cama con disimulo.
―Cállate Vanessa, bastante doloroso es esto ya. Aún no me lo puedo creer.
Sarah continuaba con su llanto mientras que las otras chicas la miraban con gesto sombrío. No sabía quien era la nueva víctima del trío pero tenía la corazonada de que se trataba de una de nuestro curso. ¿Y si le había pasado algo a Isobel? Solté mi libro de inmediato al pensarlo y me incorpore para preguntarles y quedarme tranquila.
―¿Quién ha sido esta vez? ―pregunté temerosa en voz baja.
Vanessa me miró pero no me dijo nada. Se concentraba en consolar a Sarah y sacar su pijama del cajón. Pero Sarah fue la que me respondió la pregunta.
―Han encontrado a Alice en el embarcadero... ―decía sin mirarme hecha un paño de lágrimas.
Alice Summers había sido la única chica de mi curso que se había portado bien conmigo por una vez, y aquello no lo iba a olvidar. Enseguida me preocupé por lo que le había pasado. Posiblemente otro saco de boxeo hecho pedazos.
―¿Alice? ¿En el embarcadero?...¿Está bien?
Sarah giró su cabeza hasta mirarme sin reparos en la cama y me contestó entre lágrimas. Parecía la chica más triste de la tierra. Sus ojos rojos e hinchados parecían haber estado llorando durante mucho rato.
―Está muerta... la han encontrado muerta en el embarcadero. El profesor Dumbledore nos ha dicho que hoy dormiremos en el gran comedor. Han cerrado el castillo y dentro de unos días, creo que este Viernes estaremos todos de vuelta en casa.
―Sarah deja de llorar, con eso no consigues nada. ―le decía Vanessa ya cansada.
―Era amiga mía ¿vale? Lloraré todo lo que quiera.
―Como quieras, pero recuerda que tenemos que subir pronto Sarah. El profesor Snape nos dijo claramente sin retrasos.
―Esta bien, dame dos minutos. ―dijo secándose las lágrimas.
―Tú también tienes que subir Rosenberg, por muy enferma que estés. ―me dijo Gisselle con cara de demonio asesino.
No podía arriesgarme a subir escaleras, para que las demás viesen lo que me ocurría y vieran mi marca... No voy a ir, estoy decidida.
―Si Snape quiere que suba tendrá que venir a buscarme él mismo, porque no voy.
―Puedes apostar lo que sea a que vendrá por ti Elinor; deberías de venir no sólo por Snape si no por estar segura, a salvo... por favor ven con nosotras. ―me dijo Sarah poniéndose el pijama, parecía preocupada por mí.
―Lo siento Sarah, pero no voy.
Dije con detenimiento haciendo que pareciera que mi decisión era definitiva, ella solo asintió en silencio con calma pero con el sufrimiento marcado en su cara. Ya eran tres amigas suyas a las que habían atacado, y una estaba muerta... Sin duda esto dejaría un hueco en su vida, y un trauma juvenil en todos.
Luego de un rato preparándose salieron del cuarto dejándome otra vez sola. Sarah se despidió de mí con un triste ''buenas noches'' y lágrimas en los ojos. Esto había sido demasiado, Alice no se merecía ese final tan horrible. Y menos después de habernos puesto de sobre aviso con este tema. Vengaría su muerte, encontraría a los culpables de esto... en cuanto pudiese salir de la cama. ¡Maldito Severus! Todo era culpa suya, si no me hubiese hecho esto habría investigado y seguro hubiese encontrado más pistas y quizás Alice estaría viva...
La culpa era mía. Debí de irme de allí cuando me lo dijo, pero hice caso a mi calentura estúpida y mis alborotados sentimientos. De no ser por mí quizás Alice estaría viva...
Soy una idiota.
Me compadecía de mí misma en un rincón de la cama, escuchando música deprimente con mi mp3 muggle. Mi padre me lo regaló cuando cumplí doce años. Pero seis meses después se largó de nuestra casa en las afueras de Londres. Fue un golpe muy duro para nosotras tres. Nunca supimos porque papá se fue y ver mi mp3 de color rojo me hacía recordar aquel funesto día, tan sombrío como lo era esta noche de muerte y pena.
''No puedes salir de esto sola Elinor'', me decía triste y derrotada. Necesito un poco de ayuda, sólo es eso. ¿Es mucho pedir un poco de ayuda? Alice no se merecía esto. Ojalá me hubiesen cogido a mí...
