—¿Cómo estuvo el turno en la cafetería hoy Jeanbo? —preguntó la señora Kirstein apenas vio a su hijo atravesar la puerta con el casco de su motocicleta en mano.

—Bastante tranquilo, aunque me retrasé un poco, la hija del gerente me pidió ayuda en un proyecto de arte y tuve que asesorarla. —Se sentó a la mesa donde la cena lo esperaba recién servida.

—Esa chica parece pegarse mucho a tí últimamente -dijo con algo de picardía en su tono— mi Jeanbo es un galán.

—Ay mamá, la verdad me he dado cuenta de su "interés" pero hay una sola chica que me interesa y en definitiva no es ella. Pero es la hija del jefe, rechazar ayudarla no es una opción.

—¿Y esa chica que te interesa es quizás de cabello negro, ojos grises y bonita sonrisa?

Jean se quedó boquiabierto con el tenedor a medio camino de su boca.

—¿Qué... cómo? ¿Marco te lo dijo verdad?

—Bueno no hacía falta que me lo dijera, ese día que estuvo aquí fue muy evidente en tu forma de mirarla. Yo te conozco más que nadie, que no se te olvide.

—¿O sea que cuando dijiste que yo podía llevarla a su casa fue a propósito? —El chico no salía de su asombro.

—Bueno fue más bien una prueba y con lo feliz que llegaste luego lo confirmaste.

Jean le sonrió.

—¿Ya te dije que eres la mejor madre de todas?

Ambos rieron y una vez acabada la cena, Jean subió a su cuarto con el libro que había comprado al salir del centro comercial. Había pasado por un puesto de revistas y lo encontró, recordaba que ese mismo día más temprano lo había visto en manos de Mikasa. Ella pretendió esconderlo y el fingió no verlo pero no lo sacó de su cabeza en todo el día. Quería acercarse a ella, saber qué cosas movían su corazón, qué atesoraba y a qué dedicaba su tiempo. Quería saberlo todo y este sería un pequeño inicio.

El día siguiente llegó y Mikasa tenía un nudo en el estómago como hacía mucho no lo sufría. La noche anterior había tomado la decisión de seguir su día como si nada hubiera pasado, iría al Club de Arte y hablaría con Jean como lo había hecho los días anteriores, nada sucedía. Aunque en realidad, sucedía de todo. A veces por mucho que te lo propongas simplemente la voluntad no alcanza para afrontar un desaire.

Si ella fuera una protagonista de los libros que tanto amaba leer sin dudas podría levantar la cabeza y afrontar la situación como una campeona sacándose alguna frase ingeniosa de la manga que quede para la posteridad. Alzaría con orgullo y gallardía su escudo y enfrentaría con su espada al implacable dragón. Sí, si fuera un personaje funcionaría. Pero no, ella solo era una chica normal con un corazón aún demasiado inexperto e inocente para entenderse a sí mismo. Y el dragón no era ningún dragón, solo era un chico de 17 años con lindo cabello cenizo y hermosos ojos miel al que no terminaba de entender.

Espera, ¿lindo cabello? ¿Ojos hermosos? ¿En qué cosas ridículas estaba pensando? Llevó una de sus manos a su frente y se palmeó fuerte para obligarse a reaccionar. Basta de soñar despierta, eso no cambiaría nada.

Llevó su vista a la hoja frente a ella y el sonido de los lápices paseando sobre el papel de sus compañeros la devolvieron a ese momento en el que estaba. En ocasiones pasaba tanto tiempo dentro de sus pensamientos que perdía de vista lo que estaba frente a ella, o bueno, detrás de ella que era donde estaba él. El bendito test vocacional, cómo fue que lo olvidó si Armin y Eren no hablaron de otra cosa que no fuera eso en los días anteriores. Quizás porque ella no lo necesitaba, sabía desde los 12 qué era lo que quería hacer con su vida y no era algo que ningún test se lo hubiera dado. Pero estaba obligada a realizarlo de todas formas así que se dispuso a finalizar lo más pronto posible para poder irse a leer al patio como solía hacer en ocasiones similares.

Se levantó y entregó su hoja al profesor Smith, encargado del asesoramiento en el área. Cuando caminaba por el pasillo de regreso sintió la mirada de Jean sobre ella pero la esquivó y salió tan pronto como pudo. El chico no sospechó nada, pese a creer que su relación había mejorado aún no habían pasado a un estado en que compartieran miradas ni nada por el estilo. Aunque en el fondo esperaba que ella le devolviera el gesto.

