Después de tan insólitos acontecimientos Mikasa estaba más confundida que nunca antes. Miraba el techo de su habitación tendida en su cama esperando que como por arte de magia la respuesta que buscaba apareciera frente a ella. Ahora que no podía mentirse a sí misma sobre sus sentimientos por su compañero, ¿qué debería hacer? O quizás la pregunta correcta era, ¿qué quería hacer?
Oyó el timbre de su celular y lo tomó en sus manos aún recostada, llamada entrante de Sasha.
-¿Es verdad lo que andan diciendo por ahí? ¿Jean se peleó con el imbécil de Steve y compañía?
-Sip, así fue. Debiste verlo, a pesar de que lo superaban en número y seguramente en habilidad también, no se amedrentó ni un poco. Aunque quedó muy lastimado.
-¿Supo lo de Steve en...?
-No, pero estoy considerando decírselo.
-¿Qué estás segura de eso?
-Algo así...
-Mmm... no me gusta el tono de tu voz. Iré para allá, llevaré comida china.
-Oh, no quiero comida china, estoy bien.
-Es para mí, tonta. En 15 llego, supongo no hace falta decirte que pienso quedarme a dormir. Espero tus ronquidos me dejen.
Una sonrisa se dibujó en el rostro de la chica, amaba a Sasha, tan solo por asegurarse de que ella estuviera bien era capaz de dejar todos sus planes atrás sin ningún arrepentimiento. A veces sentía que no se la merecía pero quizás la vida había decidido recompensar sus sinsabores con grandes amigos.
-Está bien, compraré helado, esos doramas no son igual de tragirománticos sin un buen helado.
Media hora después ambas chicas se encontraban en la habitación de Mikasa, ella recostada en su cama y Sasha acomodada en el puff mientras comía su pollo kung pao. Terminó lo más pronto que pudo y dejó su plato en el suelo junto a ella. Esperó con atención a que Mikasa le contara con lujos de detalle lo sucedido.
-¿Qué? ¿Lo abrazaste? -gritó a viva voz.
-Shhh -se aproximó a ella y le cubrió la boca- no tiene que oírlo toda la cuadra, boba.
-Perdón, es que eso no me lo esperaba en verdad. Pensar que esta mañana habías dicho que no sabías como volver a acercarte a él y ahora esto. Veo que no perdiste oportunidad pillina -la miró con complicidad- esa es mi amiga. Demonios y yo me lo perdí, entraría al club de arte solo para verlo con mis propios ojos.
-No es que me aprovechara pero... simplemente me nació hacerlo y se sintió tan agradable. -Lanzó un leve suspiro. - Ahora muero de vergüenza de solo pensar como lo veré a la cara sin ponerme roja como un tomate. -Terminó dicha frase para hundir su cara en la almohada.
-Yo suponía que tarde o temprano te darías cuenta de lo que sentías pero no esperaba verte así. Es como conocer una nueva tu.
-¿Así cómo? -Alzó su rostro sobre la almohada.
-Nerviosa, preocupada y ansiosa por un chico. Aunque la parte más sorprendente de todo es que el chico sea Jean.
Mikasa tomó su otra almohada y se la lanzó a la cara.
-No me ayudas.
-No me pediste ayuda, solo me comentaste lo que pasó y yo daba mi humilde opinión. -Sonrió socarrona.
La pelinegra soltó un bufido de fastidio como única respuesta.
-Bien bien, ya dejo de burlarme. Lo que sigue ahora es, ¿qué harás al respecto? Es decir ya asumiste la verdad de que te gusta, ¿qué quieres hacer con eso?
-Honestamente aún no lo sé. -Se giró boca arriba y se incorporó para mirar a su amiga. -Es decir, por un lado me gustaría salir con él, sería la respuesta obvia ya que... -cubrió su rostro con sus manos con las mejillas ardiendo para hablar en voz baja- me gusta.
Sasha se sentó a su lado y con fuerza la tomó de las muñecas para obligarla a descubrir su boca.
-¿Te qué? ¿Cómo dijiste?
-Estúpida me haces daño, eres muy bruta -espetó mientras trataba de liberarse sin éxito.
-No te dejaré, dilo de una vez.
Mikasa intentaba resistirse en vano, definitivamente el entrenamiento de Sasha con el arco la había hecho ganar músculo. Sin poder resistirlo más se dio por vencida y gritó.
-¡Me gusta! ¡Maldita sea, me gusta Jean Kirstein! ¿Estás feliz?
La castaña la dejó libre y en su lugar la miró complacida y luego le tomó la mano suavemente.