De repente en mi mente surgió una idea, un poco peligrosa pero efectiva.
―Tengo que dejarme atrapar... ¡Eso es!¡Soy brillante!
Entusiasmada con la idea que acababa de tener me puse a pensar en que sitio habían acechado a las chicas de mi curso cuando las raptaron, creo que las tres coincidieron cerca del pasillo que lleva a las mazmorras. Sí, habían sido atrapadas... dentro del castillo. Que extraño. Alguien de fuera no pasa así cómo así dentro del castillo, secuestra a una alumna y nadie le ve.
Este punto de vista me daba a pensar que en teoría los asesinos podrían estar en el castillo y tratarse de cualquiera de los alumnos. Era una teoría escalofriante pero es una posibilidad.
Más teorías... Mm... estuve pensando un poco como alguien puede coger algo del interior de un lugar cerrado. Podría ser que tuviese a alguien dentro que les pasaba las víctimas... Primero las atrapaba, las violaba y dejaba el resto para el trío maligno y oscuro. Que ridículo, eso no era posible, puesto que tendría que ser alguien que pudiese deambular solo por Hogwarts sin permisos porque los crímenes se habían cometido muy tarde. Ningún alumno andaba de noche solo por ahí si no quería toparse con Filch y una expulsión. O peor aún toparse con Snape y estar una semana limpi...
Y entonces tuve una nueva teoría que me heló la sangre por completo. Snape deambulaba a sus anchas por el castillo. No necesitaba mucho entusiasmo para convencer a alguien de cometer un asesinato. Y luego estaba el cuchillo con el que me hirió, tenía el aspecto de ser un puñal para ese tipo de ceremonias oscuras. Cabía la espantosa posibilidad de que mi profesor de pociones fuese un terrible asesino aparte de ser un tirano despreciable.
Parecía la más certera aunque fuese la más horrible para mí. Tenía que buscar pruebas y buscar información, no me quedaba tiempo. El Viernes iban a cerrar Hogwarts... y mi hermana y yo volveríamos a casa. Isobel... ¿dónde estará? Seguramente esté en estado zombie cerca de Susan Wells. Pero aún así me preocupaba, ella iba a ser mi ruina y no hace mucho me había prometido a mí misma destruirla. Incluso matarla.
Elinor eres una miserable.
Pasé un rato más contemplando mis pensamientos de locura, casi quedándome dormida y mientras miraba mis manos desnudas sentí que la puerta del cuarto se abría inquietantemente despacio, vi como el pomo se giro y una gran mano apareció agarrando la puerta de madera que la empujaba despacio para que se abriese sin chirriar. Tomé rápidamente mi varita de la mesilla, siempre la tenía a mano para emergencias o trucos de Izzie. Pero para mi sorpresa no era otro que el murciélago de Snape quien asomó la cabeza por el cuarto de las chicas. ¿Vendría a secuestrarme? Sinceramente ahora lo dudaba pero le seguía teniendo rabia después de lo que me había hecho. Su abominable acción había hecho crecer mi aversión contra él. No quería verle, ni que me hablase, me daba asco siquiera que me mirara.
―¿Rosenberg no le ha dicho la señorita Cooper que tenía que subir al gran comedor?¿Qué hace ahí tumbada? ―me dijo con la voz irritada pero sin perder los nervios.
―Por supuesto que sí, ―dije dejando mi varita y tomando el libro de poesía ―pero no he querido ir. Váyase de aquí, déjeme sola. Busque a Isobel, ¡quizás no le disguste enrollarse con un murciélago cómo tú!
¿Hasta dónde llegaría la inalterable paciencia de Snape? Ahora mismo estaba dispuesta a comprobarlo. Despreciando hasta la más mínima muestra de educación. Sujetaba mi libro de poesía que hacía de escudo para mi cara, evitando tener que ver la suya que ahora mismo estaría de todos los colores. Posiblemente tendría el puñal dentro de su túnica negra, preparado para volver a lastimarme. No quiero verlo, no se merece ni una palabra mía más. Y menos una mirada cuando me mate. Maldito murciélago infernal. Ojalá explotase en este instante. Demasiado daño me había hecho tirando mis sentimientos y pisoteándolos, cómo si no fuese suficiente con la marca que mantendría de por vida.
Baje unos centímetros el libro de mi vista para ver su expresión, la que imaginaba que estaría furiosa. Para mi sorpresa continuaba templado y sin moverse lo más mínimo de su posición.
