Nota de autora:
La ansiedad de publicar el primer capítulo (dividido en dos partes por lo extenso que me había quedado) me impidió saludarles correctamente. Es justo avisarles que si bien la protagonista principal es Bella, entendiendo cuánto nos ha sabido interpelar Meyer con ese personaje, la trama estará orientada, principalmente, a los eventos que suceden en el Universo Cinematográfico de Marvel, muchos de los cuáles serán exactamente igual a como fueron planteados originalmente.
Espero que disfruten de esta nueva historia y que puedan hacer sugerencias, valoro mucho sus opiniones.
(Otra aclaración, con la emoción de estar inspirada ubiqué al Triskelion en Nueva York en lugar de en DC, así que por el bien del fic existirán dos Triskelion, el menor, ubicado en Nueva York, y el Mayor, cuartel general de toda la organización, en Washington DC)
El despertador sonó de a pequeños pitidos que me acribillaron el cerebro. La cabeza me latía dolorosamente, nunca había sufrido de resaca, pero comenzaba a pensar que era muy parecido a esto. ¿Una podía embriagarse con pensamientos?
Me senté en la cama con cuidado, sosteniéndome la cabeza, haciendo presión en la región de las sienes en un vano intento de aplacar el dolor. Estiré los brazos sintiendo los músculos agarrotados y suspiré. Un impresionante espejo en la pared frente a la cama me devolvió la imagen de una mujer ojerosa, despeinada y de rostro deteriorado por el cansancio. Era como si hubiese envejecido varios años de repente. Me estremecí ante el pensamiento y decidí que una ducha caliente brindaría la ayuda que necesitaba. Cogí lo que necesitaba del bolso que había arrojado a los pies de la cama y me dirigí al baño que se encontraba al fondo del pequeño pasillo. Una extraña sensación me recorrió la nuca cuando vi que el baño no sólo estaba completamente equipado, sino que, además, los productos eran exactamente igual a los que había traído. Intenté no darle muchas vueltas al asunto, después de todo, eran objetos comunes de marcas generales que podías encontrar en cualquier supermercado del país. Las excusas se me acabaron cuando vi el cepillo de dientes recién comprado, aún en su empaque, de la misma marca y color que el que había traído. Sacudí la cabeza para eliminar ese hilo de pensamientos y el dolor del movimiento lo consiguió.
La ducha caliente sirvió para aliviar el ardor muscular, pero el vapor no ayudó nada a mi creciente cefalea. Me envolví en una suave toalla blanca y salí rápidamente, mareada, buscando a tientas el neceser con analgésicos. Utilicé el pequeño vaso de enjuague al lado del lavabo para tomar la pequeña píldora mientras abría la puerta para que escape el vapor y me desplomé sobre la tapa cerrada del inodoro, poniendo la cabeza entre mis rodillas.
Me mantuve en esa posición varios minutos, agradeciendo el fresco aire que entraba por la puerta. Tomé una gran bocanada de aire y me dirigí a la habitación para vestirme. Opté por un jean gris y un suéter algo suelto, de color azul oscuro y cuello de tortuga.
El dolor estaba cediendo frente a los efectos farmacológicos de la píldora y pude observar con atención la habitación; la noche anterior no había hecho más que buscar el cuarto que tuviera una cama en la que desmoronarme.
La habitación - mi habitación-era simple y bonita. Consistía en una cama de dos plazas contra la pared norte, con un delicado respaldo de madera blanca y un grueso edredón azul oscuro que por alguna razón se sentía reconfortante. Había una pequeña mesa de noche del lado derecho. Sobre la pared de la derecha había una amplia ventana cubierta por cortinas también azules, bajo la cual se erguía un escritorio a juego con el respaldo de la cama, blanco, adornado con pequeñas macetas de plantas artificiales y equipado con una computadora portátil, un cuaderno y un lapicero con varias opciones. La silla de cuero negra frente a él parecía muy cómoda. Los pisos eran de madera y estaban relucientes. En la pared opuesta se incrustaba un enorme armario blanco de puertas corredizas y frente a la cama estaba el gran espejo que más temprano me había devuelto una imagen demacrada. Ahora que me veía un poco mejor, lo miré con desdén. A los pies del espejo había una pequeña alfombra redonda, blanca con mariposas en color lila, que desentonaba un poco con la actitud minimalista de todo el cuarto. Inesperadamente fue un detalle que me hizo sentir bien, como si alguien hubiese intentado decorar este lugar para que me sintiera cómoda (y no espiada). Recordé una sensación similar cuando ingresé a mi habitación en Forks después de tantos años sin habitarla y Charlie había hecho el mismo esfuerzo. Un retorcijón de nostalgia me hizo fruncir el ceño.
