De regreso a casa con las bolsas de las compras requeridas por su madre, Jean se sentía tan animado que no podía, ni tampoco le interesaba, disimular la sonrisa de oreja a oreja que se le había dibujado. Era increíble lo que Mikasa causaba en él, apenas con unas palabras o con una leve sonrisa tenía el poder en la punta de sus dedos para llevarlo a un estado de alegría que era mucho más embriagador que cualquier licor añejo que hubiera probado. El sonido de su risa se repetía como un bucle en su cabeza y la sensación de ella aferrada a su espalda era una de las sensaciones más abrumadoras que había experimentado.

Pero no podía engañarse, él sabía bien que estaba lejos de siquiera tener una oportunidad. Sin embargo, el que ella dejara de verlo como un imbécil le daba esperanzas. Fue entonces que decidió seguir el consejo de Marco, dejaría de asediarla insistentemente y tan solo trataría de actuar natural y amable con ella, si la suerte estaba de su lado eso sería suficiente para abrir una brecha.

Entró a la cocina y colocó las bolsas sobre la mesa, en seguida fue donde su madre y la abrazó de forma espontánea. Lo cual la dejó perpleja, Jean no era así de afectuoso de la nada, normalmente solo al saludarla o en casos especiales. Tan solo colocó su manos sobre sus brazos mientras su pequeño le decía:

—Te debo una má.

Ella se quedó pensativa, no tenía ni la menor idea de a qué se refería pero solo le sonrió.

—Marco está en tu cuarto esperándote, fue a su casa a buscar unas cosas pero regresó justo antes de ti. Luego los llamaré a almorzar.

Jean asintió y se dirigió hacia allá. Apenas ingresó vio que Marco tomaba notas y organizaba sus apuntes con asiduidad.

—Bien ya tengo todo planeado. Primero me ayudarás a estudiar álgebra para el decatlón unas 2 horas, luego seguiremos con algo de química y física. Sé que es mucho pero ya avisé que me quedaría a dormir así que si nos organizamos bien el tiempo que nos quede podemos aprovechar hacernos una maratón con las precuelas. Traje los Blu-ray de los Episodios 1 al 3.

Jean tomó asiento en su cama.

—Vaya que tienes todo planeado. Bien entonces manos a la obra —dijo él emocionado.

—Te ves más alegre que de costumbre, ¿algún avance en el frente? —En referencia a Mikasa.

—Pues al menos ya no parece pensar que soy un idiota.

—Lo ves, yo tenía razón. Si haces mérito hasta yo te ayudaré.

—Que sea un trato. —Propuso Jean y ambos se dieron la mano para luego seguir con lo acordado.

Entre tanto en casa de los Ackerman todo siguió muy normal. Era ya la hora del almuerzo y Mikasa bajó las escaleras para atender el llamado de su madre.

—Pon los platos en la mesa por favor.

—¿Y Billy? ¿No se supone que esta es su tarea? —preguntó a su madre en tanto se aproximaba a la cocina para sacar lo necesario.

—Hablando por teléfono con tu padre, están acordando la fecha de su visita. ¿Segura que no te interesa verlo?

—Muy segura mamá.

Elaine, ese era el nombre de la antes señora Ackerman, apagó la cocina y dejó lo que estaba haciendo para darse vuelta y mirar a su hija.

—Sé que aún no lo perdonas por lo que ocurrió y no te pido que lo hagas, pero al menos podrías...

Mikasa no la dejó terminar su discurso.

—Mamá, no estoy preparada para hablar de ello ahora. Cuando lo esté serás la primera a quien se lo diga pero hasta entonces agradecería que no me presiones.

Elaine se acercó a la chica y como hacía mucho no sucedía, la abrazó. Mikasa no sabía ni como reaccionar y abrió los ojos sorprendida, sin emitir palabra.

—Solo quiero que confíes en mí, cuando estés lista estaré esperando.

Mikasa solo asintió. Así se mantuvieron unos minutos hasta que Billy llegó dando saltitos muy emocionado.

—Papá vendrá, prometió ayudarme con mi lanzamiento e ir juntos al parque. —Tomó los platos que su hermana aún tenía en la mano y terminó de acomodarlos.

«Ojalá sí venga y no cancele a último momento.» Pensó la chica pero no lo diría en voz alta, no sería capaz de lastimar a su hermanito aunque en el fondo temía que el acabara tan decepcionado de su padre como ella y le dolía pensar en la posibilidad. Solo le sonrió y tras unos minutos ya estaban en la mesa listos para almorzar.

—Mika necesito que mañana al salir de la escuela lleves a Billy al odontólogo.

—De acuerdo, aunque puede que tarde un poco, debo buscar un nuevo Club para integrarme porque necesito esos puntos extra para la universidad.

—¿Qué pasó con su improvisado Club de Ocultismo?