Sus brazos estaban cruzados sobre su pecho y su mueca de siempre permanecía inflexible. Me miraba fijamente sin pestañear, aquello ya empezaba a darme miedo. Sus oscuros ojos era impenetrables, tan densos y fríos cómo las aguas del lago.
―¿Es qué va a quedarse aquí toda la noche? ―protesté intentando sacarle de quicio.
―Si usted no puede bajar no me queda más opción Rosenberg, no me gustaría dejarla en evidencia.
¿Pero que coño...? Apreté las sábanas temblando de ira contenida, se estaba burlando de mí. Los ojos se me llenaron de lágrimas, siempre me pasaba cuando me enfadaba tanto, era humillante. Aún así busque en mí la más furiosa voz que tenía y la mostré al profesor.
―¿Cómo se atreve?¡Si estoy así es por su culpa! Quiero que se largue y me deje sola ¡Sola!
El profesor Snape no se inmuto ante mi respuesta, de hecho caminó por el cuarto tranquilamente como si estuviese por su casa ignorando mis rayos de odio. Tomó asiento en la esquina de la cama de Brenda que lindaba con la mía, era la única cama que estaba cerca. Desde la marcha de Brenda Gordon, dormía muy sola en el cuarto porque la respiración de Brenda era la única que escuchaba cerca de mí las otras estaban demasiado lejos para oírlas. Su respiración hacía que me sintiera a salvo de noche, igual que el sonido de un reloj para los cachorros que han sido apartados de su madre.
No me respondió. Me miraba expectante, observándome, cómo el que nunca hubiera visto una chica metida en una cama sosteniendo un libro de poesía. De vez en cuando le miraba de reojo esperando que se cansara y se fuera, pero no ocurría. Estaba quieto, con los brazos cruzados y la mirada ausente. Me estaba poniendo de los nervios.
―¿Qué es lo que lee Rosenberg? ―dijo al fin.
―Eso a usted no le importa en absoluto. ―si no le cabreaba esto, no sé que lo haría.
―Han hallado esta tarde el cadáver de Alice Summers en el embarcadero Rosenberg. ¿Lo sabía?
―Sí, Sarah Harris me lo dijo. ―respondí distrayéndome de la lectura.
―¿Quién más estuvo aquí con usted? ―volvió a preguntar.
Le dirigí mi mirada de odio a ver si le espantaba, pero no tuve éxito. Seguía esperando respuesta con suma paciencia.
―También estaba Gisselle y Vanessa aquí.
―Las señoritas Williams y Cooper... ¿Sabe por qué la señorita Summers tenía marcas en su pecho cuando la hallaron?
―¿Qué? Yo no sé nada, me he enterado hace poco profesor. ―le dije sin comprender su pregunta.
―¿Por qué quiere entrar en la sección prohibida?
―Le vuelvo a repetir que no es de su incumbencia. ―contesté mordaz.
El profesor Snape frunció el ceño con rabia, le quedaba poca paciencia ya. Y a mí por el contrario tenía ganas de divertirme un poco más con él.
―Todo lo relacionado para hallar al culpable es de mi incumbencia Rosenberg ―dijo cada vez más entre cortado.
―Pues el culpable no soy yo, quisiera que me dejase sola. Le odio es un ser ruin y despreciable que solo puede hacer daño a los que están a su alrededor y no conforme se congratula de su dolor. Es el peor hombre sobre la faz de la tierra, ¡y morirá solo!
Las palabras de odio salieron sin yo darme cuenta siquiera. Le tenía tanto asco que no podía estar a su lado respirando su mismo aire. Deseaba estar lejos de él y que mi corazón no siguiera sufriendo por su culpa. El profesor Snape se levantó y alzó su mano derecha, dispuesto a hacerme daño de nuevo. Pero en vez de golpearme me arrebató mi preciado libro de poesía de un manotazo. Su cara ya no podía ocultar el enfado que tenía, estaba de color rojo. Intenté recuperar el libro pero fue inútil. Salió por la puerta del cuarto muy deprisa, cómo un huracán, llevando consigo mi corazón y mi poesía.
Aire que besa, corazón que llora,
águila del dolor y la pasión,
cruz resignada, alma que perdona…
ese soy yo.
Serpiente del amor, risa traidora,
verdugo del ensueño y de la luz,
perfumado puñal, beso enconado…
eso eres tú.
