Al otro día, aunque apenas habían pasado unas horas desde que llegó a casa, le costó tanto trabajo abrir sus ojos que era ridículo. Estos se sentían tan pesados y tan exhaustos a partes iguales que cuando logró finalmente abrirlos miró el techo y tuvo la insólita sensación de que este se le vendría encima. Y por si fuera poco, los sonidos se oían con una precisión y tan altos que si no recordara que la noche anterior se emborrachó hasta perder la consciencia pensaría que era Clark Kent por primera vez descubriendo su súper oído. Pero la migraña que le siguió no lo dejaría engañarse, era la resaca de su vida.

Ladeó su cabeza para dar un breve recorrido a su habitación y su desconcierto fue aún mayor cuando encontró a Marco que dormía plácidamente en un colchón junto a su cama. Pero lo vio tan a gusto que no quiso despertarlo y se volvió a recostar con la vista clavada en el techo mientras intentaba recordar sus pasos la noche anterior. Por mucho que intentó tan solo pudo recuperar pequeños fragmentos. Recordó que convenció a Hitch de improvisar un karaoke en medio de la fiesta en un intento de desahogar la molestia y frustración que sentía, luego una pequeña competencia con Reiner de quién aguantaba mas shots de wisky. Sí, en definitiva no fue una de sus mejores ideas.

—Hey, creí que dormirías al menos hasta las 3 de la tarde. —Sonrió Marco restregando sus ojos para despertarse.

—No podría aunque quisiera, el dolor en mi cabeza es toda una calamidad —explicó tocándose la sien—. ¿Tú me trajiste a casa? ¿Hitch te llamó no es así?

—Lo segundo sí, lo primero no exactamente.

—Dime que pasó de una vez, dudo que pueda conectar dos ideas en este momento.

Marco se incorporó y se sentó en el colchón.

—Si fui a buscarte porque me lo pidió Hitch quien por cierto se veía muy preocupada por ti. Pero no fui solo...

Jean frunció el ceño y lo miró con un dejo de pesar.

—¿A qué te refieres?

En ese momento entró su madre trayendo unas aspirinas y un menjunje de dudoso color que colocó en el escritorio.

—Luego que tomes eso Jeanbo pueden bajar a desayunar, Mikasa ya despertó y está aseándose.

Jean giró su rostro hacia su amigo nuevamente, y si era posible, aún mas confundido que antes.

—¿Cómo pasó esto? —Interrogó mientras llevaba su mano a su frente.

—¿Recuerdas que teníamos planeado ver películas en casa de Armin anoche? Yo estaba allí cuando Hitch me avisó y como estabas dormido pensé que lo mejor era pedir ayuda para poder sacarte de la fiesta y traerte a casa. Por cosas de la vida, o quizás el destino —dijo haciendo énfasis en esa última palabra— fue ella quien accedió a ayudarme. Quizás porque sentía que me debía algo por lo de Spencer aunque yo diría que es más algo propio de ella no poder abandonar a un amigo a su suerte. Y hay algo más...

—Si dices que intenté besarla o algo así me mudaré.

—Bueno no creo que algo así haya pasado pero si estuviste hablando de más. Tan solo alcancé a oír que le rogaste que no se fuera pero el sonrojo en sus mejillas me dio a entender que dijiste más que eso.

Jean golpeó su frente y se dejó caer con toda su fuerza en la cama cubriendo su rostro.

—¡Diablos! ¿Es que no puedo dejar de hacer el ridículo frente a ella? ¿Y ahora cómo se supone que baje a desayunar y la mire a la cara?

Marco sonrió leve y colocó su mano en el hombro de su amigo.

—No imagino cómo debe ser hacer el ridículo frente a la chica que te gusta, a decir verdad ni siquiera sé cómo debe sentirse que te guste tanto alguien como te gusta Mikasa a ti. Pero lo que sí sé es que eres un gran chico, por mucho que te sientas avergonzado ahora solo debes tratar de mostrarle ese tu genial y amable que eres. No le has dado oportunidad de que te conozca en verdad.

Jean se levantó y bebió de una sola vez lo que le había dejado su madre.

—A veces odio que tengas razón. —Sonrió.

