(II)

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El sabor de la canela aún perduraba en mi paladar sin ser del todo abrumador. Era una sensación nostálgica porque cada año a pesar de no ser alguien de costumbres, no podía llegar a estas fechas sin sentir ese sabor en la boca de una u otra manera. Esta vez su presentación había llegado en forma de bebida caliente mientras un plato con galletas de jengibre reposaba en la pequeña mesa de la sala. Había silencio, pero la calma solo hacía que el ambiente fuera idóneo para mí y para la mujer con la que estaba.

No era extraño que pasara Noche Buena con alguien; una mujer al azar, una fiesta llena de gente de mala calaña, alguno que otro villano ocasional con el que podía convivir, y a veces, más extraño aún, coincidía con mis hermanos. Cuando era niño, las fiestas con ellos eran ley, mas al ir creciendo cada uno se ocupó de hacerlo diferente, en su propio ambiente. Yo, por mi parte, estaba bien con salir un momento con quien fuera, ya que las festividades no representaban una necesidad. No sentía un apego profundo por alguien en específico y me daba por bien servido mientras tuviera una cena que me llenara el estómago.

Sin embargo, la noche antes de Navidad de esta ocasión era un evento que bien podía sobresalir de las anteriores. La compañía era la clave a todo, ni la comida elaborada en hornos, los villancicos, arreglos, tradiciones o la imagen de ese detestable viejo de traje rojo en cualquier lugar donde mirases, era importante. No, la razón de que el fin del año se volviera tan primordial en la vida de todos era más que nada por la convivencia con las personas indicadas.

Me removí de mi lugar para poder cambiar de página. Me encontraba leyendo, aprovechando la serenidad de la habitación mientras mi cabeza reposaba en los muslos de la pelirroja que invertía ese tranquilo tiempo en otra novela. Así, los dos nos concentrábamos en nuestras lecturas, pero a su vez en la cercanía de nuestros cuerpos.

Analizando el panorama, me di cuenta que había cedido a algo que desconocía por completo. Había entregado mi atención a una sola compañera, a una novia… a una antigua némesis; a Blossom.

A mi maldita bruja de temple sosegado.

Como todo, aprendí a soportarla, eventualmente desarrollé un interés que se transformó en sentimientos amorosos, pero contrario a lo que otros pensaran de mí, yo era tan capaz de dejarme llevar por todo eso. No era un ser inexpresivo y lejos quedaban mis días de ser un bastardo amante de las mujeres.

Primero, obedecí mi impulso curioso para conocerla mejor, más allá de lo odiosa y mandona que su personalidad me pareciera. En segundo lugar, me permití romper las barreras que teníamos, por nuestros egos como líderes y su fuerte sentido del deber con ella y mi evidente falta de principios como fluctuante moral. Finalmente, aposté por estar con ella, únicamente con ella. El tercer paso a todo, la gran apuesta al decidir ese camino.

Aquí me tienes, fortuna, tercera vez expuesto a tus caprichos. Pero ¿quién no lo está? ¿Dónde, cuándo, cómo sale el hombre de tu imperio? Virtud, valor, prudencia, todo lo atropellas. No está más seguro de tu rigor el poderoso en su trono, el sabio en su estudio, que el mendigo en su muladar, que yo en esta esquina lleno de aflicciones, privado de bienes, con mil enemigos por fuera y un tormento interior, capaz por sí solo de llenarme de horrores, aunque todo el orbe procura mi felicidad.

Al dejar la atmósfera que las letras de Cadalso me brindaban describiendo las penas de Tediato, fijé mi mirada sobre el semblante absorto de ella. Definitivamente, la fortuna actuaba como lo deseaba sin reparar en una lógica que nos sirviera de explicación.

Me levanté perezosamente para observarla de frente, recorrí cada centímetro de su piel con la mirada hasta detenerme en sus tentadores lunares. Los besé, interrumpiendo abruptamente su lectura.

