Capítulo 2: Viaje en tren y llegada a Hogwarts.

N/A: ¡Hola a todos! Espero que se encuentren de maravilla. Y también espero que les haya gustado el primer capítulo. No sé realmente con qué regularidad subiré los capítulos, a decir verdad. Pero eso lo veré más adelante. ¡Disfruten el fic!

Ron estaba cansado y aburrido de estar con los demás prefectos, en especial con Draco Malfoy. Así, pues, con la excusa de ir a dar una vuelta por los vagones para asegurarse de que todo estuviese en orden, salió del compartimento y se dispuso a pasear los interiores del tren. Sin un punto fijo. Estuvo caminando durante al menos diez minutos cuando, al pasar cerca de uno de los compartimentos al final del tren, pudo ver una extraña y peculiar melena rubia que ya había visto antes. Era Luna Lovegood y estaba completamente sola en aquel sitio, leyendo lo que parecía ser una revista. Ron entonces se preguntó si debía entrar o no a hablarle. El curso anterior había tenido la oportunidad de conocerla un poco, pero no lo suficiente para considerarla una amiga. Pronto, el chico cayó en cuenta en que, si tenía mala suerte, Luna levantaría la vista y lo vería a él ahí, parado, como un acosador. Ron no quería causar malas impresiones a nadie, ni mucho menos a ella, por alguna razón. Sin vacilar por más tiempo, Ron se alisó la túnica (ya se había vestido para no perder tiempo) y entró en el compartimento.

Luna parecía absorta en la lectura de lo que fuera que estuviese leyendo, pues no puso ningún cuidado cuando Ron, en un pequeño tropiezo, cayó ruidosamente sobre el asiento que estaba frente a ella. La chica seguía sin prestar atención. Debía de ser una lectura muy, muy interesante.

El ambiente seguía en calma y Ron se sentía consumido por alguna especie de tensión ante aquel silencio eterno, por lo que decidió terminar con él.

-Hola, Luna-. Saludó el pelirrojo.

-¿Uh?-. Fue la única contestación de parte de Luna, quien estaba levantando la vista de su revista y, enseguida, cuando se dio cuenta de quién era el que le hablaba, exclamó: -¡Oh, Ron, qué gusto verte! ¿Va bien todo?

-Sí, por supuesto, gracias-. Contestó el pecoso - ¿Qué hay de ti?

-No puedo quejarme de nada. El verano ha sido muy largo para mí. Suelo ir al bosque con mi padre. O a pescar en un río cercano a nuestra casa. Pero este año, con todo lo que está pasando, no he podido estar del todo tranquila…

En ese momento la chica bajó la revista hasta su regazo, y Ron pudo ver que se trataba de una edición reciente de El Quisquilloso.

-Yo solía leerla cuando era niño-. Interrumpió, señalando la revista. -Solían escribir buenos artículos y eran muy interesantes. Mis favoritos eran sobre algunas criaturas mágicas como los bowtruckles, los ashwinders o los fénix-. Dijo mirando a El Quisquilloso, con nostalgia. -Ahora sus artículos están para reírse.

-Yo creo que siguen sacando buen contenido-. Replicó Luna, usando un tono más serio. -Opino que la revista sólo se ha estado adaptando a lo que los magos y brujas les interesa hoy en día.

-Ya, pero dudo que a ningún mago o bruja le interese saber esos disparatados cuentos sobre criaturas que no existen. O sobre pociones imposibles de preparar. Y ni hablar de su reciente "hallazgo" sobre los crups de tres colas-. Bufó Ron, y prosiguió. -Me parece increíble cómo han decaído en los últimos años. El dueño de la revista debe de ser algún chiflado…

-¡Mi padre no es ningún chiflado!-. Estalló Luna, enfadada. -Sé que él y su revista no tienen una muy buena reputación, lo sé muy bien ¡pero eso no justifica que la gente pueda venir a decírmelo a la cara!

Ron al principio se desconcertó un poco. Finalmente había procesado que él, como el cabezota que es, había estado hablando mal e incluso ofendió a el padre de la chica que tenía frente a él.

-Luna, yo…lo siento, de verdad-. Empezó Ron, tratando de disculparse -. No tenía idea de quién era tu padre. Sólo no estoy de acuerdo con las decisiones que ha decidido tomar para el rumbo de El Quisquilloso ¿vale?

Luna perforaba a Ron con la mirada. Su expresión detonaba, claramente, enfado. Pero también una pizca de cansancio, como si ya hubiera pasado antes por aquella situación. Parecía que lo estaba analizando para ver si no le estaba engañando, o algo así. Finalmente cuando terminó de examinarlo, volvió a su postura de antes y dio un largo suspiro.

-Siento haber alzado la voz, Ron-. Se disculpó Luna, volviendo a su habitual tono tranquilo y sereno. -Pero he tenido que soportar cosas como estas durante tanto tiempo que, inevitablemente, me fue imposible contener un poco más ese sentimiento de amargura que traigo desde hace un tiempo.