Tras asearse bajaron las escaleras y se dirigieron hasta la cocina. Se encontró con un cuadro tan inusual que de no ser por las circunstancias extrañas de la noche anterior hubiera considerado pellizcar su brazo para cerciorarse de que era real. Mikasa sentada a la mesa frente a su madre mientras esta le hablaba sin parar y la chica solo escuchaba y de tanto en tanto respondía amablemente. Pasó detrás de la silla de su madre y le besó la mejilla para tomar su asiento a la punta de la mesa.

—Vas a asustarla mamá con tanta cháchara —expresó en tono de broma, miró a Mikasa de reojo-: buenos días.

—Buenos días —respondió la chica en voz baja.

Marco saludó a ambas y tomó asiento junto a Mikasa.

—¿Dormiste bien? —preguntó en su característico tono alegre de siempre.

—Sí, la señora Kirstein fue muy amable y me dio todo lo que necesitaba.

—Es lo de menos —intervino la señora— todo sea por los amigos de mi Jeanbo —agregó mientras pellizcaba la mejilla de Jean.

Este ladeó su rostro algo apenado.

—No me exhibas, ahora Mikasa también sabrá que soy un niño de mamá.

Ella quiso sonreír ampliamente ante la escena pero escondió su rostro tras la tasa llevándola a su boca para darle un sorbo al café.

—Cuando termines de desayunar puedo acompañarte a tu casa —Planteó Marco a la pelinegra—. Acordé con Jean quedarme a estudiar hoy pero estaré más tranquilo de dejarte en tu casa primero.

—Bueno Jeanbo tiene que ir a hacerme unas compras, puede llevarla en su motocicleta de paso. —Intervino la señora Kirstein.

—No no, no quiero molestar. Caminar estará bien.

—Mi madre tiene razón, después de anoche es lo que menos puedo hacer y no hay pero que valga Ackerman —dijo Jean levantándose para ir a buscar la llave y la lista de compras.

Mikasa aun se sentía algo avergonzada al recordar lo ocurrido la noche anterior. Luego de despedirse de aquella amable señora y de su amigo, en tanto caminaba hacia la acera tras de Jean, se preguntaba si ese aparente chico de casa era el mismo que ella había juzgado de forma tan prematura antes. La figura del chico malo y la de este hijo amable que vio no podían pertenecer a la misma persona, ¿o si? ¿Cuál era el Jean Kirstein real? Si no fuera tan orgullosa probablemente hubiera sido capaz de admitir en ese mismo momento que le despertaba una enorme curiosidad averiguarlo. Y aun sin su orgullo de por medio, ¿tenía derecho si quiera después de haberlo sermoneado como lo hizo? Estaba tan perdida en este debate interno que no notó que se había quedado plantada a medio camino.

—¿Piensas quedarte ahí por mucho tiempo o vas a subir? —La interrumpió mientras se colocaba su casco. —Sube ya.

La chica movió su cabeza para espabilar sus ideas, quería decir algo pero ni siquiera sabía qué.

—Tu mamá es muy agradable —comentó mientras se montaba en el asiento atrás de su compañero.

—Lo es, aunque un poco intensa en ocasiones.

Mikasa negó.

—Solo es dulce, ojalá la mía fuera así...

Jean no sabía que decir, le causaba mucha curiosidad saber más de ella y a la vez, le hacía feliz saber que era la primera vez que por iniciativa propia Mikasa le comentaba algo sobre su vida.

—Todos tenemos nuestras cosas buenas y malas supongo.

—¿Hasta tú? —Preguntó ella en tono de broma.

Jean la miró de reojo y esbozó media sonrisa.

—Hasta yo. —Hizo una pausa para revisar que todo estuviera en orden antes de arrancar el motor—. ¿Estás lista?

Mikasa llevó sus manos a la parte de atrás de su asiento y se sujetó como pudo. Jean la observó y chasqueó su lengua.

—Así no estarás segura, a la velocidad que alcanza saldrás volando a medio camino.

—¿Entonces cómo? —Preguntó casi como haciendo un puchero.

—Permíteme. —Jean tomó las manos de la chica y las colocó rodeando su abdomen, acción que la obligó a acortar la poca distancia que había entre los dos. —Sé que me odias y todo eso, pero no puedo dejar que te pase algo así que solo sujétate fuerte de mí y estarás bien. No tendrás que sufrir mucho esto, llegaremos rápido.