-Sí, estoy feliz. Te conozco desde hace 4 años ya y todo este tiempo te he visto tragarte tus sentimientos. Deja de ocultarte así, está bien si estás preocupada, triste, molesta, ansiosa, asustada. -La abrazó de lado y pegó su cabeza junto a la suya. -Te hace mal guardarte todo para ti misma, sácalo de una vez.
-Me vas a hacer llorar, tonta.
-También es una reacción válida. Solo deja de ocultarte por miedo, ¿si? Pero sobre todo no temas decir que quieres. Y hablando de ello no me terminaste de decir. -Alzó su cabeza para mirarla una vez más, la vio con los ojos algo vidriosos.
-Pues eso, me gustaría salir con él pero... no creo que sea un buen momento ahora, sería feliz solo pasando tiempo con él y conociéndolo. Además siento que no me creería, considerando cómo es tal vez si ahora le digo que salgamos pensará que es porque me siento en deuda con él o algo así.
-Bueno eso puede ser, es así de idiota. Pero en todo caso cuando las palabras no sirven siempre puedes demostrarlo con acciones.
-¿Con qué acciones sería?
—Por suerte para ti, traje unas Cosmo de mi hermana que quizás tenga algo que nos ayude. —Abrió su mochila y sacó varias revistas, las tendió sobre la cama para que pudieran ojearlas. —Veamos. "Lugares ideales para una cita", muy pronto para eso. "Posiciones que deberías probar con tu chico", a años luz de esto aunque considerando cómo lo mirabas hoy quién sabe.
El rostro de Mikasa volvió en encenderse y tomó la almohada que antes usaba para cubrirse para golpear a la chica junto a ella ante lo que esta comenzó a reír.
—Dios, mira como te pusiste de roja —aún entre risas— nunca pensé verte así, le debo a Jean esto.
Otro almohadazo ahogó la risa de la castaña y retomó su recorrido por las revistas.
—"Cómo descubrir tu colorimetría ideal", neh. —Dejó esa en la cama y siguió por otra. —"Cómo acercarte al chico que te gusta", esta es.
Los ojos de Mikasa brillaron y siguió con la vista la búsqueda de Sasha de la página deseada.
—Paso 1: lograr que te note y sepa de tu existencia. Yo diría que te nota demasiado. Paso 2: luce lo mejor posible ya sea que te encuentres con él o no. Bueno siempre te ves linda así que saltemos eso. Paso 3: elógialo, decir algo que te gusta de su trabajo o de su ropa hará que sepa que le prestas atención. ¿Has hecho eso?
—Mmm... ¿cuenta que le dijera que me gustaba uno de sus cuadros?
—No lo creo, tal vez sí pero la próxima intenta algo más personal como sobre su aspecto.
Mikasa asintió.
—Paso 4: haz contacto visual coqueto y sonríele.
—De solo pensar en eso me muero de vergüenza.
Sasha le picó con el dedo.
—En algún momento tendrás que abandonar tu vergüenza si no quieres que otra te lo sople, podrá tener cara de bobo pero tienes competencia por lo que sé.
—Ni me lo digas, todavía no olvido que lo vi con una linda chica en una cafetería el otro día.
—¿Cuál cafetería?
—Jenny rockets en el centro comercial frente a la tienda de cómics.
—Ah pero él trabaja allí o eso me dijo Connie, quizás era una clienta o algo así.
—No creo, estaban sentados en una mesa los dos.
—No te hagas la cabeza, sabes que le has gustado siempre así que no pierdas el tiempo haciéndote ideas locas que seguro ya tuviste. Te conozco Ackerman.
—Cállate y sigue leyendo.
—Paso 5: asegúrate de que esté disponible. Seguro que más que disponible para ti. Paso 6: haz algo amable por él.
—Pensaba ir a verlo mañana, me siento demasiado mal por su estado y quiero saber como se encuentra.
—¿Irás a su casa? Bueno ya fuiste antes, no creo que a su madre le moleste. Deberías llevarle algo, unas galletas quizás.
—Me gusta esa idea.
Y así continuaron durante un rato, entre risas y bromas Mikasa comenzaba a armarse de valor para afrontar aquellos sentimientos que parecían haber llegado para instalarse en su vida como una constante fuerte e inamovible. Sí, Sasha tenía razón, quizás desde siempre le gustó Jean pero no había sido hasta ahora que se había dado cuenta de ello. Quizás había luchado todo ese tiempo no contra él, sino consigo misma y con sus temores que no le permitían verlo entonces.
