Capítulo 7: Los hermanos Prevot.
N/A: ¡Disfruten el fic!
Los ojos de Ron sólo podían ver como si estuviese dentro de un frasco cuyo ambiente era todo de color violeta. Sintió la sensación de caerse en un abismo infinito. Donde fuera que estuviese podía ver nebulosas y estrellas en todo su alrededor. En alguna ocasión pudo percibir una estrella fugaz pasar delante de él. No podía oír nada. Todo fue demasiado rápido. Antes de que pudiera asimilar lo que estaba pasando, sintió el suelo recibir a su cuerpo en una amortiguada caída.
Parpadeó un par de veces y se adaptó al entorno. Parecía estar aún en el Bosque Prohibido, de noche. Se incorporó y sentó, sujetando su cabeza con ambas manos; tenía un dolor de cabeza bastante incómodo. Miró hacia un lado y, aún tirada en el suelo, estaba Luna, que parecía estar haciendo lo mismo que Ron: tratar de asimilar. Nádba, por otro lado, ya estaba de pie y, aparentemente, revisando que Luna no estuviera herida. Entonces la chica, poco a poco, también se fue incorporando.
-¿Qué rayos sucedió? ¿Estamos en el Bosque Prohibido?- Cuestionó Luna, sujetando su cabeza con una mano y mirando a Ron.
-Así parece ser, el portal sigue ahí-. Dijo Ron.
Era verdad; el portal, imponente y rocoso, se mantenía en el mismo sitio y entre los mismos árboles que cuando entraron por culpa de…
-Un momento-. Soltó Nádba de repente, mirando hacia todas direcciones. -¿Dónde está Clave? Ese capullo nos la debe.
-Eso ahora no es lo importante-. Razonó Ron. -Tal vez debamos regresar al castillo.
-No me parece muy sensato, Ron-. Objetó Luna. -Estamos muy adentrados en el bosque, sin mencionar los peligros que hay en la zona y que podríamos encontrar en el camino. Deberíamos acampar esta noche y mañana a primera hora volver.
Ron asintió. La verdad es que él no estaba muy seguro de lo que estaba pasando. Para empezar ni siquiera sabía cómo funcionaba el portal ni por qué Clave los empujó si, de todas formas, iban a retornar en el mismo sitio. Todo era raro. Quizá lo hizo para poder ganar tiempo y huir, antes de que volviesen. El caso es que se pusieron a recolectar algunas ramitas para tener dónde prender la fogata: con la varita era más que suficiente para prender el fuego. Los tres se separaron y acordaron no ir muy lejos. Ron pudo notar, por alguna extraña razón, que el ambiente sobre el cual estaba en ese momento se sentía distinto al de siempre. No era como si visitara el Bosque Prohibido a diario, de hecho, además de estar prohibido, no había tenido buenas experiencias en aquel sitio jamás en su vida. Sin embargo, en ese momento, no le hacía sentir tan nervioso su presencia. Era como una renovación o algo. Sentía que podía caminar más tranquilamente por los senderos y claros del mágico bosque. Detuvo un momento su recolecta y, admirando la luz en la punta de su varita, respiró hondo y exhaló profundo. Hasta el aire se sentía distinto.
La tranquilidad de Ron no duró mucho pues, justo después de detener su andar, algo saltó sobre su mano. Nádba parecía un poco sobresaltado, con ramitas diminutas en sus manos.
-Weasley, no creerás lo que acabo de ver-. Dijo el pequeño. -Una fogata ya está hecha por aquí cerca.
-¿Alguien más está acampando?
-Parece ser. Ven, tenemos que a avisar a mi madre.
-¿Por qué no le avisaste a ella primero?
-Fuiste el primero al que vi.
Con esto dicho, Ron empezó a caminar, con Nádba sobre él, en busca de Luna. No tardaron mucho en lograrlo; y le contaron lo que Nádba vio. La chica ya sabía lo que le contaron, pues dijo:
-También la he visto, de hecho, los estaba buscando a ustedes dos.
-¿En dónde está?- Preguntó Ron.
Luna le condujo el camino y, un poco más lejos de lo que creía, en un claro, una fogata mediana danzaba entre la oscuridad de la noche, más viva que nunca. Alrededor de ésta había una casa de campaña y, junto a la fogata, algunas ollas y teteras. Los tres permanecieron quietos y en silencio; quién sabe qué o quién estuviese dentro de la tienda. Ron dio un paso y Luna le detuvo sujetando la manga de la túnica.
-¿Qué crees que haces?- Preguntó en tono preocupante.
-Piénsalo, Luna; necesitamos comida y agua. Aquí puede que tengan.
-¿Y si no nos quieren compartir? ¿Y si no tienen?
-No seas tan pesimista, si tienen, seguro que entenderán.