Ron se sintió bastante avergonzado por lo que había dicho, por lo que dijo rápidamente:

-No tienes por qué disculparte. Yo empecé todo. Ni siquiera debería estar aquí-. Señaló su insignia de prefecto.

Luna dejó escapar un »oh« y asintió. Después le preguntó a Ron:

-Entonces, ¿por qué estás aquí?

-Bueno…-. Ron no tenía mucha idea cómo continuar. -sólo quise, ya sabes, recorrer un poco el tren y tal. Pero en medio de mi recorrido, me topé con este compartimento, te vi y me dije »¿por qué no paso a saludarla?«, y ahora aquí estoy-. Dijo restándole importancia. O al menos eso quería aparentar. No tenía muchas ganas de parecer un tarado, aunque ya lo había hecho hace unos momentos.

Luna volvió a asentir y desvió su mirada a ningún punto en específico, después de que Ron la mirase a los ojos. Ron supuso que eso la hacía sentir incómoda, así que, para no sentirse más desgraciado, también desvió su mirada hacia la ventana del compartimento. La vista afuera dejaba ver un hermoso cielo color azul celeste, acompañado de unos pequeños bosques de pino. En el centro del panorama se podía contemplar un medianamente gran lago, cuya agua daba el brillo como de un diamante. Era un muy bonito lago. En ese instante, a Ron se le vino un pensamiento.

-Luna-. La chica, que seguía absorta en sus pensamientos, regresó a la realidad y volvió la vista hacia Ron. -Me dijiste que había un río cerca de tu casa ¿no? Bueno, me acaba de dar curiosidad saber qué tipo de peces (y animales en general) te gustan.

Los ojos de Luna adquirieron un brillo especial, y a Ron sólo le pareció que aquello hacía resplandecer su belleza. No se había dado cuenta, pero ahora que estaban solos, se fijó en que Luna en sí era bastante hermosa. Se preguntó a sí mismo si la chica sería igual de bella como persona. Lo tendría que averiguar él solo.

Su plática pasó de animales a comida, después de eso pasó a lugares que deseaban visitar algún día. Ambos coincidieron en que añoraban en viajar en algún momento de sus vidas a Hawái.

Casi una hora después, mientras tocaban el tema de instrumentos muggles, llegó el carrito de la comida. La bruja que vendía golosinas y demás les sonrió y les preguntó si deseaban comprar algo. Ron, por supuesto, no traía el suficiente dinero para comprar nada. Pero Luna sí, porque compró algunos numerosos caramelos y postres que veía. A Ron le recordó la vez que Harry había hecho lo mismo en su primer año de Hogwarts.

-Estos pasteles con forma de caldero están muy buenos, pruébalo-. Luna le ofreció a Ron, y éste no tuvo más remedio que aceptar.

Más pronto que tarde, el pelirrojo se fijó en que, por el color de cielo (entre rojo y anaranjado), ya debía de irse, por lo que, despidiéndose de Luna, se fue del compartimento. Pero enseguida regresó ya que, según él, ya no le veía el caso a no invitar a Luna con sus amigos. Le hizo la invitación, ella aceptó, y ambos salieron del compartimento para buscar el que estuviera ocupado por los miembros del trío de oro, al menos por Harry.

Luego de un corto rato buscando, ambos hallaron el que buscaban y, para sorpresa de Ron, Hermione también estaba allí. De hecho, estaban de igual forma Ginny y Neville, la primera al lado de Harry y el segundo al lado de Hermione. Los cuatro parecían tener una amistosa charla. Ron y Luna entraron en el compartimento y cuando Hermione iba a recriminarle el hecho de haberse escapado, el pelirrojo puntualizó:

-No olvidemos que tú también estás aquí, Hermione.

-Sí, pero es porque te estaba buscando -. Se defendió la chica morena.

-Tal fue tu preocupación que hasta estabas aquí, muy pegada a Neville, riendo y pasándola bien-. Dijo Ron, haciéndose el ofendido. Aunque en realidad no le molestaba en absoluto. Sentía que su amiga necesitaba relajarse de vez en cuando con eso de seguir las reglas al pie de la letra.

Las mejillas de Hermione y Neville se encendieron y los demás chicos no pudieron evitar reírse ante la escena.

-¡Cállense! Recuerden que soy prefecta-. Decía Hermione, pero después de unos segundos, al igual que Neville, no pudo dejar de soltar unas cuantas risas.

-Yo igual soy prefecto, chicos. Así que no tienen que preocuparse por nada-. Aseguró Ron, mientras aún reían un poco.

Ahora los seis chicos se encontraban sentados dentro del compartimento, charlando y disfrutando del tiempo que quedaba de viaje. Más tarde, después de un par de horas, escucharon a la locomotora anunciar su pronta llegada a la estación de Hogsmeade.

-Parece que ya es hora de que nos bajemos-. Dijo Harry mirando cómo algunos estudiantes también se estaban preparando para salir.