—"¿Si será esta noche la que ponga fin a mis males?"—le susurro al oído, citando de memoria el párrafo que daría continuación a Noches lúgubres, la dramática historia del hombre cuyo sueño fuera estar con su amada, una mujer ya muerta a quien tanto extraña, tanto, como para profanar la tumba que la resguarda y llevar su cadáver hasta su hogar, firmando todo con fuego, cometiendo suicidio, para acabar en cenizas.

¿Y al igual que un héroe romántico, mis impulsos serían capaces de llevarme a tales conductas por esta mujer?

Escuché el suspiro femenino mientras mi lengua recorría su clavícula hasta terminar en el nacimiento de sus pechos, besando el lunar que tenía justo en medio de éstos. Me detuve ahí, hundiendo mi nariz para masajear su busto por sobre la ropa, mas tuve que detenerme cuando sentí el deseo de besar su boca.

El sabor del vino tinto ya reemplazaba a la canela, elevando así el tono de la noche. Con Blossom podía soltarme, podía relajarme y confiar en su discreta forma de corresponder a la relación que iniciábamos sin preocuparnos de lo que pudiera venir. Por ahora, preocupado más por el momento de pasar mi primera noche buena a su lado, le demostré la esencia oculta de mi faceta como literato, la misma donde yo gustaba de recitarle extractos de novelas, versos, párrafos o simples frases para simular la intensidad de las obras donde se originaban romances memorables.

¿Deseaba algo similar? Tal vez, en el fondo, era así. Mi pensamiento habitualmente era lógico, estratégico, mas secretamente recreaba supuestos, fantasías que volvía íntimas con ella.

Sólo con ella.

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El fuego de la chimenea no parecía querer extinguirse pronto pues la leña era basta y la llama férrea, así pues, no habría probabilidad de que el calor del ambiente se esfumara de la habitación en donde Brick y yo compartíamos nuestra primera noche buena. La temporada traía consigo las vísperas de unión y paz, mas no necesitábamos de festividades para desenvolvernos en la intimidad de lo que habíamos empezado. No eran las fechas, tampoco los regalos, éramos los dos cediendo ante las nuevas sensaciones que vivíamos a diario.

La temperatura del lugar incrementaba con cada beso y caricia que recibíamos del otro. Mis manos paseaban a través de su suave rostro, detallando y rememorando con ellas cada facción que resaltan de él, aspiré quedamente el olor que emanaba su cuerpo mientras la euforia nos envolvía con la misma intriga y pasión que comenzamos este romance.

La biblioteca de Townsville fue mi refugio de la universidad durante mucho tiempo. Acostumbrada a mantenerme ocupada, en vacaciones, servía como ayudante en aquel edificio repleto de historias fantásticas, románticas o trágicas. Mi trabajo era sencillo; colaborar y perdurar la paz de cada lector que visitaba el establecimiento. La sosegada sensación que sentía allí era rara vez perturbada por otras razones que no tuvieran que ver con mis deberes de heroína, sin embargo, en aquella vez cuando paseaba por las estanterías, analizando cada sección, no pude evitar observar al individuo que con ahínco leía gustosamente en el área de ocultismo. Brick había llamado mi atención desde la lejanía con su postura apacible en lo que disfrutaba de un libro. Sus ojos chocaron con los míos, curiosos y luego engreídos. Fue el primer de muchos encuentros.

Aunque no había confianza hacía su persona, pues la inherente maldad de su ser era irreparable, su actitud desinteresada me hizo entender que no planeaba hacer nada en esos instantes. Así, abandonó su rol protagónico de los próximos desastres que maquinaba mi mente para convertirse en aquel con quien intercambiaría vocablos en ocasiones. Aprendí a tolerarlo en silencio entretanto concebía la idea de que éramos un par de desconocidos con un pasatiempo en común.