Unos minutos después Jean también había entregado el suyo y quería aprovechar el margen de tiempo que restaba. Pensaba comentarle acerca del libro que comenzó a leer luego de haberlo visto en sus manos, se preguntaba si la sorprendería y qué expresión se dibujaría en su rostro. Caminaba lento pero sin pausa cuando la divisó a lo lejos sentada en el banco donde sabía que la encontraría. Antes de que llegara a ella la presidenta del Club de Arte lo interceptó para hablarle de algo importante referente a este. No pensó que sería un inconveniente atenderla ya que aún quedaba tiempo libre para poder hablar con Mikasa, sin embargo, para cuando regresó el banco estaba vacío.

¿Lo había visto ir hacia donde estaba ella y se fue con el fin de que no la encontrara o directamente no lo había visto? Jean sintió una indecible incomodidad dentro de sí, pero sabía también que en el Club luego tendría tiempo de verla. Claro, siempre y cuando asistiera como había dicho.

Prefirió no darle tantas vueltas porque de hacerlo era más que probable que acabara torturándose por ello. Mejor esperar la hora del Club de Arte, el ambiente sería más propicio, pensó.

El timbre se escuchó y Jean esperaba que, como si de una coincidencia se tratara, salieran al mismo tiempo del salón para poder acompañarla hasta el aula de arte. Para su infortunio

dicha coincidencia accidental no ocurrió, se quedó unos minutos esperando en la puerta y para cuando lo notó, Mikasa había salido por la puerta de atrás. No tuvo más opción que marcharse resignado y más confundido que nunca, ¿qué estaba pasando? Quería creer que solo era una idea suya que el actuar de Mikasa fuera intencional, pero una voz en su cabeza no se lo permitía. Debía verla cuanto antes.

Ingresó al salón del club, allí estaba ella hablando con algunos de sus compañeros acerca del funcionamiento de sus actividades y cómo se organizaban. Por un lado el hecho de que asistiera le daba cierta seguridad pero no podía engañarse, algo no marchaba bien y se preguntaba si acaso había hecho algo mal que la pudiera molestar.

Una vez más al acercarse a ella para hablarle fue interrumpido por la presidenta del club. Si no fueran amigos la habría maldecido por ello pero Christa era una chica amable y no mataría una mosca, no podía culparla de su malestar. La vio acercarse a Mikasa y presentarse en el usual tono amable que la caracterizaba, le dio la bienvenida y le ofreció su ayuda cosa que pareció hacer feliz a la pelinegra y por consiguiente lo hacía feliz a él también.

Christa se puso de pie en el frente del salón y pidió la atención de todos.

—Como saben en unos meses será el acto de fin de año y todas las clases deberán presentar un acto ya sea teatral o musical y nuestro Club siempre se ha encargado de las escenografías, cartelería y demás. No quisiera que al igual que el año anterior el evento nos tome de sorpresa así que iniciaremos a partir de ahora. —Todos la miraban con atención con expresiones diversas que iban desde el fastidio a la emoción. — Formaremos parejas para repartirnos las tareas y hacerlo mas igualitario, yo trabajaré con Jean ya que es como el vicepresidente del club y lo conoce incluso más que yo. El resto puede organizarse a gusto y les pido hagan sentir cómoda a nuestra nueva integrante y la ayuden en lo que necesite.

Mikasa sonrió, todos habían sido tan amables con ella que le alegraba haber tomado la decisión de unirse, por mucho que se sintiera extraña por lo de Jean, era algo que iba a pasar. Momentos después lo vio dirigirse junto a Christa hacia la oficina del director para ultimar detalles y luego ir al depósito a buscar más materiales. Sabía que estaba siendo de lo más infantil al evitarlo pero simplemente no sabía como actuar con él. Podía fingir que estaba todo igual que antes pero sabía que él se daría cuenta y cuando preguntara porqué actuaba así no podía decirle que le causaba incomodidad y molestia haberlo visto con otra chica hablando. Eso sería todavía más estúpido, después de haberlo rechazado tantas veces no tenía ningún derecho a decirle algo así.

Optó por ponerse manos a la obra y tomó un pliegue de papel grande para así comenzar a trazar el bosquejo de un fondo de escenario que luego pintaría. Había formado grupo con Mina, una chica agradable aunque de pocas palabras, al menos se sentía tranquilo trabajar junto a ella.

—Deberías usar un HB para trazar el bosquejo, ese lápiz es muy oscuro y puede que te manche el papel —comentó Jean tratando de ayudarla mientras le extendía otro lápiz.

—Gracias —respondió con algo de frialdad y tomó el lápiz sin voltear a mirarlo, sabía que su mirada ablandaría su determinación de mantenerlo alejado.

Terminó el bosquejo y fue hasta donde estaban el resto de materiales para elegir los pinceles y los acrílicos que necesitaría. Tomó un pincel del 20, y otro del 8 para los trazos más finos.