Ignoré el desorden del bolso en el piso y salí de la habitación. El departamento tenía un estilo minimalista, muebles de calidad en colores claros y plantas en algún que otro rincón, muy prolijo e impersonal.
Contaba con una pequeña sala de estar que estaba amueblada por un sillón de dos cuerpos en color rosa claro, un sillón individual tapizado similarmente a la izquierda, una mesa de café entre ellos y la gran televisión colgada de la pared. Del lado opuesto se encontraba una mesa de madera oscura con seis sillas sobre una alfombra en colores sutiles. Al lado de la puerta de entrada, a la izquierda, estaba la pequeña cocina, separada del sector del comedor y la sala de estar por una barra desayunadora que se extendía de una punta a otra del marco de la pared sobre la que estaba construida.
Caminé hacia la cocina, aún descalza, de repente sintiendo mi estómago gruñir. Me recibieron pulcras mesadas de mármol negro, electrodomésticos plateados y brillosos y alacenas altas y blancas (repletas de provisiones iguales a las que solía comprar en Forks). Pensé en la pequeña alfombra de mariposas lilas para calmarme.
Tomé los cereales con leche de siempre, en el desayuno menos nutritivo de la historia de los desayunos, sentada en una cómoda banqueta alta frente a la barra, del otro lado de la cocina, mirando un punto fijo en los motivos del mármol oscuro de la mesada frente a mí.
Cada vez que intentaba pensar en lo que estaba haciendo comenzaba a hiperventilar, así que decidí ignorarlo y volver a mi viejo plan de acción: me puse a hacer todas las tareas con las que podía distraerme. Lavé los utensilios que usé e hice la cama cumpliendo maravillosamente con las primeras tareas de la lista. Pero la distracción no duró mucho.
Saqué mi ropa del bolso para poder colocarla ordenadamente en el gran armario, pero cuando lo abrí me encontré con ropa de mi estilo (y mi talla) cuidadosamente doblada en cajones y colgada en perchas, perfumada y con sus etiquetas. Le dediqué un suspiro más a otro objeto inanimado de la casa. Había varios pares de converse negras y también borcegos, detalle que me desconcertó un poco, pero, sorprendentemente, me gustaron.
A regañadientes di por finalizada mi lista de tareas. No podía retrasarlo más.
El sonido de un teléfono sonando me dejó saber que quizás sí podía.
El tono salía del cajón de la mesa de noche, atendí frunciendo el ceño.
-¿Sí?- dije insegura.
- Buen día señorita Swan, habla el agente Coulson. ¿Sería tan amable de dirigirse hacia afuera del complejo? Vengo a buscarla para llevarla a conocer las instalaciones.
- Claro- contesté sin aliento.
Tomé una chaqueta, el nuevo teléfono, la llave que me habían dado la noche anterior y abandoné el departamento.
La puerta de entrada daba a un complejo común, como un patio interno con el techo despejado y hierba verde en el centro, rodeado por varios departamentos similares y pasillos que no sabía dónde terminaban. Hacia el frente del complejo, dando a la calle, se erguía un edificio como cualquier otro, que había que atravesar para poder salir. Utilicé la llave magnética que estaba en el llavero y el portero me saludó amablemente al pasar.
La inmensidad de la ciudad me tomó desprevenida. Una bocina me arrastró de vuelta y pude ver al agente Coulson, aparentemente el único bálsamo con el que podía contar, de pie, sosteniendo una puerta abierta para mí. Llevaba un traje gris oscuro, corbata negra y la expresión amable de siempre.
- Agente Coulson- lo saludé tímidamente.
- Señorita Swan- sonrió con cordialidad.
Subí al auto sin dejar de mirar todo a mi alrededor, pero el oscuro tinte de las ventanas lo dificultaba demasiado. Coulson se sentó a mi lado en el asiento trasero y le indicó al chofer que condujera.
- ¿Primera vez en Nueva York?- quiso saber Coulson. Resoplé irónicamente.
- ¿Primera vez siendo un espía?- lo piqué y sonrió enigmáticamente. Dado que sabían hasta la marca de tampones que utilizaba normalmente, asumí que sólo quería entablar una conversación.
- Nunca había estado en una ciudad vertical. Es hermoso. Y un poco avasallador.
- No creo que sean los edificios lo que la avasallen- dijo suspicaz.