Luna miró hacia la fogata, luego a las ollas y por último a la casa de campaña. Pensó un momento y dijo:
-De acuerdo, vamos los tres.
De esta forma, los tres se acercaron a la tienda, llamaron con un »¿Hola?« y unos segundos después alguien abrió la entrada.
Quien los recibió fue un muchacho de pelo rizado, fornido y alto, con ojos color avellana. Tenía la varita en mano y apuntando a Ron. Éste último, inmediatamente, también sacó y apuntó con su varita al desconocido.
-¿Quiénes son y qué es lo que quieren?- Preguntó el chico de la tienda.
-Somos Ron Weasley y Luna Lovegood-. Presentó Ron apuntando a los nombrados. Luego apuntó hacia su cabeza. -Y él es Nádba.
Al ver al pequeño de barro, el desconocido pareció sorprenderse un poco; pues sus ojos brillaron por un momento. Luego, seguramente al notar que estaba haciendo muy obvio su asombro, se serenó un poco más y dijo:
-Ya veo, en ese caso, yo también debo presentarme-. Se apuntó a él mismo con el dedo. -Soy Nicolás Prevot. Ahora díganme qué quieren.
-Sólo queremos un poco de comida y agua, para pasar la noche-. Respondió Luna, dando un paso al frente.
-¿Acaso se terminaron todas sus provisiones antes de tiempo?- Cuestionó Nicolás, como extrañado.
-Verás…-. Continuó hablando Luna. -Nos hemos alejado del castillo y ahora estamos algo lejos para regresar a estas horas.
-¿Castillo? Vaya, el hambre les hace imaginar cosas-. Dijo Nicolás, que acababa de bajar un poco la guardia, pero sin esconder la varita.
-El que imagina cosas has de ser tú-. Mencionó Ron. -¿No sabías que estamos en el Bosque Prohibido de Hogwarts?
-¿Bosque Prohibido de Hogwarts?- Repitió Nicolás, esta vez sí pareció bastante desconcertado. -No, estamos en un bosque cualquiera. Y para empezar, Hogwarts no tiene un bosque tan grande, pues como deberían saber, el colegio está en la zona urbana de Londres.
-¡¿LONDRES?! ¡¿QUÉ DICES?!- Gritaron los tres, anonadados, con los ojos como platos, boquiabiertos.
-No hay necesidad de que alcen la voz-. Les reprendió Nicolás, claramente le irritaba que la gente gritara. -Sí, Hogwarts ha estado en Londres desde siempre ¿De dónde son que no lo sabían? ¿Y por qué les sorprende tanto?
Sin decir nada, los tres chicos se alejaron un poco para hablar en privado, sentándose.
-¿Qué rayos es todo esto?- Dijo Ron.
-No estará gastándonos una broma, ¿verdad?- Habló Luna.
-Eso no lo sé-. Intervino Nádba. -Pero he estado observando y me estoy dando cuenta de que el bosque no parece ser el mismo. Al menos no en su totalidad. Sonará loco, pero es la verdad.
La mente de Ron estaba trabajando, tratando de ingeniarse un plan para saber qué hacer a continuación. Era difícil imaginarse un Hogwarts que no estuviera en Escocia. No lo hubiera creído, o al menos considerarlo, si no fuera porque coincidía con Nádba en que el bosque no parecía ser el mismo. No podían atacar a Nicolás o amenazarlo con decir la verdad, de todas formas, el muchacho parecía muy seguro de sus palabras. Tampoco podían intentar robar, pues nada les garantizaba que Nicolás fuera el único en la tienda; aunque era pequeña, podría ser mágica y ser más amplia por dentro. Tras pensar unos breves minutos, les comentó lo mejor que se le ocurrió:
-Deberíamos fingir ser extranjeros que nos preparamos para visitar Hogwarts y, al no estar donde pensábamos que estaba, nos desconcertamos mucho. De todas formas, nadie sabe dónde están otras escuelas mágicas. Por suerte traemos túnicas comunes negras y no las de el colegio.
Todos estuvieron de acuerdo y así lo hicieron. Le contaron a Nicolás el por qué de su reacción. El muchacho pareció entender y hasta les invitó a cenar algo de lo que sobraba, que era suficiente para todos.
Mientras degustaban, de la tienda, salió una chica con casi las mismas características de Nicolás, exceptuando que sus ojos eran color marrón y más bajita. La joven se fijó en todos (un poco más en Nádba), al final a Nicolás, y a éste le dirigió una mirada de confusión.
-¿Quiénes son?- Preguntó señalando a los presentes.
Se presentaron y la chica también se presentó.
-Me llamo Millie Prevot. Si mi hermano confía en ustedes, yo también puedo hacerlo.
-Por cierto-. Dijo Nicolás mirando a Luna y Ron. -¿De dónde son? Sólo me dijeron que eran extranjeros.
