Preludio
En la inmensidad de las estaciones sin nieve...
A la orilla del rio incoloro y translúcido...
Las pepitas invisibles envuelven nuestros pasos... Pasos que celosamente han cuidado nuestros ascestros, aquellos a que guardamos en nuestra sangre y tenemos semejanza... Dicen ellos en lenguas olvidadas que a medida de que te sumerges en el rio y tu pies se desprenden y dejan sentir la superficie y la arena... Aparece y desaparece, el último gramo de arena...
Aquel que te libera de la nostalgia y del tiempo... Aquel que te envuelve en la infinitud de la continuidad al que representa la vida, te hará una con ella en parte y en todo a traves de la eternidad, liberandote de recordar y olvidar.
Asi lo percibía Livacy...

Ser atormentado y envuelto en demonios y tinieblas atravesando en silencio con lágrimas secas... Ella... Desprendida del lenguaje y de la comprención del mundo y de su comunicación con el otro... Nunca podría hablar de sí misma ya que escogió la soledad y a sus compañeras como únicos complices de la contemplación y el pelegrinaje... Asi se sentia Ella... que lo único que recordaba de sí misma era su nombre... Livacy... Plena y completa, existiendo en su sencillez y simpleza, se encontraba llena... pero... Solo hasta ese día, cuando su tranquilidad había sido ultrajada por la pérdida del último gramo de arena por ese ser invertido en pez y hombre.

¿Podrá ser posible odiar y amar o simplemente confundirse?