Sin embargo, ¿estábamos destinados a vernos en aquellos tiempos? Era indiferente a los vestigios del destino, puesto que concordaba más con la ciencia. Estos campos no estaban peleados entre sí, pero me sentía más cómoda enfocándome en uno. Mas Bubbles recalcaba que todo pasaba por algo. Según ella, Brick y yo estábamos destinados. Siguiendo el último hilo de pensamientos, eso pudo darle cierta lógica a que mi enemigo haya llegado justo cuando el peso de mi virginidad, así como las ganas de nuevas vivencias, me carcomieran. Lo cual respondería al por qué me entregué a él sin ensueños. De ese modo, experimenté y aprendí en mis causes, fue una manera interesante de salir de mi inexperiencia y rendirme a nuevos placeres. Tal vez por ello, con el sol bajando y subiendo, en una amistad que no se consideraría amistad, apostando a una idea, a una relación nunca formalizada con nadie, terminé enamorada de la curiosidad y el enigma que Brick representaba.

El volumen que mis manos sostenían antes de la interrupción por parte de mi compañero, era el famoso cuento de Dostoyesvki, Noches Blancas, cuya narración se centra en un perturbado protagonista sin nombre el cual conoce a una joven, Nástenka, quien se aferraba a otro varón. Dos sujetos que se hallaron así mismos en reuniones sobre el cariño, la pasión y la soledad. Una historia ambientada en los interminables días de Petersburgo con el propósito de consolidar lo que se conoce como amor. La analogía de ese relato con mi realidad, se debía a la conexión que los personajes mostraron en sus acercamientos, ya que así éramos Brick y yo. Diferentes, pero juntos en una conexión que ninguno entendió.

"Ahora bien, todos los días sueño que por fin voy a encontrar a alguien. ¡Si supiera usted cuántas veces he estado enamorado de esa manera!

-Pero ¿cómo? ¿Con quién?

-Con nadie, con un ideal, con la mujer con que se sueña. En mis sueños compongo novelas enteras"

¿Aludía ese villano a ese ser con el que soñaba durante madrugadas sobre la idea del amor? ¿Ese idóneo con quien fantaseaba en mi adolescencia sin darlo por hecho en mi vida diaria? Brick era un misterio que me gustaba descifrar cuando estábamos solos, era indómito e inteligente. Me agradaba de su presencia el cómo discernía a través de mi mirada mi esencia; asimismo cómo en sus rojizos ojos demostraba tranquilidad y confianza al estar a mi lado, porque nuestras miradas expresaban más que cualquier gesto. Como el dramaturgo francés Tristan Bernard dijo en una de sus obras: "El primer beso no se da con la boca, sino con la mirada"

Lo que deparaba el futuro para los dos era incierto, mas no pienso en ello por ahora y me envuelvo en los brazos de quien me brindaba calidez y cariño mientras continuaba versando citas literarias. Me estremecí con el toque de sus manos y las caricias que recorren mi anatomía. Nuestras bocas se unen en el secreto que el sonido no pronuncia. Lo deseaba, lo sentía e irremediablemente lo quería.

¿Éramos iguales a aquellos amantes que buscaban refugio entre letras? Era de aquellos misterios de diciembre los cuales se escudriñaban bajo el nocturno cielo, así como yo descubría cada luna ese amor que crecía y evolucionaba por el romántico pelirrojo que se había ganado mi corazón.

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Lenore escribiendo

Bueno faltan minutos para que termine el día, así que no me explayaré mucho. ¡Es el turno de los rojos! Y aquí pueden leernos ya en un relación más establecida y dispuesta a durar lo que tenga que durar.

Un agradecimiento a todos.

Nos leemos pronto.

Mortem al habla

Ahora fue el turno de los rojos, debo decir que me gustó bastante tocar ese lado en Brick. El hombre es detallista a su modo.

En fin, no hay mucho qué decir, solo que esperamos les haya gustado. :D