Capítulo 3: Lluvia y lodo.

N/A: ¡Disfruten el fic!

Luna Lovegood llegó cansada a su dormitorio en la torre de Ravenclaw. El viaje en el tren había sido agotador. Subió a su sala común junto con los demás Ravenclaws y, afortunadamente, ellos también parecían agotados porque ni se molestaron en criticar a Luna o decirle algo poco respetuoso. De todas formas, ella ya estaba acostumbrada a todas esas críticas. Pero sí le sorprendió un poco que nadie de verdad no le dijo nada, ni siquiera Joe Cline, un muchacho de su mismo grado de estudios que siempre le hacía pequeñas bromas. Le escondía a Luna cuanto podía y quería; desde libros hasta toda su mochila, si le era posible. También se dio la ocasión en que había conseguido los característicos aretes de Luna, una noche que se le cayeron, y los logró hacer invisibles durante unas cuantas horas. Al final Luna logró encontrarlos, dentro de la propia torre de Ravenclaw, y desde ese momento siempre se aseguraba de llevarlos puestos.

La razón por la que Luna no conseguía reportarlo o acusarlo, era porque Cline conseguía hacer aparecer las cosas antes de que la chica pudiera hacer nada. Era bastante molesto, vaya que sí, pero al menos recuperaba todo. Le preocupaba que, algún día, a Cline le llegase la idea de bromas más pesadas y, ahora sí, llegase a perjudicarle.

Y aunque lograra a atrapar a Cline, no tendría apoyo de ninguno de sus compañeros. Todos decían que Luna era rara por creer en criaturas que su padre le aseguraba que existían. Nadie quería realmente acercarse a ella, porque eso significaba obtener el mismo trato que le ejercían a Luna. Afortunadamente para ella, sí tenía a dos mejores amigos. Los mejores, según ella, que se podrían pedir. Éstos eran Ginny Weasley y Neville Longbottom. Pero no podía mencionar amigos sin añadir a un par más; los otros eran Harry Potter, Hermione Granger y, a Luna le pareció el más simpático de los tres, Ron Weasley. A éste último ya lo conocía desde su primer año en Hogwarts. En primera porque Ginny le había mencionado el nombre de sus seis hermanos mayores. Y en segunda porque siempre le veía junto Harry y Hermione merodear por los pasillos.

Desde que lo vio por primera vez, cuando estaban todos en el club de duelo de Gilderoy Lockhart, algo encontró en él que se le hizo curioso. Quizá fuera su cabello, o el hecho de ser bastante alto, o sus curiosas pecas, pero algo la había hecho fijarse más tiempo en Ron. Luna nunca había sido de las que se fijaran en los muchachos pero, por esa ocasión, tenía que admitir que había oído el nombre del pelirrojo varias veces y, eso, le generó cierta intriga respecto a él. Entonces se dio a la tarea de averiguar un poco más sobre él, para así poder darse una idea de la clase de persona que era. Aunque claro, sabía que la mejor forma de llegar a conocer a alguien era acercarse a la persona e ir, poco a poco, descubriendo cualidades que hacen especial a alguien.

La primera impresión que tuvo de Ron -tras sus investigaciones- fue su entrañable llegada a Hogwarts aquel mismo año. Después se enteró de que en primer año, Ron, había contribuido a ganar la Copa de las Casas gracias a su jugada y victoria en un juego de ajedrez gigante. Entre otras cosas. Cualquiera pensaría que Ron Weasley era alguien carismático y, de cierto modo, un chico de los que se mete en problemas a razón de una causa mayor. Sin embargo, Luna le echaba ojeadas de vez en cuando y, en algún momento, dedujo que Ron podría ser un chico de lo más común y tranquilo posible, como si su perfil no encajara con las hazañas que había llevado a cabo.

Un día durante su tercer año, Luna, pudo notar el extraño comportamiento de Ron hacia ella; se le acercaba por momentos, a una distancia prudente, pero hasta ahí, no pasaba nada más. Se preguntó por qué de repente actuaba así. Pensó que podría ser que simplemente quería hablarle y listo pero ¿por qué no lo hacía? ¿Qué le paraba hacerlo? Luego recordó, como un balde de agua fría, que ella misma era conocida en Hogwarts por ser una Lunática y que muy, muy rara vez alguien se le acercaba a siquiera pedir la hora o algo.