-Pues somos de…-. Empezó Ron, pero no supo qué país decir. No quería decir uno del cual no supiera nada.
-De Estados Unidos-. Contribuyó Luna en la respuesta.
-Nosotros estuvimos allí un buen tiempo-. Mencionó Millie, que ya se había sentado junto con ellos. -Pero hemos decidido venir acá y olvidarnos de nuestros problemas…quiero decir, nacimos en Rusia.
La conversación se desvió hacia otros temas. En realidad, a opinión de Ron, los hermanos Prevot no eran tan malos como él llegó a pensar. En realidad, eran simpáticos. Ellos dos eran muy interesantes. En algún momento, alguien mencionó a los muggles y Nicolás exclamó:
-¡Muggles! ¿Quién sigue hablando de los muggles hoy en día? Muchos de ellos no hacen su mejor imitación de mago, ¿verdad? Y los que revelan su estatus de sangre públicamente tienen que aguantarse las humillaciones. En definitiva ser muggle no es algo agradable y por eso no hay que hablar de ello.
Millie asintió en total de acuerdo. Pero Ron y compañía sólo hicieron como si entendieran. Ahora el chico estaba más que perdido: ¿Desde cuándo los muggles se esconden de los magos? ¿Y desde cuándo fingen ser uno para no ser humillados?
Al terminar de cenar, todos se levantaron y recogieron todo. Fueron invitados a pasar la noche con ellos en la tienda. Aceptaron y al entrar, Ron confirmó que, en efecto, la casa de campaña era más grande por dentro. Tenía dos hamacas, un escritorio, entre otras cosas, como una estantería y cofres. Los Prevot hicieron que otro par de hamacas se alistasen para ser usadas, con unos movimientos de la varita. Nádba se acomodó en un nido que estaba por ahí de casualidad, sobre una mesa llena de libros, lo suficientemente grande y amplio para que la criatura de barro se pudiera acurrucar. Aquella vez, Ron tardó un poco más en conciliar el sueño: simplemente ya no sabía en qué pensar.
A la mañana siguiente, Ron fue despertado por Nicolás que estaba avisando que debían ponerse de pie; pues él junto con su hermana retomarían su viaje. Al salir a desayunar, Ron pudo contemplar mejor el ambiente. El claro era bastante verde y los árboles no suponían ningún estorbo. Podría decirse que estaban en una buena posición. Al terminar de desayunar, Ron le dijo a Luna y a Nádba que lo mejor sería encaminarse a corroborar si todo era cierto y buscar el castillo. Nicolás lo oyó:
-¿Dónde piensan encontrar el castillo?- Les preguntó.
-Pensamos que está en el Lago Negro.
-Yo los puedo llevar haciéndonos aparecer en el lugar.
Los tres accedieron a ser transportados, pues ninguno sabía cómo aparecerse. Antes de irse levantaron la tienda y los hermanos Prevot se colocaron sus mochilas, listos para partir. Nicolás tomó la mano de Ron y Millie la de Luna, quien a su vez sujetaba bien a Nádba contra su pecho. El pelirrojo sintió una horrible sensación de pasar por algún sitio estrecho y, antes de que se diera cuenta, ya estaba viendo el lago.
El Lago Negro estaba ahí, tal y como lo recordaba. Pero, para su impresión, ni el castillo, ni los muros que rodeaban Hogwarts se encontraban allí. Sólo era un lago común, en un bosque común.
-Les dije que aquí no estaba. Si quieren ir a Hogwarts, tienen que ir a Londres.
-¿Y cómo llegamos hasta allá?- Preguntó Nádba.
Nicolás le respondió:
-Pueden ir en escoba o esperar un carruaje, lo que se les haga más fácil. Accio escobas-. Dos escobas aparecieron y Millie tomó una.
-Si van a Londres, tengan cuidado. Igual y nos encontramos. Buena suerte-. Dijo Millie, que ya estaba sobre el aire.
Los hermanos Prevot se despidieron y se fueron alejando, hasta desaparecer entre las nubes.
-¿Esperar un carruaje?- Dijo Ron, confundido.
Luna miró hacia el cielo, como tratando de ver algo. Unos minutos después, en el cielo, una mancha negra apareció, luego, la mancha se fue acercando hasta ir tomando forma. Unos dos hipogrifos jalaban un carruaje de color amarillo pintado con líneas blancas y negras. El carruaje llegó donde los chicos y se detuvo junto a ellos.
-¿A dónde se dirigen?- Les preguntó el conductor.
-A Londres-. Respondió Ron.
El conductor hizo ademán de que subieran. Lo hicieron. El interior no era muy distinto al de los carruajes del colegio. Sólo estaba mejor decorado con algunas notas periodísticas en las paredes. En seguida, los hipogrifos volvieron a elevarse y el cielo se extendía sobre ellos.
N/A: ¡Hasta la próxima!