—Pues el director insistió en que era ridículo y no tenía ningún fin académico así que lo cerró. Armin se fue al de filosofía y Eren no quiso contarnos. Los chicos del Club de Cultura Oriental me hablaron pero honestamente hay uno de ellos medio creepy. No me da buena espina.

—¿Y tienes alguno pensado?

—Pensé en considerar el de teatro pero no sé si me encanta la idea de todos mirándome. No hay nada en particular que me interese así que ya veré.

—No te lo tomes tan en serio, después de todo los clubes son para recreación, busca uno divertido o intenta algo nuevo.

—Sí, puede que tengas razón —dijo mientras se llevaba un bocado.

El lunes en la mañana todo transcurrió como siempre, aunque algo parecía distinto. Estaban en el aula de Ciencias esperando a la profesora Hange, que para variar ya estaba retrasada. Mikasa leía un pequeño libro cuyas cubiertas negras llamaron la atención de Jean. Este se acercó mientras ella mantenía su vista en su lectura y dio un pequeño golpecito sobre la tapa.

—¿Qué tanto lees?

—Un libro de hechizos para ver como te convierto en rana. —Bromeó ella.

Él dejo escapar una leve carcajada.

—¿Eso o buscas cómo lanzar hechizos de amor? Porque eso explicaría qué es lo que me has hecho.

La pelinegra le echó una mirada de reojo y subió más el libro para cubrir su cara y la sonrisa que le había dibujado.

—Cállate —pronunció ahogado entre risas.

Pero un llamado de Reiner a Jean los interrumpió y este se marchó a ver que requería. Armin que se encontraba junto a Mikasa y había visto la escena, la miró extrañado.

—No sabía que se llevaran tan bien.

—¿De qué hablas? Nos llevamos igual que siempre.

—No finjas conmigo Mikasa, hasta antes de hoy cada vez que él te hablaba en clases ponías una cara de fastidio que hasta a mi me daba miedo. ¿Pasó algo? —Interrogó bajando el libro que la chica tenía en sus manos y no le permitía verla a la cara.

—Ya te dije que todo es igual que siempre, tal vez es idea tuya. —Volvió a ocultarse tras el libro.

—Está bien, no me digas si no quieres.

—No es eso... es solo que... ¿no le digas a Eren okay?

La expresión del rubio adquirió un tono más ofuscado.

—Mika... —colocó su mano sobre la de ella— está bien, sabes que puedes decirme lo que sea y quedará entre nosotros.

Mikasa bajó su mirada.

—Es solo que, me siento algo idiota sabes. Por cómo fui ante esta situación antes y sobre todo porque me apena todavía más admitir que me pude haber equivocado al juzgarlo.

El chico supo a qué se refería, la conocía desde hacía demasiado tiempo como para no notarlo y sonrió.

—Es de sabios admitir que te has equivocado Mika. Pero, ¿por qué te importa lo que Eren diga?

Mikasa alzó su vista que hasta ahora había estado clavada en el piso y lo miró.

—Porque será el primero en burlarse de mi —bufó e hizo un leve puchero.

Su amigo sonrió.

—Sabes que no le diré pero a la larga tendrá que dejar de importarte lo que piensen los demás.

—Lo sé pero es que me siento tan tonta ahora. ¿Crees que uno pueda deshacer lo que hizo antes?

—No creo que sea posible deshacer algo, sin embargo siempre puedes cambiar de actitud, hacer borrón y cuenta nueva. Y la verdad, él no parece del tipo que le importe lo pasado —acabó de decir y ambos llevaron su vista hacia Jean que conversaba con Reiner y reía. Armin volvió a mirar a Mikasa quien todavía tenía sus ojos en el castaño, observó la expresión en sus ojos y lo supo. Sí, en definitiva algo había cambiado quizás para siempre, pero él no sería quien lo dijera, esperaría a que su amiga por su cuenta entienda lo que le estaba pasando, y en caso de que no sucediera, estaría allí para hacerla entenderse a sí misma si hacía falta.

El resto del día pasó y al sonar la campana de salida Mikasa salió junto a Armin para acompañarlo al Club de Filosofía. Se despidieron y ella siguió su rumbo esperando que la suerte le indicara uno en el que se sintiera a gusto. Dio la vuelta en uno de los pasillos pero para su mala fortuna allí estaba el fastidioso de Steve; el director del Club de Cultura oriental cuyo insistente interés en que Mikasa entrara allí era claramente más motivado por motivos personales que otra cosa.