Los tres chicos y las tres chicas se separaron para poder cambiarse de ropa cómodamente. Cuando estuvieron listos, se reunieron en medio de un pasillo cercano a la salida. Pronto aquel pasillo se abarrotó de estudiantes ansiosos, nerviosos y emocionados por la llegada a Hogwarts. Ron no hubiera podido negar que él también se sentía ansioso por el comienzo de su quinto curso. Siempre había sido así año con año; después de todo, en Hogwarts, nunca sabes cómo será tu año escolar y qué clase de locuras puedas enfrentar allí. Sin embargo, a pesar de que jamás llegaba a considerar el colegio como "aburrido", Ron quería tener, por al menos una vez, un año donde no tuviera que, junto a Harry y Hermione, resolver algún misterio, enfrentarse a un enemigo, o cualquier cosa que no implicara arriesgar la vida. Ni la de él ni la de sus amigos. Ron sólo quería un año tranquilo, como el de cualquier otro. Pero él sabía que probablemente aquel nuevo año tampoco sería diferente. En primera porque, como se había dicho antes, en Hogwarts nunca se sabe. Y en segunda porque Voldemort había vuelto y tendrían que estar atentos a cualquier cosa.

Los estudiantes de hasta el frente empezaron a moverse y los demás les siguieron. Pronto todos estuvieron fuera del tren y observaban el estrellado cielo nocturno acompañado de un fresco aire. Los seis amigos se apresuraron en encontrar un carruaje para llegar al castillo. Pero cuando encontraron uno vacío, Harry veía con asombro y un poco de temor dicho carruaje.

-¿Qué tienes, Harry?-. Preguntó Ginny, y los demás también se detuvieron en su andar para saber qué pasaba.

-¿Ninguno de ustedes se sorprende de que ahora los carruajes estén siendo jalados por estos raros caballos?-. Contestó Harry, mirando todavía hacia el carruaje.

Los carruajes del colegio parecían estar encantados para que se moviesen solos. Y esa ocasión también parecían no tener nada que los jalara. Al menos para Ron.

-No te entiendo, Harry. Los carruajes no tienen nada-. Dijo Ron, mirando ahora él también al vehículo con detenimiento, tratando de hallar algo.

-Yo sí veo esos caballos que dices-. Soltó Luna de repente y todos se volvieron hacia ella. -Son thestrals, por supuesto, criaturas que no se pueden ver a simple vista.

-Igual yo puedo verlos-. Ahora lo dijo Neville, el más alejado de los seis. -Siempre me han puesto nervioso esos thestrals.

-¿Por qué nosotros no podemos ver a los thestrals?-. Preguntó Ron, quien ahora tenía verdadera curiosidad de ver cómo eran esos caballos.

Pero antes de que nadie pudiera decir nada, se dieron cuenta de que la mayoría de los carruajes ya se estaban marchando. Así, pues, sin perder más tiempo y sin mencionar nada más del tema, los seis subieron al carruaje y empezaron a ser llevados hacia el castillo.

Al llegar todo estaba decorado como de costumbre en el Gran Comedor, sin mencionar las cuatro mesas arregladas. Y tuvieron la clásica selección de casas, por el sombrero seleccionador, y después se deleitaron con el banquete de bienvenida, siempre delicioso. Cuando hubieron terminado de comer y beber, Dumbledore (el anciano director) se levantó de su asiento y anunció la llegada de la nueva profesora de Defensa Contra Las Artes Oscuras, Umbridge. Tenía cara de sapo y tampoco parecía ser la clase de profesora que agradara a todos los estudiantes. Dumbledore, posteriormente después de la cálida bienvenida y el anuncio de la nueva profesora, empezó con otros avisos que había que recordar o anunciar. Mas dichos avisos no pudieron ser transmitidos del todo porque Umbridge, la nueva profesora, Interrumpió al director más de una vez y cuando por fin le dieron la palabra, comenzó con un sermón acerca de la educación de los magos y sobre cómo debería hacerse según el Ministerio de Magia. A Ron no le pareció mucho de las cosas que dijo esa "profesora", y estuvo seguro de que no era el único: todos miraban a Umbridge desconcertados.

Al finalizar todo, los estudiantes fueron saliendo del Gran Comedor hasta sus salas comunes para ir a dormir. Ron se acostó en su cama pensando en los thestrals y en que Umbridge, más temprano que tarde, estaría en la lista de profesores que menos le agradaban, encabezada por Snape, el profesor de Pociones. No sabía cómo sería aquel año, con el Ministerio vigilando a Dumbledore. Pero de algo estaba seguro: ese año no sería más tranquilo que los anteriores.

N/A: Bueno, ahí lo tienen. Espero que haya sido de su agrado y si fue así, que espero que sí, me gustaría que comentaran qué les pareció. No sé muy bien si subir un capítulo por cada vez que termine uno o, por el contrario, escribir un par de capítulos y subirlos continuamente. Aunque eso haría más larga la actualización de mi fanfic ¿Ustedes qué opinan? Aún así trataré de ajustar mi horario y ver qué se da. ¡Hasta la próxima!