Probablemente todo ese trato hostil fue su forma de resistirse ante algo que le era desconocido y la aterraba. Quién dijo que el amor fuera sencillo, pero ahora de cierta forma se sentía liberada y renovada. Aún tenía tanto miedo que quería gritar pero había algo que a pesar del miedo la empujaba a salir de allí. Quizás un arranque de valentía, quizás un momento de locura. Se había finalmente rendido a Jean Kirstein, saberse indefensa lejos de asustarla despertaba el febril deseo de aferrarse a ello con todas sus fuerzas.
—Bien, terminada ya la operación de enamorar al caballo —se puso de pie con el pote de helado y se recostó junto a Mikasa mientras le extendía una cuchara para que compartieran— ¿que dorama veremos?
La dueña de casa encendió el tv y abrió Netflix.
—Mmm... veamos. —Hizo zapping con el control remoto.
—¡Ese, Jardín de meteoros! —expresó emocionada.
—Ya vimos Boys over flower, ¿por qué quieres ver lo mismo?
—Son versiones distintas, quizás esta tiene otras cosas. Además admito que la trama clásica de chica enamora a chico tratándolo como el culo y luego descubre que está locamente enamorada de él también aunque sea un imbécil nunca me cansa.
—Entendí la indirecta —dijo quitándole el bote de helado.
—Era la idea, Einstein. —Escarbó con su cuchara en el bote y la llevó a su boca. —Nunca me cansaré del helado de oreo, lástima no saber quien lo creó para ir y besarlo. Ahora ponlo novia de Jean.
Mikasa la codeó aunque en su cabeza pensó lo lindo que eso sonaba. Trató de disimular su sonrisa y tomó una nueva porción.
Mientras tanto en casa de Jean su madre lo había recibido histérica y alarmada por su estado. Durante su adolescencia su hijo había pasado diferentes etapas en unos pocos años, la muerte de su padre había sido un factor que lo golpeó de una forma que a ella la lastimaba más que el mismo dolor de perder a su esposo. Uno está preparado para muchas cosas excepto para ver sufrir a sus hijos, pensaba ella. Sin embargo en los últimos meses Jean había parecido abandonar muchos de sus malos hábitos incluyendo fumar. Eso le daba la pauta de que quizás su pequeño ya estaba madurando y verlo de nuevo en ese estado le daba mucho terror.
Buscó una compresa fría de la heladera, como Jean solía jugar fútbol esporádicamente para distenderse las tenía preparadas para cuando llegaba a casa con alguna lesión. La colocó en su boca y le indicó que la sostuviera mientras ella revisaba las gasas colocadas.
—¿Quién te colocó esto?
—Fue Mikasa, ¿por?
—Oh, parece que hizo un buen trabajo ya que la herida se ve limpia, solo te lo cambiaré. Así que ya te cuida mientras no estoy eh.
—Ojalá, pero en realidad creo que se sentía culpable porque esto fue por ella.
—No me digas que luchaste por su amor con otro chico Jeanbo —comentó en tono de broma.
—No por su amor pero sí por su honor, hay un tarado que parece tener una fijación con ella y comenzó a insultarla y bueno, ya sabes como soy cuando veo cosas así.
—Sí, no soportas ver cosas injustas, nunca voy a olvidar cuando tenias 11 años y le gritaste a la chica de la tienda de perfumes porque había acusado injustamente de robo a esa niña. Todos pensaron que hacías un berrinche cuando solo explotaste de enojo ante su mala intención. Siempre fuiste así. —Le sonrió orgullosa.
—Lo ves, yo siempre tengo una razón, no me lanzaría así solo por causar problemas, puedes estar tranquila de eso.
—Eso no es lo único que me preocupa, te he visto golpeado antes pero nunca como ahora, mira tus moretones.
—Estaré bien mamá —con su mano libre tomó la de su madre entre la suya y le sonrió como pudo bajo el hielo— además le prometí a Mikasa no buscar problemas con esos tontos otra vez.
—¿Ya dije que me agrada esa chica?
Jean lanzó una leve carcajada. Terminada la revisión de su madre subió a su cuarto, se quitó la ropa y con cuidado de no mojar su cabeza por las gasas colocadas entró a tomarse una ducha fría. Sin duda había sido un día extraño, al iniciar la idea de Mikasa le resultaba lejana y más fuera de su alcance que nunca pero ahora ya no estaba seguro de qué debía pensar al respecto. Ese abrazo de ella le transmitió tantas cosas y avivó más que nunca todos esos anhelos que albergaba desde hace años. No quería ilusionarse nuevamente pero cómo no hacerlo si la sola cercanía de Mikasa era capaz de disipar sus más grandes dudas.
No quería renunciar a ella, no iba a renunciar a ella y eso no había cambiado.