Desvié la mirada de la calle para observarlo.
- No, no lo son.
Me dedicó una mirada comprensiva antes de agregar quedamente:
- Es bueno saberlo.
Afortunadamente el avasallamiento se debía a mi inestabilidad emocional y no a la imponencia de los edificios neoyorquinos, porque el Triskelion me hubiese dejado sin aire en un segundo. Se trataba de una estructura de casi cincuenta pisos, lo más arquitectónicamente posible similar a un triskelion, con las tres espirales unidas en el centro. Tenía varias construcciones anexas, aunque ninguna tan alta como la principal. Metros y metros de una pista de aterrizaje se extendían sobre el agua.
Para acceder a la isla debimos hacer un camino de unos diez minutos por un puente que parecía exclusivo y pasar varias casillas de seguridad, todas sin problemas por la aparente presencia de Coulson.
Cuando ingresé al edificio me dieron una tarjeta de identificación y Coulson me escoltó a un ascensor con vista a la ciudad. A medida que el ascensor subía, la fascinación decrecía un poco más, aplacada por el pánico. Comencé a respirar agitadamente, intentando disimular. Y fallando estrepitosamente.
- ¿Señorita Swan?- medio preguntó Coulson- ¿le ayudaría saber qué es lo que va a pasar exactamente cuando se abran las puertas del elevador?
Hice un esfuerzo por controlar mi voz.
- Sí, también ayudaría que me llame sólo Bella.
- Entendido. Lo único justo es que me llames Phil.
Sonreí ante la familiaridad del nombre.
- Bella, cuando se abran las puertas te estará esperando el director de SHIELD, el agente Nicholas Fury y algunas agentes más. No te preocupes, no están tan mal.
Sonreí un poco, apoyando la espalda en el frío cristal.
- Te mostrarán el lugar y te darán los documentos que te mencioné ayer, ¿recuerdas? Luego ya tienes el día libre. Lo único que debes hacer es firmarlos si estás de acuerdo. Nada grande.
- Nada grande- repetí.
Asentí mientras ponía en orden mis pensamientos.
Bien, no se trataba de nada que Coulson no me haya contado el día anterior. Comencé a respirar mejor, más tranquila, sabiendo que en unos minutos probablemente se contesten muchas de mis preguntas.
- Lo siento, es que funciono mejor cuando tengo toda la información- susurré.
El agente, tan compuesto como siempre, sonrió ladeando la cabeza. Por supuesto. ¿Contar con toda la información en la organización espía por excelencia? Buena suerte.
- Algo me dice que debería empezar a cargar una bolsa de madera para respirar dentro de ella- bromeé, haciendo que Coulson riera en voz alta.
Las puertas del elevador se abrieron en un suave tintineo.
- Gracias Phil- dije divertida.
- Cuando quieras Bella- contestó alegre, juntando las manos sobre su abdomen.
Salimos del elevador y fijé la vista en el trío frente a nosotros. En el centro se encontraba un hombre de más de cuarenta años, alto, de tez oscura y rasgos duros, casi tanto como el sobretodo de cuero negro que lo vestía por encima o el parche del mismo material que cubría su ojo izquierdo. A medida que nos íbamos acercando a ellos, parados en el medio de un pasillo con poco tránsito y mucha luz, pude observar la severidad de su rostro, el ceño ligeramente fruncido, las marcas alrededor del parche, parecidas a estrías o rasguños, y los labios fruncidos.
A su derecha se encontraba una mujer más joven, alta, vestida en una especie de traje de lo que parecía neopreno, pero un poco más grueso, gris oscuro, de una sola pieza, con un cierre en el escote y un cinturón en la cadera. Su rostro pálido contrastaba con su negro cabello, cuidadosamente recogido, adornado por un corto flequillo. Sus helados ojos azules se encontraron con los míos y me hicieron mirar para otro lado, hacia la izquierda del hombre tan particular, a la figura relajada de una mujer joven, significativamente de menor estatura, vestida con un simple jean, un suéter y una chaqueta de cuero, haciéndome sentir a tono. Su cabello le llegaba un poco más arriba de los hombros, de un rojo vivo con pequeñas ondas. Sus ojos estaban enmarcados en unas pestañas perfectas, tenía pómulos altos y labios rellenos. Su belleza no me hizo sentir a tono, pero me recordó un poco a casa.
- Agente Coulson, señorita Swan- saludó el hombre del centro en una voz profunda que tuvo un correlato perfecto con su apariencia.