Ella tampoco hacía demasiado esfuerzo por adaptarse a sus compañeros, tenía la idea de que alguien siempre es único por quién es y no por su apariencia. Por supuesto, Luna tampoco le hablaba a Ron y eso era porque se le hacía un poco difícil llegar a hablar con la gente, claro, después de recibir insultos y bromas por parte de la mayoría de sus compañeros de casa, ¿qué se podía esperar de un Gryffindor? Si bien era cierto que ambas casas no tenían una rivalidad muy competitiva, también era cierto que incluso entre los Gryffindors corría el rumor de Lunática Lovegood.

Durante algún tiempo pensó que llegaría a graduarse de Hogwarts sin haber tenido ni un solo amigo, sin duda eso sería un récord, pero luego llegaron Ginny, Hermione, Neville, Harry y…Ron. Éste último parecía ser el que más apego tenía a Luna, y ella jamás había visto a nadie comportarse así con ella. Parecía como si, al hablar con Luna, Ron automáticamente era hechizado y toda su atención era totalmente dirigida a ella. Era raro pero, al mismo tiempo, la hacía sentir importante y escuchada. No pretendía que sus amigos no la hacían sentir bien, claro que lo hacían, pero Ron era diferente.

A la mañana siguiente, Luna se despertó y preparó para ir al Gran Comedor y asistir a su primera clase de ciclo escolar: Encantamientos. Se tomó un baño y se puso su túnica para poder bajar. Estaba saliendo de la sala común cuando, al doblar un pasillo, se encontró con Neville. El muchacho parecía más contento que de costumbre y Luna no sabía por qué, pero intuyó que tenía que ver con alguien.

-Ey, buenos días, Luna ¿cómo vas?-. Saludó Neville.

-Buenos días, voy camino al Gran Comedor ¿tú no?

-¿Yo? Bueno, sí tengo planeado ir allá pero, antes, tenía pensado buscarte. Ya sé que no sé exactamente dónde está tu sala común pero lo que sí sé es que por aquí se conecta hacia ella. Por lo que mi plan era rondar por aquí hasta que aparecieras-. Explicó el muchacho.

-Pues por lo visto ya no tienes que esperar, Nev, aquí estoy. Vayamos antes de que se nos haga más tarde ¿Y Ginny?

-Se adelantó, se encontró con los demás chicos y se fue con ellos.

Ambos chicos siguieron caminando tranquilamente pero con precaución dado que, para ser el primer día, no les hacía gracia toparse con Peeves, el poltergeist. Llegaron al Gran Comedor y cada quien se sentó en su mesa a desayunar. Luna no tenía a nadie con quién hablar a la hora de las comidas y, por tanto, siempre se apuraba a comer para tener algo de tiempo para poder estar con sus amigos, que no eran de su misma casa. Mientras Luna consumía su avena, observaba en un extremo de la sala, en la mesa de Gryffindor, cómo Neville y Hermione parecían muy animados los dos, platicando muy gustosos. Y, al lado de los dos, Harry y Ginny comían mientras observaban lo que parecía ser una especie de libro acerca del quidditch. El único que parecía concentrado en comer era Ron. El chico pecoso devoraba con mucho entusiasmo unas tiras de tocino que estaban en su plato y, justo después de devorar, ingería grandes sorbos de su jugo de calabaza. A Luna siempre le dio la impresión de que Ron era el único estudiante que amaba de verdad la comida de Hogwarts.

Cuando Luna hubo terminado de desayunar, se levantó de su asiento y empezó a caminar hacia la salida del Gran Comedor cuando, de imprevisto, chocó con alguien y cayó al suelo. Fue Ron con quien tropezó. Al momento de caer Luna no sintió, ni un poco, una pizca de dolor. Siempre había sido así: por más fuerte que fuera el daño que recibiera, ella nunca sentía nada; tanto emocional como físicamente.

Una vez, de pequeña, Luna, había tenido que pasar por la poco afortunada experiencia de tocar hiedra venenosa. Su piel adoptó una tonalidad rosada muy fuerte y ronchas aparecieron en su misma piel. Por fortuna, su padre, tenía la poción adecuada para tratar el sarpullido y desaparecerlo instantáneamente. Sin embargo, la pequeña Luna jamás sintió la insufrible comezón que generaban las ronchas. También hubo una ocasión en la que, por buscar nargles en jardín de niños, sus compañeros creyeron que estaba loca y empezaron a patearle y echarle tierra. A pesar de lo ocurrido, y a pesar de que hubo porciones de tierra que llegaron a sus ojos, Luna no sintió absolutamente nada. Claro, pudo sentir que la tierra estaba allí, en sus ojos, pero el ardor que tuvieron sus ojos jamás afectó a Luna. Y ni hablar de los arañazos que recibió, eso tampoco surgió efecto en ella. Quizá esa era la razón por la que había soportado el abuso de otros chicos y era que, sin importar cuánto daño le hicieran, ella no podría inmutarse ni un poco.

