Una vez dejó la casa de los Kirstein, Mikasa se sentía ligera, etérea, como si todo ese llanto y emociones derramadas hubieran limpiado su alma. Aunque sabía bien que esa sensación se la debía a Jean, él había sido tan lindo y comprensivo que no podía si no sentirse feliz de haber confiado en él. Sin embargo, el rubor invadía su rostro de solo recordar la forma en que se había desarmado ante él, ya no le incomodaba pero era área no explorada en su relación de amigos.
El reloj de la cocina marcaba las 11:00 cuando estuvo de regreso, la mirada curiosa de Sasha fue la primera en recibirla. Se acercó a ella con una tostada untada de mantequilla en su mano y la interrogó en voz baja.
-¿Cómo te fue? -dijo masticando su pan.
-Creo que muy bien, le conté todo, todo.
Los ojos de la castaña se expandieron formando una leve arruga en su frente.
-¿Lloraste como marrano verdad? ¿Cómo lo tomó él?
-Para que preguntas algo que ya sabes -comentó tratando de aliviar la tensión -, pero la verdad, fue mejor de lo que esperaba. Me abrazó hasta que dejé de llorar y me dijo que ahora no solo los tenía a ustedes si no a él también.
Una sonrisa se instaló en el rostro de su amiga.
-Ese chico, podrías decirle que asesinaste a alguien y te ayudaría a esconder el cadáver además de tomar la responsabilidad. -Dejó salir un suspiro entre sus dientes. -El amor nos hace idiotas a todos verdad que sí.
-Cállate -susurró apenada hasta los huesos- yo no quiero que haga nada de esas cosas por mí, ya hizo mucho. Siento que soy yo quien debería hacer cosas por él.
-Tranquila damisela, seguro habrán muchas ocasiones para eso.
-Mikasa, recuerda que esta tarde debes llevar a tu hermano al parque. -Se escuchó desde la cocina.
-Lo sé, no te preocupes por ello. -La chica volteó los ojos.
-¿Qué hay esta tarde que parece fastidiarte? -Interrogó Sasha mientras subían las escaleras.
-Mi padre vendrá, por eso debo llevar a Billy a verlo, la verdad no pienso cruzármelo. Iré, lo dejaré y luego lo buscaré.
-¿No volviste a hablar con él luego del divorcio verdad?
Atravesaron el dintel de la puerta de la habitación de Mikasa y esta la cerró tras ella.
-No y no está en mis planes tampoco.
Su amiga no pudo disimular el gesto colmado de tristeza al oírla. Mikasa le esbozó una sonrisa para tranquilizarla.
-Tranquila, estoy bien.
-Da la casualidad de que siempre que dices eso en realidad es todo lo contrario. -Jaló su cabello a modo de broma.
-Sé que en algún momento debo resolver eso pero cálmate, un trauma a la vez. -Peñizcó su mejilla como respuesta.
-Ñañaña, boba. -Imitó la acción de Mikasa y ambas comenzaron a jalar las mejillas de la otra cada vez más fuerte que la anterior y comenzaron a reír a carcajadas.
En toda la tarde durante su turno en la cafetería Jean no lograba pensar en otra cosa que no fuera en Mikasa. Sí, pensaba frecuentemente en ella pero esta vez era una profunda preocupación la que le punzaba el corazón. Pensaba en cuán difícil había sido para ella tener que pasar todo eso, él era un chico y probablemente nunca entendería qué se sentía saberse en peligro y temer por tu integridad y eso era lo que más lo afectaba. Pensar que un factor como el género de una persona, que hasta antes de ello le parecía una nimiedad, podría causar tal brecha.
-Jean... ¡Jean! La mesa 4 está esperando ordenar desde hace 10 minutos.
-Oh, sí, discúlpame Claire. -Salió de detrás del mostrador y tomando su libreta de órdenes se dirigió hacia allí.
La chica lo siguió con la vista, no era algo normal ver a su compañero de trabajo así de disperso.
-1 café negro sin azúcar, 1 latte y dos rebanadas de tarta de fresas. -Le extendió el papel.
Con la orden en mano se dispuso a prepararla en tanto Jean la observaba expectante para entregar la orden. La chica de baja estatura, anteojos y un cabello negro crispado que caía abundante sobre su frente, sin descuidar su tarea pronunció:
-¿Estás bien Kirstein? Tienes una cara de suplicio.
-No sé a ciencia cierta qué respuesta sería correcta para eso, solo ando con muchas cosas en la cabeza. -Apoyó la bandeja en la barra y cortó dos rebanadas de la tarta que repartió en ambos platos previamente dispuestos.