- Fury- saludó tranquilamente Coulson- Bella, te presento al director de SHIELD, Nicholas Fury, a la agente María Hill, subdirectora- continuó, señalando a la mujer de pelo negro- y a la agente Natasha Romanoff- finalizó extendiendo su brazo hacia la mujer colorada.
A medida que los nombraba, me iban extendiendo las manos, que supe apretar nerviosamente.
- Es un placer conocerlos- dije en voz temblorosa. El rojo cubrió automáticamente mis mejillas. Ví a la agente Romanoff ladear la cabeza hacia la izquierda, de repente entretenida con algo. Esquivé su mirada utilizando mi cabello como cortina.
- ¿Comenzamos con el tour?- preguntó mirando al resto. El director Fury asintió y extendió un brazo indicándome que comience a caminar.
- Quiero agradecerle por cooperar con nosotros. Es muy noble que haya asistido con tan poca anticipación- dijo el jefe de SHIELD.
Quería contestar que en realidad no había tenido mucha opción, y supe por la mirada reprobatoria de Coulson que él también esperaba esa respuesta. Suspiré y en cambio dije:
- Bueno, el agente Coulson fue muy claro y lo pidió amablemente- dije con una media sonrisa- de cualquier manera, me alegra poder ayudar, director Fury.
- Puedes llamarme Fury. Todo el mundo lo hace- dijo con simpatía.
La primera puerta la abrió la agente Hill con su huella digital, recibiendo en respuesta un comando de voz que la reconoció. El particular grupo que conformábamos la siguió. La sala en cuestión era enorme, con un nivel inferior, rodeado hacia arriba y a los costados de plataformas. En todos lados había computadoras y gente haciendo distintas operaciones en ellas. Había varios puestos con máquinas que no pude reconocer, cables por todos lados y gente con distintas herramientas trabajando alrededor.
- Aquí empezaremos con la investigación. Familiaricese con esta habitación señorita Swan, porque tendrá esta vista varias horas al día.
Yo tragué saliva y Coulson suspiró quedamente.
Salimos de vuelta al pasillo y caminamos hacia el nuevo destino, que aparentemente quedaba en el sótano.
- Algunas pruebas requerirán de ciertas preparaciones, así que en los documentos que le entregará la agente Romanoff debe prestar especial atención a eso.
- ¿Preparaciones? ¿Cómo qué?- pregunté rápidamente.
La agente Hill contestó sin mirarme.
- Como entrenamiento riguroso todos los días, por ejemplo.
Me invadió una ola de desesperación.
- ¿Todos los días?- no pude evitar exclamar en horror.
Coulson y Romanoff rieron un poco.
- Un cuerpo fuerte se traduce en una mente fuerte- dijo la subdirectora, resoluta, dejando muy poco lugar (completamente nulo) a réplicas.
No conforme con haberme dejado sin habla, prosiguió a medida que la comitiva avanzaba hacia una puerta que esta vez requirió de la huella de Fury.
- También tengo entendido que el agente Coulson le explicó que ningún procedimiento era invasivo. No hay agujas ni intervenciones quirúrgicas, le concederé eso. Pero no crea por un momento que no será invasivo.
El golpe de gracia de su declaración se materializó en una especie de laboratorio, con varias cámaras de Geisser que en su interior contenían camillas y máquinas similares a las de los hospitales, pero con un millón más de cables y botones.
- Muchas de estas máquinas fueron diseñadas para meterse dentro de su mente y estimularla de modos que jamás había sido estimulada para poder obtener una respuesta que nos sea útil.
Sólo podía mirar en asombro la escena de ciencia ficción que tenía desarrollándose frente a mí. Tenía la boca abierta pero ninguna palabra parecía querer salir.
- Bueno, creo que es suficiente por hoy- dijo Fury mirando a la agente Hill, que no se dio por aludida.- Agente Romanoff, por favor.
- Por aquí- me indicó.
Miré a Coulson con expresión insegura, y no di un paso al frente hasta que no asintió sutilmente con la cabeza.
- Ansío poder trabajar con usted señorita Swan. Por hoy tiene el día libre, mañana será otro día- se despidió Fury. Le sonreí lo más cordialmente que pude y me digné a seguir a la agente Romanoff -Natasha- por los iluminados pasillos.
- ¿Cómo lo vienes llevando?- preguntó casualmente.
- No mucho mejor de lo que se nota.
Rió apenas.
- Me dijeron que te acostumbras fácil a lo raro- dijo mientras un joven le entregaba una pila considerable de papeles. La miré extrañada.- Tranquila, la mitad son copias para nosotros.