Se disculpó con Ron y salió rápidamente. No se dio cuenta de que llegaba tarde hasta que vio a Flitwick salir del Gran Comedor. La clase de Encantamientos era, sin duda, su clase favorita. Le encantaba manipular su varita para realizar distintas cosas. En especial manipular objetos. La clase terminó y siguió otra, después otra, y así sucesivamente hasta que llegó el receso. Luna aprovechó el tiempo para salir a dar una vuelta por los terrenos de Hogwarts y sentarse debajo de un árbol y observar el castillo. Siempre le había parecido muy bonito. Cuando se sentó al pie del primer árbol que vio, cerca del Lago Negro, se sumió en sus pensamientos.

Un rato más tarde, una voz le hizo regresar a la realidad. Volvió su mirada hacia el origen de la voz. Era Ginny, acompañada de Ron.

-Luna, ¿estás bien?-. Quiso saber su amiga.

-Sí, sí, Ginny. Estoy bien. Sólo me quedé dormida, o algo así-. Respondió Luna.

-Menos mal-. Dijo Ron, que parecía más relajado.

-No te vimos dentro del castillo-. Explicó Ginny. -Así que pensamos que estarías aquí, ya sabes, para tomar un poco de aire.

Luna asintió e invitó a sus dos amigos a sentarse. Estuvieron un buen rato sin decir nada. Simplemente observando la belleza del calamar gigante. Por fin, Ron abrió la boca.

-¿Y tienes clase hoy con Umbridge?-. Preguntó dirigiéndose a Luna.

-Sí, espero no sea tan mala como parece, no lo sé, quizá y resulta ser una buena profesora.

Ron, en ese momento, soltó una risotada.

-Vamos, Luna, todos sabemos que Umbridge es una bruja, y no de las buenas. Sino de las malas que aparecen en los cuentos de hadas para niños muggles. Harry me contó algo sobre eso.

-Pues no lo sabré hasta que lo vea yo misma, Ron. Pero tengo que darte la razón en que no parece ser tan buena como nos quiere hacer ver. Probablemente sólo sea parte de su personalidad.

El pelirrojo se encogió de hombros y sacó una manzana de su mochila y le dio un buen mordisco. El silencio volvió, pero esta vez un poco más incómodo. Luna tendía a no juzgar a sus profesores por la apariencia hasta que dieran su primera clase. Con Umbridge no era distinto, pero ni ella misma tenía altas expectativas sobre la profesora.

La noche anterior había llovido y, en el suelo, se había formado barro lodoso. Luna miró hacia la mancha marrón que permanecía, inmóvil, sobre algunas briznas verdes. Mientras observaba, comenzó a pensar acerca de el maravilloso aroma que despedía el suelo mojado, en especial la tierra. Le relajaba bastante y la hacía estar tranquila en todo momento. Entonces, en un determinado momento, el barro marrón, sobre el suelo, empezó a convulsionar y agitarse de manera silenciosa. Luna observaba atentamente aquel extraño suceso. De pronto, como si una fuerza invisible interviniese, el barro comenzó a elevarse, como amasándose, y el montículo de tierra húmeda comenzó a tomar una forma extraña. Una forma humanoide. El barro terminó de amasarse, por sí solo, y la imagen que quedó frente a Luna la dejó boquiabierta.

Allí, en el suelo, una extraña criatura marrón se hallaba de pie, mirando a Luna. Era como un hombrecito, delgado y con aspecto risueño. Su cabeza tenía la forma de una nuez y sus ojos eran rasgados. Tenía dos orejas redondas y pequeñas. Una nariz ancha y grande. Y por último, el resto de su cuerpo no parecía ser más que simple barro; pues no tenía literalmente nada. Ni pezones, ni ombligo, ni genitales.

El pequeño ser permanecía parado, inmóvil, con la vista fija en Luna. La chica pudo percibir que, a pesar de que los ojos que veía delante suya eran marrones en su totalidad, su mirada tenía una cierta chispa, de inocencia, curiosa, que le confirmó a Luna que, en efecto, se trataba de una criatura con vida. Sus sospechas se vieron totalmente despejadas cuando, sin previo aviso, el ser de barro pronunció una sola palabra, con una voz aguda y dulce:

-Madre.

N/A: Sí, he cambiado la perspectiva del narrador. Lo haré de vez en cuando. ¡Hasta la próxima!