De forma casi automática retrocedió sus pasos para evitar ser vista e ingresó al primer aula que estuvo a su alcance, no estaba preparada para lidiar con el insulso acoso del niño mimado. Volteó hacia el interior del salón para ver a donde estaba y para su sorpresa no parecía haber nadie aún, pero se encontró con numerosos cuadros. La mayoría eran de paisajes, se quedó absorta mirándolos, eran lo más lindo que había visto en mucho tiempo. Pero uno la atrajo especialmente, en él había un faro a la orilla de un risco con las olas rompiendo sobre las rocas. Se acercó a tocarlo cuando una voz la interrumpió.

—Hey hey, se mira pero no se toca.

Asombrada giró para encontrarse con Jean que traía en su mano una caja de pinceles y otra de acuarelas.

—Lo siento —dijo apenada y volvió su vista al cuadro— es que me dio tanta paz verlo.

—¿En serio te gusta? Vaya me siento halagado. —Sonrió orgulloso.

—¿Qué? ¿Es tuyo? —Abrió sus ojos todavía más asombrada. —Asumo que este es el Club de arte, no tenía idea de que pertenecieras a él.

—Bueno a decir verdad nadie más que Marco lo sabe, y ahora tú. Es un secreto.

—¿Por qué un secreto?

—Bueno antes pensaba que arruinaba mi imagen de chico malo, ya sabes —rió por lo bajo— pero supongo que ya no me importa que se sepa. Aunque para ser sincero me alegra que seas la primera en saberlo.

Sin notarlo Mikasa sonrió.

—Tu sí que eres una caja de sorpresas.

—Tomaré eso como un cumplido.

La puerta se abrió e ingresaron otros miembros más.

—Supongo que debería irme, siento haber entrado así. —Emprendió su salida pero al hacerlo su camino se cruzó con Steve y el resto del Club de Cultura Oriental.

—Mikasa, que gusto encontrarte. Te esperábamos en vista de que aún no tienes otro Club, ¿verdad? —Cuestionó al tiempo que se entrometía en su espacio personal y la hacía retroceder.

Situación que la incomodó en gran manera. Jean se sorprendió ante lo que sucedía, en el tiempo que la conocía nunca la había visto así de cohibida y vulnerable si se podía decir.

—Pues yo... —Mikasa no podía mirar a los ojos al muchacho frente a ella, había algo en él que le provocaba más temor que incomodidad pero ni ella sabía a qué se debía.

El castaño supo leer la situación y casi como en un acto reflejo se colocó frente a Steve para apartarlo de Mikasa.

—Una pena pero Mikasa acaba de unirse al Club de arte así que supongo no se podrá.

Aquella acción hizo volver en sí a Mikasa y una mezcla de gratitud y alivio la inundó. Ella estaba habituada a arreglárselas sola y ni siquiera a Eren le pedía ayuda en casos así, le apenaba demasiado admitirse indefensa como para hacerlo.

—Oh, ¿es eso cierto? —Preguntó incisivo mirando a Jean y luego a la chica detrás de él a la espera de una respuesta.

Una extraña sensación de seguridad cayó sobre la chica al saberse respaldada.

—Sí, fue apenas hoy. —Afirmó ella.

—Ya veo, en ese caso supongo es hora de marcharnos —dijo a quienes lo acompañaban mientras les hacía señas de que se retiren.

Mikasa suspiró aliviada al verlos marcharse.

—Lamento si me entrometí, ¿estuvo bien? —Indagó él algo apenado en tanto peinaba su cabello nervioso. —Es que te vi tan inhibida que tenía que hacer algo.

—A decir verdad estuvo más que bien, ni siquiera sé como empezar a decir gracias.

—No tienes que hacerlo, ayudarte es suficiente para mi.

Ambas miradas se encontraron y por un momento no dijeron nada más, tan solo se concentraron en los ojos del otro. Jean pudo sentir como las fibras de su corazón comenzaban a moverse y desvió su vista con las mejillas algo rojas. El resto de miembros del club que habían llegado los observaban casi en silencio.

—Bueno bueno, ¿qué tanto ven? Sigan en lo suyo —espetó algo avergonzado todavía.

Mikasa se sonrió.

—Bueno supongo que es hora de irme —comentó en un tono algo triste.

—¿Pero si es así no volverán a molestarte? Si necesitas unirte a un Club aquí serás bienvenida.

—¿En serio? Es que no tengo ninguna habilidad para el arte, mucho menos luego de ver las hermosas cosas que hacen.

—Bueno no es como que requieras algún requisito para entrar, y yo puedo ayudarte si gustas. En todo caso aquí nadie te incomodará y todos son muy agradables.

—Entonces acepto, pero necesitarás paciencia porque en verdad soy una noob en esto.

—Pues paciencia es mi segundo nombre.

Ambos sonrieron.

—Bueno yo debo irme a hacer algo pero volveré mañana. Te debo una supongo.

—Y yo no tendré problema en cobrarme, no te preocupes por eso.

Mikasa rió mientras se retiraba y lo saludaba con la mano.

Sí, algo estaba cambiando.