- Esto va más allá de "raro"- dije mirando las instalaciones que se hacían visibles a medida que avanzábamos.
- Entonces, ¿vampiros sí, espías no?
Me puse tensa inmediatamente.
- ¿A dónde vamos?- pregunté tajantemente, robándole una enorme sonrisa, haciendo a sus blancos dientes destellar con diversión.
- Eso depende. ¿Quieres un abogado que te asesore con todo esto?
- No- dije sin dudar. Enarcó una ceja perfecta.- Sólo quiero terminar con esto. O empezar. Lo que sea.
- No andas con vueltas. Me caes bien Swan.
- Entonces dime Bella- pedí. Se giró a verme con una expresión de disgusto.
- Ugh, no- exclamó, pero pude ver que estaba bromeando. Reí sonoramente por primera vez en un tiempo.
Ni siquiera me llevé los documentos al departamento, los leí en una oficina a la que me guió Romanoff y los firmé sin pensarlo dos veces. Después del pequeño discurso de la agente Hill me imaginé que los términos y condiciones iban a ser dolorosos, pero solo hablaban de dietas y ejercicio. Tampoco quise pensar mucho en eso.
En la entrada del edificio Natasha me indicó que conserve el pase y cuando me escoltó hacia el exterior Coulson ya me estaba esperando.
Mientras subía al auto pude escuchar que Natasha le entregaba algo.
- Lo que pidió el soldado. Quizás puedas aprovechar el viaje y dejárselo.
Coulson no dijo nada y se subió al auto, sosteniendo una carpeta marrón, algo gastada. Romanoff me saludó con un guiño del ojo antes de que Phil cerrara la puerta.
Me sorprendió cuando sacó una bolsa de Starbucks del asiento de adelante.
- No puedes estar en Nueva York y no tomar café en Central Park.
Sonreí con ternura.
El chofer estacionó a un lado de donde iniciaba el parque, pero no nos bajamos. Algo era algo.
Destapé mi vaso con nerviosismo mientras Coulson se sentaba contra su puerta para poder quedar enfrentado a mi sin que sea incómodo.
Suspiró con resignación.
- Puedes disparar.
La franqueza en su voz me conmovió. Miré el vaso de mi capuccino con crema, pasando los dedos sobre el Bella escrito en él.
- Bueno, hay muchas cosas que no sé, y no entiendo. Así que empezaré por las que sé.
Phil asintió.
- Ustedes, SHIELD, que por cierto significa Sistema Homologado de Inteligencia, Espionaje, Logística y Defensa- dije recitando las palabras que había memorizado todo el día, haciendo que Phil sonriera satisfecho- quiere estudiar mi cabeza para copiar lo que sea que hace que funcione en otra onda.
Coulson sonrió y asintió, animándome a seguir.
- ¿Cómo me encontraron?- puse los ojos en blanco- quiero decir, ¿cómo se enteraron de que pasaba eso con mi mente?
Tomó un largo trago de café antes de contestarme. Hice lo mismo con mi capuccino para calmar la ansiedad.
- Encuentro emotiva tu lealtad Bella, pero para hablar de esa cosa en particular vamos a tener que admitir otras tantas- me miró, entrecerrando los ojos.
Me volví a tensar y casi vuelco el contenido de mi vaso.
- Hemos sabido de los Vulturis casi desde la fundación de SHIELD. Sabemos sus secretos y ellos saben que sabemos. Pero para silenciarnos deberían acabar con SHIELD, y eso levantaría sospechas en todo el mundo, exigiéndoles explicaciones que no podrían dar. Así que vivimos en… ¿paz?- sonó como una pregunta- tenemos varios agentes que, por distintas razones, se han visto… afectados. Pero han mantenido su compromiso con SHIELD. Así es como se ha corrido el rumor de que una humana ha podido burlar las habilidades del gran Aro Vulturi- dijo burlándose un poco de Aro- como habrás podido ver, no nos gusta perder el tiempo.
Los ojos casi se me salen de las cuencas al asimilar su expresión anterior.
"Agentes afectados". ¿Agentes espías vampiros?
La información me mareó un poco. Un poco mucho.
- Quizás no siempre es bueno contar con toda la información- bromeó al ver mi expresión.
- No, prefiero quedar desconcertada por el golpe y no por no haberlo estado esperando.
- Ese bien podría ser nuestro lema. Bienvenida, agente Swan- aprobó sonriendo.