Ella estaba feliz de que Jean no la estuviera mirando a la cara así no vería el color que había subido a sus mejillas. Se sentía extraña, Mikasa no era alguien acostumbrada al contacto físico con otros. Su madre en general no era muy demostrativa con ella, aunque sí lo era con su hermano, de niña el único que la llenaba de abrazos y cariños era su padre pero desde el divorcio ella le había negado toda relación y de eso ya varios años habían pasado. Por ello aquel acercamiento a su compañero la dejó con sentimientos encontrados.

Cuando la motocicleta arrancó la velocidad del viento parecía arrastrarla y pensó que saldría disparada así que sin pensarlo se aferró fuerte a Jean. Por unos minutos se sintió refugiada y cálida abrazada a su espalda. Como si este actuara a modo de barrera protectora entre ella y el fuerte viento de la tristeza y las inseguridades.

Jean se sintió un completo idiota al notar lo feliz que lo hacía algo tan ridículo, aún a pesar de saber que aquello solo tenía ese significado especial para él. Eso por ahora bastaba para llenar su corazón.

Los minutos pasaron volando y antes de percatarse de ello ya estaban en la puerta de la casa de Mikasa. Ella bajó despacio y se acomodó el cabello.

—Gracias por traerme —dijo con algo de timidez.

—Yo debería decirte eso luego de anoche. Sé que lo hiciste por ayudar a Marco y no por mí pero de todas formas lo aprecio. Y creo que hablé de más anoche, lo siento si te incomodé o algo.

Mikasa sintió el deseo de disculparse por las cosas que le había dicho, por haberlo juzgado con tanta liviandad. Pero no fue capaz de hacerlo.

—Está bien, no me arrepiento de haber ido, ahora he descubierto que no eres tan malo como yo quise creer. Hasta eres tal vez, un poco, algo agradable —dijo riendo.

—Cuidado Ackerman, no juegues con mi corazón.

Ella negó y se dio la vuelta para esconder su sonrisa.

—Nos vemos mañana, Jeanbo. —Y se carcajeó.

Jean frunció el ceño y luego sonrió.

—Si le dices a alguien de la escuela tendré que matarte.

Ambos rieron y el castaño arrancó el motor y se fue. Mikasa se quedó viéndolo unos minutos mientras se alejaba y entró a casa.

—Que muchacho tan apuesto —comentó su madre que parecía haber visto todo por la ventana. —¿Quién es? ¿Tienes novio y no me dijiste niña ingrata? —dijo molestándola.

—Es solo un compañero de la escuela, nada raro de lo que te estás imaginando.

—Vaya que eres lenta, porque ese lindo chico se ve muy interesado en ti.

—Pues qué mal por él, yo no lo estoy.

—Cuidado Mika, no sea que luego cuando lo espantes de repente lo extrañes.

La chica volteó los ojos. En ese momento apareció Billy cantando a toda voz.

—¡Mika tiene novio, Mika tiene novio!

—¿Ya les dije que son un fastidio? Me voy a mi cuarto —dijo emprendiendo la marcha escaleras arriba y azotando la puerta.

Su mamá miró a Billy.

—Parece que la hemos sacado de sus casillas, venga esos cinco. —Ambos chocaron sus manos en un ruidoso cruce.

Al entrar a su habitación se quitó los zapatos de un solo movimiento y se sentó en el arco de su ventana mirando hacia la calle. Inspiró hondo y cerró los ojos, rememoraba los

acontecimientos recientes y no cabía en sí de tan insólitos que le parecieron. Entonces vinieron a su mente aquellas palabras: "no te vayas, no me dejes solo". Y aunque le costara admitir le dolió un poco el corazón, sabía que esas palabras más allá de su significado textual escondían una angustia que parecía estar por encima de lo que decía sentir por ella, ¿que albergará él que parecía causarle tanto dolor?

Quizás solo se deba a que se vio reflejada en esas penas y sinsabores guardados, quizás era porque ella también encerraba más de lo que les decía a su familia o amigos. O quizás, era otra cosa. Llevó su mano para cubrir su rostro, debajo de su manga aún había un poco del aroma que le había dejado usar la camiseta de Jean. Y como nadie la estaba viendo soltó un suspiro y sonrió.