—No te recomiendo usar ese —señaló Jean al más grande— tiene cerdas de plástico y te dejará marcas, como no tienes mucha experiencia mejor usa este —le extendió uno de su caja— es de cerdas de Toray, más manejable.

Mikasa lo aceptó de nuevo sin mirarlo a los ojos, solo fingió una pequeña sonrisa. ¿Por qué era tan atento con ella? Estúpido, eso le hacía más difícil tratar de sacarlo del panorama y de sus pensamientos.

Regresó al pliegue de papel extendido en el piso, se sentó con las piernas cruzadas y comenzó a verter el acrílico en la paleta para embeber los pinceles. Alzó la mano y comenzó a dar torpes pinceladas por el papel, para ser sincera sentía algo de presión, todos habían ofrecido orientarla pero no quería causarles retraso o interrumpirlos. Quería manejarlo sola y demostrar que no sería una molestia para nadie, le gustaba hacer las cosas sola, le daba una sensación de control y confianza.

—Debes relajar tu mano, estás presionando mucho el pincel, permiso —dijo Jean en tanto se acercaba a ella y tomaba su mano para guiarla.

Mikasa sintió que el corazón comenzaba a latir con tanto estrépito que hubiera creído que él también podía escucharlo. Puso su mirada en el chico junto a ella, él no parecía estar nervioso, estaba demasiado concentrado en el lienzo para eso. Miró ahora su mano tomando la suya, era grande pero se sentía más suave de lo que hubiera imaginado. Pensó que era una boba, eso se sentía tan agradable.

—Entendí, gracias —expresó y apartó su mano de la de su compañero de forma ansiosa.

¿La incomodé? Se preguntó Jean y procedió a levantarse aunque seguía con la mirada el procedimiento de la chica.

Mikasa limpió su pincel y lo sumergió en la pintura blanca con la idea de dar luz a los objetos y que se viera lo más realista posible.

—Puedes mezclar el blanco con...

Ella volteó y no lo dejó terminar su oración.

—Jean, estoy bien. No necesito que estés vigilándome o diciéndome que hacer a cada minuto. Puedo hacerlo sola, ¿está bien? Mejor usa tu tiempo haciendo tu parte ayudando a Christa. No te necesito.

Lo dijo tan alto que su voz se escuchó en todo el salón, un silencio incómodo se instaló entre todos y Jean bajó la mirada.

—Solo quería ayudarte, pero está bien, discúlpame por ser tan intrusivo. —Salió del lugar con su utensilios y cerró la puerta con molestia.

Mina miró a Mikasa quien pareció inmutable ante la situación y pretendía que nada pasó mientras continuaba dando pinceladas en el papel. Decidió no decir nada ya que no tenía la confianza suficiente para decirle lo grosera que había sido. Soltó un suspiro y se levantó de allí para irse a otra parte del salón.

Mikasa detuvo su mano y salió en dirección al baño para lavar los pinceles, lugar donde se quedó hasta que acabó la hora. Estaba tan avergonzada, usualmente trataba así a Jean cuando él era insistente o imprudente pero no lo había sido. Incluso había estado feliz de que estuviera pendiente de ella para ayudarla, porqué le costaba tanto admitirlo. Recordó la imagen de él frente a esa chica, a esta altura le daba igual si era o no algo más que una amiga de Jean. No era eso lo que había ocasionado su molestia, eran los sentimientos extraños que esto había hecho aflorar en ella.

El descubrirse pensando en él con tanta constancia que no era normal, el preguntarse si él aún pensaba en ella de la misma forma que antes, notar lo alegre que estaba al pensar que lo vería otra vez. No estaba lista para detenerse en ello, aún no quería afrontar las respuestas.

Regresó los pinceles al aula y se apresuró para interceptarlo antes de que se fuera. Fue al estacionamiento donde él solía dejar su motocicleta y lo encontró.

—Jean, yo... siento haberte hablado así cuando solo querías ayudarme. No es tu culpa que yo me sienta abrumada por todo. —Llevó su mano a su pecho compungida.

Él no la miró y se colocó el casco.

—No te preocupes, yo siento infortunarte siempre. Si te deja tranquila ya no te molestaré más, lo que menos quiero es ser fastidioso y ya dejaste más que claro que lo soy.

—No Jean...

—Déjalo así, cuidate Mikasa. —Su motocicleta lo alejó de allí.

Una vez más, Mikasa sentía ese frío recorrer su corazón mientras lo veía marcharse. Apretó sus labios y tragó sus lágrimas, ella ya no quería que la dejara atrás pero tampoco veía la forma de decirle que lo quería cerca.