-¿La hija del gerente se te volvió a tirar? -Preguntó en un tono que variaba entre la socarronería y la seriedad.
-¿Es que a nadie se le escapa nada aquí? -Acomodó los platos en la bandeja y esperó los cafés.
-Bueno no es que la señorita "mi papi paga" sea la más discreta, nunca viene si no estás. Creo que se sabe hasta tus horarios, algo espeluznante si me lo preguntas. Y siempre que viene es a hablar contigo bajo alguna nueva excusa, cuando no es que necesita ayuda en alguna materia, es que quiere que la asesores sobre arte y luego quien sabe qué más inventará esa niña mimada. -Ya terminadas ambas órdenes llevó las tazas y las dejó sobre la barra.
Jean acomodó el resto y enseguida dejó el pedido en la mesa correspondiente. Regresó hacia la barra y tomó asiento tras el mostrador junto a su compañera de turno.
-No tengo ningún interés en ella, soy amable para evitarme problemas con su padre. No puedo perder mi trabajo.
-Te entiendo, pero deberías ser claro con ella, si se hace más ilusiones quizás sea más problemático todavía.
La campana de la puerta sonó y una vivaz y alegre Casey ingresó con pasos ligeros y esa gran sonrisa que siempre traía. A Claire le causaba tanta grima, todos los gestos de la chica eran tan claramente ensayados y falsos que le daban ganas de vomitar.
-Es como dicen, si repites el nombre del diablo se te aparecerá. -Murmuró por lo bajo.
Jean cubrió con su mano su rostro para ocultar su carcajada.
-Veo que estás de buen humor. -Le sonrió.
-Para nada, es que Claire se cuenta unos chistes.
La chica de anteojos se escabulló hacia los baños, no soportaba estar más tiempo en el mismo espacio que aquella fémina por mucho tiempo.
Casey por su lado se acomodaba frente a Jean pero este aprovechando que una nueva mesa se había ocupado llevó sus pasos hasta ella para tomar la orden tan pronto como pudo. Habiendo hecho esto y luego tras entregársela de nuevo a Claire para que la preparara, de forma inevitable trató de atender a la joven para sacársela de encima cuanto antes. Esta le mostraba fotos del proyecto para el que había pedido su asesoría, él fingía escucharla y de vez en cuando asentía pero no podía apartar su mente de lo que había ocurrido.
Minutos después sale Michael, el gerente y padre de la chica y ella más contenta que nunca lo recibe.
-¡Papi, a que no sabes! Jean irá conmigo a la exhibición de Arte del sábado.
-¿Qué? -Dejó escapar un conturbado Jean.
-Eso me dijiste recién, te pregunté y asentiste. -Volteó su rostro hacia él con ojos de perrito triste.
«Lo que me faltaba, acceder a una cita sin saberlo por estar pensando en Mikasa.» Pensaba.
-¿Qué sucede Kirstein? ¿Mi hija no es suficientemente bonita para ti? -Cuestionó su jefe cruzándose de brazos. - Sabes que me gusta la gente que cumple su palabra. -Presionándolo aún más.
Si ahora se negaba quizás no sería despedido pero esto podría dejar una mala imagen en un trabajo que no podía darse el lujo de dejar. Era el único donde le pagaban tan bien y podía amoldarse a sus horarios sin inconvenientes, y para echarle más leña al fuego, desde que lo tenía podía ayudar mejor a su madre y aliviar su trabajo.
-Tiene razón, disculpe. Claro que iré. -Pronunciar aquellas palabras fue como un puñal a su propio corazón, se sentía fatal, él jamás había dilucidado compartir ese tipo de cosas con otra que no fuera Mikasa. Con ella debía ser todo, con nadie más. Pero consideró que si debía aclararle las cosas a Casey era una buena oportunidad para hacerlo, no le gustaba la idea de lastimar a alguien pero prefería siempre la verdad ante todo. Aunque eso no disminuía esa aparente culpa que ahora se cernía sobre él. El resto de su turno lo hizo en silencio, abriendo la boca solo en caso de necesidad.
Para su fortuna acabó pronto, al volver a casa se dejó caer con todo su peso y todas sus penurias sobre el sillón de la sala. No pasó mucho tiempo hasta que cayó en la cuenta de que Mikasa aquella mañana había salido tan distraída que se había olvidado su abrigo. Recordó que le dijo que iría al parque a llevar a su hermano y se sintió inmensamente feliz. Podía regresársela al día siguiente en la escuela sin ningún problema pero luego de lo acontecido un frenético deseo por verla se apoderó de él. Si alguien era capaz de poner un fin a su desmedida dubitación con tan solo existir era ella.