Era pasado el mediodía cuando llegamos al complejo, y ya sabía tenía el panorama un poco más claro. Tenía instrucciones para el día siguiente y estaba ansiosa por comenzar. Coulson bajó del auto para continuar conmigo al interior del edificio. Mientras caminábamos bajo la galería, rodeando el patio interno, le iba despotricando un poco en broma y otro poco en serio, lo evidente que era el hecho de que habían estado espiándome. Coulson se comportaba con SHIELD de la misma manera que yo con la información sobre los Cullen. Se ve que era el lenguaje universal de guardar secretos jugar al desentendido.
- No digo que no lo hagan, digo que podrían ser menos obvios, ¿quizás?- le iba diciendo mientras él sonreía negando con la cabeza. Mi torpeza había estado demasiado ausente en lo que iba del día, así que no me sorprendí cuando tropecé en una superficie absolutamente plana, cayendo libremente hacia adelante.
Caerme de cara al suelo hubiese sido indiscutiblemente mejor que lo que pasó a continuación. Jamás caí al suelo porque al mismo tiempo doblaba, por uno de los pasillos que no terminaba de entender, un hombre que tuvo la mala suerte de cruzarse con mi mala suerte. Pensé que iba a colapsar encima suyo, haciendo que también cayera, y probablemente llevando conmigo al agente Coulson, que me había cogido del codo para intentar evitar mi vergonzoso aterrizaje. Pero nada de eso pasó porque el equilibrio del hombre en cuestión no se vio afectado en absoluto. A una velocidad sorprendente, soltó la bolsa de boxeo que estaba cargando y me sostuvo por los hombros con firmeza.
Levanté el rostro acalorado por la vergüenza, encontrándome con unos ojos azules que me observaban bajo un ceño fruncido. Me incorporé tan rápido como mis torpes extremidades lo permitieron.
- Lo siento mucho, debo tener más cuidado al caminar- murmuré con la mirada fija en mis pies. Ni siquiera me atrevía a mirar a Coulson, que debía estar experimentando todos los efectos de la vergüenza ajena.
- No se preocupe señora- le escuché decir en una voz profunda y suave.
Levanté la mirada casi automáticamente, insegura de si había sido el atractivo en su voz o el hecho de que me había llamado señora lo que me obligó a hacerlo.
No tendría más de treinta años, era muy alto, debía medir cerca de dos metros, de hombros anchos y brazos fuertes, vestido con ropa deportiva. Su rostro blanco estaba perlado de sudor, pero eso sólo acrecentaba su atractivo. Tenía las facciones férreas, la nariz recta y la mandíbula biselada en una expresión estoica. Su pelo corto castaño claro estaba despeinado, quizás por el ejercicio.
Pestañeé varias veces, algo confundida. Le quise dedicar una mirada de disculpa a Coulson, pero su expresión era igual de soñadora que la que debió haber adornado mi cara segundos atrás.
El joven nos miró sin saber muy bien qué hacer así que levantó la bolsa que había arrojado a un lado para evitar mi estrepitosa caída.
Coulson se aclaró la garganta y habló en una voz más profunda de la que le había conocido hasta ahora.
- Capitán Rogers, es un placer conocerlo al fin. Soy el agente Coulson, vine a alcanzarle lo que pidió- dijo extendiendo el archivo que Natasha le había dado.
El aludido pareció comprender enseguida y tendió la mano para tomar la de Coulson, que la agitó vigorosamente quizás un poco más tiempo del convencional.
- Le presento a la agente Swan- dijo, haciéndome girar la cabeza. Agente Swan sonaba raro. Acababa de firmar al menos cinco contratos con SHIELD, supongo que eso me convertía en la agente Swan.
- Señora- dijo con solemnidad, viéndose inseguro de repente. -Es un placer- se decidió a decir mientras estiraba la mano. Pude notar la delicadeza con la que la tomó, pero viendo lo pequeña que quedaba mi mano dentro de la suya, no pude evitar comprenderlo.
Le sonreí, demasiado avergonzada para decir nada más.
- Gracias por el expediente agente Coulson- le dijo a Phil, que sonrió e hizo un gesto con la mano, como si no fuera nada- Agente Swan- se despidió, enviando una ola de rubor a todo mi rostro, y siguió su camino.
De repente me gustaba cómo sonaba agente Swan.
- ¿Quién era?- quise saber. La expresión de Coulson me hizo sentir un bicho raro.
Se recompuso enseguida, se acomodó el saco y habló acariciando cada palabra:
- El Capitán América, por supuesto.