-Mamá, ya regreso. -Alcanzó a pronunciar y tomó el abrigo, recogió sus llaves de la mesita y salió apremiado.
Mikasa había cumplido, dejó a su hermano 5 minutos antes de la hora acordada entre él y su padre en el parque y se fue a hacer tiempo hasta la hora de regreso. Poco pudo prever que su padre jamás se presentaría y un emocionado Billy se llevaría la decepción de su vida. La chica, al otro lado del parque estaba tan ensimismada en su lectura que tampoco atinó a ver su celular para encontrarse con las múltiples llamadas perdidas del pequeño.
Por su lado Jean, que la buscaba incansablemente supuso que según el comentario de ella podía encontrarse en alguno de los espacios libres que la gente solía utilizar para practicar deportes. Pero nunca anticipó encontrar el cuadro de un pequeño niño de entre 7-9 años
llorando desconsolado con un guante de béisbol en una mano y un celular en la otra. «Quizás es un niño perdido.» Resolvió. Caminó hacia él y en cuclillas le preguntó.
-¿Acaso estás perdido?
El niño entre lloriqueos y resoplidos trató de secarse las lágrimas y observó a la amable voz que lo cuestionaba.
-No, no soy un niño perdido.
A Jean le pareció familiar pero no recordaba haberlo visto antes.
-¿Y por qué lloras? ¿Alguien te hizo algo malo? -Se sentó en el césped junto a él.
-Se suponía que vería a alguien aquí, pero al parecer me olvidó.
-Tal vez le surgió algún imprevisto que le impidió llegar. A veces planeas algo pero no sale como querías -dijo tratando de consolarlo.
-Puede ser, al menos, espero sea eso. -Un poco más calmado, le echó una revisión rápida a aquel chico y vio que sostenía algo conocido. -Esa es la campera de mi hermana, ¿eres su novio?
Aquello había sido pronunciado con tanta naturalidad y soltura que descolocó a Jean.
-Oh, con que por eso te me hacías familiar. No soy su novio, me gustaría, pero no.
Billy no pudo más que sonreír tras escucharlo, la pesadez del ambiente se había diluido.
-Mi hermana es bonita, ¿verdad?
-Ya te creo que sí. -Le giñó un ojo.
-Excepto cuando se enoja, ahí me da más miedo que mamá.
Jean soltó una risotada.
-Concuerdo, cuando infla sus mejillas alterada y voltea los ojos siento que debo huir como si no hubiera mañana.
Ahora Billy lo acompañaba con sus risas.
-Me agradas no-novio de mi hermana.
-También me agradas, no-cuñado. Pero hablando de ello, ¿no debería estar Mikasa contigo?
-Me trajo y se fue al otro lado del parque a leer, ella evita ver a papá así que me vendría a buscar al acabar -dijo alzando el guante y la bola- la llamé pero no contesta, seguro debe estar fantaseando mientras lee.
-Puedo ayudarte a practicar si quieres.
Los ojos del pequeño se hincharon de alegría y un fulgor inundó sus pupilas.
-¿En serio? -interrogó eufórico.
-Claro, recuerdo que también lo hacía con mi padre de niño. -Se puso de pie y tomó uno de los guantes.
-¿Ya no? -Lo imitó pero tomando la bola y el guante restante.
-Tristemente no, mi padre murió cuando yo tenía unos años más que tú. -Su voz cambió su timbre por uno más apagado y parco. Una vez estuvo a una distancia considerable le hizo señas para que iniciara y lo esperó en posición.
-Lo siento mucho, no tenía idea. -Tomó envión y con fuerza lanzó la primera.
-No te preocupes. Ahora ya puedo hablar de eso tranquilo. -Siguió el recorrido de la bola con la vista y extendió su brazo para recibirla.
-¿Lo extrañas?
-Todos los días, pero siempre trato de atesorar y recordar lo que pude compartir con él. A veces parece imposible, vendería mi alma por abrazarlo y llorar, pero otras me gusta pensar que me estoy volviendo alguien de quien estaría orgulloso. O esa es mi meta máxima.
Billy pudo sentir que se le empequeñeció el corazón al oírlo, pero era capaz de imaginarse cómo se sentía y le despertó una gran admiración aquel chico alto con rasgos marcados. Quizás ellos se parecían.
